39. Evelyn



Las clases terminan e inician las vacaciones. Genial, es verano pero quiero hibernar como un oso. En algunas ocasiones salgo con mis amigos, pero la mayoría del tiempo aprovecho para dormir hasta tarde, comer y ver televisión. ¡Esto es vida!

Una tarde, Vanesa entra a mi habitación sin tocar. No le reclamo, estamos acostumbradas a hacer eso desde niñas.

—¡Evelyn! —Exclama.

—¿Qué? —Digo. Estoy acostada, viendo una película y comiendo helado directamente desde el envase.

—¡Eva me invitó a su cumpleaños y el de Erick! —Indica con emoción.

Ah, los Quintana, de seguro que mi padre se pondrá como loco al enterarse de esto.

—¿Qué día cumplen años?

—El veintiuno de junio, lo van a celebrar con una pequeña reunión, ¡y nos invitaron!

Estoy segura que la invitaron a ella.

—De seguro que a mí no me invitaron.

—Claro que sí, le pregunté a Eva que si podías ir y dijo que sí.

No salió de ella invitarme. Pero tampoco es que me caiga bien.

—No, mejor ve tú.

—¡Evelyn, por fa, ve! Ya le dije a Helena y me contestó que no puede, ¡pero tú sí tienes que ir!

Me ofende que le haya dicho primero a la perra loca.

—¿Por qué le dijiste primero a Helena?

—Ah, porque tenía mi celular en mano y le mandé mensaje —informa con obviedad—. Pero eso no importa, ¡vamos! —Insiste.

No tengo muchas ganas de ir pero me voy a encontrar a los papuchos de Víctor y Erick y es mejor deleitarse la mirada viendo chicos guapos en persona que en la televisión.

—Está bien, vamos —digo como si no tuviera remedio.

—¡Yupi!


***


El día del cumpleaños de los Quintana, bajo a la sala de estar para encontrarme a Vanesa, que me espera impacientemente. Veo su atuendo y siento que voy en fachas en comparación de ella. Lleva puesto un vestido verde agua que le queda espectacular, zapatos de tacón y una bolsita blanca a juego. Yo llevo puesto un pantalón de mezclilla, tenis deportivos y una blusa negra. Creo que es el mismo atuendo que tenía puesto cuando los conocí pero no me importa.

—¡Evelyn, vamos que se nos hace tarde!

—Ya voy —digo de mala gana. Me hubiera quedado viendo películas.

—Marcos nos está esperando.

Nos dirigimos a la salida pero antes de irnos, la voz de nuestra madre nos interrumpe.

—¿A dónde van mis bebitas tan guapas?

Volteamos y vemos que nuestro progenitor está con ella. Mamá parece feliz pero papá nos ve con seriedad, creo que presiente a dónde vamos.

—¡Evelyn, me alegra que salgas! —Exclama mi madre—. Te la pasas tanto tiempo ahí encerrada en tu habitación, ya hasta me estaba preocupando.

—Estoy bien, ma.

—¿A dónde van? —Pregunta papá.

Estoy a punto de inventar una excusa pero Vanesa se adelanta a responder.

—Vamos al cumpleaños de unos amigos —responde.

—¿Qué amigos?

—Sus nombres son Erick y Eva —dice.

Papá alza una ceja. Estoy casi segura de que ha oído el nombre de los hijos de Ernesto en algún lado y ahora tiene la sospecha de que son ellos.

—¿Erick y Eva qué?

Voy a decir el apellido de Tania, Tamez, porque no se me ocurre otro en este momento, pero Vanesa me gana en hablar.

—Quintana —dice con tono bajito. Genial, ni en una situación así puede decir una mentirita piadosa.

Mis padres abren los ojos con impresión.

—¿Qué? —Reclama papá—. Creo que no escuché bien.

—Quintana —repite con tono más alto.

Papá aprieta los puños y se pone rojo de la ira. Me da miedo que le dé algo por el coraje.

