Capítulo 6

El cielo se había oscurecido y la lluvia había comenzado de forma torrencial haciendo que el caudal de los ríos aumentara. Los días de verano estaban quedando en el olvido, opacados por los fríos vientos del otoño que aseguraban un invierno helado y por unas lluvias y días oscuros que volvían el tiempo de la guerra mucho más siniestros y oscuro de lo que había sido en su inicio. Aquellos chicos que habían nacido en el verano, que empuñaron sus espadas tras el placentero y cálido viento de verano, regaron con su sangre los campos de Poniente defendiendo los ideales que creían correctos y el desgaste había llegado a las tierras ponienties dejando a los Cinco Reyes esparcidos por los Siete Reinos, aunque este número se había reducido.

Las batallas de los señores del Norte y su rey llevaron la sangre al oeste quemando y luchando contra los fieles seguidores del león, obligando así que los señores de los ríos crearan una defensa férrea sobre los hombres que volvían hacia el oeste con la intención de detener al Joven Lobo, quien seguía peleando contra los enemigos de su familia con la intención de obtener la victoria, cosechando una fama que recaía sobre sus hombros a pesar de su joven edad.

Sin embargo, lo importante y crucial de la guerra ocurrió en tres puntos importantes. Uno de ellos fue en el enfrentamiento en Bastión de Tormentas, donde el joven Renly Baratheon fue asesinado y gran parte de sus hombres se unieron a las fuerzas de Stannis, dándole un poder militar equiparable al de sus enemigos, multiplicando por cientos sus propias fuerzas de Rocadragon.

El siguiente evento importante, fue la guerra en el Aguasnegras que enfrentó a los soldados de Lannister y Baratheon que apoyaban a Joffrey como rey contra los asaltantes liderados por Stannis Baratheon, quien estaba decidido a tomar la cabeza de su "sobrino" y deponer a los Lannister y ocupar el Trono de Hierro. Esto llevó al último evento que decidió la guerra de los Cinco Reyes. Aunando fuerzas con los Tyrell, Tywin Lannister chocó con una fuerza de más de cincuenta mil espadas contra la retaguardia de Stannis, haciendo que algunos antiguos seguidores de Renly se volvieran en su contra para seguir al "Fantasma de Renly", quien cabalgó al lado de los Lannister para colocar a Joffrey como rey de Poniente y a Tywin como su Mano del Rey.

El enfrentamiento dio como vencedor a los Lannister y a los hombres de Desembarco del Rey, obligando a Stannis a huir con la cola entre las piernas como un perro lastimado, como un simple moribundo que no volvería a luchar por un tiempo.

Joffrey contaba con importantes alianzas: Altojardin, Lanza de Sol, Roca Casterly y Bastión de Tormentas apoyaban al joven rey en su ascenso y le daban la mayor fuerza militar dentro de Poniente.

Robb Stark había perdido muchas de sus espadas y la única alianza que tenía, según los rumores, se perdió como el polvo. Y los señores de los ríos fueron lastimados al inicio de la guerra. El apoyo de Robb Stark estaba menguando con el tiempo, dejando al Joven Lobo sin los hombres para un asalto.

Y los Greyjoy no ayudaron a los Stark.

La enorme flota que Theon le prometió al Joven Lobo, terminó atacando el mismo Norte, envolviendo a los norteños con los tentáculos del kraken y quemando y destruyendo los asentamientos de los señores norteños, llegando hasta la toma de la misma Invernalia.

La noticia corrió como el viento. Las principales ciudades supieron de la caída de Invernalia en poco tiempo y las noticias no tardaron en llegar a Aguasdulces, actual punto de reunión de las fuerzas rebeldes contra Joffrey, de los seguidores del Rey en el Norte.

Los del guardia de Aguadulces habían estado mirando a la anterior Señora de Invernalia con preocupación. Las noticias del norte no eran buenas, peor incluso que las noticias de la guerra y habían empujado a lady Catelyn Stark a pactar con uno de los hombres menos honorables del mundo: Jaime Lannister, el Matarreyes, aquel que se decía que copulaba con su hermana, padre biológico de Joffrey en todo el sentido de la palabra. Y dicha acción, empujada por la caída de Invernalia y la desaparición de Bran y Rickon, hicieron que la mujer fuera encerrada en una torre, solo acompañada por su moribundo padre, pues su habitación estaba a un lado de su progenitor.

A pesar de que se negó cualquier entrada a la habitación, recientemente había llegado un jinete solitario a las puertas de Aguasdulces, llevando en su mano un pergamino que no cedió ante ningún soldado, vistiendo como un norteño. Pero los norteños que se quedaron junto a lady Stark no lo reconocieron y aquel cabello dorado no era del norte y era mucho más propio de los Lannister.

