Capítulo 46; Abuelos.

Nuevamente la tensión en aquella sala de espera era espeluznante y ciertamente el frío de aquel lugar no ayudaba para nada. Habían pasado once horas, lo que significaba que eran exactamente las dos de la mañana actualmente.

Mikoto estaba asistiendo al doncel médico que estaba encargado del parto de Sarada, Takeshi estaba dentro del lugar apretando la mano de su esposa mientras le susurraba palabras que le mantuvieran tranquila, y los Hatake habían llegado hacía un par de horas -luego de viajar desde el otro lado del mundo, literalmente-. Y Takeru estaba sentado totalmente aislado de todo el mundo, pensativo solamente. 

Por otro lado, Sasuke estaba sentado en una de las sillas con la cabeza de un Naruto dormido sobre sus piernas, Akihiko a su lado derecho con la cabeza de su hermano doncel Daiki sobre su hombro derecho también.

Boruto estaba al frente en la mitad de Gin y Mitsuki, Ayame estaba hablando en susurros con Kushina, Iruka y Hikari. Kakashi leía su libro en un intento de parecer desinteresado que no servía pues sus ojos corrían cada minuto a la sala de parto, expectante de conocer por fin a su nieta.

—Es lindo —susurró Akihiko, Sasuke volteó a verlo.

—Sí —sonrió—. Así fue cuando ustedes cuatro nacieron, cada vez que su padre entraba a esa sala aquí nos manteníamos expectantes, ansiosos, nerviosos... Pero lo valía totalmente cuando los oíamos llorar, cuando tu papá sonreía cansado y me decía: Felicidades teme, eres papá-ttebayo.

Akihiko sonrió y miró a su papá durmiendo tranquilamente en el regazo de su papá. Ojalá pudiera decir que se sentía completo aquel cuadro, pero todos estaban conscientes del asiento vacío que habían dejado a un lado de Naruto, el que le pertenecía a Sora. 

—Tengo sueño —murmuró Haku, bostezando. A este paso, Sora ya se había sentado a su lado y observaban en silencio en otra aula más grande que daba a la sala de espera de la sala de maternidad—. ¿Ya nació?

—Todavía no —Sora se rió—. No seas dramático. ¿Así de impaciente eres para todo?

—Cállate —se sonrojó. 

Sora sonrió y volteó su mirada hacia aquel lugar. Incluso para él y su paranoica mente era fácil saber que aquel puesto vacío le pertenecía a él, y era como si le llamara. Se sentía sorprendido de saber que, aun con todos los meses que llevaba fuera, aquel puesto siguiera intacto y frío.

—Bah, no seas tonto. Está bien que se tarde, si quieres puedes dormir. 

—¿Y perderme la celebración? Ni loco, jamás he visto una familia así —mencionó Haku, sonriendo. El día que nació su hermana Hanabi sólo estaban su papá Neji, su mamá Tenten -obviamente-, y ella. Por lo que tuvo que pasar aquella tarde noche prácticamente sola en una sala de espera. 

—Ah, a decir verdad... Es siempre así —sonrió, recordando desde el nacimiento de los gemelos cuando él tenía siete, hasta el último, el de Hikari cuando él tenía doce.

—Cuéntame —pidió, acercándose más a él.

—Bueno, cuando nació Hika, mi bisabuela Tsunade y mi abuela Mikoto atendieron a papá. Mi padre estuvo un rato dentro y luego se salió para estar con nosotros —comentó—. Mis abuelos estaban ahí también, um, ellos se abrazaron primero y luego a mi padre. 

Haku asintió.

—Luego Ayame que estaba dormida en mis brazos se despertó y sonrió, comenzó a saltar de la emoción y gritar que tenía una hermanita —sonrió, sus ojos comenzaron a cristalizarse—. Papá y yo nos abrazamos, y luego Boruto también se nos unió.

—¿Y los otros niños? —preguntó. 

—Daiki estaba dormido —comentó—, con Akihiko a su lado. Aki lo despertó y él enseguida se volteó a verme y me sonrió, entonces dijo: Nee Sora-niisan, ahora somos hermanos mayores como tú. ¿No es verdad? Somos grandes-tteba.

