Capítulo 48; El verdadero rostro de Roseone.

—¿Sakura Haruno? —arqueó una ceja, mirándole frente a frente. La mujer que acudía a aquel nombre ese día solo se tensó y la miró lo más fría y determinada posible, mientras sonreía falsamente, como era común en la mujer a la que habían llamado. 

—La misma en carne y hueso —respondió, asintiendo y miró a la pelinegra tras de sí—. Ella es... Hinata Hyuuga, también está anotada conmigo, hemos venido ambas a... retirar nuestras cosas de aquí. Tomaremos un viaje largo.

La anciana las miró a ambas, achicando los ojos tras aquellas bifocales que le daban un toque de anciana bibliotecaria aterrador e intrigante. Era una mujer de baja estatura para completar.

—Muy bien —firmó los papeles y les entregó la llave del locker—. Señorita Hyuuga, Haruno, un placer hacer trabajos con ustedes. Espero verlas pronto.

—Muchas gracias —le dijo la pelirosa, mirando a la mujer a la que le pertenecía actualmente la mascára Hannya con una sonrisa, mientras le mostraba las llaves en sus manos. La princesa solo sonrió de medio lado y le guió hacia donde Kaguya les había indicado recoger las cosas—. Muy bien, hagamos esto rápido, tengo que volver a casa pronto y descansar —bostezó. 


Risas, escuchaba risas por todas partes. Podía ver las tres siluetas frente a sí, y al girar la cabeza un espejo frente suyo, mostrándole un niño de seis años recién cumplidos, de ojos aguamarina y cabellos negros. Frente suyo aquellas escaleras de la mansión Uchiha, y abajo, sus padres junto a su hermano de un año. 

Takahiro —su padre lo miró en silencio con una sonrisa calmada—, ven aquí con nosotros.

Ven aquí, ma belle enfant —le dijo su madre, con aquellos ojos aguamarina tranquilos como el mar que tanto anhelaba conocer, mientras cargaba a su hermanito y le extendía la mano. Bajó las escaleras lentamente, sintiendo que la gravedad lo atajaba en cada uno de sus pasos. El bebé tenía el cabello del color de su madre y los ojos del mismo color. 

La escena cambió, vio un niño de cabellos negros -claramente teñidos-, sujetos en una coleta alta, piel blanca y ojos aguamarina, vestido con una camiseta negra de mallas y una gran sonrisa. Sostenía la mano de una mujer rubia de ojos aguamarina y a un hombre que él desconocía, o al menos no recordaba bien. 

¡Hermano! —Gritó, cuando la imagen volvió a cambiar, mostrándole a su hermano junto a un hombre desconocido y un bebé en brazos envuelto en mantas. Casi reprochándole que él si había seguido con su vida, pese a ser menor.

Y pronto él estaba de nuevo en el olvido, solo, triste y con frío.

Al menos hasta que despertó.

Hacía mucho tiempo que no soñaba con sus padres y su hermano, aquello sin duda le había traído a su mañana un mal sabor de boca. No era que los odiara pero el sentimiento de tristeza que lo embargaba siempre que pensabe en ellos era imposible de quitar. Ahora que se enteraba que se había convertido en tío, deseó profundamente no haberse separado de su hermano jamás. 

—¿Estará feliz? —se preguntó a sí mismo, mientras miraba sus manos. Las cicatrices que tenían en éstas reflejaban lo que la vida había hecho con él—. ¿Qué se sentirá... dejar de ser un niño?

Bajó la mirada al suelo para buscar sus pantuflas, mientras pensaba que posiblemente Sasuke, Temari y Gin ya se hubieran enterado de lo sucedido. Así como su madre y su padre, miró sus manos de nuevo. ¿Cómo se sentirían al saber que eran abuelos? Supuso que estarían felices de que al menos uno de sus hijos tuviera una vida normal.

Y se sentirían tristes porque uno de sus hijos no la tenía.  

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La mujer misteriosa ha sido revelada.

Pero un nuevo caso se ha abierto para el abogado. 

¿Será capaz su esposo de soportar la presión que se ha impuesto en su familia?

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—¿Qué haremos entonces? —Gaara miraba en silencio la pintura.

