4. Helena

Al llegar a la escuela, veo a lo lejos a Vanesa. Ella nos ve y se dirige hacia nosotros rápidamente.

—¡Helena, Antonio! —Exclama.

—Hola, Vanesa —respondo. Ella se acerca y me da un beso en la mejilla. ¿Qué le pasa a esta idiota? Después se dirige hacia mi hermano y también lo saluda del mismo modo.

—¿Cómo están? —Pregunta.

—Bien —respondo sin mucho ánimo.

—¿Y tú? —Él sigue con la conversación.

Vanesa se pone a hablar y decido ignorarla. Realmente no me importa parecer grosera delante de ella, no estoy dispuesta a lidiar con gente que no me agrada, suficiente con la dichosa Juanita como para que alguien más se sume a la lista. Ayer en la tarde, la muy miserable fue a acusarme con mi padre alegando que fui grosera con ella, a lo que tuve que oír un sermón que duró casi media hora.

Me siento en mi lugar en lo que Vanesa y Antonio se quedan charlando. Genial, no sólo se quiere ligar al profe, sino también a mi hermano.

***

La última clase que tenemos es historia. El profesor nos deja un trabajo, el cual tenemos que entregar la siguiente semana. La mala noticia es que no es en parejas, sino en grupos de tres, y antes de que pueda analizar a mis compañeros para ver a quién será bueno invitar, Antonio le dice a Vanesa que esté en nuestro equipo, a lo que ella acepta. ¡Qué horror! El profesor comienza a anotar los rubros del trabajo y después da su clase.

Cuando suena el timbre indicando que ya es hora de ir a casa, mi hermano se dirige a Vanesa y comienzan a hablar del proyecto; yo me acerco a ellos pero omito mis opiniones, total, ni siquiera me están tomando en cuenta.

—Si quieren pueden venir a mi casa para hacer el trabajo — nos invita.

—No —intervengo antes de que Antonio acepte. Ambos me ven con extrañeza. No sé por qué quiere que vayamos a su casa, bien puede hacer una parte y nosotros el resto—. Mejor tú ven a la nuestra —agrego sin otra opción para no sonar como una persona sin diplomacia.

Ella sonríe, como si estuviera feliz de que me estoy involucrando en la tarea y de que la invite.

—De acuerdo.

—Nosotros iremos investigando, tú igual busca información y nos la pasas. Ya el sábado únicamente acomodamos todo —comento. Quiero que pase el menor tiempo posible junto a mí.

—Está bien. Llego con ustedes a medio día.

Antonio me mira de mala manera. Ups, no recordé que el sábado el practica natación de diez a doce y de ahí va a clases de guitarra hasta las dos.

—Está bien, mi hermano se encargará de mandarte la ubicación —digo para hacer algo bueno por él, eso le dará la excusa para pedirle su número... agregando el hecho de que yo no la quiero en mis contactos.

Intercambian números telefónicos, sin embargo mi hermano sigue molesto, pues cuando Vanesa se aleja, me reclama.

—¿Por qué hasta el sábado?

—¿Por qué no? —Me hago la inocente.

—Tú sabes que no estoy en casa hasta la tarde.

Me encojo de hombros.

—No te preocupes por ello, tú has tu parte y pongo tu nombre en la hoja de presentación —me burlo.

—Sabes que no me refiero a eso —frunce el entrecejo.

—No sé a qué te refieras —me hago la desentendida y me doy la media vuelta, caminando con paso rápido a la salida. Él sólo bufa y me sigue.

***

El sábado llega más pronto de lo que pensé. Anteriormente iba natación con mi hermano pero dejé de hacerlo al percatarme que no es lo mío. Me gusta más la danza, aunque últimamente tampoco la he practicado. A las doce con dos minutos se escucha el timbre. El mayordomo abre la puerta y pasa a Vanesa a la sala de estar. Me preparo para recibirla, aunque no me agrade es mi invitada y debo ser cortés.

—Buenas tardes, Vanesa —digo al verla sentada en el sofá. Tiene las manos encima de sus piernas. En seguida se levanta y me saluda de beso.

—Hola, Helena, ¿cómo estás?

—Bien, gracias... ¿Y tú? — Agrego.

—Muy bien.

