1. Evelyn

¡Realmente empiezo a odiar este día! Y eso que apenas está iniciando.

—¡Cariño —oigo, por enésima vez, la voz de mi madre—, levántate porque se te va a hacer tarde! El chofer tendrá que llevar a tu hermana y tú te vas a ir caminando, ¿me oíste? —Me amenaza—. Además no creo que quieras llegar tarde a tu primer día de clases en tu nueva escuela, ¿qué impresión darás, bebita?

—No sé y no me importa —me quejo y gruño por lo bajo, odio que me llame bebita.

—¿Cómo que no sabes y no te importa? —Me reclama—. ¡Levántate! —Exclama en el momento en que jala con fuerza mi cobija.

Refunfuño, me levanto como puedo, y me dirijo a mi baño personal para ducharme. En lo que me hago esto, comienzo a pensar en los últimos momentos que he vivido. Esto es lo que ha pasado: mi padre es un político rico y, antes de salir de vacaciones de verano, le surgió un asunto en una nueva ciudad; muy a mi pesar, nos mudamos a esta nueva mansión que él había comprado con anterioridad. Se encargó de llevar a todo nuestro personal de servicio e incluso llegó a contratar más personas (sí, más), ya que esta casa es mucho más grande que la anterior donde vivíamos.

Yo nunca quise mudarme, no quería dejar mi escuela, mis amigos, ni mi anterior mansión, me gustaban, pero tuve que adaptarme a la nueva vida para no molestar a mi padre. Nos inscribió a mi hermana y a mí en una de las mejores preparatorias del lugar, a la cual tendremos que asistir en unos momentos y, para que no estuviéramos tristes, nos contrató a ambas una sirvienta personal. Muy a mi pesar, esa tipeja que me contrató, el fin de semana pasado me robó un carísimo collar de perlas que me había regalado mi abuelita para mi cumpleaños y la muy... desgraciada tuvo el cinismo de desaparecerse... ¡Cómo la odio! Ahora no tengo sirvienta personal, ni mi preciado collar de perlas. No quiero parecer sangrona diciendo que tengo (o tenía) empleada doméstica personal, sólo digo la verdad.

Al terminar de ducharme, me cambio rápido y me dirijo a la enorme cocina. Una cocinera me sirve jugo de naranja, pan tostado untado con mantequilla, huevos revueltos con chorizo y chocolate caliente, pero no pruebo ni un poco de eso, no me siento con apetito, lo cual es extraño, ya que siempre tengo hambre.

—¿Qué tienes, Evelyn? —Pregunta mi hermana menor, Vanesa.

—Nada —respondo sin ánimos.

—Oh, yo sé que estás nerviosa por el primer día de clases, pero todo saldrá bien —sonríe, enseñando sus perfectos dientes blancos en el acto.

—Lo que digas.

Suspiro y la miro. Mi hermanita es perfecta: alta, delgada pero con unos buenos atributos delanteros y traseros, con una perfecta piel color canela, un cabello súper sedoso, suave, largo, liso y de color negro, y unos enormes ojos color azul fuerte... A veces la envidio; yo soy todo lo contrario: chaparra, si no estoy marranita es de pura suerte, mi complexión es gruesa, y vaya que duele admitirlo; mi cabello ondulado y medio corto es de color castaño claro con mechas rosadas, mis ojos cafés, y mi piel blanca con imperfecciones, que cubro día a día con un poco de maquillaje. La respuesta a nuestras diferencias es que yo me parezco más a papá y ella se parece a mamá.

Además del físico, tenemos personalidades completamente diferentes: ella es popular, tiene facilidad para hacer nuevos amigos, es amable, responsable, siempre saca las mejores notas, y yo... bueno, yo soy un caso perdido, a veces suelo tener muy mala actitud, soy una irresponsable de primera y con un seis de calificación soy sumamente feliz, ¡ese seis que me ayudó a no reprobar el semestre pasado me supo a diez!

Cuando acabamos de desayunar (según, porque yo no comí absolutamente nada), nos acercamos con nuestro chofer, Marcos, para que nos lleve a nuestra nueva escuela. ¡El muy tonto quiere llevarnos en una limosina! Me niego y le digo que no me voy a subir en eso, pero insiste en que tiene órdenes de mi madre.

—Agh, está bien, pero vamos rápido, nos dejas y te vas en seguida. Como es temprano no creo que nos vean muchos compañeros — termino aceptando —. Y de regreso vas por nosotras en auto normal — ordeno.

—Sí, señorita.

