Capítulo 29; Los Otsutsuki.

Amnesia:

Recordad siempre que los créditos de los fanarts a quien los hace. Son arte.

¿Saben algo? La novela está por ponerse un poco "violenta" (no literal, pero sí les voy a hacer preocuparse, perder cabello, bajar de peso, y comer mucho helado) de ahora en adelante así que agarrense fuerte de su teléfono o laptop ;).

También sepan que aunque ya volví oficialmente he estado ocupada estudiando para el examen de admisión, que fue hoy y ando re nerviosa en cuanto a los resultados o como voy a salir y eso, y en un par de semanas empiezo las terapias así que no estoy muy segura de cada cuando vaya a estar actualizando.

Psdt: Se ven bien, aunque no les vea. 

Un beso.

Amnesia fuera.

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—Namikaze —Kaguya estaba sentada frente a él, el rubio de ojos azules alzó la mirada. Lo habían torturado crudamente aquella mañana, solo para que no pudiera resistirse a estar a los pies de esa arpía peliblanca como en sus encuentros anteriores—. Siempre es un placer tenerte.

—No puedo decir eso —escupió sangre y la miró, con furia—. He estado en mejores infiernos.

La mujer sonrió de lado.

—Bueno saberlo —dijo, y miró a su compañero. Atrás de ella estaban Ren Aizawa y su hijo peliblanco, Hamura Otsutsuki—. Desatenlo, quiero que se ponga de pie... Si puedes, Namikaze, dejaré que dejes de arrastrarte.

Antes de que la persona que lo sostenía hiciera algún movimiento, Kaguya alzó la mano para detenerlo y mirar amenazante al rubio.

—Sólo... si me dices donde lo ocultan —aclaró, y miró al doncel de mascára blanca que Ren había traído para servirle—. De otra manera, te arrastrará hasta tus aposentos, porque no podrás siquiera arrodillarte. ¿Entiendes, Namikaze?

—Jamás —El de ojos azules la miró fijamente y sonrió de medio lado, mientras aguantaba las cuerdas siendo ajustadas, quemando alrededor de sus muñecas y tobillos—. No te diré nada.

—Ese orgullo no te llevará a ninguna parte, Namikaze —advirtió, mientras se recostaba sobre el sillón—, pero admiro tu persistencia en querer ocultar a ese pobre y desgraciado personaje.  

—No te diré nada —repitió, mientras sonreía al sentir la presión en el agarre que el doncel enmascarado estaba ejerciendo sobre las cuerdas—. Jamás.

—Uh, lo harás —dijo—. O tu princesa querida morirá. ¿No eres tú quien pidió que no tocara a tus hijos? Dime ya, Namikaze. ¿Por qué tanto esfuerzo en proteger a alguien que pudo haber dañado la familia de Naruto-kun? ¿Acaso no piensas en los Uchiha que te han lastimado a ti?

El rubio frunció el ceño y gruñó.

—No tocarás a mis hijos, porque me necesitas —aseguró—, y si alguno llega a tener un simple raspón... puedes atenerte a que toda la información que pueda tener sobre Kisame y Takahiro, morirá conmigo.

—Uh, por fin —sonrió—. Empieza con Kisame, el Uchiha puede esperar un poco.

El ojiazul frunció el ceño. 



El peliazul se quedó en silencio mientras miraba a sus hijos hablando a lo lejos, era fantástico para él verlos. Habían crecido tan bien y eran dos personas tan maravillosas de las que sabía bien, Shisui estaría mucho más que orgulloso. Shisui, su lindo y adorado amor. Cómo lo extrañaba, días en los que no podía ahuyentar las pesadillas de su cabeza y los recuerdos lo atormentaban en la mañana. Desde que se separó de sus hijos por culpa de la familia Otsutsuki.

—No es bueno que estés tan cerca de ellos —un castaño se sentó a su lado, también iba encapuchado como él. Los ojos grises se fueron hacia el que le había hablado—. Kisame-san.

