Capítulo 34; La corrupción de un ángel.
¿Les ha gustado el edit que hice? Porque moló un huevo eh.
Amnesia, fuera.
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—¿Cómo está? —preguntó, mientras erguía la espalda y se retiraba el abrigo. El rubio alzó los hombros y miró de reojo al chico que descansaba sobre el sillón de la sala.
—Está agotado —respondió entonces, unos minutos más tardes, con una mini sonrisa que el mayor imitó—. Debiste haberlo visto, le pateó el trasero a un tonto que lo quiso molestar, fue épico. Incluso dijo malas palabras —resumió, orgulloso.
—Vaya, parece que ha sacado su parte... Uchiha Uzumaki —Sonrió.
Ambas familias eran igualmente propensas a la violencia. ¿Cuál era la diferencia? Quizá el tono de voz que usaban. Los Uchiha solían ser sigilosos cual gatos, los Uzumaki... ellos se hacían notar tres cuadras atrás y aun así la sorpresa era tal que el golpe no lo verías venir.
Akihiko asintió y miró al pelinegro.
—Está creciendo —afirmó, y una sonrisa de amargura se posó en sus labios—. Faltan tres meses para el cumpleaños de Sora. ¿Crees que...? No importa.
—Volverá para entonces, yo sé que sí —afirmó Sasuke, con una pequeña sonrisa, mientras le alborotaba el cabello—. Iré a ver a tus hermanas.
El rubio se quedó en silencio, mirando al doncel pelinegro.
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Jugaron con sus sentimientos, lo pisotearon, denigraron, huyeron de él.
Ahora es el turno de caer, el lindo ángel del cielo se ha acabado.
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-Perspectiva de 'Menma'-
Sé que se preguntarán... ¿Qué pasó con Sora?
Un ángel.
Cuando era pequeño, papá siempre me decía que eso era yo para él, que había bajado del cielo para ser su ángel y cuidarle siempre, así como él cuidaría de mí toda la vida. Decía que no importaba nada más si su ángel estaba con él, incluso si eso implicaba perder a mi padre para siempre. Lo oía llorar siempre por las noches pero fingía, como todos en la mansión de mis abuelos, que no lo hacía. ¿Quién era yo para decirle algo? ¿Por qué lloras, papi? Era la culpa, me decía años más tarde cuando supe el por qué de su llanto, que tuvo que carcomer su cerebro todo ese tiempo. Desde mi nacimiento hasta el momento en que nos reunimos.
Una familia, como cada día de mi cumpleaños pedía de deseo. Mi padre, el de la semilla, Sasuke Uchiha y mi madre, Naruto Namikaze, y yo, Sora Uchiha Namikaze. Y hermanos, muchos hermanos, que fueron llegando poco a poco. Tan rápido como Sarada y Boruto, nueve meses de espera como los demás, pero valían la pena indudablemente.
Era de ensueño, entonces... ¿por qué sentía este vacío? Era una sensación incómoda, ni siquiera recuerdo como y cuando comenzó, o quizá sí.
Al principio estaba feliz, genuinamente feliz, amaba a mi papá y Sasuke había cumplido mis expectativas, Sarada y Boruto se juntaban más debido a sus edades y parecidos historiales, yo disfrutaba de una vida unida y de mis amigos. Shikadai, a pesar de nuestra rara -y muy mala- primera impresión, se había vuelto un gran amigo. Los gemelos y Meiko llegaron a nuestras vidas.
Entonces la primera vez que me vi al espejo y no me reconocí fue cuando tenía quince años. Estaba enamorado de un chico, se llamaba Joe, era un lindo doncel de cara redondita y ojos grandes, cabello negro y ojos color jade. Salimos alrededor de nueve meses, incluso lo presenté a mi familia y pasabamos casi todos los días juntos, se llevaba mal con Shikadai así que dejé de verlo tan seguido -a mi mejor amigo, ¿pueden creerlo?-. Era una traga fuerte, por supuesto.
Cuando terminamos sentí un vacío más grande, como si él se hubiera llevado una parte de mí que no sabía que necesitaba. Me sentí deprimido pero no quería que mi familia se diera cuenta de eso, ellos siempre solían decir que yo era su sonrisa, siempre que yo sonriera, todos sabrían que todo estaría bien. Era una carga pesada sobre mis hombros. Una que me encargué de cargar siempre, hasta que los ataques de Akatsuki y el asesino de princesas llegaron a nuestras vidas para atormentarnos.
