Capítulo 40; El legado de Shisui.
—Siempre me andas diciendo que no moleste —Ki se quedó en silencio mientras miraba a la mujer que estaba en el suelo, a unos cuantos metros de donde ellos estaban. Frunció el ceño y ladeó la cabeza—. ¡Oh! Es una mujer, Shi, parece que está herida. ¿No deberíamos ayudarla? Espera... Esa otra es Roseone —susurró entonces, temblando ligeramente.
Shiashi levantó la mirada hacia allá y notó que, en efecto, Roseone estaba ahí junto a un pelinegro de ojos perlas que no conocían. Le indicó a su hermano menor que se ocultaran y estuvieron observando como encerraban a la mujer en una especie de cobertizo, luego de golpearla hasta dejarla inconsciente. Y luego, como ella salía mascando un chicle con nueva ropa, Roseone ya no estaba y Ren le tendía un dispositivo móvil. La vieron también contestar una llamada y seguir a Ren a un taxi.
—¿Piensas lo mismo que pienso yo? —susurró Ki, soltando un quejido breve.
—No estoy pensando en sushi y omelettes, Ki —le dijo entonces, y su hermano rió negando.
—Quien sea que fuera esa persona, debemos ayudarla y tratar de averiguar por qué Roseone está usando su cara y ropa —El peliazul menor asintió, haciendo que el pelinegro le viera confundido. Claro, eso no tenía mucho sentido, pero viviendo una vida como la que tuvieron... Bueno, no había muchas cosas que les sorprendieran.
—Era una mascára —le comunicó Shiashi, mientras bajaba de su escondite junto a su hermano menor—. Anda, vamos, mientras más rápido la saquemos, más pronto tendremos respuestas.
Ki asintió.
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Aunque Shiashi y Ki se hayan mantenido parcialmente alejados, con la aparición de Haku y Hannya, han decidido tomar cartas en el asunto. Sin embargo, el legado de amor de su fallecido papá podría correr peligro si los Akatsuki encuentran a Kisame primero.
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—¡Gaa-chan! —Sasuke corrió hacia el pelirrojo que estaba de espaldas a él y lo abrazó con fuerza, haciendo que el menor se sorprendiera y temblara de la impresión—. ¡No te vayas a París! Por favor, no me dejes. No quiero perderte... no quiero verte partir de nuevo.
—Lo siento, Sasu. Me tengo que ir —Gaara comenzó a llorar—, mi tío y su espo-esposo se irán. Dicen que veré a Temari y Kankuro. ¿No estás feliz por mí? Los extraño mucho...
—¡No los necesitas! Quédate aquí conmigo —Sasuke no quería soltarlo, se negaba a dejarlo ir una segunda vez—. Por favor... por favor. No te vayas —bajó la voz, su aliento chocaba contra la oreja del menor y le daba escalofríos. Quería despertar de aquella pesadilla pronto.
—Sasu —Gaara comenzó a hipar mientras intentaba zafarse de sus brazos—. Nos volveremos a ver. Quizás... quizás puedas ir a visitarme alguna vez en Francia. ¿Qu-qué te parece?
Sasuke le miró. Sabía que si se iba esa vez, si Gaara se iba, lo perdería para siempre. Pero él quería lo mejor para Gaara, aquel doncel sería siempre su vida, y se negaría a decirle que no a algo. Miró entonces a su padre quien le miraba con una expresión estoica e inspiró profundamente.
—Sí, sí, es... es una buena idea —aceptó el mayor, mientras lo soltaba poco a poco—. ¿Quieres... que vayamos a la torre Eiffel y al teatro, Gaa-chan? Pasaremos mucho tiempo riéndonos de las personas en la ópera como aquí —intentó subirse el ánimo—. ¿Sí? No tenemos que alejarnos porque te vayas.
Gaara sonrió y asintió, mientras le daba un beso en la mejilla y jamás le dolió tanto uno de esos.
Sasuke golpeó la mesa, molesto consigo mismo por todo lo que estaba sucediendo. Su mente era un embrollo, había perdido por completo el control de sí, tenía ansiedad por volver a beber y sentir si entonces podría alejar todos los malditos recuerdos que asolaban su cordura, pero al mismo tiempo debía mantenerse cuerdo y atar cabos. Debía hallar a su hijo, proteger su familia.