—Kankuro. Es raro verte por aquí —comentó el tiburón, con una sonrisa de medio lado—. Una agradable sorpresa. ¿Cómo están todos?

—Tan bien como se puede —meneó la cabeza—, no hay mucho que se pueda decir. Mi hermana y mi sobrino, bueno mi ahijado se están recuperando de un ataque. Como Sasuke. 

—¿Está herido? —se sorprendió y miró al frente, donde sus hijos tomaban el café y se reían—. ¿Cómo fue que pasó eso? Creí que no entraba a campo por ser muy riesgoso. Es sólo un abogado.

—Es mucho más que solo eso y todos lo saben —masculló Kankuro, haciendo reír al peliazul. Cualquiera sabía que Sasuke no era de total agrado para el Sabaku No—. Han atacado muchas veces a Sasuke y Temari, temo que saben algo que nosotros estamos encubriendo. 

—Los Uchiha tienen mucho que encubrir —Kisame alzó una ceja, con burla—. Temari se había alejado de él. ¿Por qué ahora parece tan unida a él? ¿Qué es lo que podrían saber los Otsusuki?

—Sangre —dijo Kankuro. Kisame comprendió enseguida—. Mi hermana mató a alguien que Sasuke quería muerto hace mucho tiempo. Gaara aun sigue enojado con ambos por tal traición.

—Creí que Sai seguía vivo —se burló Kisame. 

—¿Shisui no te dijo a quién me refiero? —Kankuro negó con una sonrisa—. Quizá no lo sabía. Los Uchiha y sus secretos son más díficiles de descifrar que Akatsuki. Sin embargo, Kaguya parece tener muy buenos informantes. 

—¿Me seguiste hasta aquí para esto? Anda, dime que tienes —dijo el peliazul. Sus ojos puestos todavía en los jóvenes que reían a fuertes carcajadas, ausentes de su presencia y de todo lo malo que una vez había roto aquellas sonrisas. Kankuro bajó la cabeza cuando reconoció a alguien cerca y asintió, sacando una memoria USB de sus mangas.

—Contiene la información que pediste —informó, mientras el Hoshigaki tomaba el artefacto—. Tengo entendido que Kaguya le ha concedido a alguien más la mascára Hannya y que te están buscando. Secuestraron al señor Namikaze. 

—Sabía que no debía involucrarlo en esto —se culpó el peliazul. Kankuro negó.

—Solo están matando dos pajáros de un solo tiro. El señor Namikaze sabe algo que ellos quieren también, enterarse que habló contigo fue solo el bonus que les dio fuerza para secuestrarlo —dijo, mirando de reojo hacia la persona conocida, no debía perderlo de vista. El pelinegro de ojos aguamarina simplemente le saludó bajo la gorra, las gafas y un tapabocas que lo hizo usar para poder salir. Nadie debía reconocerlo, alegaría que era algún famoso o un enfermo si alguien le pedía que se quitara estos accesorios—. Y mientras Inochi Yamanaka siga estando desaparecido, no tenemos mucho de donde ayudar. 

—No te preocupes, Kankuro. Si lo que dices es cierto y la información que contiene esta USB es la que te pedí... Tendremos los secretos Otsutsuki justo en nuestras manos —dijo, mientras miraba de reojo al joven que observaba tan tranquilo su compañero—. Tu hijo parece enfermo.

—Mi hijo no está aquí —dijo—, ese no es mi hijo. Puedo asegurarte. 

—Entonces estás haciendo de niñera —se burló Kisame, levantándose—. Que bajo has caído, Sabaku No.

Kankuro sonrió de lado y se despidieron. 

—Luces muy seguro de que es de confianza —dijo Takahiro, apenas Kankuro llegó hasta su lado. El mayor le miró de reojo y alzó los hombros. 

—Lo conozco. No sería capaz de traicionar a los que garantizan la seguridad de sus hijos —miró de reojo a los jóvenes que se estaban levantando de la mesa donde habían tomado café en aquella panadería—. Ahora, andando. Tenemos un par de cosas que hacer, antes de que tus padres vayan a la mansión.

