Capítulo 27; Meiko sabe cosas.

—¿A qué te refieres con que es lo que se hace por la familia? Nosotros somos su familia —Akihiko frunció el ceño—. Debería estar con nosotros en ese caso, protegiéndonos a nosotros. Hmp.

—Cariño —Naruto sonrió maternalmente esta vez y acarició su mejilla—, no somos la única familia de tu padre. No seas egoísta-ttebayo —Naruto suspiró—. La familia Uchiha es grande, así como la de tu madre. Y todos son muy unidos también, aunque... a veces peleen y se distancien.

—Papá... ¿volverá bien, verdad?

Naruto sonrió y asintió, mientras lo abrazaba. No respondió por temor a quebrarse.

Sasuke, por favor, vuelve a casa.


—¿Daiki? —El aludido se tensó cuando escuchó aquella voz, sabía bien a quien le pertenecía y el lío en que se habían metido, porque si él caía, Shikadai Nara lo haría también. Entrecerrando los ojos y dando un suave suspiro, se giró para encararlo, pero al ver la mirada ferviente de su hermano mayor todo el valor reunido por la adrenalina de su discusión anterior se desvaneció, dando lugar a un muy aterrado doncel. 

—So-Sora... Yo... ¡Puedo explicarlo!

—Pues comienza —masculló, mirando a Shikadai, quien simplemente metió sus manos a los bolsillos de su pantalón y agachó la mirada al suelo—. Soy todo oídos.

—Ah, sí. Por supuesto ttebane —Daiki sonrió nervioso y se quedó mirándolo, sopesando una buena estrategia que le salvara el culo tanto a él como a Shikadai, porque sí, estaba enojado con él pero también era quien le gustaba y no podía simplemente decir que lo quería si lo dejaba morir—. ¿Sabes que me gusta escribir obras, no? —dijo rápido. Sora lo miró y frunció el ceño.

—Daiki...

—Ya-ttebane, he escrito una obra y le he pedido a Shikadai que practique conmigo —Sora alzó una ceja. ¿Shikadai, el perezoso, ayudando a alguien?—. Lo amenacé a que si no lo hacía, él... iba a lavar toda mi ropa, y ya sabes como es de perezoso. Así que... aceptó.

Shikadai no levantó la mirada pero se mantuvo escuchando, sorprendido de que -aun con su actitud de hace un rato- Daiki intentara zafarlos del problema a ambos. Hubiera sido más fácil para el ojiazul simplemente acusarlo de besarlo y hacerse la víctima, Sora iría contra él sin dudarlo ni un segundo y Daiki se habría librado. Sonrió brevemente, recordándose que no era así.

Daiki era un gran doncel.

—¿Dónde está el libreto? —preguntó Sora, sin abandonar su sombría expresión. 

—No hay —dijo Shikadai, levantando la cabeza por fin. Sora pensó que tenía huevos para enfrentarlo aun sabiendo que perdería, pero entonces meneó la cabeza y se hizo tras de Daiki—. Estabámos improvisando. No me gusta jugar a ser la marioneta de alguien, así que lo fue improvisando y yo solo le seguí el juego. 

Sus manos fueron a los hombros del doncel, frenando su temblor y haciendo que éste lo mirara.

—Ah, bien. ¿Y de qué se tratara la obra entonces? —Sora apretó los labios y miró elocuentemente a su hermanito.

—De un beso —respondió rápido, y luego de darle un vistazo a Shikadai por el rabillo de ojo -este asintiendo-, dio un paso hacia su hermano—. Shikadai actúa del hombre que es un amable caballero pero... está loco —dijo, frunciendo el ceño y Shikadai hizo una mueca—. Y un doncel enamorado, que no es correspondido por quien ama... así que ruega que el beso sea... correspondido, pero el loco insiste en que no le ama... 

—Suena triste —dijo, mirando a su expresivo hermano portar una mirada abatida. 

Daiki reaccionó y alzó rápido la mirada, antes de sonreír falsamente y rascarse el dorso de la nuca.

—Estoy haciendo un par de mejoras-ttebane. Quizá la actúe con Aki en la próxima, um... quizá no —arrugó la nariz y miró a Sora—. ¿Qué dices, eh? ¿Ya nos crees o quieres que volvamos a actuarla?