Pero estaba molesto consigo mismo.
Muy molesto.
—¿Bélgica? Dijiste bélgica, ¿No? —Sasuke se pasó una mano por el cabello, sentía que en cualquier momento sus 46 años se convertirían en un siglo si le hacían crecer canas de tanto estrés que sufría últimamente, apretó la mandíbula—. ¿Me estás diciendo que lo ocultaste en un convento en Bélgica y aún así consiguieron atraparlos? —volvió a preguntar, mientras miraba hacia la ventana de su oficina. ¿Cuántas veces le había mirado con ganas de botarse por ella?
Aunque Sasuke le hubiera pedido a Kankuro que llevara a Takahiro lejos a un lugar que solo ellos conocían, tuvieron problemas con este lugar y Kankuro tuvo que llevarse a Takahiro al convento donde estaba su hijo Shinki, claro que le informó primero de su siguiente acción, sin decirle donde exactamente quedaba aquel convento como se lo había pedido. Si ni él sabía donde estaba el Uchiha menor, no habría forma de que lo hallaran. O al menos eso creía.
Ahora se sentían mal por todas las personas que habían encubierto su estadía para que en cuestión de nada, los Akatsuki les descubrieran y a duras penas pudieran salir con vida de ahí.
—No confíes en nadie, Sasuke. Esto se ha vuelto de otra liga ahora —anunció Kankuro del otro lado, mientras se limpiaba la sangre de la cara con una toalla y miraba al chico descansando en la cama de aquel hotel de mala muerte donde pasarían la noche—. Te lo digo, la tecnología que usan ahora... Creo que es una suerte que Takahiro nos haya dicho que corriéramos de ahí.
—¿Cómo supo esto? —quiso saber.
—Amnesia Hennegau.
—¿Qué sucede con ella? —preguntó, mientras se incorporaba en su asiento y fruncía el ceño.
La mujer que había aparecido en sus vidas de repente, algo le daba mala espina en ella desde la tarde anterior, cuando la conoció era una mujer casi diferente por completo, aun así, su belleza innata lo había dejado fuera de combate y no lo negaría para nada. Aquella mujer le recordaba a alguien que había pasado los últimos treinta años intentando olvidar.
Tocaron la puerta y Sasuke levantó la mirada al ver a su secretario asomar la cabeza por ella.
—Señor Uchiha —Izuna se asomó y él alzó una ceja, mientras se tensaba por alguna razón—. La señorita Hennegau está con Shiashi y Ki Hoshigaki, señor y desean verlo urgentemente.
Los hijos de Shisui, Sasuke asintió rápidamente y le hizo una seña para que los dejara entrar. Era raro oír de ellos, solían mantenerse al margen de los Uchiha todo el tiempo, desde... la muerte de Shisui, sus hijos habían elegido una vida tranquila. Alejada de los Uchiha, como hubiera querido Shisui siempre.
—Escucha Kankuro, por el bien tuyo y de ambos niños, necesito que encuentres un lugar que sea menos encontrable —dijo seriamente—. ¿Me entiendes? Si es necesario, cambiénse el nombre y múdense a las islas Malvinas, pero protegelo con tu vida. Si algo le pasa...
—Entiendo, Uchiha —Kankuro colgó y Sasuke levantó la mirada.
No diría que su mandíbula podía llegar hasta el suelo en ese momento pero se le asemejaba. Con ayuda de sus sobrinos, la mujer fue capaz de llegar hasta en frente de él. No tan hermosa y presentable como la tarde anterior, debía admitir. Tenía el labio partido, un moratón enorme casi negro en la mejilla derecha, podía ver uno de sus brazos vendados, y llevaba una blusa escotada que le permitía ver que también tenía moretones en los costados. Tragó fuerte.
—Mi nombre... es Amnesia... Hennegau, y la mujer... con la que usted habló... me hizo esto —dijo, a duras penas. Sasuke sintió como si un balde de agua helada le hubiera caído del techo entonces cuando Shiashi y Ki asintieron.
Naruto tenía razón, de nuevo.
—Estoy muy agradecida de que vengan a ayudar —Ino recibió a Gaara y a Naruto con una enorme sonrisa y luego se quedó en silencio—. Creí que tu hermano era rubio —murmuró.