Takahiro suspiró y asintió.


—¿Has hablado con tu madre? —preguntó Itachi, sentándose a un lado de Deidara, éste negó—. Debe estar desesperada por información, tristemente es muy díficil conseguirla hoy en día. Kaguya es inteligente, no llevará a Hokkaido al señor Namikaze, probablemente tenga un lugar de contingencia que no sepamos... 

—¿Y si lo mata? —preguntó el rubio, evadiendo la mirada del mayor—. No lo soportaríamos.

—Él estará bien —aseguró, besando su frente—. Es fuerte como roble, tiene vuestra sangre. Además, estoy seguro de que tu madre no se quedará de brazos cruzados, por eso tú debes mantener el contacto con ella lo mejor que puedas. ¿Está bien? 

Deidara asintió. 

—No dejes que mate a nadie hasta que tengamos nombres y ubicaciones de todos —su rostro pensativo hizo enmarcar aquellas ojeras, Deidara acercó su mano hacia la mejilla de éste. 

—Deberías descansar un poco —dijo—, hace poco que volviste a cambiar de turno. Hmp.

—Estaré bien —sonrió—, tú estás aquí conmigo.

Deidara lo abrazó y asintió.

Siempre, contigo, mi amor.


—¿Qué tienes? —preguntó Kasumi. 

—¿Uh? Ah, no, nada, estaba pensando en lo que dijiste antes sobre los Otsutsuki —respondió.

—¿Seguro? Pareces tener algo más en la cabeza —insistió y Naruto suspiró, girándose a verla.

—Es sólo que Sasuke ha estado comportándose extraño últimamente, siento que me oculta algo y creo que todo está relacionado a esto —confesó, mientras hacía una mueca. Kasumi abrió los ojos y le dio un sorbo a su té. Así que no le has dicho, Uchiha—. Además el hecho de que los Otsutsuki estén acechando a la familia Senju luego de que los ancianos y Baachan murieran... Me da mala espina, algo puede pasarle a mi padre o... no sé que pensar.

Kasumi apretó los labios. 

—¿Y no le has preguntado a Sasuke qué sucede? —Alzó una ceja—. Recuerda que la comunicación tiene que ir en ambas direcciones, no puedes esperar que él te diga algo si tú no le dices que te lo diga. Ya sabes, hombres y además Uchihas, demasiado orgullosos para admitir que las cosas se les salieron de control. 

—No lo sé, Kasumi, Sasuke siempre ha sido muy abierto conmigo... Bueno, casi siempre —rodó los ojos—. No me sentía de esta forma desde... desde Ren y Hiro. Teníamos tanta mala suerte en el amor, siempre eran espías asesinos o estúpidos que no sabían valorarnos... O en el peor de los casos, estúpidas personas que no sabían valorarnos y eran asesinos espías en potencia. ¿Sabes una cosa? Estoy enloqueciendo. 

—Con un historial como ese, ¿quién no? —Kasumi sonrió, mientras daba otro sorbo.

Naruto le dio la razón y sonrió.

—Es bueno verte de nuevo, hacía mucho tiempo que no te dabas una pasada por aquí-ttebayo. Y dime, ¿cómo va tu matrimonio? ¿Cómo es Setsuna como esposo y padre? Apuesto que menos Uchiha que antes —Sonrió.

—El amor los vuelve un caramelo —afirmó la pelinegra. Aunque eso a veces es peligroso.

Naruto asintió de acuerdo. 


—Hagoromo, cariño, ¿no crees que ya estás un poco grande para jugar con ese bastón? —Kanna miró a su esposo con una sonrisa burlona, mientras sus jóvenes hijos reían detrás de ella. El castaño negó con la cabeza.

—No es un bastón, mujer, es una vara —dijo, mientras la agitaba entre sus manos cual maestro de las artes marciales y se paraba justo en frente de ella—. Algún día lo entenderás —le sacó la lengua. Kanna sonrió.