Haku sonrió al ver aquel brillo en sus ojos. Un brillo que sin duda no veía antes.

—Cuando por fin pudimos entrar a verlos, mi papá le dijo a los niños lo mismo que me dijo cuando los gemelos nacieron. Estos son tus hermanos y tendrás que cuidarlos y amarlos como a nada en el mundo-ttebayo —sonrió y sus ojos comenzaron a aguarse aun más—. Y papá sonrió, y todos lloramos y... fuimos una familia, supongo. 

—Debe ser realmente mágico —Haku suspiró—, espero algún día encontrar esa magia.

—Lo harás —aseguró, mientras lo abrazaba por los hombros y apoyaba su cabeza sobre la contraria. Sus ojos no se despegaron de aquella sala de espera ni un solo minuto, vio transcurrir la última hora con parsimonia.

Y entonces lo vio, como todos se levantaban expectantes y se alegraban. La ilusión recorriendo sus rostros cuando su abuela Mikoto salió con un pequeño bulto dorado en los brazos, y alegaba que no tocasen al niño.

Pudo ver como su papá, que estaba durmiendo, sonreía con alegría pese a que podía ver su cansancio desde ahí. Como Sasuke lo besaba con profundidad luego de eso.

Vio a Boruto abrazarse a un hombre de cabellos negros, mientras Mitsuki sonreía. A Takeru sonreír en una esquina y abrazar a sus padres. A Hikari saltar de la emoción con Ayame, a Kushina acercándose a Mikoto.

Y a Daiki dormir cual lirón, mientras Akihiko le decía en voz baja lo que sucedía. Lo vio despertar también y mirar a su derecha, poner una sonrisa triste al no verlo a su lado para compartir su alegría. 

Y no pudo evitar llorar. 

Sin saber si lloraba por felicidad, por tristeza o por el dolor en su corazón al estar lejos de ellos.

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Ser abuelo es algo que probablemente no esperaba ninguno de los dos en tiempos de guerra como esos, pero sin duda la pequeña Reiko Hatake-Uchiha ha cautivado el corazón de toda la familia Uchiha Namikaze.

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—Felicidades, Sasuke Uchiha, oficialmente eres un abuelo —Naruto lo recibió con una sonrisa enorme, parado al lado izquierdo de Sarada y Takeshi del lado derecho. Sasuke sonrió con los ojos cristalizados—. ¿Cómo te sientes al saber que estás viejo-ttebayo?

—Debería hacerte la misma pregunta —se acercó a él y lo besó con una enorme sonrisa—. Felicidades Naruto Uchiha, ahora eres abuelo. 

Sarada sonrió y se volteó a verlos, luego de que Takeshi viera a su pequeña hija, y la sostuvo en brazos mientras veía a sus demás familiares entrar por montones. Aquel cuarto estaba repleto.

—Hola pequeñita —Naruto fue el primero en hablar, mirando en silencio a la pequeña niña de piel pálida y ojos negros—, soy tu... soy tu abuelo Naruto-tteba. Es un placer verte por fin, mi linda Rei-chan. Nee, teme, mirala. 

—La estoy viendo, dobe —respondió Sasuke, mientras abrazaba por la espalda al rubio, su mentón estaba sobre el hombro de su esposo y por encima de este miraba a la niña—. Es tan hermosa como su madre, esperemos que sea igual de inteligente y capaz.

—Oye, yo también ayudé a crearla —se quejó Takeshi, y todos en la sala rieron. 

—Nee, dejen que nosotros también la veamos, acaparan toda la atención —se quejó Boruto. Takeru asintió de acuerdo, haciéndolos reír. 

Naruto y Sasuke asintieron mientras se hacían a un lado. Kakashi e Iruka la vieron después de ellos, luego Takeru y Boruto, Akihiko y Daiki, Ayame y Hikari. Kushina y Mikoto la habían visto al principio para vestirla y arreglarla así que ellas dos se mantuvieron afuera. Aun así, cuando Naruto salió de la habitación donde estaban, sus ojos no creyeron lo que vieron.

—Sora...

