Capítulo 37; Llámame Menma.
Advertencia: Tensión.
París, la supuesta ciudad de las luces y una de las más románticas, por defecto tuvo que llamar la atención del hijo de un abogado como Sora Uchiha, aunque no era su número uno en la lista de ciudades a las que correr en caso de que tu padre y toda la CIA te esté buscando, alias ahora eres un fugitivo, pero bueno, al menos era algo. Se quedó en silencio mientras miraba la torre Eiffel. A su lado, el doncel mayor solo escribía cosas en su diario -Haku le llamaba bitácora, pero Sora sabía que era un diario-, que sólo él sabría que eran, tampoco le importaban.
—Estás muy callado —comentó Haku, entonces, mientras le daba un leve vistazo por el rabillo del ojo. Sora posó sus orbes azules sobre las negras del pelilargo y arqueó una ceja—. No pongas esa cara, esto fue lo más rápido que conseguí. Deberías aplaudirme, en una noche no encuentras tiquetes para ir a todas partes así como así y en avión.
—Te doy el crédito —dijo—, pero al menos un poco más abajo, Londres o Giza, estaría mejor.
—Son dos lugares con todo un clima de diferencia —replicó ofendido—. Aparte en esta época del año, la gente no suele venir mucho a París. Ya estamos cerca del verano, Menma, así que...
—Ellos sabrán que vendremos aquí —aseguró, mientras se pasaba una mano. Un flashback cruzó su mente.
¿A dónde iríamos? Dime, a dónde irías si el mundo se te cayera encima y quisieras huir, pero solo pudieras huir conmigo a tu lado.
A París.
Todo un romántico, dobby.
El corazón de Sora se desbocó sin causa alguna aparente y tuvo que bajar la mirada para ocultar su repentino sonrojo. ¿Qué había sido eso? ¿Quién era esa persona? ¿Y por qué reacciona así? Genial, ya se estaba volviendo loco. ¿A quién le hablaba? No lo sabía, pero su corazón sí que lo hacía.
—¿...ma? ¿Menma, estás bien? —El pelinegro parpadeó repetidas veces y miró a Haku. Aparentemente volvía a perderse en sus propios pensamientos, hizo una mueca al oír al doncel, la diferencia de voces era más molesta que no saber quien era el dueño de aquella voz.
—Sí... sí, estoy bien. ¿Qué decías? —la miró con una sonrisa falsa.
—¿Por qué crees que sabrán que vendremos aquí? Creí que no querías venir —arrugó la nariz.
—No lo sé —frunció el ceño y se rascó la mejilla—, es sólo una corazonada. No hay que prestarle atención, necesitamos ropa nueva y un par de gafas nuevas... Ah, no nos hará mal algo de perfume y una ducha. Luego de eso, empacaremos y viajaremos por tren hasta Ámsterdam.
—¿París? —Meiko levantó la mirada al escuchar a su madre entrar en el comedor mientras hablaba por teléfono—. ¿Estás loco? Sasuke, no puedes simplemente hacer eso. Voy contigo.
Meiko arrugó el ceño al oír aquello.
—Bien —masculló Temari—, sólo digo que yo conozco Francia mucho mejor que vosotros juntos.
—También he estado en Francia, Tem —Sasuke rodó los ojos mientras observaba a los demás comprar los boletos para el avión—. Viví ahí un par de temporadas. ¿Lo olvidas?
—No podría olvidarlo —Temari le sonrió a Meiko y se sentó en el comedor, luego de poner el plato de su desayuno en la mesa—, pero aun así. Es una completa locura. ¿Y si los atacan? No sólo estás poniéndote en peligro, a mi hijo también.
—Y tu esposo —se rió Sasuke.
—No me hace gracia —murmuró con aspecto serio. Meiko se quedó en silencio, recordando lo que le comentó a Ayame sobre oír la conversación de sus padres donde hablaban de otro hijo—. ¿Puedes cuidarlos, por favor? Si les pasa algo, te mato, Uchiha, lo digo en serio. By the way, ¿Gaara?
—Enojado —pujó—. Tal vez debas hablar con él.
—Eres un estúpido —se quejó la rubia, mientras le daba un enorme mordisco a su sandwich.
