Capítulo 44; El doncel de Fugaku.
Cuando Itachi fue a recogerlo, Deidara se lanzó sobre él y lo besó enseguida, mientras sonreía.
—Bien hecho —le felicitó Itachi mientras apretaba su cintura y lo miraba a los ojos, como alguien que mira una obra de arte. Era esa la razón por la que Deidara se había enamorado tan profundamente de Itachi en un principio. Toda la vida le había mirado como alguien que admira una gran obra de arte, como él lo miraba a él—. No encontramos nada, fue totalmente limpio. El caso se cerrará pronto —aseguró.
—Lo sé —Deidara sonrió, mientras volvía a besarlo—. Ahora llévame a casa y házme el amor.
—A la orden, capitán —Itachi saludó cual soldado y, como siempre muy caballerosamente, le abrió la puerta del auto. Esta vez y solo por esta vez, Deidara no le dijo nada como no por ser un doncel tienes que tratarme de esta forma, porque sentía que se merecía ser algo egoísta por ese día, y se subió al auto. El pelinegro rodeó el automóvil y se subió también. Cuando iba a tomar la palanca, agarró su mano, sorprendiéndolo—. Te amo, mi linda explosión de arte.
Itachi sonrió mientras le besaba los nudillos y arrancaba el auto en dirección a su casa, con un Deidara completamente rojo hasta las orejas. Ese hombre sí que sabía como avergonzarlo.
—Me siento viejo —Sasuke soltó un suspiro, Gaara soltó una carcajada.
—Vaya, un Uchiha admitiendo que está envejeciendo, eso es algo nuevo —comentó el pelirrojo.
—Ja,ja qué gracioso —replicó. ¿Sarcasmo, dónde?
—Sasu. Qué bien que esto haya comenzado, estoy ansiando patear un par de culos. ¿No te lo parece? —Gaara le sonrió una vez bajaron las tazas, el azabache le miró en silencio y asintió—. Así que ahora puedes decirme bien para que me llamaste. Sé que no querías solo tomar café.
—Minato-sama dice haber encontrado a Inoichi, pero necesita ayuda para llegar a él. Ahora mismo se está recuperando de su misión anterior cuando lo encontró —respondió Sasuke, sin apartar sus manos de la taza caliente, y sus ojos del de ojos aguamarina—. Espero contar con tu ayuda y la de Temari, claro.
Gaara entonces se quedó un momento en silencio y luego cerró los ojos, suspirando.
—¿Cuándo me necesitas? Estaré para ti ahí, cariño —respondió, mirándolo fijamente una vez abrió los ojos, exhalando y le dio un nuevo sorbo a su bebida caliente. Sasuke sonrió tranquilo.
—Muy bien —carraspeó y le sacó una carpeta de su maletín de trabajo, entregándosela—. Todo lo que necesitas saber al respecto de la nueva misión está ahí. Tómate el tiempo para leerla con atención, partiremos en dos días por la madrugada.
—Me tienes —le guiñó el ojo, mientras tomaba la carpeta y la guardaba en su bolso—. Nos vemos hasta entonces, Sasu.
—Sí —susurró, sin girarse a verlo cuando se fue.
Sasuke suspiró.
Las cosas estaban por ponerse duras.
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Finalmente el doncel Namikaze ha sido hallado y sacado de las viles manos que apresaban su libertad, y su hija Ino no podría estar más feliz de ver a su papá por fin.
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—Inoichi, Inoichi Namikaze.
—Fugaku —dijo el mayor, carraspeando y estrechando la mano del menor—. Fugaku Uchiha. Es un placer conocerlo, señorito Namikaze.
Minato solo les sonrió.
—Tu sobrino es muy hermoso en verdad, Minato —le dijo enseguida el pelinegro, girándose a verlo, sin soltar al menor—. ¿Estás seguro de que esta es la opción correcta para ocultarlo?
—Por supuesto que sí, confío totalmente en tu buen juicio, Fugaku —replicó Minato con una sonrisa, mientras se giraba a ver a su sobrino—. Escucha, Inoichi. Él es mi mejor amigo Fugaku, te llevará consigo a Estados Unidos y va a convertirse en tu tutor legal. ¿Entiendes?
