11. Evelyn
Después de hablar con Vanesa, me dirijo junto con Esteban al aula donde el maestro Galindo nos dará el curso. Me siento contenta porque voy a verlo, pero muy nerviosa ya que aparte de guapo es inteligente, y yo toda meca sin entender la materia que da, va a pensar que soy una estúpida o algo por el estilo y no quiero que se lleve esa impresión de mí. Tengo que aplicarme en serio.
Al entrar al salón, Giovanni sonríe al vernos. ¡Qué hermosa sonrisa! Podría ser modelo de pasta dental, me pregunto nuevamente qué hace de maestro de escuela.
—Buenas tardes, chicos —saluda—. Me alegra que hayan llegado temprano.
—Buenas tardes —respondemos al mismo tiempo. Yo estoy nerviosísima; Esteban, en cambio, luce tranquilo.
—El profesor Filiberto me dijo que se van a quedar al curso extra de matemáticas.
—Síii —digo con un tono embelesado. Me siento como gelatina al tenerlo frente a mí.
—Sí, nos castigó —explica Esteban. Galindo nos ve con duda, al parecer no sabe el motivo por el cual estamos ahí, probablemente Filiberto, con lo desabrido y antipático que es, sólo le dijo que nos íbamos a quedar dos horas pero no le explicó el porqué.
—Sí, bueno, a ti —miento, dirigiéndome a Esteban—, en realidad yo sí quería venir, las matemáticas me cuestan un poco, quiero aprenderlas bien.
Noto que Esteban se aguanta las ganas de reír. Con que suelte una carcajada, le doy un pellizco en cuanto el profesor se voltee.
—Eso es bueno —me sonríe el guapote—. Espero que la pasen muy bien y aprendan mucho. También pueden convencer a sus otros compañeros de que vengan, estoy seguro de que este curso les será muy beneficioso.
Hasta cree, si lo que quiero es deshacerme de Esteban para estar dos horas con este semental que parece esculpido por los ángeles. Me limito a poner cara de idiota y asentir.
Giovanni nos explica las derivadas y hace un ejercicio junto con nosotros. Después de eso nos deja uno para que lo resolvamos. La verdad se me complica, así que lo hago como puedo y me dirijo al escritorio, donde Giovanni está sentado, para que me califique. Marca con un círculo rojo mis errores y me explica en qué fallé, pero estoy tan ensimismada admirándolo y oliendo su delicioso perfume varonil, que no le pongo atención a lo que me dice, sólo miro con entusiasmo cómo mueve sus carnosos y besables labios.
—Evelyn... Evelyn, ¿me escuchas?
—Eh —me ruborizo al salir de mi embelesamiento—. Sí.
—Bien, ahora has el tercer ejercicio —señala el pizarrón.
Sonrío y me dirijo con paso lento a mi banca. El ejercicio se me hace bastante complicado, casi igual al anterior pero esta vez no atino a resolverlo. Volteo a ver a Esteban, que está viendo la hoja con cara de estúpido, parece que tampoco entiende nada. Quiero despejarme, así que pido permiso para ir al baño; sólo quiero separar los ojos de esa libreta. Voy al lavabo para echarme agua en la cara y me hago mensa un rato mirando mi rostro en el espejo, posteriormente regreso al salón. Para mi sorpresa, antes de entrar completamente al aula, escucho al guapote felicitar a Esteban. No entro en ese momento para escuchar el chisme completo.
—Felicidades, Esteban, hiciste muy bien este ejercicio, ¿por qué no pudiste resolver el anterior si eran muy parecidos?
—Es que con Evelyn me pongo nervioso —dice.
—Claro —responde la chulada de hombre—, porque te gusta.
Cuando escucho eso me sorprendo bastante, en el estómago se me hace un nudo. Pienso muchas cosas al mismo tiempo: "le gusto, qué sorpresa tan desagradable, qué le voy a decir sin lastimar sus sentimientos, de qué manera lo rechazo, un momento, pero a él le gusta Helena, ¿no?", pero luego me siento aliviada con la respuesta que da.
—Es que me gustan todos, profe —responde el idiota. Decido entrar al salón antes de que diga otra pendejada o algo de mí enfrente del guapote.
Me incorporo de golpe, azotando la puerta por usar más fuerza de la requerida, y los dos voltean a verme con un susto evidente. Me siento muy apenada, más que nada con el guapote.
—Con permiso —digo tímidamente y me apresuro a sentarme para terminar el ejercicio que dejé incompleto.
