3. Evelyn
Al día siguiente, estoy de mal humor, que no es nada raro, por mi desvelo y porque mi mamá obliga a Marcos, otra vez, para que nos lleve en la limosina.
—Hijitas, van a ver que en esa escuela ir en limosina las volverá más populares — comenta mi mamá antes de irnos.
—Sí, cómo no —escupo—. Vámonos, Marcos.
Marcos nos lleva a la escuela y mientras camino por el pasillo, noto, con fastidio, que mis compañeros se me quedaban viendo a mí y a mi hermana. "Criticones cara de caca" pienso molesta. Cuando llego a mi salón, veo a Alicia y me acerco a ella.
—Hola —saluda con tono amigable—, ¿cómo estás?
—Oh, bien, ¿y tú?
—No me quejo —respondo—. Oh, cierto —abro mi bolso y saco sus libretas—, muchas gracias —se las extiendo y ella las toma.
—De nada, me alegra que te hayan servido —sonríe.
Bien, Alicia no es bonita, pero tiene un no sé qué que la hace parecer muy encantadora.
—Hey, Evelyn —oigo una voz fría y volteo a ver quién es y qué quiere. Frente a mí se encuentra una chica agraciada, delgada, con el cabello teñido de pelirrojo (porque digan lo que digan, yo sé cuando un cabello es falso) y de aspecto déspota. Se encuentra con su grupito de amigas, son otras dos y para colmo son como cliché de serie, una es rubia y la otra morena; las tres perras guay del instituto, al parecer; el nombre de la teñida es Tania—. ¿Qué haces juntándote con una becada? —Señala a Alicia con desprecio y veo a esta última bajando la cabeza.
Oh, cómo aborrezco eso. En algunas escuelas de niñitos ricos, no digo que todas, pero al parecer en esta sí, los administrativos suelen tratar a los becarios como esclavos, sólo para pagar el servicio, y los compañeros con dinero los tratan prácticamente como basura.
—¿Qué te importa? —Respondo altanera.
Noto como ella me fulmina con la mirada, pero trata de mantener la calma.
—Oh, no sé si no estés enterada, pero juntarte los becados no trae muy buena reputación y tú, hasta ahorita, la tienes —me sonríe con cinismo—. Mira que irte y llegar a la escuela con una limosina, eso es totalmente increíble, ¿cierto, chicas? —Voltea a ver a sus amigas.
—Sí —responden a coro.
Me sorprendo al oír eso; mi madre, al final, ha tenido razón, en esa escuela llegar en limosina aumentó mi popularidad en un rato. El día anterior nadie me miraba y este día, con razón, todos se me quedan viendo, y estas chicas, que ayer no habían notado mi existencia, hoy parecen querer ser mis amigas.
Noto que Alicia se empieza a alejar y la tomo del brazo.
—Bueno, a mí no me importan cosas banales como la popularidad —volteo a ver a Alicia—, así que si me disculpan, me retiro —jalo a mi compañera y nos vamos a sentar, y tengo que detener una carcajada al ver la cara de desconcierto de Tania.
—Gracias, pero no tenías que hacer eso —comenta Alicia cabizbaja—, ella tiene razón, juntarte conmigo puede hacer que tu reputación baje y además no es bueno tener a Tania de enemiga...
—Oh, esa Tania me puede ir a hacer los mandados —río—. Además, como dije, a mí no me importa eso de la popularidad, prefiero tener pocos amigos reales a muchos falsos.
—Bueno, creo que yo igual —me sonríe con sinceridad.
Ya no podemos platicar más porque llega el profesor de la primera hora, pero en el receso, ella se acerca a mí.
—Oye, Evelyn —oigo decir a Alicia—, ven con nosotros —se señala a sí misma y a dos compañeros que están con ella—, no te quedes ahí sola.
La sigo hasta la cafetería y me siento con ella y con los otros dos.
—Evelyn —dice uno de los chicos, que es muy delgado y bajito—, no nos hemos presentado formalmente, pero mi nombre es Ezequiel.
—Y yo soy Omar —comenta el otro. Es un enorme chico robusto.
—Mucho gusto —digo a ambos.
Después Alicia me comenta que esos dos también son becados.
—¿Y por qué te cambiaste a esta escuela, Evelyn? —Pregunta Ezequiel.
—No seas indiscreto — Alicia lo regaña y le da un codazo —. Eso es personal y la acabas de conocer. — Luego se dirige a mí —. No te preocupes, Evelyn, no tienes que responder si no quieres.
—Oh, no importa, me cambié a esta escuela porque me acabo de mudar a esta ciudad.
—¿Y a dónde te mudaste? —Pregunta, haciendo que Alicia le dé otro codazo.
—Al fraccionamiento Valle de las Flores —respondo.
—¡¿Qué?! —Exclaman los tres.
—Wow, ese es uno de los fraccionamientos más caros de la ciudad —comenta Alicia.
—Pero pues ya ven que ella tiene dinero —dice Omar—, por eso llega en limosina a la escuela.
Okey, esa conversación me estaba poniendo un poco incómoda. Voy a decirles que cambien de tema, pero Ezequiel me gana la palabra.
