Capítulo 24; El secuestro en las Vegas.

Sasuke había aprovechado el viaje a Francia para hacer una pequeña parada en el Central Park donde yacía su padre. Le compró flores y se sentó frente a su tumba en silencio, mientras lloraba y gritaba lo mucho que le había fallado a su memoria. Que era un idiota que lo tenía todo y al mismo tiempo no tenía nada porque una parte suya le gritaba que estaba vacío, sin vida si no tenía a su esposo e hijos cerca. Le gritó lo adolorido que estaba por no poder proteger su familia y lo aterrado que estaba por lo que vendría ahora en adelante. 

Le confesó que no sabía qué hacer, y que todo lo que podía pensar era en llevarse su familia tan lejos que nadie pudiera encontrarlos jamás, era un cobarde, un maldito gatito asustadizo. Un teme.

Y lloraba. 

¿Qué más era? Aparte de un cobarde, tenía engañadas a muchas personas, y el solo ver como Takahiro había resultado herido mientras él estaba tranquilo con su familia... Le dolía. Era un Uchiha por donde vieran al muchacho, su deber y el de todos en su familia era protegerlo, pero no pudieron. Nunca pudieron. Ni él, ni sus padres, ni siquiera... Entonces cerró los ojos. 

—Papá, ayúdame —sollozó mientras apretaba entre sus manos las flores—. No sé que hacer, estoy enloqueciendo. 

Sintió una mano en su hombro y abrió grande los ojos, quitándose la mano que había puesto sobre ellos y se giró, donde los ojos amarillos le habían recibido con tristeza. El pelinegro mayor se sentó a su lado en la grava y se quedó en silencio mientras ambos miraban aquella lápida. 

En honor a Fugaku Uchiha.

—A él no le gustaba que lloraras —dijo Gin, haciendo que lo viera—. ¿Estás bien?

—¿Tú crees? —replicó sarcástico. 

Gin sonrió. 

—Deberías tomarte unas vacaciones, Sasuke —sonó igual que su padre los últimos meses. 

—Éstas son mis vacaciones —susurró. 

—Pues que terribles vacaciones —Gin se pasó la mano por el cabello y miró al cielo—. Cuando Takahiro nació... sentí que nuestras vidas se habían acabado. ¿Sabes? Verlo ahora, ahí... Wow, me dejó sin palabras. 

Sasuke lo miró de reojo y asintió, arrancando un par de malezas del suelo. 

—Me recordó a ti —dijo, sorprendiéndolo—. Tan pequeño e indefenso, tan débil y triste. 

Sasuke lo fulminó. 

—¿Se supone que buscas hacerme sentir mejor con esto? —Alzó una ceja. 

Gin sonrió un poco y le revolvió el cabello. 

—Somos Uchihas, Sasuke, nosotros nacimos para ser vengadores. ¿Sabes qué significa eso? Que nunca tenemos el coraje para anticiparnos a los ataques de la vida, pero sí de vengarlas cuando las cosas han pasado —apretó los labios—. Es por eso que siempre nos casamos con alguien que pueda complementarnos y decirnos cuándo y cómo atacar, incluso antes de recibir el golpe. Descuida, no te preocupes, él estará bien. Está en manos capaces —aseguró—. Relajáte un poco.

Un poco, había dicho. Y entonces cuando había prometido que lo haría, llamó Naruto. 

Tsunade ha muerto, ven rápido. 

Vaya vacaciones, se dijo a sí mismo, mientras suspiraba y se resiggnaba a volver a Japón, y llorar más.


Naruto estaba en el estacionamiento del mall esperando a su estúpido -y muy teme- esposo mientras compraban hielo y cosas para su familia. La reunión de la familia Senju-Namikaze-Uchiha-Uzumaki (sí, muy largo) se estaba llevando a cabo por lo que cuando su estreñido favorito dijo que faltaban cosas y debían ir a comprar no dudó ni un segundo en seguirlo. Estaba esperando al tonto que había ido al baño cuando se sintió ahogado.

