Capítulo 47; El regreso de Sora.

—Takahiro-chan.

—Gaara-san, me sorprende su llamado, ciertamente no lo esperaba —replicó, mientras miraba a todas partes. Debía estar pendiente, pese a que habían encriptado la llamada, nunca se sabía quien podía estar siguiéndoles el rastro—. Cuando Kankuro me ha informado, titubeé en contestar.

—Oh, cariño —El pelirrojo suspiró—, no seas tan cruel con t-

—¿A qué debo el placer de su llamada? —Interrumpió a secas el pelinegro, haciendo a Gaara suspirar.

Al de cabellos cobrizos claramente no le sorprendía, Takahiro guardaba un terrible rencor en su corazón que nada había sido capaz de borrar, y de todas las personas en su familia cercana la única a la que le permitía cercanía era a Sasuke, aunque no estaba muy seguro de que tan cercanos eran exactamente. Aun con lo sucedido aquel año, Takahiro seguía estando muy apartado de todos. Quizá no debió haber llamado realmente.

—Quería... um, quería comunicarte que eres tío ahora —dijo Gaara, titubeante—. Tu sobrino nació hace un día. 

—Oh —Takahiro bajó la mirada—. Ya veo, bueno, si es todo, voy a colgar. Dale mis felicitaciones.

—Espe-

—Adiós —colgó, poniendo el teléfono en su lugar. 

Así que su hermano menor se había convertido en padre. Vaya, eso era sorprendente. ¿Quién le daría crías a ese loco? Tsk, y eso que era dos años menor que él. Bah, no era como si le afectara. Miró entonces el paisaje ruso y suspiró. 

Papá... ¿Ya sabes que eres abuelo?


—¿Entonces te vas? —Zabuza se cruzó de brazos mientras observaba al pelinegro de ojos azules y piel lechosa empacando. El menor alzó la mirada y asintió mientras sonreía, cosa que no pasó desapercibido a sus ojos y sonrió—. Me alegra que hayas tomado esta decisión, ya era hora de abandonar esta vida de masacres y guerras.

—No voy a abandonar a Menma —le dijo entonces, mientras guardaba la mascára con sus cosas y le daba una mirada suspicaz—. Sólo volveré a casa y si no aceptan a mi alter ego tendré que buscar un departamento y ser independiente. Espero que tú y Haku me visiten —se burló.

—Muchacho tonto —lo golpeó con un kendo que tenía cerca y luego sonrió—, ten un buen viaje.

—Gracias, anciano. Realmente me ayudaste mucho y os debo la vida a ambos —se acercó para darle un abrazo, que el mayor aceptó a regañadientes, haciéndolo sonreír—. Espero volver a verlos.

—No te acostumbres tanto, muchacho —le dio un coscorrón y luego le entregó una caja—. Ábrela cuando sientas que hayas perdido tu brújula de nuevo. No ahora.

—Está bien —miró la caja que recibió, era negra y pesada, devolvió su vista al mayor—. Gracias, Zabuza, realmente gracias por todo lo que has hecho por mí. Jamás lo olvidaré.

—Yo sé que no, ahora largáte antes de que me arrepienta de dejar a mi lacayo favorito —bromeó. Sora soltó una carcajada y guardó la caja en la otra maleta que había comprando para el viaje—. Anda, anda.

—Sí, sí. Ya vooy —se quejó, mientras le daba un último vistazo a la que fue su habitación durante aquellos meses. Sonrió, lo que había aprendido esos meses quedarían grabados a fuego ardiente sobre su memoria—. Haku —lo llamó, y el doncel se asomó con una sonrisa y un collar en sus manos—. Oh.

—Es para ti —le dijo—, lo mandé a hacer hace un par de días.

—Vaya —soltó su maleta de mano para apreciar el collar. Era parecido al que la abuela Tsunade le había dado a su papá, con la diferencia de que la piedra no era azul sino negra—. Es hermoso.

Alzó la mirada y el doncel le sonrió.

—Póntelo ya, no seas tonto —le dio un coscorrón en la cabeza, y el chico asintió sonriente mientras se colocaba el colgante—. Ya ves, te queda bien. Espero que no nos olvides, o te haré recordarnos y no te gustará —lo amenazó mientras era señalado por su índice.

—Sólo di que me amas y que no puedes vivir sin mí —bromeó Sora, abrazándolo enseguida—. Los voy a extrañar mucho-datteba.

—No si no te largas de aquí pronto —le dijo Zabuza.

Sora sonrió y tomó sus maletas.

Era hora.