Para Fugaku, cuado conoció a Inoichi, éste era un chico de la edad de Gin bastante timído y casi mudo. No hablaba mucho, había vivido durante años oculto en un orfanato, como su hermano Yumiko, al que habían adoptado muchisimos años atrás dentro de la familia Uzumaki. A diferencia de su hermano menor, él ya estaba relativamente grandecito, y no había muchas personas como Mikoto y Fugaku que decidieran adoptar a alguien mayor.
—Descuida, yo voy a cuidarle —le prometió a Minato, asintiendo, mientras miraba con una sonrisa a aquel doncel de belleza especial—. Te llevarás bien con mi hijo mayor, te lo aseguro.
No tenía idea porque había soñado eso, o quizás sí, a lo mejor solo se debía a aquella sensación que le había creado Sakura cuando le llamó el doncel de Fugaku. No le sorprendía mucho haber recordado al mayor, había sido su primer amor, incluso si aquello hubiera sido solamente una ilusión. Fugaku Uchiha nunca había amado a alguien más que a su esposa Mikoto Uchiha.
—Me estoy enloqueciendo —se quejó, mientras se sentaba en la cama y miraba al lugar donde lo tenían recluido. Lo habían cambiado de sala porque al parecer los habían descubierto, planeaban moverlo esa misma tarde a otra de sus bases.
Esa era la aplastante realidad que Inoichi había tenido que afrontar a su joven edad. La diferencia entre Fugaku y él eran apenas unos quince años largos, que él veía como nada, cada vez que lo miraba a los ojos. Aunque el Uchiha nunca le había visto con los mismos ojos que él sabía que le quería muchisimo y no lo veía precisamente como a un hijo.
—Realmente fui tan estúpido —se rió letalmente—. ¿Ah? —se sorprendió al notar que nadie afuera le estaba recriminando por hablar. Era extraño que fuera así. No oía nada en realidad.
Pero no tenía caso recordar aquel crush, después de todo su historia tuvo un final feliz cuando conoció a Kin Yamanaka, el hombre que le enamoró de a poco y le hizo olvidar aquel amor imposible. El que le ayudó a centrarse en sí mismo y le dio un nuevo giro a su vida, también el padre de sus dos hijos, Inoue e Ino.
—Casi parece que estuviera solo —susurró, mientras miraba la rendija por la que solían observarle los guardias que custiodaban que no escapara. No había nadie del otro lado.
Ah, ¿qué sería de sus hijos? ¿Cómo estarían? ¿Estarían bien? Sabía que de Inoue -ahora llamado Keanu-, no tenía que preocuparse mucho más de lo normal. Se había casado luego de terminar la preparatoria con un hombre que le doblaba la edad (un Fugaku Uchiha para él), quien le veía como un trofeo y le daba todo el dinero, las joyas y las cosas que quisiera. Al parecer, y no recordaba bien, habían tenido una hija llamada Ikari por pura cuestión de herencia y nada más. Ni siquiera conocía a su única nieta y le dolía aquello. Sí, no sabía por qué razón, pero con su hijo mayor había fracasado como padre.
—Qué raro —susurró, intentando levantarse. Le dolían las muñecas y los tobillos por las cadenas con las que había estado preso todo ese tiempo. Aun así, como le iban a sacar de ahí, lo habían dejado dormir sin ellas esa noche.
Ino, por otro lado, había encontrado el amor gradualmente y con los años, tomando muy buenas decisiones en su vida, en un chico que era buen chico pero algo excéntrico, con el cual había tenido a su precioso nieto, Inojin, de diecinueve años.
—¿Me extrañaste? —escuchó un susurro a un lado suyo, y cuando se giró a ver al dueño de aquella voz, abrió grande los ojos—. Hola, pa —bromeó con aquella tipíca sonrisa falsa suya, colgando de una cuerda negra. Ladeó un poco la cabeza, intentando comprender por qué estaba así, pero entonces meneó la cabeza.
