⌛06⌛

¡¡Advertencia!!

Debo advertir que la pareja secundaria de esta historia es una homosexual...
¿Por qué?
Porque soy una fujoshi y me gustó como quedan estos dos juntos.
Así que si no te gusta puedes saltarte el capítulo o leerlo y no comentar nada ofensivo.

¡¡DISFRÚTENLO!!

Matthew abría los ojos poco a poco, sintiendo un gran dolor en la espalda y percatándose de la debilidad de su cuerpo. Giró un poco la cabeza en dirección a la ventana, encontrándose con el rostro relajado de Philip entre sus brazos, sobre una esquina de la cama.

Sintió a su pecho comprimirse, y a sus ojos arder en segundos. Había pasado un doloroso año desde la última vez que lo vió, y seguía viéndose igual que antes, nada en él cambió.

Al ver cómo empezaba a abrir los ojos, secó las lágrimas que empezaron a salir lo más rápido que su cuerpo le permitió, evitando su mirada.

-Oh, ya estás despierto -se inclinó un poco hacia a él, pretendiendo tocar su frente para saber si su temperatura había disminuido, pero este giró la cabeza con rapidez, impidiéndoselo.

-¿Por qué estás aquí? -preguntó con frialdad, aún sin mirarlo. Philip, ante su indiferencia, tomó asiento en una esquina de la cama con una expresión desanimada.

-Te estaba cuidando -empezó con una voz suave, temiendo que al mirarlo se encontrara con sus ojos desbordantes de odio-; quería asegurarme de que...

-Vete -le ordenó, interrumpiéndolo.

Él solo dejó salir un suspiro.

-Matthew, ¿podrías dejar todo de lado un momento y permitirme cuidar de ti? -le pidió.

-Nunca -respondió con firmeza-. No voy a dejar que te me acerques -trató de alejar su cuerpo de él, pero el dolor punzante en su espalda se lo impedía.

-Deja de moverte, Matt, aún no te has recuperado -advirtió, sujetando sus hombros para mantenerlo en su lugar.

-¡Suéltame! -volvió a ordenarle.

-¡No lo haré! -el cuerpo del pelinegro se inmovilizó al escuchar el grito-. Si sigues moviéndote te vas a lastimar aún más -alzó la mirada hacia él; sus ojos estaban cristalizados-. Sé que me odias pero... no soporto verte así. Por favor, Matthew, no te muevas.

Quería contradecirlo aunque le doliera el moverse. No quería que sintiera que tenía el control sobre él, otra vez. Pero aún así lo obedeció, quedándose tranquilo.

-No me moveré... -desvió la mirada al responder-, pero vete. No quiero verte cerca de mi.

Él contrario volvió a suspirar, con cansancio.

-Creo que tendrás que aguantarme aunque te niegues -dijo, soltando sus hombros lentamente para levantarse de la cama-. Estaré contigo hasta que te mejores.

Empezó a caminar hacia la puerta, sin dejarlo hablar, y él no tardó mucho en comenzar a llorar. Le dolía verlo de nuevo, le dolía que lo cuidara y que continuara siendo la amable persona que conocía; le dolía recordar su pasado y lo que sucedió en él.

Matthew se encontraba en un momento de su vida que nunca imaginó vivir. Había pasado año y medio desde que su madre había fallecido, y con su muerte, la vida que había llevado hasta entonces se desmoronó. La separación de sus padres, que había comenzado cuando él tenía solo 10 años, lo había alejado de su padre, a quien no había visto desde entonces. La decisión de su madre de mantenerlo alejado había sido firme y dolorosa, pero ahora, tras la pérdida, se veía obligado a regresar a la casa que había sido testigo de tantas peleas y llantos.

Al bajarse del taxi frente a la gran puerta, Matthew miró la casa con cierto temor e incomodidad. En su mente, los recuerdos de gritos y discusiones resonaban en las paredes. Se detuvo un instante, respirando hondo, como si buscara el valor necesario para acercarse a ese umbral. Al estar frente a la puerta, se encontró con su padre, quien lo aguardaba con una expresión seria y distante. A su lado estaban su nueva familia: una mujer de cabello castaño y una chica que lo observaba con curiosidad.

