Capítulo 4; ¿Quién es Kaguya?

Kaguya Otsusuki es una mujer peliblanca de ojos perlas bastante atractiva para sus 58 años, como actual líder de la tradicional familia Otsusuki el dinero y la fama nunca le ha faltado, también posee una belleza de sirena, atrapante, seductora y peligrosa sobre todo. Una mujer que sin duda parecía tranquila a plena vista, pero que ocultaba un gran y aterrador secreto.

—Madre —Hagoromo, su hijo de 33 años la miró en silencio. A un lado de ella, una mujer de cabellos rosados y una mascára le miraba con interés—. Ashura e Indra vendrán con Hamura.

—Lo sé, cariño —le sonrió con tranquilidad—. ¿Por qué no los acompañas a despedirlo? Yo tengo cosas que hacer, dale saludos de mi parte a tu hermano, por favor.

Hagoromo, el castaño claro, asintió entonces sin quitarle la mirada a la pelirosa, entonces Kaguya le permitió ausentarse y él caminó fuera, aun sintiendo aquella mirada sobre su espalda. Kaguya se giró a ver a la pelirosa.

—Es todo un amor —sonrió entonces, pero su sonrisa le parecería a cualquiera demasiado sádica. La enmascarada solo asintió con la cabeza—. Dime, ¿qué te trae por aquí tan temprano?

Su familia se había visto a poco de verse destruida gracias a algo en específico, cuatro familias insubordinadas que han hecho trozos la vida que su padre Akiyama Otsusuki había creado para ella y sus dos hermanas, sus hijos y nietos. Estas cuatro familias son la familia Senju, la familia Uzumaki, y las familias Namikaze y Uchiha.

—Mi señora —la pelirosa se paró frente a ella con una mascára—, la misión está terminada. 

—Muy bien, roseone, puedes retirarte —dijo, agitando brevemente su mano. La mujer asintió y se retiró, mientras ella miraba entonces a su hermana menor, la peliblanca de ojos violeta como su padre, Shion Otsusuki—. Te veo bastante inquieta —comentó con aburrimiento. 

—¿Tú crees? —inquirió la menor, alzando una ceja.

—Deberías tener un poco más de paciencia. ¿Qué la cárcel no te enseñó de eso? —su tono de voz siempre se mantenía neutral, era tétrica la manera en que ni su rostro ni su voz demostraban emociones, pero al mismo tiempo las sentía de una manera torrencial, capaz de arrasar con quien se atravesara.

—La cárcel solo acrecentó mi espera —gruñó su hermana menor, mientras caminaba hacia la ventana de su tradicional mansión en Hokkaido—. Quiero mi venganza ya.

—Yo también quiero vengarme —dijo Kaguya, con parsimonia mientras se levantaba. Su yukata de seda blanca lo suficientemente larga para ser arrastrada a cada paso que daba le daba un aire tranquilo y armonizante con el resto de la casa de madera—. ¿Se te olvidó que le hicieron a Sakura y a Mebuki?

Shion le miró con molestia, ninguna de esas intrusas le importaban pero a Kaguya sí, porque eran de sus marionetas favoritas, así como lo eran los Akatsuki, los cuales también habían caído por culpa de ese condenado rubio que le había arrebatado su posesión más preciosa.

—Esas no me importan, yo lo quiero a él —replicó. 

Su cabello blanco se erizó por el viento que creó el kunai que fue lanzado por su hermana mayor justo a un lado de su cabeza, logrando que un par de cabellos cayeran al suelo. Se giró para verla, si creía que le asustaría aquello era porque no sabía como era la cárcel, y ella .

—¿Por qué has devuelto a roseone a la acción? —preguntó entonces, mientras miraba de reojo la puerta de madera cerrada todavía. La peliblanca mayor solo devolvió su vista al escritorio.

—La necesito para unas cuantas cosas —respondió y entonces miró a Shion—, tengo una misión para ti también, en todo caso. Veremos con ella que tan oxidada estás.

—Por favor —Shion se jactó con una sonrisa, mientras se giraba, ella quería derramar sangre lo antes posible. Quizá, y sólo quizá, eso lograría calmar sus ansias de venganza—. Dimelo ya.