—Ni loco me aguantaré sus niñerías —rodó los ojos y miró a Shikadai—. ¿Quieres un videojuego?

—Creo que me voy a casa —dijo—, pronto papá saldrá a trabajar y Meiko estará sola en casa.

—Genial. ¿Qué te parece si me quedo con vosotros a dormir? Hace mucho que no hablamos... en serio —Insistió. Quería hablar con Shikadai, le urgía hacerlo. 

—Ah... Está bien —Shikadai miró a Daiki y sonrió de lado—. Hasta luego entonces, bello princípe.

Sí, quizá estaba mal darle esperanza, pero estaba claro que si hablaba diferente a otras veces Sora podría sospechar. Daiki sonrió con amargura y los vio desaparecer por la ventana corrediza. Se dejó caer sobre el pasto enseguida y hundió sus manos en el suelo. 

Así que esto es lo que se siente al amar.


Cuando Temari salió de la habitación, ambos azabaches se miraron y sonrieron. Era bonito verse de nuevo, Takahiro hizo cuentas. ¿Cuánto tiempo habían pasado sin verse? Probablemente más de quince años, no lo sabía, incluso creía que desde muy muy pequeño. Sasuke solo suspiró.

—Se siente bien, eh —Lo miró confundido—, estar de vuelta a la acción. Cuando sucedió todo lo de Naruto...  bueno, yo escogí ser abogado porque así me mantendría lejos de estas situaciones y heme aquí —sonrió de lado—, acabo de recibir una lluvia de agujas por ti.

—Lo lamento —dijo. 

Sasuke negó.

—Yo lo lamento —lo vio suspirar y pasarse las manos por el cabello, estaba estresado, aunque no lo culpaba, él también—. Lamento no haber estado ahí para ti, en general.

—No es tu culpa —Takahiro le sonrió y Sasuke sintió sus ojos acuarse—. No lo es... 

Su voz tembló y ambos se quedaron en silencio, hasta que Temari volvió con un botiquín. La rubia se sentó en una silla cerca a Sasuke y comenzó el procedimiento médico para que las heridas en su espalda no fueran a empeorar, Sasuke hacía muecas o soltaba quejidos de vez en cuando y Takahiro solo mantenía una pequeña sonrisa. Se sentía como en familia. Muy parecido.

—Qué hermosa escena —Gaara masculló mientras miraba fijamente a Sasuke.

—Gaara...

—Olvídalo, Sasuke —El susodicho se tensó, no solía llamarlo así. Vio al pelirrojo pararse y sus ojos fijos en Temari—. Deja que yo lo cure, tú descansa. Esa herida en tu brazo no sanará si haces fuerza. 

Temari alzó la mirada y frunció el ceño, pero asintió al ver la mirada de Takahiro sobre ellos. Él era un niño todavía, no tenía porque ver como su familia más cercana se mataba entre ellos. Además Gaara tenía un punto, estaba herida. 

—Parece que algunas cosas jamás cambian —Sasuke suspiró, y entonces soltó un gruñido ante el ardor del alcohol que Gaara había apretado contra su espalda sin miramiento alguno—. Intenta no disfrutarlo tanto.

—Imposible. 

.

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.

Meiko sabe cosas, cosas que los demás ignoran que ella sabe, cosas que los demás ignoran y ya.

.

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.

Meiko es una chica de trece años muy calmada, en general no tiene mucho que decir. Sus mejores amigos son Daiki y Ayame Uchiha, así como disfruta mucho cuidar de la pequeña Hikari, aunque ni tan pequeña si vemos la diferencia de edades. Se crió bajo el excesivo cuidado de Shikadai, su hermano mayor, y Sora, el mejor amigo de su hermano. No tiene mucho que decir respecto a sus sentimientos, si es que los tiene, no se fija mucho en eso. 

Digamos que siempre disfruta más de ver el mundo arder que de arder con él.

