Capítulo 30; Queens.
Advertencia: Posible angustia y dolor al leer el siguiente capítulo. Por favor, si sufre del corazón retírese.
.
.
.
—¡El chico guapo! —Gritó sorprendido, nada más verlo.
Takahiro sonrió abochornado.
—Hola, Shikadai-kun —achicó los ojos sin dejar de sonreír—. Es un placer verte de nuevo.
.
.
.
Akihiko es el más sensorial de su familia, es por esto mismo que cuando Daiki le comenta acerca del raro comportamiento que Sora ha venido presentando en la última tarde cuando ha visto a Shikadai está dispuesto a interceder, al menos hasta que pelea con su hermano mayor y su querido papá doncel los encuentra rodando por el piso... Desearía vivir lejos de ahí.
.
.
.
Desde que tenía memoria, Sora era un remolino de emociones andante. Cuando era pequeño lo admiraba demasiado, porque hacía algo que ni Sarada ni Boruto podían, al menos no tan bien como lo hacía Sora. Tenía un carisma maravilloso que siempre hacía reír a todos, era algo así como un payaso pero lindo y tierno, no importaba que tan mal estuvieran las cosas, Sora siempre era capaz de sonreír y dar alegría a todos.
Cuando tenía cinco, Akihiko decidió que sería como él, pero bueno, no es que se parecieran mucho que digamos. A él le gustaba el silencio, Sora era ruidoso. A él le gustaba el teatro, Sora era un deportista con mucha testosterona por producir. A él no le interesaba ser un payaso, Sora lo era por defecto. Sí, no era exactamente una buena copia de su hermano, así que supuso que estaba destinado a ser como su padre Sasuke, solo un hombre que entiende lo que es la vida.
Daiki, su gemelo, por otro lado era muy parecido a Naruto, Boruto y Sora. Alegre, un rayo de sol en la oscuridad, risueño, tierno, y muy inocente. Bien, quizá no se parecía tanto a Sora.
—Ey, bastardo.
—Lárgate de aquí, shank —Sora ni siquiera le dio interés, lo cual ya era demasiado que decir. Usualmente lo insultaría, lo regañaría por insultarlo y por entrar a su cuarto ignorando el claro mensaje de No molestar que se toma la molestia en poner en su puerta cada vez que no quiere ver a nadie, que no es tan usual, casi siempre se pone a dormir. Ya era inusual que estuviera despierto.
La cosa era que conforme iban creciendo, Akihiko fue consciente de los cambios pequeños -casi minúsculos y poco vistosos- en la personalidad de Sora, hasta que terminó siendo la persona que veía él en ese momento. Poco a poco se fue apagando, y aunque en su mayor parte del tiempo en familia era un fosforito, alegre y juguetón, también había desarrollado un temperamento muy parecido al suyo y por eso chocaban tanto algunas veces.
—No —se negó, cruzándose de brazos y alzando una ceja con aire retador—. No me iré.
—Bien —masculló Sora, dándole la espalda todavía. Estaba sentado -si a eso se le podía llamar sentarse- en el borde mientras parecía sostener un libro o su móvil, Akihiko no estaba muy seguro, pero le extrañó que no lo echara. Cerró la puerta.
No estaba muy seguro de en qué momento se dio cuenta de que Sora ya no era el mismo chico inocente, tierno y alegre que solía ser cuando eran más pequeños, pero estaba seguro que no era el único en notarlo. Shikadai era el único amigo de Sora que había soportado todos sus cambios hormonales y mentales, lo cual no sorprendía mucho a Akihiko, pues éste también había cambiado con el otro ligeramente.
—Tengo que hablar contigo —comentó. A Sora solía asustarle aquellas palabras así que supuso -nuevamente mal- que se giraría enseguida y le pediría que le explicara que sucedía.
La relación de su hermano mayor con Shikadai influía mucho en él. Por ejemplo, si se peleaban, parecía cuando sus padres peleaban y cada quien se iba refunfuñando por los lados, a las pocas horas los veían otra vez riendo y jugando a los enamorados. Y si estaban bien, solían bromear y estar tranquilos, no había punto intermedio, era todo o nada entre ellos.
—Genial —respondió con desgano, sin cambiar de posición ni por un pelín.
Akihiko también había notado eso.
