⌛5⌛

—¡Matthew, haz algo! —le exigió el castaño, su voz temblando por la dificultad que le causaba la herida. La presión sobre la misma no parecía ser suficiente; la sangre seguía brotando con fuerza.

Matthew, con su cabello oscuro desordenado y la mirada llena de determinación, cerró la puerta de un golpe y se acercó a mí, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y desesperación.

—¿Qué acaso estás loca? —susurró con urgencia—. Si papá se entera de que estás aquí, te va a matar.

—Creo que yo debería advertirte eso a ti —respondí, frunciendo ceño con confusión—. ¿Qué no estabas en Escocia? ¿Cómo demonios llegaste aquí, Matthew?

—Llegué hace dos semanas, hermanita. Papá dijo que me necesitaba para unos asuntos importantes, así que tuve que venir —explicó, su tono era grave pero su mirada reflejaba el miedo que ambos compartíamos.

—Pero si tú eres menor de edad, idiota —le recordé, incapaz de contener mi frustración.

—Hey —me interrumpió, levantando una mano en señal de calma—. Cumplo los 18 en dos meses. Tenme algo de paciencia, ¿quieres?

—Ay, no puedo creerlo —murmuré, llevándome las manos al rostro mientras la incredulidad se transformaba en ansiedad.

—Danna —me llamó Dante, colocando con suavidad su mano en mi hombro—, debemos salir de aquí.

Me advirtió, queriendo que retomara la conciencia sobre la gravedad de la situación.

—Ja, y cómo piensan hacer eso, ¿eh? —intervino Matt, incrédulo—. ¿Siquiera saben que hay miles de guardias afuera que, cuando lo vean herido, acabarán con ustedes sin pensarlo? —obvió, señalando el cuerpo de Arnold, quien se retorcía del dolor.

—No me subestimes, niño —le advirtió Dante con una mirada seria, como si estuviera dispuesto a protegernos sin importar lo que sucediera.

Justo en ese instante, la alarma de incendios resonó por todo el local, llenando el aire con un sonido ensordecedor. Matthew frunció el ceño ante el alboroto, y se sobresaltó al escuchar los golpes bruscos en la puerta.

—¡Señor Arterton! ¡¿sigue ahí?! —gritó una voz masculina desde el otro lado.

—¡Sácame de aquí, imbécil! —respondió el castaño con dificultad, pero su voz seguía siendo fuerte y desafiante.

Los golpes en la puerta se intensificaron, y el sudor comenzó a resbalar por mi frente mientras el pánico se apoderaba de mí.

—Tenemos que irnos ahora —dijo Dante, acercándose a Arnold para inyectarle un sedante en el cuello. A pesar de que Arnold ofreció resistencia, finalmente cayó inconsciente.

—Hay un cuarto al fondo que tiene una puerta de emergencia —continuó Dante, mientras cargaba a Arnold sobre sus hombros—. Podemos escapar por las escaleras.

Finalizó algo agitado por el peso que comenzó a cargar. Yo asentí con determinación mientras él comenzaba a caminar hacia la habitación. Pero antes de seguirlo, Matthew me detuvo al posicionarse frente a mí.

—No sé lo que estás haciendo, Danna, pero te pido que te detengas —habló con firmeza, un tono muy diferente al irritante que solía usar conmigo—. Si mi padre se entera de lo que haces, te volverán a lastimar y lo sabes.

—¿Acaso pretendes que me quede sin hacer nada después de lo que me hicieron? —le respondí con rabia contenida. Su silencio fue mi respuesta; él desvió la mirada—. Se nota que tú no pasaste por lo mismo yo.

Él soltó una risita irónica y se pasó una mano por el cabello despeinado—. Creo que en eso te equivocas. Mi vida está más jodida que la tuya.

—Dudo mucho que... —mi frase se cortó abruptamente cuando el estruendo de la puerta al ser abierta bruscamente nos hizo saltar. Un hombre alto con traje oscuro apareció en el umbral, su mirada fría y calculadora recorriendo la habitación.

Nos miró a ambos y al ver la sangre en el suelo, apuntó su arma hacia nosotros. Di un paso atrás instintivamente mientras Matthew se interpuso entre nosotros, su cuerpo erguido como un escudo protector.

—¿Dónde lo tienen? —preguntó el hombre, acercándose lentamente.

—No sé de quién estás hablando —respondió Matthew con calma, aunque podía notar cómo su cuerpo temblaba ligeramente.

—Joven Sandler, sabe perfectamente que si le pasa algo al ministro habrá graves problemas después. Así que le aconsejo que me diga a dónde lo llevaron.

Matthew mantuvo su postura desafiante—. No tengo por qué decirte nada, ya que no tengo idea de dónde está.

