Capítulo 57; El viejo franco.
—No tiene caso que hablemos de esto —Sasuke se cruzó de brazos.
—Sasuke, como tu amiga debo hacerte entrar en razón, y como la madre de Shikadai también debo ponerte en tu lugar por tratar a nuestro hijo de esa forma —Temari lo miró fijamente con los brazos cruzados—. ¿No fuiste tú quien me dijo que debía aceptarlos? El pasado es... está atrás.
—Ni lo menciones —suspiró y se pasó las manos por el cabello, desesperado, mientras se tumbaba en el sillón del despacho donde se encontraban. Shikamaru no estaba en casa y era de vital importancia para Temari que no llegara hasta que ella lograra controlar a Sasuke—. Pero tú lo oíste, Temari. Él quiere llevarse a nue- ¿Qué dirá Gaara si lo escucha? —Okay, Sasuke estaba entrando en crisis. Temari respira, uno, dos, mátalo... ¡No! La rubia sacudió la cabeza.
—Sasuke, cálmate. ¿Sí? Creí que habían hablado y arreglado el malentendido —la rubia se sentó a su lado, y puso su mano sobre la del Uchiha, quien le miró preocupado—. Hay algo más que está perturbando tu cabeza, dime que es, quizá pueda ayudarte.
—Me conoces bien —Sonrió de lado y la rubia le vio con un pequeño sonrojo.
—Ese solía ser mi trabajo —Ambos se vieron con melancolía, hasta que Temari carraspeó—. En todo caso, somos amigos y conocerte es bueno, así me resulta más fácil ayudarte cuando tienes problemas —agregó lo último rápidamente cuando vislumbró aquella pesadez en los ojos ónix.
—Lamento no haber sido un buen...
—Descuida, Sasuke, no era nuestro destino estar juntos —apretó su mano con una sonrisa. Ella lo había perdonado hacía mucho tiempo, y creía que él lo había olvidado también. Creí que Naruto había borrado toda culpa que residiera en el corazón del azabache—. Supongo que debimos suponerlo cuando sucedió todo lo que pasó con Gaara.
—Sí —Sasuke entristeció al escuchar como nombraba a Gaara.
A veces la culpa le ganaba, él amaba a Gaara tanto como Gaara a él, pero la diferencia entre el amor de amigos al romántico que sentía el pelirrojo por él era abismal y terminó por romperlos cuando el menor se enteró que lo había engañado con su hermana en aquella época. Naruto estaría destrozado si alguna vez se atrevía a contarle, pero con el tiempo... había enterrado todo lo que tuviera que ver con los Sabaku No en el pasado y se había rehecho una nueva vida. Ni siquiera la aparición de Shikadai en sus vidas lo había afectado... hasta ahora.
—Él ya te perdonó —le dijo Temari al verlo pensativo. Sasuke solo la miró.
—¿Lo hizo de verdad? —Temari dudó entonces y Sasuke suspiró—. Sí, eso creí.
—Lo que sucedió no fue tu culpa, Sasuke —susurró.
—Todo fue mi culpa, Temari, aun lo que no fue mi culpa. Yo no debí lastimarlo... no debí haberle mentido, sabía que no podríamos casarnos y yo... Fui un tonto —admitió, bajando el rostro—. Lo lastimé de la peor forma posible.
—Claro, a mí también me hubiera dolido si me hubieras dejado en el altar, es decir —Temari hizo una mueca cuando Sasuke bajó la mirada, así que sobó su mano con las yemas de sus dedos—. Hey, piensa en el lado positivo de todo. Tú estás con Naruto y lo amas, él ama a Lee y está con él. Como todo tenía que ser —Sasuke la miró y ambos se quedaron en silencio, solo contemplando el uno al otro.
Aquella atracción... seguía siendo un problema entre ambos.
—He tomado mi decisión —Temari y Sasuke levantaron la mirada cuando el doncel los miró.
Temari se tensó y miró como Sasuke endureció sus facciones.
Maldición, casi lo había conseguido.
La pelirroja cayó al suelo tras el empujón que le propinó uno de sus siete atacantes enmascarados, escupiendo sangre enseguida y frunciendo el ceño, aunque le doliera la cabeza, su rostro seguía enrojeciendo debido a su furia. No eran Akatsukis, eso era obvio, pero no podía concentrarse lo suficiente entre las heridas y el dolor como para reconocer al menos un detalle pequeño que le explicara qué estaba haciendo ahí. Aunque se hacía una idea.