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Las decisiones que se toman usualmente no son las mejores. Y para el esposo de un abogado no es fácil tomar una decisión cuando las cosas comienzan a empeorar.

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-Un día después-


—Buenos días —Sasuke besó el hombro desnudo de su esposo y sonrió—. Ey, dormilón. 

—Cállate, teme —lo golpeó inconscientemente, haciendo que el azabache cayera de bruces al suelo, y se metió el pulgar en la boca antes de abrazarse a la almohada, dando varios movimientos de cadera en un intento de acomodarte—. Estás muy frío, teme —se quejó. 

Sasuke que veía esto ya parado sintió su ceja temblar al notar que Naruto seguía durmiendo, tomó una exhalación y decidió que necesitaba primero recargar energías con un buen café. Pronto los recuerdos de la noche anterior le hicieron doler la cabeza y giró hacia el baño para buscar un par de aspirinas antes. No tenía mucho tiempo antes de tener que reunirse con Temari y su hijo, por lo que decidió que desayunaría con ellos. 

—Buenos días —escuchó a uno de sus hijos, y mientras se masajeaba la sien, lo saludó levantando las manos. El joven solo soltó una risa pequeña haciendo que se detuviera, sintió que su corazón estaba tan en shock como lo estaba su mente. 

Se dio vuelta en el pasillo enseguida, viéndolo justo en frente suyo.

—¿Cómo es qu-? ¿Tú? Um —Sasuke se tocó enseguida la sien—. Joder. ¿Tú estás...? ¿Yo...?

El pelinegro de ojos azules sonrió estilo Uchiha y ladeó la cabeza, mientras se mordía la lengua.

—Entré por la puerta, sí, soy yo. Sí, estoy aquí y no, no estás alucinando —Respondió el joven, su mano meneando las llaves del joven de un lado para el otro, entonces vio como ponía un rostro triste—. ¿No vas a saludarme? ¿He dejado acaso de ser tu hijo? ¿No vas perd-?

—Estás aquí —susurró Sasuke, mientras lo apretaba contra sí.

Sora mentiría si dijera que no le sorprendió aquel abrazo, sin embargo, no dijo nada al respecto y lo recibió con total agrado. Poniendo suavemente sus brazos contra la espalda de su padre y luego escondiendo su rostro en el hueco entre los hombros del mismo. No había sigo conciente de lo mucho que lo había extrañado hasta que lo tuvo entre sus brazos, Sasuke no pudo evitar soltar un par de sollozos. 

Su niño perdido había vuelto a casa.

¿Cómo no iba a estar feliz? Lo separó a duras penas para mirarlo, notando enseguida las marquillas en sus mejillas, llevó una de sus manos a su mejilla y corroboró que ahora eran reales. Sora solo rehuyó su mirada en cuanto la buscó.

—¿Está mal si yo... si yo decido quedarme-datte? —preguntó entonces, en voz baja, con la mirada en el suelo. Sasuke creyó que quizá había enloquecido o había oído mal.

—¿Qué dices? —Sora sintió sus ojos aguarse ante la posibilidad de no ser recibido, pero Sasuke lo obligó a mirarlo y apretó su mentón como una uva entre sus dedos. Su rostro era serio—. Si ésta es tu casa. ¿Dónde más pensabas ir? 

—Papá, yo...

—¡SORA! —Escucharon a Naruto gritar horrorizado y ambos se asustaron, volteando a ver hacia la puerta de la habitación. Sasuke no tardó mucho en abrir, dándose cuenta que Naruto estaba sudando, con los ojos bien abiertos y lágrimas escurriéndose de éstos, mientras tocaba su pecho—. Fue... no fue... ¿No fue real? —volteó a ver a todas partes. Había tenido una pesadilla.

Sasuke le dijo a Sora que esperara ahí mientras él calmaba al rubio y se adentró en la habitación hasta la cama, donde tranquilizó a su doncel y lo besó. El menor alzó la mirada hacia él. 

—Sasuke, yo... creí que Sora estaba.. estaba muerto, y yo lo vi... vi com-

—Sora está bien —lo interrumpió antes de que comenzara a hiperventilarse, y entonces sonrió, besándole la frente—. Naruto, Sora está vivo, está bien y está aquí. ¿Quieres verlo? —preguntó. 

Naruto, aún sin salir del shock de su pesadilla, asintió repetidas veces sin dejar de llorar. La angustia que había recorrido su cuerpo de pies a cabeza con aquella pesadilla era sofocante.