La última vez que recordaba algo parecido fue cuando estabamos en casa de Shikamaru y Temari-san, junto a Shikadai. Meiko y los gemelos apenas eran unos bebés. Recuerdo el sonido de disparos, el miedo que sentí cuando mi padre y Shikamaru nos entraron al sótano con los bebés. A Boruto tratando de calmar a Daiki, y a papá muerto de los nervios mientras mecía a Akihiko. Ambos llorando.
Odiaba aquel recuerdo, fue la primera vez que puedo decir que sentía aquel vacío. Impotencia, si queréis ponerle un nombre, la impotencia de estar en un lugar y no poder hacer nada al respecto para cambiar las circunstancias por las que se pasan. Pero es que, ¿qué puede hacer un niño de escasos 7 años para combatir a unos asesinos adiestrados? Por eso me decidí a mejorar, sería fuerte, atlético, rápido, ágil... Aprendería a defenderme, a usar armas de madera y a manejar espadas, katanas, kunais y shurikens. Me uní a varios deportes y forjé una reputación como capitán de casi todos los equipos a los que pertenecí. Al final, Shikadai y yo decidimos quedarnos en el de fútbol y nuestra amistad desvarió con la pubertad, pero aun así éramos unidos.
Hubo personas que se burlaron de mí desde que era muy pequeño, me humillaron, me lastimaron, me golpearon y denigraron... pero esas personas acabaron en una sola posición: Adorándome cual ángel del cielo.
Cuando cumplí diecisiete años hablé con mi padre al respecto, le conté acerca de mi inseguridad respecto a no poder protegerlos y sus palabras quedaron grabadas en mi corazón.
Eres valiente, Sora, y muy fuerte, no solo en cuerpo sino en espiritú. Nadie puede vencerte mientras no agaches la cabeza ante nadie, nadie puede superarte mientras no dejes de luchar, y nadie podrá magullarte mientras no bajes la guardia jamás. Tu deber NO es preocuparte por nosotros, NO es protegernos a todos, NO es hacernos feliz. Mi deber como tu padre es enseñarte que nunca será un deber querer, proteger, preocuparte y hacer feliz a alguien. Eso se da de corazón, por eso, quiero que sepas que moriría por ustedes porque los amo más que a nada en el mundo y jamás dejaría que algo malo les pasará.
No supe por qué pero una sonrisa de lado se mostró en mi reflejo, yo estaba sonriendo pero no era normal aquella sonrisa, por alguna razón incluso yo encontraba aquella sonrisa sádica y tétrica. Claro que, mi padre no estuvo en aquel momento, y no fue su culpa. Nadie aparte de Bolt sabía de mi escondite secreto, al menos, los Akatsuki sí que lo sabían.
Quisiera decirles que lo recordaba todo a la perfección... pero eso sería mentir.
Sé que se preguntarán... ¿Qué pasó con Sora? Les respondería con gusto, que Sora está muerto. Murió hace un par de meses cuando una mujer de cabellos negros y mascára blanca le disparó a quemarropas en el pectoral izquierdo, donde también derrapó sobre unas escaleras y golpeó su cabeza contra una pared y perdió la memoria. Estuvo vivo durante unos segundos que fueron nada, y luego aparecí yo. ¿Lo que escucharon antes? No fueron más que pensamientos vagos que no logran conectar nada conmigo, excepto claro, el vacío en mi estomágo.
Lo único que me dice que Sora Uchiha sigue estando vivo, aquí, dentro de mí, en un rincón oscuro y lejano. En alguna parte, casi puedo verlo rogarme por salir y preguntar por su familia, lloriquear mientras llama a su mami, insultar a Shikadai Nara por hacerlo enojar y entonces, mirarse contra el espejo, golpearlo porque al verse no se reconoce en él.
Pero... yo no soy Sora Uchiha, y esos recuerdos no me pertenecen para nada.
No soy un ángel.
No bajé del cielo para ser el ángel de nadie o para cuidarle siempre. Tampoco fui cuidado.
Nadie me dijo que importaba más que cualquier cosa, y solo me utilizaron a su merced. Aunque en el fondo sentía que vivía cada vez que peleaba, cada vez que disparaba, cada vez que la sangre de los opresores que le arrebataron el sueño al tal Sora Uchiha caían. Yo lo estaba vengando, hacía todo en su memoria.