—¡¿Pero por qué?! ¿Cómo se atreven a ir a la casa de los hijos de mi enemigo? —Dice con tono duro. Nunca lo vi tan molesto como ahora.

—Sergio, tranquilízate un poco —murmura mamá.

—¿Cómo quieres que me tranquilice cuando estas niñas quieren ir al cumpleaños de esos mocosos? ¡Ingratas! —Nos ve con reproche.

Volteo hacia Vanesa y me sorprendo de verla con una expresión llena de determinación; creí que estaría asustada, pero no.

—Ya quedamos de ir, no podemos cancelar el compromiso —dice Vanesa.

—¿Pero cómo es posible? ¿Qué hice mal? —Pregunta papá de manera dramática. Es todo un Drama King.

—Papá, no exageres —comento, pero me echa una mirada fúrica. Creo que mejor debí quedarme calladita.

—¡NO VAN A IR! —Exclama como punto final. Sin decir más, se da la media vuelta y se aleja de nosotras.

Vane le dirige a mi mamá una expresión de cachorrito triste.

—Mami —lloriquea—, ya había quedado de ir con mi amiga Eva, por favor, déjanos ir. —Junta sus manos en señal de súplica.

Nuestra madre duda un momento, pero en seguida nos sonríe con complicidad.

—Está bien —susurra—, vayan, yo me encargaré de su padre.

Mis padres casi nunca pelean, sin embargo este es uno de los motivos por el cual lo hacen las pocas veces que tienen una discusión: papá nos prohíbe algo y mamá desafía la autoridad y nos da permiso. Sergio siempre ha sido más duro y estricto, y Cristina nos deja hacer lo que queramos mientras no pongamos en peligro nuestra integridad.

—¡Gracias, gracias, gracias! —Chilla Vanesa abrazándola.

—Por cierto, si ven a Antonia díganle que me encantó el último vestido que diseñó.

—Está bien, mami.


***


Marcos nos deja en casa de los Quintana; Vanesa y yo bajamos y unas chicas que trabajan ahí nos dirigen hacia el punto de reunión, que es en el patio trasero de la mansión. Los empleados corren de un lado a otro para poner todo en orden, aunque no hay muchos invitados, es algo más familiar.

Al llegar a nuestro destino, vemos a Eva y a Erick, que aún no notan nuestra presencia. Tienen trajes a juego, cosa me parece tierna y a la vez graciosa. Ella lleva puesto un vestido rojo de lunares blancos y zapatillas negras, y él una camisa de vestir roja, pantalón negro con zapatos del mismo color y una corbata blanca. De seguro que de pequeños les ponían trajes similares, debieron verse adorables.

Eva, que es la primera en vernos, se acerca a nosotras.

—¡Me da mucho gusto que hayan venido! —Exclama; sé que sólo lo dijo por Vanesa pero al menos no es descortés. Nos da un beso en la mejilla y su hermano se acerca para saludarnos de la misma manera.

—Hey, chicas —dice Erick después del saludo—, ¿cómo están?

—Bien —responde Vanesa por ambas. Él la ve con atención y le guiña un ojo.

—Me alegro.

No obstante, mi hermana le pone más atención a Eva, pues empieza a charlar con ella. En ese momento se acercan Amanda y Víctor y nos saludan. La chica lleva un palazzo negro que ciñe sus curvas, y el rubio viste con una camisa azul de manga larga y un pantalón gris de vestir. Genial, todos vienen arreglados como si fueran a una gala y yo aquí, con mi ropa casual pero cómoda... no me arrepiento de haberme puesto eso.

La pelirroja abraza a Erick y se cuelga de su cuello.

—¡Amiguito, ya eres mayor de edad! ¿Qué se siente?

—Curioso que preguntes eso, Amanda, cuando tú ya eres mayor de edad. —La mira alzando una ceja.

