Capítulo 21; Hiro y las gafas rojas.
Kaguya se masajeó el puente de la nariz mientras miraba a los dos personajes frente a ella.
—¿Es que no entendéis que es no hacer escándalos? —preguntó mientras le veía fijamente. El pelinegro solo bufó con el cuello hacia un lado—. Bien, como sea. El golpe ya fue dado, Naruto no podrá ignorarlo esta vez. Su relación con Teuchi Ichiraku es demasiado fuerte para no afectarlo.
—Ya veremos eso —Shion bostezó, por decimoquinta vez en el día—. En fin. ¿Ren?
—Nos enteramos que Hiro Nakamura está en la ciudad, mi señora —informó el ojiperla, haciendo que la peliblanca mayor alzara una ceja y sonriera de medio lado—. Parece que se queda en el hotel de Yoshino Nara por el momento.
—Así que el topo ha vuelto a la ciudad —Kaguya tanteó la mesa mientras en su rostro se formaba una tétrica sonrisa, girándose hacia el lugar donde la mascára de Hannya—. Interesante información. Bien, asegurate de que Naruto-kun se entere de eso también. Que lo tome como un regalo extra —sonrió de lado.
El pelilargo asintió y con una reverencia, salió del lugar. Shion solo observó a su hermana.
¿Qué está tramando esa cabeza tuya, Onee-chan?
Naruto estaba justo frente a ellos en ese momento, con una expresión dolida y le miraba con tristeza, mientras que Teuchi confesaba su enfermedad al menor y le advertía que estaba bien. Sólo había sufrido una lesión pero su hermoso restaurante había sufrido graves daños debido a la explosión en la parte derecha, en una de las mesas de la esquina donde se hallaba un maletín con algo aparentemente explosivo de menor magnitud. Gracias a dios, nadie había salido realmente herido. Un par de rasguños y un poco de intoxicación por el humo pero nada grave.
Las autoridades y los bomberos habían llegado justo a tiempo.
Minato y Kushina no habían podido almorzar ahí por lo que ahora se encontraban en el restaurante del hospital Senju junto a su abuela. Sasuke y él habían corrido apenas habían sido llamados por los anteriormente mencionados, lamentablemente los causantes del incidente habían salido invictos y ahora se desconocía su paradero. Naruto estaba furioso.
—Estarán bien —aseguró Naruto.
Sasuke e Itachi discutían afuera sobre el incidente y la clara conexión entre ambas explosiones -la de hacía muchos años en casa de Itachi y esa-, mientras conjeturaban los demás hallazgos de la escena y trataban de ayudarse. Naruto veía a Gin Uchiha mirar confuso y asustado a los otros dos.
—Yo me encargaré de pagar los daños del restaurante y estoy seguro que llegaremos a un acuerdo en el hospital para iniciar tu tratamiento —dijo, mientras miraba con firmeza a Teuchi Ichiraku, el anciano solo suspiró—. No vas a negarte-ttebayo. No te estoy preguntando.
—Naruto... mira todo lo que has hecho por nosotros hasta ahora —se quejó. Ayame frunció el ceño y lo miró.
—No es nada comparado con la ayuda que ustedes me brindaron cuando más la necesité —dijo Naruto—. Tomadlo como una devuelta de favor si así te sientes mejor. Hablé con Tsunade-Obaachan y te revisará pronto-ttebayo.
Miró hacia la ventana de nuevo y notó como una mata de cabellos rojos pasaba por ahí, bajo la atenta mirada de Gin y Sasuke Uchiha, quienes apartaron la mirada cohibidos. Reconoció entonces a Gaara pasar con el cabello cubriendo su rostro enrojecido y frunció el ceño.
—Um, no creo que sea buena idea pero aceptaré —Teuchi suspiró.