¿Quién soy yo para decir que no me importa lo que el pequeño niño clama? Si no es la sangre de todos los que partieron su alma en pedazos, y a la de su familia, que a veces ve en las noticias o en los anuncios de SE BUSCA donde veo esta cara que ahora me pertenece a mí y responde a mi nombre.
Y no es su culpa, me digo, buscar a su hijo como cualquier buen y amoroso padre haría. Preocuparse por ellos, pero entonces veo a Haku entrar con su mascára puesta y tres agujas, una sonrisa socarrona en mi rostro y al viejo Zabuza levantar a Samehada, su espada, en su hombro y se me hace imposible decir... Mi nombre es Menma.
El denominado Kuro Kyuubi, que fue recogido por Zabuza Momochi y Haku, cuando estuvo a punto de morir, que fue curado por ellos y entrenado para vengar. ¿Vengar qué? No lo sabía, al menos no hasta esta mañan, dos meses y tres semanas después de recibir aquel balazo. Dijeron que mi pérdida de memoria sería temporal, que iría recordando poco a poco, y fue así.
Primero eran flashbacks, colores y olores, risas por todas partes, suaves, dulces, sabores que me hacían recordar la comida de la abuela Kushina o el estofado de papá, el ramen favorito de papi, y el sabor de la papilla que Hikari comía cuando era un bebé. Pequeñas cosas que luego, una mañana tranquila como lo era la de hoy, mientras me afeitaba para salir en un pequeño viaje con los vagos de la niebla tomaron sentido.
Lo primero fue la voz de Naruto Namikaze, calmada, lejana, susurrante: Eres mi ángel, mi pequeño Sora, bajaste del cielo para ser mi ángel y cuidar de mí como yo prometo cuidarte a ti. Era dulce y un calor emanaba de mi pecho cuando lo recordé.
Perdí la memoria por culpa de la sangre que también perdí, fue una suerte que Haku tuviera el mismo tipo de sangre que yo. Me habló de su familia mientras me recuperaba en cama, me decía que su padre era un abogado -flashbacks de Bolt y yo burlándonos en la oficina de papá aparecían-, que su madre era una mujer con una biblioteca enorme llena de libros y pergaminos, con una gran fuerza y un gran manejo de las armas por legado familiar -recordaba entonces a Shikadai y sus entrenos con Shikamaru y Temari, era genial para él ser hijo de un policía y una ex espía-, y de su hermana Hanabi, que siempre solía enfermarse, que me hizo recordar a Hikari.
Entonces lo entendí.
Yo tenía que hacer esto, quizá no fueron los medios y quizá mi padre me mataría porque esto no iba para nada con alguien que estudiaba leyes y pretendía ser abogado en el futuro, pero cuando aquella despreciable mujer se puso frente a mí e intentó matarme, en cuanto la katana cortó su cuello y la sangre salpicó mi mascára. Supe que estaba listo para hacerlo.
Para proteger a la familia, a mi familia, con mis propias manos.
Aunque eso significara llenarlas de sangre.
Sora lo haría todo por ellos... Yo lo haría todo por ellos.
—Menma —me llamó Haku atrás de mí, cerca a la puerta del baño donde me estaba afeitando—, Zabuza dice que quiere hablar contigo. Ve al patio de armas.
—Está bien —accedí, mientras miraba el espejo y me terminaba de afeitar, para luego abrir la llave del agua y lavarme la cara, no sin antes decir—. Voy en un momento.
No tardé mucho más y luego de vestirme fui a ver al viejo en el patio de armas. Éste estaba sentado en el suelo frente a una pequeña pila de tablas donde había un juego. Shogi, algunas veces lo había jugado con Shikadai, fue de las primeras cosas que recordé. Tomé asiento frente a él y el anciano -solo es unos años mayor que mi padre- me miró complacido.
—He recordado todo —le dije. A diario, cada mañana que despertaba solía contarle lo que había soñado, lo que había podido recordar y las sensaciones que no tenían imágenes pero estaban ahí. Zabuza hizo un gesto de agrado.
—Muy bien, así será más fácil lo que voy a decirte —declaró, haciendo un ademán y tomó una ficha para iniciar el juego. Observé en silencio su movimiento antes de dar el mío—. Escucha, muchacho, cuando te recogimos, un día después hablé con tu padre y le dije que podría saber donde estarías.
Yo levanté la mirada justo cuando él dio su siguiente movida y al momento me enteré que él había ganado el primer peón. Hice una mueca, antes de bajar la mirada al tablero y mover.
