Capítulo 4
*Nota de Autor: a partir de este capítulo, todo es para personas adolescentes para arriba, no me hago responsable de quien siga leyendo, muchas gracias.
Las celdas de Invernalia eran fría y oscuras, con un olor constante a meado húmedo y maloliente que se pegaba a las fosas nasales de los prisioneros allí encadenados, los cuales solo recibían una pequeña ración de comida y eran constantemente golpeados y molestados por los "Hijos del Hierro", quienes asumieron el mandato sobre Invernalia cuando finalmente Brandon Stark cedió para permitir que los habitantes de Invernalia, aquellos que debía cuidar como su señor, no fueran asesinados por los hombres de Theon, haciendo que algunos cayeran dentro de las celdas de Invernalia como si fueran meros animales.
El frío dentro de aquel lugar inundaba los pulmones y se pegaba a las paredes de estos dejando constancia de su presencia, arraigando como si una semilla hubiera germinado. Después, lentamente, subía hacia la garganta y se extendía hasta que esta comenzaba a arder por culpa del frío, a doler como si el infierno hubiera caído a la Tierra y como si el fuego lo estuviera quemando desde dentro. Y, finalmente, el frío se extendía hacia los pies. Primero eran las piernas: comenzaban a dormirse, a hormiguear para malestar del prisionero. Después eran los pies: se comenzaban a poner fríos, a perder el color. Y finalmente, cuando el frío llegaba a los dedos, el prisionero se volvía alguien perteneciente a Invernalia, a ser solamente un mero recuerdo.
Esta era la intención de Theon cuando soltó al extranjero en una de las celdas, cuando lo empujó como un mero perro hacia su nuevo hogar sin ropa para el frío, sin comida y apenas arropado con lo que parecía ser un saco de patatas, todo por su orgullo herido, por ver como sus hombres eran asesinados por un hombre rubio salvaje, por ver como Bran intentaba salvarlo.
Naruto examinó las paredes de su nueva habitación. Había una diferencia entre cuando llegó a Invernalia y ahora: estaba demasiado acostumbrado al frío. Su cuerpo, entrenado para ser un arma, se había acostumbrado finalmente al frío del Norte de Poniente y por más que Theon intentara moldearlo para ser un perro, para ser solamente un recuerdo de hombre que fue, no podría lograrlo.
―Ese mocoso idiota del hierro.
El Culto de los Nueve era estricto. Tomaba a los primogénitos de cada familia nada más nacían, siendo criados por los sacerdotes al servicio de los Nueve y conociendo a sus padres biológicos después de terminar la etapa inicial, lo que serían unos ocho años bajo la tutela de alguno de los cultos del imperio. Y la formación que recibían unos meros niños, había matado a cientos de ellos, algo que Naruto no explicó ni a Luwin ni a Bran cuando les contó sobre ellos. Eran monstruos por tratar a unos niños como mejores juguetes, meras herramientas...pero creaban a los monstruos que el imperio deseaba.
Suspiró. Su espalda estaba pegada a la fría pared, sus brazos encadenados y adornados por gruesas cadenas de hierro frío, casi helado. En momentos como aquellos, la "cicatriz" le comenzaba a doler, a recordarle que estaba ahí, marcándolo con el "nueve" hasta su último aliento, hasta que muriera por la mano de algún enemigo.
―¿Crees que eso es todo?
Naruto acarició sus mejillas cortadas. Aquellas cicatrices con forma de bigotes, no eran de nacimiento como algunos creían. Y no era el único que las llevaba. Todos los que servían al "Nueve" eran marcados con aquellos bigotes, eran tratados como la encarnación del "zorro demonio", uno de los nueve.
Muchas personas habían encontrado aquellas marcas como una aberración y otras las habían adorado, sobre todo generalmente el lado femenino de la población. Sin embargo, eran marcas de recordatorio. Junto al kanji de nueve en su espalda, le recordaban que le pertenecía a él, que era un mero instrumento y juguete de aquel que siempre estaba presente en las pesadillas de todos.
―Theon Greyjoy, ¿eh?―echó la cabeza hacia atrás y sintió el frío del granito. Por varios segundos cerró los ojos y suspiró, dejando que el aire abandonara sus fríos pulmones―. Eres un mocoso imberbe, me parece a mí, un idiota enganchado a este lugar como un gato a la hierba gatera. Eso traerá tu ruina.
Naruto había conocido a miles como Theon Greyjoy. De hecho, eran el tipo de persona más común en el mundo, de las que abundaban en cada rincón desde Poniente a más allá de Essos. Y todos, sin olvidarse a ninguno de ellos, perecieron finalmente sin lograr sus ambiciones o siendo tragados por ellas, devorados y quedados en el olvido. Solo aquellos con el "don" podían ganar. Personas como el "Fantasma" y el "Parricida".
―Esperaba que te rebelaras como el perro que mi hermano dice que eres.