Meiko, a raíz de este pensamiento, siempre ha sido muy aislada de la mayoría de cosas, pero también ha desarrollado una increíble habilidad: La observación, el análisis y la estrategia. Digna hija de su papi, por supuesto. Es por eso que a veces se da cuenta de cosas que -si bien no debería- no puede evitar, como la situación de sus padres, los secretos Uchiha y el repentino enamoramiento de su hermano mayor, que ella duda claro sea algo repentino.

Quizá diría que es desde hace mucho tiempo, pero su hermano -aunque muy inteligente y buen estratega como ella y su padre- es un tonto distraído a la hora de cosas como estas. Probablemente, claro, si nunca hubiera presentado a su ex novio, Mike, nadie se hubiera creído que él podría tener éxito en el amor. 

Cruel. ¿No es cierto? A Meiko no le importa si la verdad suena cruel o no, sigue siendo la verdad.

Por eso se sorprendió al ver a su hermano besando a Daiki, su mejor amigo doncel, aquella noche. Sin embargo, de cierta forma lo entendía, su hermano era muy lento en cuestiones así.

—Meiko —La llamaron desde la entrada principal de su departamento, donde vivía con sus padres y hermano. Ella, que había estado anotando un par de cosas en su diario, se levantó del escritorio y guardó éste bajo llave en una gaveta.

—¡Ahí voy! —anunció, mientras salía de su cuarto y caminaba hacia la sala. Sus ojos no mostraron ninguna sorpresa al ver a los recién llegados, Shikadai y Sora, este último usando una mochila que le dio a entender, ese día sería noche de pijamada—. Okairi, Niisan, Sora-kun. 

—Meiko-chan —Sora, como era de esperarse, se lanzó sobre él a abrazarla como la niña que él seguía creyendo que era ella. La rubia le devolvió con una sonrisa el abrazo y miró a su hermano, quien parecía más un zombi que persona—. Me alegra mucho verte-datte.

—Digo lo mismo —respondió con una sonrisa y miró a su hermano—. Y tú qué.

—Hola —Shikadai volvió de la cocina comiendo un frasco de nutella que seguramente sacó de la nevera. Sora apartó a Meiko y se puso a un lado de Shikadai. 

Meiko casi podía verlo sacar la lengua y menear la cola de perrito imaginaria, mientras esperaba ansioso a que su amo le tendiera la tan ansiada comida. Era muy gracioso. Ambos eran tontos.

—Ya, para —se quejó Shikadai, al ver como se le encimaba para que le diera nutella. Meiko rió. Su tonto hermano mayor había alzado la mano con el frasco muy arriba y dada a la diferencia -casi breve- de altura entre ambos, ahí estaban peleando por quien aguantaba más, si Sora saltando para alcanzarle o Shikadai con el frasco arriba—. Eres un burro. 

—Un cachorro, más bien —apuntó ella con una sonrisa. 

—Ella sí me quiere —sonrió Sora, complacido. 

—A ver, siéntate y luego rueda —Shikadai fingió estar hablando con un cachorro. Sora entrecerró los ojos y segundos después, todos en el lugar se estaban partiendo de la risa.

—Parece que la vida ha vuelto a esta casa —Shikamaru bajó las escaleras y sonrió—. Hola Sora.

—¡Oto-san-ttebayo! —Corrió a abrazarlo. 

Shikamaru sonrió y le devolvió el abrazo enseguida. Naruto tenía razón.

Algunas cosas nunca cambian.

Meiko sonrió de lado y miró a Shikadai, éste solo volvió a comer su nutella con tranquilidad. Meiko quiso golpearse la frente con la palma de su mano.

—¿Y bien? —Meiko lo codeó—. ¿Ya le has dicho?

Shikadai casi se atraganta con su nutella y la miró.

—Por supuesto que no —negó con la cabeza—. ¿Estás loca? ¿Estás fuera de tu mente o algo?

—¿Cómo y entonces no hablaste con Daiki tampoco? Fuiste a su casa y en vez de eso, Sora ha venido a quedarse. Dudo que se lo haya tomado tan bien —masculló, mientras seguían hablando por lo bajo, aprovechando que Sora estaba entretenido con su padre. Shikadai negó.

—Que te explique Daiki —dijo—, sólo no menciones nada en absoluto de esto. ¿Me oyes? O dormirás en tu habitación y te perderás la pijamada. 