—Oí que saltaste clases hoy —continuó, buscando algo que su hermano temiera. Su madre, claro.
—Ah, sí, eso creo —hizo un ademán.
Cuando Shikadai o sus padres no estaban cerca, Sora era una persona totalmente distinta. Era cortante, desinteresado, molesto y siempre trataba mal a quien se le cruzara en el camino. Quizás eran síntomas de badboy o algo, pero Akihiko veía mucho más que eso. Sora no tomaba ni fumaba, iba a la universidad, estudiaba leyes, no iba a fiestas a menos que fueran por su capitanía en el equipo de fútbol y por lo general, era un joven de casa... Pero él lo sabía.
Su secreto.
—¿Ocurrió algo? —se relamió los labios, sin saber como se debe llevar una conversación así. Usualmente el que era abierto era Daiki, siempre listo a escuchar los problemas y dar consejos. Él era más práctico, aventaba una solución que resultara imparcial y listo, nada que involucrara sentimientos o emociones, algo muy... Uchiha.
Sora entrena varias horas al día, pero su intinerario no es muy exagerado. A veces sale en las noches y regresa de mañana, otras ni siquiera regresa y como sus padres no se dan cuenta o creen ilusamente que sólo está con Shikadai -mentiras que él ha notado- no hacen mucho para detenerlo. Es como si el chico alegre e inocente del que sus padres están tan orgullosos fuera una persona completamente diferente a la que conoce.
—No —dijo. Ocurría algo, era obvio.
—¿Peleaste con Shikadai, de nuevo? —preguntó, lentamente alejándose cuando el mayor lanzó una shuriken de papel contra él. Akihiko frunció el ceño—. Escucha, Sora Uchiha, me vas a oí-
—Lárgate, bastardo —murmuró.
Akihiko ha llegado a creer que Sora está enamorado y a eso se debe su cambio, quizá pueda echarle la culpa al innombrable, por haber marchitado el corazón de su hermano, pero mentiría si dijera que eso tuvo algo que ver. Cuando llegó Joe hacía mucho tiempo que Sora había cambiado.
—No —insistió—. Quiero que me digas qué demonios sucede contigo, y no me refiero a solo hoy.
Sora se giró a verlo por primera vez, sus ojos estaban hinchados pero la mirada filosa era clara: No te acerques. Akihiko tragó saliva cuando lo vio. ¿Qué había sucedido? ¿Desde cuándo Sora lloraba? Jamás, realmente, jamás en sus doce años de vida lo había visto llorar. Se tensó.
—¿Qué quieres que te diga? —Sora sonrió, como nunca lo había visto hacerlo antes, con sarcasmo y arrogancia, mientras sus ojos se mantenían llorosos.
—Que... Ejem, ¿qué te pasa? Eres mi hermano —dijo, lentamente, confundido y sin saber qué hacer. Hubiera sido mejor venir con Daiki—. Tú... puedes confiar en mí. ¿Lo sabes, Sora?
—Estoy... harto —dijo Sora, sin parar de sonreír—. Estoy completamente harto de que crean que debo ser perfecto, que crean que si no sonrío entonces no soy yo. Lo odio, odio sonreír, si quieres saberlo, pero es el precio a pagar por verlos felices y lo vale a veces.
—Sora... Me estás asustando —dijo—. ¿Qué te pasa?
Los ojos azules del mayor solo se fijaron en él, y Akihiko no supo decir en qué momento Sora había sido quebrado a tal punto. ¿O siempre había sido así y él había vivido en una mentira como todos? No, Akihiko Uchiha era muy bueno observando a las personas y no podría haberse equivocado con su propio hermano, ese que aún vivía bajo su techo y siempre los protegía.
—Hoy me he dado cuenta de muchas cosas, Aki. Al parecer mi mejor amigo es gay, mi hermano está enamorado de él, mi otro hermano encubre a los dos. Mis hermanas solo saben hablar de mí a sus espaldas—clavó su mirada en él—. Nuestro padre tiene otra familia, engaña a papá y-
Sora fue incapaz de decir algo más porque el puño de Akihiko se estampó contra su cara.
—No te atrevas —masculló, mientras volvía a golpearlo, Sora lo miró furioso y arremetió contra él, empujándolo contra la puerta—. ¡A hablar así de nosotros! ¡Retráctate!