—Oh, no somos familia —Gaara chasqueó la lengua y sonrió algo incómodo, pues técnicamente sí lo eran, aunque quizá el rubio no lo recordara debido a que el Uchiha y él habían pasado por mucho con el tiempo—. Él es Gaara —negó Naruto, riendo.
Ino abrió la boca, y se sintió algo avergonzado con el pelirrojo del tatuaje en la frente. Ambos se saludaron con una pequeña sonrisa y Naruto miró hacia la entrada, donde ingresaban Deidara y Daisuke.
—Ven, Ino, te presentaré a mi hermano y sobrino. Gaa-chan, no te quedes atrás-ttebayo —dijo, mientras lo jalaba del brazo para que fueran todos juntos a saludar. Ino no conocía casi nadie en Japón, pues gran parte de su vida había vivido en Seattle, ahí fue donde se reencontró a esta pareja, pero para entonces Deidara ya se había casado y no había vuelto a saber de él. Era un tema complicado, en realidad lo recordaba vagamente de su infancia pero nada más allá de eso.
Deidara miró a Ino unos segundos, expectante, al igual que ella. Al parecer él tampoco la recordaba muy bien, lo cual no le sorprendía para nada. Solo se quedaron mirándose unos segundos.
—¡Me encanta tu cabello! —gritaron al mismo tiempo, emocionados. Ambos se sonrieron y se dieron la mano—. Soy Deidara, Hmp. Él es mi hijo mayor, Daisuke.
—Es un placer —El pelinegro solo se quedó mirando a ¿la versión femenina de su papá doncel?, por unos minutos antes de sonreír—. Mi tío Sasuke habla mucho de su esposo y usted.
—Seguro que sí —rió Ino, y miró al mayor—. Estoy muy feliz y agradecida de que vengan a ayudarme hoy. Como saben, mi padre se encuentra en un estado de salud delicado y me faltan manos.
—Para eso estamos aquí-ttebayo, para ayudar —afirmó Naruto, mientras hacía que todos entraran—. Ahora, sólo dinos qué hacer y te seguimos.
—Eso —apuntó Deidara—, lo que dijo él solo que lo hacemos más lento. No tenemos tanta energía como el Kyuubi.
—¡Dei-nii, eres cruel! —Naruto hizo un puchero.
—Sí, sí, empecemos esto —Deidara le revolvió el cabello y, junto a Gaara, siguieron en silencio a Ino hacia la sección de los empleados, donde podían cambiarse, estaba la bodega y demás. Naruto iba más atrás con Daisuke.
—¿Y el tío Sasuke como está? Sé que está un poco... —Hizo señales de oso gruñón con las manos y ambos sonrieron—, desde lo ocurrido con Sora, pero seguramente se le ocurrirá un plan o algo. ¿No es así?
Naruto solo sonrió y acarició el cabello del pelinegro de ojos azules. Daisuke era todo un amor.
—Quizás —admitió, y ambos sonrieron.
Shiashi levantó la mirada y encontró a Sasuke hablando con Izuna, dos familiares suyos de parte de la familia Uchiha, la única familia que les quedaba por así decirlo. La chica había recibido atención médica ahí mismo y le habían brindado de comer, ahora mismo estaba recostada descansando en el sillón de la oficina mientras su tío y el señor Izuna hablaban con Ki sobre lo ocurrido. Él tenía jaqueca.
—Eres muy inteligente, Sasuke —profirió sarcásticamente—. ¿Cómo no te diste cuenta?
—Eso ya no importa —intervino al fin Ki, consiguiendo las miradas de todos en él—, está claro que estamos en desventaja en este momento. Quizá no sepa nada de nuestro padre pero sí sabe donde puede encontrar a Takahiro-san y eso pone a los Uchiha en riesgo.
—Hacemos lo posible para garantizar su seguridad —aseguró Sasuke, mientras se pasaba una mano por el cabello—. Como sea, esto ha llegado muy lejos, es hora de que le pongamos un fin.
—No podemos tomar decisiones tan a la ligera —objetó Shiashi, mientras meneaba la cabeza—. Esta decisión no solo les incumbe y afecta a los Uchiha, en este exacto momento, ellos están rodeando a todos los cercanos a nosotros. Familiares por partes y partes, hace un par de meses mataron a Izanami y su hijo, pese a estar casados con un don nadie.
