Capítulo 31; Sora se ha ido.

—Eres bastante insistente —comentó, mientras calaba un poco el cigarrillo. El de ojos cafés le miró en silencio, el frío de la tormenta permanecía pero el lugar estaba totalmente solo—. Creí haberte dicho que volvieras a Japón, Haku. No deberías estar aquí. ¿Crees que me esforcé tanto en hacerles creer que estaba en las Malvinas para que me encuentren aquí? —lo miró.

—Tengo una misión —dijo el doncel, mientras se sentaba a su lado, quitándose la mascára y la bandana que usaba—, debo matar a alguien que... debo matar a un amigo, y no puedo ni quiero. ¿Qué debo hacer, maestro? 

Zabuza le miró, mientras volvía a darle otra calada y luego exhalaba.

—No lo hagas —alzó los hombros. Haku sonrió amargamente.

—No es tan fácil como dies, si no lo hago yo, lo matarán de todas formas y me matarán a mí de paso —Haku miró en silencio la mascára blanca, tocando los pedazos en relieve—. ¿Qué debo hacer? Si lo dejo con vida a su merced, ellos se encargarán de él. Si usted viene conmigo...

—Mi vida acabó, Haku —soltó aquellas palabras mientras apartaba el cigarro de sus labios y luego lo miró—. No volveré a desperdiciarla de esa manera. Te aconsejo que tampoco lo hagas, abandona esta vida antes de que sea muy tarde —aconsejó—. Ve con tu familia, cuida a tu hermana, estudia, vive, viaja. ¿Por qué insistes en llevar este estilo de vida?

—Creí que... que si lo hacía, usted volvería a mí —susurró. Zabuza lo observó con tristeza.

—Lo siento por tu amigo, pero si huyes ahora, quizá tú puedas salvarte —afirmó, mientras se levantaba, y tomaba su espada—. Deja de buscarme, Haku. Haz de cuenta que he muerto.

—Jamás podría hacer algo como eso —replicó, parándose también. Abrazó rápido al hombre que le daba la espalda y cerró los ojos al sentir su cercanía—. Yo lo amo.

Zabuza sonrió.

—Entonces vas a perdonarme por esto —Haku no lo entendió hasta que el mayor se giró y la golpeó en la nuca. El peso muerto del muchacho no fue nada que el mayor no pudiera sostener, al final le dejó en una banca cerca del aeropuerto. Y desapareció nuevamente. 

Queens ya no era más seguro para él.


Para cuando Haku despertó, se dio cuenta de donde estaba y quiso llorar. El fuego que quemaba su pecho al saberse nuevamente abandonado no fue nada comparado con la sensación de que jamás volvería a verlo, aun si había ignorado su absoluta confesión y lo había dejado a su suerte en una banca a pesar del frío y la poca gente que transitaba el lugar, no podía evitar preguntarse a donde habría ido ahora. Ni siquiera pudo divagar mucho más cuando sonó un teléfono. 

—¿Hola? —contestó enseguida, sabiendo bien quien podría ser. No había mucha gente que conociera aquel número, su voz se oía terriblemente constipada y él comenzó a tener dolor de cabeza. 

—Has tardado demasiado —dijeron—, el Uchiha salió temprano hoy, hemos mandado por ti en un jet que llegará en un par de horas y te traerá. Con suerte, visitará el lugar que siempre visita. Ahí lo harás. 

Haku se tensó y luego, mientras alzaba el mentón, colocó su mascára y colgó. Lo que dijeron fue cierto tardó un par de horas en arrivar el jet y el mismo tiempo en llevarlo a suelo nipón, una vez ahí le fueron indicando donde y como debía estar, mientras iba de camino encontró a Hannya. Ella sería quien le acompañara. Estaban en el cuarto de armas, esta vez la chica no escogió su temida katana sino una pistola calibre 22 con silenciador. La miró de reojo.

—No trajiste al espadachín —comentó la pelinegra con tono jocoso. Haku afilaba un par de agujas y solo se giró a verla, ambos llevaban puestas sus mascáras pero él podía jurar que se burlaba de él.

—No tuve tiempo, cuando estaba por traerlo me habéis llamado —respondió, alzando los hombros con desinterés mientras fijaba su mirada en las agujas—. Si lo queréis muerto, deberías dejármelo a mí. ¿Quieres tocarla? —le extendió una aguja, la mujer solo cruzó los brazos—. Tienen veneno. Funciona de forma curiosa —dijo—, si presionas esto contra tu piel el veneno actuará enseguida, si las lanzas... aceleras el proceso.