Voy entretenida con mi celular, cuando la voz de mi hermana me saca de mi grandiosa actividad.

—Mira, Eve, llegamos —dice emocionada.

Al bajar del vehículo, observo, con cierta irritación, que esa escuela está llena de puros niños de papi y mami, riquillos y creídos. Lo admito, yo a veces suelo ser así, pero no siempre, y jamás me burlé de alguien que no tuviera dinero, ya que de pequeña mi padre siempre nos decía que eso estaba muy mal, pero la gente que veo en este lugar simplemente luce aborrecible; Vanesa dice que nunca debo juzgar a una persona sin conocerla, pero la mayoría de las veces mis prejuicios suelen ser ciertos. La que nunca presume ni es quisquillosa o exigente es mi hermanita, pero ella es harina de otro costal, así que mejor no la meto en esto.

Observo mi horario, que me entregaron en el momento en que me fui a inscribir, y me dirijo al salón correspondiente.

—Espero no encontrarme con mucha bazofia —mascullo.

Entro al salón, me dirijo hacia una banca de hasta atrás, y me siento, esperando que a nadie se le ocurra voltear a verme, ya que otra vez mi malhumor ha regresado, y yo no soy de las que dudan en golpear a alguien cuando me hastío.

Para mi buena suerte, ninguno de los inútiles tuvo la decencia de hablarme, así que espero a que llegue el profesor de la primera clase. Tan irrelevante fue, que lo único que oigo es cuando el profesor pide que me presente ya que, para mi desgracia, soy la única alumna nueva en ese salón... A veces deseo que mi hermana tenga mi misma edad y que no fuera un año más chica, para así tener su compañía.

—Me llamo Evelyn Lorena Acosta —digo con pesar. En realidad no me gusta para nada mi nombre—. Encantada de conocerlos —miento sin ni siquiera fingir una sonrisa.

—Mucho gusto, señorita Evelyn —comenta el profesor del que no recuerdo su nombre.

Después de presentarme, comienza a dictar el temario de la materia. Yo no anoto absolutamente nada y no recuerdo que esta vez no tengo a mis compañeras anteriores para pedirles los apuntes más adelante. Las siguientes tres clases son igual de importantes de la primera (nótese el sarcasmo) y cuando es momento del receso, me levanto de mi banca y me dirijo afuera del salón, pensando "a ver con qué rayos me encuentro".

Ahí afuera, me sorprendo mucho de ver a mi hermanita en el pasillo charlando con un joven increíblemente guapísimo: es alto, de cabello castaño y ojos grises, con un cuerpo de súper modelo o actor de película. Es un adonis tallado en mármol, ¡un papucho! No es un estudiante porque se ve más grande de edad, y no lleva puesto el uniforme escolar, sino un traje formal.

Cuando Vanesa se da cuenta de que los veo, se despide del hombre y se dirige hacia mí.

—Hermana, ¿quién era ese guapote con el que hablabas? —Pregunto, haciendo que suelte una carcajada—. ¿Cómo se llama? —Digo apresuradamente.

—Se llama Giovanni Galindo.

—Y sí qué es lindo. Vino buscando actrices para hacer una película, ¿o qué?

—No seas tonta, Eve —sigue riendo—, es mi nuevo profesor de matemáticas.

—¡¿Qué?! —Grito, haciendo que los estudiantes que pasan por allí, o sea un montón, me volteen a ver como si estuviera loca—. ¿Acaso fracasó en su carrera como modelo y por eso se vino a dar clases aquí?

—Por supuesto que no, él estudió una licenciatura en matemáticas y creo que está haciendo una maestría... Dice que le encantan, son su pasión.

—¿Y por qué estabas ligando con tu nuevo profesor de matemáticas? —La regaño en tono burlesco y ella pone cara de espanto, pues no se percata que es una broma.

—¿Cómo dices eso? Yo no estaba ligando con nadie —me reclama.

—¿Entonces de qué hablaban?

—Pues de qué crees, tontita... —hace una pausa y la miro si entender—. ¡Pues del temario! Dice que vamos a ver cosas muy interesantes en todo el semestre... Al principio creí que era un profesor que no instruía bien, pero una compañera me dijo que es muy estricto y que sabe mucho, además de que enseña muy bien...

Suspiro, y no sé si fue de alivio o de decepción. Mi hermanita tiene un profesor súper sexy de matemáticas y ella sólo se preocupa porque le fueran a dar bien las clases.

—...También le hablé de ti... —la oigo decir.