—Lo bueno es que Evelyn es diferente —comenta—, ella es buena onda.
Bueno, ese comentario sí me agradó, así que sonrío con sinceridad.
—¡Evelyn! —Oigo el gritito de mi hermana—. Hola —se acerca a mí—. ¿Son tus amigos? —Señala a Alicia, Ezequiel y a Omar.
—Emmm... —los volteo a ver—. Sí —digo para no hacerlos sentir mal. En realidad yo no soy de las personas que considera amigo a alguien que acabas de conocer, pero decir que no es grosero cuando tienes a las personas enfrente.
—¡Qué bien! Bueno, sólo quería saludarte, y ver que estuvieras bien —me guiña el ojo—. Ya ves como tú también haces amigos rápido. Te dejo. —Se da la media vuelta y se va.
—¿Quién es? —Pregunta Omar cuando Vanesa se aleja.
—¿Es tu prima?, ¿tu vecina...? —Inquiere Ezequiel.
—Es mi hermanita —respondo—. Ya sé que no nos parecemos, pero es verdad.
—Wow, pues cuando puedas me la presentas. —Ezequiel me guiña el ojo y yo lo fulmino con la mirada.
—¡No! —Respondo.
—Ay, era solo una bromita, no te enojes.
—Ya deja de ser tan bromista, Ezequiel. —Alicia dice en lo que le da un pequeño golpe en la cabeza. Se ve que se la pasa madreándoselo cada que puede, así que rio interiormente. Creo que hasta disfruto que lo golpee.
En ese momento suena el timbre, que indica que tenemos que ir a clases de nuevo.
—Agh, qué horror —suspiro—. Bueno, regresemos al salón.
Después de clases, Marcos llega por Vanesa y por mí en la limosina, ya que al parecer no entiende que yo no quiero irme en eso. A Vanesa le da igual, porque aunque ella no es una creída, tampoco repara en ese tipo de detalles; simplemente no le importa que vengan por ella en una limosina o en un burro.
—No te preocupes, Vane —le digo a mi hermana—, trataré de convencer a mi mamá para que me deje usar mi propio coche para venir a la escuela.
—Sí, Eve —sonríe, pero yo creo que ella sabe, en el fondo, que mamá no va a querer. A veces se me hace tarde, y cuando pasa eso suelo manejar muy rápido, (aunque siempre manejo de esa manera, nada más que cuando está mi familia me controlo) y mi mamá cree que por los nervios de la tardanza, voy a manejar tan veloz que voy a ocasionar un accidente, así que prefiere que Marcos nos lleve y nos traiga... Aunque mi auto fue un regalo de mis dieciséis años, casi no me dejan usarlo, y mucho menos para ir a lugares donde hay mucho tráfico.
—Mamá —digo cuando llego a casa y la veo—, por favor, me podrías dejar usar mi auto para ir a la escuela...
—No.
—Pero mi auto gasta menos gasolina.
—No, Evelyn.
—Y también llevaría a Vanesa.
—¡Menos! —Exclama.
—Ay —me quejo—. Está bien. Pero por lo menos has que vayan por nosotras en un auto normal.
—Pero a Vanesa le gusta la limosina, ¿verdad, cariño? —Voltea a ver a mi hermana y ella sólo le sonríe—. ¿Ves? —Ahora se dirige a mí—. Le gusta.
—En realidad cualquier cosa está bien.
—No, Vanesa, yo sé que a ti te gusta la limosina, ¡siempre te ha gustado! Y tu hermana no te va a quitar eso.
—Ok —suspiro con fastidio—, pero si siguen yendo por mí en eso, voy a preferir regresarme caminando.
—Por mí está bien, hasta te hace falta —comenta mi madre y yo frunzo el entrecejo. La verdad es que irse caminando de la escuela hasta mi casa es bastante cansado y más cargando la mochila llena de útiles escolares y, aunque no quiero parecer una chica afectada y creída, la idea de usar el transporte público no me agrada mucho—. Así harías ejercicio porque mira —se atreve a darme una nalgada— ¡Ay, gelatina! —Hubiera preferido que me sacara los ojos. No intento siquiera reclamar, sólo abro la boca con mucho asombro—. Deberías ser más como Vanesa, ella hace ejercicio todos los días. Mira —dice dándole también una nalgada—, ¡qué bonito!, hasta rebota la mano.
—¡Mamá! —Le reclamamos las dos.
—Bueno, es que Evelyn es la que no quiere andar en la limo.
—Okey —digo—, ya qué, tendré que irme en la limosina... —luego bajo la voz—. Mamá, eres una arrogante — lo digo que un tono en que estoy segura que no lo va a oír, pero mi mamá tiene como un sexto sentido en eso y siempre sabe cuando susurro algo malo de ella.
—¿Qué susurraste, Evelyn? —Me mira seria.
—Nada —sonrío y me voy a mi habitación rápidamente. Una vez ahí, cierro la puerta con seguro.
—Evelyn, dijiste algo, dime qué fue —alcanzo a oír la voz de mi madre pero ya no le respondo nada, finjo no haberla escuchado.
Ya saben, si les gustó espero sus votos y comentarios.
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