—Seguro que sí —miró a sus hijos y les gesticuló—: Obvio que nunca —ellos rieron. Hagoromo rodó los ojos, al menos hasta que escuchó el teléfono sonar y suspiró—. Un descanso no hace mal, Hag. Mejor contesta. 

—Seguro es Kaguya o Hamura —hizo una mueca mientras fruncía el ceño y la miraba, suplicándole que no contestara tampoco. Al menos hasta que vio que Ashura contestó, y suspiró. Parece que sus intentos de evadir a sus locos familiares se vio cortada en ese momento preciso—. Yo tomo la llamada —Ashura se lo entregó—. ¿Hola?  

—Señor Hagoromo, es Kisame. 

—Oh, hola —miró a su familia—. ¿Pueden darme privacidad? Es del trabajo. 

Kanna, sabiendo que definitivamente no era del trabajo, asintió y tomó a sus dos hijos fuera del dojo donde su esposo entrenaba con ellos. Una vez Hagoromo se vio solo, habló.

—¿Bien? ¿Lo tienes —preguntó—, verdad?

—Por supuesto —dijo el peliazul—, y lo obtendrá cuando tenga un seguro de que estoy tomando la decisión correcta. No se sienta mal, Hagoromo-san, no es usted... es su familia. Me han quitado mucho y ya no sé en quien confiar. ¿Qué me asegura que usted... no me traicione?

Hagoromo suspiró.

—¿Qué quieres? Te lo daré todo. Dinero, una mansión, mujeres. ¿Cuál es tu precio? 

Kisame sonrió de lado—. Lo que quiero, usted no me lo puede dar —dijo entonces.

—Todos tenemos un precio, señor Kisame —Alzó una ceja—. ¿Pruébeme?

—Quiero a mi familia completa de regreso —hubo un terrible silencio que Kisame interpretó como su victoria—. ¿Lo ve? No puede concederme mi deseo, porque usted no puede deshacer lo que su familia me hizo, ni las muertes que nadan en la sangre que su familia ha derramado.

Hagoromo sintió naúseas, sabiendo que lo que decía era cierto. Por años había vivido siendo inocente, ignorante a lo que sucedía, al menos hasta que conoció a Hoshigaki Kisame, el hombre que hablaba del otro lado de la línea, gracias a su adorada esposa Kanna, claro, en aquel entonces aún no estaban casados y él no era un sabio de lo sucedido. La sangre que manchó el honor de su familia y los que lo rodeaban, de todos, él era el único que salvaron.

Incluso Hamura había matado y torturado personas. E inocentes. 

Él no podía simplemente creerlo, pero ese hombre de cabellos azules y ojos grises había perdido su esposo y a su hija. 

—Tienes razón —afirmó entonces, bajando la cabeza—, y lo lamento sinceramente. De todo corazón, si hubiera estado ahí no hubiera permi-

—Yo estuve ahí —lo interrumpió—, y creáme, usted no hubiera podido hacer nada. Yo trabajé durante años para su madre, este fue su modo de pago —Hagoromo sintió escalofríos en la espina dorsal—. Me durmieron y torturaron para despertarme... y darme cuenta que habían acabado la vida del amor de mi vida y de uno de mis hijos, de mi hija. Tenía solo seis. 

Hagoromo achicó los ojos. 

—Realmente lo siento —no sabía que más decir. ¿Qué se supone que le dices a alguien que lo ha perdido todo en la vida?

—Sí, yo también —Kisame carraspeó—. La información que tengo... usted concretará una cita secreta con Sai Shimura, el ayudante de Sasuke Uchiha en la firma de abogados. Ahí nos veremos, señor Otsutsuki.

Y colgó.


—Ey. Iba de salida —Temari observó en silencio el rostro cabizbajo de su hijo—. Acabo de llegar pero iba a la mansión. ¿Te sucede algo, hijo? ¿Estás bien? Sabes que puedes contarme lo que sea.