—¿Qué haces aquí? —susurró, asustado y volteó a ver a la puerta, rogando que no lo vieran.
Si algo le pasaba a ese tonto de Sai por su culpa, su hija nunca se lo perdonaría.
—¿Cómo que qué hace aquí? Vinimos a rescatarte —Gaara fue más tranquilo y entró con gracia por la puerta, haciendo que le mirara confundido—. Sasu —cuando el pelirrojo dijo esto, apareció un Uchiha con el cabello vuelto un nido de pájaros y la ropa desacomodada—. Mira, lo encontramos, ahora tomemoslo y salgamos de aquí antes de que a Temari le de por desconectarnos.
—Ella está en el techo del siguiente edificio —comentó Sai, mientras se dejaba caer en el suelo luego de zafar la cuerda—, haciendo vigía con su franco. A su lado, Shikadai está hackeando todo.
—¿Qué haces, Sai? —preguntó Sasuke.
—Le explicó a mi suegro que está sucediendo —respondió, mientras caminaba para cortar las ataduras del rubio, y lo obligó a mirarlo—. Lamento tener que hacer esto, no me odie.
Inoichi ni siquiera pudo responder cuando sintió una aguja y un liquído frío inyectándose en su hombro. Pronto su conciencia se desvaneció por completo. Sai hizo una seña con la mano y junto a Sasuke, cargaron al mayor con la cuerda para subirlo. Gaara cerró la puerta tras de ellos y pronto todos salieron por el lugar, hacia la terraza.
—Maldición —chilló Gaara cuando vio que Temari había matado un tipo que estaba tras de sí y muy cerca—. Ten más cuidado —le recriminó a través de los manos libres mientras subía al helicóptero—. Muy bien, larguemonos de aquí. El de la terraza ya fue dado de baja así que seguramente se darán cuenta pronto.
Sasuke estaba en silencio a su lado, por lo que puso su mano en su mano.
—Descuida, Sasuke, sé que esperabas que quizá estuviera aquí... pero a lo mejor, no está con ellos y eso es mejor —le dijo, apretando su mano entre sus dedos. Sasuke asintió entonces.
Temari tomó impulso cuando el helicóptero con la escalera afuera pasó lo suficientemente cerca, saltó y tomó entre sus manos los barrotes de la escalera, comenzando a trepar pese al ruido de las aspas y el viento que estaba creaba despeinándola. Su hijo solo la miró en silencio.
—Ni loco voy a hacer eso —se quejó entonces—. ¿Estáis loco? Qué puto vértigo.
—¡Lenguaje!
—Cállate —se quejó de nuevo, al reconocer la voz jocosa de su padre. Sasuke se asomó por una ventana y le mostró el dedo medio—. En serio, que infantil eres, Uchiha.
—Con que así estamos, Uchiha —le sacó la lengua, aun a sabiendas que no podría verlo perfectamente. Sai le ayudó a Temari a entrar al helicóptero—. Sube ya, mocoso, o te dejamos aquí.
—Acerquen más el helicóptero —se quejó—. Me da flojera hacer lo de mamá.
—Te dije que no era bueno que pasara tanto tiempo con Shikamaru —le recriminó burlón a la rubia. Ésta solo rodó los ojos y se asomó a su lado, Gaara apartó la mirada de los dos—. Es todo un flojo por su culpa.
—Al menos se le pegó algo de él —Temari bufó y le hizo una seña al rubio que estaba conduciendo el helicóptero—. Tenemos a tu sobrino, ahora ayúdanos a recoger a mi flojo hijo.
—Oi —Sasuke se quejó cuando lo golpeó en el hombro.
—A la orden —Minato miró de reojo a su copiloto, y la pelirroja le sonrió, mientras acercaban un poco más el helicóptero—. Muy bien, Kushi-chan, hagamos esto rápido y vamos a casa todos.
—Hai.
—¿Estás bien? —Sasuke se sentó a un lado de Shikadai. Éste le miró de vuelta.