―Mi señora―tras largos segundos, el guardia volvió a hablar. Ser Edmure Tully fue quien cedió ante el extraño joven que insistía en ver a su hermana, haciéndolo con tanta vehemencia que él no podría detenerlo. De hecho, el mismo hombre señaló que mataría al mismo Edmure si no veía a Catelyn Stark―. El hombre desea verla. Dice que es urgente, del norte.

Catelyn Stark había estado mucho tiempo absorta, con la vieja mano de su padre entre las suyas, pensando en sus hijas perdidas, en sus hijos muertos. Solo le quedaba Robb y su hija Sansa, aunque estuviera prisionera de los Lannister. Tenía la vaga promesa de Brienne y Jaime de que la devolverían con ella, que podría recuperarla. ¿Por qué debía atender cosas del norte? Su hijo era el rey.

―Hazlo pasar, Desmond. Que nadie más nos moleste.

El rostro de Catelyn Stark parecía haber envejecido cincuenta años en aquel tiempo de guerras. ¿Cuántos días llevaban luchando, cuantos llevaban intentando recuperar lo perdido? Catelyn se había rendido. Perdió a su marido y sus hijos. Ahora, el hogar de los Stark fue tomado por ese mocoso Theon, a quien ella quiso que Robb tuviera cerca para mantener al viejo Balon bajo control.

―Mi señora.

La voz que llegó a los oídos de lady Stark tenía un acento extraño, uno que no reconocía y que no había oído. Eso le indicaba que no era de Poniente, que no era del oeste, pero no le aseguraba que no fuera un asesino.

Con lentitud, Catelyn se giró para ver al joven hombre de pie detrás de ella. Era de cabello rubio, desordenado, con vibrantes ojos azules como dos zafiros y extrañas cicatrices en el rostro, en las mejillas blanqueadas por el frío del norte. Más allá de la extraña espada en su cintura, Catelyn observó que vestía como un norteño, como su hijo Robb, llevando la marca de los Stark en el peto.

Y le quedaba bien.

―¿Tenías un mensaje para mí?

La atención de lady Stark se centró en Hoster Tully, si viejo y desgastado padre que estaba a punto de conocer al Desconocido, a punto de abandonar el mundo de los vivos.

―Así es mi señora―un pergamino apareció en la visión periférica de la mujer. Catelyn suspiró y lo tomó con una de sus manos para estirarlo con un movimiento veloz―. Lo lamento.

Los ojos se movieron veloces, releyendo aquellas letras una docena de veces antes de que se apartaran y miraran al joven que estaba allí arado, con la mano derecha sobre el mango de su extraña espada, con la mano izquierda estirada a lo largo de su cuerpo.

―¿Esto es cierto?

―Luwin mismo firmó el pergamino para que me creyera, lady Stark. No pude moverme con los niños, pero podría asegurar que su destino es estar vivos. No morirían por la mano de Theon, porque ambos escaparon incluso al poco de irme. Los niños muertos, no son Brandon ni Rickon Stark, mi señora.

Había vida en los claros ojos de lady Stark tras aquellas palabras. Había un fuego que renació del rescoldo de las llamas, más fuerte, más intenso. Había brillo en los acuosos ojos de Catelyn Stark, derramando lágrimas por sus mejillas surcadas por arrugas de preocupación.

―¡Gracias, gracias!

Naruto tomó a la mujer cuando esta lo abrazó, mojando el cuero curtido de su armadura con las lágrimas de la alegría, de la pequeña esperanza empujada por los Dioses Nuevos y Antiguos, por los Dioses de Oriente a los que él rezaba.

―Buenos hombres murieron, mi señora. Ser Rodrik, el maestre Luwin y dos miles hombres del norte, según mis fuentes. Invernalia está en cenizas, con el oscuro humo del fuego alzándose en el cielo del norte, oscureciendo más estos días.

―El hogar de los Stark, de Ned―en un murmullo, Catelyn se separó del hombre rubio, ojos rojos por las lágrimas―. Las paredes se reconstruyen, los castillos se levantan. Mis hijos están a salvo, ocultos en algún lugar del norte. ¿Hodor y una salvaje los protegen, junto los Huargos y los niños Reed?

―Me temo que sí, mi señora. No podía mantenerme con ellos y dejé que el joven Bran decidiera por sí mismo. Estarían más seguros en el norte, que, viajando hacia el sur, aunque con reservas.

―¿Reservas?

"El Norte Recuerda"

El ceño fruncido se acentuó y un carraspeo escapó de la garganta del espadachín extranjero. Los claros ojos azules, se oscurecieron como si una tormenta azotara el océano.

―Hubo traidores en la muerte del castellano de Invernalia y los dos mil buenos hombres que perecieron en el norte, lady Stark. Hombres que antes fueron leales a los Stark, lucharon con la intención de matar a Brandon y Rickon, de hacer el norte suyo y expulsar a su familia del sagrado hogar de los Primeros Hombres.