El fuego alumbró aquella oscura celda y Naruto entrecerró los ojos, molesto por el cambio de luz repentino en medio de la noche y que le obligó a taparse ligeramente los ojos, mostrando la molestia.
―Podría escapar de este sitio, mujer. Lo he hecho de peores lugares que este y solo me he llevado algunas heridas leves.
Asha Greyjoy colocó la antorcha en uno de los huecos disponibles para colocarlas. Miró al hombre que asesinó casi a una veintena de hombres por su propia mano, sin armas, y que luego ella derribó con un golpe del pomo de su espada. Pero ella sabía que fue por Brandon Stark. El chico de Stark fue quien hizo que aquel hombre cediera ante su golpe infantil, ante la mera caricia del metal de su hoja.
―Entonces, si alguien te lo pidiera, ¿rescatarías a los chicos Stark de nuestras manos?
Naruto del Clan Uzumaki miró directamente a los ojos de Asha Greyjoy. Había curiosidad mezclada con miedo, admiración mezclada con horror. Él ya había visto esas miradas antes, en hombres y mujeres, en ancianos y jóvenes. Cualquier persona como él, atraía la atención cuando luchaba. Y al mismo tiempo que Theon de la Casa Greyjoy lo despreciaba, su hermana parecía haber encontrado interés en él.
―¿Y como estas tan segura de que no lo haré ahora, tras tomar tu cuello y partirlo haciendo uso de este arma inofensiva?
El tintineo de las oscuras y frías cadenas llamó la atención de los oscuros ojos de la "Hija del Hierro" y esbozaron una sonrisa en los labios del hombre allí sentado, con el torso desnudo lleno de cicatrices. Su hermano lo había enviado allí a que muriera de frío, a que sus pulmones probablemente se congelaran. Asha lo estaba viendo allí, sonriéndole con burla y picardía, extendiendo las manos hacia ella como si fuera un pequeño niño que quisiera ser alzado por su madre o su hermana. Pero había algo extraño y ella lo sabía. Como sonreía, como extendía los brazos...si ella hubiera tomado sus manos, él la habría asesinado en aquel instante con las cadenas que restringían su movimiento.
Y fue algo aterrador para la hija del Rey de las Islas del Hierro y del Norte.
―N-no creo que sea buena idea tomar tus manos ahora, sinceramente.
Naruto sonrió cuando aquel tono fue tan tembloroso como una hoja bajo el fuerte viento proveniente del mar. Aquel juego de ser el ratón, de ser el lobo con piel de oveja...no era para nada su estilo, lo que él haría. Era un luchador, un conquistador y un asesino sanguinario. Prefería envolver su cuerpo en la sangre fresca. Pero si tenía que hacerlo, él lo haría sin dudarlo un segundo. Fue entrenado para ello.
―¡Jajajaj!―la gutural risa reverberó en las paredes de la celda―. Si, eso es lo que la gente suele decir, supongo señorita del hierro―los brazos cayeron y con ellos las pesadas cadenas―. ¿Por qué no estas al mando de estos ineptos?
―¿Cómo?
El brillo de la diversión bailó en los orbes zafiro como dos llamas salvajes.
―Ese idiota. ¿Theon? Es un imberbe chiquillo al que no le ha crecido pelos en sus partes intimas y que presume de una pelusa feucha en su rostro lánguido y que a uno le dan ganas de estamparle una estaca―recostándose, el extranjero miró directamente los ojos de Asha―. Si, tu también piensas esos. Invernalia...os va a devorar y va a hacer que los hijos del Dios que se Ahogó en Agua perezcan.
Un tic se hizo presente en una de las cejas de la joven. ¿Había, un hombre, insultado a un dios? Pocos hombres podían insultar a un dios abiertamente y menos lo demostraban frente a fervientes seguidores de ese dios. ¿Cuánto duraría aquel hombre en las Islas del Hierro? No, ¿cuánto durarían ellos con él? Sorprendiéndose, Asha comenzó a pensar en la sangre, en cuantos "Hijos del Hierro" aquel bastardo podía asesinar con sus manos, sin espada. ¿Cuántos podría eliminar con un arma? ¿Cuántos podrían siquiera mantener el ritmo?
Asha Greyjoy llegó a una conclusión: aquel tipo era un monstruo encadenado con mantequilla, controlado solamente por la promesa sobre un niño tullido.
―Mi hermano puede ser un idiota. Pero es mi...
―Hermanos. ¡Ja! Quien los entiende―Naruto rascó su cabeza y escupió a los pies de Asha Greyjoy―. Bien. Ese idiota morirá. No hoy, no mañana, pero lo hará. Sus pretensiones sobre Invernalia, ser un hijo soñado del Norte...¿no lo has visto, Asha Greyjoy? Aquel que podrías haber considerado como un hermano, un hijo de tu dios es un mero vestigio de lo que debería haber sido, un niño con pretensiones y ínfulas que llenan su orgullo.
―¿Y que sabes tu de mi hermano, extranjero?