—Podría decirse —respondió, mientras jugaba con su celular entre sus manos, dándole vueltas.
—Bueno, yo me refería a tu vértigo, pero... Um, si quieres hablar —comentó Sasuke, poniéndose una mano el mentón—, supongo que está bien y te escucharé. ¿Qué ocurre?
Shikadai ocultó su cara entre sus manos, abochornado.
—Lo siento —susurró—, usualmente mi papá siempr- Uhm, ¿qué decías acerca de escucharme? —Se interrumpió a sí mismo, mientras se volteaba a verlo con una pequeña sonrisa nerviosa. No le gustaba tocar el tema de su papá muy a menudo y menos estando el Uchiha cerca. A Sasuke no parecía importarle mucho pues no se inmutó.
—¿Qué pasa contigo? —le dijo. Y no en mala forma, por más mal que sí sonase.
—Bueno... No lo sé —Shikadai se mandó una mano al cuello—, supongo que estoy estresado.
—Sí, eso debe ser. ¿Cuántas clases de la universidad has perdido ya? Deberías ponerte al tanto —le regañó entonces.
—No quiero —lo miró fijamente y luego desvió la mirada, retar a un Uchiha en cuestiones de mirada era prácticamente suicidio, carraspeó—, es decir, no lo haré hasta que Sora regrese. ¿Sí? No quiero... um, dejarlo solo después de esto. Aún si me odia... voy a estar ahí para él.
Sasuke pareció más tranquilo y le sonrió, mientras volteaba su vista a su madre. Ambos se miraron con tanta intensidad que comenzó a sentir que todos los demás desaparecieron, y entonces notó como Gaara también veía a estos dos, y juró que vio un destello de rabia en sus ojos.
Tensión... ¿Dónde?
—Inoichi, hm —Kaori se quedó mirando en silencio la tableta.
Mikoto solo volteó el rostro para verla de reojo, algo confundida ante la mención de aquel nombre. Kaori enseguida al notar esto solo le hizo un ademán para que se acercara con la mano. Mikoto se secó las manos con una toalla y se acercó hacia la mujer.
—Es Inoichi —dijo, mostrándole una foto que le puso el corazón como una roca.
Era una fotografía algo vieja, de cuando Fugaku tenía alrededor de unos treinta y cinco años junto a un rubio doncel de unos pocos veinte años y ojos azules. El mayor abrazaba tranquilamente al doncel por la cintura y tenía aquella hermosa sonrisa que continuaba amando. Los ojos del doncel brillaban con fuerza y ella pudo jurar que aquel doncel estuvo enamorado de su hijo con tan sólo ver aquella imagen.
—Vaya —sus ojos se cristalizaron y se cubrió la boca, sin saber qué decir.
—¿Estás bien? —preguntó Kaori.
—Sí, es sólo que... había olvidado lo casanova que podía ser Fugaku —comentó, mientras se pasaba una mano por los ojos para apartar las lágrimas que no le dejaban ver bien—. Es más hermoso de lo que lo recordaba, je.
Kaori sonrió y asintió.
—Sí, es cierto, nuestro Fugaku era una belleza realmente. Nee —le pasó una mano por la espalda y le sonrió—, está bien si lloras un poco, Miko-chan. Sé que es duro, está mal reprimir esas lágrimas.
Mikoto abrió grande los ojos y la miró sorprendida.
—Vamos —dijo la mayor—, yo también sé lo que se siente. ¿Lo olvidas? Está bien, todo está bien. ¿Sí? No te preocupes. Puedes llorar si quieres, no voy a juzgarte porque no soy quien para hacerlo.
Mikoto asintió y se sentó a su lado, mientras se asía a la mayor como si fuera una niña pequeña que acababa de perder algo realmente valioso, y así era. Aunque no fuera muy reciente, jamás podría superar el vacío que aquel gran hombre dejó en su corazón, al que jamás abandonó y que jamás la abandonó, a pesar de los malos baches, días, años. Con el que cruzó tierra, cielo y mar.