—¿Todas tienen veneno? —Inquirió curiosa. 

—Lo atacaré con tres —dijo él, mientras las enseñaba.

—¿Sólo tres?

—Sólo necesito tres —la miró de reojo—, además... considerando que falles un tiro, solo una tiene el veneno suficiente para dejarlo completamente indefenso, inmóvil e inconsciente, la segunda será para que llegue a sus venas, y la tercera solo es por si alguna cae en el objetivo equivocado.

Hannya le observó con curiosidad y luego asintió.

—Muy bien entonces —terminó de cargar la pistola y luego le miró de reojo. Haku concluyó su tarea guardando las agujas con mucho cuidado entre los pliegues de su ropa y luego se encaminaron a su destino. 


Sora estaba tan molesto que no pensó mucho en sencillamente volver a su lugar favorito y despejarse un poco. A la mañana pediría perdón a su padre y hermano por haber sido tan cruel con ellos y esperaría el regaño y castigo que sus padres decidieran ponerle con ansias. Probablemente le prohibirían ver a Shikadai por un mes como en otra ocasión y sería genial, porque no se sentía listo para enfrentarlo, todavía se sentía traicionado y dolido. Cuando llegó al viejo barrio abandonado, observó que había una nueva señalización de un asesinato en la otra calle. 

Hizo una mueca antes de saltar la valla que guiaba a un conjunto de residencias, donde se encontraba su lugar especial, justo arriba en la terraza de aquel edificio abandonado. ¿Cómo lo había descubierto? Cuando tenía quince años huyó de casa con Shikadai y terminaron en aquel barrio, escondiéndose de unos rufianes en aquel edificio. Por las jugarretas volvieron y observaron el edificio, a Sora le encantó la terraza y se quedó como su lugar secreto. Aunque Shikadai y él solían ir a ella a ver las nubes todas las tardes o cuando no iban a clases, con el tiempo Shikadai se empezó a alejar de él y ya no lo hacían más.

Suspiró, era difícil estar enojado con la persona con la que habías estado por tanto tiempo y con la que habías compartido tantas aventuras y momentos importantes. Meneó la cabeza para alejar esos pensamientos y trepó un par de huecos que tenía la pared de ladrillo para luego alcanzar la escalera de incendios, y bajarla para comenzar a subir. 

Las puertas del otro lado daban a una calle desolada que no poseía ni siquiera un farol y no eran muy seguras por lo que siempre que quería privacidad y estaba solo entraba por ahí, se sentía como un delincuente pero al mismo tiempo la adrenalina le agradaba y le hacía sentir mejor.

No tardó mucho tiempo en llegar al decimosexto piso, el cual tenía una ventana completamente rota por la cual entraba y subía a la terraza desde el interior. El frío del lugar le caló a los huesos y se abrazó a sí mismo mientras alzaba la mirada al cielo. Debían ser poco más de las cinco. 

—Creo que extrañaba esto —se susurró, después de todo no iba desde hacía mucho. Siempre que iba era de noche, por lo cual había olvidado lo que se sentía el aire frío y la sensación de calor del cielo amarillento. Se sentó en un espacio donde había una pequeña choza—. Datte.

Aprovechó de entrenar un par de horas pero cuando se quedó sin energías volvió a la choza y se recostó con la mirada al cielo. Por otro lado, el lugar lo hacía sentir extrañamente meláncolico y pasaron horas mientras él se preguntaba toda clase de cosas, especialmente el hecho de si su familia lo estaría buscando, si lo querían lo suficiente para hacerlo, y qué pasaría si un día el simplemente ya no volviera a casa. ¿Se sentirían mal? ¿Siquiera lo extrañarían?

¿Reirían sin él? Le dolía, así que deshechó las últimas ideas, simplemente no podía imaginarselo, aunque quizá sí, se recostó en la grava y soltó un sollozo. Quizá...

Los necesitaba más él a ellos que ellos a él.