—Voy a enviarte a Estados Unidos —comentó entonces, mientras se sentaba en la silla a un lado del escritorio y sacaba unos papeles—. Aquí están tus papeles, pasaportes, y algunos billetes.

—¿Qué? ¿Para qué me quieres enviar allá? —frunció el ceño. Había estado doce años vagando por las calles de Hokkaido, esperando que su hermana le permitiera salir de ahí pero no precisamente de todo Japón, solo de la estúpida ciudad donde residían los restos Otsusuki y la mansión.

—Hay unas personas allá que necesitamos para este trabajo —miró entonces los papeles—, debes buscarlas, aunque tenemos la ubicación de Ren. No será fácil, quizá te tome algo de tiempo... Cuando vuelvas con estos personajes, iniciaremos. 

Shion frunció el ceño. ¿Tan importante era traer esas personas? ¿Quiénes era? ¿Por qué era importante que ellas estuvieran? Miró entonces la imagen adjunta y soltó un jadeo al reconocer a aquella persona, Ren, miró de vuelta a su hermana.

—¿Estás segura de esto? —Kaguya solo le miró.

—¿Cuándo he titubeado en mis decisiones? —alzó una ceja, sin siquiera mirarle directamente a los ojos—. O es que acaso... ¿no te sientes capacitada para ir tras ella?

La de ojos violetas negó violentamente.

—Yo lo haré —profirió decidida. Su hermana sonrió de medio lado.

Kaguya se sentó de nuevo en su escritorio mientras le echaba un vistazo más profundo a todo lo que ha sucedido en la organización que ella mandó a crear. Kaguya es una criminal experta de la Yakuza, ahijada de Mebuki Haruno, prima de Sakura y hermana de Shion Otsusuki. La heredera de los Otsusuki y el orgullo de su amoroso padre Akiyama.

—Pareces contenta —Hamura se acercó a su madre, ella lo miró.

—Creí que te habías ido ya. 

—¿No pensabas que me iría a Estados Unidos sin decirte adiós o... tan mal hijo me crees? —Alzó las cejas, Kaguya sonrió y se levantó para abrazarlo y desearle suerte—. Tranquila, madre. Yo cuidaré de Shion... y cumpliré la misión que me encomendaste.

—No lo dudo —le dijo con una mirada fría. Cuando el peliblanco salió de aquel despacho se permitió quitar aquella sonrisa falsa y miró entonces a la mascára que permanecía en su escritorio, rota—. Hannya —susurró, mientras tocaba aquel pedazo sobreviviente, y endureció la mirada. 

Kaguya era, sin duda alguna, una mujer llena de odio, maldad y una obsesión por la "justicia" que no descansará hasta hacer sufrir a los Namikaze. Y a todos esos que destruyeron lo que su padre creó, irrespetando su existencia en aquel mundo. Ya vería, que jamás la olvidarían. 

No piensa descansar hasta que todos esos insulsos estén bajo tierra.


Sasuke despertó sudando y agotado. Parecía no haber dormido nada, se restregó un ojo y pudo divisar la silueta de su doncel dormir a lo ancho de la cama con la boca abierta, babeando y extendido sobre su abdomen. Aquello logró calmar un poco su instinto y hacerle sonreír. No había nada malo.

Habían pasado dos días desde que Temari había ido hacia su oficina taconeando firme, con una sonrisa de medio lado, diciendo que había conseguido los papeles que necesitaba, por si él quería estar realmente seguro les diera un vistazo. Aquello había estado torturándolo, y es que saber que Naruto no estaba del todo seguro era suficiente para enloquecerlo. Porque él se culparía completamente, si algo le pasaba a sus hijos o a su amado esposo.

Aún cuando había intentado volver a dormir no lo había conseguido y había terminado duchándose, vistiéndose y saliendo con dirección a la casa de los Sabaku No, donde había citado a Temari para hablar con ella. La rubia le había gritado mil improperios en el camino por haberla despertado, bla bla bla, y finalmente había accedido a verlo en el jardín privado. 

Condujo con la mente en blanco y la música a todo volumen las dos horas de camino a la casa Sabaku No, una linda modificación tradicional de un castillo feudal donde Rasa había criado a esos tres demonios de arena. Kankuro debía estar trabajando en ese momento y Gaara se había mudado con su esposo Lee y sus dos hijos muy lejos de ahí, por lo que estarían solos.