Sin embargo, cuando él agarró mi muñeca para darle la espalda y comenzar a alejarnos, Dante apareció en escena.

—¿Por qué se demoran tanto, eh? —preguntó al estar frente a nosotros, y eso nos delató completamente.

El hombre frunció el ceño y su expresión se tornó oscura—. Siento mucho que las cosas tengan que terminar así —dijo antes de apretar el gatillo.

Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. No pude procesar lo que estaba ocurriendo cuando Matthew se giró para protegerme. Fue entonces cuando vi a Dante moverse rápidamente; tomó el arma que había dejado caer y disparó en un instante. El sonido del disparo resonó en mis oídos como un trueno ensordecedor.

El hombre cayó al suelo sin vida, pero lastimosamente, la ayuda no llegó a tiempo. Mi cuerpo comenzó a temblar del miedo y desconcierto cuando vi a Matthew toser fuertemente, dejando  ver rastros de sangre en sus labios.

—¿Matt? —dije aterrorizada al ver cómo esa sangre aumentaba y comenzaba a salir de su boca—. ¿¡Matthew, qué te pasa!?

Antes de que pudiera reaccionar completamente, Matthew se desplomó sobre mí. Intenté sostenerlo con todas mis fuerzas mientras Dante lo sujetaba firmemente.

—¡Matthew por dios responde! —mi voz se quebró mientras intentaba mantenerlo despierto—. ¡Matthew! ¡Por favor!

Dante miró hacia atrás en busca de una salida segura mientras mantenía a Matthew apoyado contra él.

—Tenemos que salir de aquí ahora mismo —dijo Dante con urgencia—. Él necesita atención médica urgente.

La angustia en mi pecho creció al ver la palidez del rostro de Matthew y cómo sus ojos comenzaban a cerrarse lentamente. Las palabras de Dante se distorsionaron hasta el punto de casi no poder oirlas. No podía perder a Matthew aunque nunca hubiésemos sido cercanos.

—¡Danna, reacciona! —me llamó, mientras buscaba la herida en su cuerpo para presionarla y detener el sangrado. Se encontraba en la parte baja de su espalda—. Se desangrará si no hacemos algo rápido.

Tras decir eso, se dirigió a la habitación y bajó lo más rápido que pudo las escaleras. Yo lo seguí antes de que aparecieran otros guardias, aunque mi cuerpo temblaba del miedo por no tener el control de la situación. Ambos nos dirigimos al auto que nos esperaba; Jade se encontraba en el asiento delantero junto a Philip, a quien prácticamente obligué a venir para manejar.

Nosotros tomamos los asientos de atrás con rapidez, donde se encontraba July. Esta, al ver a Matthew herido, casi se desmaya por la abundante sangre en su camisa.

—¿¡Qué carajos le pasó!? —obviamente, Jade fue la primera en preguntar.

—No es tiempo de preguntas. ¡Acelera Philip! —le ordené con desesperación.

—S-Sí, señorita —balbuceó, nervioso, cumpliendo la orden de inmediato. Solo se detuvo en la casa de campo de los padres de las gemelas, que estaba cerca de allí.

Entre Philip y Dante, lograron llevar a Matthew a una de las habitaciones de la casa, mientras que las gemelas y yo nos preparábamos para mover a Arnold hacia el garaje, quien yacía en el maletero del coche, aún inconsciente.

Al llegar a la habitación que había sido preparada para Matthew, nos encontramos con Philip y Dante, que estaban terminando de acomodar a Matthew en la cama. Philip, con su mirada decidida, se volvió hacia nosotras.

—¿Cómo pasó esto? —preguntó, su voz ligeramente afectada.

—Él... Él simplemente apareció de la nada y.... me protegió —respondí, recordando esos segundos en los que mi mente se quedó en blanco y el miedo se apoderó de mi—. Puedes ayudarlo, ¿verdad?

Este asintió.

—Lo haré —aseguró.

Sin perder tiempo, Philip se acercó y observó a Matthew. Su expresión se tornó seria mientras examinaba la situación y el temblor de su cuerpo en la cama. Sin dudarlo, se dirigió al kit de emergencia que había traído consigo de una de las gavetas para comenzar a sacar los suministros necesarios.

Dante y yo nos apresuramos a seguir sus instrucciones. Con cuidado, levantamos a Matthew y lo colocamos de costado para que tuviera mejor visibilidad de la herida. Philip se arrodilló junto a él, evaluando rápidamente la gravedad de su herida y escuchando los leves quejidos de dolor que desprendió.

—Necesito que le quiten completamente el saco y la camisa —nos indicó Philip, su voz firme pero serena.

