[Rosa sangrienta]

Alisson.

Volver a clases aquella mañana de lunes hubiese resultado muchísimo más fácil para Alisson; de no ser porque de camino allí, recordó que había olvidado sus deberes de la clase de botánica encima de su escritorio, en su habitación. Entonces, tan rápido como sus piernas se lo permitían, regresó sobre sus pasos —con el corazón en la boca—, y guardó la dichosa tarea. Como consecuencia de ello, ahora llevaba 20 minutos de retraso.

La última vez que había llegado tarde al colegio, ¡se agotaron los mejores desayunos! Ahora tendría que ir directamente al aula y esperar hasta el receso para poder comer algo decente.

—¡Madre mía! —Vociferó entre dientes Alisson, llevándose una mano al pecho. Todavía no se recuperaba de la carrera y más encima debía apretar el paso si quería cruzar la calle mientras el semáforo permanecía en verde para los peatones—. Y todo por la clase de botánica... Lo único que hacemos ahí es cuidar y aprender de plantas, ¿a quién se le ocurre dejar trabajos? Y encima un reporte de 20 páginas.

<<¿A quién crees tú? ¡Pues a la profesora Rosa!>> —Le recordó su subconsciente con sarcasmo, mientras ella franqueaba finalmente la entrada del instituto y se adentraba en sus abarrotados pasillos. En lo más profundo de su mente, sabía que de nos ser por los batidos de proteína que solía beber en las mañanas, le hubiese dado la pálida ahí mismo. 

A esa hora, los alumnos volvían de desayunar y aparentemente debían estar dentro de las aulas. No obstante, algunos maestros se tomaban su tiempo —a veces más del necesario— en la sala de docentes; siempre y cuando fuese con la intención de obtener el material requerido para sus clases. En ese transcurso, los estudiantes aprovechan la falta de autoridad para caminar por los pasillos libremente.

Aquel instituto poseía solamente dos fotocopiadoras funcionales (una en secretaría, al lado de la oficina del director y a la cual poca gente tenía acceso), y la otra que se encontraba en la sala de maestros, y que era la más usada. Como era de esperarse, cada mañana había una fila enorme de profesores que se posaba frente a dicho aparato.

<<Si saben que esto pasará, ¿por qué no imprimen sus cosas en casa directamente, en lugar de aquí? ¿No sería mucho más sencillo? Tal parece que no soy la única que se levantó descuidada el día de hoy >>—afirmó Alisson, doblando por una esquina y haciendo un esfuerzo sobrehumano para mantener su semblante serio, aún teniendo encima de su nuca las miradas maliciosas de varios adolescentes; los cuales la perforaban en silencio nada más ella les pasaba por el lado. Una chica incluso murmuró "perra" lo suficientemente alto para que sus amigos la oyesen y juntos pudiesen iniciar una risa fastidiosa y muy exagerada.

Pese a ello, Alysson alzó el mentón hasta que se vio forzado hasta para ella, y salió por la puerta trasera del instituto, en dirección al invernadero, en el jardín. Era un lugar apretado —y con una humedad casi palpable—, pero ahí se llevaban a cabo las clases de botánica. Además, la pelirroja, por alguna razón, lo encontraba gratamente acogedor. ¿La sensación cómoda de permanecer aislada del exterior, quizás?

Entró en él, siguiendo las huellas de barro que sus compañeros habían dejado plasmadas sobre la tierra del suelo, y se colocó en la esquina superior, al lado de Marcie; una joven de piel morena, de personalidad callada y tímida, quien la saludó con una pequeña sonrisa.

La señora Rosa, por otro lado, arrugó las cejas con desaprobación al verla aparecer tan tarde, antes de darle la espalda a todo el mundo y escribir bien grande en su tablero, cuidadosamente colocado y asegurado en el suelo de tierra con unas piedras:

"Cuidado individual de flores".

Al leerlo, Alysson no pudo evitar apretar sus labios con emoción.

—¿Saben qué es irónico?—Preguntó la docente Rosa, poniendo las manos tras la espalda y dedicándole una mirada pícara a los presentes.

Que una docente llamada "Rosa" sea una fanática de las flores y eduque sobre ellas —respondieron los 20 alumnos, casi al unísono, pero no precisamente emocionados. Aquella maestra disfrutaba bastante comenzar cada una de sus lecciones con la misma ocurrencia, tanto así que hasta el director (quien en varias ocasiones iba ahí para supervisarla) se la tenía bien memorizada. Por su parte, la señora Rosa simplemente les dedicaba una mirada divertida y un poco cínica, y se centraba en explicar el tema sin más miramientos.