—¿Qué me retracte? —Sora sonrió de lado, mientras lo sostenía del cuello de la camisa—. Pero ese no es mi camino, Akihiko. Yo jamás me retracto, ¿debería?
El rubio envió una patada al costado de su hermano para soltarse, consiguiendo que este gruñera. Claro, al ser más bajo era más ágil y consiguió abrir la puerta para caminar por el pasillo. Al menos hasta que Sora lo alcanzó, en tres zancadas y lo empujó al suelo.
—¿No dijiste que querías hablar conmigo? —dijo—. ¿No dijiste que podía confiar en ti? Hermano.
—Tú no eres mi hermano —escupió Akihiko—, él jamás se atrevería a dañar uno de los suyos.
Sora volvió a golpearlo.
—¡Pues sorpresa! Sí me atrevería —Lo golpeó en el pecho, y el rubio lo rodeó con sus piernas en el cuello, apretándolo—. No...puedes...conmigo.
Hizo un agarre debajo del rubio y lo levantó, todo su peso. Akihiko soltó un grito cuando lo dejó caer, antes de levantarse y atinar una patada en el rostro de Sora, torciendo su cara a un lado. Pasaron menos de cinco segundos antes de que ambos se empezaran a dar puñetazos a diestra y siniestra, rodando sobre el suelo.
—Tienen cinco minutos —Naruto tomó una gran inhalación—, para explicarme qué demonios está pasando aquí o se las verán conmigo, par de mocosos malcriados-ttebayo. Y traeré la sartén.
Cuando Akihiko escuchó la voz casi maligna de su adorado progenitor, se tensó y quiso morir. Prefería, sin duda alguna, morir. Sora estaba en el suelo, con el rubio en su torso y el puño levantado, estaba petrificado y el mayor solo levantó un poco su cabeza para ver la mirada furiosa de Naruto. Claro, no era la primera vez que se peleaban, pero sí la primera en que su padre los hallaba y en tan mal estado.
—Uno...
Akihiko se levantó y se sacudió.
—Dos...
Le tendió la mano a Sora para ayudarlo a levantarse, misma que éste manoteó antes de levantarse y meter sus manos en los bolsillos. Akihiko rodó los ojos.
—Tres —Naruto les dio la mirada.
Abajo estaba Kasumi, su amiga, y no quería para nada que viera como le daba una lección al par de varones sucios y heridos que tenía por hijos en ese momento. Su ceja estaba temblando fuerte.
—Cuatro —su voz se volvió trémula, y Akihiko se puso frente a él.
—Lo lamento, padre —Akihiko hizo una reverencia—, ha sido mi culpa y asumo la entera consecuencia. Sora... no fue a todas sus clases y estaba hablando con él, lo golpeé y comenzamos a pelear.
—¿Por qué lo golpeaste? —preguntó, y su voz bajó dos decíveles. ¿Su hijo asumiendo la culpa? ¿Diciendo que Sora no fue a todas sus clases? Nah, nah, ahí había un gato encerrado y él iba a descubrirlo. Los miró seriamente—. Dime.
—Me insultó —dijo.
—Nada del otro mundo como para que lo golpearas —Alzó una ceja, su hijo estaba ocultando algo. Lo que dijo era cierto, sabía bien como se comportaban y la forma en la que se trataban, no había nada de raro en que se insultaran de vez en cuando.
—Esta vez fue en serio —Akihiko desvió la mirada.
Sora soltó un bufido y se lanzó por la barandilla de las escaleras, haciendo que Naruto casi sintiera un paro cardíaco.
—¡SORA! —Gritó, al verlo en el primer piso, camino a la puerta—. ¡¿A dónde crees que vas?!
Ni siquiera respondió, solo hizo un ademán con las manos y se fue. Naruto parpadeó, boqueando ante la sorpresa y se giró a ver a Akihiko, con la mano en el pecho.
¿Qué le sucedía a Sora?
—Cariño... Estás corriendo en el camino equivocado. Es hacia el otro lado —Gaara alzó una ceja y miró a Lee—. Te digo, es para el otro lado.
—¡Dijiste al sur!
—Sí, pero el sur de donde yo estoy —Aclaró su intelectual esposo, haciendo que Gaara estampara su palma contra la frente del varón—. Ou, no es necesaria tanta violencia, pero me alegra saber que estás aprovechando tu flor de la juventud.