La invito a mi habitación. Mi laptop está encendida y tengo abierto el documento donde tengo la información que reunimos mi hermano y yo.

—¿Dónde está Antonio? —Pregunta.

—Tuvo que ir a clases de natación, pero aquí tengo la información que él investigó.

—¡Qué bien! —Exclama.

Saca una memoria USB donde me pasa lo que ella encontró. Empezamos a darle estructura a la tarea. Agradezco el hecho de que al menos Vanesa esté concentrada, por lo que he visto sí se preocupa por la escuela y hace las cosas, pues he tenido la desdicha de hacer trabajos con gente floja y es un martirio, siempre los termino sacando del equipo.

En un momento, la atención de Vanesa se disipa al ver a mi adorado Rey. El pobrecito está temblando de frío a pesar de que le puse un suéter.

—¡Awwwwww, qué bonito! —Chilla con emoción—. Adoro a los chihuahuas —dice muy animada—, son mi raza de perros favorita.

—¿Verdad que sí? —Digo en el mismo tono. Cargo a mi hermoso Rey y ella comienza a acariciarlo. Me alegra que le gusten, pues esa raza no es la favorita de todo el mundo; Antonio siempre me molesta diciendo que mi perrito es un ente del mal disfrazado de mascota.

Rey empieza a gruñir y tira una mordida, pero Vanesa es más rápida y quita su mano. Sin embargo no parece molestarse, sigue acariciándolo con ternura. Creo que ahora me empieza a agradar.

La tensión que tenía disminuye, me siento más a gusto al lado de mi compañera después de esto. Terminamos pronto el trabajo, pues no hay más distracciones, así que después de las últimas correcciones, imprimo el documento y lo guardo en mi bolso para evitar que se me olvide.

Apago la laptop y me siento en mi cama; Vanesa se queda en la silla que puse para ella pero la invito a acercarse. Lo hace sin dudarlo. En seguida empezamos a conversar como si fuéramos amigas de años. Me cuenta que al llegar al Instituto Águilas Doradas temía encontrarse con malos profesores que se encargan de mimar a los estudiantes y pasarlos sin hacer nada sólo porque tienen dinero, o compañeros desastrosos que no les importara la escuela, pero se sorprendió de buena manera al ver que sí era una escuela exigente con alumnos comprometidos. Admito que la comprendo, pues me pasó lo mismo.

Seguimos charlando hasta que en un momento somos interrumpidas por Antonio, que está vestido con un pantalón de mezclilla y una camisa de manga larga que dejan admirar su delgada figura; no es un chico fornido pero es atlético, se ve bien, y no lo digo sólo porque es mi hermano. Lleva cargando su maleta de ejercicio con un brazo y con el otro la guitarra. Lo bueno del centro deportivo donde practica es que tienen duchas, así puede ir con tranquilidad a su otra clase.

—Buenas tardes, Vanesa. Helena —dice mi nombre a modo de saludo. Su rostro se ve extrañado, de seguro creyó que Vanesa ya se habría ido a su casa, o al menos imaginó que íbamos a seguir con el trabajo, así que le parece anormal encontrarnos platicando.

—Buenas tardes —responde la morena.

—En un momento las veo —dice. Tiene que ir a dejar sus cosas a su habitación.

Cuando desaparece de nuestra vista, miro el reloj.

—No puedo creer que ya sean las dos y media —digo. Se me fue el tiempo demasiado rápido.

—¡Ya son las dos y media! —Exclama mi compañera—. ¡Con razón ya tengo hambre! Creo que ya tengo que ir a mi casa...

—Oye, si quieres puedes quedarte a comer —la invito. Tenía mucho tiempo que no la pasaba tan bien con alguien.

—¿En serio? —Pregunta emocionada.

—Amm... Sí, si quieres.

—¡Está bien! ¡Le avisaré a mi mamá! —Agarra su celular y comienza a mensajear. Sonrío sin poder evitarlo, tal vez hacer el trabajo con Vanesa no fue tan malo después de todo. 



¡Espero que les esté gustando la historia! 

Quiero saber, ¿qué opinan de Helena y Antonio?

Ya saben, espero sus votos y comentarios, me animan mucho.

En el siguiente vamos con Evelyn :D





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