El guapote reacciona rápidamente, aclara su garganta y sin darle importancia a mi impactante entrada, le indica a Esteban que resuelva otro ejercicio.
—Muy bien, Esteban —le dice—, ahora trata de resolver el número cuatro.
Para mi sorpresa y la del profesor, esta vez lo hace con rapidez. Giovanni se queda admirado y le encarga otro. Genial, ahora también me roba la atención del guapote.
***
Después del curso, me dirijo con Esteban a su auto. A esta hora ya no hay casi nadie en la escuela. Estoy molesta con él y parece notarlo, sin embargo no hace ningún comentario al respecto. Subimos a su auto y azoto la puerta, creyendo que va a reclamarme, pero tampoco parece importarle mucho. En el camino vamos en silencio, lo cual lo vuelve incómodo. La mayoría de las veces siempre va contando chistes sin sentido, los cuales, puesto que ya estoy acostumbrada a ellos, me hacen reír. En un momento, para aligerar el ambiente, pone música. Al llegar a nuestro fraccionamiento, se dirige a mi casa y me deja enfrente.
—Servida —dice. Su tono se escucha estoico.
—Gracias —respondo con la misma indiferencia.
Antes de bajar completamente, su voz me detiene.
—Evelyn...
—¿Qué? —Alzo una ceja.
—A pesar de todo, este día fue genial —acepta, viéndome a los ojos—. La paso muy bien contigo.
Su confesión hace que mi humor mejore. Ahora que repaso todo en mi mente, puedo decir que sí fue divertido.
—Hey, yo también —le doy un golpecito en el hombro—, a pesar de que digas pendejadas a cada rato.
Él se carcajea, contagiándome en el acto.
—¿Qué te puedo decir? Es mi don, mi maldición.
—Ya, deja de decir tarugadas —sigo riendo—. Te veo mañana.
—Claro.
—Por cierto... —me ve con atención. Trago grueso—. Siento lo de esta mañana, no debí ser tan indiscreta.
—No te preocupes —le resta importancia, agitando su mano.
—Emm... ¿Algún día me contarás lo que te sucede con ella? —Pregunto en voz baja. Si no quiere hacerlo, lo aceptaré. Da un largo suspiro.
—Sí, cuanto esté listo.
—Vale, hasta entonces prometo que trataré de no ser chismosa... Trataré —le aclaro. Él ríe una vez más.
—No hagas promesas que no podrás cumplir.
Me hago la ofendida al escuchar eso.
—¿Cómo te atreves?
—Tú me repetiste dos veces que tratarás, ¿qué quieres que piense al respecto?
—Ya —digo, bajándome del auto—. Te veo mañana, tonto. — Cierro la puerta y camino hacia el lado de la entrada. Él se inclina hacia la ventana.
—Ahí nos vemos, mensa —me dice y antes de que le responda, se va con rapidez, dejándome con las palabras en la boca.
***
Al entrar a mi casa, me dirijo a la cocina para ver qué encuentro, tengo mucha hambre, pues no estoy acostumbrada a salir tan tarde a casa. Sobre la mesa yace la deliciosa comida que prepara Amelia, la cocinera de la casa, y me sirvo una gran cantidad de verduras, carne y arroz... La verdad prefiero comer pasta, o comida chatarra, pero mi madre ha ordenado que en la casa se sirva comida sana para mantener su dieta y me tengo que aguantar. Después de eso Fabiola, una de las chicas que trabajan con nosotros, me dice que mamá me busca. De acuerdo a su rutina, se debe encontrar haciendo bicicleta o abdominales en su cuarto especial, así que me dirijo ahí.
—Evelyn —saluda—, me dijo Vanesa que te quedaste con Esteban a un curso de matemáticas.
—Sí, ma, sabes que me cuesta esa materia, así que decidí ir.
—¡Eso es genial! —Exclama—. ¡Mi bebita quiere aprender mucho! —Ruedo los ojos al oírla decir eso—. ¿Por cuánto tiempo será?
Me quedo pensando. Filiberto no dio un tiempo en especial, así que hasta ahora es indefinido, pero no me molesta ver al guapote todos los días durante dos horas.
—Pues hasta que dominemos mejor los temas —invento.
—Ah... Le diré a Marco para que pase por ti a la hora que salgas.
—No es necesario, Esteban puede traerme.
—¿Viniste con él? ¿Cómo maneja? —Pregunta con voz rápida.
—Bien, maneja despacio. Es tranquilo.
—¿Segura?