Gaara solo se quedó en silencio mientras bebía un poco de agua para hidratarse. Había aceptado pasar una tarde de relajación entrenando con su esposo y su hijo mayor, pero en definitiva odiaba demasiado la idea de su esposo de entrenar. Era simplemente agotador, aunque efectivo.
—Papá —Metal se acercó a sus padres—. ¿Alguna vez has visto una mujer pelirosa de ojos verdes?
Gaara, tenso, se volteó a ver a su hijo con un gesto por demás intrigado. Las únicas tres personas que conocía con aquella descripción estaban muertas, o bueno, al menos dos que estaba seguro, muy seguro. Entornó la mirada cuando vio a una mujer de cabello rosado largo caminar al lado de una peliverde y una niña pelirroja.
—Creo que debemos irnos —dijo Lee, al notar la mirada del doncel—. Vamos Metal.
—Pero aún no terminamos de entren-
—Nos vamos —lo cortó el varón con cabello de honguito, mientras le daba una mirada severa.
Metal solo asintió y comenzó a recoger sus cosas para seguirlos.
Natsu negó con la cabeza.
—Debe haber otra forma —dijo—, ha pasado una semana y no hemos podido cumplir con la petición de Kaguya. La Uchiha sigue viva, siempre se está moviendo, nunca está en casa y si lo está, nunca está sola. Siempre alguno de sus hijos está con ella.
—Kaguya dio otra orden —Roseone rodó los ojos, mientras veía a Amaru jugar unos pasos más adelante que ellas. Natsu la miró confusa—. Enviaron a matar al hijo de Sasuke.
Natsu se cubrió la boca.
—Pero...
—Está todo cubierto —dijo, meneando la cabeza—. Lo harán a más tardar, esta noche, si no lo han hecho aún. Tengo entendido que el chico es demasiado problemático, no tardará en dar indicios y bueno... Espero que haya disfrutado su vida como mi hija lo hizo con su padre.
—Que no es su padre —Natsu bufó y ella se rió.
—Aun así —le guiñó un ojo y miró al frente—. ¡Amaru, cuidado con esas cosas, cariño! No quieres resbalarte, a tu madre no le hará nada de gracia que te hagas alguna herida.
—Eres un caso, Sak... Sak de soluciones acústicas, por supuesto —sonrió nerviosa ante la mirada asesina de la pelirosa y luego esta hizo una mueca—. Lo lamento, a veces olvido que moriste y ahora eres otra persona.
—No te culpo —La mujer miró sus manos—, yo también me olvido a veces.
Pero soy otra persona.
—También me gustas mucho, Gin-san, eres como un ponqué —Boruto sonrió, y ambos salieron de la biblioteca. El Uchiha mayor se rió y luego negó con la cabeza—. Hablando de ponqués, tengo hambre-ttebasa.
—¿De nuevo? Acabamos de comer un par de postres —Gin le observó divertido.
Boruto hizo un puchero.
—¿Me estás diciendo gordo?
—Estoy seguro que eso no fue lo que dije —puntuó.
—Entonces me estás diciendo mentiroso —aseguró, poniendo sus manos en las caderas como jarras.
Gin lo observó en silencio, con un gesto que para un Uchiha se puede traducir como preocupación. ¿Era en serio o le estaba tomando el pelo? Gin no sabía que decir, Boruto era muy parecido a su esposo y al mismo tiempo tan distinto. Tenía las cosas muy claras para ser tan joven pero al mismo tiempo pasaba de una idea a la otra tan rápido que simplemente se la hacía imposible seguirle el ritmo. Quizá solo estaba viejo para él y por eso no entendía.
—No —dudó.
—Titubeaste.
—No lo hice —lo hizo, de nuevo.
—Sí, y volviste a hacerlo.
—Bolt —Puso sus manos en los hombros del menor—, me vuelves loco, para por favor.
Boruto sonrió y alzó el mentón.
—Así que te vuelvo loco, eh. Deberías tener cuidado, pero no muerdo, tranquilo —Le guiñó un ojo y se soltó, dejando al mayor perdido y algo avergonzado—. Vamos a comer, Gin-san. ¿Prefieres los dangos o los waffles? Me gustan los dangos, pero creo que quiero helado justo ahora. Oh, en el parque de la otra esquina hay una hela-
—Whoa, más despacio —dijo, mientras agarraba la muñeca del menor, éste aminoró el paso hasta ir al pie del mayor—, así —sonrió—, disfrutemos la tarde. No hay prisa ni porque correr.