Naruto fue capaz de sentir entonces que alguien le tapaba la boca desde atrás y de repente se desmayó. Sasuke sabía que Naruto iría a comer así que estaba esperando para llevar los niños a casa, Kushina le dijo que ella llevaría a Naruto, pero los niños necesitaban dormir urgentemente. Habían esperado mucho por presenciar el nacimiento y claro que estaban cansados al no estar acostumbrados como él a aquel trote, así que hablaría con alguien un momento y luego se iría a casa. ¿Dónde había visto al viejo?


—Estoy feliz, Sara-chan —Boruto estaba cargando a su sobrina—, me hace muy feliz ser tío-ttebasa. Ya verás que la voy a malcriar, le daré muchas golosinas y le enseñaré a pintar y...

—Alto ahí, camarada —Sarada rió cansada—. No seas exagerado, apenas nació. Y no te dejaré malcriarla. 

Boruto levantó la mirada hacia él y le sonrió, mientras le entregaba a Reiko en sus manos, entonces acarició su pequeña cabecita y miró fijamente a su hermana. Los demás habían salido y Takeshi había sido obligado a volver a su habitación pues se suponía que debía estar en reposo total -que no había hecho nada de caso esa ocasión pero lo valieron porque era el padre-, Boruto y Gin eran los únicos que se encontraban ahí en ese momento. Aunque el último se mantenía en silencio y simplemente parado en una esquina.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó entonces ella. 

—Estoy bien —Boruto sonrió, aunque las ojeras relataban una historia distinta—, no te preocupes por mí. Hoy las estrellas de la noche sois ustedes dos-ttebasa. 

—Podrías descompensarte de nuevo —Bolt gruñó ante el comentario y se volteó a ver a Gin—. No le has dicho lo que tienes —susurró Sarada entonces, él negó—. ¿Por qué no? Mira, no sé exactamente que se traen ustedes dos pero es claro que le quieres... como algo más que un familiar.

—¡Sara-chan! —La regañó avergonzado y se cubrió el rostro cuando Gin volteó a verlos confundido—. ¿No es hora de que lleven a Reiko a su cama-ttebasa? Gin, por favor, llama a la enfermera. 

—Bien, descansa Sarada —Gin les sonrió y salió de la habitación, con las manos en el gabán, en busca de la dichosa enfermera. No era como si no se hubiera dado cuenta lo que buscaba el rubio con aquello.Tiempo a solas con su hermana.

—Gracias, Gin-sama —le sonrió y luego se volteó a ver a Boruto apenas salió—. ¿Y bien? ¿Cuándo piensas decirle?

—¿El qué-ttebasa? —se hizo el desentendido, mientras miraba a la pequeña bebé dormitar. 

—Boruto, la anemia no es una enfermedad que deberías tomarte tan a la ligera —le regañó maternalmente mientras se acomodaba las gafas con la mano libre—, además llevas una semana internado aquí. ¿Cómo es que no le has dicho por qué? 

—Bueno, él cree que me desmayé simplemente porque me di cuenta de tu ataque, que técnicamente sí fue así pero no indagó mucho —balbuceó un poco—, el caso es que... ¿Por qué debería decirle? Me darán de alta mañana mismo, bueno hoy en la mañana, así que no veo e-

—Tienes que cuidarte —le amonestó, de nuevo.

—Ya, mi deficiencia de glóbulos rojos no tiene nada que ver con Gin —gruñó, cruzándose de brazos—. Mi estilo de vida está bien como está, solo seguiré las instrucciones y seguiré con mi vida como lo hago normalmente-ttebasa.

—¿"Gin"? Vaya —Sarada alzó las cejas sugestivamente haciendo sonrojar al menor y sonrió meláncolicamente entonces—. Si Sora estuviera aquí estaría muy celoso, en fin... ¿Y si te desmayas de nuevo, qué harás?

—Ca-cállate. Sora no está aquí así que cuando vuelva tendrás nuevas de las que hacerse cargo-ttebasa, y si me desmayo, pues me despierto y ya —alzó los hombros. Sarada rodó los ojos—. ¿No deberías descansar ya? Yo creo. Me iré y mañana volveré a visitarlas —dio por terminado el tema, y la puerta fue abierta por la enfermedad. Le dio un beso en la frente a ambas—. Las veo mañana. Vamos, Gin-san.