—Aguafiestas —bufó, mientras caminaba hacia la cocina.

Se le había antojado un helado de repente. Sintió la mirada de Shikadai sobre ella y sonrió, su hermano sabía que ella sabía, y también sabía que un simple chantaje por una noche no funcionaría con ella para siempre. Una vez en la cocina, sacó el helado y una cuchara. Sería una noche larga.

Luego de despedir a su padre que debía trabajar, todos acomodaron la sala para que el sofá principal se convirtiera en cama -donde dormirían esa noche- y colocaron las palomitas, más bien la enviaron a ella a prepararlas en el microondas. Quién sabía que burradas harían. 

—¿Entonces? —Shikadai miró a Sora. 

—¿Qué?

—¿Cómo vas con la chica que te gusta?

—No dije que fuera una chica —Alzó una ceja, Sora boqueó y luego asintió.

—Con el doncel. 

—Tampoco dije eso —le divirtió la cara de retrasado que puso Sora—. ¿Por qué te preocupa?

—Creo que Daiki está enamorado de ti —confesó Sora, abochornado—. Sé que no es tan...

Meiko interrumpió, sentándose frente a ellos, con el bowl de las palomitas. Sora y Shikadai quedaron a sus lados, respectivamente y ambos se miraban de vez en cuando. Meiko sonrió.

—¿Cómo te va con Takeru, Sora? —preguntó, y sintió la mirada de su hermano sobre ella.

—¿Con Takeru, dices? Ah, pues bien, supongo... ¿Por qué? —Sonrió. Meiko quiso reír, Sora era tan... ¿virgen? No sabía como decirlo, era demasiado inocente para este mundo tan corrupto.

Literalmente un ángel del cielo.

—¿Y tú? —volteó a ver a Shikadai, quien abrió grande los ojos, como si temiera que mencionara a Daiki. Meiko sonrió de lado—. Oí que habías vuelto a hablar con Brian.

Estando hombro con hombro de ambos varones pudo sentir como ambos se tensaron a la mención. Sora mordió su labio y se abstuvo de preguntar, aunque claro que quería hacerlo.

—¿Es verdad? —se atrevió entonces, mirándolo. 

Shikadai miró a Meiko y a Sora, dejando su vista más tiempo sobre el último antes de asentir. Entendió, claro, lo que tramaba su perturbada mente y a Meiko le complació que siguiera su juego. Bueno, no tenía muchas opciones de todas formas. 

—¿Qué? —Sora se levantó y lo enfrentó, casi furioso—. ¿Por qué has vuelto a hablar con ese idiota? ¿Acaso eres estúpido?

—Sora, Brian es un gran chico —repuso él, como su linda hermana quería que hiciera. 

Meiko planeaba ver arder el mundo justo esa noche.


—¿Y Sora? —Naruto asomó la cabeza por la puerta de la habitación que los gemelos usaban para jugar. Estos se giraron a ver y luego alzaron los hombros. Sora no era un chico que se escapara.

—En casa de Shikadai —respondió Daiki y giró la cabeza—. ¿No te dijo?

—¿Lo hizo? —se preguntó a sí mismo. No le sorprendería que hubiera sido así y él simplemente no le haya hecho caso. Hacía un par de horas que recibió una llamada de Sasuke donde decía que habían completado la misión a tiempo y que habían salido ilesos, bueno, más bien vivos. Así que él estaba entre aliviado y preocupado, Sasuke estaba herido, Temari también y Gaara había mandado al hospital a Sai, no estaba seguro si era una expresión de que lo había llevado allá o... bueno, eso no importaba—. Bien, ah, supongo que sí. Tengan dulces sueños. 

—Igual —respondieron ellos, con una sonrisa, aunque estaban preocupados. Cada vez que su padre se iba, Naruto comenzaba a actuar extraño.

El rubio entró y les besó las coronillas de la cabeza antes de dirigirse a las escaleras que daban al primer piso para despedir a Hikari. Ya había acostado a Ayame y, un rayito negro cruzó su visión. Genial, ya estaba comenzando a alucinar, se frotó los ojos y la sien luego de ello. Todo para luego ver el rayito saltándole encima, era su hija menor. 