—Sora, ven aquí, por favor. Tu papá quiere verte —le ordenó a la cabeza de cabellos negros que se asomaba por el borde de la puerta. Naruto parpadeó entonces y alzó la mirada acuosa hacia la puerta. El pelinegro tomó una inspiración antes de dar un paso adelante y dejarse ver—. Anda, no seas penoso, entra.

—Eh —sonrió como Stitch—, hola.

Naruto abrió grande la boca. 

Y la cerró.

Y volvió a abrirla. 

—¿Sora? —parpadeó. 

—¿Sí? —volteó a ver a su padre, algo confundido.

—Creo que ya lo rompimos —bromeó Sasuke. 

Sora sonrió con los ojos acuosos y caminó un poco más dentro del cuarto, pero se detuvo cuando vio que Naruto se levantó de golpe. Luego tanto su padre como él intentaron reprimir las risas cuando el blondo se enredó con las cobijas y cayó al suelo, antes claro de socorrerlo. 

—¿Estás bien? —preguntó Sora enseguida, mientras lo ayudaba a desenredarse, ya en el suelo.

Naruto no respondió pero sí se lanzó sobre él a abrazarlo. No podía creerlo, estaba ahí y era real. Luego de casi asfixiarlo con sus fuertes brazos, lo golpeó en la cabeza con toda la fuerza que tuvo y frunció el ceño, furioso.

—Ay, sí, tú. ¿Quién te vienes creyendo para desaparecer todos estos meses sin decir absolutamente nada y luego venir así como así? ¿Tienes una puñetera idea de lo que nos has hecho pasar a todos? ¡No he escuchado un maldito lo siento! —le recriminó enseguida—. ¡También vas a disculparte con tus hermanos, con tus tíos, tus abuelos, tus primos, tus amigos, tu-!

Se quedó callado al notar que Sora estaba abrazado a su pecho, llorando fuertemente. Sasuke se mantuvo en silencio todo el rato, porque sabía por experiencia que cuando su esposo regañaba a uno de sus hijos era mejor no meterse. Entonces el rubio suspiró y puso su mano sobre la cabellera negra de su linda primogénito.

—No sabes cuánto tiempo estuvimos esperando que volvieras, que aparecieras, que dieras un indicio de dónde buscarte —bajó el tono de voz, mientras acariciaba su cabeza con parsimonia—. Tu padre y yo, y todos estabamos al borde de los nervios. Creímos que te habían... creímos que estabas muy mal. No vuelvas —lo apartó de su pecho y le dio una gélida mirada.

Sora tembló entre lágrimas, pero soportó su mirada en la suya.

—No vuelvas jamás, Sora Uchiha, a atreverte a desaparecer así de nuevo porque te juro que no lo cuentas —dijo con ese tono de mamá sobreprotectora, el mismo con el que te dicen entra que no te voy a pegar y zaz, chancletazo. Sora hizo una mueca de satisfacción—. ¿Me entendiste? Porque de verdad te juro que voy a golpearte con la sartén de mamá la próxima vez, y más fuerte, jovencito.

—Sí —dijo en voz baja, volviéndose a apegar a su pecho—. Sí y mil veces sí, entendí y haré lo que quieran, lo prometo. Seré un buen hijo, un gran hermano, muy buen tío también. Me disculparé con todos y jamás volverá a huir, lo prometo, sólo les pido a cambio que me abracen porque por un momento creí que jamás podría volver a casa. No encontraba el camino —confesó, sorbiéndose la nariz. 

Naruto abrió grande los ojos y miró a Sasuke. 

Cuando las orbes azules y las onix se cruzaron, una sonrisa se extendió en cada rostro y Naruto apretó contra sí al menor, mientras que Sasuke se acercaba a ellos con la intención de abrazarlo también. 

Sora había regresado. No importaba nada más.

—¡PAPÁ!

Excepto quizá sólo una cosa.

—Yo voy —dijo Sasuke, mientras les sonreía y salía del cuarto, cerrando la puerta. Bajó las escaleras detrás de Akihiko, quien al parecer también se había despertado por el grito, y se desearon buenos días en silencio—. ¿Cariño? —tocó la puerta de la habitación de Hikari, en el primer piso. Su habitación era la misma que Naruto y él habían usado en cada embarazo del doncel para así evitarse subir y bajar escaleras. 

La puerta se abrió y la niña de ojos azules estaba sosteniendo con fuerza su zorrito de felpa mientras con una mano se aferraba a su manta. Sasuke la miró en silencio, como Akihiko también. Quizá de todos sus hijos, los únicos que hubieran despertado serían Sarada, Sora y Akihiko pues lo que era Boruto, Daiki y Ayame tenían el sueño tan pesado como Naruto. Así que no le sorprendió que se hubiera preocupado. 