—Su nombre es Hiro Nakamura, y lo sé muy bien, yo soy quien está a cargo de su caso ahora. Maldición —soltó un quejido, le dolía la cabeza. Shiashi podía ver su desesperación brotar de los poros de su piel—. Mi propio hijo está desaparecido. ¿Entiendes eso? Ya no sé que hacer, mientras más tiempo pasemos pensando, más tiempo tienen ellos para atacarnos. Podría ser mi hijo, podría ser su padre o alguien más.
—Sabemos los pros y los contras muy bien —replicó Shiashi, chasqueando la lengua—, aún así... Estoy de acuerdo con el consejo Uchiha al respecto, debemos esperar. Mi papá no se sacrificaría en vano.
—La vida de muchas personas corren peligro —gruñó Sasuke.
—Lo sabemos mejor que nadie —repuso Ki, mirándolo seriamente—. Nosotros ya perdimos varias, y por eso no estamos dispuestos a perder más personas. Haremos las cosas con calma. Los Otsutsuki no deben saber que estamos ahí.
—¿Qué me dicen del traidor Uchiha? —todos se giraron a ver a Izuna.
—Tienen infiltrados en los Uzumaki —dijo Shiashi. Sasuke abrió grande los ojos, con sorpresa—, ningún lugar es seguro ahora, pero debemos intentar confiar. Y rezar porque nada salga mal.
Más que por que todo salga bien.
—Pareces muy callado este día —comentó Gaara, mientras limpiaba unas materas junto a Deidara, éste solo le miró de reojo sin decir una palabra—. Oí que conocieron a alguien ayer.
—Si sigues haciendo este tipo de comentarios comenzaré a creer que el traidor eres tú —advirtió Deidara. El pelirrojo solo apretó los labios para no reírse—. ¿De qué te ríes, estúpido?
—Nada, nada, es tierno que quieras proteger el corazón de tu hermanito pero... ¿No crees que es algo raro? Vamos, mírate, estás rondando los cincuenta y tantos y aun sobreproteges a tu hermano, ya casado y con hijos —respondió Gaara.
—¿Qué? ¿Tus hermanos no se preocupan por ti? —se burló.
—No diría que no lo hacen —meneó la cabeza y siguió limpiando las materas—. Sólo no de esa forma tan... única tuya.
—Ya. Claro, tu hermana se preocupa tanto por ti que para asegurarte de que estuvieras bien cuidado se acostó con tu —no pudo terminar la oración debido a los escalofríos que sintió con la mirada asesina que le envió el pelirrojo—. Ups.
—Sasuke no tiene nada que ver con esto. Temari y yo siempre tuvimos esta clase de desacuerdos, ambos somos adoptados y Kankuro es el hijo de Rasa y Baki, todo el mundo sabe eso —se encogió de hombros, mientras ponía una matera ya limpia al otro lado de la pila—. No hay mucha ciencia. Todo fue un complot entre familias.
—Sí, cosas de linaje y eso —se rió y luego negó con la cabeza, tratando de calmar un poco el ambiente—. ¿Qué hay de tus hijos? —le comentó en un tono más casual.
—Están bien, Akasuna ya está mucho mejor y... bien. Dime algo, ¿cuándo los atacaron a ustedes no sentiste odio hacia Sakura como a ningún otro personaje en tu vida? —Inquirió.
Deidara detuvo la mano con la que limpiaba las palas y lo miró.
—Más que a nada en mi vida.
Gaara sonrió.
Al menos tenían una cosa en común.
—Pareces tenso —comentó Temari, mientras comían en silencio, dirigiéndose a Shikadai. Ni Shikamaru ni Meiko mencionaron una sola palabra y solo miraron a ambos ojiclaros—. Si es por lo que hablamos la otra vez, quiero que sepas que no tenemos ningún problema con eso, Shika.
—¿Puedo retirarme? —preguntó, evasivo. Shikamaru al sentir la mirada negativa de su esposa, negó también y Shikadai suspiró—. ¿Tenemos que hablar de esto al almuerzo?
—No encuentro un momento mejor, no puedes levantarte de la mesa —dijo ella—, dime ya.