Se sintió ahogado cuando lo forzaron desde atrás, no podía ver nada gracias a la tela negra que cubrió toda su cabeza en ese momento. Soltó un gemido de dolor cuando le inyectaron algo en el brazo y minutos después todo a su alrededor se volvió silencio y oscuridad. No pudo ver quién fue, por qué, cuándo o dónde. Naruto tembló los últimos minutos de conciencia.

Lo estaban secuestrando.

—Muy bien —se oyó la voz de un hombre—. Llevénlo ahora al vehículo, nos vamos de aquí.

Cuando despertó no oía más que el traqueteo de un motor -que reconoció como una avioneta- y el viento. No oía nada más que eso, al menos hasta que se detuvo y oyó pisadas. Pararon justo a él, supuso, levantando la cara y notando que tenía una mordaza y los ojos vendados, por eso estaba oscuro. No escuchó voces, no oyó más pero sintió dos manos grandes y ásperas alrededor de sus hombros, levantándolo. Estuvo mareado, notó que tenía las manos atadas. 

—Muévete —fue una orden clara y él, aún desorientado, lo hizo. Se movió hacia alguna parte, ellos -porque escuchó más pisadas cerca de otra dirección- se unieron y comenzaron a caminar con él, lo guiaban a alguna parte—. Baja —supuso que había escaleras. 

Su pie tanteó el terreno hasta que descubrió que así era, el agarre masculino en sus hombros no se apartó y fue bajando. Contó cinco escalinatas antes de tocar tierra firme, escuchó un click de una puerta -seguro la avioneta-, y siguió caminando. Las pisadas pararon y él también. 

—Sube —ordenaron. Tragó fuerte y tanteó, notando una pequeña escalinata y subió, pero golpeó su frente. Era un auto, una camioneta por lo que veía—. Ups, cuidado con la cabeza, lindura.

Sintió repugnancia, la última vez que lo habían secuestrado había terminado muy mal herido y violado. Ni siquiera pudo agachar la cabeza cuando otra mano, mucho más suave, lo obligó a bajarla y lo lanzó dentro de la camioneta. Escuchó un par de gritos y luego la puerta cerrarse a su lado con fuerza. Dio un respingo. 

Su corazón no estaba seguro si ir muy rápido o simplemente no ir. 

No oyó más nada hasta que supuso habían salido de el aeropuerto -¿era un aeropuerto?- y se incorporaron a lo que parecía ser una autopista. Lo dedujo gracias al ruido de los carros pasando a altas velocidades. Con el tiempo como padre desarrollas muy bien tus sentidos. 

Se preguntó entonces por qué no habían vuelto a sedarlo o algo, pero se quedó quieto y en silencio. Sólo debía zafar sus manos lo suficiente para conseguir su teléfono de emergencia que estaba en su bolsillo trasero y pulsar el botón de pánico, que inmediatamente llamaría a Sasuke, Shikamaru, Deidara y Gaara. El escuadrón protector de Naruto, como se hicieron llamar cuando se lo dieron de regalo. 

Estiró brevemente sus dedos -convenientemente le ataron las manos hacia atrás-, para alcanzarlo pero no sintió nada. De repente sintió un terrible mareo y un gran desespero. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Lo habían requisado? ¿Sabían que lo tendría? ¿Sus armas también las habían retirado?

Joder, cada vez se sentía más ansioso. 

—Si la princesa Namikaze busca este artefacto demoníaco —la voz más cálida, supuso de la mujer que lo había empujado al interior, le llamó la atención. Se oía tétricamente cerca suyo, quizá demasiado. ¿Cuándo había llegado ahí? ¿Había estado ahí todo el tiempo? ¿Cómo no oyó su respiración, como mínimo?—. Olvídalo, rubia. 

—Paga quen tablahas —luchó contra la mordaza. 

—¿Qué? —bufó la otra, mientras le bajaba la mordaza. 

—Para quién trabajas —escupió. Aquel trapo sabía horrible. 

—Cállate, demonio zorro —sintió unas manos sobre las marquillas de su mejilla izquierda y se tensó enormemente ante aquello—. ¿Qué el kyuubi no sabe comportarse? 