Dante obedeció y procedió a desabrochar la camisa de mi hermanastro con rapidez, intentando por todos los medios no lastimarlo demasiado.

Philip se inclinó sobre él, limpiando y desinfectando la herida con precisión. En aquel momento, solo quedamos Dante y yo junto a él, atentos por si llegaba a necesitar algo y rezando para que no se complicara más la situación. Después de un esfuerzo concentrado, logró extraer la bala con cuidado de la zona. Mis ojos estaban fijos en sus manos, y movimientos, al igual que en la expresión adolorida de Matthew que, al empezar a coser, se relajó por completo. Había vuelto a desmayarse.

—Está bien —dijo finalmente Philip al ver el miedo en mi rostro, mientras vendaba la herida—. Ahora solo necesita descansar y esperar a que despierte para evaluar si hay daños internos.

Se alejó para acomodarlo en una posición donde no pudiera lastimarse, secando luego el sudor de su frente para observarlo con detenimiento, dejando que sus ojos se perdieran en la serenidad de su rostro.

—¿Por qué tuviste que volver en ese momento...? —murmuró con suavidad, por lo que solo pude oír el zumbido de sus palabras.

Decidimos salir de la habitación los tres cuando finalmente logramos controlar el estado de Matthew; Philip con la intención de buscar unos analgésicos para él. Las gemelas se encontraban en la sala, esperando, y ya estaban al tanto de lo sucedido.

—¿Cómo está ahora? —preguntó July,  su voz temblando ligeramente por la ansiedad.

—Por ahora está estable —respondió Philip, con seriedad—. Solo hay que esperar a que despierte para ver si le afectó en algún lugar.

—De verdad, Philip, no sé cómo agradecerte por todo lo que has hecho —dije con sinceridad, apoyando mi mano en su hombro—. Si no fuera por ti, no sé qué habríamos hecho con Matt. Tienes todo el derecho de ir a descansar en una de las habitaciones preparadas; yo me quedaré aquí cuidándolo.

Le propuse, sin embargo, él se interpuso en mi camino.

—Yo me quedaré con él —me interrumpió—. Ustedes pueden ir a descansar.

—No te preocupes por nosotros. Ya has hecho demasiado y mereces...

—Yo lo puedo cuidar —volvió a interrumpirme con una seguridad feroz—. Por favor déjenme hacerlo.

La insistencia en su voz me sorprendió. Era la primera vez en los tres años que llevaba conociéndolo que me pedía algo así. Su mirada era intensa, casi suplicante, como si estar a su lado fuese algo que necesitaba.

—Está bien —cedí finalmente—. Si quieres quedarte con él, no hay problema.

—Muchas gracias —respondió, aliviado—. Que tengan buena noche.

Se despidió con un gesto y regresó a la habitación donde Matthew yacía, luego de buscar los medicamentos en una de las gavetas. Me quedé mirando cómo cerraba la puerta tras de sí, sintiendo una mezcla de gratitud y preocupación. Mientras las gemelas se acomodaban en el sofá para descansar, no pude evitar preguntarme qué pasaría cuando Matthew despertara. Principalmente en cómo me explicaría su extraña asistencia a aquella fiesta en el club.

—Joder, aún no entiendo por qué Matthew estaba ahí —habló Jade desde el sofá, formulando a su manera las interrogantes en mi cabeza—. Eso es demasiado extraño.

—Yo pienso igual —dije, volteando a verla—, pero ahora no sirve de nada preguntarle al aire. Cuando él despierte ya veremos qué nos tiene que decir —me alejé de ellos, rumbo a la habitación donde iba a quedarme.

—Bueno, será mejor que descansemos un poco —comenzó July, luego de un corto silencio al levantarse visiblemente agotada—. Mañana tenemos que hacer muchas cosas y regresar al internado.

Tomó a Jade del brazo, guiándola hacia su respectiva habitación, mientras que Dante se quedó en la sala, acostado en el sofá cama de la misma.

En cambio yo, no podía dormir. Había tomado una leve ducha y puesto un conjunto de Jade para estar más cómoda, pero mi mente no dejaba de atrapar imágenes de aquellas noches tortuosas en las que debía ser sumisa ante ese hombre que ahora se encontraba "bajo mi control". Recordaba cómo dejaba que me tocara a su antojo, sin ningún cuidado o consideración, arrebatando cada pizca de la inocencia que aún quedaba en mi cuerpo. Pero lo peor de todo era que él fue el primero que me tocó.