—Ay, amargado, quería que me contaras tu experiencia. —Se aleja de él.

—Tienes suerte de que ya sea legal, ahora sí podrás hacerme lo que desees —le dice insinuante.

—Ay, ajá —ríe ella. En seguida ambos miran a Vanesa con mucha atención... demasiada, creo yo. No obstante, mi hermana no se da cuenta, sigue enfocada en su plática con Eva.

Después de unos minutos, nos llaman diciendo que ya está la comida. Hay algunos familiares y amigos de la familia, la mayoría de las personas ahí son mayores, casi no hay jóvenes. Sospeché que los Quintana no eran de muchos amigos, pero me sorprende ver que, además de nosotras, sólo están con ellos Amanda y Víctor. Sin embargo, parece que con ellos les basta, se ven felices.

Unos meseros nos sirven de comer. El platillo consta de crema de elote y ensalada de fresas y espinacas para la entrada, de ahí sigue el plato fuerte que es filete de res a la plancha con papas cambray, y de postre sirven un delicioso flan de queso y chocolate.

Estamos en medio de la comida, cuando un silencio se hace presente. Alzo la mirada y la dirijo, con curiosidad, hacia donde los demás están viendo. Ernesto Quintana y Antonia Huerta hacen acto de aparición.

—Lamentamos llegar tarde —se disculpa, dirigiéndole una mirada de arrepentimiento a su hija, que niega con la cabeza.

—No hay problema, papi.

—Disculpa, mi vida, pero no me sentía muy bien —dice Antonia a Eva, que se levanta de su asiento y la abraza.

—No te preocupes, mami, ve a descansar.

Erick también se levanta y se dirige a ambas.

—Sí, mamá —dice él para después darle un beso en la mejilla. Aw, qué cuchi.

—Ya me siento mejor, mi amor. —Acaricia la mejilla de su hijo.

Por su parte, Ernesto Quintana mira a todos los invitados y me quedo paralizada cuando su mirada se posa en mí y en Vanesa. "Ojalá que no nos reconozca" pienso preocupada.

—Ustedes son las hijas de Sergio Acosta, ¿verdad? —Dice y todos posan la mirada sobre nosotras.

Mierda, nos reconoció. ¿Ahora qué? Aborten la misión, repito, aborten la misión. Voy a decir que no sé de qué me habla, que nuestro apellido es Tamez...

—Sí —responde Vanesa.

¡Ay, no! Si es como mi papá, de seguro nos va a echar a patadas.

—Oh... —se limita a decir—. Bueno, continúen —indica señalando la comida—, no quisimos interrumpir

Algunos invitados ríen y Ernesto se sienta junto con su esposa en unas sillas desocupadas.

Al terminar de comer, nos dirigimos junto con los cumpleañeros a un lugar más tranquilo donde hay una fuente para poder platicar a gusto. Sin poder evitarlo, volteo hacia Ernesto y Antonia, ahora se encuentran sentados, alejados de los invitados. La expresión de Quintana siempre es dura, no obstante cuando ve a su esposa su mirada se suaviza, le sonríe con amor y me parece curioso que acaricie su vientre con ternura. De seguro está embarazada, pero no se le nota ni lo han confirmado así que por el momento no diré nada.

Miro a mis acompañantes y noto, con algo de diversión, que Amanda jala una silla y se coloca en medio de Eva y de Vanesa.

—¡Amanda, ¿pero qué...?! —Reclama Eva.

—Yo me sentaré aquí.

—Pero estoy platicando con Vane...

—Quiero platicar con ustedes, ya tiene mucho que no tengo una charla de chicas. —La pelirroja dice eso viendo de forma burlona a Eva.

—Pero... pero... agh, está bien. —Se cruza de brazos.