―Sé que no es un guerrero, que no es el "kraken" que guiaría a su casa sobre el lobo―el brillo pasó de divertido a intenso como una daga clavada―. Soy un monstruo en mi pueblo. Los que yacemos con los "Nueve" somos las herramientas de un imperio, de una familia descendiente de nuestros dioses. Como esa herramienta, hemos visto la guerra a edades que vosotros solamente usabais trapos para que una nana limpiara vuestros traseros. Asha Greyjoy, hermana de Theon Cambiacapas, Theon el Lametraseros más Grande de Poniente, Theon el Orgulloso...puedes hablar o intentar rectificar mis palabras. Sin embargo, Theon morirá por mi mano porque así lo he estipulado, porque así lo deseo como mi capricho hacia el "Rey del Infierno", hacia aquel que son "Nueve"―la intensidad golpeó a Asha Greyjoy. Mantuvo el silencio, pero sintió aquellas palabras como una enorme maza golpeándola―. No deberías caer junto a tu hermano, Asha Greyjoy. Yo no salvaré a Bran ni Rickon porque sé que ellos no me lo permitirán. Ya hablé con el viejo Luwin.
―¿Ese saco de huesos del maestre vino a verte?
―No lo mates. No vale que mueras por matar a un amigo y consejero―los labios del extranjero se mostraron agrietados, faltos de la humedad necesaria―. Puedo matar a Theon. Propondré a Bran liberarlo, pero su viaje está hacia el norte, como los sueños que me ha mencionado le han profetizado. Aunque si es posible, yo seré la espada y su soporte, lo haré crecer ante la Larga Noche.
―Estas desvariando, ahora...
―Un poco―las cadenas cayeron con un sonido sordo. Los ojos de Asha se ampliaron―. No voy a lastimarte. Ni es mi interés deshacer aquello que el dios estableció para mí. Bien. Llevo aquí unas semanas y sé por tus ojos, que planeas abandonar a tu hermano y moverte por tu cuenta, tal vez volver con tu padre. Mi interés está en Aguasdulces, en la madre de estos niños que está ansiosa por su progenie.
―¿No decías que el niño tullido se negaría y esas cosas sin sentido?
Alto, erguido en toda su altura puesta sobre dos piernas, el rubio miró a Asha Greyjoy, quien era claramente varias cabezas más bajo que ella.
―Si crees todo lo que alguien dice, estas loca mujer. ¡Jajajaj!―en este punto, sin poder moverse, Naruto plantó un beso en los labios de Asha Greyjoy para su disfrute y pánico de la "Hija del Hierro", la hija de Balón Greyjoy―. Solo son los delirios de un hombre encerrado, sinceramente. No es como si mi dios me hubiera enviado aquí por algún motivo y sea el único que dará vuelta a la guerra. ¡Los hombres no hacen tales cosas! ¡Jajajaj!
La cordura era algo que Asha Greyjoy dudaba que tuviera su prisionero. ¿Hablar de dioses? ¿Mencionar presagios? ¿Ponerse como un héroe portador de luz? La "Hija del Hierro" no dudaba que el hombre fuera uno de los mejores espadachines, tal vez el mejor que había visto, pero cosas como la Larga Noche y los Caminantes estaban fuera de la discusión cuando solamente eran mitos, susurros contados por aquellos que estaban completamente locos. Y ella estaba empezando a pensar que aquel hombre era el peor loco de todos.
―Ahora, ¿no preguntas porque no llevo grilletes?―Asha miró las muñecas desnudas del prisionero y luego miró sus ojos azules―. Es una buena pregunta, si me preguntas.
Aquí, Asha Greyjoy podría haber tomado diversos caminos. El de huir estaba en su mente o el de pelear como digna hija de las islas y de su padre. Podría haber instado al hombre a volver a ponerse aquellas cadenas, pero eso no habría sido bonito para ella. Incluso podría haber intentado persuadirlo. Sin embargo, así como el motivo por el que fue a verlo en un principio y así como lo sentía, Asha Greyjoy dejó caer la pesada coraza primero y poco a poco se fue desnudando bajo la mirada del extranjero, quedando como el día que nació.
Por su lado, Naruto del Clan Uzumaki se mantuvo silencioso y estoico, observando aquel cuerpo maltratado por el tiempo del norte, sucio por la armadura nada impoluta, con algunas cicatrices por las batallas presentadas y los entrenamientos bajo la mirada de hombres lujuriosos. Ella era una hija de nobles, una mujer desnuda frente a él que lo miraba, expectante como tantas otras, pero enamorada de su fuerza, como toda mujer que vivía en las islas, como toda seguidora del camino del hierro. Aunque había que añadir que ella lo deseaba.
―No es nada personal, hombre―finalmente, Asha empujó a Naruto contra el frío suelo de la celda y lo montó a horcajadas, desnuda como el día de su nombre, sin armas que la protegieran. Aquel prisionero podría matarla y ella lo sabía―. Pero nunca he follado con alguien más allá de Essos, con alguien que podría con cien hombres.
―Un millar y una montaña.
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