—Ni se te ocurra desmayarte, mujerzuela —el hombre la agarró prácticamente del cuero cabelludo y jaló su cabeza hacia atrás mientras se reía. Kushina tuvo que respirar fuerte para no gritarle—. Queremos divertirnos mucho tiempo más contigo —reía.
—No... soy una mujerzuela —masculló entre dientes, pues el dolor en sus costillas ya no le permitía moverse con normalidad. Debía tener al menos cuatro costillas rotas. Miró al hombre junto al resto de matones que Kaguya había enviado a ella cobardemente, sabía que no podría con ella y había enviado todos esos hombres para encargarse de ella.
—¡No me respondas, estúpida! —volvieron a golpearla en el estomágo haciendo que se doblara.
—Ya basta —un hombre con mascára y armadura de cabellos rubios cenizos interrumpió el siguiente golpe, y de inmediato vio a los hombres formarse cual ejército a la espera de las órdenes de su comandante en jefe, que supuso era aquel hombre—, Kaguya-sama la quiere viva.
Joder, sabía que todo había sido un plan de esa maldita arpía peliblanca y Kushina sabía también que debió haberla enfrentado también cuando pudo. Tch.
Todo era culpa de Sasuke.
En otro lugar lejano, el Uchiha había estallado, eso era algo que cualquiera podría haber notado con solo ver la forma en la que fruncía el ceño y sus pálidas facciones se entornaban con fuerza, parecía al borde de cometer un asesinato pero no lo hacía, únicamente por aquella mirada de su persona amada justo en frente de sí. Sí, lo amaba mucho, tanto como para perdonar todos sus errores y seguir adelante. Incluso pese a su abandono por aquellos años, y por todo.
—Hiro es mi hijo —Sasuke se relamió los labios, estaba realmente estresado por todo lo que estaba sucediendo y para rematar, no sabía por qué estaban hablando de eso justo ahora. El doncel lo miraba entre furioso y preocupado, poniéndolo todavía más nervioso—, y voy a defenderlo a toda costa, aunque tenga que perderte a ti y a todos en el proceso. ¿Lo entiendes, verdad? No voy a perder a mi hijo...
—No tienes que hacer esto —su voz se quebró y los ojos azules se dilataron brevemente por unos instantes que hicieron a Sasuke titubear—, por favor. No me hagas esto.
—Lo lamento, pero... Él es mi prioridad ahora, es tan pequeño y frágil, y realmente quiero que tenga una familia —susurró, con la voz rasposa y evitando sus ojos a toda costa—. Una de verdad, no... no lo que sea que se supone que tiene ahora.
Naruto se tensó al oírlo decir aquello.
¿Qué demonios significaba eso? ¿Qué era el fin?
—Supongo que esto... significa que sí aceptas ser mi novio después de todo —Shikadai se separó del azabache con una pequeña sonrisa. El de ojos azules le miró incrédulo y tan sonrojado como un tomate.
—Hm... ¿como cuando dices que dijiste que lo fuera-tteba? —Sora se cruzó de brazos.
—Hace dos segundos —respondió el Nara con una sonrisa, volviendo a abrazarlo por la cintura y consiguiendo que el menor descruzara los brazos—. ¿Entonces, sí, no o debo esperar, chico problemas?
Sora rió por lo bajo y lo acercó, abrazándolo por el cuello para volver a unir sus labios y asentir.
—Está bien, teme problemático-tteba.
—Dobe —Shikadai sonrió y Sora mordió levemente su labio, mientras se besaban con más intensidad—. Mendokusei, ahora tendré que explicarle a nuestro padre qu-
Sora sonrió y lo miró.
—¿Qué? —Shikadai lo miró confundido.
—Dijiste nuestro padre-tteba.
A Shikadai se le fue todo el color de la cara, entonces lo recobró y carraspeó.
—Bueno, hablo de Shikamaru, ya sabes que todo y... En fin, ¿te molesta? Cuando nos casemos mis padres serán tus padres y los tuyos los míos, y ya me enredé. ¿Puedes dejar de verme así? —Sora no paraba de sonreír y lo aterraba—. Por favor.
—Dijiste cuando nos casemos-tteba.
—Eres imposible —Shikadai suspiró y sonrió, mientras lo abrazaba más fuerte.