—Mamá, sólo fue un malentendido, no estoy saliendo con este chico —repuso Shikadai, molesto, mientras llevaba los palillos a su plato—. No porque sea gay salgo con el primer chico que se me atraviese, creí que ya habíamos superado esa etapa... hace como diez años.
—Hijo, no tenemos nada en contra de que salgas con alguien —esta vez fue Shikamaru quien habló. Shikadai lo miró ofendido.
—¿Tú también, papá? Fue sólo un malentendido —se quejó, abochornado, mientras se tapaba la cara con la mano izquierda y comía con la otra—. No estoy saliendo con Daisuke, él es... mayor y todo eso es... Es un Uchiha, y el primo de Sora, yo no...
—Dijiste que te gustaba un chico de cabellos negros y ojos azules —mencionó Meiko—, él es así.
Shikadai la miró.
—No estás ayudándome —replicó, con sarcasmo.
—Es que no pretendo ayudarte —le respondió ella con una sonrisa.
Shikadai exhaló.
Esto es como el infierno pero sin las llamas.
—Son buenos —Shion levantó una ceja mientras veía a los hijos de Kisame cruzar la esquina mientras hablaban con la Señora Uchiha—. Y muy molestos. ¿Por qué no los matamos también?
Haku la miró de reojo tras la mascára.
—Eso no está en el plan —dijo el doncel—, vamos por la señora Uchiha.
—Si ellos se entrometen, dudo que a mi hermana le importe —agregó la peliblanca de ojos violetas con una sonrisa de medio lado, sugestiva. Haku solo miró al frente a los jóvenes, el mayor debía tener su edad, si no estaba mal, y el menor debía estar rozando la de Sora quizá.
—A Tobi no le gusta esto, a Tobi le gusta matar luego de comer. Tobi tiene hambre —intervino el molesto enmascarado. Haku dirijo su vista hacia él, por alguna razón desconocida, aquel molesto personaje le agradaba -quitando su actitud saltarina, su voz aguda y su demandante actitud de hablo en tercera persona-, su interés en el enmascarado podría reducirse a que no le interesaba hacer daños innecesarios.
Como él.
—Tobi no tendrá hambre si no quiere que le introduzca este alambre por e-
—Se está movilizando —informó Haku, antes de que las cosas se fueran a mayores.
Shion, que estaba amenazando a Tobi del cuello, lo soltó con brusquedad y se asomó para corroborar la información antes de chasquear la lengua, molesta. Llevaban casi cuatro meses intentando matar esa sucia sabandija Uchiha, y no podían todavía.
—Les digo que si Roseone hiciera esto sería más rápido —susurró Kimimaru, bajándose de donde estaba para suspirar—. Si tan solo tus agujas fueran de largo alcance —le dijo a Haku.
—Es una lástima que Shion solo sepa usar alambre y no usar un arma de largo alcance —repuso.
La peliblanca se acercó a él, pero este meneó la cabeza y se apartó para irse.
—Kaguya querrá un reporte detallado. Sayonara —Haku soltó una pequeña risa, mientras se iba del lugar.
Shion gruñó molesta.
Algún día te mataré, sucia perra.
—Entonces a eso se debe su visita —La señora Uchiha sonrió alegre mientras abrazaba al pelinegro y al peliazul—, estoy feliz de verlos, muchachos. No los veía desde el funeral de Fuga —fingió una sonrisa y luego meneó la cabeza—. Y díganme, ¿cómo ha ido todo?
—Sasuke nos envió a corroborar que estabas bien —respondió Ki, con una sonrisa—. Nos alegró mucho poder venir a verte, Obaachan.
—A mí también me alegra verlos —respondió con una sonrisa que enmarcaba las arrugas alrededor de sus ojos, y miró a Shiashi. El pelinegro solo la miró—. ¿Cómo han estado?
—Estamos bien —asintió con la cabeza—, nos mudaremos a la mansión Uchiha si la señora nos lo permite.
—Oh, por supuesto que sí, cariño —ella rió y lo abrazó—. Será fantástico tenerlos en la mansión, en el barrio Uchiha, donde pertenecen, de nuevo.
Shiashi se ahorró el comentario.