Un pelirrojo, dos pelinegros en la mitad y una rubia estaban dando un paseo por central park en aquella pintura, mientras daban un paseo que simulaba ser una cita doble por el museo. Lamentablemente para Gaara, a su lado estaba Sai Shimura, mirando la misma pintura con su sonrisa plástica, mientras que Sasuke y Temari se encontraban del otro lado, fingiendo comentar cosas con respecto a la textura debido a la gente que pasaba por el pasillo.

—Esperar —fue la respuesta de Sasuke entonces, apenas notaron el pasillo despejado.

—¿Esperar? —repitió con incredulidad.

—No podemos quitarla del camino así como así —comentó Temari, poniendo un pañuelo sobre su boca para disimular que hablaba frente a las cámaras que comenzaban a escanear esa parte del lugar—, tendremos que idear un plan primero.

—Si saben que sabemos la debilidad de su segundo peón más fuerte, la cambiarán enseguida —agregó Sai.

—Bien —Gaara accedió, mirando la obra todavía—, tiene sentido, entonces... ¿Podemos salir de aquí? Comienza a sofocarme esta maldita obra.

Sai rió.

—Cállate, copia barata —le recriminó, mirando a Sasuke—, y tú, bastardo original, ¿qué excusa diste para estar en este museo? Se supone que era tu día libre. ¿No?

—Le dije a Naruto que vendría a ver la exposición con Temari —alzó los hombros, mientras volteaba a ver a la rubia, quien asintió, dando a entender que ella había hecho lo mismo con su esposo—. Le hubieras visto. Por cierto, ¿puedo dormir en el pabellón Sabaku No hoy?

Gaara sonrió de lado.

—¿Te ha echado de la casa?

—Algo así —afirmó, y volvió a quedarse callado al ver a una persona entrar—. Es muy hermosa, la pintura tiene toques muy realistas que le dan más definición a la idea que el autor quería plasmar.

—Eso es verdad —Gaara le siguió el juego—, pero no siempre las ideas que el autor quiere son las que son transmitidas. ¿No es verdad, rubia?

—Um, me parece que todos tienen forma de pensar diferente. Yo puedo ver cuatro personas caminando y tú puedes ver dos parejas caminando, creo que es cuestión de perspectiva. Al final, no se sabe que quiso decir el autor si no se expresa bien —apuntó ella, con una mueca.

—¿Algún comentario, Sai? —comentó Sasuke, sarcásticamente.

—Um, ¿creen que el autor tuviera grande su pincel? —Su sonrisa falsa hizo énfasis en su comentario. Sasuke rodó los ojos divertido, mientras que Gaara le dio un codazo disimulado y Temari volteó a ver a la mujer regordeta que les vio fijamente, disculpándose por las ocurrencias del pelinegro.


—SORA.

—Hai —El pelinegro se asomó por la puerta con una sonrisa—. ¿Qué pasa, Hika-chan?

—¿Me ayudas? —le mostró su muñeca descosida y su intento de arreglarla, con un puchero.

Sora sonrió y asintió, mientras se sentaba a su lado y tomaba una aguja del cajón para enebrar el hilo. Quizá coser una muñeca no era igual que coser heridas pero se le asemejaba, vio como los ojos azules seguían sus dedos y las costuras que daban, pero también sintió cuando los pequeños dedos apresaron su mano y tembló, con cuidado de no chuzarse o chuzarla con la aguja. La miró.

—¿Qué sucede, Hika?

—Tienes cicatrices muy feas, Nii-san —comentó Hikari, mientras pasaba las yemas de sus dedos por la cicatriz más profunda, en el dorso de su mano. 

—No te preocupes, Hika-chan, como ves ya sanó y no me dolió mucho —aseguró sonriendo.

Esa fue cuando le dieron a Roseone la misión de matar a Sasuke Uchiha y él interpuso su mano entre la bala y el Uchiha que trabajaba tranquilamente. Suertudamente no le había arrancado la mano el impacto, pero vaya que había dolido.  Aún así, no se arrepentía para nada. Su padre... no era un hombre que se fijara en los detalles a la hora de protegerlos, lo sabía mejor que nadie.

Miró su cicatriz con tristeza.

Aquella cicatriz le dolió menos que alejarse de ellos.


—¿Hola? —contestó, haciendo que su acompañante volteara a verlo enseguida, mientras sostenía a su recién nacido en sus brazos—. Oh, Sasu-chan, eres tú.

El de ojos azules hizo una mueca.