—¿Ah? —Gin parpadeó y luego asintió, despidiéndose—. ¿Qué es eso de Gin-san? ¿Hm?

—Nada —masculló, mientras caminaban hacia afuera—. ¿Y bien?

—¿Bien qué? 

—Ya debo volver a la habitación —comentó, mordiéndose el labio—. ¿Quieres venir?

Gin alzó una ceja. 

—¡A hacerme compañía! ¡Tú, hentai! —lo golpeó en la cabeza, y el pelinegro comenzó a reír mientras asentía—. ¡Eres increíble! ¡Ni la cabeza de Kakashi-sensei maquina tan rápido-ttebasa!


—¿Quién dices que está aquí? —Ren bostezó—. ¿Por qué venimos tan tarde aquí?

—Amaru enfermó repentinamente y pues henos aquí —mencionó Natsu, mientras se metía las manos en los bolsillos—. Roseone nos pidió que la viniéramos a revisar, y como no podemos acercarnos por aquí de día, me pareció que podríamos verla ahora. 

—Hm —Ren rodó los ojos—. ¿Por qué no se hacen cargo de esa peste rápido?

—Porque su sangre es muy importante. Como sea, al parecer fue algo leve y le darán de alta en un día —comentó—, sólo venimos a asegurarnos de que todo esté bien y nos iremos. No tenemos por qué preocuparnos mucho al respecto. ¿O sí, señor explosivo?

—Oh, vamos. Tú también estuviste ahí ese día —gruñó él—, no es como si me interesara de todas formas. ¿La niña no tiene un padre o qué?

—No seas grotesco, siempre es lo mismo contigo —lo golpeó en la cabeza—. Hannya-hime priorizó esto. Ya vez que ella ha estado matando personas junto al ejército de Hanzo desde las sombras. ¿Cómo sería que fuera tan ruidosa como tú?

—Bah, eso es lo divertido —se alzó de hombros, mientras miraba el pasillo en silencio. Habría jurado que había visto algo caminar por ahí—. Cuando sólo era un espía las cosas no eran tan divertidas, así que decidí seguir los pasos del Namikaze. Y me ha resultado.

—Eres un crío todavía —Natsu bufó.

—Gracias, abuela —comentó con sarcasmo, rodando los ojos color perla—. ¿Falta mucho para llegar? Realmente estoy agotado, por si no lo sabes. 

—No seas un bebé llorón —Natsu se rió.


—Demonios, muévete con ese antídoto-tteba —gruñó el pelinegro menor, mientras miraba a su papá dormir tranquilamente sobre aquella camilla de hospital. Haku le mostró el dedo medio y luego le mostró una nueva aguja—. ¿Esa es? —Haku asintió y la lanzó al cuerpo de su papá—. ¡Oye, ten más cuidado-datte! Es mi papi.

—Estaré afuera vigilando, no tardéis —le amenazó. Si bien Haku estaba de acuerdo en que Sora viera a su papá, no creía que dormirlo y secuestrarlo fuera exactamente la mejor opción. Mucho menos si contaban con que ellos eran los enemigos en aquel hospital, más que nada Haku.

—Sora —jadeó cuando despertó.

—Papá —Sora tocó su rostro enseguida, corroborando que estuviera bien. Vio como estuvo un tiempo desorientado y luego abrió grande los ojos al verlo frente a él—. Hola-datteba.

—¡Sora! —Gritó y lo abrazó enseguida. 

Aquel abrazo lo había desarmado por completo, en el sentido literal y figurado. Naruto entonces llevó sus manos hacia el rostro de su hijo y lo miró en silencio, notando las marcas ahora reales en sus mejillas y comenzó a llorar. Porque lo tenía frente a él, por las marcas, porque no había podido protegerlo, porque estaba vivo. Básicamente lloraba por todo. 

—Oh, cariño —se abrazó a él más fuerte, y el pelinegro solo soltó un suspiro leve—. Estás aquí. Realmente estás aquí, no estoy alucinando... Mi cielo, como te he extrañado, no sabes cuánto. 

—Lo sé, mamá, yo también te extrañé mucho —Sora no sabía si reír o llorar. 