-"Bienvenido, Matthew"-dijo la mujer con una sonrisa forzada.

Su padre mantuvo la mirada fija en él, sin ofrecerle un saludo. Matthew sintió que esa falta de calidez era un eco del pasado, y tampoco se molestó en mostrar simpatía o saludarlo.

-"No creo que lo sea, pero agradezco que no me hayan mandado a un orfanato"-respondió él, con una voz fría y carente de emoción.

La seriedad de su padre no se alteró.

-"Solo entra y ve a tu habitación"-ordenó con un tono autoritario-. "No me causes problemas como lo hacía tu madre a partir de ahora."

Las palabras de su padre le atravesaron como un puñal. Matthew había estado acostumbrado al desprecio y a la indiferencia, pero eso no hacía que dolieran menos. Sabía que había razones detrás de esa hostilidad, razones que había comprendido desde muy joven y que su padre nunca había aceptado del todo.

La mujer se acercó a él, tratando de romper el hielo.

-"Descuida, querido"-dijo con una voz suave-. "Te llevaré a tu habitación, ¿de acuerdo?"

Matthew asintió levemente, sintiéndose como un extraño en su propia vida mientras seguía a su madrastra y a su hija por los pasillos decorados con fotografías familiares. La chica lo miraba con curiosidad, como si fuera un enigma sin resolver o un ser extraño y desconocido.

Una vez en su habitación, ella se sentó a su lado en la cama.

-"Creo que tú no eres igual que tu padre"-comenzó, rompiendo el silencio incómodo.

Matthew la miró con desconfianza.

-"Nunca me he parecido a él"-respondió, cortante-. "Soy una decepción ante sus ojos."

La mirada de la chica se tornó incrédula.

-"Pero mi madre te adora"-dijo ella, bajando la mirada hacia el suelo-. "Siempre me decía que tenía que ser buena contigo y no molestarte. Al parecer, tú serás su 'hijo favorito' de ahora en adelante."

Matthew sintió un nudo en el estómago ante esas palabras.

-"Pero ella es tu madre"-replicó, intentando entender.

Ella soltó una risa amarga.

-"¿Y crees que se preocupa por mí?"-dijo con ironía-. "Ella solo me quiere cuando le conviene. Pero tú eres el heredero de todo" -se levantó y se dirigió hacia la puerta-. "Así que hará de todo para que la consideres tu madre."

Matthew quedó en silencio, reflexionando sobre lo que acababa de escuchar. Su situación era más complicada de lo que había imaginado. No solo debía enfrentarse a su padre, sino también al desafío de construir una relación con una familia que parecía estar dividida por lealtades y expectativas.

Pero en ese momento, en la soledad de su nueva habitación, decidió que no se dejaría vencer tan fácilmente. Había sobrevivido a mucho antes; esta vez no sería diferente.

Ese día, Danna realmente lo había confundido, dejándolo con miles de pensamientos que con el tiempo pudo aclarar. Y como efecto, Natasha lo tenía como su niño consentido, cosa que a veces le incomodaba pero simplemente se limitaba a seguirle la corriente.

No la sentía como un remplazo de su madre. Nunca se podría comparar con ella. Pero era la que más atención le prestaba en ese lugar, ya que su padre solo lo llamaba cuando quería comunicarle algo de su nueva escuela, y su hermanastra había comenzado a sentir cierto rechazo, por no decir odio, hacia él.

Después de unas semanas viviendo con ellos, se podría decir que estaba acostumbrado. Pero no se sentía como en casa. Extrañaba a su madre, a sus viejos amigos, a su posible primera relación, todo. Pero no podía hacer nada para cambiarlo.

Tantos pensamientos frustrados, lo llevaron a salir ese sábado en la noche de su casa, mientras todos dormían. Tomó uno de sus abrigos y se alejó hasta el puente de tamaño mediano que se encontraba a unos metros de aquella residencia; aunque pertenecía a la estructura de la casa.

Pero era como si se trasladara de un mundo de tensión y sonrisas falsas, hacia uno de tranquilidad y frescura, inundado por el profundo olor del agua que corría bajo sus pies. Ese era su rincón favorito.