—¿Estás bien? —preguntaron al unísono.

—Tuve una pesadilla —dijo en voz baja y tierna, haciendo que los de ojos negros sonrieran.

—¿Oh? ¿También? Parece que este día está de pesadilla —bromeó, haciendo sonreír a Hikari brevemente y la cargó—. Ven acá, mi linda estrellita. Todo está bien, ¿ves? —le tapó los ojos con una mano—, no, claro que no lo ves, tienes los ojos tapados.

Hikari soltó una risita y Akihiko, que ahora yacía recostado en el borde de la puerta, sonrió. 

—Príncipe encantador —le llamó Sasuke, haciendo que alzara la mirada—, llama a tu hermano y a Ayame, por favor. Quiero mostrarles algo.

—Está bien —Akihiko se acercó a ambos, y le quitó la mano de encima de los ojos a la nena—. Nee Hika-chan, ¿me ayudas a levantarlos?

—¡Sí! 

Sasuke la dejó ir con su hermano y sonrió, saliendo del cuarto, iba a mitad del camino cuando escuchó sonar su celular. Miró hacia atrás a ver donde lo había dejado, notando que estaba en el bar de la cocina y sonrió de medio lado. Anoche, la noche del viernes, Kushina había pedido que los niños se quedaran en su casa para que estuvieran con su abuelo Minato y bueno, Naruto y él no perdieron el tiempo. 

—¿Moshi, moshi? —contestó apenas lo tomó en manos, sin siquiera mirar. 

—Creí que no responderías —Sasuke se tensó al oír aquella dulce voz—. Hola, Sasu-chan

—¿Cómo es que...? Gaara. 

—Sí, me dio tu número —afirmó la voz saltarina. Aun así, sonaba cansada—. ¿No estás feliz de oírme? Creí que luego de tanto tiempo te gustaría verme, tengo entendido que ellos dijeron que saldríamos a comer alguna vez.

—Um, sí. Lo siento, es que no es un momento como para hablar —dijo, estaba algo confundido de escucharle, y las emociones se agolpaban en su cabeza. Carraspeó cuando vio a Akihiko decirle que ya los habían despertado—. ¿Este es tu número?

—Sí, pe-

—Te llamaré —prometió vacíamente, y colgó, subiendo rápidamente las escaleras. 

Ahí, tanto Daiki como Ayame estaban que se caían del sueño en pleno pasillo. 

—Buenos días, dormilones. 

—Papá, son las ocho de la mañana y es sábado... ¿Qué tienen de buenos, Hmp? —gruñó la explosiva rubia.

—Bueno —Sasuke le echó un vistazo a la habitación de la que salían Naruto y Sora—. Eso

Los cuatro se giraron a ver entonces, casi en cámara lenta, hacia atrás donde Sasuke apuntaba. Los gestos de sorpresa, intriga, y felicidad en sus rostros eran invaluables. Naruto y él se vieron en cuanto los niños corrieron a abrazar a su hermano mayor, tirándolo al suelo en el proceso.

Sonrieron como no lo habían hecho en meses enteros.

Todo estaría bien ahora.


—¿Hablas en serio? —Todos se habían sentado en el comedor para tomar el desayuno—. ¿Entonces te dejaron ir así como así?

—Sí —Sora le había explicado casi todo a sus padres mientras preparaban el desayuno y los niños se bañaban, pero por la misma razón habían preferido no comentarles a sus hermanos sobre su álter ego Menma, y habían acordado una historia alterna a su desaparición. Claro, Akihiko y Daiki también estuvieron ahí cuando lo hablaron, pues éstos no eran precisamente tontos—. Um, ya no me necesitaban —comentó, Sasuke asintió.

—Bueno, olvidemos este tema. ¿Quieren? —Naruto sonrió—. De todos modos, lo que importa es que Sora ha regresado-ttebayo.

—Hm —Akihiko asintió y miró a Hikari, quien estaba a punto de preguntar algo—. ¿Por qué no le cuentas a Sora tu idea para los disfraces en nuestro cumpleaños, Hika-chan?

A la niña enseguida se le iluminaron los ojos y comenzó a relatar su idea. Sasuke y Naruto le vieron agradecidos por desviar la atención de las niñas, mientras él miraba a Daiki de reojo. Se veía nervioso, claro, Sora había vuelto justo la tarde que él tenía una cita con Shikadai. Carraspeó.