—Ya, ya, dile no a la violencia, mujer —Sasuke se quedó en silencio y sonrió—. Estaremos bien, no tienes que preocuparte por nosotros, también te amamos —agudizó la voz para volverse más molesto. A Temari le saltó una vena en la frente—. Como sea, espero encontrar a Sora y traerlo a casa.
—También lo espero —sonrió brevemente—, por favor, cuídense.
—Sí, ma'am.
—Sasuke...
—¿Sí? —El Uchiha se acomodó con una mano la corbata, nervioso y miró a Shikadai, que le hacía señas de que estaban por abordar. Le indicó que iba en camino y comenzó a caminar lentamente hacia ellos.
—Trae a nuestro hijo de vuelta —susurró, aunque no lo suficientemente bajo para que la otra línea y su hija a su lado escucharon.
Mamá tuvo un hijo con Sasuke, acaba de confirmarlo. Meiko casi se ahoga con su propia saliva.
—Descuida, Shikadai estará bien y lo llevaré de regreso junto con tu adorado y muy amado esposo. Verás que Sora también irá —no se atrevió a escuchar el reproche de la mujer que sabía vendría después de hablar y colgó.
Temari se quedó en silencio mientras miraba el teléfono.
Por favor, regresa con él a salvo.
—¿Mamá? —Meiko susurró, haciendo que la rubia mayor la mirara—. ¿Estás bien?
—Sí, cariño. Sasuke me ha dicho que tu padre y Shikadai están con él, van a hacer un viaje pequeño a París para encontrar a Sora —le comentó. Meiko sonrió agradecida de que le contara y continuaron desayunando, cada una en sus propios pensamientos.
Entonces... se refería a Shikadai.
Shikadai era un Uchiha, ahora todo lo escuchado cuando su madre y él peleaban tenía sentido, dejó de mirar su sándwich, o al menos de verlo, pues su mente estaba en otra parte, y su garganta se había cerrado ante la nueva posibilidad que se le había puesto frente a ella. Y quizá tenía sentido, después de todo, Shikadai era un varón de cabellos negros y piel blanquecina como cualquier otro Uchiha, su única notoria combinación eran los ojos aguamarina que le había heredado a su madre Temari y lo único que lo hacía ver como su padre Shikamaru era aquella peculiar forma de peinarse como piña. Tragó fuerte. Eso significaba que...
Sasuke era el verdadero padre de Shikadai.
—Tú tienes que calmarte un poco. Daiki, pon a hervir el agua para el té, por favor —Deidara se quitó el saco y lo dejó en el perchero, el doncel solo fue hacia la cocina sin decir nada y el mayor se giró a ver a su hermano, con una mirada de claro reproche—. Debes olvidarte de que me quede a dormir hoy. Itachi estará preocupado y seguro si no voy ni comerá por estar esperando noticias de Sasuke. Hmp.
—Yo tampoco —susurró desganado—, siento que hice mal por enojarme con él cuando va a irse de viaje así como así en búsqueda de nuestro hijo-ttebayo.
—No, él hizo mal dejándote enojar con él mientras se iba de viaje así como así en busca de su hijo, de los dos, y sin llevarte —Deidara rodó los ojos—. Hombres, solo sirven para dos cosas.
Naruto lo miró con una ceja arqueada.
—Bueno, tres —sonrió sugerente y Naruto se rió—. Eso, sonríe, me gusta. Ya tendrás tiempo de reclamarle al Uchiha después de que vuelva, y de golpear a Sora por el susto que nos ha hecho pasar, y de reconciliarte con ambos. Ahora, vamos por el té y un poco de sake —sonrió.
—Parece que alguien se había tardado en aparecer —Kaguya estaba sentada en la silla principal del lugar, mientras tomaba su té con tranquilidad—. Así que tú eres el famoso hombre salamandra.
—Es un placer conocerla, señora Otsutsuki —Hanzo hizo una reverencia mientras sonreía, Natsu a su lado le imitó.
—Si me permite, voy a retirarme, Kaguya-sama —dijo la peliverde, mientras la peliblanca asentía con calma—. Con permiso —se despidió de Hanzo con un ademán y se fue por el mismo lugar donde venía.