Bolt exhaló.
—Tienes razón-ttebasa, lo siento, es la costumbre. No había tenido un día libre en años —se quejó. Gin se rió levemente y el blondo lo golpeó en el hombro—. No te rías, es serio.
—Yo podría darte trabajo —dijo. Bolt se detuvo y se giró a verlo.
—¿Lo dices en serio?
—Sí. Eres inteligente, apuesto y muy bueno con las palabras —Enumeró—. Tienes lo que necesito.
—¿Apuesto? —Levantó una ceja.
—Lo eres —admitió, asintiendo—, necesito un secretario. Debe dar la bienvenida y ser agradable, no solo... por dentro. ¿Entiendes? No soy superficial pero no estaría mal tener un lindo secretario como tú.
—Me lo pensaré —afirmó y luego de unos minutos caminando en silencio, Bolt miró de reojo al pelinegro de ojos amarillos—, ¿de cuánto estamos hablando?
Gin comenzó a reír.
—Creí que me había ocultado bien —dijo el pelinegro, mientras se pasaba una mano por el cabello y miraba hacia el cielo. Estaba nublado, posiblemente llovería en un par de minutos.
—Nunca se está lo suficientemente bien oculto —respondió el doncel atrás de él, mientras sostenía entre sus manos un paraguas y un maletín, tenía los brazos cruzados sobre su abdomen. El mayor se quitó la espada de la espalda y se giró a verlo con una sonrisa de lado.
—Mi querido y adorado Haku —Abrió sus brazos para estrecharlo entre sus manos, mientras depositaba un beso en la frente de éste—. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué llevas esa mascára encima?
—Me uní a los Otsutsuki, mi señor —El chico sonrió de lado, orgulloso de sí mismo—. He venido por usted. ¿Qué hace aquí en Queens? ¿Por qué está en un barrio como éste? Aquí usted no es nadie.
Zabuza soltó una carcajada.
—Esa es exactamente la razón, Haku —Zabuza dio un vistazo a las calles de su adorado hogar—. Para alguien que ha huido de prisión, este lugar es como un paraíso. Nadie sabe quién soy, ni de dónde vengo o para dónde voy. ¿Qué hay mejor que eso?
Haku le observó con el ceño fruncido levemente.
—Pero... todo por lo que luchó, por ser reconocido como el mejor espadachín...
—Lo conseguí, ¿o no? Bah, son sueños tontos —El mayor le restó importancia—. Las prioridades siempre cambian, Haku. Deberías quitarte esa mascára y aceptar que no voy a volver.
La expresión de sorpresa en el rostro de su ex alumno le pareció grata.
—¿Cómó es qu-?
—No habrías venido a por mí si no esperaras que regresara —Zabuza sonrió y se permitió acariciar el rostro de su adorado ex alumno—, pero no voy a hacerlo y aceptaras mi decisión. Mis tiempos de asesinar personas inocentes por gente egoísta han terminado.
—Pero... podría vengarse —el doncel no lo entendía.
—¿De quién? —preguntó entonces, Haku no supo que decir por un rato y luego hizo una mueca.
—De los que lo enviaron a juicio y a prisión, de los que lo apartaron de mí —jaló su brazo.
Zabuza besó su frente y se apartó.
—Yo le rendía mi eterna gratitud y lealtad al señor Robert Shimura, Haku. Yo jamás fui apartado de ti por otras personas, nadie me envió a prisión, yo me entregué —explicó lentamente—, porque así me pidió él que hiciera.
—¿Entonces por qué escapaste? —la voz del doncel bajó un tono.
—Mi deuda ha sido saldada, ya no tenía nada que hacer ahí —dijo, girándose y recogiendo su espada del suelo donde la había dejado y suspiró—. No esperaré que lo entiendas, aún eres joven para eso, pero... debes saber que estoy agradecido de poder verte una vez más. No volverás a verme, Haku —aseguró, desapareciendo entre la lluvia y la niebla del lugar.