—Yo iba camino a ver a Naruto-kun y los niños. ¿Por qué no vienen conmigo? Seguro estará muy feliz de verlos —La mujer era tan risueña que Ki se sintió feliz por eso. Con la perdida de su esposo, se especulaba que ella había cambiado y se había cerrado a su trabajo, pero ahí estaba, con una enorme sonrisa y ganas de visitar a la familia.
—Estaremos encantados —Shiashi fingió una sonrisa y la mujer asintió, para guiarlos a la camioneta donde los esperaba el chófer de la mayor. A esas edades no se corría ningún riesgo.
Aún así, Shiashi y Ki sabían algo muy bien, lo aprendieron mucho tiempo atrás.
Ellos no pertenecían ahí.
—Estoy exhausto —pujó Naruto, dejándose caer, a un lado de Gaara y Deidara en el sillón de su sala. Luego de pasar toda la tarde ayudando a Ino en la floristería, los había invitado a tomar algo en su casa y descansar un poco. Ya era poco más de la hora de la cena, y su hijo Boruto estaba con Daiki en la cocina, a punto de sorprenderlos con una exquisita comida.
Él no se preocupaba, ya había pedido la pizza por si las moscas.
Era una pena que Sarada solo hubiera estado con ellos hasta que llegaron los adultos, dijo que debía ir a casa y Sasuke fue a dejarla. Tampoco llevaba mucho tiempo él en casa, supuso, no le había hablado desde la discusión que tuvieron la noche anterior, incluso se fue a trabajar más temprano de lo usual y eso ya era mucho decir.
—Es verdad —Gaara se pasó un paño mojado por la frente.
—No diré que no —Deidara sonrió mientras agitaba su trago en la mano—. Itachi tardará un poco en llegar, dijo que se le presentó algo en la oficina que no podía eludir.
—Espero que sea algo bueno —repuso Naruto, con una pequeña sonrisa, mientras miraba a la televisión—. ¿Otra vez una protesta? ¿Qué ha pasado? No puedo creerlo.
—Al parecer un disturbio menor —Deidara le restó importancia—. Espera, no lo cambies...
—¿Qué? ¿Qué pasa? —Naruto achicó los ojos como su hermano.
—¡Ese es Mike! —Gaara estaba anonado cuando mostraron la imagen de un doncel que había sido victíma de una bala perdida en el disturbio. Los rubios voltearon a verlos confundido y el pelirrojo texteó algo en su teléfono mientras hablaba—. Es el ex novio de Shikadai, el único oficial que ha tenido, por así decirlo.
—Oh.
Rayos.
El timbre sonó y Naruto miró a sus visitas, al menos hasta que vio a Daiki salir corriendo a la puerta, gritando que él abriría. Quizá solo pensaba que era Sasuke o Shikadai.
—Sasuke-san dijo que no está, fue a dejar a su hija a casa y luego irá a la comisaría con Itachi-san —anunció Shiashi, mientras cortaba la llamada. Ki, en cambio, ya estaba pegado al timbre de la casa de los Uchiha Namikaze (2), junto a la señora Uchiha.
—Oh, es una pena no poder ver a mi Sasuke —la pelinegra hizo una mueca, y luego se alzó de hombros—, lo veré en otra ocasión. Por ahora, vamos a ver a Naru y los niños. Kushina-chan no para de hablar de los lindos que están sus nietos, y ya saben, yo casi no puedo verlos.
—Yo confirmo —Ki sonrió sonrojado, y ambos pelinegros le vieron con la ceja alzada—. Q-que están lindos, pe-pero no en ese sentido. Y, ¿por qué no vuelves a timbrar?
Cuando la señora Uchiha hizo lo que dijo, la puerta fue abierta por un lindo doncel de ojos azules que les tendió una sonrisa confundida. La pelinegra chilló al verlo y le agarró las mejillas.
—Pero mira que hermoso estás, mi querido Daiki-chan —El pelinegro intentó decir algo pero no pudo—. Aw, te extrañé mucho, pequ-
—¿Y murió? —Shikadai bajó la mirada—. Yo... no sé que decir, realmente lo lamento Dai, sé que eran buenos amigos y...
