Capítulo 10
Harrenhal fue construido antes de la Conquista de Poniente por la casa Targaryen. Sus muros se habían vuelto negros como la ceniza, cosa que fue atribuida a lo dragones de los conquistadores de Valyria cuando quemaron con su fuego el casillo de Harren el Negro, quemando al antiguo señor del Tridente y de los señores feudales. Aegon el Conquistador junto a Balerion se encargaron de que los muros de aquel castillo de murallas gigantes y duras, fuera un recordatorio del poder de su casa, de lo que serían capaces de hacer contra sus enemigos y de aquellos que se opusieran a su conquista sobre Poniente.
El enorme castillo situado en la orilla norte del lago Ojo de Dioses era un recordatorio de una época donde los dragones sobrevolaban los cielos del mundo, donde los hombres y mujeres cabalgaban las criaturas echas con fuego y carne. Un recordatorio de lo que fue una época donde inició una de las dinastías más importantes de los Siete Reinos, aquella que hizo arrodillarse a reyes y conquistó territorios a base de acero, fuego y sangre de sus enemigos.
El castillo era imponente para cualquiera que lo viera, incluso en el estado en el que se encontraba actualmente. Medio derruido, con los muros ennegrecidos por el fuego de Balerion aun presente, Harrenhal seguía siendo el castillo más grande de los Siete Reinos, morado por los fantasmas que el tiempo de conquista dejó tras el paso de la guerra, siendo un castillo maldito por los antiguos señores de la zona de los ríos, maldecido por el mismo Harre el Negro y sus descendientes, quienes moraban por los pasillos buscando a su próxima víctima.
Dicho castillo había sido concedido a Petyr Baelish el Consejero de la Moneda actual como una recompensa por sus servicios a la corona al conseguir que los Tyrell se unieran al ejército en avance de lord Tywin y formaran una alianza oficial contra Stanis Baratheon en la Batalla del Aguasnegras, agregando al castillo el control completo de las tierras fluviales, lo que daba a Petyr el control de unas veinte mil espadas en los mejores momentos de la zona fluvial.
Actualmente, la zona de los ríos estaba devastada por la guerra, por los saqueos de los hombres de los Lannister y los enfrentamientos entre señores fluviales y del oeste, dejando un enorme río de sangre entre ellos por el resto de los siglos.
El contingente de jinetes Lannister se detuvo frente a las puertas de Harrenhal, estandartes ondeando sobre las cabezas de los soldados y comandantes de las fuerzas del rey. Con una mirada desdeñosa, el primer jinete espoleó a su caballo hacia las derruidas puertas, siendo observado por hombres que eran acompañados por un estandarte de una cabra.
―¡Venimos a recuperar el castillo en nombre del rey Joffrey, el primero de su nombre!―uno de los guardias escupió una flema a los pies del caballo, devolviendo la mirada con cierta sorna, encontrando divertida la reacción del jinete―. ¡Sino queréis morir, rendíos!
La Compañía Audaz o Titiriteros Sangriento como eran conocidos los hombres de Vargo Hoat habían estado trabajando para los Lannister como una compañía mercenaria quemando y saqueando las zonas de los ríos, pero se pasaron al bando de Rob Stark cuando la marea parecía haber tomado fuerza a favor del Rey en el Norte. Vargo mismo había trabajado junto a Roose Bolton y el señor d Fuerte Terror le prometió al mercenario Harrenhal como su asentamiento, algo que el hombre con barba de chivo se tomó al pie de la letra. Vargo había apostado centinelas que observaban a los hombres del oeste con una mirada ceñuda, probablemente sopesando sus posibilidades para sobrevivir a un enfrentamiento contra los hombres del rey.
―No te van a hacer mucho caso―una voz detrás del jinete, hizo que este moviera a cabeza. Envuelto en una armadura Lannister con la Wad Ichimonji colgando de su espalda, Naruto trotó lentamente hasta colocarse al lado derecho del jinete―. Vargo es un hombre terco, codicioso por naturaleza propia. Tendremos que quemarlo a él y sus hombres, ¿no crees Ser Gregor?
Un resoplido provino del hombre más grande dentro del grupo de jinetes. Envuelto en una armadura que lo hacía irreconocible si no fuera por su estatura, Ser Gregor Clegane miró hacia las almenas de Harrenhal sopesando sus oportunidades sobre los hombres de Vargo y el número que tenían, intentando vislumbrar si estaban en igualdad de condiciones o eran superados.