Haku dejó caer la mascára y seguido de ello, sus rodillas tocaron el piso.
Me ha dejado.
Sora estaba molesto, eso era un hecho, pero con cada paso que daba más inseguro se sentía. Había insultado a su familia, había golpeado a su hermano, había dudado del amor de sus padres y había confesado todo. Shikadai no le había escrito después, como era común cada vez que cometía un error, así que no había que ser muy inteligente para darse cuenta que el del error fue él. Pero mientras más pasos daba, más mal se sentía.
No sabía ni siquiera como había sido posible que se comportara así, era como si hubiera sido otra persona en esos momentos, pero él sabía bien lo que hacía. Se dejó controlar por la ira, lo cual era raro, nunca había sido muy propenso a sentir ira. A veces ni siquiera sentía rabia.
Pensó en cosas que lo hicieran feliz. Su familia, sus padres estando juntos y amándose, sus hermanos y él jugando o simplemente charlando de temas tontos por horas, Shikadai y Meiko con sus pijamadas, su mejor amigo y su amiga Sumire haciendo bromas cuando estaba mal. Joder.
Se pasó una mano por el cabello y miró hacia el cielo. Estaba totalmente despejado, azul y un par de lindas nubes blancas adornando el firmamento. Simplemente maravilloso. Recordó cuando eran más pequeños y Shikadai y él se escapaban de clases para ir a la terraza y ver las nubes por horas, y sonrió. ¿Cómo podía enojarse con ese vago? Era su mejor amigo.
¿A quién le importaba si era gay? Ni que estuviera enamorado de él. Hizo una mueca.
Quizá esté enamorado de Daiki.
Por alguna razón -sabía muy bien cuál era- le molestó la idea. No quería que su hermano menor tuviera novio hasta... hasta nunca, mejor le iba comprando un par de gatos desde ya para que se acostumbre a la idea. Rodó los ojos. Otra vez su lado posesivo apareciendo.
Ah, era como una maldición Uchiha.
—¡No! —Boruto comenzó a reír estrepitosamente, tanto que todas las personas que pasaban por ahí se los quedaban viendo como si fueran dos seres extraños de otro mundo—. ¡Es una locura!
—Lo sé —Gin sonrió, era más recatado. Internamente estaba teniendo un ataque de risa que parecía una foca epiléptica—. Pero era fantástico —sonrió, más meláncolico esta vez y miró al cielo—. Me alegra que hayas aceptado salir conmigo hoy —dijo, mirándolo esta vez.
El rubio sonrió.
—Hace mucho tiempo no reía así —confirmó—, a mí también me alegra haber venido, Gin-san.
—Por favor, sólo dime Gin —pidió, el rubio asintió más entusiasmado y suspiró, metiendo sus manos en los bolsillos de su gabán—. Desde que mi esposo murió creí que no volvería a reír.
—¿Cómo era él? —preguntó, mirándolo con una expresión que el Uchiha no pudo definir entre tristeza y alegría.
—Era como tú, rubio, ojos negros, más bien frío y calculador —comentó, pensativo y sonrió—. Era un gran doncel, siempre me hacía dumplings y dangos para llevar, decía que era bueno estar acompañado de un poco de dulce en caso de que el día fuera díficil. Comí una tonelada el día que él...
Ambos bajaron la mirada, y Bolt mordió su labio. Con algo de timidez, acercó su mano a la de Gin acababa de sacar de su gabán y la tomó entre las suyas, consiguiendo que los ojos amarillos se posaran sobre él, sorprendido. Le sonrió y acarició con el pulgar el dorso de la mano.
No había necesidad de palabras.
Lamentablemente el ambiente amistoso terminó cuando Chillin' like a villian comenzó a sonar estrepitosamente desde el teléfono móvil del rubio. Este se sonrojó y corrió a buscar su celular.
—¿Descendientes? ¿En serio? —Inquirió, alzando las cejas con una sonrisa divertida.
—La reconociste de inmediato, me impresionas —dijo, haciendo que el otro cerrara la boca y sonrió, antes de contestar—. Para ser un hombre tan serio, eres un amor —le sonrió de nuevo y contestó, sin dejar que el otro pudiera objetar algo—. ¿Moshi, moshi?
—Bolt.
—¿Papá? —Boruto frunció el ceño.
