24. Helena


Se han esparcido rumores de que Sebastián y Esteban se pelearon por mí pero trato de ignorarlos. Quiero concentrarme en mis estudios, en mi mejor amiga y en mi perrito, no más. Aunque en el fondo, también sé que debo dejarle todo claro a Esteban. No es justo tratarlo así, pero mi corazón todavía late rápido al tenerlo cerca y es una sensación que odio, aunque sé que si no aclaro las cosas, ninguno de los dos podrá sanar rápido.

Admito que aún me duele ver juntos a Pamela y Esteban, y el verlos platicando tan a gusto, él diciendo babosadas y ella riéndose de esas babosadas, me hace pensar que son perfectos el uno para el otro, pero es algo que ya no me incumbe. Decido de una vez hablar con él.

El viernes temprano, para no hacer más larga la agonía, le mando un mensaje, diciéndole que nos veamos en la sala de música. Me responde inmediatamente con una respuesta positiva. Espero que no se ilusione.

En el receso, aprovechando que Vanesa va al baño, le comento a mi hermano que después de clases tengo que tratar unos asuntos.

—Puedes irte si quieres, no me esperes —le digo.

—¿Qué vas a hacer?

—Tengo que hablar con alguien —enfatizo. Al escucharme, él sabe a quién me refiero.

—¿Vas a tardar?

—No.

—Te espero —comenta.

—¿Seguro?

—Sí. Estaré cerca, por cualquier cosa.

—Gracias, aunque no es necesaria la preocupación —lo tranquilizo.

—Está bien... Y Helena...

—¿Sí?

—No hagas nada estúpido, ¿está bien?

—No, ya no.

Al llegar al salón de música, no me sorprendo al ver que Esteban ya se encuentra ahí. Es tan alto y atractivo... Pero no debo pensar más en él de esa forma. Sé que esto me va a doler, pero alguien tiene que cortar esto de una vez por todas, y como sé que él no lo hará, yo seré la encargada.

Se acerca a mí y, antes de dejarme decir algo, me abraza. Siento una corriente eléctrica recorriendo mi espalda, así que lo alejo con mis manos.

—Esteban...

—Helena, te quiero —murmura. Ante sus palabras aprieto los puños. Siento mis ojos escocer y mi corazón rompiéndose una vez más por su culpa. Respiro profundo, tengo que ser fuerte.

—Esteban, en realidad te cité aquí para decirte de una buena vez que tú y yo no vamos a estar juntos —digo con firmeza.

Él me ve con incredulidad.

—¿Es en serio?

—Sí, es mi decisión. Nos hacemos daño mutuamente, yo no te dejo avanzar ni tú a mí —admito con franqueza.

—Pero...

—Sé que quieres intentar algo con alguien más y yo te tengo atado a no hacerlo. Por eso mismo te digo que no hay ningún problema si quieres estar con otra persona, no tienes ningún vínculo conmigo.

Siento como una daga invisible se clava en mi corazón porque no lo niega.

—Helena... —Me ve con tristeza. Segundos después su expresión cambia—. ¿Me trajiste acá específicamente para terminar conmigo? —Pregunta con enojo—. De todos los lugares, tenías que escoger este, que está lleno de recuerdos...

—También me duele —acepto—, pero no hay otro lugar que se me ocurriera sin que hubiera gente chismosa.

—Después de todo lo que pasó, ¿vas a dejarme así? —Pregunta, poniendo una mano en su frente—. Helena, todo estaba bien entre nosotros, ¿por qué cambió de repente?

—No, no estaba bien, nunca lo estuvo. Teníamos una relación a escondidas porque no quería que los demás se enteraran que andaba con el chico que arruinó mi reputación. ¡No confío en ti! —Exclamo. Él me ve con dolor—. Y siento mucho esto, porque te quiero, pero prefiero quedar bien conmigo misma.

—Helena, eso es orgullo. —Me ve con sus intensos ojos negros.

—Llámalo como quieras. —Me cruzo de brazos.

Se acerca a mí para besarme, desarmarme. Sé que si lo hace, caeré otra vez a sus brazos como estúpida, le daré otra oportunidad y dejaré que devore mis labios justo como antes hacía aquí, y es algo que ya no voy a permitir.

Tengo que cambiar de estrategia, ser dura, insolente e incluso grosera para que no quiera acercarse de nuevo. Pongo una coraza en mis sentimientos y me preparo mentalmente para lo que estoy a punto de hacer.

—Aléjate, ¿por qué no mejor te vas con tus amiguitas?

—¿Eh?

—Vamos, tus amigas esas —digo con desdén—. A ellas sí les gusta pasar tiempo contigo. —Él no responde, me ve con duda—. No te hagas el que no, bien que te encanta pasar tiempo con la gorda antipática, la pobretona fea y la perra arrastrada. —Admito que pensé en esos apodos durante días y les quedaron como anillo al dedo.

Sé que logro mi cometido, pues me ve con indignación.

—¡¿Qué?! —Exclama.

—Eso son —farfullo, mostrándome fría—. Son unas raritas como tu otra amiga —me refiero a Celeste—, al igual que tú —mascullo. Sé que herí sus sentimientos, pues me ve con horror—. Ahora vete, que no quiero saber nada de ti, y menos cuando un chico tan guapo como Sebastián anda tras de mí.

Esteban niega con la cabeza y sale del salón con rapidez, sin siquiera despedirse de mí. Me siento tan bien y a la vez tan mal.



Yay, se supone que actualizo los viernes pero ese día estaré muy ocupada, así que lo subo antes.

Espero que les haya gustado.

¿Creen que la decisión de Helena fue la correcta? ¿Hace bien en preferir su orgullo? :o

¿Ustedes qué habrían hecho en su situación?


Nos vemos pronto :3




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top