No supo ni siquiera en qué momento cayó a los brazos de Morfeo hasta que despertó y observó el cielo oscuro, se despabiló un poco y soltó un par de quejidos por el dolor de cuello y espalda que le ocasionó dormir en aquella grava. Luego escaneó el lugar que a duras penas estaba iluminado por un par de farolas y se dijo a sí mismo que sería mejor salir por el interior del edificio, al menos tendría luz y electricidad que pudiera guiarlo de no caer. Luego volvería a saltar la valla a la calle, tomaría su auto y volvería a casa lo más rápido que fuese posible.

—Ey —Por un momento, creyó que Shikadai había vuelto a buscarle, que podrían hablar calmadamente mientras veían el cielo estrellado y reían como antes. O que quizá, su familia se preocupaba por ellos y Boruto, que conoció aquel lugar unos meses atrás, fuera a buscarle.

Claro, ese no era el plan que le deparaban los Otsutsuki. 

—Eres bastante molesto —parpadeó al escuchar una voz cuando encendió las luces de las escaleras interiores, había bajado al menos dos pisos. Se giró enseguida cuando sintió que alguien lo atacó por la espalda, llevaba una mascára blanca con detalles rojos—. Sora Uchiha.

Sora se tensó y comenzó a saltar las escaleras más rápido, con la otra persona lanzándole agujas. ¿Agujas, en serio? Frunció el ceño y a su mente un flashback de sus padres hablando sobre un ataque reciente, le hizo detenerse a pensar. 

Son Akatsukis

Claro, no pudo pensar por más tiempo pues otra persona se enfrentó a él con una mascára demonio que hizo que soltara un chillido bajito y se pusiera la mano en el corazón. Joder, que le había dado un susto de los mil demonios. Es decir, salió de la nada, en plena oscuridad con una mascára como esa... A cualquiera lo mataría de un infarto, él no podría ser el único.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó, mientras se apartaba de lo que parecía ser una mujer, pero chocó con otra persona y se giró hacia atrás, sus manos tantearon la barandilla de las escaleras y miró -inconscientemente- abajo. Si caía por ahí, tenía asegurada la muerte, aunque no estaba muy seguro de si esas muchachitas le dejarían vivir—. Son de Akatsuki. ¿No es cierto?

Entonces escuchó pasos y se quedó paralizado. Las luces se prendieron y notó que las otras personas había desaparecido. Por unos segundos creyó que había alucinado pues en su lugar había una linda joven con un vestido rosa y llevaba una rara carpeta llena de hojas de papel probablemente para reciclar, parpadeó rápidamente, mirando a todas partes y luego se giró a ver a la persona. Le resultaba familiar pero no lo suficiente.

—Niña bonita —halagó, sin saber qué más hacer. 

—Vas a morir si te quedas aquí, despierta, niño —le dijo Haku, mirándolo con el ceño fruncido. Parecía que Sora no recordaba quién era, tampoco lo culpaba, solo se llegaron a ver una vez y fue hace muchisimo tiempo. El joven todavía era un niño.

—¿Quién demonios eres tú? —preguntó, mientras se ponía en posición de defensa. Claro, sabía que estaba en una situación incómoda y no podía evitar verla como una amenaza—. ¿Qué haces aquí? ¿No es demasiado tarde para que una jovencita esté fuera de casa y en un lugar de mala muerte como este?

—Estoy recolectando hojas —dijo el doncel, mientras le miraba en silencio. Al parecer, el chico era más despistado de lo que ella creía. Supuso que eso lo había sacado de Naruto Namikaze. 

—¿Trabajas tan tarde, amiga? —Ladeó la cabeza.

—Me gusta la calma de estos lugares pero detesto la suciedad que puedes llegar a encontrar en ellos. Claro, no esperaba encontrarme a alguien a estas horas por aquí. Te he visto antes, creo yo. ¿Te has quedado dormido otra vez? —dijo entonces.

—Ah —¿Ya se habían visto? Daba miedo, a lo mejor era una acosadora—. Estaba entrenando... Quiero hacerme fuerte.

—Ya te ves muy fuerte. ¿No es eso suficiente? —Para Haku la conversación se tornaba ciertamente divertida. El chico Uchiha era muy ingenuo, a este paso podría abrazarlo y enterrar las agujas en su espalda y él creería que era amistoso. Aun así, no pasó desapercibido el hecho de que el varón se movía hacia abajo lentamente, mientras sostenía una sonrisa nerviosa en el rostro.

—No, no. Tengo que ser más y más fuerte —Sora se aclaró la garganta, comenzaba a sonar como su papá, como Naruto. Haku le miró con entusiasmo bien contenido.