Víctor se sienta junto a Eva. Ellas siguen teniendo la "charla de chicas", no parece importarles que las esté escuchando; pese a ello él no comenta nada, se mantiene callado, viendo su celular y acariciando de cuando en cuando el cabello de su novia. Me imagino que no les importa que el rubio las escuche porque su conversación es inocente y tierna, como Vanesa, ella no habla de chicos, fiestas ni alcohol, sus pláticas son de personajes de libros, materias de la escuela y profesores estrictos.

Me siento al lado de Erick.

—Vaya novia que tienes — digo con ironía—, te abandonó.

—No es mi novia, es mi mejor amiga —me responde.

—Ah, eso explica todo. Por la forma que ve a mi hermana y a la tuya me hace pensar que es lesbiana —comento.

Él alza una ceja con diversión.

—Vaya, lo notaste —ríe—. Le voy a decir que es muy obvia.

Empieza a hurgar en el bolsillo de su pantalón y saca un encendedor y un cigarrillo. Coloca el artefacto en su boca y está a punto de prenderlo cuando la voz de su hermana lo detiene.

—¡Erick! —Exclama—. ¡Deja eso!

—Eva, por favor...

—¡Erick! —Lo ve con reproche.

—Mamá no está cerca —dice, encendiendo el cigarro.

—¡Erick, apaga eso! —Lo obliga.

—No.

—Erick, dijiste que ya no ibas a hacerlo. —Lo mira con una expresión de tristeza y decepción.

Él bufa y guarda el encendedor y el cigarro en su bolsillo. Noto que Eva sonríe levemente y me doy cuenta de que es buena manipulándolo; al menos lo hace para bien. Al principio trató de ser dura, pero como se dio cuenta de que eso no iba a funcionar con él, se mostró afligida y defraudada, cosa que le sirvió. Tengo que comprobar mi teoría.

—Me parece tierno que se hayan vestido de colores similares.

—Fue idea de Eva —responde—. De pequeños lo hacíamos, así que estuvo insistiendo hasta que acepté ponerme algo del mismo color que su atuendo.

En ese pequeño lapso de tiempo me doy cuenta de que Erick adora a su hermana y es capaz de hacer cualquier cosa para verla feliz. Diría que ser mellizos influye, pero los Villanueva no parecen tener esa conexión.

Parece que la conversación de las chicas es interesante porque de vez en cuando sueltan risitas y están muy entretenidas. Víctor, que aparentemente no las escucha, de vez en cuando ríe levemente procurando no hacer ruido.

Por nuestra parte, tanto Erick como yo estamos más callados que unas tumbas. Me hubiera quedado en casa.

—Y bien, Evelyn, ¿qué te gusta hacer? —Pregunta Erick de repente.

—Dormir —respondo con la verdad. Ríe al escuchar mi respuesta.

—¿Y qué más?

—Comer. —Me encojo de hombros y vuelve a reír.

—Genia —murmura. Nos volvemos a quedar en silencio—. ¿No me vas a preguntar qué me gusta a mí? —Me mira con sus intensos ojos verdes.

Debo admitir que estoy nerviosa, no suelo hablar mucho con chicos guapos, porque vamos, mis amigos son feos, y tampoco suelo ser el centro de atención de ellos.

—No, porque ya sé la respuesta —digo. Estoy tratando de hacerme la interesante, aunque pienso que fracasaré épicamente.

—¿Ah, sí? ¿Y qué me gusta? —Me ve con curiosidad.

—Tú eres el típico chico cliché.

Alza una ceja y me mira con duda.

—Explícate.

—Ya sabes, el típico chico guapo y mujeriego que cambia de novia cada semana, fuma y le encanta el sexo, las fiestas y sus únicas preocupaciones son saber quién será su próximo ligue y ejercitarse para que su perfecto cuerpo esté en forma. —Creo que debo dejar de leer novelas juveniles.

Erick me ve fijamente y me siento una estúpida por haber dicho todo eso. Lo más seguro es que todo lo que dije es cierto, pero no me incumbe.