Ahora que por fin lo tenía, no quería soltarlo jamás.
Takahiro meneó la cabeza mientras veía todo a su alrededor. Se sentía extraño volver al país natal de su familia sin ser acosado o estar escondiéndose, aunque claro siempre debían mantener un perfil bajo como cualquier Uchiha normalmente, pero era... diferente. No lo escondían, era él simplemente, y Kankuro a su lado caminaba con una sonrisa. Shinki, por otro lado, estaba armando una marioneta mientras iba unos pasos más adelante.
—Allí —señaló Kankuro, y Takahiro volteó a ver.
Un doncel pelirrojo de ojos aguamarina sostenía un cartel que decía Familia Sabaku No, llevaba un gabán negro que le hacía resaltar aun más. El pelirrojo apenas los vio hizo una seña y esperó pacientemente que se acercaran, abrazando al más joven enseguida.
—Taka-chan, qué alegría tenerte de vuelta en Japón —Gaara sonrió al ver al pelinegro bien compuesto, se había preocupado cuando Kankuro le había dicho que no comía ni bebía nada últimamente—. ¿Cómo estuvo el vuelo? Hola Kankuro, Shinki —le sonrió al niño.
—Tío Gaara —saludó el menor con una sonrisa de lado.
—Hermano —Kankuro lo medio abrazó, y tras darle una pequeña barrida con la mirada a todo el aeropuerto—. ¿Qué les parece si vamos a casa para que podamos hablar con tranquilidad? —propuso.
—Hai —Shinki y Takahiro asintieron, el último meneando la cabeza al son de una canción imaginaria mientras que Shinki rodaba los ojos y miraba a Gaara con una sonrisa. Su tío doncel era realmente hermoso y digno de admirar.
Takahiro suspiró luego de revisar su teléfono.
Sería un día largo, y aún no lograba contactar a Kushina-sama.
—Entonces Kyu se movió a la izquierda y se veía igual que un hámster enojado y- ¡Boruto! ¿De qué te ríes? —Hikari hizo un tierno puchero y se cruzó de brazos cuando vio a su hermano mayor reírse, junto a sus hermanos—. ¡Ayame-neechan! Esperaba más apoyo de tu parte.
—¡Gomen-ne, Hika-chan! Pero es que me imaginé a un hámster enojado y... —Explotó, de la risa.
—No puedo. ¡Gin, haz que pare, por favor! —Le gritó a la pareja de su hermano mayor, y luego miró a los gemelos—. ¡Ustedes también-ttebane! No sean así. Hmp.
—Lo siento, Hikari —Akihiko solo mantenía una pequeña sonrisa, a diferencia de su hermano que se partía de la risa y por poco se tiraba al suelo, el rubio rodó los ojos—. Ignoralo. ¿Quieres?
—¡I...igual que un hámster enojado! —se reía Boruto mientras él y Daiki se sostenían los estomágos, junto a Ayame que reía un poco más controladamente. Mientras que Gin, Akihiko, Hikari se miraban entre ellos con gotitas de sudor en la cabeza—. ¡Es que... ella... y él... su cara! Pfft, jajajaja.
—¿Cómo fue que te enamoraste de él, hmp? —Akihiko miró a Gin, y éste solo le devolvió la vista con una sonrisa.
—Algún día lo sentirás y lo sabrás —aseguró el mayor.
—¡Qué va! —Ayame paró de reír para mirar a su tío y hermano—. ¡Él jamás se enamoraría!
—¡Ayame-chan! No seas molesta —la regañó Daiki—. Algún día encontrará su otro limón.
—Como los que te faltan a ti —hizo una seña a su pecho y rió, haciendo sonrojar al doncel.
—Ey, musulmana —Boruto interrumpió—, ¡no seas así con tu hermano-ttebasa!
—Ups, se ofendió la doncella —Ayame se burló levemente con una sonrisa.
Gin abrazó a su novio cuando vio que le saltó una vena en la frente.
—Me las pagarás, mocosa —la amenazó por lo bajo mientras entrecerraba los ojos.
Ayame le sacó la lengua.
—No puedes ser más molesta —se quejó Hikari.
—Sí puedo —respondió ella.
—Sí puede —respondieron los demás, al unísono.
—Ella es molesta hasta cuando no se lo propone —agregó Daiki y ambos se sacaron la lengua.
Los demás se dignaron a suspirar, sería un largo camino de la escuela a la casa.