Una vez que Kaguya y Hanzo estuvieron solos, la peliblanca le invitó a sentarse junto a él y tomar el té mientras discutían ciertos asuntos. Hanzo se vio un poco reacio a aceptar el té al principio pero luego de dos insistentes comentarios, le dio el primer trago.
—He oído que tiene muchas tierras en Amegakure —comentó—, si no estoy mal, de ahí vienen Yahiko y Konan. ¿Los conoce? Son Tanuki y Okame.
—Los huérfanos de la lluvia, como no saber de ellos —Hanzo hizo una mueca de disgusto antes de mirarla—. ¿Hace cuánto los conoce? Solían ser simples sabandijas hasta que un tal Jiraiya Namikaze los acogió a los tres.
—¿Tres? —la peliblanca le miró suspicaz mientras tomaba un sorbo de su té. El hombre asintió.
—¿Yahiko y Konan no le han dicho acerca del otro integrante? No, descuide, supongo que lo odian tanto como odiamos a los Uchiha —Kaguya sonrió con gracia y le instó a proseguir con un ademán de manos—. Nagato Uzumaki, mi señora. Cuando sus padres, Ise y Fuso Uzumaki murieron, Nagato se quedó huérfano. No estoy muy al tanto de la situación.
—Creí que Nagato y Kushina eran hermanos —Al menos eso le habían informado, alzó una ceja.
—Lo son, mi señora —Afirmó Hanzo—. Ellos solían vivir los cuatro en Amegakure, un día terrible. El médico Ise y la enfermera Fuso eran buenos en el hospital departamental. Un día, hubo una fatídica noticia, inundando las calles de nuestros hogares... Kushina no lo sabía porque ella fue llevada muy joven por su abuela Mito al clan Uzumaki de las montañas donde fue criada hasta que su abuela murió.
Kaguya entrecerró los ojos y le dio otro sorbo a su té.
—¿Por qué harían eso sus padres?
—Kushina fue elegida para ser la sucesora de Mito Uzumaki —comentó—, algo sobre la muerte del hermano doncel de Ise y sus hijos, dejó desolada a Mito, pero ella no podía sola levantar a sus hijos y nietos, además ellos se resistieron a dejar Amegakure. Kushina era apenas una niña cuando decidieron que se iría, después de todo, Nagato tenía ya ocho años. El incidente donde murieron Ise y Fuso fue conocido por todos, al parecer cuando él tenía ya once años, unos ladrones entraron a su casa y ellos se sacrificaron para que él viviera.
—Entiendo.
—Es por eso que cuando sus padres murieron, Nagato quedó solo y asustado. Conoció a Yahiko y Konan, entrenaron juntos en la escuela que mi padre fundó de shinobis, y luego conocieron al señor Jiraiya —Kaguya hizo una mueca ante la mención—, Nagato se reencontró con los Uzumaki y le dieron el puesto que merecía por ser el mayor y Kushina aceptó a su hermano con amor. ¿Linda historia, no? Bueno, Yahiko y Konan, como ya saben, no contaron una historia tan linda.
—No sabía los detalles —comentó la peliblanca, mientras miraba hacia la pared donde se encontraban las mascáras de todos los Akatsukis puestas—, pero sin duda sería interesante un reencuentro. Estaba pensando en traer un Uzumaki como huésped... parece que me has dado una idea. Estás dentro, si me traes a Nagato Uzumaki aquí.
Hanzo casi se ahoga con su té pero sonrió y lo ocultó muy bien, antes de asentir.
—Delo por sentado entonces —aseguró.
—Kaguya-sama —una tercera voz los interrumpió, ambos voltearon a ver al dueño, un chico moreno de ojos cafés—. El señor Namikaze está preguntando por usted. Parece que hablará.
Una sonrisa de satisfacción se posó en el rostro de la peliblanca.
—Por fin —miró a Hanzo y éste se despidió con una reverencia.
—Es difícil, pero no imposible —comentó Roseone, mientras observaban la fortaleza Uchiha donde vivía la mayor—. Su esposo está muerto y sus hijos no están, simplemente...