-"Ah.... ¿Joven Matthew?" -una voz lo sacó de sus pensamientos, asustándolo.

Ahí se encontró con ese castaño más alto que él, quien vestía un traje negro que resaltaba su figura y parte de su cabello se encontraba recogido, dejando pequeños mechones fuera. Siempre lo había observado de lejos junto a su padre, pero nunca había hablado con él.

-"¿No debería estar en su habitación?" -volvió a preguntar, acercándose un poco más.

-"Ah... yo... solo quería tomar algo de aire" -balbuceó, bajando la mirada hasta el suelo; se sentía ligeramente avergonzado ante su presencia.

-"Oh, pero es muy tarde, ¿no cree?" -dijo, con un ligero tono de advertencia al apoyarse en la barra del puente, cruzando sus brazos en la misma-."Podría enfermarse si sigue aquí afuera" -lo miró, esbozando una pequeña sonrisa.

-"Tú... ¿eres el guardaespaldas de mi padre?" -preguntó con timidez, a lo que el contrario rió levemente.

-"No lo soy. El señor me contrató para ser su chófer" -se dio la vuelta, recargando su espalda en la barra-. "Aunque me avisó que lo llevaría a usted a partir de ahora, ya que el lunes empezará en su nueva escuela"

Terminó de explicar. Matthew suspiró y se colocó a su lado, en la misma posición.

-"Él te pidió que me vigilaras de cerca, ¿no?" -dedució, con pesar, el mayor solo guardó silencio-."Ya le había dicho que no lo decepcionaría, no sé por qué tiene que hacer todo esto"

Entre ellos apareció un silencio un tanto incómodo para el castaño, ya que no sabía que decir.

-"Yo creo que solo quiere protegerlo" -empezó, llamando su atención-."Además, no estaré pendiente de usted a cada rato, solo lo cuidaré y estaré para lo que necesite"

Se separó de la barra para ponerse frente al chico y elevó su meñique hasta él, mostrando una sonrisa.

-"Prometo que si pasa algo o usted hace cualquier cosa que no sea del agrado del señor, lo mantendremos en secreto, dependiendo de la magnitud del problema claro" -finalizó, divertido, sacándole una sonrisa al menor.

Este, entrelazó su meñique con el contrario.

-"Espero que cumplas tú palabra" -le habló con leve firmeza, el chico asintió.

-"Le juro que haré todo lo que esté en mis manos para protegerlo, o me dejaré de llamar Philip Warhol" -aseguró, de manera graciosa.

Acto que provocó en Matthew risa y felicidad.

Durante su estancia en aquella "prisión", él se convirtió en su refugio, el único lugar donde podía ser auténtico. Matthew había encontrado en esa persona un espacio seguro, donde cada palabra y cada gesto eran comprendidos sin juicios. Era la única persona que lo hacía sentir especial y querido, y esa conexión creció en silencio, alimentada por la complicidad de sus miradas y la intimidad de sus conversaciones. Sin embargo, el miedo a la desaprobación y la inseguridad que ambos sentían les impedía dar el paso hacia algo más profundo, hacia una confesión.

Pero todo cambió un mes y medio después, cuando Matthew recibió una invitación para una fiesta de parte de su único amigo. Aunque al principio dudó, la idea de socializar lo atrajo. Sin embargo, lo que comenzó como una noche de diversión se tornó rápidamente en una trampa para su inocencia.

Uno de los anfitriones, con una sonrisa seductora y un aire de confianza desbordada, le ofreció sutilmente una copa. Matthew sabía que el alcohol era su debilidad; no tardaba en perder el control con pocos tragos. Pero la atmósfera festiva y la presión del momento lo llevaron a aceptar.

Pero no pudo parar. La copa tras copa lo sumieron en un estado de ebriedad que distorsionaba su percepción. Fue entonces cuando el anfitrión, aprovechando su vulnerabilidad, lo condujo hacia uno de los callejones oscuros cerca del bar. En sus ojos podía ver que sus intenciones no eran buenas.