—Ey, Ino —Sasuke le guiñó un ojo a Shikadai, mientras sostenía entre las manos su teléfono—. ¿Por qué no sales de ese departamento? Creo que te gustará lo que he traído para ti.
—¿De qué hablas, Sasuke? No estoy en el departamento, estoy en la floristería de mi padre con Inojin —replicó.
—Bien, departamento, floristería, espacio. Linda, llámalo como quieras, ¿sí? Sólo sal de ahí —rodó los ojos—, vengan todos. A tu padre y a tu hijo les encantará también.
Ino frunció el ceño cuando notó que el Uchiha le había colgado sin esperar su respuesta y algo confundida, miró a su padre que terminaba de atender a una clienta, a su hijo que estaba terminando de regar las plantas y suspiró. Sasuke Uchiha no era muy paciente y lo sabía bien.
—Um —ambos se giraron a verla, y ella hizo una mueca—. Sasuke dice que quiere que salgamos, todos. Dice que tiene una sorpresa que nos gustará.
—¿Una sorpresa? —Inojin levantó la mirada.
—Sí, eso creo —Ino no estaba segura, de hecho, estaba muy confundida.
—¿Sasuke? ¿Tu ex jefe? ¿El Uchiha? —Inquirió Kin, Ino asintió—. ¿Qué clase de sorpresa tendría para nosotros?
—Bueno, no lo sé —Ino alzó los hombros—, sólo vamos. ¿Sí? Sasuke no es muy paciente y seguro llamará la atención de todos si no salimos de aquí pronto.
Inojin se sacudió las manos y se encaminó hacia su mamá, asintiendo mientras le daba una mirada a su abuelo para convencerlo de salir. Kin suspiró, terminando de anotar el siguiente pedido, antes de ir hacia su hija y nieto. Los tres juntos salieron del establecimiento, y notaron que Sasuke estaba justo ahí frente a ellos... con un enorme helicóptero detrás.
—Um, ¿Sasuke? —Ino se acercó a él rápidamente—. ¿Nos piensas dar tu helicóptero? ¿Qué no sabes que seguro está prohibido estacionar un helicóptero en la mitad de la calle? ¿Estás loco?
—Oh, ah, eso —Sasuke se volteó a ver el helicóptero, y metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón, levantó los hombros—. Esa no es mi sorpresa, mi sorpresa es... esta —silbó.
Kin miró a su nieto con cara de a este bicho que le picó, e Inojin solo se alzó de hombros. Al escuchar el silbido, Sai le tendió el brazo en ayuda a su padre en ley, y ambos bajaron con ayuda de Shikadai del helicóptero. Todo pareció ir más lento para la familia Yamanaka en ese momento.
—¡Papá! —Gritó Ino, al reaccionar, y enseguida comenzó a acortar la distancia entre la entrada donde estaba con Sasuke hasta donde su esposo y el hijo de uno de sus mejores amigos llegaban junto a su padre—. ¡Papi! —enseguida lo abrazó por el cuello, con cuidado al notar lo lastimado que se encontraba.
—Mi niña. Estás bien, qué bien —Inoichi suspiró, y pasó sus brazos alrededor de su hija—. No tienes idea el infierno que viví solo con extrañarlos. El sólo hecho de no saber como estaban no me dejó dormir todo este tiempo.
—Oh, papa. Que bueno que estás aquí —se acercó a verlo y lo llenó de besos enseguida—, te extrañé mucho. Mucho, mucho.
Ino estaba llorando y su padre, con mucho esfuerzo, levantó una mano para ponerla sobre su mejilla luego de que la mujer besara su frente con ansías, ella enseguida atajó su mano con la propia suya y la acunó, mientras la besaba. Kin todavía estaba en shock y caminaba hacia ellos lentamente, sentía como todo a su alrededor iba en cámara lenta.
¡Era su esposo! Estaba ahí abrazando a su hija. Estaba delirando, o eso creía.
Inojin les dio un poco su espacio y se acercó entonces a Shikadai, mientras su madre iba con su abuelo. El pelinegro le sonrió con tranquilidad, y el de ojos verdes le vio con una enorme sonrisa.