—Hay que esperar —repuso Shion—, es una zorra astuta. Tiene la seguridad más candente de todo el país, si quieres entrar, debes buscar la oportunidad. No solo ir por ello —miró a la pelirosa con suficiencia.
—¿Qué sugieres?
—Yo tengo un plan —dijo ella—, y vamos a seguirlo al pie de la letra. La anciana no lo verá venir.
—Esa anciana tiene menos arrugas que tú —se burló la pelirosa.
—¿Alguna vez has estado en prisión? Te cortaría la lengua pero entonces no sería divertido verte rogar por piedad —le guiñó el ojo, antes de mirar al peliblanco que observaba silencioso la residencia—. ¿Y bien? ¿Algún movimiento?
—Está viendo televisión, y parece que está cocinando algo en la cocina —respondió.
—Um, yummy. ¿Serán galletas o pasteles? —Shion sonrió con perversidad.
Roseone solo pudo bufar.
—A Tobi le gustan los pasteles, ¿puede Tobi quedarse los pasteles cuando matemos a la señora? Di que sí, di que sí —el enmascarado puso su tipíca voz de niña mientras molestaba a Shion, esta solo rodó los ojos y volteó a verlo—. Por favor, Tobi quiere pasteles.
—¿Me recuerdas porque te contratamos a ti? Eres desesperante.
—Tobi no ser desesperante, Tobi ser el desodorante de los buenos —rió infantilmente por su ingeniosa broma. Shion solo se pasó la mano por la cara y volvió su vista a la residencia.
¿Por qué siempre tengo que estar con estos estúpidos?
—Esto no es tan malo —Neji observó en silencio el paisaje que París otorgaba.
Shikamaru y Sasuke miraron en silencio al pelinegro, antes de rodar los ojos. Shikadai estaba mirando un mapa y Kisame coqueteaba con una chica para conseguir boletos para la ópera. ¿Por qué? Quién sabe, quizá le apasionaba pasar tres horas escuchando personas representar una obra a doce voces. A Neji no le llamaba mucho la atención lo que hiciera el ex Akatsuki, pero sí que le gustaba lo que veía alrededor.
—Esto me trae tantos recuerdos —Sasuke estaba nauseabundo y trataba de no mirar a ninguna parte para evitar recordar.
—¿Estás bien? —Shikamaru sostuvo su espalda al verlo tambalearse, el Uchiha no dijo palabra alguna y sus ojos parecían estar desorbitados—. Sasuke... Sasuke, escucha... Sasuke.
¡Ven, Sasuke, juguemos un rato! Sasuke cerró los ojos. Anda, amor, no seas malo conmigo.
—¿..pá? ¿Papá? —Sasuke parpadeó y volteó a ver a Shikadai. No se dio cuenta en que momento estaba sentado en una banqueta, con Shikamaru a un lado pasando su mano frente a su cara y a Shikadai viéndole con preocupación—. ¿Estás bien? —le preguntó algo confundido. Sasuke parpadeó y miró a los demás, quienes se mantenían un poco al margen pero igualmente con aquella mirada.
—Ah... sí, seguro, es que... No he comido en horas —mintió, acababan de comer cuando arrivaron el avión. Todos le vieron con incredulidad—. Yo, ah... me sentí algo mareado. Es todo.
—No te creo, picarón —Kisame se acercó con las entradas de la ópera y una sonrisa de medio lado—. La señorita que me regaló éstas, me dijo que eras famoso aquí. ¿Dónde están?
—¿Quiénes? —frunció el ceño, con las manos sudando. Kisame lo pasó por alto, porque lo que había escuchado valía oro y no quería preocupar más al paliducho Uchiha.
—Los encontré —gritó Shikadai, entonces.
Los encontré, Sasuke, están justo allí. Sasuke sintió como de nuevo su cara perdía todo color, casi podía escucharle ahí a su lado y sus ojos aguamarina solo quemaban sus pupilas. Ven aquí, amor, vamos por ellos juntos.
—¿...uke? ¿Sasuke? —Shikamaru palmeó el hombro del Uchiha con un gesto confundido—. ¿Estás seguro de que estás bien? Quizás podamos conseguir un lugar donde puedas descansar. Hermano, te ves mal.
