Capítulo 8; Roseone.
Sakura Haruno tuvo un sueño una vez.
En el sueño ella moría.
En una cama de hospital, en silencio, dormida, tranquila. Tenía nueve años cuando sonó aquello por primera vez, y no tardó mucho en decírselo a ella.
—Este sueño es importante —había dicho Kaguya, mientras hacía una pequeña mueca—. ¿Sakura?
—¿S-sí, Kaguya-hime?
—¿Recuerdas cuando soñaste con aquel halcón enjaulado? —la pelirosa le observó en silencio, casi sin recordar bien, pero asintió—. En el sueño, tú tomabas aquel halcón en tus manos y lo dejabas volar. ¿No es cierto?
—S-sí.
—Es parecido —dijo la peliblanca—. En el sueño del halcón te sentías apresada, y decidiste ya no estarlo más, así que hiciste las cosas por tu cuenta por primera vez y volaste lejos. En este sueño tienes miedo a morir, pero aceptas que es algo que todos padeceremos algún día y por eso quieres una muerte tranquila. ¿No es verdad?
—Oh. ¡Kaguya-hime es muy inteligente! —la niña de nueve años estiró sus brazos con una sonrisa—. ¡Espero convertirme en una mujer tan inteligente como Kaguya-hime!
—Mi querida Sakura —la peliblanca removió algunos mechones del cabello castaño y besó su frente—. Sólo hace falta que seas una mujer inteligente, no te pongas tales límites. Algún día llegarás a ser más que yo, mi pequeño roseone.
Siempre al final de su sueño, no importando como muriera al principio, Sakura se paraba frente a su tumba, veía a su familia dejar flores en su lápida y se quedaba en silencio. Su madre solo se reía sobre su tumba, su padre la despreciaba en el más allá, y Hizashi Haruno solo la miraba con rencor. Mei... ella solo le recordaba que era su culpa, todo era su culpa. Siempre fue su culpa.
Aquel sueño nunca dejó de perseguirla.
A medida que iba creciendo aquel sueño se convertía en una pesadilla, ya no temía más miedo a morir, temía ser reemplazada. Incluso siendo grande soñaba con ello, con Sarada parada frente a su tumba, sin decir nada, solo murmurando, ni siquiera lloraba, porque ella lo sabía, jamás fue una madre realmente ejemplar y aunque lo sintiera en sus últimos momentos le falló la verdad. Le aterraba la idea.
Su participación como roseone bajo el ala de Danzo, su abuelo paterno, le había dado un nuevo poder que sorprendentemente nunca había esperado. Aunque por la preocupación de éste y su madre prefirieron darle misiones de franco, también la entrenaron en otros campos, incluyendo la obsesión de su madre porque ella fuera la mujer perfecta y un arma útil al mismo tiempo. Sin embargo, admitía que le gustaba estar desde lejos, observar su presa en silencio y luego matarla sin que se lo esperara, había un poder lujurioso en eso.
Saber que mientras una persona caminaba tranquilamente por la vida, ella desde miles de metros de altura podía simplemente matar y acabar a aquella persona... arrebatarle sus sueños con un parpadeo como ella había tenido que sufrir siempre... Era un poder incomparable.
Se había retirado entonces cuando quedó en embarazo, y cuando se dio cuenta de la leucemia, y volvió también meses antes de morir. ¿Por qué? Porque sabía que no le quedaba mucho tiempo, el cáncer la agotaba a montones y estaría muerta cuando antes, pero... los arrastraría a ellos con ella.
En últimas, su sueño se había vuelto más tranquilo. Una cama de hospital -que a lo mejor se debía al cáncer del que le habían informado cuando se dio cuenta que estaba embarazada de Sarada-, flores a un lado y a ella durmiéndose, y luego nada más que árboles de cerezo, como al principio. Una muerte indolora, fascinante. Muy diferente a todo lo que alguna vez creyó.
Sarada, la hija de Sakura Haruno, se quedaba en silencio mientras miraba a su padre. Ella siempre decía que al menos moriría en una cama de hospital, rodeada de flores y en tranquilidad, como en aquel lindo sueño. Así fue.