—Si lo permiten, Daiki y yo nos ausentaremos de la mesa, tenemos cosas que revisar de las clases —dijo, lanzándole una mirada de advertencia al pelinegro, quien enseguida asintió. Sasuke les sonrió—. Volveremos más tarde cuando hayamos arreglado todo.

—Está bien —Sora les sonrió alegre—, quiero pasar tiempo con ustedes-datte.

—Pero Daiki tiene una cit-

—Ayame-chan —Naruto fue la que le interrumpió, Sora solo parpadeó confundido—. Termina de comer, por favor, recuerda que vamos a ir a ver a Sarada y Boruto con tus hermanos.

—Ha-hai —Ayame se metió una cucharada de comida a la boca enseguida, entendiendo el mensaje oculto en aquella mirada azulina de su papá doncel. Era como ver a Kushina en él, aterrador.


—Gracias —Daiki sonrió algo nervioso. 

Akihiko cerró la puerta de su habitación y asintió, mientras el pelinegro se lanzaba sobre la cama de espaldas. El rubio suspiró. Su hermano a veces era demasiado problemático, claramente ninguno esperaba que Sora volviera de la noche a la mañana -literalmente-, pero así había sido todo y ahora debían procurar incluirlo en su nueva rutina, algo que no sería tan fácil.

—Descuida —Alzó los hombros—. ¿Y bien? ¿Qué piensas hacer ahora?

—Bueno, um, voy... voy a salir con Shikadai y cuando volvamos de nuestra... Salida. 

—Su cita —corrigió el rubio.

—Cállate —masculló sonrojado—, sí, eso. Le diré a Shikadai que venga conmigo y lo vea por sí mismo. Aunque... ¿Sora seguirá enojado con él? Shika-chan no me dijo por qué pero dijo que habían discutido muy feo la última vez que se vieron —suspiró al final.

—Quién sabe —Akihiko miró en silencio a su hermano y luego sonrió, mientras se sentaba en el borde de la cama, palmeando el espacio a su lado para que se acercara, cuando estuvo a su lado, lo abrazó por los hombros—. ¿Quieres que te de algún consejo de como quitarte de encima a un rufián si se pasa de listo?

Daiki retrocedió enseguida y lo miró horrorizado.

—¡Baka! ¿Qué te hace pensar que él haría algo como eso-ttebane? ¿Estás loco? —reclamó. 

Akihiko alzó los hombros, de nuevo.

—Sólo decía. Me preocupa —confesó—, no quiero que mi hermanito lindo salga así como así.

—Tch, eso es una tontería. Él va a protegerme —le sacó la lengua.

—¿Y si tienes que protegerte de él? ¿Qué harás? —se cruzó de brazos. 

—¡¿AH?! ¡No seas cruel! —le gritó—. ¡Es un buen chico-ttebane!

—Sí, sí —Akihiko sonrió—. Sólo ten cuidado, ¿quieres? Y... ¿Qué te vas a poner?

—Um, ¿ropa? —fue ingenioso.

—Me asombraría que dijeras que no te pondrías ropa —bufó el rubio. 


—Wah, todo parece tan nuevo —Sora miró en silencio. 

En sí, la decoración no había cambiado mucho, pero para él se sentía diferente en muchos aspectos. La aprendiz del musulmán solo se quedó mirándolo en silencio mientras lo seguía muy de cerca, aún se planteaba si jugarle una broma con alguna de sus explosiones o si sólo quería asegurarse de que recordara el camino a su cuarto. Sora la miró de reojo.

—¿Cómo ha estado todo, Ayame-chan? —preguntó con voz cantarina, sonriente. 

—Um, bien —Se encogió de hombros, mientras sus ojos se posaban en los azules de su hermano mayor—. ¿Tú...? ¿Estás bien? Te he notado... ausente desde el desayuno. 

—¿Um, sí? No, estoy perfectamente —Sonrió con más énfasis—. Sólo estoy pensando.

—¿Sí, verdad? —Ayame sonrió levemente.

Sus padres habían dicho que estaba estrictamente prohibido contactar a alguien para avisar sobre Sora hasta que ellos decidieran dar el anuncio, que sería esa misma tarde luego de almorzar, y eso la ponía de los nervios. Quería llamar a Meiko y decirle todo enseguida.

—Hm —Sora asintió y se giró, tomando en sus manos una fotografía suya de comienzos de año. En realidad no había cambiado mucho, exceptuando quizá las cicatrices en su cara que ya no eran hechas por marcador y en su cuerpo, o por el aumento en musculatura que había tenido—. Veo esto y... no me reconozco. ¿Sabes?