—¡Maldición! —Haku entró y miró en silencio al pelinegro, lanzando una aguja sobre el rubio y dejando un pequeño frasco a un lado de éste con una nota que decía Antídoto y sus respectivas instrucciones de uso, pues no tenía tiempo de usar una de sus agujas o el rubio despertaría y se amaría un problema mayor—. Ren y Natsu están aquí, si nos ven, nos acaban. ¿Entiendes eso? —Explicó rápidamente, antes de que el Uchiha lo intentara matar. 

Sora cerró los ojos y asintió, mientras decidían que saldrían por otra parte. También cuando estaban saliendo le informaron a una enfermera que había dos personas sospechosas en el lugar y que habían visto a un rubio con la descripción de un Namikaze con ellos, enseguida la enfermera corrió y ellos se fueron del lugar con toda la parsimonia del mundo. O intentando.

—Maldición, sabía que era una mala idea —soltó, viendo como Itachi llegaba al lugar cerca del auto donde se transportaban—. ¿Cómo llegaremos al auto ahora? —se quejó. El menor solo le señaló una esquina y ambos se deslizaron hacia allá.


—Es muy linda —murmuró Daiki adormilado. Akihiko asintió. 

—Hm, pertenece a nuestra familia. ¿Qué más esperabas? —Daiki rió y rodó los ojos—. Como sea, ¿qué ha sucedido con Shikadai? ¿Sabes algo?

Daiki negó.

—Me envió un mensaje cuando llegamos, nos deseó suerte y nos felicitó porque ahora seríamos tío, pero nada más —Daiki apretó los labios—. Estabamos tan bien cuando estabamos en su casa-ttebane.

—Confirmo —Ayame se metió en la conversación, mientras su abuela Kushina cargaba a Hikari, les dio una mirada sugestiva—. Estaban muy cerca estos dos puercos. ¿Qué estaban haciendo?

—¡¿Ah?! —Daiki espabiló y la miró, con su rostro teñido de reojo—. Na-nada, no seas loca, sólo estabamos hablando-ttebane. Qué cosas dices, no, no, no.

—Hm —Akihiko sonrió.

—¡Tú no le creas! —Daiki lo apuntó con el dedo—. Ayame-neechan está muy loca.

—¡Já! Como si tú estuvieras más cuerdo —le gritó Ayame entonces. El mayor de los gemelos solo negó con la cabeza mientras reía y los miraba de reojo. El nacimiento de Reiko había sido para bien en su familia, necesitaban algo de luz nuevamente—. Si estás bien loco. 

—No seas molesta-tteba —le amenazó el pelinegro, mientras se cruzaba de brazos y hacía un tierno puchero jalando su labio inferior hacia abajo.

—¿Qué dices? Pff, si yo no soy molesta —recriminó la rubia de ojos azules.

—Claro que sí. 

—Claro que no. 

—Que sí. 

—Ya cállense, par de extras —Gruñó Akihiko en la mitad de ambos—. Para ser justos, ambos sois molestos.

—No, no. Él es más molesto.

—Sólo cuando quiero ser molesto, lo soy. Esa es mi filosofía-tteba —Apuntó, haciendo un gesto de sabio, que les recordó enseguida a Naruto. Akihiko sonrió de medio lado.  

—Cierto, él sólo es molesto cuando se lo propone serlo —le ayudó Akihiko.

—¡Qué va! Si tú eres molesta hasta cuando no te lo propones-ttebane. 

—¡Arrepiéntete de lo que has dicho, satanás! —Le gritó, nuevamente gritando. 

Entonces se percataron que su abuela se detuvo a hablar con una enfermera y que pronto esta pareció entrar en pánico. Les indicó rápido que fueran hacia la puerta y buscaran a su papá, mientras ella caminaba con Hikari en brazos en la misma dirección. No le pusieron muchos peros pese a no tener idea de que era lo que estaba ocurriendo.

Nadie, en su sano juicio, cuestionaba a Kushina Namikaze-Uzumaki.


—Entonces ya eres abuelo —concluyó Gaara, mientras miraba en silencio a sus dos retoños dormir. A veces le calmaba, especialmente cuando a Lee le tocaba turno de noche en el trabajo.