—Minato-san.
El rubio levantó la mirada de su lectura del periódico en pleno descanso para ver a Kurama, haciendo que frunciera el ceño enseguida, y el pelirrojo se tensó. Bueno, la verdad era que el Uzumaki no esperaba que el mayor le recibiera con las manos abiertas debido a los sucesos anteriores pero eso no importaba. Estiró su mano, mostrándole un paquete.
—Isaka ha enviado esto a mi casa hace una hora, creo que usted debe ver esto —dijo, mientras bajaba la mirada. Tristemente conocía el contenido de aquel paquete pues su querido hermano se había encargado de que le llegara a él primero—. Pero tome asiento, puede ser difícil de ver.
Minato frunció el ceño y recibió el paquete, mientras arrugaba la nariz, se sentó y destapó el paquete con lentitud. Dejó caer la carpeta en el escritorio tras ver aquello y su boca se secó. Las fotografías quedaron regadas sobre la mesa y Kurama tuvo que apartar la vista para no volver a verlas.
—Kushina...
El mensaje de Isaka había sido claro: Tú eres el siguiente, las fotografías de Kushina siendo torturada y lastimada por aquellos hombres, seguidas de las fotografías de su estado actual eran demasiado esclarecedoras. Aunque quizá Isaka y sus nuevos amigos no se habían dado cuenta de algo.
Acababan de despertar al relámpago amarillo de Konoha.
—¿Cuál es la situación? —Madara alzó la mirada.
—Sigue viva —respondió Obito, a su lado, ambos se encontraban ocultos en una cueva—. Pero no estará de esa forma por mucho tiempo si no ideamos una forma de localizarla y sacarla de ahí. Los hombres de Hanzo no buscan solo lastimarla.
Madara apretó la mandíbula y empuñó las manos.
—No sé de qué forma, pero tienes que salvarla —se giró a ver a Obito—, o te arrancaré el otro ojo.
La amenaza de su abuelo fue suficiente para que Obito sintiera un escalofrío en su espina dorsal y asintiera repetidas veces. A veces se preguntaba qué pensaba Madara, parecía ser inmortal. Había pasado muchisimo tiempo, pero él seguía vivo, y siempre que le preguntaba decía que no moriría hasta que la lucha hubiera terminado y su familia estuviera a salvo.
—Minato estará destrozado —susurró, viendo al suelo. Él mismo no sabría como reaccionaría si alguna vez lastimaran a Rin.
—No... Estará furioso —Madara empuñó su arma y alzó el mentón—, y tendremos que prepararnos para lo peor, una guerra total. Lamentablemente lo supe entrenar muy bien...
Obito lo vio de reojo e hizo un mohín. No se imaginaba lo que sería capaz de hacer el señor Minato, sabía bien que detrás de esa actitud pasiva y alegre yacía un gran y temible dragón dormido. Y lamentablemente, ellos habían terminado por despertar a la bestia.
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Minato ha visto lo que esos hombres le hicieron a su dulce y amada esposa, y no titubeará ni un segundo en despertar al viejo franco que vive dentro de él. Hará que paguen por todo el dolor.
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—Eres débil, Minato —Madara lo veía desde arriba—. Te falta odio.
El rubio de ojos azules estaba en el suelo, lleno de raspones y moretones que dolían, mientras respiraba entrecortado debido al entrenamiento que llevaba con el padre de su mejor amigo. El mayor era un hombre realmente temerario y debía admitir que gracias a él había mejorado mucho, sin embargo, el proceso era realmente doloroso. Se limpió el sudor de la cara.
—¿Odio?
—Sí —El Uchiha se dio media vuelta—, odio. La segunda fuerza más potente del mundo.
—¿Segunda? —Minato tosió un poco cuando intentó levantarse y decidió dejarse caer sentado al suelo por unos minutos más—. ¿Cuál es la primera? Hmp.
—Hmp —Madara sonrió de lado y volteó a verlo, justo en ese momento, Hashirama iba caminando con su hermana Tsunade hacia el interior del recinto Uchiha. Minato se giró a ver a su madre y ladeó la cabeza—. La primera fuerza más potente del mundo, Minato, es el amor.
—¡Madara! —Hashirama sonrió mientras se acercaba y abrazaba a su enamorado, aunque cuando lo hizo vio a su sobrino lastimado y en el suelo, ocasionando que se apartara y con un gesto de aburrimiento golpeara a su pareja—. ¡Baka! Como se te ocurre asustar a Mina-chan de esa forma.