Ya estaba, sabían que él era el noveno atacado por los Akatsuki. Probablemente si sabían eso trabajaban para ellos, no le sorprendería si Kaguya o Shion hubieran mandado a por él, y él había sido tan estúpido como para darles el momento exacto de debilidad que ellos necesitaban. Tuvo que apretar fuertemente los dientes para no decir algo que lo evidenciara.

—No sé de qué hablas —dijo—, pero te juro que esto les saldrá caro a los que lo estén haciendo.

—Sí, tienes razón. La paga por este trabajo es realmente buena —la mujer soltó una risa—. Ahora, cállate. Será un viaje largo.

Sintió como lo apretó de las mejillas y le puso la mordaza a trompazos. Quiso golpearla pero estaba atado y aparentemente le habían puesto un cinturón de seguridad para que no se moviera. 

Qué considerados, se dijo.

Nuevamente las manos ásperas entraron en contacto con él, esta vez con su cara y sintió asco.

—Es una linda piel. ¿Cuánto crees que pagarían por él en el KAOS? —El Kaos era un nightclub. 

—No lo sé. Quizás doscientos, trescientos —se sintió examinado y ofuscado. ¿Qué olvidaban que él estaba ahí y podía oírlos? Malditos, los harían pagar—. Está bueno, al menos unos quinientos por él. Pero ese no es el plan. Además... el jefe quiere divertirse con él antes de entregarlo. 

—Hm, el jefe siempre se queda con lo mejor —escupió el otro. 

Naruto aguantó las lágrimas de frustración que sentía con aquellas palabras.

—¿Cómo va todo? —preguntó Sasuke mientras estaba en el lugar donde había olvidado las bolsas de las compras, estaba hablando por teléfono—. ¿Cómo está él?

—Descuida, está bien —respondieron del otro lado—. Temari también se encuentra bien. Ambos están descansando, yo estoy hablando con Sebastian. ¿Sabías que tu padre lo contrató? Yo no sabía de donde había salido. 

—Sebastian y su esposo han servido a nuestra familia por años, son de confianza —respondió—. ¿Cómo se encuentra?

—Estable, recibió el impacto de lleno en la espalda pero estará bien en unos años. Parece que su salario es tan bueno que pudo costearse él mismo el tratamiento —replicó. Sasuke sonrió de lado.

—Papá era muy buena paga —dijo, y luego observó en silencio como alguien se dirigía sospechosamente hacia la parte trasera del establecimiento—. ¿Recuerdas el rastreador que le puse a mi familia?

—¿Necesitas que te diga dónde están todos? —Inquirió el pelirrojo del otro lado de la línea. 

—No, sólo persigue a Naruto —dijo, antes de colgar. 

Gaara se mostró algo confuso antes de ir por su laptop. Sintió la mirada de Sebastian seguirlo hasta que ingresó en el cuarto de Temari, donde descansaban su hermana y su hijo en la cama. Sonrió de medio lado, eran tan lindos. Luego negó con la cabeza antes de enfocarse, Sasu lo necesitaba y él no podía fallarle. Mucho menos cuando esto implicaba a su mejor amigo.

—¿Sucede algo? —preguntó Temari, bostezando y acomodándose de tal forma que no molestó al pelinegro que yacía a su lado. 

—Sasuke me pidió que rastreara a Naruto —dijo, con el ceño algo fruncido—. No debe ser nada. Quizá sean simples paranoias, sabes como es él.

—Sí, lo recuerdo bien —Temari sonrió y volvió su vista al muchacho, acarició levemente su cabeza—. ¿Qué vamos a hacer, Gaara? No puedes quedarte aquí con él para siempre. Ni yo. 

—Creo que eso debería decidirlo su padre —Gaara alzó la ceja, sugerente. 

Temari negó con la cabeza. 

—Nos necesita, somos su única familia —dijo ella. 

—No es verdad, los Uchiha son más familia para él que nosotros, Temari. Y aún así nunca han intentado protegerlo realmente —Gaara estaba resentido y tenso—. Estará bien, dejaré varios de mi confianza con él. Lo enviaremos a la residencia donde vivías, la mansión Uchiha ya no es segura para Takahiro.