Matthew, tambaleándose y confundido, se dio cuenta demasiado tarde de que había caído en una trampa. Se sintió inseguro y temeroso mientras el callejón se cerraba a su alrededor y el contacto entre ellos era cada vez más íntimo.

-"The-Theo... por favor... para.." - pedía con una débil voz, tratando de alejar al chico con sus manos, pero este no despegaba los labios de su cuello.

-"Ya deja de moverte" -le ordenó con una voz grave y autoritaria, para luego morder la zona que besaba, provocando en el contrario un quejido de dolor-."Yo sé que te gustan los chicos, así que deja de resistirte. Solo disfruta del momento, Matt".

Pronunció, cerca de su oído, para después atrapar su lóbulo con los labios, y empezar a meter su mano por debajo de su camisa, acariciando su piel. Esto hizo que Matthew comenzara a sollozar por no poder alejarlo. Se sentía tan débil e impotente, ya que su cuerpo no acumulaba la fuerza suficiente para poder defenderse.

Cada fragmento de su ser que él tocaba con sus dedos se estremecía, pero no de placer, sino de asco y miedo. Rogaba que se detuviera cuando empezó a introducir su mano en su pantalón, pero nada podía frenarlo. Hasta que alguien más lo hizo, al propinarle un fuerte golpe directamente en el rostro.

-"¡No vuelvas a tocarlo, maldito imbécil!" -le gritó, viéndolo desconcertado en el suelo mientras sujetaba su nariz.

El castaño rápidamente se acercó a Matthew, revisándolo de punta a punta y secando sus lágrimas en el proceso.

-"¿Estás bien, Matt? ¿Él te lastimó?" -preguntó, con suma preocupación. Al verlo asentir en un temblor involuntario, Philip lo abrazó fuertemente, acariciando su cabello para calmarlo y calmarse-. "Siento no haber llegado antes. De verdad lo siento"

Susurró contra su cuello al cerrar los ojos con fuerza; estaba ligeramente aliviado porque las cosas no se empeoraron. Matt solo correspondió el abrazo, buscando paz y seguridad, queriendo que el miedo que su cuerpo desbordaba transformado en pequeños temblores se marchara.

-"No... no te tienes que disculpar, Phil" -murmuró con suavidad tratando de calmarlo, aunque él mismo debía controlar los fuertes latidos de su corazón en ese momento.

-"Claro que debo hacerlo" -se separó para mirar de nuevo al chico, quien se encogió en su lugar ante la fría mirada del mayor-."Si te vuelvo a ver cerca de él, no mediré mi fuerza y acabaré contigo, ¿¡lo entiendes!?"

Este asintió repetidas veces, asustado, pero comprendiendo lo que Philip había dicho. Con un gesto decidido, Philip tomó la mano de Matthew y lo alejó de allí lo más rápido que pudo. El sonido de sus pasos resonaba en el silencio del callejón, y aunque el "peligro" parecía haber quedado atrás, la tensión entre ellos permanecía en el aire. A lo largo del camino, sus manos entrelazadas ofrecían una extraña mezcla de consuelo y ansiedad, pero ninguno de los dos se atrevió a romper el silencio.

Matthew aún estaba aturdido; los efectos del alcohol nublaban su mente y debilitaban su cuerpo. Sin embargo, en medio de esa confusión, una chispa de valentía surgió en su interior. Era ahora o nunca. Se detuvo cerca del auto, sintiendo cómo su estómago se revolvía por los nervios, y se volvió hacia Philip, quien lo miraba con preocupación y curiosidad.

-"Philip" -comenzó Matthew, su voz un poco temblorosa-. "Necesito decirte algo..."

La mirada intensa de Philip lo hizo sentir expuesto, pero también lo impulsó a seguir adelante. Se dio cuenta de que este momento podría ser su única oportunidad para expresar lo que había guardado en su corazón durante el tiempo que se conocían. Respiró hondo, sintiendo el peso de sus palabras en la punta de la lengua.

-"¿Te encuentras bien?"- preguntó el castaño, viéndolo bajar la mirada.