—Sí —Sasuke respondió del otro lado de la línea, mientras Temari y Gaara levantaban pulgares, Sai acababa de irse a casa—. Me enteré que ahora eres papá y quise felicitarte, y um, darte... muchas felicitaciones también.

El de ojos claros sonrió, mientras volteaba a ver a su pareja con su bebé en brazos.

—Esto... Gracias, de verdad um, me sorprende y me alegra —dijo enseguida—. Yo cuando llamé y colgaste, creí que quizá no querías habla-

—Nunca pienses eso —negó enseguida—, es sólo que... um, Sora apareció y estaba ocupado.

Temari y Gaara le vieron con sorpresa, así como el chico del otro lado de la línea abrió la boca. 

—¿Tu... hijo? ¿Verdad?

—Sí.

—Oh, está bien. ¿Y puedes pasarme a mi mamá?

—Sí —dijo, y miró fijamente los ojos aguamarina de la dichosa mamá—. Fue... bueno hablar contigo, mon amour.

—I-Igual —se sonrojó al oír como le decía. 


—Hola —Shikadai sonrió cuando Daiki por fin llegó a la estación de tren donde le pidió que se encontraran. Tanto que no parecía que hubiera tenido que correr de un lugar para el otro. Nadie debía enterarse que estuvo en el hospital antes de venir, y nadie debía enterarse de aquel bebé, mucho menos Daiki o alguno de sus hermanos—, te ves realmente encantador, princípe. Hermoso cual flor, como siempre. 

Daiki se sonrojó y cohibió enseguida, mientras le daba un beso rápido en la mejilla. 

—Gra-gracias —Shikadai sonrió.

—¿Vamos ya? —preguntó, y el pelinegro de ojos azules asintió mientras ponía sus manos en el brazo que el mayor extendía—. Estaba pensando que dado que no te gustan las películas de miedo, podíamos ver una de acción o de comedia. ¿Qué dices?

—Hm, sí —sonrió timídamente, entraron enseguida en el vagón correspondiente que les llevaría al cine.

Daiki estaba nervioso, prácticamente se había escapado sin decirle nada a Sora porque quería que fuera una sorpresa tanto para él como para Shikadai, claro se había despedido de Naruto y Akihiko antes de salir, anunciando que volvería más tarde, pero aun así se sentía como un ninja sigiloso a cada paso que daba. Inseguro también.

—Había pensado también —agregó Shikadai—, que podíamos ir por comida mexicana. Akihiko me comentó que siempre habías querido probar un taco y sé un lugar donde venden unos deliciosos.

Daiki abrió los ojos sorprendido y lo miró, deteniéndose en el proceso, mientras le veía. 

—¿Qué? —preguntó, ladeando la cabeza. Daiki estaba sonriendo con el rostro rojo.

—Nada, es sólo que eres realmente tierno, Shika-chan —Suspiró, mientras comenzaba a caminar—. La persona de la que te enamores seguro que será muy afortunada —susurró. 

—El afortunado soy yo —dijo convencido, haciendo que el ojiazul le viera sorprendido—. En todo caso, ¿por qué no disfrutamos de nuestra cita? La noche llegará antes de lo pensado si solo nos quedamos viéndonos el uno al otro.

—¿Eso debería ser un cumplido o me lo tomo a mal? 

—Um, tomalo como un cumplido —apuntó Shikadai—. Cuando estoy contigo, el tiempo se pasa volando. 

Ahora Daiki estaba sonrojado al cien por ciento, no sólo por sus palabras, sino porque cuando el tren paró, él no estaba listo y terminó chocando contra su pecho. Shikadai rodeó su cintura para evitar que se fuera a caer, y él levantó la mirada solo unos centímetros. 

—Hacen una linda pareja —comentó una ancianita que estaba sentada a su lado, haciendo encender el rostro de ambos enseguida, mientras sonreía y se notaba que estaba mueca. 

Pronto el metro comenzó a llenarse más y más al punto que ambos quedaron apachurrados, y abochornados al respecto. Daiki entonces resolvió a aprovechar la falla y recargó su cabeza en el pecho de Shikadai, permitiéndose drogarse con su perfume y sonriendo mientras lo abrazaba.


—Muy bien, ¿ya están listos? —preguntó Naruto, mientras terminaba de acomodar sus sandalias, mirando a sus hijos. Sora y Akihiko asintieron, mientras Ayame y Hikari ya estaban afuera—. Muy bien, vamos entonces-tttebayo. 