—Vaya, no me conoces —murmura—. Pero gracias por decir que soy guapo y que tengo un cuerpo perfecto, ya lo sabía, pero no me molesta que me lo recuerden —ríe con burla y siento mis mejillas arder. Vaya que sí soy estúpida—. Y obviamente me encanta el sexo —comenta y no sé por qué pero me siento aún más avergonzada por las idioteces que dije con anterioridad—. Pero no soy un mujeriego —explica con voz tranquila—, solo he tenido dos novias en mi vida, una en la secundaria y otra en el bachillerato —comenta. En seguida pone una expresión melancólica.

—Por la cara que pusiste me hace creer que tú arruinaste todo.

Él soba su cuello.

—Mejor hablemos de otra cosa —pide.

Comenzamos a hablar de películas de terror. La conversación es agradable, Erick es un chico divertido e interesante. Me está comentando acerca de que un filme japonés que vio, cuando Amanda menciona un nombre que hace que él se tense.

—Eva, ¿por qué no invitaste a Ariana? —Pregunta la pelirroja.

—La invité pero no pudo venir, tenía un compromiso con Jaime.

Erick aprieta los puños al escuchar eso.

—¡¿Qué?! —Se entromete en la conversación de las chicas—. ¿En serio prefirió ir con él en vez de venir a mi —recalca— cumpleaños? —Me parece curioso que recalque que la fiesta es únicamente suya.

—Nuestro cumpleaños —corrige Eva—, y es normal, Jaime es su novio y ya tenía compromiso con él, así que no te alteres.

—¡No estoy alterado! —Bufa—. Ni me importa, puede hacer lo que se le dé la gana e ir con quien quiera, es más, ¡qué bueno que ni vino!

Víctor y Amanda ríen al ver esa actitud.

—Awww, te ves tan tierno cuando estás celoso —se burla Amanda y Víctor suelta una carcajada.

—Tú cállate, Felicia.

La pelirroja se pone una mano en el pecho con indignación y yo solo puedo pensar en la amiga de Esteban, ya tiene un buen rato que no la veo. Por la expresión de Amanda puedo deducir que esa tal Felicia es su exnovia o algo así. Estoy segura de que hablan de otra chica, ya que la amiga de mi vecino tiene novio, pero el recuerdo de la chica delgada y castaña que trabaja en el cine viene a mi mente.

—¿Cómo te atreves? —Reclama la pelirroja.

Soy una tonta, a pesar de que sé que se refiere a alguien más, mi boca suelta imprudencias.

—¿Felicia, la del cine? —Comento y todos, incluso mi hermana, me voltean a ver con fijeza... Me siento incómoda.

—¡¿La conoces?! —Exclama Amanda con una expresión llena de asombro y desagrado.

—No creo que sea la misma. —Le quiero restar importancia—. La Felicia de la que hablo es delgadita, de cabello castaño y tiene flequillo. —La describo para que vea que me refiero a otra persona.

—¡Es la misma! —Reclama la pelirroja apretando los puños. Ups.

—No creo.

—¡¿Por qué dijiste la del cine?! ¡La Felicia de la que yo hablo trabaja en el cine! —Está muy exaltada.

—Aaaaah... Entonces creo que sí es la misma.

—¿Cómo la conoces? —Pregunta Erick con interés.

—Es amiga del novio de la prima de Víctor —explico. Este último pone una mano en su pecho con conmoción y los demás se quedan procesando mis palabras. Segundos después dejo de ser el centro de atención, ya que enfocan al rubio.

—¿Cómo te atreves, Víctor? —Le reclama la pelirroja.

—Oye, yo no sé de las amistades de los novios de mis primas — se defiende.

—Bueno, ya. También invité a Ximena para que viniera —continúa Eva, cambiando de tema y dirigiéndose a Amanda—, pero no quiso venir.

—No pudo —se entromete Víctor.