Ayame le vio confundida y él dejó la fotografía en su lugar, antes de volver a sonreír.

—¿Y bien? ¿Quieres —titubeó—,  ayudarme a arreglar mi cuarto?

—Um, acabo de recordar que debo... Ir a limpiar... el baño. ¡Adiós! —Ayame se fue corriendo.

Sora sonrió mientras negaba con la cabeza, y decidió ir por algo de jugo, aunque claro, no esperó encontrarse con lo que vio ahí. Abrió grande los ojos al verlos.


—¿No te vas a echar otro litro de perfume? —se burló Temari, cruzándose de brazos. 

Habían quedado con Shikadai que era mejor no presentarse como era lo acordado cuando ella se encontrara con Sasuke, pues tenían cosas que hablar que seguramente no debía ser él, así que le había dicho que se tomara la mañana libre también. Como había hecho planes para la tarde, a Shikadai le pareció una buena idea.

Shikadai le miró de reojo. 

—Sólo voy a llevar a Daiki al cine y a comer, mamá. La vez pasada tuvimos que cancelar —explicó, mientras rodaba los ojos y miraba su teléfono—. En todo caso, pasaré a la taberna con Inojin y Chou antes, todavía tengo un par de horas antes de lo pactado con Dai.

—¿Y Daisuke como está? —preguntó. 

—Mamá —masculló—. ¿No ibas a salir con Gaara-san? 

—¿No te vas a teñir de nuevo el cabello? Parece que el amoníaco acabó con tus neuronas, muchacho insolente —lo golpeó en la cabeza—. Dale mis saludos a los chicos, espero verlos pronto. 

—Sí, sí, vieja loca. 

—¡Vuelve aquí y dilo, gallina! —Gritó, mientras el pelinegro reía y arrancaba la motocicleta. Originalmente ésta era de Sasuke pero dado que ya no la usaba muy seguido se la había prestado hasta que volviera Sora y probablemente se la arrebatara. Habiendo pensado esto, sacudió su cabeza y aceleró para llegar pronto a la taberna donde solía reunirse con los chicos.

Apenas llegó fue recibido tranquilamente por dos donceles que hablaban sonrientes.

—Ey —saludó perezosamente, mientras se sentaba y dejaba el casco a su lado en la mesa. Inojin y Chou le miraron, saludando efusivamente.

—¿Dormiste bien? 

—¿Te bañaste? —Inquirió Chou, fingiendo estar realmente sorprendido. 

—¿Y tú sigues sin engordar? —Shikadai levantó una ceja. 

A diferencia de la mayoria de los Akimichi, Chou era un doncel de 19 años, no exactamente delgado pero ciertamente muy poco relleno a comparación con su familia. Era de mejillas redonditas dándole un apariencia tierna, sus ojos eran amarillos como los de su madre y hermana al igual que su piel tostadita. Se dejó crecer el cabello y solía recogersélo como lo hacía su hermana para confundir a todos, también usaba muchas yukatas y kimonos que le hacían ver femenino.

—No seas grosero —le golpeó con una pajita. 

—Oye, no uses eso —le recriminó Inojin, tomando en sus manos el pitillo mientras lo fulminaba.

—Sí, sí, lo sé. Son malos para el planeta —replicó Chou, con tono sarcástico mientras rodaba los ojos.

—En realidad, te iba a decir que usaras esto —le enseñó entonces un palo de madera que había sacado de algún lugar desconocido—, pero sí, esa también es una muy buena razón. Hay que cuidar el planeta y golpear a Shikadai.

El pelinegro solo los observó discutir al respecto con una gotita cayendo sobre su cabeza.


—Aquí yace Sakura Haruno —leyó la pelirosa en silencio, mirando como Kaguya dejaba nuevas flores en la lápida—. Es bastante raro ver esta tumba, me da escalofríos. 

Kaguya se dio vuelta y la miró en silencio. A diferencia de la primera vez que estuvieron ahí, la pelirosa no llevaba traje y mascára como Roseone, se veía como una civil común y corriente, y estaba bastante tranquila. Su rostro pálido, sus ojos verdes, sus cabellos rosados. Kaguya suspiró.

—Supongo que tienes razón —meneó la cabeza y le dio un vistazo por última vez a la tumba—. Acompañame, Rose. Iremos a visitar a mi querida Hannya. 

—Sí, su alteza —la pelirosa sonrió tranquilamente, mientras seguía a la Otsutsuki hasta el siguiente panteón. A diferencia de la lápida de Sakura, aquí habían hecho una gárgola sobre la tumba donde yacía Hinata Hyuuga, a petición de la peliblanca frente a ella.