Le quitó el seguro a la camioneta y dejó que ellos se adelantaran, mientras tomaba en manos su billetera, teléfono y cerraba la casa con seguro. Una vez que subió al auto en el puesto de piloto, sonrió al ver a Sora en el de copiloto y le acarició la mano, notando entonces su cicatriz y viéndole preocupado. 

El menor solo apartó la mirada hacia la ventana.

—Estoy seguro de que Sarada estará feliz de verte —intervino Akihiko, dirigiéndose al mayor, al notar su incomodidad referente a las nuevas -y para nada desapercibidas- cicatrices. Sora lo miró por el espejo retrovisor, dedicándola una sonrisa—. Así como todos nosotros.

—¿A dónde fue papá? —preguntó Hikari—. Creí que hoy no trabajaba. 

—Es verdad —Ayame miró a su papá, quien se tensó ante la mención—. Hoy es su día libre.

—Está ocupado atendiendo unos temas con Temari-san —le respondió, mirándola seriamente por el espejo retrovisor, dándole a entender que no quería hablar de eso. También miró de reojo a Sora para ver qué expresión hacía, pero parecía más bien molesto—. Seguro Shikamaru me comentara que sucedió después —agregó.

Akihiko carraspeó.

—¿Quieren oír música? —propuso, mientras distraía a todos con la pregunta de la tensión.


—Boru-chan, tienes que comer.

—Ni hablar —se cruzó de brazos, mientras movía la cabeza en la dirección contraria de donde el Uchiha tenía la cuchara—, no voy a comer nada que venga de ti, bakain.

—¿Hm? ¿Es así? La otra noche no dijiste es-

—¡WAH! ¡Cállate-ttebasa! —Lo golpeó con el control remoto del televisor, mientras se tapaba con las cobijas el rostro, Gin solo se quejó y rió por lo bajo. Boruto era adorable cuando se enojaba—. ¿Qué no ves que podría escucharte alguien? Ay, dios que estás en los cielos, por favor mátame —dramatizó, poniendo su mano en su frente. 

Gin sonrió mientras acariciaba su rostro con su mano, haciendo que el rubio lo mirara boquiabierto, y zaz, le embutió la boca con la cuchara llena de comida. El rubio se puso azul y masticó para tragar prontamente, antes de fruncir el ceño y sacarle el dedo medio. 

Alguien tocó la puerta y ambos se giraron a ver al frente. Boruto enseguida se acomodó bien en la camilla y le insistió que abriera, más el Uchiha mayor no hizo caso y sólo dijo Adelante. No pasó mucho para que la puerta se abriera dando a ver a un peliazul de ojos ámbar con una caja de chocolates en la mano.

—Oí que hoy te daban de alta por fin —dijo Mitsuki, sin apartar la mirada de los ojos azules de Boruto—, y quise venir a verte antes de ello. Son chocolates franceses —comentó, mientras se acercaba hacia la camilla, vio de reojo al pelinegro—. Señor Uchiha —lo saludó secamente. 

Gin alzó una ceja solamente. 

—Aw, muchas gracias, Mitsu-kun —Sonrió Bolt, mientras recibía los chocolates y los apreciaba en sus amnos—, realmente ustedes dos me matan con sus regalos.

—Espero que sea en un sentido figurado —bromeó Gin, ganándose una sonrisa del rubio. Mitsuki apretó la mandíbula y le sonrió fingidamente.

—De verdad no sé que haría sin ustedes dos-ttebasa. Los quiero mucho —sonrió, mientras destapaba los chocolates y se metía un par a la boca. Pronto llegaría su padre y sus hermanos para ir a ver a Sarada y a la bebé.

Y Boruto no podía esperar a verlos, entonces la puerta fue tocada nuevamente.

—Adelante —dijo con una sonrisa. 

Sora no tardó mucho en abrir la puerta y sonreír, haciendo que Boruto se ahogara con los chocolates, Gin abriera grande la boca y Mitsuki ladeara la cabeza, más sorprendido que expresivo.

—Uy, creo que me equivoqué, este no es el baño —y cerró la puerta mientras reía brevemente. Naruto, que estaba detrás de él, solo lo miró seriamente antes de proseguir a reírse junto a él inmediatamente antes de hacer que abriera de nuevo la puerta, pues era hora de que le dieran de alta a Boruto. 

—¡SORA UCHIHA-TTEBASA! —Boruto gritó enseguida.