>>Según nuestro itinerario, esta semana la dedicaremos completamente a avanzar con el proyecto personal de cada uno de ustedes. —Dicho eso, la señora Rosa señaló a los estudiantes con su marcador, en lo que caminaba con paso misterioso hasta la mesa que se hallaba a unos cuantos pasos de ella.

De pronto, las miradas atentas de los estudiantes se desviaron de la mujer y se posaron en unas cuantas macetas de plástico ubicadas en desorden sobre dicha mesa, cada una con una flor a medio crecer en su interior.

Marcie se puso de puntitas, pero Alisson solamente tuvo que inclinarse; y si bien no necesitó entornar demasiado la vista para percibir la suya, cuando lo hizo, no pudo evitar ser golpeada por una efímera oleada de orgullo que le calentó las mejillas.

Y no era para menos, pues entre la gran variedad de delicadas flores, había tres en específico que lograban resaltar: Dos rosas y un lirio morado. Las rosas pertenecían a Marcie y Alysson respectivamente y conseguían destacar debido a lo singular de su color anaranjado y lo sorprendente que había sido su crecimiento en el último mes; mientras que el descuidado lirio apenas se conseguía sostener por un marchito tallo, y pertenecía a Jessica...

Cuando ese nombre aterrizó en su mente, casi como reflejo, Alysson levantó el cuello y paseó su mirada por entre sus compañeros. Fue una precaución, pues pretendía asegurarse, con notorio alivio, que Jessica todavía no llegaba al invernadero, y posiblemente no lo haría.

Ya de por si resultaba fastidioso para la pelirroja tener que convivir con ella durante una asignatura entera. Sin embargo, para su suerte, Jéssica asistía a esa clase solamente como una obligación y no le ponía ganas en lo absoluto, siendo su lirio marchito una perfecta prueba de ello.

—Les he estado colocando trabajos e investigaciones con el único fin de que posean el conocimiento suficiente para mantener una responsabilidad tan grande como lo es cuidar de una flor. Regar todas las clases cuando apenas era una semilla es una cosa, pero ahora que están más grandes, necesitan mucho más de vuestra atención: Vigilar la tierra, suministrar las cantidades exactas de agua, entre otras cosas.

Bien al fondo del invernadero se alcanzó a escuchar un indiscreto bostezo. Justo entonces, la señora Rosa se colocó las manos en las caderas y lanzó una mirada inquisidora a todos los estudiantes.

—Podemos poner un ejemplo, si no están muy animados. A ver..., Karen. ¿Tu flor es la orquídea, verdad? —Karen levantó la vista de sus manos congeladas y quedó mirando fijamente a la maestra, con una expresión de sorpresa—. Leéle a la clase las dos primeras normas que encontraste sobre el cuidado de una orquídea.

—Esto... —Con manos temblorosas, Karen extrajo su cuaderno de su bolso y comenzó a buscar la página, mientras la señora Rosa y el resto de estudiantes la observaban de forma expectante—. P-Pasos básicos: Retira la planta de la maceta, elimina las raíces muertas o dañadas...

Y así, la maestra les fue preguntando a varios muchachos acerca de sus plantas. Luego, permitió que cada estudiante avanzara hasta la mesa, con una dosis medida de agua y regara su respectiva flor.

Alysson fue de las últimas en pasar, pero cuando lo hizo, se permitió recorrer con su dedo índice el tallo de su rosa. Cualquier otra persona hubiese acariciado los pétalos, pero la pelirroja simplemente quedaba fascinada al sentir las toscas puntas de las espinas contra su piel, asegurándose de no hacerse daño en el proceso. Una rosa sin duda resultaba interesante; tan peligrosa y hermosa, tienes que aceptar sus dos lados si pretendes poseerla.

—Recuerden que el profesor Méndez tuvo un accidente hace dos días y por lo tanto, el viernes de esta semana será reemplazada su clase por la de mía, aquí en botánica. El invernadero está siempre disponible para los que asistan a esta clase y quieran visitar a su planta, solo deben acudir al conserje o a mí y pedirnos un permiso especial —informó la docente.

Y precisamente esto era lo que Alysson hacía desde hace bastante rato. Ella aprovechó la actividad como un pretexto adicional para pasar sus tardes en un lugar diferente a los baños. ¿Tal vez por eso su rosa se veía ligeramente más viva? La pelirroja no era creyente en esas cosas, pero la posibilidad estaba ahí.

—Si lo creen necesario, también pueden traer implementos especiales para asistir a sus flores —continuó la señora Rosa, mientras pasaba por detrás de los alumnos; cual jefa supervisando el trabajo óptimo de sus trabajadores—. ¡Pero nada de tijeras! La última vez descubrí a un par de graciosos jugando a la peluquería en plena actividad...