-"Yo... soy una persona con gustos que muchos desaprueban y ven como algo.... horrible" -empezó a explicar, mientras su voz se quebraba-. "Mi madre era la única que me aceptaba, ¿sabes? Ella era tan dulce y comprensiva, que gracias a su apoyo pude soportar las burlas y las críticas de lo demás.... Por eso perderla es lo más doloroso que me ha pasado, Philip.... Pero ahora que te conocí, no quiero seguir ocultándome contigo..."

Philip frunció el ceño, como si estuviera tratando de descifrar el mensaje oculto detrás de las palabras de Matthew.

-"¿Qué quieres decir con ocultándote, Matt?" -preguntó, acercándose lentamente hasta su posición-. "¿Tienes algo importante que decirme?"

Este asintió con lentitud, atreviéndose a mirarlo a pesar de que sus mejillas estaban completamente rojas al igual que su nariz.

Sus nervios lo estaban atacando de tal manera que no podía evitar pensar en lo peor. En el rechazo y la desaprobación. Pero debía decirlo, tenía que confesarlo.

-"Lo... lo que quiero decir es que... me gustan los chicos, Philip. Me gustas tú..."

Finalmente, las palabras salieron de sus labios, pero el rostro del castaño solo reflejaba sorpresa y desconcierto. Esa reacción lo desanimó un poco.

-"Sé... sé que tu trabajo era cuidarme y vigilarme" -continuó, su voz temblando nuevamente con la vulnerabilidad de su confesión-. "Pero tú has... sido tan lindo conmigo que no pude evitar sentirme así. Y creo que tú también lo sientes, así que..."

-"Será mejor que volvamos" -lo interrumpió Philip, con un tono neutro que no lograba ocultar la tensión de su cuerpo-. "Está borracho, así que deberíamos regresar para que descanse."

Trató de abrir la puerta del vehículo, pero él, torpemente, lo detuvo con una mano firme.

-"¿Me lo vas a negar?" -preguntó, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con desbordarse de sus ojos- "¿Vas a decir que no sientes nada por mí, después de todo lo que ha pasado?"

-"Mi deber es cuidarlo" -aclaró Philip, y esas palabras le provocaron una punzada en el pecho-. "Por favor, no confunda las cosas. Su padre no aprobaría ese comportamiento."

-"¡Deja de hablarme así, carajo!" -le gritó, incapaz de contener sus lágrimas-. "Cada vez que me hablas con ese tono tan formal es porque mi padre te dice algo. ¡Él te dijo que no podías corresponderme, ¿verdad?!"

El mayor guardó silencio por un momento, con un torbellino de emociones cruzando su mente.

-"No puedo permitirme cruzar la línea con usted" -comenzó, manteniendo el tono firme a pesar del dolor que sentía-. "Pronto lo enviarán a estudiar a Escocia y no nos volveremos a ver, así que lo mejor será que no nos involucremos más de lo debido."

Esas palabras le dolieron como nunca; era un rechazo disfrazado de responsabilidad y prudencia. Aunque no quisiera admitirlo, en parte tenía razón; el futuro se presentaba incierto y la distancia se interpondría entre ellos.

-"¿Sabes?... Yo me quedaría por ti. Enfrentaría a mi padre y haría lo que fuera por quedarme contigo" -le confesó, secando sus lágrimas con determinación-. "Pero al parecer tú no tienes el valor de luchar por mí."

Se alejó de él, buscando refugio en el auto por la puerta contraria, deseando poder llorar nuevamente sin ser visto. Philip sintió un vacío en su interior; cada palabra que había pronunciado era como un puñal clavándose en su propio corazón. Sabía que estaba lastimándolo, pero lo hacía por su bien, por las expectativas familiares y por el futuro que les esperaba.

El silencio entre ellos se volvió ensordecedor. Mientras el motor del auto rugía, ambos comprendieron que estaban atrapados en un dilema emocional: el deseo de estar juntos chocaba contra las responsabilidades y las expectativas impuestas por el mundo que los rodeaba. Sin embargo, en ese momento de desolación, ambos sabían que algo había cambiado para siempre entre ellos. Un hilo invisible los unía, aunque el destino pareciera decidido a separarlos.


¡gracias por leer people!

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