—Hashirama —Madara entrecerró los ojos, mientras el castaño lo abrazaba con cascadas en los ojos—. ¿Quieres dejarme? Estamos ocupados entrenando.
—¡Lo golpeaste! Baka —lo regañó el menor.
A Madara le saltó una ceja y miró fijamente a su pareja.
—¿Cómo quieres que le enseñe a defenderse sin ver la necesidad de hacerlo? Jamás aprenderá si no lo golpeo —le replicó, manteniendo su mandíbula apretada y aguantando las ganas de rodar los ojos. El menor le miró con el ceño fruncido y suspiró, mirando a Minato en el suelo—. Ya levantáte, crío.
—H-Hai —Minato se levantó enseguida e hizo una reverencia hacia el hermano de su abuela—. Gomen-ne, Hashirama-san. No es mi intención hacer que se enoje con Madara-sama, es mi culpa por faltarme odio.
—¿Faltarte odio? —Se burló Hashirama y miró de reojo a su esposo, quien solo se cruzó de brazos y rodó los ojos. Entonces el castaño se acercó al rubio con una sonrisa—. Mi querido Mina, el odio es la segunda fuerza más poderosa del mundo, pero la primera es el amor.
—¿Sí? Madara-sama dijo lo mismo. Hmp —Minato suspiró, mientras se limpiaba las migajas de suciedad sobre la ropa con algo de fastidio. Hashirama miró a su pareja con una sonrisa.
—Es por eso que quiero que sepas que... no te falta odio, cariño. Te hace falta alguien a quien amar, porque cuando amas, proteges y cuando proteges, te vuelves fuerte —aseguró Hashirama.
Tocaron la puerta y cuando Minato levantó la mirada pudo ver a la chica de cabellos rojos.
—¡Ku-Kushina! Sí viniste —Minato se soltó de Hashirama y corrió hacia la chica con una sonrisa, extendiendo sus manos hacia ella—. ¡Ven! Voy a presentarte a mi familia.
—Ha-Hai.
El jabanero rojo y el relámpago amarillo de Konoha eran la pareja que todos esperaban, el amor verdadero, puro y real.
—Kushina —Minato se limpió una lágrima traicionera de sus mejillas y endureció la mirada—. Te prometo que te voy a sacar de esta.
Sólo espera por mí.
—Bebé.
—No me hables ahora, por favor —Naruto estaba sentado en una banca del parque más cercano a la casa de los Nara, su rostro estaba compungido en una mueca de tristeza y tenía los brazos recogidos sobre su cabeza—. Vete de aquí.
—Oh, mi Naru, bebé. ¿Qué sucede? —se sentó al lado del rubio y puso su mano sobre la espalda arqueada del menor, en un intento de calmarlo, pero al verlo erizarse cual gato enfuruñado la apartó, no quería ver enojado a aquel doncel—. ¿Estás bien? ¿Sucedió algo con el Innombrable?
—Hm.
—Wow, debe ser grave desde que no me hayas dicho "Es Sasuke, no Innombrable" —murmuró, mientras se ponía una mano sobre el mentón, pensativo y Naruto solo soltó un bufido—. Cuéntame, bebé, soy todo oídos, quizá pueda ser de ayuda.
—¡Se acabó, Kuu-chan! —Naruto levantó rápidamente la mirada cristalina, por sus ojos se derramaban cientos de lágrimas, que hizo el corazón del pelirrojo detenerse—. ¡Está hecho! No hay vuelta atrás, todo... todo se aclaró por fin, y... él prefiere a Hiro.
Kurama se quedó en silencio. ¿Y quién demonios es Hiro?
—Oh, pues... Oh —entendió—. Oh, bebé —lo abrazó, debía ser duro saber que el amor de tu vida ahora amaba a otra persona, y considerando la adorable (y grande) familia Uchiha Namikaze el rubio debía estar totalmente destrozado, lo cual significaba que pronto sería libre y estaría para él cuando eso sucediera—. Shh, todo estará bien. No llores, no te preocupes... A veces la vida es así.
—Es que... es que no lo entiendo —se sorbió la nariz—, yo le di todo... Le di una familia, una posibilidad de ver a su hijo crecer y... y él lo tiró todo a la borda con solo dos palabras. ¡Fueron treinta y cinco años de nuestras vidas! ¿Qué le costaba simplemente... decirme que ya no...?