—Papi —alargó la i al menos unas cuatro veces más mientras se colgaba de su cuello, Naruto enseguida la rodeó para que no fuera a caerse y golpearse—. ¿Puedo dormir contigo? Di que sí, porfa.

Naruto abrió la boca y la cerró alrededor de unas tres veces, buscando una forma de decirle que no, pero al no encontrar una, simplemente asintió y le dio un beso en la mejilla. Llevó a la pequeña en dirección a su cuarto, notando que ella arrastraba su propia manta y a su lindo -y personalizado- zorrito de felpa. Sonrió. 


—Entonces... ¿Es verdad? —susurró, mientras se apartaba lentamente de la rubia que yacía durmiendo a su lado, para pasarse al lado de Shikadai. Se sentó a su derecha y abrazó tímidamente sus piernas contra su pecho. El mayor alzó una ceja y le miró de reojo—. Ya sabes, lo de Brian. 

—Pareces un pez —dijo Shikadai, riendo bajito mientras codeaba a su amigo. No quería hablar de eso. 

—Cállate —se quejó Sora, mientras rodaba los ojos y hacía un puchero. Puso sus brazos tras su nuca y se acercó más al mayor—. Tengo hambre, alímentame —exigió entonces.

—Tienes manos, alimentate tu mismo —bufó por lo bajo el pelinegro, cruzándose de brazos. 

Sora, no contentó con su respuesta, picó su mejilla buscando exasperarlo al punto de que hiciera lo que había ordenado. Finalmente Shikadai se levantó y le hizo un gesto para que lo siguiera, sigilosamente, a la cocina. Una vez allí, Sora tomó asiento en el comedor y esperó a que Shikadai preparara un par de bocadillos de medianoche. Luego de una maratón entera de películas. 

—Es verdad —respondió entonces, cuando puso los bocadillos y los vasos de leche tibia frente a Sora. El pelinegro, que ya se había metido cuatro de una sola a la boca, casi se ahoga al oírlo—. Toma leche y respira, idiota. ¿Se te olvidó respirar?

Sora lo fulminó con la mirada y tragó los bocados con la leche.

—Es una locura —Sora meneó la cabeza y apoyó los codos sobre la mesa para acercarse más al pelilargo—. ¿Por qué? ¿Qué es lo que quiere ese estúpido de ti ahora? —tenía el ceño fruncido. 

—No lo sé —respondió, haciendo un ademán con las manos de que le restaba importancia, pero Sora no. 

Brian Sheffield era el ex novio de Shikadai, era de ascendencia inglesa, un rubio de ojos azules bastante... exasperante, era como un Ken, con todo y cerebro de Ken incluidos. Era un chupasangre, y no que Sora lo odiara ni nada parecido, pero cada vez que pasaba cerca de él le daban ganas de gastarse todo el oxígeno. Okay, quizá lo odiaba un poquitín. Pero era el idiota que había lastimado a su mejor amigo, tenía razones para estar furioso de saber que había vuelto a aparecer. 

—No importa —aseguró—, no voy a volver con él o a... hacer otra cosa. 

Sora sintió su ceja saltar cuando miraba a Shikadai. 

—Sólo fue una vez, estabamos borrachos —dijo. Sora se sintió terriblemente amargo al saber que su mejor amigo no había compartido aquella información con él antes, Brian y él habían terminado alrededor de un año atrás, era algo... intrigante que no supiera que ellos dos habían... ni siquiera era capaz de asimilarlo. 

Chasqueó la lengua. 

—No importa —dijo.

—Estás celoso —soltó con un tono burlón, cosa que hizo que Sora frunciera el ceño y se parara dispuesto a golpearlo. Por instinto, Shikadai también se levantó y entonces terminaron en esa situación. 

Nuevamente, Sora había resbalado y terminado sobre el azabache mayor. Ambos procesaron lentamente la situación y entonces Sora parpadeó, mientras levantaba la mirada para encontrar la de su compañero. Olvidó que había querido golpearlo hace un rato. ¿Sus ojos siempre fueron así de oscuros? Ladeó la cabeza. Shikadai tragó en seco y se relamió los labios mientras no apartaba la mirada. 