—Ups.


—Sasuke —Naruto contestó el teléfono, antes de entrar a la habitación donde Boruto apaleaba a Sora—. ¿Sucedió algo?

—Sí.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal del rubio enseguida ante aquel tono de voz frívolo.

—Se presentó un caso... peculiar, tendré que atenderlo. ¿Puedes manejar todo en casa con tranquilidad? —preguntó. No había un rastro del Sasuke cariñoso y aquello le ponía la piel de gallina a Naruto, sabía que lo había hecho sentir mal. La había cagado hondo con Sasuke, lo había orillado de nuevo. Como hacía muchos años atrás había hecho ya. 

Si tan sólo pudiera borrar aquellas memorias de él...

—Por supuesto —respondió, armándose de valor—. ¿Te irás?

—Sólo serán dos días —resopló. Naruto contuvo las ganas de preguntarle si iría sólo.

—Está bien —dijo—. Boruto estará en casa, al parecer, así que no debes preocuparte por nosotros.

Sasuke se tensó, era justo lo que le preocupaba.

—Bien —murmuró, mirando al frente del hospital—, entonces nos veremos en dos días, estaré ahí para el cumpleaños de los gemelos, Naruto.

—Um, está bien —dijo, y colgó, apretando el teléfono entre sus manos y mirando al suelo. 

Sabía bien la historia, de principio a fin, entonces... ¿Por qué no podía evitar sentirse traicionado? ¿Por qué su mente seguía haciéndole aquellas jugadas? Preguntas como irá con Temari, entre otras, taladraban su cabeza de un lado para el otro y eso era algo que realmente... no podía soportar.

—Mamá —lo llamaron y levantó la mirada—. Vamos con Sara-chan, ya quiero conocer a Reiko.

—¿Uh? —vio que Boruto ya había firmado todo y le habían quitado el suero, ahora estaba parado junto a sus hermanos y con los otros dos Uchiha atrás, expectantes—. Oh, sí, va-vamos-ttebayo.

Sonrió para no preocuparlos.


-Un día después-

—Mamá, mamá —Fubuki volteó a mirar hacia la chica que le hablaba, una pequeña pelirroja de siete años y ojos verdes—. ¿Hoy tienes que trabajar también? —preguntó, haciendo un puchero.

—Hola, cariño —Le sonrió y la cargó, dejando un beso en su frente e ingresando a la casa—. No, hoy no tengo que trabajar. Mi jefa me ha dado tiempo para descansar porque tuve un accidente en el trabajo. Me quedaré todo el día contigo, ¿qué te parece?

—¡Sí! Mami va a estar todo el día conmigo —Amaru abrazó fuertemente a su mamá y la pelirosa sonrió, mientras la abrazaba de vuelta. A veces, solo a veces, cuando quería renunciar a todo la miraba a ella y se recordaba por qué hacía todo lo que hacía. 

—Sí, cariño, ven. Vamos a la sala —le ofreció enseguida, todavía cargándola. La niña asintió.

Al principio de la vida de Amaru ella estaba en la cárcel por culpa de Sakura Haruno y su influencia. Por eso la tuvo que dar a su padre, pero éste murió dos años atrás, cuando por fin salió de la cárcel, afortunadamente pudiéndose hacer cargo de su pequeña hija al no tener más parientes. Amaru y ella habían estado viviendo con dificultades hasta que Kaguya y Shion Otsutsuki se presentaron en su casa y le dijeron algo que cambiaría su vida para siempre.

—Ayer estuve hablando con Hikari-nechan y Kyoka-chan, ambas son muy buenas personas, mami —comentó la pelirroja con una sonrisa—, dijeron que algún día podría salir con ellas fuera del colegio. ¿Qué te parece? Tengo amigas por fin. 

Tú te convertirás en Roseone y me obedecerás... A cambio, las protegeré y les proveeré bien.

Para una ex presa con una niña hambrienta que no tendría fácil conseguir trabajo debido a su expediente criminal, y con habilidades como las que ellas requerían, fue una tentación grande. Claro que pensaba en los pros y en los contras, pero la desesperación había cercenado su corazón desde el momento en que las peliblancas hablaron con ella. 

—¿En serio? Eso es fascinante, mi lindo tomatito —le besó la nariz con una sonrisa. La chica rió. 