Terminé sentándome en una esquina de la cama, deshaciéndome en lágrimas y sollozos silenciosos; no quería que los demás me escucharan. La soledad se sentía abrumadora y el silencio de la  habitación me envolvía, haciendo que hasta mi propia respiración me atormentara. Finalmente, decidí salir a buscar algo que me hiciera olvidar, preferiblemente alcohol. Cuando entré en la cocina, divisé la espalda de Dante. Parecía estar bebiendo, sin su mascarilla.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté con suavidad, aunque al escucharme, el líquido que bebía se atascó en su garganta, provocándole una tos repentina. Pero no se giró hacia mí; simplemente se alejó sin mirarme.

—¿Por qué estás despierta aún? —su tono era más claro sin esa tela que le cubría la cara, aunque seguía siendo grave y profundo.

Me acerqué un poco más a él antes de que decidiera alejarse otra vez, tomando su brazo con suavidad.

—No te escondas de mí, ¿sí? —le hablé con cautela, intentando convencerlo de que confiara en mí.

Él se negaba a mirarme, como si temiera lo que pudiera ver en mis ojos al verlo claramente por primera vez.

—Por favor suéltame. De verdad no quiero que me veas así —dijo con cierto temor.

Sabía que tenía miedo de mostrar su vulnerabilidad; aunque a mí no me importaba, era evidente que él sentía vergüenza por lo que permanecía en su rostro.

—Pero yo quiero verte —insistí—. Sé lo que te hizo Mike, y entiendo que probablemente sea muy doloroso para ti mostrarlo. Pero puedes confiar en mí —hice una pausa para ver si mis palabras habían tenido algún efecto. Pero ante la falta de respuesta, solté su brazo y continué—: Si vamos a trabajar juntos, creo que sería bueno que te abrieras conmigo.

No tenía más argumentos ni quería forzarlo a hablar; así que decidí rendirme y girar hacia las copas en las repisas para alcanzar una de ellas. Sin embargo, en ese momento él la tomó antes que yo y me la entregó. Al hacerlo, dejó al descubierto la cicatriz en su mejilla; esta iba desde debajo de su pómulo, pasando por encima de su labio inferior y terminando justo encima de su mentón.

No pensé que fuera tan grande ni tan visible; pero si soy sincera, eso solo hacía que su rostro se viera aún más interesante. Intenté acercar mi mano hacia la cicatriz para tocarla con suavidad, pero él se apartó rápidamente.

—Creo que deberías ir a dormir —dijo mientras volvía a tomar el vaso de cristal—. Ya es demasiado tarde.

Estaba intentando evadirme otra vez; así que antes de que pudiera llevar el vaso a sus labios, lo tomé y me lo bebí de un solo trago.

—¿Qué crees que haces, Danna? —me apartó con un gesto brusco aunque ya había vaciado el contenido—. No puedes beberlo todo de una vez. ¿Pretendes hacerme lidiar contigo borracha ahora?

Una risa involuntaria escapó de mis labios; quizás ya comenzaba a sentir los efectos del vino acumulado en mi sistema. Sabía perfectamente que no resistía mucho alcohol.

—Deberías dejar de esconderte —comencé a decir mientras me dirigía al asiento frente a la barra—. Nadie tiene por qué juzgarte por la cicatriz.

—No me importa lo que la gente piense —me interrumpió con firmeza—. Solo no me gusta el origen de esta maldita herida; fue tan patético...

—Nada es patético, Dan —repliqué con convicción—. Solo tenías miedo y...

—No lo tenía —me interrumpió, su ceño fruncido como si estuviera tratando de bloquear la verdad—. Él me estaba provocando, así que…

—¡Deja de engañarte! —le grité, golpeando la mesa con fuerza, sintiendo cómo la rabia se desbordaba de mí—. Sí tenías miedo, miedo de creer que eras culpable de su muerte, miedo por haberla perdido. Ahora te dejas llevar por la ira y el rencor, pensando que si acabas con todos ellos podrás encontrar la paz… Tienes miedo de mostrarte vulnerable ante otra persona, y lo entiendo, ¡yo me siento así!... Pero no puedes negar que temes salir lastimado otra vez, Dante.

Podía jurar que estaba a punto de llorar, pero sus ojos permanecían secos, como si hubiera sellado su dolor en un lugar profundo donde nadie pudiera alcanzarlo.

—Creo que ya estás borracha —dijo, tomando su mascarilla de la barra y dirigiéndose a la habitación del fondo con pasos decididos aunque apresurados, como si intentara escapar.

—Mierda...

Llevé ambas manos a mi cabeza, sintiendo el peso de mis propias palabras. Quizás me había pasado al abrir esa herida tan profunda, pero era necesario; él debía aceptar lo que sentía. La negación no lo salvaría. A veces, enfrentar la realidad es el primer paso para seguir adelante.


¡gracias por leer!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top