Entonces... ¿por qué había una persona portando su mascára, ropa, armas y hasta su nombre clave?
—Mi señora —Kaguya se giró a mirar a la pelirosa—. ¿Por qué estamos visitando esta tumba?
En el epitafio decía:
Una vez sueñas, una vez cumples lo que sueñas, pero lo único inevitable es la muerte.
Sakura Haruno.
La chica rosa.
—Es de una familiar, ... —respondió, volviendo la vista a la lápida—, Mi querida Sakura.
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La vida de Naruto y Sasuke va de bien en mejor, o al menos eso pensaban hasta que en medio de los cerezos reconozcan a una persona que creyeron muerta por mucho tiempo.
Ver a "roseone" no solo los dejará con un mal de estomágo y un sabor agrio en la boca que los pone alerta. Pero... ¿qué acaso Sakura no había muerto? ¿No fue así?
¿O hay alguien más tras la mascára de aquella asesina pelirosa?
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Naruto se sentó a un lado de Sasuke en el parque cuando Boruto volvió a casa de los Sannin porque tenía que ayudar a Mitsuki a arreglar todo. Sarada se había ido junto a Takeshi a su nuevo hogar, y ahora estaban solo ellos dos, mirándose, uno al lado del otro.
—Es relajante —confesó Sasuke, con sus manos sobre sus rodillas y mirando de vez en cuando el parque lleno de árboles de cerezo—, muy rosa para mi gusto, pero es algo bastante lindo de ver.
—¿Sí, verdad? A mí me encanta —comentó Naruto, mirando hacia el cielo—, me recuerda a mi madre. Ella siempre me traía aquí cuando era pequeño, ya casi no venimos, pero amo este lugar.
—Lo extraño —susurró Sasuke, entonces, haciendo que Naruto lo mirara con tristeza. Se refería a su padre o a Shisui, Naruto no podía estar seguro, pero debido a la mirada que le dedicó supo que en ese instante se refería al mayor.
—Sí, yo también-ttebayo —le medio sonrió y abrazó enseguida, escondiendo su rostro en el cuello del mayor. Éste acarició su cabeza y besó la coronilla de sus dorados cabellos. Aquel lugar le generaba nostalgia, por alguna razón—. Recuerdo que... me decía que te casarías conmigo cuando éramos pequeños, que solo esperara a que tú te dieras cuenta de eso.
—Y yo decía que eso era una completa locura —ambos rieron—. Él tenía razón... en todo sobre ti.
Naruto alzó la mirada.
—Siempre fuiste tú —sonrió Sasuke, haciendo que Naruto sonriera también.
—También siento lo mismo —resolvió Naruto, sonriendo como solía hacer siempre, estirando su pulgar hacia arriba y cerrando los ojos. Sasuke, como siempre, lo observó en silencio, cegado por el brillo que aquel sol desprendía mientras dejaba que una pequeña sonrisa se apoderara de su rostro—. Nee, Sasuke. ¿Por qué no damos un paseo por ahí-ttebayo? Últimamente no hemos tenido tiempo para los dos.
—Deberíamos ir a ver películas y hacer algo más romántico. ¿No crees? —Naruto entrecerró los ojos.
—Cualquier cosa que incluya cama contigo termina en otra cosa-ttebayo —hizo un puchero.
—Actúas como si fuéramos unos adolescentes —Sasuke rodó los ojos—. Naruto, súperalo, vamos hacia los cincuenta.
—¡Ja! Si aquí el único viejo eres tú-ttebayo! —Al azabache le tembló la ceja—. Yo todavía estoy en la flor de mi juventud, teme.
—Usuratonkashi —Sasuke sonrió, y miró entonces a su esposo. Aunque la sonrisa de Naruto desapareció enseguida, preocupándolo. Naruto estaba pasmado, aquello que sus ojos veían... No podía ser simplemente cierto—. ¿Pasa algo? Estás pálido, parece que hubieras visto un fantasma.