—Aún están buscando —me atreví a decir, Zabuza asintió, pude verlo por el rabillo del ojo. Un nudo en mi garganta comenzó a molestarme. Mi familia estaba preocupada, me querían encontrar y yo... no podía ir con ellos—. Espero que no sepan donde estamos.
—Aún no —terció.
—Bien, espero que continúe así —di otro movimiento y su primer peón cayó. Zabuza hizo un sonido de insatisfacción—. No quiero volver aún, debes respetar mi decisión.
—Tu familia te necesita —profirió él, en desacuerdo mientras ganaba una nueva ficha—. Ten cuidado con tus movimientos, pierdes más de lo que estás ganando, muchacho.
No supe si hablaba del juego o de la vida real. Lo apunté como si fuera a ambos, porque lo era.
—Yo no... no voy a volver todavía, Zabuza —repetí, mientras sacrificaba un peón para la próxima jugada que haría. Él movió rápido y yo ataqué de nuevo, me miró con ojos serios—. Sé bien lo que estoy sacrificando. Pero también sé por qué lo estoy sacrificando.
—El fin no justifica los medios —Alzó una ceja.
—Si en mi destino es necesario que mi propio padre me envíe a la cárcel por lo que estoy haciendo, aceptaré la cárcel como el destino que se me ha sido deparado —volví a mover la ficha, consiguiendo uno de sus generales—. Sólo lo hago por su bien, por el bien de mi familia.
—Menma —Haku hizo que ambos levantaramos el rostro—. Te gustará esto.
Miré a Zabuza antes de disculparme para irme con Haku, una vez ingresamos en el cuarto del doncel, éste me señaló una pantalla en donde podíamos apreciar a un par de bravucones molestando a un doncel. Bastó una mirada para que corriéramos al patio de armas a vestirnos.
Parece que es hora de comenzar la acción.
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-Actualidad-
—¿Qué es lo que piensas? —preguntó Sasuke, mientras abrazaba a su doncel por la espalda y dejaba un par de besos alrededor de su cuello. Naruto suspiró.
—¿Crees que esté comiendo-ttebayo? ¿Se abrigará, está durmiendo bien? ¿Si quiera...? Está...
—Naru —lo interrumpió en un susurro—, sabes que lo está, debe estarlo. Es nuestro hijo.
—¿Y si no es así? Han pasado dos meses y no logramos encontrarlo, Sasuke.
—A ti no te encontré durante tres años y no perdí la esperanza ni un minuto —Arqueó una ceja.
—Es diferente, tú tenías a mi familia para hablar de mí —señaló, Sasuke quiso contradecirlo pero el rubio no lo dejó—, no hemos sabido de él. No nos enviaron una prenda o nos llamaron para decirnos que ellos lo tenían. Zabuza sólo desapareció aunque había dicho que creía saber donde estaba. ¿Sasuke, y si...?
—¡NO, NARUTO! —levantó la voz, el rubio se encogió temblando y Sasuke se sintió brutalmente aturdido—. Lo siento, amor, lo siento. Es sólo que... Nuestro ángel está bien, lo estará, es tu hijo y mi hijo. ¿Lo entiendes? Pronto volverá a casa, lo prometo.
Desde que Sora había desaparecido su relación iba en declive, sabía bien que se sentía, no era la primera vez que pasaban por algo como esto, las discusiones comenzaban con inseguridades que pronto se volvían gritos y golpes a las paredes, impotencia y a Sasuke yéndose de la casa por horas. Sasuke sabía bien que era lo que sucedía y como se sentía Naruto al respecto, pero simplemente no podía detenerse. No quería lastimarlo pero una parte de él... una parte de él no podía controlarse. Todo era culpa de los Uchiha, se convenció, por haber dejado que esto llegara a mayores.
—No prometas cosas que no sabes si puedes cumplir —masculló con la voz quebrada, yéndose hacia el baño de la habitación. Sasuke miró al techo y exhaló con fuerza antes de dejarse caer a la cama.
Sora, mi cielo, vuelve a casa pronto.
—Papá está peleando de nuevo con mamá —Hikari se sorbió la nariz. Habían oído como se levantaban la voz un par de veces desde la desaparición de Sora, Sarada solo se quedó mirando a Boruto con preocupación. Ambos fueron a visitarlos pero sus padres no parecían querer salir del cuarto, no por una buena razón al parecer—. ¿Puedes hacer que paren, Sara-chan?