—¿Por qué es tan importante eso? —Bajó los dos escalones que el azabache también anteriormente, insistiendo.

—Quiero ser reconocido por alguien —dijo, por Shikadai, mientras miraba de reojo los escalones que iba a bajar. Debía salir corriendo, quería avisarle a la linda chica que debía irse porque podría resultar herida por los Akatsuki si seguía ahí, pero estaba demasiado absorto en bajar y ella parecía estarlo siguiendo así que supuso que podría seguir conversando hasta llegar abajo. 

—¿Entonces haces esto por alguien? —preguntó intrigado, la cara del azabache de ojos azules fue casi un poema—. ¿Entonces lo haces por esa persona o por ti? —La cara del chico le causó gracia y no se detuvo en reír suavemente.

—¿De qué te estás riendo? —se quejó, mientras se ponía contra la pared que chocó al estar tan distraído—. ¿Qué es tan gracioso?

—¿Tienes alguien a quien aprecias? —Haku lo miró fijamente, notando como el varón se ponía nervioso. Sora estaba al borde de un colapso, eso estaba siendo demasiado extraño. 

—No entiendo a qué te refieres con eso —bufó finalmente, bajando otro par de escalones. La bonita chica bajó los mismos con la extraña elegancia con la que caminaba y hablaba, sin duda poseía una elegancia fascinante y una belleza sin igual. Se quedó absorto en sus movimientos.

—Cuando una persona tiene a alguien a quien quiere proteger —Haku se encontró a sí mismo recordándose que ese chico era su misión, y que con esa misión podía liberar a Zabuza de sus cárceles mentales, apretó una sonrisa—. Entonces se hace genuinamente fuerte.

—Oh —Sora pensó en su familia y sonrió. Ellos me hacen fuerte—, te entiendo perfectamente. 

Haku se detuvo y Sora bajó otros dos escalones, pero se quedó viendolo desde abajo algo confuso cuando la chica se giró de nuevo para ir hacia arriba y le miró por encima del hombro.

—Tú te harás fuerte, muy fuerte —le aseguró y Sora sonrió—. Hasta luego... Nos veremos algún día. 

Sora se quedó en silencio, mientras sonreía brevemente y la veía subir con su carpeta en manos.

—Oh... por cierto, no soy niña, soy un doncel —aclaró su garganta y subió. 

Sora abrió grande la boca, completamente rojo ante la verguenza que aquel comentario le hizo pasar. El -ahora sabía que era- chico tenía las facciones tan jodidamente hermosas, y definidas como las de una mujer, su ropa, su voz... Quizá debió suponerlo, pero cuando quiso disculparse esta persona había desaparecido. Y las luces se apagaron en esa sección, soltó un gritito porque una especie de aguja rozó su brazo y supo que los otros estaban de vuelta.

Se preocupó por el andrógino doncel, el pobre podría verse herido por su culpa si los habían oído hablar. Luego suspiró cuando las luces volvieron a encenderse y comenzó a correr, escuchó pasos rápidos desde arriba y volteó a ver, pero resbaló. 

Cayó en un par de escaleras más abajo y se quejó, pero cuando levantó la mano la mujer con la mascára demonio apuntaba un arma hacia él. Haku, que observaba esto desde arriba, con la mascára puesta sacó de los pliegues de su vestido las agujas y las apuntó. 

Sora golpeó en la mano a la mujer justo cuando esta intentaba apretar el gatillo y el disparo resonó, no tardó mucho en ver la mujer caer hacia atrás y frunció el ceño. Él también cayó contra una pared, con su mano sobre el pecho izquierdo donde la bala lo golpeó. 

—¡Sora! —El menor alzó la vista hacia arriba, y vio a Boruto. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver que habían ido a buscarlo, después de todo si se preocupaban por él. Lo habían ido a buscar, quizá no Shikadai, pero sí su familia, su razón de ser.

—¿Her...mano? —Sora cerró los ojos y alcanzó a sonreír un poco antes de quedar insconsciente.

Después de todo... sí le querían.


—¡Sora! —volvió a gritar Boruto, mientras veía lo sucedido. Vio una mujer con la mascára Hannya levantarse y apuntarle con un arma mientras se sostenía un hombre con la mano, alcanzó a ver una aguja en ese lugar e hizo una mueca. Eso debía doler. 