Naruto pronto dejó de hablar y se dedicó a hipar debido a sus constantes sollozos, mientras Kuramaba apretaba la mandíbula y se prometía que jamás permitiría que aquel estúpido Uchiha lastimara de nuevo a su Naruto, sosteniendo al menor entre sus brazos hasta que este se durmió en aquella banca.
Me las pagarás, Uchiha.
—Creí que habías dejado de tomar —Sarada se acercó a su padre.
El mayor solo la miró de reojo en aquel minibar del hotel donde alguna vez conoció a Sora, su último pensamiento haciéndolo sonreír con sorna, parecía ser que todo sería como aquella vez. Él le dejaría y él no iría detrás, bajó la mirada al trago que había terminado, antes de pedir otro con la mirada al barman. Sarada se sentó en la silla a su lado, a la expectativa.
—No sé que ocurrió —comenzó la pelinegra—, pero supongo que para haber vuelto a tomar debe haber sido realmente importante. Dejé a Rei con mi esposo, tengo toda la noche, desembucha.
Sasuke sonrió de lado.
—Tú sí que eres mi hija —aquella estampa Uchiha, aunque no corriera por sus venas, seguro que era algo que Sarada y sus lentes rojas siempre se encargarían de defender. Sarada, por otro lado, se removió algo incómoda pues aquello era algo duro de asimilar todavía, especialmente luego de haber conocido a su padre biológico. El barman sirvió la bebida a Sasuke y se ausentó tras el pedido de la pelinegra—. Pero no hay nada que contar, terminé todo lo que tenía que terminar en el trabajo y... acepté al bebé en la familia Uchiha.
—¿Bebé?
—Sí, desde ahora, no solo Rei será la única Uchiha bebé en la familia —Sasuke dio otro trago—. Hm, ¿jugo de tomate?
—Es una elección adecuada, deberías probarlo —sugirió Sarada y su padre solo asintió.
—Un jugo de tomate no sanará la herida que tiene este corazón —la miró—, tu padre una vez me hizo una pregunta. "¿Qué harás si caes, que harás si me engañas, y si luego no puedes decidir entre ellos o yo?" La verdad es que tenía razón cuando me lo preguntó. Algún día, él sabía que llegaría ese día.
—¿Ese día? —Sarada frunció los labios.
Sasuke se quedó mirando su trago en silencio.
—El día en que los escogiera a ellos por encima de todo —terminó de un sorbo todo el vaso de whiskey y se levantó, sacando varios billetes de cien y dejándolos sobre la mesa. Le dio un último vistazo a Sarada—. Salúdame a Takeshi y a Reiko. Hoy no volveré a dormir así que dile a tu padre que cuando quiera iniciar el proceso legal me busque en la oficina —afirmó lo último.
Sarada vio a su padre alejarse de aquel lugar, con un nudo en la garganta, al entender lo que había sucedido. ¿Cuándo? ¿En qué momento su padre había engañado a Naruto? ¿El bebé era suyo? ¿Por eso se divorciarían? Dio un trago fuerte y luego hizo una mueca. El jugo de tomate sabía horrendo cuando te acabas de cepillar.
Las cosas no estaban funcionando de este lado de la malla.
—Oh, así que por fin te tengo en persona —Kaguya levantó la mirada—. Kushina Uzumaki.
Los hombres que sujetaban al jabanero rojo hicieron que éste levantara la cabeza para que admirara a aquella mujer de cabellos blancos con ínfulas de emperatriz en aquel trono de madera dorada. Su rostro no estaba en las condiciones que solía estar, tenía el labio roto, un moratón en toda la mejilla y una pequeña herida en la otra mejilla.
—Kaguya —La peliblanca sonrió con satisfacción al oír aquella voz quebrada repleta de orgullo y odio.
—Así que has oído hablar de mí. Cosas buenas, espero —sonrió con gracia y se levantó de su trono. Kushina, en medio de la morfina que nublaba sus sentidos, pensó con ironía que aquella mujer debió haber practicado toda una vida comportarse como aquella persona que era actualmente—. Tenía muchas ansias de conocerte, dicen que eres igual de intensa y fuerte que Tsunade y Mito juntas pero... si te soy sincera, no te ves muy poderosa ahí... Arrodillada ante mis pies.