Temari quiso decir otra cosa pero Gaara no se lo permitió y levantó la mano, con el ceño fruncido y su mano marcando rápidamente al de Sasuke. 

—¿Tan rápido me extrañas? —fue la burlona respuesta del Uchiha menor—. Acabamos de colgar.

—Naruto se está movilizando. 

Hubo un silencio sepulcral. 

—¿A dónde? 

Gaara se erizó por lo ronca que sonó su voz.

—¿Lo tienen? —preguntó Kaguya, mirando de reojo a Shion y a Roseone. Ambas asintieron—. Muy bien, traigánlo aquí lo más pronto que puedan. Quiero ver a ese rubio enseguida, con mis propios ojos. 

La sonrisa que dio aquella mujer fue escalofríante, incluso para su hermana menor. 

—¿Podré divertirme? —fue su pregunta. Quería lastimar a cierto rubio que acababan de secuestrar.

Kaguya le dio un vistazo. 

—No lo mates —dijo—, ni un centímetro de una herida que pueda matarlo. ¿Me oyes? Es una advertencia, aún no es tiempo de asesinarlo. Pronto llegará ese día y lo disfrutaremos como nunca.

Shion chasqueó la lengua. 

—Bien, al menos es algo —rodó los ojos. Roseone se mantuvo al margen.

—Rubit-

—¿Quién eres? —El rubio miró en silencio a todas partes, no reconocía nada. Hace unos minutos estaba disfrutando una velada tranquila junto al varón pelinegro de sus sueños -todo un adonis, por cierto- y al otro estaba en un cuarto oscuro que apestaba a alcantarilla y le resultaba repugnante. 

No veía nada, no había una sola linterna o luz que pudiera ayudarle a descubrir donde estaba. No sabía que hacer, ni donde o porqué se encontraba en donde fuera que estuviera. La otra persona en el lugar se mantuvo en silencio y luego sintió un golpe en la espalda que lo hizo caer al suelo. La superficie bajo sus manos era áspera y seca, por lo cual sus manos sufrieron un escozor ante el choque. Bajó la mirada y soltó un pujido cuando sintió una patada en el vientre.

Sus ojos se entumecieron por las lágrimas que acumuló ante el dolor que aquello provocó.

—Lindo Namikaze —escuchó, haciendo que su espina dorsal se enderezara, a pesar del dolor y abriera grande los ojos. Namikaze. Lo habían llamado de esa forma. Optó por hacerse el desentendido. 

—Creo que cometieron un error —sintió unas manos fuertes enredarse en su cabello y apretó los dientes unos contra los otros por el dolor—. No soy ese tal doncel Namikaze —insistió. No quería, no podía admitir quien era. ¿Por qué ahora? Por dios, apenas estaba curando algunas heridas de su último ataque, no podía ser. ¿Y su amado? ¿Dónde estaba ese bastardo cuando lo necesitaba? Frunció el ceño. 

—Buen intento —escuchó la voz de nuevo—, pero sabemos bien quién eres. Sabemos todo de ti, a cada hora, con quien vives, donde trabajas, a que horas sales, tu familia. Todo. 

El rubio sintió algo de impotencia y soltó un sollozo cuando sintió que le golpeó las costillas.

—Esto será rápido si cooperas —sintió como lo soltó y seguido de eso, acoplando brevemente sus ojos, pudo divisar la silueta del hombre ponerse justo en frente de él.

Cerró los ojos. 

—¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó Meiko, apenas entró en el lugar. 

Shikadai se hizo el desentendido y la miró. Se fijó que no había nadie en el pasillo o cerca y la miró algo confundido. De repente, bajo la mirada de la rubia, sintió miedo. ¿Y si lo había visto?

—Yo lo sé todo —dijo Meiko. 