Naruto hubiera reído si la estupefacción lo hubiera permitido. Sí había visto un fantasma, más solo le señaló hacia atrás, haciendo que se girara a ver, notando enseguida el cabello rosado ondeando tras la mascára de Roseone, haciendo que frunciera el ceño. ¿Roseone? Pero Sakura estaba muerta, era imposible... ¿No? Enseguida miró a Naruto y lo empujó hasta hacerlo caer de la banca, notando como un segundo personaje enfundaba su fukiya (cerbatana) y la apuntaba hacia el rubio.
—Naruto...
—Sí...
—Corre —dijo, mientras sacaba de su bota un kunai de debajo de su cinturón y lo empuñaba, con la vista fija en el hombre enmascarado. El rubio solo parpadeó.
—Sí-ttebayo.
Sasuke apretó la mandíbula, maldiciendo a Gaara por ser tan lento en su misión.
Temari se removió algo incómoda. Ella solía dormir de lado izquierdo pero gracias a que la herida de bala en este mismo brazo le dolía lo suficiente como para no querer dormir así, debía aguantarse, aunque en la posición en la que estaba no conseguía dormir tampoco. Se puso el brazo derecho sobre los ojos y soltó un bufido antes de incorporarse, sentándose en la cama con el brazo flexionado y la otra mano agarrando con fuerza las mantas, miró hacia el lado contrario de la cama donde reposaba su esposo y se quedó en silencio.
Habían pasado por tantas cosas... Su mirada se oscureció y miró hacia el lado donde en la mesita de noche, su teléfono estaba iluminado, así que se estiró y lo tomó. Se quedó en silencio en lo que entraba en WhatsApp y luego ahogó un jadeo, cubriéndose la boca con la mano.
El teléfono cayó en la colcha.
Uchiha♡: Roseone está viva. 10:00 pm.
Uchiha♡: Dile a Gaara que....
—¿Tema? —Shikamaru abrió los ojos, se giró a ver a su esposa, y se incorporó al verla con los ojos bien abiertos—. ¿Pasó algo? ¿Estás bien? —preguntó. Ella sin embargo solo se quedó en silencio, y su mirada se dirigía hacia su teléfono.
—Ella... es imposible —susurró un par de incoherencias antes de girarse a ver a Shikamaru, quien no entendía para nada lo que estaba sucediendo—. Vieron a roseone —dijo ella entonces. La cara del pelilargo fue un poema.
—¿Qué?
—Roseone y Tobi atacaron a Sasuke y Naruto —volvió a decir, más lento, pero no menos asustada. Era que su cabeza no maquinaba lo suficiente para entender qué había pasado, el Uchiha no diría eso porque sí, y luego estaba el asunto de Gaara, miró su móvil—. ¿Por qué es eso posible?
—¿Tobi?
Temari le observó y se quedó en silencio. Mierda, se había delatado de alguna forma, así que tomó enseguida el teléfono y marcó el número de su hermano doncel, con la esperanza de que estuviera en vela y lo escuchara. Timbró tres veces antes de que cantara aleluya cuando contestó.
—Gaara.
—Temari —la voz adormilada del otro se oyó rasposa y confundida—. ¿Qué pasa? No sueles escribir a estas horas, sabes que a esta hora todos aquí estamos dormidos porque debemos madrugar muy temprano. ¿Pasó algo?
—Gaara —le dijo entonces todo lo que había dicho el Uchiha, bien, quizá no todo pero lo suficiente para que el pelirrojo se lo figurara y finalmente miró a Shikamaru—. Te encargo esto, nos vemos.
Se escuchó a Gaara tragar pesado y luego un suspiro, susurrando un pequeño Está bien, Temari luego de colgar se abrazó como pudo a Shikamaru y le dijo que cuando fuera el momento le explicaría que era lo que sucedía más a fondo.
El pelilargo decidió solo confiar en su esposa y no darle más vueltas al asunto.