Kushina volteó los ojos.
—Dile a tus estúpidos lacayos que me suelten y verás lo que soy capaz de hacer-ttebane.
—Esa molesta muletilla, ugh, odio a los Uzumaki —la miró por encima del hombro, dándole la espalda—. Azótenla cada vez que mencione esa estúpida muletilla, y uno extra si dice palabras sucias.
—¡Hija de p-! ¡Ah! —Kushina se encogió al sentir aquel latigazo en su espalda—. Maldición, Minato, ¿dónde estás?
Susurró al aire, cerrando los ojos.
Por favor, encuéntrame.
—Dulzura.
—No me llames así —la mujer de cabellos rojos levantó la mirada con una sonrisa y recibió con un beso en la boca a su esposo—. ¿Cómo te fue en el trabajo, cariño?
—Bien, aunque ya sabes como es el ogro —se refería a Sasuke, suspiró y se sacó la chaqueta—. ¿Dónde está Keit? Creí que vendría a cenar.
—Oh, fue a hacer un trabajo con un compañero de sus clases, no te preocupes, estará aquí para la cena —respondió ella con una sonrisa, y volvió la vista a su computadora, captando la atención del albino—. ¿Qué? —agachó las gafas para verlo inquisitivamente. Él cruzó los brazos.
—¿Estás hackeando la NASA otra vez?
—Por supuesto que no, estoy hackeando el MIT —rodó los ojos y bajó de nuevo las gafas—, tienen información sobre los satélites rusos a nombre de Kaguya Otsutsuki. Al parecer tiene un muy buen contacto de la mafia rusa infiltrado en la yakuza.
Suigetsu levantó las cejas.
—De todo lo que dijiste solo entendí Kaguya y Otsutsuki —el albino se encogió de hombros y tomando una silla se sentó a un lado de su esposa—. ¿Cómo es que no supiéramos de esto antes? Es peligroso si la yakuza también está involucrado.
—Sui... Cariño, era bastante obvio. Por más poder que la familia Otsutsuki pudiera haber ganado al ser de la nobleza, no hay forma de que haya hecho tanto si no fuera parte de la yakuza —explicó lentamente, tratando de no golpearlo en el intento por su idiotez.
—Oh.
—¡Mamá, papá, ya llegué! —Escucharon a Keit entrar en el lugar y se miraron con una sonrisa.
Karin cerró la laptop y ambos se dieron vuelta para besarse suavemente.
—¡Iugh! No hagan eso aquí —gritó el joven cuando entró a la sala y ambos rieron.
La familia era más importante.
—Pareces feliz —Roseone se dio media vuelta, mientras veía como Natsu acomodaba la habitación donde se encontraba Shion. La peliblanca por otro lado solo las ignoraba.
—Pronto saldré de aquí y obtendré mi venganza de esa bruja Uzumaki —respondió ella.
—Yo no estaría tan segura —Natsu levantó la mirada y se tensó al oír la voz de Roseone, Shion también se giró a mirarla y frunció el ceño, dispuesta a preguntarle—. Tu hermana se ha encargado ya de ella.
Natsu cerró los ojos y suspiró. No quería que Shion enloqueciera, pero era claro que Roseone la odiaba con todo su corazón y no había forma de que pudiera controlar su terrible boca si se trataba de fastidiarle el día (y si fuera posible la vida) a la Otsutsuki menor, quien enseguida frunció el ceño al escucharla y soltó un gruñido de exasperación y molestia.
—Como sea, yo me voy —se acomodó el rifle en el hombro—, Kaguya-sama tiene trabajo para mí. Espero que te recuperes en cincuenta años, Shion, adiós Natsu.
—Maldita perra, ya verás como te bajo de esa nube —gruñó de nuevo la Otsutsuki, haciendo que Fubuki sonriera de lado dándole la espalda y saliendo de la habitación, dejando al demonio de ojos violetas con la peliverde, y encontrándose también con la princesa, Hannya. La reverenció.
—Hannya-san.
—Roseone —La pelinegra le vio en silencio de arriba abajo—. ¿Es hora de irnos?
—Así es, Kaguya-sama ha pedido que la escolte personalmente —dijo—. Parece que la guerra oficialmente está por terminar, pronto... la familia Uchiha se ahogará entre su propia sangre.
Hannya sonrió de lado y asinitó, mientras sujetaba su mascára en manos con fuerza.