La mujer bajó la mirada a su hermanita menor y luego apretó los labios, mientras se acariciaba el abultado vientre, era costumbre suya cada vez que se le desestabilizaban los nervios, una forma de decirle a su bebé que todo estaría bien y que no se fuera a preocupar como ella.
—Mi estrella, ¿qué dices si vienes conmigo de compras? Llevaremos a Ayame —le propuso.
—Pero papi...
—Yo le avisaré a papi —interrumpió Boruto, mientras miraba a Daiki. El pelinegro y su gemelo acababan de entrar por la puerta principal que ellos habían cruzado hacia un par de horas—. Chicos, hola. ¿Por qué acaban de llegar?
—Tenemos clases extracurrilares —respondió Akihiko, mientras chocaba los puños con el doncel mayor—, Daiki acaba de salir de la suya y yo lo acompaño para venirnos juntos. ¿Cómo estás, Bolt?
—Bien —les dedicó una sonrisa pequeña y confundida, antes de mirar a Daiki—. No sabía que tenías una extracurrilar, buen chico. ¿Por qué no van y saludan a las chicas? Voy a ver si hay comida.
Ambos gemelos asintieron antes de dirigirse hacia Sarada y Hikari para saludarlas. Daiki rechazó amablemente la propuesta de Sarada de ir de shopping y se dirigió a su cuarto, no sin antes comentarle a Ayame y que ésta comenzara a arreglarse para un día de chicas -quizá así era mejor para que se distrajera-, Daiki no tenía muchas ganas de hacer nada. En la tarde había estado con Shikadai, que le había visto entrenar y habían ido por un helado antes de que Akihiko pasara por él. No sabía como sentirse, apreciaba el apoyo y la amistad del mayor pero seguía siendo su crush.
Akihiko, por otro lado, decidió ir a darse una ducha para quitarse el cloro de la piscina, ya que no pudo hacerlo en clases al tener que recoger a su hermano. Usualmente Sora se encargaba de ello, pero ahora que no estaba, Akihiko era el único varón aparte de su padre Sasuke y eso le daba una carga mental increíblemente dolorosa.
—¿Neji? —Oyó la voz de su padre acercándose por el pasillo y despabiló un poco—. ¿Quién es Joe Montana? Espera...
Akihiko se tensó y Sasuke abrió grande la boca mientras miraba a su hijo en el pasillo.
—Sí, envíame el caso. Iré a la oficina a revisarlo —dijo entonces, luego de una eternidad en silencio, mientras colgaba y miraba a Akihiko—. Hijo, dile a tu padre y a tus hermanos que volveré a la oficina. Al parecer hay un nuevo caso.
—Está bien —le dijo, antes de despedirse con un beso y entrar a la ducha.
Joe...
Risas, Sasuke adoraba aquel casi extinto sonido en su familia, y fue lo primero que oyó cuando bajó las escaleras de su casa. Encontrándose entonces a Ayame y Hikari mirando a Sarada y su linda barriguita de casi seis meses, sonrió entonces. Su mirada pasó a estar en Boruto, el doncel salía con un sandwich en manos de la cocina y lo vio, sonriendo como Stitch -señal de que se sentía culpable por comer-, y Sasuke se acercó para darle un beso en la frente.
—Veo a mis mujercitas muy bien arregladas —dijo, Boruto lo miró mal—, me refiero a las niñas.
—¿Yo no estoy bien arreglado? —se hizo el ofendido, Sasuke dejó una sonrisa brotar en su rostro.
—Siempre te ves hermoso —le dijo, y miró a Sarada—. Mi lindo cacahuate, amaría poder pasar más tiempo contigo y tus hermanas, pero debo ir a trabajar. Se presentó un nuevo caso.
—Es bueno ver que has vuelto a la firma, papá, me siento feliz por eso —Le dedicó una mirada tras las gafas rojas que Sasuke no pudo evitar apretar los labios y luego sonrió. Al parecer ella podía ver a través de él, como siempre lo había hecho, sabía que algo andaba mal—. De verdad.
—Gracias, Sarada —le revolvió un poco el cabello y luego se acomodó el cuello—. Bueno, tengo una reunión con Hiro Nakamura en dos horas y un nuevo caso. No me esperen a la cena.
—Papi, iremos al chopin —dijo Hikari, con una sonrisa.
Sasuke alzó una ceja.
—¿Vais a ver un compositor del romanticismo? —Inquirió, mirando a Sarada que se partía de la risa alegremente. Le gustaba oír a sus hijos reír.