Después de eso, sonó la campana del almuerzo y todos los estudiantes se dirigieron al comedor. Alisson eligió hacerle caso a las recomendaciones de la docente y continuó yendo con recurrencia al invernadero; siendo en una de estas veces cuando la suerte le falló y ella terminó encontrándose con Jessica.

Ocurrió un miércoles en la tarde, durante el recreo. La pelirroja recorrió, con cuaderno en mano, el pequeño tramo de piedras que la conduciría directamente hacia el invernadero. Su intención, además de conseguir un poco de privacidad, era la de terminar el dibujo a lápiz de su rosa en el que había estado trabajando durante dos días. El clima en el cielo era opaco —avecinando una tormenta—. Por ello, lo mejor sería acabar su boceto lo más rápido posible, si no quería quedarse encerrada junto a las plantas durante un diluvio.

Una vez frente a la entrada, se disponía a girar la manija; cuando alguien se le adelantó. Abriendo la puerta desde el interior con un solo manotazo, la desconocida pasó por delante de Alisson, golpeándole el hombro por accidente y casi haciéndole soltar el cuaderno. Rápidamente, la pelirroja recuperó el equilibrio y miró hacia un costado con la mandíbula apretada, pero se relajó al darse cuenta que la culpable del choque había sido su compañera: Marcie.

<<Pues vaya, ¡ella también anda con prisa! >>—Concluyó mentalmente Alisson. Acto seguido, y de manera extrovertida, tuvo la intención de saludarla. Sin embargo, antes de eso, la morena levantó la vista apenas unos segundos, mostrando así un rostro pálido que, a la par de sus ojos vidriosos, dejaba en evidencia que algo no andaba bien. Entonces, Alisson también se percató de como Marcie sujetaba con ímpetu su mano derecha, en la cual había... sangre.

Impactada y sin saber qué hacer, la pelirroja ahogó una exclamación y se quedó tiesa. Por su mente aún no se terminaba de procesar la situación que tenía delante.

—Lo siento... —Susurró Marcie, dándose la vuelta y emprendiendo el camino de regreso hacia el instituto.

Alisson la siguió con la mirada hasta verla desaparecer en la distancia, y solo entonces reunió el valor para echar un vistazo al interior del invernadero; en busca de pistas que la ayudasen a comprender mejor lo que había presenciado.

Por las paredes transparentes del lugar no se filtraba ni el más mínimo rayo de sol, pero aún así le fue sencillo fijarse en la única persona que quedaba ahí dentro y se paseaba de un lado a otro: Jessica.

La asiática llevaba su cabello castaño recogido en una coleta alta y en sus orejas bailaban un par de coquetos pendientes rojos que combinaban a la perfección con el rojo de sus labios. No obstante, su look fue lo que menos llamó la atención de Alysson, pues enseguida distinguió también en sus manos unas afiladas tijeras.

No se lo pensó dos veces, y sacando a la luz su lado impulsivo, se adentró en aquel húmedo sitio y consiguió sujetar el brazo de Jessica (un segundo más, y la joven hubiese arremetido y cortado con éxito la delicada rosa anaranjada de Alisson).

—¿¡Qué demonios haces!? —Le preguntó Alisson, apretando con más fuerza la muñeca de su acompañante.

—¡Auch! —Se quejó Jessica, liberándose del agarre bruscamente y dando un paso hacia atrás. En el forcejeo, las tijeras cayeron sobre la mesa con un golpe sordo—. ¿Y eso qué demonios te importa? ¿No tienes gente con la que tirar en los baños a esta hora? Creo que vas tarde entonces... —Se burló, claramente descolocada. Su mirada buscaba las tijeras, pero la pelirroja fue más rápida y se las guardó en el bolsillo.

—Además de prohibidas, son peligrosas. ¿Pretendías cortar mi rosa, cierto...? —Exclamó Alisson, dándose cuenta en el último momento de el verdadero peso de aquellas palabras. Entonces, empezó a atar cabos—. Marcie..., ella tenía sangre en la mano. ¿Tú se lo hiciste?

Ante las acusaciones, los ojos de la asiática se cerraron en un gesto amenazador. Parecía lista para saltar e intentar recuperar sus tijeras en cualquier instante. Pese a ello, prefirió contestar entre dientes:

—¿Tu rosa? Espera..., ¿la de color naranja no era la rosa de Marcie? ¿¡De entre toda la vasta cantidad de flores que pudieron plantar, por qué trajeron dos similares!? —Sorprendentemente, Jessica parecía igual de confundida a Alisson—. Eso solo significa que esa maldita chica tiene un problema serio...

—¿Qué rayos andas murmurando? —Alisson avanzó un paso, y la asiática retrocedió. Ahora que no poseía las tijeras en su poder, su valentía se había reducido a la mitad—. Te lo advierto, empieza a explicar o iré directamente con el director.