—Se lo confesé a Sora —dijo entonces, desganado. 

Temari abrió grande los ojos, pero en serio, como platos.

—¿En serio? ¡Aw, mi niño, estoy muy orgullosa de ti! Finalmente le dijiste que lo am-

—Eso no es cierto —la cortó, avergonzado porque aun con veinte años su madre le jalaba los cachetes como si fuera un bebé y le decía cosas tan vergonzosas como si nada—. Le dije que soy gay, y creo que ahora me odia y me dijo que le volviera a hablar jamás y... creo que hibernaré el resto de año lectivo.

—Ni creas que permitiré eso —dijo con una mueca y luego observó el auto, suspiró—. Shikadai.

—¿Sí? —se detuvo en su camino al interior de la casa y se giró a ver a su madre. Aunque había pasado tiempo desde su charla con Sasuke y ya estaba asimilándolo poco a poco, todavía no conseguía verla como solía hacerlo antes. Su madre hizo un gesto parecido a una sonrisa. 

—¿Te gustaría conocer a alguien? —preguntó, mordiendo su labio. 

Shikadai se quedó en silencio y mirándola. ¿Tenía eso que ver con el asunto de los Uchiha y Gaara? Volvió su vista a la casa. 

—Meiko está en clases —afirmó, al ver que nadie aparecía. 

—Está en casa de Takeshi y Sarada, aparentemente irán a ver a Naruto y los chicos mañana, le permití que se quedara a dormir. Ya sabes como es con las mujeres embarazadas, bebés y niños —sonrió—. Es entusiasta. 

Shikadai asintió. 

—Si no quieres ir, está bien —dijo—, no voy a obligarte. 

—No, está bien. Iré contigo —afirmó, cerrando la puerta y dándose la vuelta para sonreírle—. Creo que... es lo mejor. ¿No? 

Temari sonrió y asintió, emocionada.


—Aki. ¿Tienes un momento? —Daiki asomó la cabeza por la puerta del cuarto de su gemelo. 

El mayor levantó la mirada de su libro y asintió, por lo que el pelinegro se adentró al cuarto y cerró la puerta con cuidado, todo bajo la atenta mirada de su gemelo. Luego fue hasta la cama y tomó asiento, el rubio que estaba sentado frente al escritorio giró la silla para verlo. 

—¿Qué sucede? ¿Pasó algo? —preguntó. 

—Hoy había... natación, y yo... no me sentía bien —comentó Daiki, el otro asintió—. Me hiciste quedar aquí con papá y las chicas, así que pasamos un día muy tranquilo y normal. Pero... 

Akihiko comenzó a preocuparse seriamente, no era normal que su hermano titubeara tanto.

—Sora llegó primero que tú —dijo Daiki, sorprendiendo al mayor. Como se había ido con Keit, también lo habían traído de vuelta a casa cuando terminaron las clases y no se vio en todo el día con su hermano mayor—. Estaba muy raro, ya sabes, como estresado y furibundo. Creo que tuvo una pelea o algo, no estoy seguro —se mordió el labio, haciendo una pausa—. Intenté hablar con él, Ayame también pero no quiso escucharnos. Se encerró en su cuarto y no quiere salir desde entonces. ¿Podrías...? 

—¿Quieres que hable con él?

—Estoy preocupado —confesó, moviendo sus manos nervioso—. Por favor, habla con Sora. Está muy raro últimamente y con todo lo que sucede en esta casa, ya no sé que hacer para que sonría... Si él no sonríe, papá tampoco lo hace y todos nos apagamos. Es como la luz aquí-ttebane.

—Tranquilo —Akihiko se levantó y fue hacia la cama, para abrazar a su hermano—. Hablaré con él y veré que puedo hacer —aseguró.

—Gracias —sonrió brevemente, aunque su gesto mantenía aquella expresión preocupada.


—No sabía que te gustaban los libros —Gin sonrió. 