Kaguya se volvió a hincar para encender un incienso y dejar un nuevo ramo de flores en la tumba. Un poco más elaborado que el ramo de rosas rosas anteriormente dejados frente a la de Sakura, en este habían lilas, violetas y lavanda. Un curioso transfondo en aquellas flores.

—Una vez le prometí que cuidaría de su hijo —dijo la peliblanca, sorprendiéndola—, que no dejaría que lo tuvieran ellos. Que lo raptaría de ser necesario y lo encerraría en la mansión. Ahora me dices que Gin Uchiha está interesado en él, y sorpresa, he recordado mi promesa...

—Kaguya-hime. ¿Usted quiere qu-?

—Vais a secuestrar a ese niño rubio y lo traerás ante mí lo más pronto posible —se levantó con toda la sutileza y elegancia que sólo ella podría usar, sus ojos perlas viéndola fijamente, su ceja arqueada finamente y su rostro de poder invencible daban una amenaza concisa—, y eso es todo lo que vais a decir.

—Mi día libre es mañana —le dijo—, pero puedo hacer lo necesario en dos días cuando regrese.

—Házlo entonces. No le digas a Shion, lleva a Ren y Natsu contigo —agregó, restándole importancia—, sólo traeles aquí o sufrirás el mismo final que mi bella Hannya.

La pelirosa asintió e hizo una reverencia.


Sora se quedó en silencio mientras veía a sus padres discutir, se acercó levemente a la puerta para alcanzar a escuchar. No había visto aquellos rostros serios en ellos en años enteros, era preocupante. Una vez que estuvo suficientemente cerca para oír, se quedó quieto y callado.

—¿Entonces? —Naruto puso sus manos como un jarrón, mientras miraba a Sasuke con rabia.

—No pienso explícartelo, te vas a enojar si te lo digo y si no también, así que es mejor que vivas en la ignorancia —respondió el hombre encorbatado—. Mira Naru, no es algo de lo que tengas que hacer un drama. ¿Bien?

—Estoy cansado. ¿Por qué quiere Temari que vayas con ella a esta exposición? ¿Por qué no va sola? ¿O con su esposo? —Gruñó—. ¡Dime!

—¡Ya basta! —Sasuke levantó la voz, mirándolo gélidamente—. Sabes bien el por qué. 

—A la mierda con esos temas, Uchiha. 

—A la mierda con tus dramas también, Namikaze —gruñó Sasuke, a punto de salir por la puerta. 

El corazón de Sora se detuvo ante la posibilidad de ser descubierto, al mismo tiempo que se rompió al oír a sus padres hablarse con tal veneno y rabia. ¿Cuándo era que habían comenzado a tratarse de esa forma? ¿Y los besos a cada rato? ¿Las miradas de cariño, que no había notado desde que volvió, entre ellos dos? ¿Qué había sucedido entre sus padres?

—¿Ah, sí? Pues entonces dormirás en el sofá —le dijo Naruto, haciendo un puchero. 

—Ni siquiera vendré a dormir —informó Sasuke, molesto, mientras abría la puerta de la cocina. Aunque nunca le había gustado tratar de aquella forma al doncel las cosas no estaban yendo por el camino bueno, un día hacían el amor y al otro Naruto parecía una fiera. Quizá no lo entendía del todo, pero era mejor así.

Para suerte de Sora, ya estaba a punto de tocar -fingiendo que era eso lo que iba a hacer-, y su boca se abrió varios milimetros al ver el semblante de su padre. Usualmente verlo a él lo relajaría, pero el Uchiha pasó de largo, entonces vio hacia atrás y Naruto tenía los ojos bien abiertos.

—¿Qué suce-?

—No es nada, cariño —Naruto entró en razón y le sonrió—, no te preocupes.

—¿Qué no me preocupe, dices? Acaba de, y tú sólo, y él... Um —Sora no podía describir lo que acababa de pasar. No tenía palabras para explicar la desilusión que Sasuke había creado en él. ¿Qué demonios le sucedía a su padre? ¿Desde cuándo Temari era más importante que mantener una racha sin problemas con su papá? Frunció el ceño, y lo miró—. ¿Cómo quieres que no me preocupe si te trató de esa forma?

—Sora, yo... yo inicié la pelea —confesó Naruto—, así que entiendo que tu padre está... molesto.