—Gracias —susurró Daisuke, mientras miraba al cielo—. Supongo que... fue su hora, no lo sé. Me siento muy confundido al respecto, un momento estaba feliz con mi familia y armando flores para enviar, y al otro yo... estaba recibiendo una llamada de que mi mejor amigo murió.
Shikadai se volteó a ver al chico de cabellos negros, sus ojos azules estaban ópacos por las lágrimas. No le faltó mucho para tomar el impulso y abrazarlo, dejando que el mayor llorara en sus hombros. Le dolía verlo así.
—Sé que te hizo mucho daño y lo lamento por eso, no sabes como lo siento —susurró—. Mike era un doncel muy agradable y todo, pero en cuestiones del amor siempre fue muy tonto. Lamento que él no haya sido suficiente para ti.
Shikadai se tensó y lo apartó pronto, mientras acariciaba su rostro con su pulgar, apartando las lágrimas lo suficiente para que su figura expuesta bajo la luz del patio de la casa Nara mostrara el perfil confundido de Shikadai.
—Amé mucho a Mike —susurró el pelilargo—, pero lo nuestro no estuvo destinado a ser. Cada vez que miraba sus ojos verdes me repetía aquello. ¿Sabes? No te sientas mal por mí, Dai.
—Me destroza la idea de que haya muerto, era muy joven —balbuceó, volviendo a dejarse abrazar por el menor, quien asintió—. Sé que él quería pedirte perdón por todo el daño.
—Ya te dije que no importa, lo perdoné hace mucho, lo nuestro no estaba destinado a ser —insistió.
Porque mi corazón le pertenece a un par de ojos azules.
Daiki parpadeó, o eso creyó.
No podían oír.
¿Alguna vez se han golpeado la cabeza cerca del oído? Como en las películas, un terrible pitido suena y los deja desorientados. Pasa normalmente cuando el oído es expuesto a ruidos fuertes, golpes u otras situaciones. Son sonidos que se originan en el oído y no en el ambiente, y a Daiki jamás le había sucedido.
No podía oír nada más que aquel pitido.
¿Qué había pasado? No lograba entenderlo, en un momento era acosado por la Uchiha y sus dedos apretando sus mejillas y al otro alguien gritó, una fuerte explosión -para nada parecida a las de Ayame, Deidara, y Haru-, en la mitad de la calle hizo que todos cayeran al suelo. Daiki parpadeó.
—¿...tás bien? —volvió a parpadear al ver a un peliazul frente a él -por no decir encima-, hablándole. Daiki alcanzó a fruncir un poco el ceño. ¿Qué había pasado?—. ¿Estás bien?
Miró más allá, y notó como el joven pelinegro estaba protegiendo con su cuerpo a la Uchiha, y soltó un quejido cuando el pitido desapareció finalmente. No podía ver mucho, el lugar estaba oscuro y nadie se movía por temor a que sucediera algo más. ¿Qué demonios había sido eso?
—¿Qué demonios fue eso? —se quejó Shion, mientras miraba hacia el frente, el lugar donde Ren y Roseone se encontraban—. Maldición, ellos siempre son tan... tan...
—¿Explosivos? —aportó Tobi con una sonrisa.
—¿Intensos? —continuó Haku con un tono burlón, haciendo que la peliblanca les mirara fijamente—. Ya, ya. Es mejor que nos vayamos de aquí, la policía no tardará nada en llegar.
—Te lo digo —Kimimaru se acercó a todos—. Kaguya los envió, no hay nada que hacer.
—Creímos que habíamos cambiado de fase. Estamos portándonos serios, ¿por qué ellos tienen que arruinarlo? —Shion estaba molesta—. Estoy muy molesta —muy molesta—. Los odio a todos.
—No veo nada diferente a lo normal —comentó Haku, mientras se bajaba de la cornisa y miraba al enmascarado—. Andando, Tobi, si alguien nos ve, seremos localizados.
—A Tobi no le gustan las explosiones, a Tobi le asustan las explosiones —se quejó Obito, mientras miraba a su familia, por suerte parecían no resultar muy heridos dada a la posición de la explosión pero aún así, estaban amenazando la integridad de sus más cercanos—. A Tobi le duelen los oídos.
—Pues TOBI debería ir y quejarse con Kaguya y Ren y no joderme el maldito oído a mí —repuso Shion, mientras lo golpeaba en el hombro.