—No parezco exactamente como un ratón de biblioteca —corroboró el rubio, mientras observaba la tapa dura de aquel hermoso ejemplar—, pero me gustan. Es gracias a Nar- Papá. 

—Bolt, yo...

El rubio se giró a ver al de ojos amarillos con una sonrisa, mientras le entregaba el libro. 

—Quiero este —dijo, con una ceja levantada en un tono suspicaz. El pelinegro bajó la mirada al libro, la portada era gris y tenía en letra Times New Roman el título, No todo es lo que parece ser—. ¿Qué te parece? ¿Eres bueno juzgando libros por su portada? —Gin sonrió.

—No sabría decirlo, no te veo como un libro, me recuerdas más a una flor —dijo el pelinegro, mientras le señalaba el camino de vuelta a la entrada de la librería, para ir a la caja, con el libro en manos. Boruto sonrió satisfecho y caminó a su lado, hombro con hombro... Casi, había casi una cabeza de diferencia en la altura—. Um... Como un loto imperial, tu belleza y excentricidad.

Bolt sonrió, sonrojado y se quitó un mechón de cabello de sus orejas. Ya estaba largo, debería ir a la peluquería pronto para darse un cambio de look. El Uchiha se tomó la molestia de pagar el libro y Bolt solo se quedó en silencio viendo a la dependiente coquetear con él. Rodó los ojos. 

—Entonces admites que soy un lindo —dijo, en voz levemente alta, haciéndose a su lado. Gin lo miró de reojo en lo que esperaba que la chica empacara el libro.

—Lo eres, tienes una belleza demasiado extravagante —Boruto hizo un puchero. 

—¿Qué clase de piropo es ese-ttebasa? —Frunció el ceño, Gin sonrió de lado.

—Eres un chico realmente hermoso, jamás había visto un doncel de tal belleza —se giró a ver a la dependiente—. ¿Qué dice? ¿No le parece un ángel?

La mujer sonrió con algo de desdén y asintió, mientras le entregaba el libro empacado y le exigía el dinero, que enseguida sacó de su bolsillo y le entregó. Volvió a mirar al rubio.

—No tendrías porque avergonzarte —dijo, al verlo ocultar su rostro—. Bolt, me gustas mucho.

El rubio enrojeció hasta las orejas y la mujer los corrió del lugar. 


—Es tarde —El Hyuuga se quedó en silencio mientras esperaba que la otra persona se sentara—. ¿Por qué has tardado tanto?

—Tuve problemas con mi madre —dijo el doncel, encogiéndose de hombros, mientras tomaba en sus manos la carta del día con el menú de la cafetería—. Mi hermana está enferma de nuevo. 

—Es una pena —ignoró al joven de cabellos castaños y alzó la mirada a sus ojos cafés—. Es demasiado frágil para ser una Hyuuga, ¿no crees? Me pregunto a qué se debe, es extraño.

—Sus defensas no son muy buenas —dijo, mientras llamaba a una mesera para pedirle lo que decidió, su mirada volvió al hombre frente a ella—. ¿Y bien? ¿Habéis encontrado a Zabuza?

—Lo prometido es deuda —Ren sonrió con arrogancia, mientras le entregaba una P2U—. Al parecer lo han visto cerca a las islas Malvinas. No viajarás allá, por supuesto, enviaremos a alguien de la entera confianza de Kaguya-sama para ir por él. 

—Sé que se resistirá —dijo el doncel—, debo ir yo. 

—Kaguya te necesita aquí —lo contradijo, pero se quedó callado al ver que la mujer traía sus pedidos, esperaron pacientemente y le sonrieron falsamente hasta que se alejó. Ren se asió a la mesa y lo miró, con seriedad—. Zabuza consiguió huir de la cárcel, Haku. Es de la élite, lo sabes mejor que nadie, has demostrado ser digno de ser llamado su alumno, por eso déjanoslo a nosotros. Los Otsutsuki necesitan de alguien como tú en este momento.