Justo lo que necesitaba.

Apenas llegó, notó que la rubia estaba sentada tomando una bebida mientras se abanicaba el rostro, en aquella montaña la luz de sol era jodidamente agotadora, incluso para ella que había vivido ahí prácticamente toda su vida. Sasuke se acercó enseguida hacia el kiosco que había.

—¿Qué piensas hacer? —fue su recibimiento. 

Sasuke se dejó caer sobre el futón que había ahí y suspiró, mientras se pasaba una mano por el cabello y cerraba los ojos exhausto. Había subido al menos unas cien escalinatas -y para qué decir lo angostas que eran-, para llegar al jardín privado de los Sabaku No.

—Que deberían hacer un ascensor hasta aquí —se quejó, mientras notaba como sudaba.

Temari le observó en silencio.

—Hablo de lo que ya sabes —aclaró con el rostro serio. Sasuke soltó un bufido, rodando hasta dar con las piernas de la rubia y alzar la mirada hacia aquellos ojos aguamarina que le veían fijamente—. ¿Ya se lo dijiste? Si piensas que buscar a Takah-

Sasuke suspiró, incorporándose y sentándose en pose de indio frente a ella.

—No, no lo he hecho. ¿Tú le has dicho a Shikamaru? —Temari desvió la mirada—, sí, eso creí. Escucha, lo mejor será que esperemos un poco más. Aún las cosas no son exactamente perfectas para la situación. Naruto está... pasando por una etapa difícil.

—Claro, tres de sus hijos están mayores ya —Temari suspiró—, Shikadai ya tiene 20 y nos dijo que nos presentaría a su pareja en unos meses... cuando tuviera. 

Sasuke rió. 

—Es un chico inteligente. 

Ambos se miraron en silencio hasta que sus sonrisas desaparecieron. 

—Sí, bueno... Lo sacó de su padre —Temari desvió la mirada, y Sasuke se tensionó.

—Temari, yo...

—Está bien —afirmó ella, carraspeando—, concentremonos en lo importante ahora, ¿Sí?

Sasuke suspiró y asintió con la cabeza.

¿Hasta cuándo iba a ser así?


Naruto se quedó en silencio mientras él y Shikamaru observaban a Meiko y Hikari jugando. Akihiko, Daiki y Ayame estaban en el colegio, pero hoy las dos jovencitas ahí presentes no tenían clases, así que mientras Naruto trabajaba dejó a Hikari con su niñera Meiko. Sin embargo cuando llegó a casa de Shikamaru, solo se encontraba el pelinegro, Meiko y Hikari.

—¿Temari está trabajando-ttebayo?

—No, dijo algo de tener una reunión con Sasuke en la mañana —comentó Shikamaru, mientras preparaba la comida, Naruto se quedó en silencio, pensativo—. Supongo que su trabajo se ha extendido o quizá se complicó más de lo que esperaban. Ya sabes como son esas investigaciones.

—Pero eso fue en la mañana-ttebayo —frunció el ceño. 

—Sí, pero ella dijo que irían a la mansión Sabaku No —El pelilargo se encogió de hombros.

Naruto apachurró su cara contra la isla de la cocina.

—¿Por qué Sasuke conoce la casa de los Sabaku No?

—No lo sé —Shikamaru detuvo su mano de batir los huevos y miró a Naruto—, ahora que lo dices... en realidad, no lo sé. Supongo que tiene que ver con el pasado o algo así, después de todo, Kankuro es el único que reside ahí actualmente. Temari se mudó conmigo y Gaara con Lee.

—¿Kankuro no estaba en Hokkaido-ttebayo? —Naruto frunció el ceño. 

Shikamaru miró a Naruto en silencio. Bueno, no sabía que responder a eso en ese instante, pero cuando oyeron la puerta abrirse ambos se acomodaron lo más relajados posibles, pensando que quizá Temari había llegado ya.

—Yo te he dicho que eso no importa —se quejaba Shikadai, haciendo que el rubio y el pelinegro suspiraran algo inquietos.

No era Temari, definitivamente.

—Cállate-datte. Mejor entregame ese papel rápido para irme de aquí —exigió Sora, mirando con seriedad al azabache, que pasó por la cocina murmurando maldiciones por lo bajo. 