—¿A quiénes encontraron? —murmuró bajo, sentía el sudor recorrer su frente.
—A Haku y Sora —Kisame le miró como si fuera lo más obvio del mundo—. ¿A quién más esperabas que encontrarámos? Algún día entenderé tus pensamientos, Uchiha.
—Espero que no —miró a Shikadai, y éste le devolvió la vista algo confundido—. Dime.
—La ópera —hizo una mueca, y Sasuke miró a Kisame.
Neji no entendía nada pero se había entretenido observando las boletas de la ópera a la que al parecer sí tenían una buena razón para presentarse. Sasuke se aclaró la garganta y se levantó.
—Bueno, parece que tendremos que ir de compras —Shikamaru sonrió de medio lado.
Llévame de compras, amor. Sasuke frunció el ceño.
—¡NO!
—¿Por qué no? —Kisame frunció el ceño.
—¿Estás bien? —Neji se acercó a él—. ¿Tienes acaso un traje presentable detrás de tu chaqueta?
—¿Qué? Oh, am... lo siento, es sólo que... Nada, lo siento —se masajeó la sien. Necesitaba alejar aquellos recuerdos y definitivamente largarse de Francia lo más pronto posible. Ni siquiera entendía como pudo haber pensado en ir una vez más—. Encontremos a mi hijo rápido y volvamos a casa. No quiero estar más aquí.
Shikadai se quedó mirándolo en silencio.
¿Le recuerdas con solo respirar el aroma de parís, Uchiha?
—Escogiste el peor lugar del mundo —se quejó Menma, mientras miraba el teatro al que estaban frente a frente. Haku usaba un vestido con escote en la espalda que le sentaba divino, mientras que él llevaba un traje Armani negro que le robó a un hombre en un callejón cerca de ahí -pero eso el doncel no tenía que saberlo-, con una rosa en el bolsillo del costado derecho de su pecho en el saco—. Odio la ópera.
—Por eso no van a buscarte aquí —aseguró, colgado de su brazo mientras le sacudía el hombro. A Haku le gustaba la idea de salir a divertirse de vez en cuando.
Sora posó sus orbes azules sobre las cafés del mayor.
—¿Estás seguro?
—Creí que dijiste que odiabas la ópera. ¿Por qué te buscarían en un lugar que odias? —apuntó.
—Bien, tienes un punto —masculló, mientras se alisaba el pantalón y miraba al teatro—. ¿Al menos podemos comprar un par d-?
—¿De...? —le instó a proseguir pero el varón no hizo eso, y contra todo pronóstico, le besó. ¿Por qué lo hizo? Sora sí había visto a Shikadai, lucir fantástico en un esmoquin negro, junto a sus padres. Una vez que los vio entrar por otro lado, se separó y el doncel le miró con sorpresa—. ¿Qué demonios?
—Me dijiste que las muestras de afecto en público incomodan —le explicó rápidamente.
—¡Sí! ¿Escuchaste cuando te mencioné que ME INCOMODAN A MÍ? —levantó la voz, mientras salía del shock, o al menos lo intentaba—. ¿Qué demonios te pasa? Parece que hubieras visto un maldito fantasma —se quejó el doncel pelinegro, mientras le miraba confundido.
—Creo que en realidad el fantasma sería yo en este caso. ¿Capcioso que vayamos a ver el fantasma de la ópera? —Sonrió de lado. Haku rodó los ojos.
—¿Puedes comportarte por una maldita vez?
—Vamos a tener que usar éstas —anunció, mientras abría la maleta que llevaba y señalaba las mascáras. Haku alzó una ceja y él se acercó a su oreja—. No vas a creérmelo, pero Sasuke Uchiha, Neji Hyuuga y Shikamaru Nara están aquí.
Neji Hyuuga, Haku apretó la mandíbula y lo miró con seriedad.
—Maldición —masculló, en cuanto supo que hablaba en serio.
—No sabía que os gustaba la ópera —comentó Neji, mientras miraba el lugar—. Es decir, creí que eran más de deportes y esa clase de cosas. ¿Qué haremos aquí? Esperar que aparezcan, quizá espiar, o...