Cuando sonó el segundo disparo, Boruto cerró los ojos esperando el impacto que nunca llegó, pero en cambio sintió un peso caer sobre su pecho y soltó un chillido al abrir los ojos. Gin solo le sonrió algo culpable antes de caer inconsciente con una herida -rozadura no muy sutil- de bala en el cuello. La mujer se desplomó en cuestión de minutos por alguna razón y él vio a una persona con mascára blanca acercarse a ellos. 

Le mostró dos agujas que tenía en la mano y luego oprimió una sobre su hombro, haciendo que sufriera ante el dolor, cuando la enterró por completo Boruto se comenzó a sentir realmente adormilado y lo último que pudo ver fue como se acercaba a su hermano y hacía lo mismo. 

¿Un... veneno?


No recordaron bien como despertaron ahí, Gin fue el primero y al ver el estado de Boruto, llamó enseguida a Mikoto y le dijo, como pudo, que necesitaba que enviaran una ambulancia, le envió también la dirección y aún con la sangre drenando, arrancó un pedazo de la camisa manchada de su propia sangre del doncel para hacerse un torniquete en el cuello y llevarlo afuera. 

No pasó mucho tiempo para que los llevaran al hospital y su madre los atendiera, por suerte dieron con el antídoto del veneno que había en la aguja, al parecer, una sola dosis no era suficiente para matar a alguien pero sí para ralentizar su metabolismo al punto de la insconciencia. Boruto ahora estaba sentado sobre una camilla mientras era curado y miraba a Gin en silencio, con los ojos cristalizados mientras pensaba en su hermano, y dónde estaba o podría estar. 

—Tengo... que llamar a Sasuke —dijo—, y avisarle de...esto.

—Hablaré yo con él, tú deberías reposar —dijo el doncel, pero éste se negó y Mikoto lo regañó por haberse levantado de la camilla—. Au. Está bien, entiendo-ttebasa. No seas mala, Miko-baachan.

—Entonces quédate quieto —ordenó Mikoto, con el ceño fruncido.

Iba a matar a los Akatsuki.


—Señor Uchiha. Su hermano Gin está en la línea, dice que hubo un nuevo ataque —informó Izuna, entregándole el teléfono.

—Si me disculpa —Sasuke le hizo una reverencia con la cabeza y se acercó a contestar—. Sasuke Uchiha, ¿quién habla?

—Sasuke —la voz de Gin hizo que se sintiera confundido, sonaba lastimero y ronco, como si tuviera tos o algo le impidiera hablar correctamente—. Sasuke, lo siento. Yo... no sé como decirte esto, pero... Sasuke.

—Ve al grano, Gin —pidió, sintiendo su corazón escocer—. Por favor.

—Sasuke. Atacaron a Sora —el rostro de Sasuke palideció al menos tres tonos más, si era posible y tuvo que sostenerse de la mesa para no irse para atrás. No, su hijo... su pequeño, no.

—¿Qué? —preguntó con la esperanza de haber escuchado mal. 

—Sasuke... Sora fue atacado por Hannya —dijo otra vez, lento y conciso. Sabía el golpe que estaba pasando su hermano en el momento, conocía el sabor de una noticia así muy bien, él mismo no pudo responder cuando lo llamaron para avisar que su esposo había muerto—. Y lo lamento, aunque estuve ahí, no pude protegerlo. 

—¿Tú... tú lo viste?

—Sí... pero eso no importa ahora, Sasuke, se lo llevaron. No sabemos qué harán con él, tenemos que iniciar una búsqu-

—¿Y... y no lo protegiste? —La expresión de enojo y frustración fue visible para todo los que estaban en la sala.

Tanto Hiro como Izuna se sobresaltaron ante la expresión que tenía el Uchiha, casi exigía sangre aquel rostro. Hiro se quedó en silencio haciendo lo que el secretario del Uchiha, mirar la variación de expresiones en el rostro de éste. Nunca creyó vivir lo suficiente para ver una expresión como esa en el rostro de un Uchiha, siempre eran tan impasibles o en todo caso, enojados.