Madara se irguió luego de ver al enmascarado entrar por la puerta de su nuevo despacho, seguido de una pelirosa con mascára blanca y franjas rosas. Ambos se quedaron viéndose en silencio, por alguna razón desconocía la persona que estaba detrás de aquella mascára y le daba ciertamente muy mala espina, sus ojos se veían como los de un zombi siempre. Sin vida.
—Tobi completó su misión —dijo el enmascarado, hablando de sí mismo en tercera persona, con una voz cantarina y bastante irritante, consiguiendo instantaneamente la atención del anciano y por consiguiente, romper la tensión que comenzaba a tornar frío el ambiente—. Tobi está feliz.
—Muy bien —Madara carraspeó y su mirada se dirijo hacia la mujer nuevamente—, retírate Tobi.
—Ow —el pelinegro enmascarado fingió estar decaído. En el fondo no presentía nada malo dejando a su abuelo solo, pero no le quedó de otra—, Tobi se retira. Adiós, amiga de Tobi, adiós sensei de Tobi —una vez que salió, su único ojo visible se endureció y miró en silencio aquel oscuro pasillo. Tobi estaba preparado para matar a quien se entrometiera en su misión.
Aunque su misión anterior hubiera implicado lastimar a Naruto-kun, algún día el rubio lo entendería, él sabía que lo haría. Madara se cruzó de brazos y miró de arriba abajo a la pelirosa.
—Heriste a Sasuke Uchiha —dijo inquisitivamente. La mujer no se inmutó siquiera, sus ojos se mantuvieron fijos en él. Madara apretó levemente los músculos de la mandíbula—, tú fuiste quien le disparó cuando estaba con Temari. Dos balas usaste aquella vez, una en el brazo de la rubia, y una en el abdomen del Uchiha.
—Fueron las órdenes de mi señora —fue la escueta respuesta de la pelirosa. Aquella información hizo tensar a Madara, pero lo supo ocultar.
—¿Le eres fiel a tu señora?
—Y sólo a mi señora —refutó. Madara le miró divertido, aunque la sonrisa no llegaba hasta sus ojos. Aquella era una marioneta—. ¿Necesita algo de mí, señor? —preguntó con un tono más calmado—. ¿O puedo retirarme ya?
—Ya que lo mencionas —Madara se inclinó hacia adelante, dejando sobre la mesa una bolsa llena de yenes—. Necesito un pequeño favor.
La pelirosa asintió con la cabeza, dispuesta a escuchar.
-A la mañana siguiente-
Takahiro se quedó en silencio mientras miraba aquel colegio, según le habían dicho, se reuniría con su tío ahí, pero no lo veía. Giró su rostro un par de veces antes de encontrarlo, levantó la mano para que supiera donde estaba y éste se acercó a él, tenía una peluca negra y unos pupilentes del mismo color.
—¿Qué estás haciendo? —lo miró mosqueado. Incluso su ropa no parecía ser la habitual.
—En este colegio estudia mi hija —respondió, mientras miraba por encima de él hacia la calle y luego hacia los lados—. Ella no debe saber que estamos conectados, nadie en realidad.
Takahiro rodó los ojos.
—¿Entonces por qué me citaste aquí? ¿Es que eres tonto? —se quejó, mientras veía pasar a un chico de cabellos negros y ojos azules junto a un rubio de ojos negros. Su corazón se detuvo mientras observaba al doncel, quien iba sonriendo y extendiendo sus manos a medida que hablaba. Qué lindo. Sacudió la cabeza cuando vio a donde iban sus pensamientos y miró a su tío—. ¿Y bien?
—Ya, ya, no tenía con quien dejarla y tenía que traerla a la escuela —bufó—. ¿Tú qué?
—¿Yo qué de qué?
Su tío -ahora pelinegro- suspiró.
—Ven, vamos a la casa de tu abuela. Ella está ansiosa por verte —dijo, rodando los ojos y lo miró sospechosamente—. ¿Has sabido algo de los Uchiha?
—¿De los Uchiha? —el ojinegro asintió—. No, nada en especial. ¿Por qué la pregunta?
El otro se encogió de hombros y ambos caminaron en silencio hacia el auto de su tío.
