26. Helena


Me levanto temprano para continuar con el trabajo de historia, después de eso me pondré a estudiar un poco más para el examen. El día de ayer en la mañana Sebastián me mandó información de la Segunda Guerra Mundial cuando el profesor especificó que era acerca de la primera. Jodido imbécil, si sigue así de seguro que lo saco del proyecto. Estoy tecleando en la computadora cuando alguien toca la puerta. No estoy acostumbrada a que entren a mi habitación, los domingos suelo encerrarme en mi cuarto y sólo salgo para dirigirme a la cocina o al baño principal, ya que me gusta más que el que tengo en mi cuarto.

—Pasen —digo en voz alta. Me sorprendo al voltear y ver que Antonio se encuentra ahí—. ¿Qué pasa?

—Necesito un consejo.

Alzo una ceja, soy la última persona a la cual le pide consejos. Antes está papá, mamá o incluso Juanita.

—¿De qué? —Digo. Quiero que se apresure, me está haciendo perder el tiempo. Se da cuenta de lo que provoca, así que bufa.

—No, nada. —Se da la media vuelta.

—¡Antonio! —Lo detengo. Él voltea hacia mí—. Dime.

—Está bien —acepta. Se sienta en mi cama—. Como ya sabrás, me gusta Vanesa —suelta. Al menos va al grano. Lo veo con interés.

—¿Y?

—Quiero pedirle que sea mi novia pero no sé cómo.

—No lo hagas...

Él frunce el ceño.

—¿Por? ¿Lo dices porque crees que, de ser así, ya no pasará tanto tiempo contigo...? —Me ve fijamente—. ¿Por qué eres tan egoísta?

Chasqueo la lengua antes de responder.

—Mira, me interrumpiste, te decía que no lo hagas hasta que estés seguro de que tú también le gustas, si no, es probable que te rechacen.

—¿Y cómo sé si le gusto o no? —Me ve con curiosidad.

—No sé, cada chica es diferente —Me limito a contestar.

—Mmm... No me estás ayudando mucho.

—Uy, qué mal —digo con sarcasmo.

—¿Podrías preguntarle a Vanesa si le gusto? —Dice luego de unos segundos de silencio.

La idea de que mi hermano y mi mejor amiga se vuelvan novios no es de mi agrado, pero siento que se lo debo.

—Está bien —acepto, aunque no especifico cuándo lo haré.

—Gracias —me dice. Se levanta de mi cama y se despide.

—Sí, cierra la puerta al salir.


***


El lunes, minutos antes de que inicien las clases, Sebastián entra al salón y camina hacia mi banca.

—Hola, bonita.

Alzo una ceja con molestia.

—Sebastián, el viernes me mandaste información de la Segunda Guerra Mundial.

—Estuvo bien, ¿no?

—No —digo con rapidez—. El tema es la Primera Guerra Mundial. Además solo copiaste y pegaste la información —me quejo.

— Aaah...

—Te voy a sacar del trabajo — advierto. Él se encoge de hombros.

En ese momento entra Pamela al salón. Se ve muy mal; sus ojos se ven un poco hinchados y tiene unas ojeras que ni siquiera se molesta en maquillar. Su mirada se centra en mí, pero en seguida rueda los ojos con desagrado.

—¡Pamela! —Sebastián se acerca a ella—. Te fuiste de la fiesta muy pronto, ya ni te despediste...

—Me sentí mal —lo interrumpe.

—Oh, bueno, eso explica por qué te ves fatal. —No tiene tacto al decir las cosas y el hecho de que le haya dicho eso a la rubia me divierte un poco.

—Cállate —dice, yendo hacia su banca. Se sienta y pone las manos en su frente. Sebastián la sigue.

—¿Todavía te sientes mal? —Pregunta con preocupación.

—Un poco. Lo peor es que no estudié nada.

—Hey, no te desanimes, yo tampoco. Valdremos mierda juntos. —Ella le sonríe un poco y chocan los cinco.

Típico, estudiantes así no valen la pena, no sé por qué sus padres se empeñan en gastar en ellos.

Vanesa entra al salón. Se le hizo tarde.

—Buenos días —saluda a todos. En seguida se sienta junto a mí—. Hola, Helena.

No puedo responder, ya que en ese instante entra el profesor. Quiero contarle lo que hice con respecto a Esteban pero tengo que esperar hasta el receso. Cuando llega la hora deseada, le digo a Antonio que Vanesa y yo tenemos que hablar de algo. Mi hermano cree que le preguntaré acerca de él, así que no me reclama.

—Helena, ¿no fuiste un poco dura? —Me pregunta.

—Tal vez, pero era la única manera de alejarlo.

—¿Estás segura de que lo quieres lejos de tu vida?

Me quedo pensando. Esteban, en su momento, me dio mucha felicidad, pero también mucha tristeza y decepción cuando hizo esos comentarios ofensivos hacia mí.

—Sí —respondo finalmente. Es hora de voltear la página y seguir adelante.

—Oh... Bueno, es tu decisión.

Después de unos segundos de silencio, decido preguntarle acerca de mi hermano. Lo iba a hacer otro día, pero si no lo hago ahora Antonio se molestará.

—Oye, Vane, ¿te puedo preguntar algo?

—Claro.

—¿Te gusta mi hermano?

Ella se queda callada unos segundos, hasta que sonríe con exageración.

—Claro, es un buen amigo.

Ahí está la respuesta. Vanesa es ingenua pero no tanto para no entender el significado verdadero de mi pregunta, es obvio que, si se le declara, lo mandará a la friendzone.

—Es bueno saberlo —murmuro. Ella vuelve a sonreír, pero por alguna razón no siento que sea un gesto sincero.

Al finalizar las clases, Antonio y yo vamos a casa para estudiar. Cuando llegamos, mi mellizo me intercepta antes de que entre a mi habitación.

—Helena, ¿hablaste con Vanesa?

—Sí.

—¿Y qué dice?

—Que eres un buen amigo, así que no te declares o acabarás en la friendzone.

Abre la boca con impresión, pero antes de que diga algo, entro a mi cuarto y cierro la puerta. Ya hice lo que me pidió, que no quiera más.

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