—Hm, sí —Sasuke sonrió, mientras sostenía en silencio su teléfono contra su oreja. Se había escondido detrás de unos arbustos del lugar para poder hablar con tranquilidad, y luego se iría a casa. No había conseguido hablar con Orochimaru—. ¿Entonces lo viste?

—No, Sasuke —negó el pelirrojo, mientras salía de la habitación de sus hijos hacia la cocina para prepararse un café—, aunque ella dijo que iría en la mañana a verlo. Quizá la acompañe.

—Claro que lo hará, es su hijo, pero... ¿Por qué nadie nos dijo que su parej...? Ni siquiera sabía que tenía a alguien, a decir verdad —Sasuke se rascó la nuca—. Entonces... ¿Ya somos abuelos, huh?

—Así es, y Takahiro-chan es tío. ¿Sabes si le guste la noticia? Estaba dudando en comentarle a Kankuro —murmuró, sentándose en el comedor de la cocina mientras ponía frente a él la taza con el café—. No sé si le guste, sólo se han visto un par de veces luego de... de todo este tiempo.

—Su hermano menor tuvo bebé... Hm, no lo sé. ¿Cómo te sentirías tú si te enteras que un hermanito tuyo tuvo pareja e hijo más pronto que tú? —replicó con sarcasmo—. La verdad es que Taka no se lleva muy bien con el niño.

—Deja de decirle niño, Sasuke. Ya es padre, tendrás que verlo como un adulto —recriminó.

—Es un maldito niño, que sea padre no cambia las cosas para nada —masculló el Uchiha, mientras levantaba la mirada hacia el cielo—. Así que eso es lo que Orochimaru había ido a ver, huh.

—¿Orochimaru fue? —Gaara frunció el ceño, luego de dar un sorbo al café amargo. 

—Hm, hoy me lo encontré cuando Sarada comenzó en labor —replicó—. Así que dos Uchihas se volvieron abuelos esta noche, eso será algo que rememorar. Invitaré al pequeño a mi oficina para celebrar. ¿Quieres ir?

—¿Como en el retrato familiar? Ni loco —Gaara gruñó—. ¿Le dirás a Temari?

—¿Celoso? 

—Cállate Uchiha —Bufó, y escuchó como abrieron la puerta del cuarto adyacente—. Debo colgar, parece que Akasuna se despertó. Nos vemos.

—Sí —Sasuke escuchó como colgó y suspiró. ¿Debería comenzar a fumar de nuevo? Negó y guardó el teléfono antes de comenzar a caminar hacia la salida de nuevo, era hora de ir a casa, a este paso primero llegarían Kushina y los niños.


Itachi miró de reojo hacia donde escuchó un ruido y supuso que sería algún gato -lo cual agradeció Sora cuando tropezó-, entonces negó con la cabeza y se encaminó de vuelta al hospital. La enfermera de Kaori le había llamado y le había dicho que corriera pues le parecía haber visto al hijo de Sasuke en el lugar, aunque claro, no fue muy especifica. Sólo le dijo que era el mayor, lo cual tampoco ayudaba mucho, pero algo era algo. Una parte de él rogaba que fuera Sora y poder convencerlo de volver a casa.

La otra no era tan optimista.

—¿Qué sucede? —Sasuke vio a Itachi cuando estaba saliendo con los niños en rumbo a tomar un taxi. Itachi se volteó a verlo y justo antes de que fuera a responder, Kushina salió corriendo y los miró. 

—¡Cambio de planes! —Gritó Kushina—. ¡Busquen a Naruto! Dijeron que no salió de aquí. Yo llevaré a los niños a casa. Ya, ya, ya. 

Los Uchiha se voltearon a ver antes de salir corriendo hacia el interior del hospital, infringieron normas como no correr en los pasillos y demás, pero estaban demasiado concentrados en su misión como para sentirse mal por la moral. Una enfermera escuchó a Sasuke mientras preguntaba por el rubio y entonces lo llamó. 

—¿Su esposo es un rubio de ojos azules con tres marquitas en cada mejilla? —preguntó.

—¡Sí! —Gritó—. ¡Sí! ¿Lo ha visto? ¿Sabe dónde está?

—Síganme, por favor —pidió enseguida.