—No, vamos a ir de compras —corrigió Ayame riendo—, es shoppin, Hika, no chopin.
—Oh —Hikari hizo la cara de alguien que ha logrado descifrar la teoría del todo, y todos sonrieron.
—Bueno, denme un gran beso y deseenme suerte —pidió Sasuke a sus hijas—. Cuidense mucho, Bolt espero que los chicos y tú os quedéis con papá.
El rubio asintió y Sasuke les dejó más tranquila.
—Takeshi y Takeru las acompañan. ¿No?
—Sí, papá —Sarada sonrió.
Su padre era demasiado sobreprotector, entonces la sonrisa fue reemplazada por una mueca de amargura cuando su padre se fue, pero no lo culpaba. Las cosas que le habían pasado lo habían vuelto así.
¿Quién será... Takahiro-san?
—¿Cómo nos hackeó? —preguntó Gin, mientras observaba en silencio la imagen congelada en la pantalla. Era una chica con el cabello negro y los ojos del mismo color—. No puedo entenderlo.
—Bueno, debe ser una gran hacker. Los Uchiha no tenemos una red propia solo para ser hackeados por una chica con buenas bases —pujó Obito, mientras miraba de reojo a sus hijos. Gin se giró a verlo.
—¿Sabes quién es el traidor, Obito? Dime. Tendré piedad si es alguien que tú quieras —dijo.
Obito lo miró en silencio y luego fingió una sonrisa.
—Lo siento Gin, no tengo idea —mintió.
El de ojos amarillos exhaló con fuerza y se pasó la mano por el cabello.
Tenían que encontrar al traidor pronto.
—Kankuro tenía razón —Gaara se quedó en silencio mientras observaba a Kisame a unos cuantos metros, viendo a sus hijos—. Siempre viene a esta plaza a ver a sus hijos.
—Debe ser muy difícil para él —comentó Temari, mientras observaba a Shikadai con Meiko a un par de metros jugando. Desde lo sucedido con Sora, Shikamaru y Shikadai se encontraban como dos minas a punto de explotar a las que ella no quería ni podía acercarse. Meiko solo estaba preocupada pero al menos seguía siendo una niña—. Ya sabes, no poder acercarse a sus hijos.
—Tú no sabes bien como se sentirá, me imagino.
Temari lo miró en silencio.
—¿Quieres parar con eso ya? Has pasado los últimos treinta y dos años diciendo que todo fue mi culpa, Gaara.
—¿Qué? ¿No lo fue? —el de ojos aguamarina la miró en silencio y luego exhaló—. Como sea, iré a hablar con Kisame. Quizá él sepa algo, esta conversación —se señaló y luego a ella repetidas veces—, no está funcionando.
—Como quieras —Temari rodó los ojos.
—Sabía que vendrías —dijo, cuando Gaara se sentó a su lado sin decir nada.
El de ojos aguamarina le miró de reojo.
—¿Por qué no te acercas a ellos? —preguntó.
—No quiero ponerlos en peligro. No es un secreto para nadie que Kaguya viene tras de mí —lo miró—. Y no me atrevería a ponerlos otra vez en peligro. He estado huyendo durante años...
—Debe ser difícil.
—Lo es —afirmó—. Lamento lo de tu hija, por cierto.
Gaara asintió, como dando por concluido el tema.
—¿Descubriste algo?
—Hay un ayudante colaborando con Haku, se hace llamar Menma y usa una mascára de kitsune blanca con círculos en los ojos y en la frente. Dicen que maneja toda clase de arma y que es muy bueno en el contacto físico —comentó, mientras le pasaba una fotografía. Gaara se quedó en silencio mientras miraba la fotografía.
—Nadie sabe de dónde salió, una tarde solo mató a tres atacantes —Gaara alzó ambas cejas para simular su sorpresa y luego asintió para que prosiguiera—. Lo llaman, Kuro Kyuubi.
—Curioso —Gaara sonrió de lado, mientras se quedaba en silencio. A Naruto solían llamarlo Kyuubi, como a mi me llaman Kazekage. Kisame asintió y luego soltó una exhalación.
—Quien sea que esté detrás de esa mascára, le debemos un gran gracias —comentó.
Gaara frunció el ceño y lo miró con confusión.
—Nos ha salvado el trasero muchas veces, se ha encargado de todos los espías que los Akatsuki han enviado —dijo—, literalmente, es como si de alguna forma... Fuera un ángel protector y está de nuestro lado.
Gaara alzó las cejas.
Así que un ángel protector.
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