—¡¿Le hablaste de mí?! —Vuelvo a gritar, y de nuevo me voltean a ver como la loca que soy—. ¿Qué le dijiste?

—Le dije que tenía una hermana que había pasado a cuarto semestre, y él me dijo que vas a ver cálculo diferencial, pero que no te preocupes, que es fácil... También me dijo que ojalá te diera clases, porque esta vez sólo le dieron un grupo de cuarto semestre.

En ese momento anhelo que se cumpla el deseo de ese modelo tan sexy que se hace pasar como profesor, quiero con todas mis ganas que mi grupo sea el afortunado que tenga esa dicha de tenerlo pero, para mi desdicha, cuando entro del receso, veo a mi nuevo profesor de matemáticas: un viejo pelón, gordo y feo. Maldigo por lo bajo cuando me regaña por haber llegado tarde.

—Es que fui al baño —le explico. Es cierto, luego de la conversación que tuve con mi hermana, fui a la cafetería a comprar algo de comer y después al baño. Esos veinte minutos no me son suficientes, a mí me parecieron como cinco solamente.

—No es excusa, tuvo veinte minutos para ir al baño y esperó a ir hasta lo último... —y sigue con un sermón, del cual pierdo el hilo a los dos minutos—. Y si sigues con esa actitud y esas mañas, tendré la desdicha de verte en extraordinario...

"Ojalá y me vaya mal, para que así pueda tomar clases particulares con aquel bombón" sigo pensando en el maestro de Vanesa.

—¡Señorita! —De repente oigo un grito, y mis compañeros ríen con burla.

—¿Eh? —No estoy segura, pero creo que hice cara de mensa. Tonta de mí.

—Tome asiento, le he dicho —me ordena, y yo me voy a sentar.

Mi primer día de clases y un profesor me odia, ¡yupi! Esa clase surge igual que las tres primeras, excepto por la regañiza, pero está igual de aburrida. En la siguiente hora algo interesante pasa, estamos a mitad de la clase de... ya ni me acuerdo qué clase, creo que es algo de desarrollo motivacional o una porquería así, cuando la compañera que tengo sentada al lado me voltea a ver y me sonríe.

—Hola, Evelyn —susurra—, soy Alicia.

—Hola, Alicia —murmuro.

Antes de esa mini-conversación, no había reparado en la existencia de Alicia, ni siquiera oí mencionar su nombre en la lista de profesores. Ella es una chica de cabello negro, ojos pequeños de color café y, a diferencia del resto de mis compañeros, parece amable.

Sí, sé que suena aburrido, pero en ese tipo de escuelas los profesores suelen ser muy exigentes, así que por ese motivo no tengo otro intercambio de palabras con Alicia, pero al final de las clases, ella se acerca a mí.

—Si quieres puedo prestarte mis apuntes, bueno, ya que vi que no anotaste absolutamente nada, y luego los profesores suelen pedir las libretas para verificar que tengan todo anotado —dice con voz tímida en lo que me extiende sus libretas.

—Sí, Alicia —le sonrío, ya que al parecer sí hay gente agradable en esa escuela —, muchas gracias —tomo sus libretas.

Después de eso, salgo del salón y noto a Vanesa rodeada de un montón de chicos y chicas; típico, su primer día en la escuela y ya ha hecho muchos amigos, y yo sólo logré tener una conversación decente con una compañera.

—Vanesa —le hablo—, vámonos.

Ella se despide de todos y me sigue.

—Oh, todos son tan amables aquí. Creí que iba a tener problemas en hacer amigos, pero mis compañeros son muy acogedores —comenta.

—Por favor —me burlo—, tú, teniendo problemas para hacer amigos... Como si eso fuera posible.

—Oh, claro que sí es posible... ¿Y a ti cómo te fue?

—Pues no me quejo — respondo.

Seguimos caminando y casi me da un infarto al ver a Marcos; no conduce en el auto que le ordené en la mañana, ¡el muy desgraciado está en la limosina! Y lo peor es que todos los estudiantes que pasan por allí están esperando a ver al dueño del ostentoso vehículo. Cuando llegamos en la mañana casi no había estudiantes porque era muy temprano, ¡pero ahora el lugar está infestado de ellos!

—Mira, ahí está Marcos —señala Vanesa.

—Oh, no, Vane, súbete tú a eso, yo prefiero irme caminando.

—¿Pero por qué?

—Emm... No sé, tal vez sea porque en mi anterior escuela, cuando me subí a la limosina, me empezaron a llamar pedante, sangrona, fresa, y otros tantos apodos.