Como embrujados. 

—Debería tomar una foto de esto —susurró Meiko, mientras se forzaba a no reír o ellos se darían cuenta de su presencia tras la puerta de la cocina. Notó entonces que su hermano comenzó a reír.

—¿No crees que deberías buscar otra forma de ganar nuestras discusiones? —puso sus manos sobre la cintura del menor y se sentó, con él sobre sus piernas. Sora estaba perplejo pero enseguida enrojeció al notar de que hablaba, no era la primera vez que en medio de sus discusiones terminaban en ese tipo de situaciones vergonzosas—. ¿Qué pasa? Parece que el venado se le comió la lengua al gatito.

—Eso suena asqueroso —respondió mientras lo miraba a los ojos de nuevo—. Eres rarito.

—No soy yo el que está sentado sobre otro hombre —Shikadai levantó la ceja, divertido. 

Sora lo golpeó y luego lo sujetó fuerte de la camiseta, acercándolo a él para poder amenazarlo. Aunque no estaba precisamente en ese fuerte, pues Shikadai sonrió y miró sus labios antes de verlo a él divertido. No te atrevas, Nara. La advertencia en sus ojos estaba tan implicita que cualquiera diría que solo un tonto se atrevería a ignorarla. 

Pero Meiko sabe cosas, y la principal de ellas es que su hermano es el más grande tonto del mundo. Es por eso que, antes de que él hiciera algo de lo que pudiera arrepentirse en la mañana, entró en la cocina, fingiendo estar recién levantada. Tanto Shikadai como Sora se pusieron rigídos ante la intromisión, con sus rostros tan cerca a duras penas pudieron verla de reojo.

—¿Qué están haciendo? —Si queréis, insertad la molesta voz de Isabella en Phineas y Ferb, porque justo así lo hizo sonar. Tiene una obsesión con esa serie.

Sora enrojeció hasta las orejas y se levantó tan rápido que Shikadai quedó tendido en el suelo con la suela del zapato del menor marcada sobre su pecho. Apenas y soltó un quejido, que quedó en el aire ante la más despierta y gélida mirada que pudo haberle dado Meiko. 

Porque ella lo sabía. 

—Peleabamos —respondió rápidamente—, aunque creo que el dobe ganó esta vez. 

—¡Que no me llames así! —Sora le lanzó un zapato. 

Para su suerte, Sora tiene muy mala puntería, pero Meiko siempre apunta a la cabeza. 

—Deberías ser más cuidadoso, hermano —su voz sonó tan filosa como la advertencia que iba implicita en ella—. Sora-kun, ¿por qué no buscas la pijama de mi hermano en su ropero? El tonto necesitara su pijama para dormir y no la trajo.

Sora asintió y corrió lejos de ellos, todavía avergonzado. 

—Es mentira, sí bajé mi pijama —dijo, levantándose. Meiko asintió y robó un bocadillo de la mesa.

—¿No le has dicho todavía, verdad? 

—¿Qué cosa?

—Quien es Brian en realidad —lo miró suspicaz, Shikadai suspiró y se acercó a ella—. ¿No es tu mejor amigo? ¿Por qué no le dices que eres gay?

—¿Cómo crees que se lo tomará? —masculló bajo—. ¿Viste lo que sucedió? ¿No? Maldición, si él supiera que soy gay... estoy seguro de que nuestra relación se iría al caño, porque sería jodidamente incómodo para él, todo esto, hacer pijamadas, ir al onsen, pelearnos como ahora. No quiero perder su amistad. 

—¿Y Dai? ¿Qué hay de él?

Mucho antes de que pudiera responder siquiera, Sora volvió con la pijama del mayor y se la aventó en la cara. Shikadai, gracias a sus reflejos, la atrapó antes de que cayera al suelo.

—La próxima vez que vayamos a hacer pijamada recuerda traer tu pijama-tteba. Entré tres veces al cuarto equivocado —se rascó la mejilla, avergonzado. Hacía mucho tiempo que no se quedaba en la casa de Shikadai, y estando a oscuras era dificil saber cual era cual. Claro, no se le ocurrió encender las luces. Shikadai se rió—. ¡No te rías o te tiro la pantufla-datte!