—Gracias —le dijo a Shikadai y este asintió. Inojin se giró a ver.
Kin por fin alcanzó a su esposo, Ino se hizo a un lado, y el pelinegro se lanzó a besarlo enseguida. Incluso fue tan fuerte que les dolió el choque entre sus labios y dientes, pero no se detuvieron por eso. Se necesitaban, se necesitaban mucho. Se habían necesitado durante meses y por fin estaban juntos.
Ino besó a Sai y luego de que todos se saludaran con todos, Sasuke y Shikadai estaban subiendo al helicóptero para dejar de obstaculizar la vía y continuar su recorrido a casa. Bueno, más especificamente a la terraza del hotel Rinnegan, donde pertenecía realmente el helicóptero Uchiha, Ino enseguida lo llamó. Éste solo se giró.
—Gracias —le dijo con una sonrisa, sus ojos acuosos, y sus brazos cruzados uno sobre el otro, tímidamente. Sasuke solo asintió y le sonrió.
—Lo que sea por la familia —fue lo que respondió, entrando con Shikadai al helicóptero.
Dieron una pequeña alerta de que comenzarían a despegar y cuando todo estuvo despejado, Minato y Kushina elevaron el helicóptero de nuevo. Sasuke se sentó a un lado de Gaara esta vez, y en silencio, sin que nadie dijera nada, tomó su mano entre las suyas y le sonrió.
—Gracias —susurró.
Gaara asintió.
Esta vez Shikadai viajó a un lado de Temari, y la rubia fue quien miró a Sasuke y Gaara.
No entenderé jamás que sucedió realmente entre estos tres.
Naruto se sentó justo en la mitad de sus cuatro hijos. Sasuke, para variar, había vuelto a irse de viaje sin decir a dónde o qué, solo dijo que volvería pronto y luego se dio cuenta que su madre también viajaría a alguna parte. Nadie parecía decirle sus planes a él.
—¿Cómo estás? —se giró a ver a Akihiko, el rubio de ojos negros le miraba expectante.
—Bien, cariño —se permitió acariciar el cabello cenizo de su hijo con una mano mientras le dedicaba una pequeña sonrisa—, cansado —admitió—, no he dormido bien en días. ¿Y tú?
—Estoy bien —respondió con tranquilidad, mientras miraba de reojo a su gemelo Daiki. El pelinegro solo estaba mirando en silencio su teléfono—, todos estamos un poco bien.
—Ayame ha estado muy callada los últimos meses —comentó Naruto, mordiéndose la mejilla.
—Sí —Akihiko le dio la razón, asintiendo—, con todo lo que está sucediendo es difícil decir lo contrario. Ciertamente ha sido un golpe fuerte para todos.
—Lo sé —Naruto se acercó a su hijo y besó su frente—, pero estaremos bien. Lo prometo, todo va a estar bien.
Su teléfono comenzó a sonar y se apartó del mayor para mirarlo.
Número desconocido.
Rápidamente se disculpó con los niños, para ir hacia la cocina y contestar, aterrado.
—¿Hola? —susurró bajo, mirando que nadie fuera a acercarse.
Hubo un silencio del otro lado.
—¿... Papá?
El corazón de Naruto se detuvo.
No había más que silencio, y eso le aterró. Se fue al caño toda su no cordura por un momento, y estuvo a punto de creer que Sora realmente había muerto, que ya no coexistía más en él. Pero en cuanto la respuesta llegó a sus oídos como un hipido y un sollozo, su corazón se alteró. Toda la vida había odiado cuando oía a su padre llorar, especialmente cuando no podía hacer nada para evitarlo.
—So-Sora —Naruto soltó otro hipido, sin creérselo todavía.
—Papá —Una sonrisa se instaló en su rostro y sus ojos se acuaron—, es... es lindo oírte de nuevo.