—¡Eso no le da el derecho de tratarte así! —Levantó la voz, y vio como su papá dio un respingo, se golpeó la cara con la palma de la mano—. Lo siento, papá, es sólo que... Ah, creo que iré a dar una vuelta.

—No vas a poner un maldito pie afuera de esta casa, Sora Uchiha Namikaze —usó su voz de ultratumba, y a Sora le dieron escalofríos, luego sonrió—. ¿Por qué no vas a ver películas con Hikari en la sala? Seguro encuentras diversión viendo Winnie The Pooh. 

La sonrisa molesta de Naruto y su tono tierno le dieron a entender que era su única opción así que asintió varias veces y corrió en dirección a la sala.

Una vez sólo, Naruto cubrió su cara con sus manos y maldijo mentalmente haber comenzado aquella discusión. Sabía bien que Sasuke no lo engañaría de una forma tan descarada, pero aun así... Aún se ponía celoso cada vez que los veía cerca y juntos. 

No podía evitar pensar que... No, negó con la cabeza, y entonces se percató que su celular estaba sonando. Frunció el ceño, nuevamente un número desconocido. 

—¿Sí?

—Mi lindo —aquella voz hizo que se tensara, y abriera los ojos. No, él no podía haber vuelto.

—¿Qué quieres? —Naruto contestó de mala gana. 

—Uy, no esperaba que fueras tan seco, mi lindo Naru —escuchó una risa suave—. ¿Así saludas a tu más grande amor, kukuku?

—¿Qué quieres? —volvió a preguntar, mientras rodaba los ojos.

—Um, avisarte que mañana estaré llegando a Narita. ¿Vas a recoger a tu lindo, verdad? No me interesa si estás ocupado, le diré a Kushina-sama que me recogerás —agregó con tono ligeramente amenazante. Naruto se tensó—. Por cierto, he oído que te has visto con Hiro Nakamura.

—¿Eso es todo lo que has oído? —inquirió.

¿Por qué lo llamaba estando en su casa? ¿Es que era tonto?

—Sí, pero ya descubriré lo demás cuando llegue allá. Espero que estés en el aeropuerto cuando baje del avión —se rió de nuevo—, el vuelo arrivará a las seis de la tarde. Nos vemos, mi lindo Naru.

Naruto masculló tres maldiciones y miró en silencio hacia atrás, acababa de pelear con Sasuke, Sora los había visto y ahora esta mala noticia que acababa de llegar. ¿Qué ese día los dioses querían matarlo? Porque su corazón no iba a soportar tanto drama.

Maldita sea, ¿y si Sasuke se entera?


—¿Dónde está Shikadai? —preguntó, mientras se encontraba con la rubia en la entrada del museo.

—Lo dejé descansar hoy —respondió Temari—, ellos no tardan en llegar, vamos a la posición acordada. ¿Cómo te fue hoy? Te ves tenso.

—Naruto está insoportable —suspiró, y apartó la mirada, metiéndose las manos en los bolsillos.

—¿No has pensado en decirle, Sasu-?

—No —negó, sacudiendo la cabeza y mirándola fijamente a los ojos—. Hago esto para protegerlo, Temari. Mientras menos cosas sepa, mientras menos cosas recuerde, es mejor para él.

—Ni siquiera a Gaara lo cuidaste tanto —masculló.

Sasuke le vio con tristeza en los ojos, sabiendo bien a qué se refería. Temari quiso discuparse al ver que lo había herido, pero el Uchiha simplemente se apartó para ir al punto acordado. Gaara no tardó en hacer su aparición también, y el pelirrojo solo la miró en silencio y luego al Uchiha.

—Su nombre de pila es Fubuki —dijo Sai, apenas llegó a la exposición. Todos fingieron seguir viendo aquella aburrida obra sin textura alguna—. Fubuki Kayuyoku. Es una shinobi de la base de la nieve, aparentemente sí tiene conexión con Sakura por medio de los Otsutsuki antes de suplantar a Sakura Haruno... o mejor dicho, tomar su puesto.

—Entonces Roseone no es Sakura —afirmó Gaara.

El pelinegro negó con la cabeza.

—Sakura está muerta —repuso el de la sonrisa falsa, enfatizando—. Muy muerta.

—Qué bien —Temari suspiró y Sasuke la miró—. Pues no de que esté muerta, es decir sí me alegra personalmente, pero... Sasuke, no me mires así. Sabes exactamente a qué me refiero. 

Sasuke sonrió de medio lado.

—Está bien, chérie —Temari sonrió.

Hacía tiempo que no le decía así, hacía tiempo que no le decía nada así, en realidad.

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