Sasuke volteó a ver a Itachi y ambos asintieron antes de comenzar a seguir a la chica, los guió a una habitación en el hospital y cuando entraron, pudieron ver al rubio recostado en la camilla con una intravenosa que le llevaba un extraño liquído azul. El azabache enseguida se fue hacia él y lo miró en silencio, estaba durmiendo al parecer.

—¿Qué es eso? —preguntó Itachi señalando la bolsa.

—Estaba junto a él, mire, aquí venía —le enseñó enseguida el frasco y la nota con las instrucciones, Itachi lo tomó en manos y se quedó en silencio mirándolo—. Me pareció que lo mejor era aplicarlo cuanto antes. 

Itachi asintió y le agradeció, luego de avisarle a Sasuke que saldría a hacer un par de llamadas. Con suerte, Minato estaría despierto, al parecer seguía reposando su herida que se había abierto cuando manejaba el helicóptero, y era una muy buena herida para cuidar. 

Sasuke, por otro lado, acarició el rostro de su más grande amor, con una preocupación latente.

—¡Sora! —Gritó, despertando, haciendo que el mayor se corriera hacia atrás de la impresión. Naruto abrió grande los ojos y volteó a mirar a todas partes, con sus ojos cristalizándose—. ¿Se fue?

—¿Cariño? —Sasuke volvió de la impresión y se acercó, sentándose a su lado en la camilla y poniendo su mano en el rostro de Naruto—. ¿Dobe, estás bien?

—Sasuke —Naruto se relamió los labios y se talló los ojos con las manos mientras sollozaba.

—Sí, cariño. Aquí estoy —lo abrazó. Maldición, como odiaba cuando lloraba, le partía el alma—. Aquí estoy, no me he ido y no me iré, aquí me tienes. A tu lado, a tus pies. Siempre, mi amor. Ven —acercó su mano a la mesa—, ten, toma esto. Es agua, te hará bien.

—Sasuke —lo volvió a llamar y lo apartó, mientras se secaba un poco las lágrimas, al menos lo suficiente para levantar la mano y mirarlo directamente a los ojos—. Sasuke, Sora estuvo aquí. 

El sonido de un vaso cayendo y rompiéndose alertó a Itachi y la enfermera, quienes enseguida entraron. Sasuke tenía la mirada perdida y Naruto se aferraba a él aturdido por el ruido del vidrio. Itachi y la enfermera se miraron antes de ponerse a hacer preguntas.


—Hola cariño —Shikadai sonrió de medio lado—. Te ves bien. 

—Sí, gracias a los dioses ambos estamos bien. ¿Adivina qué? El pequeño —comentó con una risita, el teñido asintió—. Es tan hermoso como su padre. 

—Bastante capcioso —le dijo al pelinegro frente suyo con una sonrisa de lado. 

—Bueno, ¿qué puedo decir? —Shikadai se encogió de hombros—. ¿Le has dicho a papá?

—No, pero sospecho que mamá ya debió haberle llevado las noticias —el teñido frunció el ceño e hizo una mueca—. Y dime, ¿cómo está él?

El Uchiha mayor meneó la cabeza.

—Sasuke está muy bien —comentó Shikadai con una sonrisa de lado—. Ocupándose de su trabajo y de su familia, como siempre ha sido. Es una lástima. ¿No crees? Con uno de sus hijos desaparecidos, él está, no muy bien...

—Debe ser muy duro —comentó, mientras miraba al de ojos onix en silencio—. ¿Qué hay de Takahiro? ¿Han sabido algo de él?

Shikadai negó con la cabeza. 

—Es una lástima también —suspiró el Uchiha teñido—. Nee Shika, ¿crees que sea mucho problema si hablo con él?

—Estoy seguro que Sasuke estaría contento de saber que has dado a luz a uno de sus lindos nietos, cariño —sonrió de lado—. No hay nada de qué temer, en todo caso, cuando mamá venga a visitarte... Sólo no menciones como nos conocimos, por favor, se volverá loca. 

—Está bien —aceptó el doncel ojisarco con una gran sonrisa—. Nee Shika, mírame a los ojos. ¿Me amas?

—¿Tienes hambre? —Inquirió Shikadai, alzando una ceja y desviando la mirada.