Shikadai palideció y la miró. Entonces era cierto, y los había visto, su cara pasó de pálido a verde y de verde a rojo, para luego volver a estar sin color. Se preguntó que pasaría si Sasuke o Sora se enteraban de lo que acababa de hacer, aún cuando no supieran lo que había pasado después de eso, que quizá era muchisimo peor. Se sintió un terrible mejor amigo. Sora le había dado su confianza y él simplemente... Maldición, si se hubiera contenido. No era como si estuviera preocupado por haber besado al ojiazul menor, pero... se sintió ajeno, demasiado.

Y ahora su hermana decía aquello... Definitivamente ni era lo que esperaba ni su día. Quizá fuera un buen día para morir, pero al ver la cara sádica en la menor se dio cuenta que lo torturarían.

—¿Cómo es que...? No le digas a nadie, por favor —pidió, angustiado—. Haré lo que sea.

—¿Lo que sea? —sonrió de lado.

Shikadai supo que había caído en la trampa, y se maldijo por haber sido tan tonto.

—¿Estás bien? —Akihiko se sentó al lado de Daiki, apenas éste regresó del patio. Lo observó en silencio, se había cortado el cabello—. Te queda bien —le dijo en un susurro y le sonrió. 

El ojiazul lo miró, estaba rojo hasta las orejas, por lo que se sintió algo confundido. 

—¿Prometes guardar el silencio si te confieso algo? —susurró. Akihiko, más confundido y asustado todavía, asintió lentamente. 

Justo cuando Daiki pensaba confesar lo sucedido a su gemelo, vio entrar a Sora de la mano de Takeru al salón donde ellos estaban. Sora tenía la cara de haber visto a un fantasma. 

Sora sabía que lo que había visto era peor que un fantasma.

Estoy muerto.


El pelinegro le quitó la capucha, justo después de obligarlo a entrar en una habitación oscura, no podía ver absolutamente nada, pero al menos no era como el lugar donde había estado anteriormente. No sabía que iba a pasarle o quiénes eran las personas que lo habían secuestrado o el por qué, pero estaba temblando de la anticipación. Mataría esos hijos de...

—Eres un doncel hermoso —sintió la respiración de su acompañante justo tras su oreja y su cuerpo se paralizó enseguida, la mano del mayor se movió lentamente a su cintura—. Jamás había visto un doncel tan hermoso como tú. 

Mordió su labio, quería golpearlo pero seguía atado de las manos... Aunque, no de los pies. 

—Si intentas golpearme, te prometo que lo pagarás —fue lo que dijo. Naruto se sintió sorprendido de que hubiera previsto sus movimientos y asintió lentamente mientras se alejaba un poco del personaje. 

Notó que éste no hizo nada para prohibirlo.

—¿Quién eres? —preguntó. Para él no pasó desapercibido que la persona que le hablaba tenía un modulador de voz adherido a la garganta. ¿Lo conocía y por eso no quiso arriesgarse?

Joder, esto cada vez se pone peor.


Tal y como Sasuke le ordenó, Gaara llamó a Itachi para informarle que Naruto había desaparecido y se encargarán de los niños, porque él iría a buscarlos. También le informó luego que el chip rastreador de Naruto había dejado de emitir señales... Y que debían prepararse para lo que fuera que pasara. 

—¿Qué quieres decir con qué Naruto está desaparecido? —Itachi no se lo creía. Su esposo lo iba a matar—. Esto tiene que ser una mala broma, Gaara.

—No es broma, Itachi —Okay, sonaba bastante creíble. Itachi conocía a Gaara desde hacía muchisimo tiempo y sabía que nunca mentiría cuando respectaba de familia y personas importantes. 

—¿Y qué...? Joder. 

—¿Es eso, cierto? —Itachi sintió un escalofrío y se giró a ver—. ¿Papá está desaparecido?

—Sora... Entra a la casa —se fijó en el doncel castaño a su lado—. Llévalo dentro, voy a verificar la información y eso... Am, no le digan nada a nadie por ahora. ¿Está bien? Haré lo posible por averiguarlo, lo prometo. 

Sora asintió y fue guiado por Takeru -de la mano-, al interior de la casa.

Papá... ¿Dónde estás?