—Bien —Naruto le dedicó una gran sonrisa—. No te preocupes-ttebayo. Estarás en las manos más capaces, fuertes y cariñosas de todo el hemisferio occidental. Ahora, los dejaré a solas para que puedan hablar con más tranquilidad. Ayame-chan, siempre es un gusto verte —se acercó para abrazarla y le sonrió meláncolico—, me hubiera gustado que no fuera en esta situación.
—No te preocupes, Naruto. Estaremos bien, tú nos cuidas ahora —dijo ella, con una sonrisa.
—Saluda a tu esposo y niños por mí-ttebayo. Iré a ver a mi familia —le dio un beso en la mejilla y salió de la habitación donde atendían al viejo. Paró en el pasillo, observando como Gaara se perdía por la habitación del fondo y se recordó que ahí estaba Akasuna, miró a Sasuke entonces.
El Uchiha permanecía impasible pero veía en sus ojos una preocupación reluciente que no había visto antes. Estaba aterrado, podía sentirlo desde donde estaba, mordió su labio.
—¿Qué vas a hacer entonces? —preguntó Gin, frunciendo el ceño—. Si Takahiro está...
—No importa —Sasuke los interrumpió luego de ver a Naruto por el rabillo de su ojo—. Puedo controlarlo, ahora debemos concentrarnos en estos ataques repentinos. Y buscar una solución.
Gin pasó sus amarillos y confundidos ojos a donde veía su hermano menor y lo vio entonces. Tragó fuerte.
—Naruto-kun.
—Hola Gin-sama —sonrió el rubio, acercándose hacia ellos y abrazándose entonces a su esposo—. Es bueno verte después de tanto tiempo-ttebayo.
Gin sonrió y asintió. Recordaba al rubio de unos quince pero el doncel que se paraba frente a él ya no parecía un niño tierno e ingenuo, aunque -para haber pasado por tanto- podía darse cuenta que mantenía su sonrisa, su carisma y espontaneidad. Eso lo alegró de una forma inconsciente, se alegraba de que no hubiera sucumbido ante la oscuridad que lo rodeaba. Miró a Sasuke.
—¿Sabes si Gaara-chan podría verme? —preguntó entonces, captando la atención del ojiazul.
—¿Conoces a Gaara-ttebayo?
Gin miró a Sasuke suspicaz y éste desvió la mirada, sin dejar de apretar la cintura de su esposo.
—Larga historia —cortó el Uchiha menor y mirando a sus hermanos, suspiró—. Hay algo que deben saber.
Todos se tensaron ante aquel tono.
—¿Cómo están los chicos? —preguntó Mikoto, mientras se limpiaba las manos mojadas en una toalla que le pasó Kushina. La pelirroja suspiró.
—No sabría que responder-ttebane —dijo, mientras miraba a su esposo hablando con Tsunade, parecía muy estresado y no lo culpaba. Ella misma se encontraba al borde de un colapso nervioso y solo podía mirar a su mejor amiga con algo de preocupación—. Gin está con Itachi y Sasuke en este momento, mientras que Boruto y Sarada están en revisión todavía. Naruto habla con Teuchi y Ayame-ttebane.
—¿Gin está aquí? —se mostró realmente sorprendida.
Kushina la miró confundida y asintió.
—¿No lo sabías-ttebane? ¿Era una clase de sorpresa o algo así? —se preguntó a sí misma entonces y negó con la cabeza—. ¿Cómo ha ido la jornada de hoy?
—Agotador —Mikoto sonrió y se sentó a un lado de su vieja amiga—. ¿Y todo por ahí?
—Bueno, desde que Takahiro-kun se fue para Francia es agotador —dijo Kushina, ignorante a la reacción de la Uchiha. ¿Takahiro? No, imposible, debía ser simple coincidencia—, aunque no tanto como tu trabajo, Miko-chan, por supuesto.
Mikoto parpadeó y se quedó con una pequeña sonrisa, Kushina la miró y notó esto.
—¿Estás bien? Estás pálida... más, si se puede —replicó confundida—. ¿Quieres algo de comer?