―No importa―Naruto volvió a hablar, mirando a los dos hombres apostados en la puerta―. ¿Cuánto desean por abrir esa puerta y no morir, buenos hombres?
El dinero podía mover montañas y era la principal fuente de intercambio entre los Siete Reinos. Si bien un caballero podía luchar por honor y lealtad hacia su señor, los mercenarios no se guiaban por dichas acciones. Su interés principal era uno: el dinero, las riquezas que cualquier señor pudiera darles. Era posible que Vargo tuviera Harrenhal, ¿pero y sus hombres? El brillo de la codicia se hizo presente cuando las palabras precisas surgieron de los labios del extranjero, que miró a ambos hombres con una sonrisa ladeada, sabiendo que había captado el interés de los guardias.
―Ni Ser Gregor ni el resto de mis hombres os mataran una vez seáis pagados―aclaró, mirando de soslayo al gigante. Por supuesto, aquello era molestia para la "Montaña", que no comprendía como alguien podía no asesinar a unos hombres tan simples―. Con el dinero en la mano y las puertas abiertas, podréis vivir unos días más. Sin embargo, si os negáis...bueno, no seré yo quien detenga la correa de los perros.
Los orbes azules miraron bien a los dos hombres, esperando alguna respuesta, algún indicio de lo que harían. Tanto el guardia de la derecha como el de la izquierda se miraron durante unos largos segundos en los cuales, silenciosamente, debatieron lo que hacer. Pero el camino a tomar estaba incluso demasiado claro y a la vista, siendo el único despejado para ellos.
Siendo mercenarios, ambos hombres se hicieron a un lado y permitieron que los hombres de Lannister entraran en Harrenhal azuzados por Ser Gregor Clegane a la cabeza. El caballero gigante del oeste encabezó el asalto de a ciudad, cortando a un mercenario por la mitad sin miramiento alguno, despedazando al pobre hombre con un movimiento de su enorme mandoble al mismo tiempo que su caballo relinchaba.
―Incluso los mercenarios a veces tienen cabeza―un abolsa de cuero cayó en las manos del guardia de la izquierda―. Las compañías de mercenarios usualmente no guardan lealtad y se guían por el dinero. Os recomendaría que no fuerais de esos hombres. No volveréis a ver a Vargo Hoat nunca más. Si me disculpáis.
Naruto espoleó a su montura y siguió a los hombres de Lannister hacia el patio del enorme castillo, observando su propia obra.
Harrenhal había sido azotado por la muerte. Durante la Conquista, su constructor y primer dueño murió a manos del Conquistador, del primer rey de los Siete Reinos. Recientemente, una sublevación de señores norteños llevó a la muerte de cientos de Lannister y dio paso a que lord Bolton ocupara el castillo. Y ahora los mercenarios leales a Vargo Hoat y Bolton, estaban siendo asesinados por hombres del oeste encabezados por un gigante iracundo.
La sangre bañó la arena de la plaza del castillo. Los gritos de los mercenarios y sirvientes, así como de rameras y prisioneros, fueron la música que llenó los pasillos de Harrenhal acompañando el choque constante del acero, las ordenes apremiantes de los comandantes de ambos lados.
Vargo Hoat había sido pillado casi en desprotegido. "Casi" porque momentos antes había estado con una moza que sirvió a Bolton y que el hombre con barba de chivo había mantenido en su cama para su diversión y disfrute. Cuando la "Cabra" enfrentó a los Lannister, lo hizo medio desnudo, con una espada en la mano, dispuesto a pelear contra los asaltantes de sus aposentos.
―¡Quien ce atreve a dezafiarme!
El ceceo del hombre hizo que Naruto apretara los dientes y mordiera el interior de sus mejillas, todo ello para aguantarse la risa sardónica que estaba escalando por su garganta y que estaba dispuesta para ser lanzada contra Vargo, el único hombre que el extranjero rubio había conocido con el problema de una lengua hinchada.
―¡Oh, hombre!―apartó a uno de sus hombres y se mostró ante el líder de los mercenarios, haciendo que Vago frunciera el ceño cuando reconoció al rubio―. No me voy a tomarte en serio cuando estás hablando tan raro, Vargo.