Naruto sintió un par de caricias en sus brazos desnudos y se puso rígido. ¿Lo estaban tocando? ¿Qué era esto? La única persona que podía tocarlo era su esposo. Nadie más tenía derecho a acariciar su piel de esa forma.

—No... te atrevas... a tocarme, maldito bastardo —se quejó como pudo, luego de ablandar la mordaza en su boca con saliva. El idiota al ver que estaba hablando mucho la había vuelto a poner—. Podrás ser quien seas... pero sólo mi esposo tiene permitido tocarme.

—Me complace tu respuesta, por primera vez desde que llegamos aquí —dijo esta persona, sacándole con cuidado -extraño cuidado- la mordaza de la boca. También notó como se fue hacia una pared—. Te ves demasiado tenso, Naru-chan. Deberías relajarte...

—¿Tú eres el jefe, verdad? —miró hacia otro lado, recordando las palabras de los que los transportaron ahí—. Te pagaré lo que quieras, solo déjame ir. Mi esposo seguro te matará si se entera de esto.

—¿Hm? Sigue hablando.

—Si sabe que llegamos a un acuerdo y que no me tocaste ni un solo pelo... Podrás vivir, al menos—En realidad lo dudó un poco.

—¿Y si no, qué? 

Naruto cerró los ojos. 

—Habrá que recurrir a la violencia —puntualizó el rubio de ojos azules. No podía ver, quizá eso lo ponía en cierta desventaja, pero a su oponente también—. No te gustará esa opción. 

—Como dije antes —escuchó sus pasos cesar—. Deberías relajarte un poco y tomarte un soka. 

—¿Qué? 

El pelinegro se quedó en silencio y luego se acercó hacia el interruptor, encendiendo sin cuidado alguno la luz de aquel lugar. Naruto tardó un rato en componerse y ver el lugar. Una suite matrimonial con una gran y lujosa cama que incluía un dosel y pétalos de rosa sobre ella formando un corazón, un pequeño letrero arriba que escribía Las Vegas y tú, su mirada se fue enseguida hacia la persona ahí. 

Éste le dedicó una sonrisa mientras servía un poco de champaña. 

—Hola, mi dulce kitsune... 

—Tú...

Sasuke, bastardo, Uchiha.

.

.

.

Sasuke decide raptar a Naruto y volar a las vegas para olvidarse por un tiempo de toda la locura que es su vida. Naruto siente pánico y cuando se da cuenta de lo que ha hecho su esposo estalla de furia, pero finalmente acepta a aprovechar la oportunidad de un tiempo a solas.

.

.

.


—Suéltame —ordenó enseguida, con voz de ultratumba mientras lo miraba seriamente, casi echando llamas por los ojos. Y una mierda, quizá no era el universo correcto ni el un Uchiha, tampoco poseía el sharingan pero de que le metía un bendito Amaterasu para que se acuerde, se lo metía—. Suéltame, bastardo, estreñido, cabello de cacatúa, Uchih-

—Whoa, calma, calma —Sasuke mantuvo su sonrisa made in Uchiha mientras le daba un pequeño trago a la champaña y le miraba con diversión. Dio dos pasos hacia el rubio atado a la silla frente a sí—. Te ves eróticamente salvaje atado a esa silla, a mi merced, con esa expresión. 

Naruto tuvo un tic en la ceja izquierda. 

—Tú, estúpido, pervertido, desesperante creación del mundo... ¡Suéltame o te va peor! ¡VAS A ARREPENTIRTE, UCHIHA! —Gritó fuertemente. Se preguntó porque nadie iba a ver que sucedía, era un alboroto enorme. Por dios, pudo haber sido realmente secuestrado y los de aquel lugar ni se darían cuenta. 

—Así que... Naruto fue secuestrado, Sasuke está desaparecido y nosotros debemos hacernos cargo de dos varones, un doncel y dos mujercitas —Deidara miró en silencio a sus sobrinos, sentados en la sala junto a sus primos y amigos. Itachi asintió lentamente, se lo estaba tomando muy bien para ser Deidara. 

—Sí —respondió Itachi, con seriedad. Por dentro quería morirse, del miedo.