—¿Ah? Oh, sí, sí, eso... estaría genial, Kushi-chan.
—Muy bien, dame cinco minutos, iré a conseguirte algo de comer —Kushina se levantó del asiento para ir a por algo para su amiga, la cual debía estar exhausta con las extensas jornadas que significaban ser médico. Mikoto, por otro lado, se dejó caer sobre el asiento de en frente y cerró los ojos, mareada.
Mi nieto... No, no podía ser.
—¿Takahiro-sama? —Sebastian, con su tipíco traje de mayordomo, asomó la cabeza por la puerta del lugar que daba al despacho de la habitación estilo francesa donde ahora residía.
El de ojos aguamarina levantó enseguida la mirada de su libreta de valores hacia allí.
—¿Sí, Sebastian? ¿Qué sucede? —preguntó, curioso de verlo por ahí. El varón no solía mostrarse muy seguido y era de los pocos criados que conservaba, cuestión de sus padres.
—Ha llegado una carta de la señorita Temari Nara —respondió el mayordomo, consiguiendo tensar al pelinegro menor con el mención de la mujer—. ¿Le gustaría revisarla?
Takahiro suspiró.
—No, no es necesario —dijo—. Por favor, quémala.
—Pero, mi señor...
—No discutas conmigo, Sebastian —advirtió y miró de nuevo su libro, aunque sus ojos se humedecieron con el fantasma de su pasado, él no estaba dispuesto a recibir nada de lo que pudieran intentar darle esas personas. Temari Nara no era alguien que él conociera.
Padre... ¿por qué le has dicho de mi estancia aquí? Frunció el ceño entonces.
—¡Sebastian! —salió corriendo de la habitación, pero una explosión consiguió hacer que derrapara por las escaleras y se golpeara la cabeza. Sus ojos poco a poco se fueron cerrando.
Sabía que debió ser menos iluso, esa mujer no quería tener que ver con la estirpe Uchiha -pese a que su mejor amigo fuera uno- y Gaara no lo habría defraudado. Mantendría el secreto.
Aquello había sido una trampa, y él había caído en ella.
Pronto... todo fue oscuridad.
—¿Por qué me has citado en un hospital, Ren? ¿Y qué demonios quieres? —preguntó, acomodándose las gafas de montura roja, al pelinegro de ojos perlas—. ¿Um?
—Uy, pero calma ese genio, Nakamura —se quejó el pelinegro, mientras observaba en silencio el lugar—. Es un lindo restaurante para ser de un hospital —alzó la comisura de sus labios y se acercó al otro—. ¿Sabes a quién le pertenece esto?
—¿A tu madre?
—Jaja, muy gracioso, Nakamura —Ren no tenía padres—. No, a la madre de tu ex suegro.
Nakamura alzó una ceja con determinación y aburrimiento. Había aceptado ir solo porque escuchó la palabra comida pero no estaba para nada interesado en lo que el Aizawa pudiera decirle. Aún cuando sabía que no era su verdadero apellido, las costumbres no se pasan.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó, mientras se metía una galleta a la boca y lo miraba seriamente—. Me hiciste tomar un tren bala desde Hokkaido hasta Tokyo por algo.
—Quiero proponerte algo —Ren se detuvo al ver a cierto rubio salir de uno de los ascensores, se levantó e hizo una seña para que le siguiera. El otro bostezó y se paró también—. Caminemos.
—Qué aburrido eres —se quejó, el muy perezoso no tenía ganas de caminar. Ren rodó los ojos.
Cuando iba saliendo del ascensor chocó contra una persona y levantó la mirada.
Imposible.
El otro abrió grande los ojos y lo sostuvo antes de cayera hacia atrás por la impresión. Naruto Namikaze se quedó en silencio mientras lo miraba fijamente, en cambio, él -Hiro Nakamura-, deseó fervientemente que la tierra lo tragara y se quedó quieto.