—No será necesario —Shikadai sacó su teléfono y luego de teclear un par de cosas, obtuvo un mapa en su test de mensajería—. Tengo los planos del teatro, vamos a dividirnos y cubriremos las rutas menos usadas, esas son las que usarían personas que están huyendo como Haku y Sora.
—¿No has visto demasiadas películas de espías? —preguntó Neji, mirando al chico.
Éste levantó la mirada.
—Mi padre es un policía del FBI, y mi madre una espía francesa... Yo no vi demasiadas películas de espías, literalmente viví en una —replicó, con una ceja arqueada. Neji cerró la boca antes de reír—. Como sea, Sasuke y yo tomaremos la ruta A. Kisame y mi padre la ruta B. Neji, lo lamento, irás solo.
—¿Qué? Jamás he estado en cosas como éstas. El que va solo siempre muere primero —se quejó.
—Esto no es una película, es la vida real —objetó Shikamaru, poniendo una mano sobre los hombros del pelinegro—. No morirás por ir solo, morirás por falta de experiencia en el aréa de campo —sonrió con suficiencia al ver la mirada aterrada del Hyuuga.
Sasuke miró a Kisame.
—¿Extrañabas esto?
—No es lo mismo sin mi compañero —Sasuke entendió a que se refería y le dedicó una sonrisa triste.
—Yo también lo extraño mucho —afirmó.
—Esto es tan terrible como parece —aseguró Neji, mientras agitaba la linterna por todas partes.
—Oh, vamos, solo es una maldita alcantarilla —masculló Shikamaru. Al final, Shikadai y Sasuke fueron juntos, Kisame fue solo, y Shikamaru terminó acompañando al segundo abogado más bueno de la gaceta de LA—. Geez. ¿Qué es lo que hacen los abogados?
—Bueno, defender la ley, hacer manuscritos, estar en una oficina muy cómoda, bien iluminada, sin ratas y agua que huele a diablos, ayudar a resolver casos y apelar por las personas en los juicios, definitivamente no esto —masculló Neji mientras hacía muecas por el fétido olor del lugar—. Eso puede darte una pequeña noción de lo que un abogado hace.
—Ah, sí. ¿Y Sasuke qué hace entonces? —se burló el pelilargo.
—¿Te han dicho alguna vez que eres muy molesto para ser tan perezoso, Ven? —Contraatacó.
—¿Tú también? No sé de donde sacan ese estúpido apodo pero últimamente todos me dicen así. Todo es culpa de Sasuke —se quejó, mientras encendía un cigarrillo en su boca. Neji le miró.
—¿Puedes apagar eso? De por sí no puedo respirar aquí abajo —Shikamaru lo ignoró.
Y las otras quince veces que insistió también, al menos hasta que escucharon algo.
—¿Papá?
—Shikadai, cállate, estoy tratando de concentrarme —Sasuke se quejó, mientras miraba en silencio a su objetivo, estaba yendo en dirección al punto donde deberían estar los demás—. Es Haku —dijo, mientras se giraba a ver al pelinegro menor con una ceja alzada.
—¿En serio? No puedo creerte —sonrió de lado, mientras señalaba con el dedo la otra persona justo detrás de ellos—. Es Kuro Kyuubi —optó por decir, por si acaso no era lo suficientemente obvio. Sasuke, por otro lado, se giró a ver a la persona.
—¿Qué hace un abogado y un estudiante de arquitectura en un terraza como esta? —preguntó con sorna, tras la mascára, que le cambiaba la voz—. No les creería que apreciando las estrellas.
—Tú lo has dicho —Shikadai se adelantó y se quedó anonadado de repente, mientras miraba al enmascarado—, soy un estudiante de arquitectura. Observo... la arquitectura, del edificio...
Sora le miró intrigado, mientras asentía.
—Claro, eso tiene mucho sentido —replicó con sarcasmo—, ¿y el abogado viendo a mi compañero?
—¿Admites que trabajas para Akatsuki entonces? —Sasuke se acomodó el gabán y le dedicó una mirada gélida. Sora, por alguna razón, sonrió tras la mascára—. Kuro Kyuubi. ¿Te llamo así?