Naruto decidió salir a ver, y Sora suavizó su mirada cuando se percató de su presencia. 

—Madre, hola. ¿Qué haces aquí-datte? Hola Shikamaru-san —saludó también al padre de Shikadai, quien solo alzó el mentón y miró hacia los gemelos, extrañamente todos seguían el curso de sus vidas ausentes de la tensión entre los otros cuatro. 

Aunque en algún momento de su vida Sora había visto a Shikamaru como su Otou-san aquellos tiempos habían quedado en el olvido con el paso de los años, ahora Sora tenía un padre y Shikadai el suyo. Además, claro, sus hermanos y Meiko era la prueba viviente de que así era como debían ser las familias.

No faltaba nadie... Según él.

Ayame miró a Hikari y a Meiko, e ingresó a la casa para hablar y decirles que fueran a jugar arriba, en el cuarto de Meiko. Akihiko y Daiki solo saludaron amablemente y se dispusieron a sentarse en uno de los sillones mientras hablaban entre ellos, bajito para no molestar a los mayores.

—Vine a recoger a Hikari-ttebayo, Shikamaru nos invitó a comer. ¿Tú por qué andas peleando con Shikadai-ttebayo? —puso las manos en sus caderas a modo de jarra.

—¿Ah? Es que es un estúpido, no se ofenda Shikamaru-san. 

—Yo no —Shikamaru elevó los hombros.

—Ten —Shikadai le pasó rudamente el cuaderno—, toma tus estúpidos apuntes y...

La puerta volvió a abrirse y todos se giraron a ver, al menos hasta que vieron el cuerpo de Sasuke desplomarse en el suelo, y a Temari soltar un pequeño grito al sentir como se caía el azabache que llevaba hombro con hombro.

—¡¿Sasuke?! —Naruto observó horrorizado a su esposo y corrió a verlo, se agachó enseguida y con ayuda de Sora lo corrieron para ponerlo boca arriba. Naruto soltó un chillido que alertó a los gemelos, pero Shikamaru los mantuvo a tope—. Oh por dios, Sasuke... Estás sangrando. 

El azabache reconoció la voz de su esposo, y soltó un quejido. 

—Na... 

—Sh, sh, está bien. Shikadai trae el botiquín —lo interrumpió Sora, dejando a un lado su cuaderno y mirando a su papá. Joder, como necesitaban ahora que estuviera Takeshi ahí—. Papá... papá. Llamaré a mi abuela —anunció, soltando a su padre en el regazo de Naruto, este asintió y devolvió la vista hacia Sasuke. 

—¿Qué demonios sucedió, Sasuke-ttebayo?

—Ka...Kaguya —susurró, antes de volver a cerrar los ojos. 

Naruto lo agitó entonces.

—¡Sasuke-baka, no te atrevas a morirte porque te mato-ttebayo! —exclamó, mientras lo agitaba.

Temari se sentó en el suelo tras sentar la puerta, llamando la atención de Naruto sobre ella. Ésta se sostenía el vientre con una mueca de dolor. 

—Temari...

—Hola, Naruto —susurró ella—, lamento por... la... tardanza. Tuvimos... ciertos percances...

—Ni hablar —Naruto rodó los ojos—. Ya dime, maldición. ¿Quién es... realmente, esa tal Kaguya?

Temari le miró adolorida.

—Ya deberías saberlo —la rubia decidió entonces dejarse caer suavemente en el piso y cerrar los ojos. Naruto entró en pánico. 

Joder, ¿qué nunca tendrían paz?

¡Y QUE ALGUIEN LLAME UN MALDITO MÉDICO!

.

.

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—¿Kushina?

—Oh, Miko-chan, qué sorpresa tenerte por aquí hoy —Kushina se limpió las manos del agua que estaba manipulando al lavar los trastos sucios y se giró a abrazar a su mejor amiga, ésta le devolvió el abrazo con una sonrisa y ambas miraron entonces el artefacto que sonó, indicando que el postre estaba listo—. Es bueno que hayas venido, preparé un postre y pensé que solo yo lo comería-ttebane.

—¿Y Minato? —preguntó, mirando hacia el pasillo del despacho por donde siempre estaba el rubio.