—Genial. Espero que estés listo para volver a la época de arreglar desastres Hmp —Deidara se giró hacia la mesa y miró su vaso en silencio. El Cosmpolitan era su bebida favorita, vodka con un toque de fruta ácida. Yummy

—Dei —A Itachi le cayó una gotita de sudor de la frente.

—Es una mala idea —Deidara bebió un poco de su Cosmopolitan mientras miraba a su esposo. Éste le miró confuso—. Lo que hizo tu hermano, eso de secuestrar a Naruto... No va a salir bien. A menos que tenga mucha suerte y sepa calmar al Kyuubi.

Itachi ladeó la cabeza. 

—¿De qué hablas? 

—Tonto —Deidara rió, al parecer su adorado esposo no se había dado cuenta—. Piensa bien esto... Sasuke le dice a Naruto que vayan al mall para comprar cosas. En primer lugar, Sasuke enviaría a alguien, no se ofrecería voluntario aunque Naruto se lo pidiera. Es demasiado flojo.

Deidara podía imaginárselo. Sasuke planeando todo esto, sabiendo bien cuales eran los pros y los contras. ¿Cuál era su objetivo? Seguro fol- pasar una linda velada con su adorado hermanito menor -Uchiha te quedarás sin más hijos (igual tiene suficientes, piensa Deidara)-. ¿Cuál era la debilidad de su plan? Es un idiota y un Uchiha, su hermano un Namikaze y Uzumaki, terrible elección. 

—Ah.

—En segundo lugar, Sasuke nunca dejaría solo a Naruto en un estacionamiento, lo haría caminar de vuelta con él o lo dejaría en el interior del auto, seguro —apuntó, mientras volvía a dar otro trago—. En tercer lugar, el único que sabe donde y cómo desactivar el chip rastreador de ambos es Sasuke. Es la coartada perfecta de un criminal como tu hermano para tener a su esposo solo para él.

A Itachi le sorprendía y al mismo tiempo no como su esposo doncel había resuelto aquel caso. A él ni siquiera se le había pasado por la cabeza que aquello era un plan de Sasuke. ¿Qué objetivo tenía? Bien, vale... Quizá sí sabía qué objetivos pero definitivamente no quería imaginarse eso. 

—Es un idiota. Naruto va a dejarlos sin hijos antes que tú intentes golpearlo siquiera —dijo Itachi, finalmente, y recibió una sonrisa socarrona de su esposo mientras éste remojaba sus labios con su bebida favorita. Itachi apoyó su codo sobre la mesa—. ¿Por qué no me deja secuestrarlo esta noche, señor Uchiha?

Deidara lo miró con ojos divertidos, las mejillas sonrojadas y una sonrisa traviesa. 

—Será un placer que me secuestre, señor Uchiha.

—No se diga más —Itachi se paró de un brinco y cargó a su esposo como si fuera un costal de papas—. Vamos allá.

Deidara comenzó a reír, mientras miraba a los chicos en la sala y se despedía algo apenado porque le vieran de esa forma. Itachi lo llevó al cuarto que ocupaban en aquella casa, el suyo.

-A la mañana siguiente-

—Oye, dobe... Psst, dobe —Sasuke sacudía con amor y paciencia a su esposo doncel, quien dormía como puerco en la cama. Habían tenido una noche agitada entre su secuestro, la venganza de Naruto -confidencial, no se quejó para nada, ama los castigos de su esposo aunque a veces sean crueles-, y su noche de aniversario, pero era de mañana ya—. Dobe...

—Cállate, teme, déjame dormir-ttebayo. 

—Hay un pony en la ventana —susurró en el oído del rubio. Nada más para luego partirse de la risa al ver como éste se levantaba rápido a ver, enredándose con las cobijas y cayendo al suelo—. Bueno, parece que fue mi imaginación. Ups. 

—Bastardo.

—Me amas —le guiñó un ojo y lo miró de arriba abajo, complacido de la obra de arte que era su esposo cada mañana. Aún si tenía lagañas en los ojos, saliva por toda la cara y el rubio cabello enmarañado -como un nido de pájaros-, para él siempre era tan hermoso como la primera vez que lo vio. Se encontró a sí mismo recordando la primera vez que vio a Naruto e hizo una mueca.