—No lo llames Zabuza como si lo conocieras —masculló el doncel, mientras sacaba una de sus agujas de acupuntura de abajo de las mangas, y la giraba, sin apartar los ojos del otro—. Dirigete a él con más respeto, es el demonio oculto en la niebla, o en todo caso, el señor Momochi.

—Realmente tienes agallas —comentó, en un tono excitado mientras sonreía—. Quizá hayas heredado los ojos de tu madre, pero tus venas gritan Hyuuga por donde te miren. Es un trato.

—¿Para qué me quieren los Otsutsuki? —preguntó entonces, recostándose en la silla y tomando un poco de su té, con una ceja arqueada.

—Vas a matar a alguien —dijo—, su nombre es Sora Uchiha.

Haku tragó con fuerza el sorbo y lo miró con diversión, para encubrir lo que aquello lo hizo sentir. "Sora", se dijo, el hijo del amigo de papá.

—Nada es imposible en esta vida, señorito —Ren sonrió con satisfacción.

Eso iba a hacer díficil.


—Kushina, cálmate —pidió Mikoto. 

La pelirroja no paraba de caminar de un lado para el otro como si no supiera algo más que hacer. Ignoró, obviamente, a su mejor amiga y siguió masticando sus dedos porque ya no tenía uñas siquiera. 

—Itachi está haciendo todo lo posible por encontrarlo —agregó, mientras comía un par de galletas que prepararon—. En todo caso. ¿Has hablado ya con Naru? Sasuke no me ha dicho nada, ni siquiera me ha llamado desde la... 

Kushina frunció el ceño y la miró, al notar que se había quedado callada de repente.

—¿Desde la qué, Miko?

La pelinegra negó con la cabeza y la miró. 

—Desde la vez que tuve que curar a Temari y a él por el ataque de Roseone —respondió, haciendo que Kushina soltara un gran suspiro. Mikoto sabía bien por lo que estaba pasando—. Debería llamarlo. Quizá tenga tiempo para atenderme. ¿Por qué no vamos juntas?

—Sí, suena bien... Vamos mañana entonces —afirmó, un poco más calmada. 

Mikoto sonrió y asintió. 


—Los Otsutsuki.

Sasuke chasqueó la lengua cuando Hiro terminó de hablar y asintió, mientras miraba de reojo a Izuna, el doncel de su familia que le servía como secretario en Japón, quien le dijo que había escrito todo en  el archivo que abrieron para el Nakamura. Se giró a verlo y se masajeó la sien. 

—Bueno, ya somos dos —fingió una sonrisa y se pasó la mano por el cabello—. Lamento lo de tu familia, Nakamura, realmente espero poder cerrar este caso correctamente y que puedan descansar en paz. Como tú.

—Gracias, Uchiha-san. Yo también espero lo mismo —afirmó—. Pero los Otsutsuki no son fácil.

—Creéme, lo sé.

—Señor Uchiha. Su hermano Gin está en la línea, dice que hubo un nuevo ataque —informó Izuna, entregándole el teléfono. Sasuke se tensó y luego de disculparse, se acercó al teléfono para contestar. 

Hiro se quedó en silencio haciendo lo que el secretario del Uchiha, mirar la variación de expresiones en el rostro de éste. Nunca creyó vivir lo suficiente para ver una expresión como esa en el rostro de un Uchiha, siempre eran tan impasibles o en todo caso, enojados. 

—Lo lamento, Sasuke. De verdad intenté protegerlo cuando me di cuenta pero ya había sido muy tarde —dijo, haciendo que Sasuke cerrara los ojos para no mostrar sus lágrimas—. Estoy en el hospital luego del impacto de bala en el cuello, tengo suerte de estar consciente y poder hablar.

—Gracias por avisarme, Gin. Iré a verte al hospital más tarde, primero hablaré con Itachi para que inicien la búsqueda —dijo, mientras se dejaba caer al suelo. Sentía todo jodidamente oscuro.

Tan oscuro como el día en que lo perdió.

—¡Sasuke! —gritó Izuna. 

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