—¿Cómo quieres pasar desapercibido con un auto como este? —se quejó, mientras pasaban de lado. El pelinegro mayor solo rió y siguieron.
—Oí que Izuna está embarazado.
—Ah, sí. Me alegro por él, le hacía falta. Quizá un hijo le haga perder esa seriedad carácteristica —comentó, sin darse cuenta que unos ojos color ébano le miraban desde un par de metros, donde un veinteañero se ataba una coleta alta—. ¿Tobirama-san lo sabe?
—Tobirama está muerto —dijo, a secas—. Así como Hashirama-sama.
—Me parece bien.
El otro le miró horrorizado y él se detuvo.
—¡¿QUÉ ESTÁN QUÉ?! —Sentía que iba a desmayarse.
Mientras tanto, el pelinegro frunció el ceño y siguió su camino hacia la universidad. Aquel chico pelinegro de ojos verdes se le hacía conocido, sabía que sí, de alguna forma. Shikadai negó con la cabeza un rato después cuando se encontró en el campus. Era hora de actuar.
Ayame se inclinó a mirar por la ventana, otra vez una sombra se erguía desde donde ella había sentido una mirada, haciéndola fruncir el ceño. Sin embargo, la voz de su profesora indicando el termino de las clases la alertó suficiente para ir a buscar a sus hermanos. Los gemelos y ella solían esperar a que su hermano Sora los recogieran o que saliera Hikari para ir todos juntos. En ese momento fue la segunda, apenas llegó, vio a sus hermanos hablar entre ellos pero se volteó de nuevo hacia atrás. Aquella sensación de estar siendo observada no le pasaba por alto en ningún momento.
—Oigan —los saludó entonces, los gemelos se giraron para verla—. ¡Katsu! —les tiró una arcilla, haciendo que los dos se erizarán cuando esta pequeña estatuilla de pólvora explotó inocentemente. Diablos, es que era igual que Deidara.
Ayame dejó entonces de sentir aquella mirada y sonrió inocentemente al ver la mirada seria de Akihiko. Daiki estaba más concentrado en apagar el fuego de su camisa.
—¿Pasa algo? —preguntó el rubio, haciendo que la menor parpadeara confundida.
—N-no, e... estoy bien. ¡Hmp! —se cruzó de brazos y sonrió, mientras agitaba sus dos coletas rubias con ahínco—. ¿Qué hay de ustedes, ah? ¿Cómo les fue?
—Bien —Akihiko, por supuesto, no le creyó y siguió observándola en silencio, hasta el punto en que la incomodó. Daiki siguió hablando—. Todo fue bastante bien, incluso sacamos dieces en español. ¿Puedes creerlo? Bah, y papá nos dijo que no tomaramos la clase porque sería más díficil que el inglés y el francés-tteba —Ayame se hizo a un lado del pelinegro mientras lo oía monologar. Más Akihiko no se movió y contrario a eso, dirigió su vista hacia atrás.
Esa persona...
—¡Atención a todos los residentes de el colegio —la voz de Iruka-sensei se escuchó por los parlantes de toda la escuela—, el día de mañana no habrá clases debido a un accidente en el laboratorio de química! Por favor, evacúen el edificio rápido y compartan la información a los faltantes. ¡Sayonara!
Akihiko volvió su vista a sus hermanos, quienes estaban estupefactos pero emocionados por no tener clases. Algo olía mal y no eran las bombas de Ayame, el rubio decidió llamar y esperar a Sora en su punto de encuentro.
—¡Sora-kun!
Una rubia voluptuosa de 18 años se encontraba agitando fervientemente su mano mientras le hacía señas al varón pelinegro de ojos azules que estaba sin camisa, sacudiéndose el sudor luego del partido. Éste se giró a ver a su novia con una sonrisa de medio lado mientras le enseñaba los pulgares. Habían ganado el torneo aunque había sido díficil. La rubia saltó la valla y se lanzó a besarlo.
—Sora-kun, estoy feliz —dijo ella, apenas el azabache la bajó—. Felicidades por tu logro.