—Oh, está trabajando con Itachi en la comisaría, al parecer encontraron un nuevo Akatsuki —la mirada azul de Kushina se endureció brevemente antes de volver a sonreír—, pero cuéntame, ¿cómo estuvo la noche de talentos? Oh, estoy tan triste de habermelo perdido, pero teníamos ese viaje...

—Fue fantástico —Mikoto sonrió comprensiva y ayudó a Kushina a sacar la tarta de manzana, mientras se ponían a hablar de lo sucedido en aquella noche. Kushina oía atentamente a su amiga, pero mientras más hablaba, más le preocupaba aquel vacío en sus ojos.

Claro, ella misma no sabría que haría si perdiera al amor de su vida. Era demasiado dolor.

Ya entrada la noche Mikoto decidió que era hora de irse y se despidió de Kushina, argumentando que debía ir a atender un par de asuntos importantes. Kushina se mordió el labio cuando Mikoto salió rápido, y solo se quedó en silencio en el pórtico hasta que logró ver una cabellera rosa pasar cerca de su casa, y frunció el ceño antes de entrar a la casa para alertar a Minato.

¿Por qué esto simplemente no paraba?

Mikoto por otro lado llegó en un dor por tres a la casa de los Nara, donde tuvo que revisar tanto a su hijo como a Temari, ambos habían recibido dos impactos de bala, Temari en el brazo y su hijo en el abdomen. Las heridas fueron penetrantes, casi a quemarropas, pero éstos no dijeron absolutamente nada de que había sucedido, excepto... Kaguya.

Mikoto había entornado la mirada.

Esto no se quedaría así.

No cuando habían tocado ya a dos de sus hijos.

.

.

.

—Takahiro-kun, ¿cómo estás? —preguntó una mujer de cabellos negros con una pequeña sonrisa. El pelinegro de ojos aguamarina alzó la mirada hacia ella. 

—Kasumi-san. Estoy muy bien, gracias —le dedicó una sonrisa mientras se levantaba de su cama y la abrazaba—. Hacía mucho tiempo no le veía, ¿cómo se encuentra su esposo?

—Él está bien —ella le dedicó una mirada comprensiva con una sonrisa tierna—. Te mandó saludos. Ha estado muy ocupado con todo el trabajo que tiene. ¿Qué estabas haciendo?

El pelinegro solo meneó la cabeza y se giró para acercarse hacia la cama, tomó el cuadernillo donde estaba dibujando y se lo enseñó. Kasumi lo miró en silencio, admirando los dibujos del muchacho. 

—Es tu papá —comentó entonces. 

El pelinegro se tensó y miró hacia la ventana de su cuarto. 

—Él... te ha estado buscando, Takahiro —El mencionado se volteó a verla—. Y tu madre también.

El ojiverde bajó la mirada. 

—No quiero verlos, así que te agradecería que tampoco les menciones donde estoy. Ya llegará el día en que los enfrente de nuevo —dijo, y le sonrió—. ¿Por qué mejor no me cuentas como están todos? Oí que fuiste a una convención con los Namikaze este sábado. 

—Sí —ella asintió—. ¿Qué hay de tus nuevas pasantías? ¿Cómo te trata Kushina-sama?

—Muy bien, gracias —la pelinegra de ojos negros le miró en silencio, mientras él apartó su mirada hacia la ventana. Le gustaba mirar la ventana, su apartamento nuevo tenía una linda vista de la ciudad de Tokio. Lejos de todo lo que alguna vez fue su hogar, y de los que le hicieron la vida a cuadritos. 

Los Akatsuki... estaban muy lejos de ahí. 

Kasumi simplemente se quedó en silencio, desde que se casó con un Uchiha comenzó a darse cuenta de muchas cosas, pero... Definitivamente jamás entendería lo que sucedía con esa familia. Aquel hombre frente a ella... había sufrido tanto, como ella y como todos, pero solo. 

Si tan solo sus padres...

—Kushina-sama tiene un evento en un par de días y me ha dejado a cargo de la pasarela —comentó entonces—. Estoy ansioso de verte ahí. Puedes traer a tu esposo y a tus hijas, me alegrará verlas de nuevo. Incluso a Hanna.

—Estaremos ahí —aseguró entonces. 

Hubieran estado con él.

El ojiverde le dedicó una sonrisa, por demás, falsa.

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