Era un decir, se dijo, porque era demasiado raro pensar en un niño rubio de ojos azules de cinco años, bastante mono, gritón y desesperante. Vale, que en realidad no había cambiado mucho. 

—Lo hago —afirmó—. Ahora llévame a la ducha. 

—¿A esta hora? Naruto, dáme un respiro. No estoy listo para un décimo round —se hizo el ofendido. Naruto rodó los ojos y ambos comenzaron a reír—. Buenos días, mi esposo por veintisiete años. ¿Cómo se siente saber que llevas tanto tiempo con el apuesto, fabuloso y galante Sasuke Uchiha? ¿Te mencioné que soy el abogado #1 según la gaceta de los ángel-?

Se detuvo por un cojín que le cayó a la cara.

—Oh, te vas a arrepentir de esto —aseguró, mientras se lanzaba encima del burrito humano que era Naruto en ese momento. El rubio comenzó a reír mientras era atacado por las manos de su esposo haciéndole cosquillas. Se detuvo tras diez minutos de súplica—. ¿Ya te rindes?

—¡Jamás-ttebayo! —Naruto invertió las posiciones, quedando sobre su esposo y comenzó a besarlo lentamente. 

—Ego no she vage —Sasuke se quejó y lo apretó contra sí, riendo—. Oye, eso no se vale. 

—¿Ha? En el amor y la guerra todo lo vale-ttebayo —Naruto sonrió, mientras se paraba. 

Aunque cinco segundos después chilló fuerte al ver que las ventanas estaban abiertas y alguien podría verlo desnudo. Avergonzado, tomó las sábanas y se hizo burrito de nuevo, mientras miraba a Sasuke con reproche. 

—¿Qué?

—¡Las ventanas, nos pueden ver-ttebay-...! Sasuke...  

—¿Hm? —el azabache no estaba viendo la sensual y desnuda pierna de su esposo que quedaba expuesta de las sábanas, no... para nada.

—¿Dónde carajos estamos, Sasuke-teme?

—Ah, eso. En Las Vegas —respondió, relamiéndose los labios y sonriéndole—. ¿Sabías que lo que pasa en las Vegas se queda en las Vegas?

—No voy a hacer nada.

—¿Seguro? —Sasuke sonrió burlón—. Porque estarás secuestrado por mí una semana entera.

—¡¿QUÉ?!

—Lo que oíste —Sasuke sonrió más, esta vez con arrogancia—. Vamos a estar aquí, tú y yo, solos.

—Ero-Sasuke —Naruto le echó un ojo mientras iba hacia el baño—. Suena bien —susurró.

—Te escuché —canturreó.

—¡Cá-cállate-ttebayo! —Estaba abochornado.

Genial. Acababan de cumplir veintisiete años casados -porque llevaban juntos veintinueve-, y aún sentía ese galopeo en su corazón cada vez que Sasuke hacía alguna locura -estupidez- como esa para celebrarlo con él a lo grande. Presumido. Anotó comprar un regalo de aniversario apropiado.

Aunque, considerando los extraños de Sasuke, probablemente elegiría algún traje de maid o algo.

Ese nunca cambia.... pero es mi hogar.


—Por fin tenemos el placer de verte, Namikaze —Kaguya permitió a sus acompañantes que le quitaran la capucha que traía encima y miró complacida al rubio de ojos azules frente a ellos—. ¿Qué pasa? ¿No estás feliz de verme? 

El rubio escupió.

—Jamás. 

Kaguya sonrió de medio lado. 

—Traigan a Hannya —dijo entonces, y miró de reojo a Roseone—. Ve con ellos, Roseone.

La pelirosa asintió y tras ver al ojiazul un minuto, abandonó junto a los otros el recinto. 

—No pareces sorprendido.

—Sabía que tarde o temprano irían por mí —miró de reojo el lugar—. Sólo no toquen a mis hijos.

—Ya lo veremos —terció ella.

Al fin te tengo aquí, Namikaze.

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