Vargo apuntó su espada al espadachín rubio que acompañaba a los Lannister. Sus ojos no habían pasado desapercibido el cambio de indumentaria, pasando de llevar ropa del norte a llevar ropa y armadura del oeste.
―¡Tu!―rugió el mercenario, lanzando una puñalada cuando avanzó un solo paso, fallando por una pulgada―. ¡Baztardo! ¡Me traizionazte!
―No te entiendo demasiado―la Wado Ichimonji respondió al segundo intento de apuñalamiento, bloqueando la hoja del mercenario al ser colocada frente a su dueño con la hoja mirando a Vargo―. ¿Puedes repetirlo?
La espada del mercenario se movió en un tajo airado que intentó cortar a su objetivo. El rubio dio un paso hacia la izquierda y dejó que la hoja pasara por un lado sin siquiera rozarlo o causarle alguna herida. Aprovechando la inercia, movió el brazo izquierdo y golpeó el rostro de Vargo con u puñetazo que hizo recular al líder de la Compañía Audaz, con el sabor de la sangre llenando su cavidad bucal.
―Baztardo―Vargo escupió. Sus manos rodearon la espada y los dedos se volvieron de hierro en torno al mango―. Voy a rajar eza garganta y arrancar tu corazón de tu cuerpo. Ací que prepárate, baztardo.
Katana desvió el tajo de la espada. Acero contra acero. Wado Ichimonji soltó chiscas cuando se deslizó por la hoja de la espada del mercenario, siendo desviada cuando esta se elevó ante la orden de su propietario, haciendo que ambos espadachines cambiaran de lugar.
―No mereces que use a Wado Ichimonji―la hoja desapareció en la vaina al costado del espadachín―. ¡Ser Baron! ¡Dejadme vuestra espada!
Ser Baron Tormenta parpadeó ante el pedido de su comandante. Sin objetar a la orden, el hombre lanzó la espada bastarda hacia su líder, observando junto al resto como este la tomaba al vuelo y desenvainaba a tiempo para desviar el tajo ascendente de Vargo, obligando al hombre chivo a caer cuando Naruto empujó la espada bastarda contra la espada de Vargo y obligaba al hombre a caer hacia adelante, sorprendido por la fuerza de su rival.
―¡¿?
Naruto reaccionó para golpear el rostro de Vargo con una patada antes de que este se levantara, enviando al hombre a chocar contra una mesa, con la sangre del labio superior goteando por su mentón, mostrando este rajado por el golpe.
―Venga, venga―un tajo de derecha, un tajo de izquierda y una puñalada. La combinación fue la misma, obligando a Vargo a defenderse mientras reculaba hacia la pared opuesta a la puerta, siendo bombardeado por las risas de los hombres del oeste―. ¿Esto es todo lo que la "Cabra" puede hacer?―la espada bastarda empujó la espada del mercenario contra el suelo de madera clavando la punta entre la rendija de dos tablones, haciendo que los ojos de Vargo se ampliaran―. Oh, has perdido tu espada. No vas a sacarla a tiempo.
Naruto podría haber matado a Vargo Hoat como su alma deseaba. Sin embargo, se detuvo cuando colocó la punta de su espada en el cuello del mercenario y lo miró con una sonrisa burlesca. Matar al hombre sería una misericordia de los dioses y él era un hombre. No daba misericordias.
―No voy a matarte. No morirás por mi mano, al menos hoy. ¡Ser Gregor! ¡Tengo un juguete para ti con el que quiero que te diviertas mucho!
Los ojos de Vargo se transformaron en dos huevos oscuros al ver la enorme figura de la "Montaña" agachándose para entrar en la habitación, con su cuerpo cubierto por una enorme armadura que resonaba con cada movimiento del gigante, el cual no dejó en ningún momento su enorme mandoble.
―Ten, Ser Baron.
Naruto lanzó la espada hacia su dueño, quien la atrapó perplejo.
―A-ah, de nada mi señor.
―¡Jajaja! "Mi señor". No soy ningún señor, Ser Baron Tormenta. Como cualquier hombre, soy un puto bastardo amante de la sangre. Los dioses solamente me guían por este camino y yo solamente lo disfruto manejando mi espada.
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