—Muchas gracias, Yuki —Sora desvió la mirada hacia sus compañeros, donde logró ver a aquella persona viéndole fijamente y se sintió algo confundido por la mirada molesta, pero ésto terminó cuando sintió nuevamente los húmedos labios de su famosa novia besándolo—. Hm, Yuki, sabes que no me gusta que hagas eso en público-datte. Es vergonzoso —susurró, mientras se rascaba la mejilla incómodo. Aquella mirada lo había puesto nervioso.
Yuki se separó y frunció los labios hacia abajo fingiendo un puchero.
—Sora-kun, eres malo —se quejó ella, chillando brevemente mientras lo miraba a los ojos—. ¿Vendrás a casa conmigo? Mis papás salieron de viaje, y me preguntaba si...
—¡Ey, Sora! —Shikadai gritó, haciendo que la rubia detuviera su movimiento maestro y el azabache se detuviera a verle—. Olvidaste esto —le lanzó la camiseta, cayendo sobre la cabeza del ojiazul. El Nara solo miró por unos segundos a la novia del varón Uchiha, antes de reír brevemente. Aún estaba molesto por no poder hacerle morder el polvo a aquel estúpido en la cancha.
—¡Teme! —gritó Sora enojado, mientras se quitaba la camiseta de la cara—. ¡Ten más respeto-datte! Las cosas se entregan en la mano, tsk.
—Hmp, como si merecieras mi respeto —Shikadai le pasó por el lado, apenas mirándolo de reojo, dejando a Sora confundido por su repentino cambio de actitud—. Oh, Yuki. No te había visto.
—¡Haaa! ¡A eso me refería con el respeto-datteba! —Sora se puso en frente de Shikadai, con su camiseta en manos y el ceño fruncido. El pelilargo solo arqueó la ceja y bajó su mirada al abdomen sudado del varón.
—Tienes algo justo aquí —le dijo, pinchándolo con el dedo, haciendo que el azabache volteara a ver hacia abajo. Luego de eso, Shikadai le propinó un golpe en la nuca—. Estúpido —escupió, sin mirarlos de nuevo, para irse del campus.
Sora frunció el ceño y estuvo a punto de irse detrás cuando la mano suave de la rubia lo detuvo, enrrollándose en su muñeca, él abrió grande los ojos y miró a Yuki.
—Ah... Gomen-ne, Yuki. Es que... ese idiota, ¿qué se cree para saludarte así-datte? Debería tener más respeto, eres una señorita y... Y —parpadeó—, ¿qué estás haciendo? —susurró abochornado cuando sintió la mano fría de su novia en su abdomen.
—Comprobaba que tuvieras algo aquí —dijo ella, a lo que él dijo Basta, solo lo dijo por molestar, más ella lo miró a los ojos—, pero es sólo un rasguño.
—¿Eh? ¿Un rasguño? —comprobó con sus propios ojos entonces y parpadeó—. Ah, debió ser cuando...
Sus mejillas enrojecieron.
—¿Cuando? —preguntó Yuki confundida, Sora negó con la cabeza.
—Me golpeé en el campus, no es nada. Así que... Ir a tu casa, ¿ah? —Sonrió con picardía a su novia, consiguiendo que esta enrojeciera y asintiera nerviosa. Vaya, qué fácil es cambiar de tema con ella, hizo una mueca y luego se acercó, sosteniéndola de la cintura—. Por supuesto que —fue interrumpido por el sonido de su móvil—, dame un segundo —pidió, contestando—. ¿Moshi, moshi?
—Ven a recogernos, bastardo —escuchó la voz de Akihiko.
—¡¿A quién crees que llamas bastardo, bastardo?! —gruñó Sora, entonces repasando lo que dijo su hermano menor—. ¿Eh? ¿Qué no se iban a ir solos, qué cambió? ¿Pasó algo?
—Solo... ven por nosotros —dijo esta vez el rubio, haciendo que Sora se tensara por el temor detrás de aquella frase. Algo malo ocurría, era seguro. Miró entonces a Yuki con algo de tristeza.