Su mente pensaba en cómo le explicaría  Sora todos los errores que había cometido los últimos meses, quizá el último año, empezando el momento en que se dio cuenta que estaba enamorado de alguien y el momento en que se dio cuenta que era Uchiha como la persona que amaba, que en realidad, eran familia muy cercana y que... Aquel doncel de ojos azulados frente suyo en aquel aréa de maternidad poseía al bebé más hermoso que había visto, y era...

El doncel hizo un puchero.

—Eres muy frío, Shika-chan —el pelinegro menor sonrió de lado. 

Mío.

—Tendrás que tomar una decisión.

Sora  tenía que estar loco para haberse arriesgado de esa forma, pero al menos, Haku sabía que una parte coherente de él le decía que no podía dejarlos ir jamás de nuevo. Se alegraba por él, realmente esperaba que volviera con su familia. Él podía decir que no volvería, era feliz estando al lado de Zabuza, y no volvería a casa. Aunque extrañara a su madre Tenten y su hermana Hanabi, en el fondo comprendía que ellas estaban mejor sin él en el equipo, y su papá también.

—Lo sé —Afirmó, mientras se dejaban caer sobre el asfalto para recomponerse. 

—Voy a extrañarte —admitió Haku, mientras suspiraba—. Joder, qué cansancio, uff.

Sora le miró sorprendido y aquello hizo sonrojar al doncel al darse cuenta lo que había dicho, el pelinegro no pensó mucho antes de abrazarlo con fuerza y casi ahogarlo por la fuerza que usó en él. 

—Yo también te extrañaré, Haku-chan. ¿Cómo es que supiste que y-?

—Era obvio —murmuró contra el pecho del otro y sonrió—, espero que seas feliz, realmente es lo único que me importa. ¿Puedes prometerme que no importa que pase vas a ser feliz y no vas a volver a huir? —levantó la mirada hacia el de ojos azules, quien le miró estupefacto unos minutos.

—¡Wah, Haku-chan, eres tan tierno! —Volvió a apachurrarlo en un abrazo mientras sonreía grande—. ¡Te veías igual que una linda novia-tteba! ¿No será que estás enamorado de mí o sí? Porque lamento decirte que no puedo correspond- ¡Ay! No me pellizques-datte —se quejó, soltando al doncel y se sobó el brazo—. Qué malo eres.

—¡No digas cosas vergonzosas entonces! —Le regañó—. Yo sólo estaba diciendo que realmente me preocupo por ti, eres mi amigo aunque seas realmente molesto, y quiero que seas feliz. ¡No lo pongas raro! 

Sora lo besó entonces y lo dejó estupefacto, con los ojos bien abiertos, y comenzó a sonreír.

—Gracias —dijo. 

Haku lo abofeteó cuando entró en sí. 

—¡Por qué demonios me besas! —Haku era un hielo rojo en ese momento—. ¡¿Estás loco?!

—Lo siento —se disculpó enseguida, sin abandonar su sonrisa o tocarse la mejilla como cuando se sobó la zona donde lo pellizcó. Cerró los ojos y sonrió más grande de ser posible—. Es que no encontré una forma de sorprenderte más de lo que tú me sorprendiste a mí-datte.

—Pero de qué mierda estás hablando —pujó el doncel, abochornado hasta las orejas.

—Bueno —Sora puso sus ojos azules fijos en los suyos, logrando intimidarlo por la repentina seriedad en sus palabras—, es que tú también eres mi amigo y te quiero, también quiero que seas feliz, pero... me ha sorprendido que me dijeras que te sentías igual. Eres un témpano de hielo, Haku —finalizó, haciendo un puchero.

Haku pareció comprenderlo.

—¡Sí! ¡¿Pero por qué demonios me besaste?! —Gritó de nuevo. 

Sora solo rió y se levantó, extendiéndole la mano para ayudarle a levantarse. Haku seguía recriminándole alrededor de la hora que les tomó llegar al hotel de mala muerte donde se hospedaban, a veces a grandes gritos cuando Sora decía algo totalmente fuera de lugar, otras veces en voz baja para no incomodar a nadie más. Pero muy en el fondo, el doncel estaba feliz.

Parece que ha encontrado su luz de nuevo.





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