—No quiso, me dijo que ya no quiere ser hipócrita y que no tiene ganas de ver mi cara —se cruza de brazos—, aunque agradezco su sinceridad.

—Ah... A mí me dijo que no iba a poder —murmura Víctor.

—Obviamente.

—Por cierto —dice el rubio dirigiéndose a mi hermana, que hasta hace unos segundos estaba callada, escuchando todo y no opinando nada—, ¿cómo va mi prima en la escuela?

—Bien —responde mi hermana. No dice nada más, de seguro es porque Pamela no se lleva con su loca amiga.

—¿Tu prima? —Erick alza una ceja—. ¿La rubia que está bien buena? —Pregunta.

Okey, estaba siendo demasiado bueno para ser verdad. Erick es un chico agradable, pero es un idiota por hacer ese tipo de comentarios, además, aunque no es mujeriego, me da la impresión de que es superficial. Y se nota que aún tiene que trabajar para superar a su ex.

Vanesa lo ve con impresión, Eva rueda los ojos y Amanda se aguanta la risa.

—¡Erick! —Se queja Víctor—. Es una niña.

—¿Cuántos años tiene?

—Quince.

—Ya casi cumple dieciséis, ¿no?

—Amm. —El rubio lo ve dubitativo—. Sí pero...

—No es tan niña. —Ahora me parece que sólo quiere molestar a su cuñado.

—¡Claro que sí! Es ilegal.

—Puedo esperar. —Se encoge de hombros—. Solo son dos años.

—¡Erick!

—Además tú también eres ilegal y estás con mi hermana.

Eva suspira con fastidio.

—Solo son dos meses de diferencia —se entromete en la conversación de su hermano y su novio.

—¿Y qué? Dos meses en los cuáles corres el riesgo de que sus padres —señala al rubio— te demanden por andar con un menor.

—Qué absurdo eres.

—Es la verdad, hermanita, tu novio es bien exagerado.

Eva rueda los ojos.

—No le hagas caso, mi amor, Erick solo quiere molestar.

—Sí, Erick, te pasas... —dice Amanda—. ¿Y sí está buena la prima de Víctor?— Se ve que también le encanta fastidiar.

Vanesa abre los ojos con impresión y Víctor la ve de mala manera.

—¡Amanda! —Se queja—. Ya dejen a mi prima en paz, no les va a hacer caso, además ya se mencionó que está saliendo con alguien.

—Solo estoy fastidiando, Víctor —lo tranquiliza Amanda.

—Ah, creí que la que tenía pareja era otra prima... Genial, apenas me gusta una chica y tiene novio o es lesbiana —masculla Erick.

—Por cierto, Víctor, ¿tú cuándo cumples años? —Le pregunta Amanda.

—El veinte de agosto —responde.

—Uy, ya vamos a estar en clases en esa fecha.

—Sí, mi cumpleaños siempre cae en los primeros días de clases —suspira—. Antes solía faltar cuando iniciaba el curso pero ya no podré hacerlo, después de todo ya estoy en la universidad.

—Ay, pobrecito mi terroncito de azúcar. —Amanda extiende su mano y pellizca la mejilla de Víctor.

—¡Amanda! —Se queja.

—Ya déjalo —dice Eva con tono serio.

—Está bien, conejita, no te pongas celosa, también tengo mucho amor para ti. —Pellizca la mejilla de la pelinegra.

—¡Amanda! —Se queja con tono duro y le da un manotazo—. ¡Ni se te ocurra volverme a decir conejita en tu vida! —La amenaza.

—Está bien, gatita.

—¡AMANDA!

Miro a Vanesa, que está riendo por ver la ridícula escena. Yo también me carcajeo, mis amigos están locos pero estos chicos no se quedan atrás.




Yay, si leyeron LMQ estoy segura que este capítulo les gustará.

Y esa Amanda es un relajo.

Ojalá les haya gustado, ya falta muy poco para que esta historia termine.

Nos vemos muy pronto :3

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