—Sí, ya lo has visto llegar a su casa, maneja bien lento —le recuerdo. Una vez lo vimos llegar a su mansión y estacionarse. Esteban no es como yo, él sí maneja a una velocidad moderada, no sólo porque sus padres lo obliguen (de hecho creo que casi no le prestan atención), sino porque está acostumbrado.
—Mmm... cierto. Está bien, si no hay problema por Esteban, puedes regresar con él, pero cualquier cosa le llamas a Marcos para que vaya.
—Sí, ma.
Días después, mi relación con mis amigos mejora mucho. Salimos al cine, voy al café con Alicia, Esteban va más seguido a la casa. Noto que está olvidando a Helena, pues ya no la ve como antes ni está pendiente de sus pasos, y me alegro mucho por él, pues no es sano estar tras una persona con quien no tienes ninguna posibilidad, aunque yo no tengo derecho a opinar, pues seguido fantaseo con la idea de terminar casada con el guapote. Hablando de él, en sus clases me está yendo mucho mejor. No tengo idea de por qué Esteban va, me he dado cuenta de que es muy bueno en esa clase y, aunque al principio me molestaba su presencia, me he acostumbrado a él al igual que Giovanni. En cuanto a mí, si bien me cuesta concentrarme con Galindo enfrente de mí, sí he aprendido bastante, lo cual me ha ayudado en la clase de Filiberto.
Una tarde, estamos los cinco en el cine escogiendo la película que vamos a ver. No se deciden, Ezequiel quiere una de terror, Omar de acción y Alicia una romántica. Yo elegí la película la última vez, así que no tengo derecho a opinar. Esteban, por su parte, afirma que cualquier película está bien para él. Al ver que siguen discutiendo, mi vecino se entromete.
—Ya sé —dice Esteban—, jueguen Piedra, papel o tijera, y quien gane escoge la película —propone como solución. Todos estamos de acuerdo.
Los tres juegan y, para mi suerte, gana Ezequiel. Es un alivio, porque no me gustan las películas de acción ni las de romance, prefiero el terror. Alicia no se ve muy convencida pero tiene que aceptarlo, perdió el juego.
Esteban y yo nos dirigimos a comprar los boletos. Al llegar a la taquilla, nos atiende una chica flaquita de cabello largo, lacio y castaño peinado en una cebolla, tiene un flequillo recto adornando su frente, ojos grandes del mismo color de su pelo, y una sonrisita adornando su rostro.
—Cinco boletos para Masacre de cabezas —pido. Es una película de zombis, de seguro es muy asquerosa pero tengo el estómago fuerte. Espero que mis acompañantes también, en especial Alicia.
—Claro —responde con amabilidad. Nos da los boletos cuando le pagamos.
—Gracias... —dice Esteban, mirando con atención el gafete de la chica—. Felicia.
Ella sonríe más.
—No hay problema, que tengan un excelente día.
—Igual tú, Felicia —le guiña el ojo.
Tomo a Esteban del brazo y lo jalo.
—Ya, deja de ligar con la chica —lo regaño. Creo que hablé más alto de lo que quise, pues oímos una risita proveniente de Felicia, de seguro ha de pensar que soy la novia celosa o algo así. En realidad mi única intención es que este idiota no la incomode.
—No estoy ligando —me dice en voz baja—, sólo estaba siendo amable.
—Uy, qué amable —me burlo.
—Sí, no todas las chicas se toman mal que les hable... sólo Helena —susurra esto último. Volteo a verlo con impresión, se ve triste. Pienso decir algo pero antes de hablar, me regaño a mí misma. Eso que dijo se le salió y de seguro cree que no lo escuché, si me atrevo a decir algo lo incomodaré y pasará lo mismo que la otra vez, así que cambio el tema con rapidez.
—Vamos rápido, se nos hace tarde y ya nos están esperando —señalo a nuestros amigos. Su semblante cambia, vuelve a verse animado.
—Vamos.
Me ve a los ojos y sonríe. Le devuelvo el gesto, no sin sentirme mal por él. Al parecer no la ha olvidado por completo.
Solo puedo decir... ¡Feliciaaa! ¿La recuerdan? Yo sé que sí ;D
Llegamos a una de mis partes favoritas, que son las tutorías con Galindo... La verdad me divierten bastante esos dos.
Por cierto, ¿ya vieron la nueva portada de Esteban? La hizo loquefue, le quedó muy bella.
Ya saben que si les gustó me apoyan bastante con sus votos y comentarios. En el siguiente se viene Helena, está algo intenso.
¡Nos vemos pronto!
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