—Lo lamento, Sasuke. De verdad intenté protegerlo cuando me di cuenta pero ya había sido muy tarde —dijo, haciendo que Sasuke cerrara los ojos para no mostrar sus lágrimas—. Estoy en el hospital luego del impacto de bala en el cuello que me dieron cuando intenté..., tengo suerte de estar consciente y poder hablar —susurró, Sasuke suavizó un poco su mirada—. Bolt está conmigo, también lo hirieron pero solo fue una aguja y ya está siento tratado —informó.

—Gracias por avisarme, Gin. Iré a verte al hospital más tarde, primero hablaré con Itachi para que inicien la búsqueda de Sora —dijo, mientras se dejaba caer al suelo. Sentía que todo se volvía jodidamente oscuro.

Tan oscuro como el día en que lo perdió.

Su hijo, su amado hijo Sora. 

—¡Sasuke! —gritó Izuna cuando vio que el Uchiha se desmayó. Hiro se quedó en silencio y ayudó al doncel a levantarlo, y sostenerlo hasta llevarlo al sillón mientras el doncel llamaba a . 

Esto no podía estarle pasando a él.

.

.

.

Para los Uchiha Namikaze cualquier indicio que pueda definir el paradero de su desaparecido primogénito será bienvenido, aún si viene de alguien que ellos, claramente, no esperan.

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Naruto abrió la puerta de su casa con la esperanza de que Sora apareciera frente a él pero en su lugar estaban Deidara y Karin, mirándolo con aquella aterradora cara que hacían cuando algo salía mal y rompió en llanto, sin importarle si sus hijos lo oían, no pudo evitarlo. Deidara y Karin se abalanzaron sobre él para abrazarlo enseguida y consolarlo, decirle que todo estaría bien, pero él solo se preguntaba si eso sería cierto. Nada había mejorado y por el contrario, cada vez empeoraba más.

—¿Papá? —Akihiko fue el primero en ir hacia allá, pues estaba en la sala. La señora Kasumi se fue cuando Naruto dijo que irían a buscar a Sora, justo antes de que él propusiera que llamaron a Boruto pues éste lo había regresado la otra vez en que había escapado de la misma forma, pero por la forma en la que lloraba su padre y el abrazo de sus tíos en él no podía estar seguro de qué pensar exactamente—. ¿Qué sucedió?

—¿Tío Dei? —Daiki se asomó cuando bajaba las escaleras y lo vio—. ¿Tía Karin? ¿Por qué papá está llorando? 

Deidara miró consternado a su hermana y luego a sus sobrinos. No sabía exactamente qué decir, cuando Sasuke llamó a Itachi histérico diciéndole que fuera al hospital con él para ver lo sucedido y que iniciaran una búsqueda de Sora, ellos que estaban cenando juntos en el restaurante de Karin -ya cerrado- cuando recibieron la noticia, no dudaron ni un segundo en ir a casa de Naruto, seguramente estaría muy preocupado. Aunque Sasuke dijo que él probablemente no lo supiera y que se había dado apenas cuenta.

—¿Sus hermanas están durmiendo ya? —preguntó a los gemelos, ambos asintieron y se miraron entre ellos. No sonaba bien—. Ven Naru, vamos todos a la cocina para hablar. ¿Sí?

El rubio menor no paró de llorar pero asintió, y todos se dirigieron allá luego de cerrar la puerta y quitarse los zapatos los recién llegados. En la cocina, la tensión no era muy alegre. Karin estaba hirviendo agua para preparar un té que calmara los nervios de su hermanito, y Deidara solo servía de pañuelo en ese momento porque Naruto lloraba y moqueaba en sus hombros.

—¿Qué es lo que está sucediendo? —repitió Akihiko, más serio todavía. 

Deidara miró a Karin de reojo y ésta apagó la estufa, sirvió el agua y puso la bolsita de té en ella, se giró con una sonrisa más falsa que los inexistentes pechos de Sakura, dejando la taza en manos de su hermanito, quien solo se sorbió la nariz y le dio un sorbo. 

—Sora está desaparecido —dijo Deidara, tratando de ignorar el dolor en su pecho al oír aquel graznido de parte de su hermano—. Ya iniciaron proceso para buscarlo, pero Boruto está en el hospital y su padre debe estar en camino con Itachi y Suigetsu hacia allá.

Akihiko se quedó en silencio, eso no lo esperaba. 

Sora... se ha ido... No, pero él... ¿Volverá, verdad?