—Bolt, tú hermano Sora salió hace un par de horas sin decir a donde iba, estaba furioso y no ha regresado. Estoy preocupado, por favor dime si sabes algo de él o de dónde podría estar —Bolt se tensó al escuchar la voz quebrada de su padre que daba a entender que o estaba llorando como una magdalena, o estaba preocupado como un papá. Ambas factibles.
—Ah... E-está bien, veré que puedo hacer —dijo, asintiendo. Gin, al notar el cambio en su tono, se giró a verlo de nuevo, curioso—. Si lo encuentro o sé algo de él, les aviso. Vale, adiós pa.
Colgó y miró a Gin—. Cambio de planes, llévame a donde te digo, vamos por tu auto —ordenó.
El azabache ni siquiera pudo asentir cuando vio al otro corriendo al auto, parecía importante.
—Entonces escapó —Gin no estaba entendiendo nada.
Boruto se sentía en el cielo porque generalmente siempre era él el que no entendía nada.
—No lo sé, no me explicaron los detalles. Oh, aquí es, para, para —Lo toqueteó dos veces en la pierna para que se detuviera, el azabache aparcó y alzó las manos en señal de paz—. Muy bien, espero que esté aquí, porque si no es así, posiblemente se cambió el nombre a Menma y se mudó a Queens.
—¿Por qué a Queens? —Gin frunció el ceño.
—Mi hermano es un extraterrestre. ¿Tú crees que yo lo entiendo? Le tiene miedo a las alturas pero adora este lugar aunque está para morirse —Boruto levantó las manos mientras hablaba.
Gin le dio un vistazo al lugar.
—Literalmente —murmuró al notar una cinta blanca que indicaba que había un asesinato en la zona—. Muy bien... Ustedes tienen gustos igual de particulares que mi suegro, el padre de Shi, Killer B.
Boruto se detuvo y se volteó a verlo.
—¿Killer B? ¿El anciano rapero, dices? —Gin asintió—. Sabía que no estabamos mal, ahí está su auto. Anda, vamos rápido.
—No creo que haya muchos de esos, a decir verdad. ¿Conociste a su hermano R? Su madre no tenía muchos problemas en buscar nombres —dijo—. C, mi esposo, ¿es en serio? Son poco originales. Y tenían una hermana llamada D.
—¿En serio?
—No. Pero... ¿puedes imaginarlo? —Boruto rió, mientras caminaban de nuevo hacia el lugar favorito de Sora—. Por cierto, ¿por qué te sorprendió que fuera Killer B? ¿Es famoso aquí o algo?
—No, no, mi papá y él se llevaban muy bien —comentó, mientras subía unas escaleras de incendio de aquel edificio abandonado, Gin se sentía un delincuente a este paso—. Sólo que me extraña que alguien se haya atrevido a darle cría a alguien tan... excéntrico.
—Él no era excéntrico —Bolt lo miró con la ceja arqueada—, tú eres excéntrico, ese hombre estaba más que tostado. No hay forma de que una persona así pueda... Bueno, ya sabes.
Bolt rió bajito y siguieron subiendo.
—No está aquí —dijo.
—¿En serio? No lo había notado —Replicó con sarcasmo mientras escaneaba visualmente la terraza donde estaban. Estaba demasiado alto y debía decir que odiaba a Sora por desaparecer así como así, al menos ahora podrían bajar las escaleras de adentro y no volver a mirar hacia abajo al completo y frío vacío—. Maldición. Si no está aquí, es más viable que se haya mudado a Australia.
—Ahora es Australia —Gin alzó las manos, elocuente.
—Sh —lo calló.
—Y ahora me calla —se hizo el ofendido.
—Cállate —dijo, mientras agudizaba el oído y caminaba hacia la puerta que daba al pasillo de las escaleras. Escucharon un golpe contra una de las barandillas que hizo un claro eco en el abandonado lugar y se miraron—. Quizás sí esté aquí después de todo. Sígueme —susurró. El pelinegro asintió.
Escucharon un disparo.
—¡Sora! —Chilló Boruto, llamando la atención del pelinegro que acababa de caer al suelo con una mano sobre el pecho izquierdo donde la sangre comenzaba a brotar.
—¿Her...mano? —Sora cerró los ojos y alcanzó a sonreír un poco.
Después de todo... sí le querían.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top