—Sí, pero esta escuela es diferente...

—Es lo mismo, Vane, además se van a burlar de mí porque en lugar de irme en mi carro, tengo que parecer una sangrona que se va en limosina.

—Oye, tú sabes que nosotras no somos sangronas ni creídas...

—Tú no, yo a veces, pero quiero que se me quite, he notado que las personas arrogantes son en verdad odiosas —suspiro.

Volteo a ver la cara de Marcos, que tiene una expresión de desesperación. Hasta nos empieza a hacer señas para que nos dirijamos a él.

Con mucho pesar, tomo a mi hermana del brazo y nos subimos a la limosina. Ahí dentro le comienzo reclamar a Marcos.

—¡Marcos, ¿cómo se te ocurre?! —Chillo—. Te dije que no quería ver esta cosa pisando mi escuela.

—Lo siento, señorita, pero fueron órdenes de su madre.

—¡¿Por qué ella ordenaría esto?!

—Dice que si las ven en una limosina, sus compañeros creerán que son geniales y se volverán más populares.

Ante esta respuesta, mi hermana se echa a reír y yo sólo escondo mi cabeza entre mis manos, suspirando en el acto. A veces mi madre suele ser muy ocurrente, y a veces, sólo a veces, sus ocurrencias suelen ser un poco... extravagantes.

***

Cuando llegamos a nuestro hogar, bajo primero que Vanesa y me dirijo hacia mi madre.

—Mamá —le reclamo—, ¿por qué? Eso —me refiero a la limo— no nos va a hacer más populares.

—Claro que sí, bebita —otra vez con ese tonto apodo—. Mañana te acordarás de mí —pellizca mi mejilla.

Suspiro con molestia y subo a mi cuarto para dejar mi bolso escolar. Minutos más tarde bajo a comer con mi familia. Mi padre, que siempre llega a la hora de la comida para después volverse a ir, llega a la casa y nos pregunta cómo fue nuestro primer día de clases.

—¿Cómo les fue a mis bebitas?

—Muy bien, ¿verdad, Eve? —Contesta Vanesa.

—Sí, ajá —respondo sin ganas.

—¡Eso es todo! —Exclama y sonríe orgulloso.

Vanesa comienza a contarles a mis padres acerca de su día, sin omitir ni un detalle, y yo me quedo sumida en mis pensamientos.

—Eve... ¡Eve! —Me grita papá.

—¿Eh? ¿Qué?

—Ya me tengo que ir, nos vemos —se levanta, me da un beso en la mejilla y otro a mi hermana—. Adiós, Cristina —le dice a mi mamá y le da un pequeño beso en los labios.

—Adiós, Sergio. —Mi madre le sonríe.

Cuando papá se va, yo me dirijo a mi cuarto. "Ah, tengo que pasar los apuntes que me prestó Alicia" pienso. Con mucho pesar, tomo mis libretas y un lapicero y me pongo a copiar los temarios y apuntes de cada una de las materias que tengo.

Para mi sorpresa, acabo de hacer eso aproximadamente a las siete de la noche.

—Wow, cómo vuela el tiempo —murmuro.

Me dirijo al cuarto especial donde mi madre hace ejercicio y la busco con la mirada.

—Aquí estoy, Eve —me llama y la localizo haciendo bicicleta—. ¿No quieres hacer ejercicio? —Pregunta.

—Paso —respondo. La verdad es que hacer ejercicio me da demasiada flojera.

—Vamos, cariño, así a lo mejor logres adelgazar un poco. —Me enojo por oír eso; realmente me molesta cuando alguien hace comentarios de mi peso.

—No, gracias —respondo con tono huraño—. Sólo te quería pedir si me dabas permiso para salir un rato a pasear con mi auto.

—Ay, pero ya es tarde, además por qué quieres llevarte el auto.

—Sólo quiero salir a distraerme, ma —le confieso—. ¡Por favor! —Casi le ruego—. Me la pasé toda la tarde copiando apuntes, y tú sabes que eso no es lo mío.

—¿Ya acabaste de pasarlos todos?

—Ajá.

—¿Y no tienes más tareas?

—Nop.

—Está bien, pero llega antes de las ocho y media.

—¡Sí, mamá! —Sonrío—. ¡Gracias!

—Y no conduzcas rápido, por favor.

—No, mami.