Obito exhaló.
La mataría si no estuviera encubierto.
—Cariño, cariño. ¿Estás bien? —Naruto pasó una toalla húmeda por el rostro del doncel, mientras le miraba preocupado, con los ojos cristalizados y el labio temblándole. Se sentía culpable, quizá si él hubiera abierto la puerta antes, no estaría en esa situación. Gaara y Deidara estaban atendiendo a los hijos de Shisui y a la señora Uchiha, pero Naruto en ese momento no estaba respondiendo. Su hijo había pagado por algo que no habían hecho.
Akihiko y Ayame estaban en las escaleras mirando en silencio a su padre y a Daiki. Hikari estaba a un lado de Deidara y Ki mientras le tendía un vaso con agua y una aspirina como con su hermano y la abuela.
—¿Papi? —Daiki se encontraba todavía más desorientado. Él estaba en la puerta y ahora estaba tendido sobre el sofá con la cabeza en el regazo de su padre mientras éste le ponía paños húmedos en la frente—. ¿Qué pasó?
—No lo sé, cariño —hizo un mohín—, no lo sé...
Gaara apretó el paño y miró a Shiashi en silencio, éste no preguntó nada y solo se dejó limpiar el rostro lleno de hollín por el doncel pelirrojo, quien se le hacía curiosamente conocido.
—Eres idéntico a tu padre —susurró el doncel con tono meláncolico, mientras lo hacía. Shiashi arrugó la nariz y le miró interesado—, a Shisui. Era un gran doncel, aún... me duele mucho su pérdida.
—¿Conocías a mi papá? —Gaara asintió—. ¿En serio crees que me parezco a él?
—Demasiado, eres idéntico a él —acarició con sus pulgares la mejilla del menor—. Parece que el legado de Shisui no fue únicamente los tesoros y la información que dejó. Basta con verlos a ustedes para recordar el verdadero legado que dejó, su familia y su amor.
Shiashi sonrió con los ojos cristalizados.
No solía escuchar cosas como esas muy seguido.
—¿Qué harás ahora? —Gin sostuvo su mano de la muñeca.
—No lo sé, quizá sólo iré a comer y dormir y llorar mientras abrazo mi mantita y veo películas románticas que me ponen muy pero muy triste —Aseguró Bolt, con una sonrisa de medio lado—. ¿Pensabas invitarme a alguna parte?
—Me gustaría que conocieras un lugar, conmigo —mencionó, mientras lo miraba—. Claro que... no estoy seguro si al señorito Uchiha le gustaría, dicen que los Uchihas tienen gustos caros.
—Bah, eso no afecta a los que tienen sangre Uzumaki-ttebasa —Le restó importancia y sonrió—. ¿Me llevarás a ver las estrellas?
—Quizá te haga ver más que solo estrellas —A Bolt le brillaron los ojos ante la expectación.
—Suena a promesa difícil de cumplir. ¿Estás seguro de que puedes cumplir tu promesa?
—Lo intentaré —Gin sonrió y extendió su brazo, para que el rubio se colgara de éste.
La pelirosa que los veía a un par de cuadras, de mano de una niña pelirroja y al lado de una peliverde con mirada suspicaz, sonrió de medio lado antes de ver a la peliverde y asentir.
—Parece que tenemos nueva presa —murmuró la pelirosa.
La felicidad no dura para siempre, Gin-san. Ya deberías saberlo.
—Uchihas —Itachi y su hermano menor levantaron la mirada para ver a Shikamaru entrando, con una cara que no auguraba nada bueno—. Tenemos problemas y noticias que no les van a gustar.
—¿Qué sucede? —preguntaron al mismo tiempo.
—Bueno... hubo tres ataques de los Akatsuki, dos de los Otsutsuki —Shikamaru se mordió el labio y agachó la cabeza—. Ah... uno de ellos fue... en la calle de la casa de Sasuke. Y no sólo Deidara, Gaara y los niños estaban ahí. También... los hijos de Shisui.
La cara de ambos Uchiha no tenía comparación.
—Las unidades se están movilizando y ya acordonaron un perímetro —agregó rápidamente—. Debemos ir al lugar... Ahora.
Sasuke fue el primero en salir corriendo.
A mi familia no, por favor.
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