Por fin, podría hacer sufrir al Uchiha mayor.
—Itachi. ¿Qué estás haciendo, hmp?
—Estoy revisando un expediente, cielo —respondió el hombre de coleta baja mientras bostezaba y daba un trago a su café—. ¿Sabías que Tom Jefferson fue quien mató a aquellas colegialas? Y yo que creía que todo eso había sido obra del asesino de princesas...
—¿Tom Jefferson?
—¿Hm? —Itachi levantó sus adormilados ojos hacia su rubio esposo—. Sí, es un hombre estadounidense que tiene contacto con la yakuza y la mafia rusa, algo así como un intermediario. Dicen que hay posibilidades de que trabaje para Kaguya, y quizá no sea su verdadero nombre. No hay mucho sobre él, en realidad.
Deidara se quedó en silencio un momento.
—Qué raro, recuerdo que Sasori una vez mencionó algo sobre Thomas Jefferson. ¿No será que son el mismo? —miró a su esposo, notando que éste estaba a punto de soltar una fuerte carcajada y frunció el ceño—. ¿Por qué te ríes, estúpido? Estoy hablando en serio. ¡Hmp!
—Thomas Jefferson —Repitió Itachi.
—Sí, dijo que era alguien importante en Estados Unidos. ¡Hmp!
Itachi no lo aguantó más y se rió fuertemente, al punto de casi lagrimear, haciendo que a su esposo le saltara una vena en la frente. ¿Qué le era tan gracioso al estúpido hermano de cacatúa? Sin embargo, cuando estuvo a punto de golpearlo con la chancla por reírse, sonó su teléfono.
—¿Hola? —Itachi dejó de reírse apenas contestó, sus facciones se tensaron y Deidara ladeó la cabeza al verlo—. ¿Sarada? ¿Qué sucede? —Deidara arrugó la nariz ante la mención de su sobrina—. ¿Qué? ¿Cómo que está borracho? ¿Qué sucedió? —Itachi se levantó de su puesto y miró a Deidara—. Claro, entiendo, calma. ¿Sí? Voy por ustedes, espera —colgó y miró a su esposo—. Parece que sucedió algo, Sasuke está borracho, iré por ellos. Por favor, no te muevas de aquí.
—Descuida, no lo haré —le intentó sonreír aunque ambos estaban igualmente preocupados. Itachi se agachó y le dio un beso en la frente como despedida antes de tomar su gabardina y salir del despacho. Deidara suspiró.
Sasuke. ¿Qué hiciste ahora?
—Gaara.
—¿Um? ¿Deidara? —El pelirrrojo frunció el ceño y dejó de leer para prestarle atención a la llamada, usualmente no esperaría una llamada de alguien como Deidara, lo que claro picó su curiosidad—. ¿Llamaste para disculparte?
—Mira, Uzumaki, no sé que demonios es lo que hiciste pero te juro que sí lastimaste a Sasuke o Naruto, la vas a pagar realmente muy caro esta vez. ¿Me escuchaste, maldito mapache?
Gaara parpadeó.
—¿De qué demonios estás hablando? —Inquirió—. No he hecho nada.
—¿No? —Deidara carraspeó—. ¡Estoy seguro que sí! No sé que demonios está sucediendo, pero tienes que estar involucrado.
—No sé de que hablas, en realidad, no tengo contacto con Sasu desde hace unas semanas —confesó, aunque aquello lo molestó un poco—. En todo caso, ni siquiera tengo que rendirte cuentas por cosas que no he hecho.
—¿Y si Naruto se enteró que Shikadai es su hijo?
Gaara se tensó. ¿Cómo demonios él lo sabía?
—¿Qué dices? —bufó—. Shikadai es hijo de Shikamaru. ¿Por qué tendría que afectarle?
—Ese chico tiene sangre Uchiha... y sabes bien quien dio a luz a aquel niño —agregó lo último en tono mordaz que hizo al pelirrojo apretar la mandíbula con fuerza. ¿Lo estaba amenazando acaso?—. Aunque quizá... a eso se deba todo. ¿No?
—No sé de que hablas —intentó colgar.
—No colgarás, Lee estará interesado en conocer la verdad —dijo el rubio—. Dime todo lo que sepas, y dejaré que todo quede oculto.
Gaara mordió su labio.
¿Todo lo que sé? Tomaría años y no terminaría nunca.
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