En cuanto a su decisión, no la tomó al principio, claro, pero al ver lo que le aseguraban... Fue difícil decir que no. Le explicaron qué debía hacer, cómo debía hacerlo, cuándo, dónde, cómo actuar. Todo fue una gran estrategia que habían montado aquel par de sociopatas que le proveían una buena manutención para su hija, para atormentar a cuatro familias -que según ellas-, merecían cosas peores que la muerte. No era quien para definir aquello, pero la paga era buena.

—¿Te duele mucho? —preguntó la niña entonces, mientras miraba y señalaba con su índice la herida en su cuello que traía vendada correctamente. Fubuki se tensó y la miró en silencio antes de negar con la cabeza, apenas llegaron a la sala, bajó a la niña sobre el sofá y se sentó a su lado.

Se vio al borde del abismo tantas veces que se preguntó si valía la pena realmente. ¿Y si la mataban en alguna misión o si simplemente Kaguya decidía que ya no la necesitaba? Tenía miedo, por eso siempre cumplía sus órdenes al pie de la letra. Si le decía que atacara una niña de la edad de su hija, con mucho dolor en el alma, tenía que hacerlo. No quería que la segunda opción se cumpliera, y sin embargo, la primera seguía en pie, asustándola. 

—Estoy bien, bebé —aseguró, tocando disimuladamente su herida por encima de las gasas que la protegían de infectarse—, aunque sí duele un poco. Como cuando te golpeaste la otra vez. ¿Te acuerdas?

La pelirroja asintió y le dio un beso en la mejilla. 

—Espero que te recuperes pronto, mami —le susurró y ella cerró los ojos, apreciando su abrazo. 

La asustaba la idea de perderla, y de perderse, por eso lo hacía. 

—Yo también, bebé —le besó en la coronilla de la cabeza.

Ciertamente detestaba cuando la llamaban Sakura o el reemplazo de Haruno, porque ella detestaba a aquella mujer que le había enviado a la cárcel. ¿Por qué lo hizo? Por odio a su esposo. ¿Por qué lo odiaba? Por ser un Uzumaki. ¿Alguien lo sabía? Por supuesto que no.

—¿Mami?

—¿Sí, cariño? —parpadeó. Al parecer se estaba quedando dormida, y no era que se sintiera culpable por ello, aunque ciertamente no quería desaprovechar las pocas oportunidades de estar junto a su hija durmiendo, pese a no poder dormir bien por su trabajo. ¿Qué diría el padre de Amaru si estuviera vivo? Bufó en silencio, y miró a su niña.

—¿Crees que papi Isaki vendrá a visitarnos? —preguntó timidamente. 

Aquella curiosidad le hizo sentir pesadez en el corazón.

—Papi Isaki siempre nos ve, cariño, desde el cielo —temía que fuera así—. Y siempre vela por ti.

Amaru hizo un gesto de tristeza y asintió, mientras volvía a poner su cabecita sobre el pecho de la pelirosa. Su hija era una linda muestra de que no todo en la vida es color de rosas, pero sí tú decides ser feliz, entonces automáticamente lo vuelves así.

Ella no fue una hija deseada, ni siquiera eran pareja Isaki y ella, pero por cosas del destino habían terminado concibiendo a su linda Amaru. Para que pronto todo lo que habían intentado crear se fuera al caño por culpa de Sakura y sus comunicaciones con los Uzumaki en tiempos pasados, había contactado con cierto personaje pelirrojo que ahora le servía a los Otsutsuki.

—¿Crees que tío Isaka venga a visitarnos? —preguntó esta vez. 

—Quizá —terció—. ¿Quieres ver a tu tío? Sabes que en su familia son muy estrictos.

—Sería lindo verlo. Oí que tiene un novio doncel —sonrió—, y tuvieron un lindo bebé.

—¿Ah, sí? Ya veo, quizá pueda contactarlo para que vayas a conocerlos. ¿Te parece?

—¿Y vendrás conmigo? —el brillo en los ojos de su hija la hizo temblar. 

—No, bebé, lo siento pero mañana tendré que trabajar. ¿Por qué mejor no hacemos algo divertido hoy mientras estoy aquí? Envié a Kim a descansar por hoy así que tendremos que comer afuera —tocó su nariz con su dedo índice—. ¿Qué dices?

—Está bien —Amaru sonrió grande. 

Fubuki sonrió también.

Por ver tu sonrisa, mataría a quien sea.