—No. Llámame Menma —se sacó la mitad de la mascára para que los otros dos pudieran apreciar sus ojos azules brillando como su enorme sonrisa socarrona, antes de volver a ponerséla—. Adiós —susurró, antes de lanzarse al vacío en aquella terraza.
Sasuke sintió su corazón detenerse y Shikadai fue más rápido en procesar la situación, antes de correr hacia la cornisa de la azotea, donde pudo notar que el enmascarado ahora bajaba las escaleras de incendio donde había aterrizado. Por un momento se sintió feliz de que estuviera vivo, era Sora y estaba vivo, pero por otro, sintió verdadero terror.
Sasuke todavía no podía procesar lo que había sucedido.
Mi ángel... ¿Qué te ha sucedido?
—No vais a creerme esto, pero Haku desapareció —comentó Kisame en su walkie-talkie, mientras sostenía su espada favorita, Samehada. Con suerte, logró que su maestro se la devolviera luego de una partida de póker—. Literalmente.
—¿Qué? —Neji respingó—. ¿Me estás jodiendo? ¿Dónde?
—Justo aquí —Shikamaru apretó el arma en sus manos y apartó la mirada del Walkie Tolkie, como hizo Neji quien se quedó mareado al ver al hombre enmascarado frente a ellos. Era más joven, obviamente más atlético y llevaba agujas en los dedos. ¡Agujas! Neji se comenzó a hiperventilar.
Nadie podría describir la angustia que sintió Haku en ese momento, cuando vio a su padre frente a él, en una alcantarilla a la que había entrado con la intención de perder de vista a Kisame pues sabía que Sora escaparía si se viera descubierto, pero su padre se veía pálido, estaba hiperventilándose y entonces cuando vio al Nara acercarse para auxiliarlo, vio la oportunidad para correr perfecta.
—¿Por qué hizo eso? —susurró Neji, una vez que se recompuso y Shikamaru volvió a empuñar el arma.
Haku ya no estaba.
—¿Por qué escapó sin atacarnos? Creí que éramos sus enemigos —prosiguió. Shikamaru lo miró de reojo y guardó el arma, antes de ayudarlo a pararse—. ¿Por qué...?
—Eso no importa ahora —Shikamaru lo ayudó a encontrar las escaleras que los llevarían afuera—. Anda, debemos salir de aquí y reunirnos con los demás rápido.
Neji asintió.
—Qué lindo reencuentro —se quejó Haku, una vez que estuvieron lo suficientemente lejos del teatro y se sentaron sobre el suelo—. Es una bella vista también —apuntó.
—¿La cima de la torre Eiffel? —Menma pujó mientras se dejaba caer sobre una de las barandas del lugar y se quedó observando el paisaje un segundo—. Tiene una bella vista, sí, pero joder...
—¿Nos buscarán aquí? Porque quizá debimos conseguir un paracaídas —Haku posó sus ojos en él.
—No, no —Sora se comenzó a reír entonces, mientras sostenía su mano sobre su abdomen. Tanto correr le había creado la sensación de vaso—. ¿Estás tratando de tener una cita romántica? Porque si es así, te lo digo, esto no es precisamente lo que espero en una cita.
—¿Y qué esperas? —Se quejó, frunciendo el ceño—. ¿Una cama con rosas?
—Suena bien, ¿qué más en la cama? —le dedicó una mirada pícara, y Haku rodó los ojos—. Es broma, es broma, sé que te gusta el viejo. A todo esto, ¿por qué te gusta el viejo-tteba?
—Cállate o puedo considerar tirarte por ahí —le señaló el borde de la torre, y el menor hizo una mueca mientras agitaba su cabello ahora suelto y sin mascára se podía apreciar su rostro frío—. Sé que viste a tu padre.
—Tú también viste al tuyo. ¿Y eso qué? —le miró—. Nosotros ya escogimos nuestro bando, Haku.
—Sora...
—Llámame Menma —gruñó, mientras se levantaba y caminaba hacia el ascensor de la torre.
Haku solo suspiró y bajó la mirada a su mascára.
¿Qué he hecho?
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