El pelinegro rodó los ojos. 

Meiko solo observó a Sora, este era más transparente de lo que podía llegar a creer una persona.


—Papi. 

—¿Sí, cariño?

—¿Crees que papi pueda tener otra familia? —preguntó en voz bajita, casi susurrando. Naruto, que estaba a medio dormir, suspiró y se giró para quedar boca arriba. Su hija hizo lo mismo. 

—¿Cómo el tío Itachi y la abuela Mikoto-ttebayo? —Inquirió.

—Más bien, como otros nosotros...

Naruto se tensó y giró sus ojos hacia la pequeña. Sonrió.

—Si ese fuera el caso, debes saber que tu padre los ama como nada en el mundo y jamás los reemplazaría por nada del mundo. ¿Lo sabes, verdad? —Hikari sonrió, insatisfecha con esa respuesta—. ¿Por qué preguntas, cariño?

—En mi clase hablaron sobre las familias, ah... donde los papás tienen otras esposas e hijos. 

—Oh, bueno, ese no es nuestro caso —Miró al techo e hizo una mueca. 

—¿En serio? —Sus ojos brillaron como estrellas—. ¿De veras?

Naruto no supo por qué sintió que traicionaba la confianza de su pequeña, como si mintiera.

—De veras-ttebayo.


—¿Qué tienes? —preguntó. 

—Nada —Gaara se notaba tenso y tenía los labios en una línea recta—. Absolutamente nada.

—Oh, vamos, Gaara. No es tiempo de que te pongas en modo doncel, necesitamos información. Deja de enojarte por todo y dinos —pujó Sai, sin abandonar su sonrisa falsa al decirlo. El pelirrojo sintió que si su pasante tuviera cejas, en ese momento las habría elevado o tendrían un tic como las de él.

—¿No puedes intervenir en alguna radiofrecuencia? —Sasuke entró al lugar, sin camisa pero rodeado en vendas por completo, y miró a Sai—. Habla de que no tiene nada, del trabajo, copia barata. 

—Oh.

—Las radiofrecuencias en este lugar no son de mucha ayuda, es un lugar vacío, las ondas de sonido...

—No viajan en el vacío, lo sé, estudié física también —Sasuke rodó los ojos y se sentó, como pudo, a un lado del pelirrojo, mirando en silencio aquella computadora—. ¿Intentaste reconocer alguna placa que haya estado en el incidente? Algo debe decirnos como atacaron a Temari y Takahiro. 

—A ti también —recordó Sai, señalando su espalda agujereada y vendada.

—Técnicamente no iban por mí, yo me metí en medio del ataque —puntuó Sasuke, meneando la cabeza. Gaara y Sai rieron brevemente. 



—Así que... cumpliste la misión, diste la advertencia y conseguiste incluso herir a Sasuke Uchiha —Kaguya sonrió de lado—. Eres muy bueno... Haku. 

El doncel sonrió de lado y asintió, mientras miraba de reojo a su compañera. 

—Hannya, cumpliste mis expectativas —afirmó entonces, mirando a la pelinegra tras la mascára Hannya. Vayan con Roseone, ella les dará... sus nuevos atuendos. 

Ambos pelinegros de cabello largo asintieron antes de darse la vuelta y desaparecer por la oscuridad.  


—Pareces contento —Amaru alzó la mirada y vio a su nodriza hablando con un hombre de cabellos rubios largos y una cicatriz prominente en su mejilla derecha, al cual no reconocía de nada—. Hanzo.

—Bueno —el hombre sonrió, haciendo que la pelirroja frunciera el ceño ante el escalofríos que aquella sonrisa le ocasionó—. Yo también espero hacer negocios con Kaguya-sama. He oído que está reclutando personas para esto, estoy interesado... especialmente en los Uchiha de linaje.

—¿A qué se debe tu interés? La élite Uchiha está bajo la protección directa de Kaguya-sama, nadie más los toca —afirmó Natsu, mientras miraba de reojo como la pequeña Amaru jugaba, fingiendo que no estaba oyendo nada—. Hablemos en la oficina de la princesa Kaku- Por aquí.

—Muy bien —aceptó.

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