Al escuchar la palabra director, Jessica enderezó la espalda, achantada, pero se esforzó por ocultarlo.

¿Acaso perder el favoritismo del director le generaba conflicto?

—Que una estudiante amenace a otra, teniendo un arma cortopunzante en su bolsillo, me parece un acto muchísimo más grave —tentó la castaña, aún a sabiendas de que la balanza no se inclinaba precisamente a su favor esta vez—. Además, si no es obvio a estas alturas, yo no pretendía cortar tu preciada rosa. En su lugar, pretendía deshacerme de sus peligrosas espinas.

Viendo que la expresión de la pelirroja no perdía dureza, Jessica volvió a hablar. En su mente, resultaba inevitable comparar esa situación con estarle enseñando química a un perro.

—La maestra me obligó a venir a este desagradable invernadero por lo menos dos veces por semana, si no quería suspender. ¿Ahora lo ves? Simplemente quise encargarme de mi "hermoso lirio morado". —Entonces, su rostro cambió—. Pero cuando entré, descubrí a Marcie pinchándose los dedos con las espinas de tu rosa.

Alisson abrió la boca, aquello la había agarrado desprevenida.

—Pues lógico. Cuando agarras alguna flor con espinas, lo más común es que por accidente...

—¡Por accidente, nada! ¿Tú entiendes cuando la gente te habla? —La interrumpió Jessica, poniendo los ojos en blanco—. ¡Literalmente sujetó la rosa y se estaba cortando la piel de la mano con ella, hasta el punto de sangrar! ¡Lo estaba haciendo a propósito! —La asiática señaló con arrogancia la superficie de la mesa, donde unas llamativas manchas de sangre armaban un rastro hasta el suelo, donde se perdían—. ¡Está chiflada! Incluso intenté cuestionarla, pero se escapó. Al principio, creí que se estaba lastimando con su propia rosa, pero al escuchar que es, en realidad, la tuya; ya no tengo idea de qué pensar.

De repente, Alisson fue olvidando su cólera poco a poco. ¿Acaso podía fiarse de las palabras de Jessica? Probablemente no. Ella seguía siendo la misma chica egoísta que molestaba a muchos estudiantes, incluido Jordan. Sin embargo, tampoco podía hacerse de la vista gorda ante las pruebas.

Un gesto bastante característico de los humanos al hallarse en una situación de peligro es, ante todo, intentar encontrar ayuda de alguien, cualquier persona. Pensando así, si la castaña en verdad hubiese atacado con las tijeras a Marcie, ella —a pesar de ser tímida—, sin duda, hubiera recurrido a Alisson en busca de auxilio, nada más tenerla en frente. Mientras que, en su lugar, decidió actuar al contrario, como alguien que desesperadamente planea escapar cuando se le acusa de robo..., o sea, huyendo, tratando de llamar lo menos posible la atención y escondiéndose.

—Escucha, eres libre de creer o no. En verdad, me es indiferente. —Ante el inminente silencio que se plantó entre las dos, Jessica decidió volver a hablar. Acto seguido, colocó un mechón de su cabello tras su oreja, con expresión insolente—. Cumplí con decirte lo que iba a hacer. Ahora, si me disculpas, necesito cortar las hojas secas de mi lirio y reunirme con Lola antes de que se termine el recreo. Si fueses tan amable... —Abrió la palma de su mano. Evidentemente, exigía sus tijeras de vuelta.

No obstante, tras dudas un poco; Alisson ignoró a su compañera y empezó a caminar hasta su rosa, a la cual alzó con sumo cuidado y colocó encima de otra mesa esquinera. Aquel rincón era ideal, y más para ella, que quería concentración para dibujar.

—Como dije, las tijeras están prohibidas aquí dentro. La señora Rosa lo advirtió en la última clase. Pero como no asististe..., tal parece que tendrás que apañártelas sin ellas —informó con malicia Alisson. En parte para seguir las reglas, y en parte como venganza indirecta contra la asiática.

Esta última cerró nuevamente su palma —visiblemente irritada—, y avanzó con paso firme hacia la salida del invernadero, no sin antes detenerse y mirar por encima de su hombro.

—Bien, como quieras. Iré con el jardinero y veré si tiene algo que me sea útil. Te dejaré sola..., ya sabes, como lo hace todo el instituto. —Y dicho eso, abandonó el lugar dando un portazo.

Pero Alisson no le dio demasiada atención a su comentario. En vez, su mente se mantenía dando vueltas al mismo nombre: Marcie...

¿Realmente se estaba lastimando? ¿Sería acaso un malentendido, o algo más?

→←

Cada quien lidia con el dolor a su manera.

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