—Papá —el de ojos azules sonrió al ver a su padre ingresar en la habitación—. ¿Cómo están?

Shikadai se tensó al sentir la mirada del mayor, quien le veía confundido y luego al otro.

—Él es Shik-

—Ya nos conocemos —dijo el mayor con el ceño fruncido—, ¿qué hace aquí?

—Bueno, verás, él —miró al joven, pidiendo ayuda—. Uh, vino a... ¿entregarme una tarea?

—Ah —El Uchiha volteó a ver fríamente al Nara antes de mirar a su hijo menor—. No sabía que ibas a su universidad, creí que... ni siquiera tenías edad para ir a la universidad.

—Uh, sí jaja —El doncel se rascó la mejilla nervioso—, bueno... ¿Quieres té? Shika, ve por té, por favor.

—Sí, Shika, ve por té —se burló, manteniendo estoico su rostro, haciendo que el contrario sintiera un escalofrío bajar por su espina dorsal y mirar de reojo al doncel que asintió—. ¿Este es mi lindo nieto? —preguntó entonces, viendo al bulto en los brazos de su hijo. El doncel asintió.

—Es muy lindo, ¿verdad? 

El pelinegro asintió, mientras veía a su nieto con una sonrisa. 

—Es tan lindo como tú —le dijo al doncel, quien sonrió abochornado.

Era tan lindo como su madre.


—Hanzo-sama. 

—Princesa —el rubio alzó la mirada hacia la de ojos perla—. ¿Necesita algo?

—No mucho —dijo, mientras chasqueaba la lengua—. Supongo que Natsu te informó quien es la siguiente victíma. 

—¿Boruto Uzumaki? —dijo, y la de ojos perlas asintió, mientras veían de reojo al hombre de cabellos rojos y ojos violeta que se retorcía en el suelo con un trapo en su boca—. Lo he oído, sí.

—Kaguya quiere que se haga cuanto antes —explicó—, y por eso considero que será mejor empacar e ir allá. Oí que Sasuke Uchiha se convirtió en abuelo, así que quizá no esperen el ataque en momentos de felicidad como este.

—Um, ¿y Takahiro Uchiha? 

—Él puede esperar —volteó su frívola mirada al pelirrojo encadenado—. ¿No es así, Nagato-san?

El pelirrojo solo intentó escupir, pero no podía gracias al trapo en su boca. Gruñó entonces.

—Sabía que estarías de acuerdo —sonrió—. Muy bien. Partimos en la mañana, Roseone tiene su día libre, lo cual nos deja tiempo para encargarnos de este asunto personalmente. Ella fallará.

—Como la princesa desee —afirmó el hombre salamandra.

Nagato solo dejó de forcejear y cerró los ojos, mientras suspiraba, cuando los oyó irse del lugar.

—Creí que nunca se irían —escuchó una voz masculina que lo hizo tensar. 

—¿Qué haces aquí? —preguntó, cuando sintió que le quitaron el trapo de la boca, sin ser capaz de levantar la mirada para verlo. No quería ni se sentía capaz.

—¿Así saludas a un viejo amigo? —Inquirió el pelinaranja con una sonrisa de lado, mientras se agachaba frente al hombre encadenado, y ponía su mano sobre la mejilla del pelirrojo, forzándolo a levantar la mirada—. Vaya, Naga-chan, te ves realmente provocador de esta forma.

Nagato frunció el ceño.

—Realmente podría foll-

—Ahorrate tus malditas palabras, Yahiko —Gruñó el doncel de cabellos rojos, haciendo que el pelinaranja sonriera satisfecho al oír su voz diciendo su nombre—. ¿Dónde dejaste tu esposita de juguete?

—Está vigilando los del sonido —le restó importancia y lo miró fijamente a los ojos, perdiéndose en aquel violeta, Nagato solo desvió la mirada—. Y dime, ¿cómo te están tratando estos idiotas?

Nagato alzó la mirada y le mostró su cuello, haciendo que Yahiko apretara la mandíbula.

—¿Quién fue? —Gruñó cuando vio aquellas marcas y heridas—. Dime, ¿quién te hizo esto?

—¿Por qué no lo averiguas por ti mismo? —Nagato bufó—. Sólo déjame solo.