Me subo a mi auto, que es último modelo y de color rojo, lo enciendo, salgo del enorme garaje que tenemos y, con lentitud, me dirijo a la salida del lujoso fraccionamiento. Una vez afuera, arranco a toda velocidad y me dirijo hacia ningún destino en particular.

Paso por un local donde venden de todo y me paro a comprar un refresco. Luego vuelvo a subir a mi auto para manejar con rapidez.

—¡Yuju! —No puedo evitar gritar al sentirme libre de todo, sin dueños y sin responsabilidades. Voy a regresar a mi casa, pero veo un enorme terreno, lleno de pasto y de grandes árboles, que llama mucho mi atención—. Mmmmm, todavía me sobra tiempo —murmuro viendo el reloj que traigo en la muñeca.

Me bajo del auto, le pongo seguro y comienzo a caminar por ese lugar... Es una estupidez pero no pienso en las consecuencias, ¿qué tal si había por ahí un violador escondido, o un asesino serial?

Camino de regreso al auto, cuando de repente escucho un quejido a lo lejos, y como soy curiosa, como un gato, comienzo a buscar con la mirada. No encuentro nada, pero de repente, cuando me volteo, veo a un chico tirado bajo la copa de un árbol, estaba bocabajo y herido; me tapo la boca para no gritar. Él vuelve a gemir de dolor; al parecer ha estado inconsciente hasta hace poco. Como puedo, lo arrastro e intento subirlo a mi auto, pero es muy pesado.

—Gracias, pero no es necesario —dice.

—¿Cómo no? Tengo que llevarte a un hospital ahora mismo.

—¡¿Eh?, No! —Exclama rápidamente, reincorporándose, y al parecer con nervios. Está rojo como tomate.

—¿Por qué no? —Le digo, ya molesta.

— Porque no —responde, con más tranquilidad—. Por cierto, ¿cómo te llamas? — Pregunta, tratando de no verme a los ojos.

—Soy Evelyn —respondo—, ¿y tú? —pero al decir esto, el chico se dio la media vuelta y comienza a caminar rápidamente, haciendo que yo me quede anonadada.

—¡Muchas gracias, Evelyn! —Grita, sin dejar de caminar y voltea a verme unos segundos, pero luego su mirada se vuelve a enfocar hacia enfrente—. ¡Estoy seguro de que volveremos a vernos! —Comienza a correr haciendo que el viento meza sus cabellos negros.

"¡Qué raro es!... Y corre muy rápido a pesar de estar herido" es lo único que alcanzo a pensar.

***

Cuando regreso a casa, todavía estoy medio sorprendida por el suceso que acabo de vivir.

—¡Regresaste, hermanita! —Vanesa dice en cuanto me ve—. Llegas justo a tiempo para cenar.

—Oh, qué bien —digo y me quedo pensativa.

—¿En qué piensas? —Me pregunta, luego de unos segundos.

—Oh, en nada, Vane —miento—. Cenemos.

Ceno con mi familia, pero mi mente sigue pensando en aquel chico. "Estará bien" pienso, "¿Y si se encuentra con otros vándalos que le hagan lo mismo?".

—Sí, ojalá los profesores no me hagan lo mismo que en mi otra escuela — escucho a mi hermanita en un momento en que presto atención a la conversación de la familia—, ven que les había dicho que en los exámenes los profesores me los ponían de opción múltiple y luego no ponían la respuesta correcta a los incisos, pero bueno, como yo estudiaba no había problema porque ponía la respuesta verdadera al lado, así que si me hacen esto en mi nueva escuela, tampoco creo que haya mucho problema...

Sí, nuestros anteriores profesores tenían la maña de poner exámenes de opción y luego los muy... canijos, por no decir otra cosa, no ponían la respuesta que era; claro que yo me daba cuenta hasta que me entregaban el examen calificado y comparaba respuestas con mis compañeros.

—Evelyn, y cuando saliste a pasear hace rato, ¿te pasó algo interesante? — Pregunta mi mamá.

—En absoluto. —Trato de sonar sincera y me meto un gran bocado de mi cena a la boca.

Al acabar de cenar, mis padres dicen que tenemos que ir a dormir, y así nos acostamos temprano, aunque en realidad esa noche no duermo nada, sólo me quedo pensando en aquel pobre chico que ha sufrido un acto de vandalismo, o algo por el estilo... Sí, realmente he odiado este día.





Hola, aquí el primer capítulo. Espero que les haya gustado, estoy muy emocionada por compartir esta segunda parte de la trilogía Vidas entrelazadas así que ya saben, si les gustó por favor dejen su voto y sus comentarios :3



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top