—¿Habéis encontrado algo? —preguntó, apenas entró en la habitación. Itachi negó—. Maldición, Itachi, debemos encontrarlo pronto. Cualquier cosa, cualquier indicio que pueda llevarnos con mi hijo servirá. No dejaremos que se lo lleven, no lo vamos a dar por perdido. ¡Es mi hijo!

Sasuke estaba llorando. 

—Sasuke, cálmate, por favor —pidió Gin, mientras hacía una mueca por el dolor. La morfina ya no estaba haciendo efecto y el dolor volvía a él. Sasuke lo fulminó con la mirada. 

Igual que una magdalena.

—Tú no me digas que me calme cuando pudiste haber hecho algo —cerró los ojos, dejando caer otro par de lágrimas—. Yo no estuve ahí, ¿sabes? No tienes idea de lo impotente que me siento. Si hubiera estado ahí, mi hijo estaría justo aquí. Maldición. 

Itachi atajó a Sasuke y lo abrazó, mientras le pedía a Suigetsu que buscara a Kakashi, el peliplata se suponía ya debía haber llegado al hospital. Necesitaban mover todos los hilos posibles para hallar a su sobrino o Sasuke cometería una locura. Una verdadera locura.

—Una llamada —Boruto entró en el lugar, quedó en shock al ver llorando a su padre con su tío abrazándolo, frunció el ceño y volvió la vista, prefirió contestar. El abogado no parecía estar en condiciones de hablar—. ¿Hola?

—Sé dónde está su hijo, señor Uchiha —Boruto se tensó y puso en altavoz. 

—¿Qué? Repítalo, por favor, no oí bien —Todos voltearon a verlo y él pidió que se callaran.

—Sé donde puede estar su hijo, señor Uchiha. 

Sasuke alzó la voz, con un escalofrío al reconocer la voz. 

Zabuza.


—Kakashi —Llamó, apenas encontró alguien conocido en aquel hospital. Estaba nervioso, hacía mucho tiempo que no iba a un lugar como ese y menos a encontrarse con lo que fuera a encontrar ahí, sabiendo muy bien que sucedía. La persona que llamó detuvo su hablar con uno de los enfermeros y se giró para verlo.

—Takahiro —el peliplata estaba sorprendido, sus expresiones lo delataban, pero enseguida se recompuso y miró para todas partes, seguramente analizando la situación y si era correcto que estuvieran hablando en un lugar tan público—. ¿Cómo es que... cuándo volviste?

—Me enteré de lo sucedido por Karin-san —dijo el pelinegro, mirando algo preocupado a su ex mentor—. Está devastada, me ha pedido que volara hasta aquí y me hiciera cargo de todo mientras ella pasaba su duelo —mintió, al menos en parte, ya que no podía decirle a nadie que en realidad había vuelto antes a Japón y que se estaba quedando, por más que fuera de confianza como lo era Kakashi Hatake—. ¿Cómo... cómo está Sasuke? —preguntó en un hilo de voz, mientras se movía levemente nervioso. 

Kakashi sonrió y lo abrazó. 

Aún parecía ser solo un niño indefenso y preocupado.


—Shikadai —Temari se sentó a un lado en la mesa, donde Shikamaru jugaba Shogi con su hijo mayor. Ambos se giraron a verla confundidos—, tengo que decirte algo, cariño. Esto... seguro será difícil para ti, pero... Sora... Sora se ha ido. 

Shikadai se levantó enseguida, tirando el juego y las piezas al suelo mientras miraba a Temari con temor, como si no creyera lo que decía. De hecho, sus pupilas desorbitadas lo confirmaban. Temari miró a Shikamaru para que le ayudara, pero éste estaba prácticamente igual.

—Ellos... están... están intentando encontrarlo, vivo o... Lo siento, Shikadai —exhaló. No era fácil.

El menor se dejó caer sobre la silla y apoyó su cabeza sobre su palma de la mano, mientras sus ojos se cristalizaban. Shikamaru puso una mano sobre su hombro y miró a su esposa, quien bajó la cabeza y apretó los labios. Todos sabían bien lo que era Sora en aquella familia. Lo que era Sora, para todos en general.

—Es mi culpa —susurró, sintiéndose terriblemente culpable. Sabía bien que cada vez que peleaban de esa forma Sora huía, pero la idea de que le pudiera haber pasado algo malo mientras huía nunca le había penetrado tanto la mente de esa forma nunca antes. 

Hasta ese día.

Lo perdí.

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