—Ya, claro, entiendo —dijo—, iré enseguida. Voy a cambiarme y los recojo en veinte. ¿Okay?
—Bien —Akihiko colgó.
—¿Eh? ¿Pasa algo, Sora-kun? —preguntó la rubia, confundida por el repentino humor de su novio.
—Yo... Lo siento mucho Yuki, no podré ir contigo a casa. Debo recoger a mis hermanos, parece que tuvieron un inconveniente —anunció entonces, y le dio un beso en la frente—. ¡Te veré mañana!
—¡Ah... sí! —La rubia se quedó en silencio viendo al varón azabache correr mientras ella se quedaba atrás y luego suspiró.
Maldición, siempre un paso detrás.
Sora no tardó más de los veinte minutos que mencionó en llegar al colegio donde estudiaban sus hermanos, allí los encontró en el estacionamiento. Notó a Akihiko y a Ayame muy raros, aunque el hecho de que Daiki se encontrara tan tranquilo lo calmó un poco, la sensación de que algo andaba mal no abandonó su cuerpo. Pronto sus hermanos subieron al auto y él se dedicó únicamente a conducir, aunque de vez en cuando observaba a través del espejo retrovisor a sus hermanos.
Akihiko en la ventana derecha no apartaba la mirada del frente, como si el asiento frente a él tuviera alguna especie de obra de arte llamativa, en la mitad Daiki iba dormido, con la baba cayendo sobre él mismo y su cabeza hacia atrás, mientras que Ayame en la otra ventana no apartaba la vista de afuera ni un segundo. Ambos se veían muy pensativos.
—¿Pasó algo hoy? —se aventuró a preguntar entonces.
—No tendremos clases mañana —Ayame respondió, a secas y sin mirarlo, lo cual ya era demasiada confirmación de que algo andaba mal—. Al parecer hubo un accidente en el lab.
—¿Oh, en serio? —miró de nuevo el espejo—. ¿No habrá sido una de tus explosiones, verdad?
—No he tenido nada que ver —dijo ella, mirándolo con seriedad por unos segundos antes de volver su vista a la ventana. Sora sintió el frío en las palabras de su hermana y se erizó.
—¿Y a ti, Aki?
—Ha sido un día absolutamente normal —comentó con tono aburrido, lo normal en él—. ¿Y el tuyo? ¿Cómo te ha ido con ese secreto que andas guardando, eh?
—¿Eh? —sus manos comenzaron a sudar—. ¿Qué... qué secreto?
Nuevamente salvado por la campana, su teléfono comenzó a sonar, haciendo que suspirara. Se detuvo cerca a la acera y contestó, era Yuki.
—¿Pasa algo, Yuki-chan?
—En las noticias —dijo ella, sorbiéndose la nariz—, Sora-kun. Alguien murió en el colegio de tus hermanos esta tarde.
Sora se tensó.
—Dicen que fue el asesino de princesas. ¿Habías oído de eso? —Sora miró de reojo a sus hermanos y se pasó una mano por el cabello—. Yo... ¿ya recogiste a Ayame?
—Sí... Sí, no te preocupes, estamos bien. Vamos camino a casa, gra-gracias por informarmelo, veré más cuando llegue. Yo... voy a colgar. Adiós, amor —no esperó que ella contestara más y cortó la llamada. Aún estaba en shock, tenía naúseas. Apoyó su cabeza contra el volante.
Ninguno dijo nada, ¿qué dirían? Había tres personas en sus mundos y una durmiendo como la bella durmiente, pero había algo en el ambiente... Se avecinaban los problemas.
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Probablemente estén como: OMFG Subió tres capítulos en un día y pues sí xdxdxd. ¿Qué les puedo decir? Hoy tuve tiempo y estaba súper inspirada, aprovechen xd. No sé si mañana pueda escribir aunque trataré, no les prometo nada. Tengo una cita médica y tengo nervios porque detesto -que digo, ODIO- los hospitales. Deseenme suerte.
Amnesia, fuera.
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