Sus hijos estaban vivos pero había traidores entre aquellos hombres que apoyaron a Ned en su momento, que apoyaron a Robb cuando bajó al sur para recuperar a sus hermanas. ¿Era algo honorable? No, pero las guerras no las ganaba el honor. Su marido debió saberlo, ella ya lo había aprendido cuando Ned murió.

―¿Quiénes fueron, ser Naruto?

―No soy un caballero, Lady Stark. El Maestre Luwin me enseñó algunas cosas, pero no podría asegurarlo. No me quedé para verificar quienes fueron y me limité a poner a salvo a sus hijos, antes de irme con unos amigos que hice por el camino. Solo le aseguro que hay traidores en las filas del Rey en el Norte y que su hijo mayor tendrá problemas si enfrenta a la corona con ese lastre.

El dinero movía a las personas. Catelyn Stark lo sabía, pero no había esperado aquello, aunque no era algo anormal o sin precedentes. Los enfrentamientos internos de los Bolton y Stark habían durado cientos de años hasta que finalmente llegaron a la paz y la historia del norte era realmente sangrienta, si le preguntaban a Catelyn. Y con la victoria de los Lannister sobre Stannis y la muerte de Renly, ¿para donde se movería el interés?

―Quiero agradeceros por estas noticias―la mano de lady Stark se cerró sobre el pergamino, arrugándolo levemente por el cúmulo de emociones que sentía, las cuales parecían querer enfrentarse―. ¿Eres el extranjero del que me habló Luwin y Bran?

―Jaja si mi señora, soy ese extranjero del que su hijo Brandon quedó prendado. Aunque eso es gracias a mis historias y una promesa.

―¿Promesa?

―Le prometí intentar curar su lesión, mi señora, alegando que un compañero mío se curó de la misma lesión. Intentaré que la mejor doctora que conozco trate su lesión. Aunque sin promesa de que pueda recuperarse.

Volver a ver a Bran saltar de un tejado a otro, de correr junto a su lobo huargo mientras oía las risas de Arya y Rickon, las quejas de Sansa...era un sueño, uno que nublaba su mente con las palabras de aquel hombre. ¿Realmente sería posible que su hijo pudiera andar nuevamente como antaño?

Un suspiro salió de Catelyn Stark haciendo vibrar los oídos del espadachín.

―Tendremos que agradecerle mucho, si me lo permite―Catelyn mordió el interior de sus mejillas. Brienne de Tarth y Jaime estaban viajando para recuperar a Sansa, para detener la fracturación de los Stark, de su muerte y extinción―. Quiero pedirle un favor a pesar de que lo conozco de solamente unos minutos y que ya ha hecho mucho sin recibir un pago por sus servicios. Pero me gustaría que...

―Quiere que vaya a Desembarco del Rey, que obtenga a Sansa y cualquier cosa de ella para devolverla al norte o a sus brazos, ¿verdad?―masajeando su cuello, Naruto del Clan Uzumaki sopesó aquel pedido manteniendo los ojos sobre la señora frente a él. ¿Viajar al sur para ayudar a una de las grandes casas en desgracia?―. Es un camino lleno de espinas y sangre el que me propone, lady Catelyn Stark. Y no cuento con el apoyo de los míos y estoy completamente solo, acompañado de mi espada confiable.

Palmeó el mango de la Wado Ichimonji bajo la consternada mirada de la madre de Brandon y Rickon.

―Sin embargo―los labios se estiraron, torciéndose en una sonrisa ligeramente sincera y burlesca―; creo que puedo tomarlo. Mi pueblo ha derrocado casas con menos que un palillo de dientes entre los amarillentos incisivos de un anciano. Ayudar a su casa y a su hija, es mi objetivo ahora mi señora. Si usted lo pide, mi espada está a su servicio como pago de salvar mi vida en un momento de necesidad.

Desembarco del Rey estaba lleno de víboras, de hombres con intenciones ocultas, con puñales entre los pliegues de la ropa dispuestos a ser usados contra sus enemigos, solo con la intención de obtener mucho más poder, mucha más riqueza.

―¿De verdad lo haría?

Naruto del Clan Uzumaki respiró pesadamente, llenando sus pulmones de aire. ¿Estaba dispuesto a luchar contra un ejército para recuperar a una niña de las manos de una reina? Juró su espada y honor a Brandon Stark de Invernalia. Juró su espada a Catelyn Stark para devolver lo que el norte le dio en poco tiempo. Y había sido un Uzumaki antaño, rigiéndose por las leyes de su familia.

―LosLannister siempre pagan sus deudas, ¿cierto? Los Uzumaki más allá de Essos, enlas oscuras Tierras de Oriente, siempre cumplen su promesa, no flaquean en sucamino. Pero a cambio le pido una cosa, señora. No tome los caramelos másdulces, no acepté lo que otros aceptan sin mostrar miedo. Guarde sus espaldasde aquellos que le juraron lealtad por promesas incumplidas. La guerra hacambiado las tornas y el norte ya no es tan atractivo para muchos.

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