Yahiko alzó la mirada con los muscúlos de su cuello y hombros tensionados, antes de asentir y soltarlo lentamente, dándose vuelta. Había puesto una cámara, tendría la respuesta a su pregunta muy pronto, y así se daría cuenta de quién se había atrevido a tocar a aquel doncel de su propiedad. Golpeó la pared cuando se halló lo suficientemente lejos.

Maldita sea.


—Mi Naru lindo —el varón pelirrojo se lanzó sobre el rubio apenas lo vio, haciendo que el doncel perdiera el equilibrio y cayeran en una posición extremadamente comprometedora, para variar.

—Kurama, por favor —se quejó, tratando de apartar el varón de encima de él. No contando, claro, con que este negara con una sonrisa juguetona y le robara un beso en medio del aeropuerto—. ¡Oye! —lo golpeó y miró a todas partes—, hay cámaras y esas cosas. Sé más calmado.

—¿Oh? Pero si he estado esperando por ti durante años para volver a tenerte en mis brazos —el pelirrojo se cruzó de brazos, y se levantó, ayudándolo también en el paso al sostenerlo de la cintura, acercó mucho sus rostros—. Dime, Naru, bebé. ¿Me extrañaste?

—No. 

—Oi, yo sí te extrañé —se quejó—, y nuestro querido zorrito... No vino contigo.

—Uh, lo lamento por... no decirte esto antes-ttebayo. Kurama —ahora se refería al zorro que habían adoptado de jóvenes—, murió hace un par de años, Kura-chan. 

El rostro del varón perdió color entonces y bajó la mirada.

—Vaya, entiendo...


—Así que —Temari se sentó a su lado en el sillón de la mansión Sabaku No—, Sora volvió.

Sasuke, que estaba recostado con la cabeza echada hacia atrás, hizo un gruñido a modo de consentimiento. La rubia solo miró en silencio la decoración de la sala de aquella mansión. 

—¿Y cómo fue qu-?

—Simplemente volvió —dijo—, lo cual ciertamente me quita un peso de encima. 

—¿Qué harás con el otro tema? —preguntó entonces—. ¿No se lo dirás a Naruto? La última vez que le ocultaste las cosas terminaste divorciándote de él. 

—Técnicamente nunca estuvimos divorciados —apuntó el azabache, sin levantar la cara, haciendo que la rubia suspirara—. No deberías preocuparte por él tanto, mon chérie. Ambos sabemos que es mejor así.

—¿Le dirás a Sora lo de Shikadai?

—Lo dudo —cerró los ojos y llevó su brazo para tapar su cara—, a menos que se lo diga él mismo, no tocaré temas innecesarios. Mi familia está más protegida en la ignorancia y son más felices.

—¿Tú crees?

Sasuke apretó su mandíbula.

—Quiero creer —dijo, mientras se incorporaba y la miraba a los ojos—. Dime, ¿qué se supone que debo hacer? Gaara y yo hemos fingido que nunca hubo nada entre nosotros durante tantos años, Shikadai está acostumbrado a su familia tal y como está, no necesita otras personas que digan ser sus p-

—Esa parte puedo entenderla. Shikadai es mi hijo —enfatizó, con convicción y el azabache asintió—, pero aun así... ¿Qué vas a hacer si los encuentran de todas formas, Sasuke? Dime, ¿si tus hijos se dan cuenta? 

—Bueno, siempre me puedo cambiar el nombre a Sancho Panza y mudarme a España para comenzar una nueva vida —bromeó, haciendo que la rubia sonriera brevemente—. Es broma, algún día se los diré cuando estén más grandes.

—Sasuke, Sora va a cumplir veinte años.

—Sí, tienes razón —suspiró y luego sonrió—. Entonces esperemos que Shika se lo diga.

—Eres un flojo. 

—¿Yo? Para nada, pero tú sí que te casaste con un flojo —la acusó y ambos rieron.

—Y ese flojo es tu mejor amigo —lo acusó de vuelta.

—¿Te casaste con Suigetsu? —bromeó, poniendo su mano sobre su pecho—. No puedo creer, Karin ha vivido engañada todo este tiempo.

—¡Eres un béte! —le dijo. 

—Has roto mi corazón, chérie —afirmó, sonriente y la rubia lo miró en silencio. Ambos apreciaron aquel silencio con dos sonrisas mientras se veían a los ojos. Quizá hubieran deseado que las cosas nunca hubieran sido como fueran, pero... no se arrepentían de la vida que habían escogido.

 A veces había cosas que realmente no cambiaban.


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