—Mi bebé, mi ángel. Dime, ¿cómo estás? ¿Dónde estás? ¿Ya comiste? Dime que estás bien, cielo, te lo ruego —A Sora se le hizo pasa el corazón. Naruto siempre lo trataba con tanto cariño que era casi aplastante, eso jamás había cambiado a pesar de que ya estaba pronto a cumplir veinte años, y cumpliría la edad legal en Japón para convertirse en adulto—. Sora, dime —insistió al notar su silencio.
—Estoy... estoy bien —tragó fuerte—, sí ya comí, mamá.
Naruto comenzó a reír mientras lloraba. Mamá, le había dicho mamá, cuando él siempre decía que al no tener una figura paterna y estar acostumbrado a llamarle papi o papá, jamás le diría así. Era la primera vez que le decía de aquella forma, y no pudo evitar ponerse sentimental.
—¿Dónde estás? —repitió, al darse cuenta que no respondió su pregunta.
—Tengo que colgar —fue lo que dijo.
—¡No! —Sora titubeó entonces—. Lo siento, no, no te quiero presionar... Sólo... no cuelgues, por favor. Te extrañé, te extrañé mucho, cariño. Háblame, por favor.
—Está bien —Suspiró y se miró las manos. En ese momento se encontraba sentado en la cornisa del techo de la casa de Zabuza, como siempre hacía cuando se sentía tan Sora, ese día en especial se sentía menos Menma que de costumbre—. Estoy... estoy viendo el cielo, es lindo, ¿no?
Naruto sonrió mientras las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas.
—Sí —susurró—, sí, cariño, es igual de lindo que tú, mi cielo. Mi ángel.
—Mamá —Sora intervino—, no me digas ángel, por favor. Yo... no me merezco ese apodo.
—Oh, cariño —Naruto se sorbió la nariz—, claro que te lo mereces. No hay nada que no merezcas, Sora.
—Madre, he hecho cosas realmente malas desde que huí —confesó, con un nudo en la garganta.
Naruto abrió los ojos con sorpresa y luego se prometió a sí mismo que debía traer de vuelta a su hijo. Porque vamos, pudo traer de vuelta a Sasuke, por supuesto que podría traer de vuelta a su hijo, a su primer pequeño y su ángel.
—Cariño... Escúchame con atención, por favor. ¿Sí? —Sora emitió un sonido con la garganta dándole a entender que le escuchaba—. Tú eres Sora Uchiha-Namikaze, ¿Sí? Cursas leyes en la universidad departamental, tienes excelentes notas y muchos amigos, eres capitán del equipo de fútbol americano... Sora, tú eres el hijo de un abogado, un aclamado abogado —continuó—, llamado Sasuke Uchiha, y de un valiente doncel con gran visión llamado Naruto Namikaze.
Sora cerró los ojos mientras oía atentamente a su madre hablarle a través del teléfono.
—Tienes seis hermanos, desde Sarada hasta Hikari, que te aman y te respetan como nadie en el mundo lo hará jamás —dijo—. Eres mi hijo, y nadie, jamás, podrá quitarse eso. ¿Lo entiendes? Ni por todos los errores que cometas, nunca vas a dejar de ser quien eres para nosotros. No me importa lo que digan los demás. ¿Ok?
Sora sintió su pecho estremecerse.
—Nosotros te hemos amado y te amaremos tomes el camino que decidas tomar, hagas lo que hagas, siempre te vamos a amar, cariño. Siempre te voy a amar —incluso con la voz rota y sus constantes hipidos, Naruto consiguió que aquellas palabras calaran en lo profundo de su corazón—. No tienes que sentirte mal, cariño, pero vuelve a casa. ¿Sí? Te lo imploro, vuelve a ca-
—¿Mamá? —Sora se alertó cuando no escuchó su voz más y miró su teléfono. Estaba muerto—. Maldición.
Naruto parpadeó al darse cuenta que se había cortado la llamada y se dejó caer de rodillas al suelo mientras lloraba y sostenía entre sus manos el celular. Se tapó la boca para evitar que sus hipidos se escucharan muy fuerte y siguió llorando por media hora más, hasta que un mensaje de un número desconocido llegó a su teléfono.
Volveré, lo prometo.
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