—Ah, disculpe —carraspeó Naruto, y se apartó de ahí enseguida. Ni siquiera se percató de la segunda persona que estuvo ahí, quien sonrió con suficiencia.
Ahora Naruto sabía que Hiro Nakamura había vuelto, y Kaguya estaría contenta de saber que había tomado una foto de su cara aterrada. Miró entonces a su acompañante, quien no salía de su estupor, le empujó al interior del ascensor y siguió hablando de lo que quería decir.
Naruto estaba en shock, pero recordó que debía hacer y sacudiendo fuerte su cabeza, puso una sonrisa en su rostro y se obligó a mantener la calma, primero vería a sus hijos... Luego tendría todo el tiempo del mundo para pensar en aquel despreciable ser humano que... No, mal Naruto, fuera de esos pensamientos, se decía mientras se mordía el interior de la mejilla y caminaba.
—¿Están bien? —preguntó Naruto, mientras miraba a sus hijos mayores, los cuales estaban recostados uno sobre el hombro del otro en una camilla, casi dormidos. Sarada asintió—. ¿El bebé cómo está? —preguntó rápidamente.
—Estamos bien —afirmó y dejó salir una pequeña sonrisa—. No te preocupes, papá. La bebé también está bien.
—Genial-ttebayo, me alegro que esté-¿La bebé? —Se interrumpió a sí mismo y al ver a Sarada asentir, sonrió y se pasó una mano por el cabello—. Una niña, ¡vas a tener una niña! Estoy feliz, Sara-chan.
Sin decir más, se acercó hacia ella y la abrazó como pudo, pues el doncel sí estaba dormido. Boruto se removió incomodo y abrió poco a poco los ojos, mientras se limpiaba la saliva que caía por su comisura izquierda y se restregaba los ojos con el brazo derecho.
—¿Eh? —parpadeó—. Hola papá-ttebasa.
—Hola, cariño —Naruto dejó un beso sobre la frente del menor—. Entonces están bien. Daijobu.
—Hai —Sarada sonrió y miró a Boruto—. ¿Te sientes bien? El de ahora fue un golpe fuerte.
Boruto se rascó la mejilla derecha y asintió.
—Sólo fue un raspón —dijo, señalando la izquierda, donde tenía una bandita y sonrió enormemente—. Nada puede con Bolt Uchiha-ttebasa.
—¡BORUTO! —reconocieron la voz como la de Sora enseguida.
El susodicho suspiró.
—Bien, quizás una persona —vio a Sora entrar rápidamente, tropezar, caer en el suelo, hacerlo partirse de la risa aunque le dolía la mejilla y parte de la cara que permanecía entumecida por el ungüento que le habían puesto, levantarse y ponerse frente a él—. Hola, usuratonkashi.
—Lenguaje —gruñó Daiki, entrando a la habitación.
—Cállate, baka —Akihiko lo apartó y con un movimiento de mentón saludó a los otros dos—. Hi.
—¡KATSU! Ayame Uchiha a la orden-ttebane.
Los tres mayores de edad agacharon la cabeza con una gotita de sudor.
—Sois muy ruidosos-tteba —se quejó Daiki.
—Gaara —Temari ingresó en la habitación y soltó un bufido cuando vio a Sasuke abrazando a su hermano, carraspeó. Ambos se separaron entonces y la miraron atentamente—. Tengo noticias... Y no les van a gustar para nada.
—¿Qué sucede? —preguntó Sasuke, apartándose por completo del doncel pelirrojo y mirando a su hermana—. ¿Qué es lo que...? Takahiro...
Gaara dio un respingo ante la mención y se acercó a Temari, quien asintió lentamente y enseñó la carta que le había sido entregada esa tarde. Era la confirmación de Sebastian, a sus más grandes temores.
—¿Cómo está él? —Temari negó con aquella pregunta y bajó la mirada.
Gaara se derrumbó y Sasuke lo sostuvo a tiempo, justo antes de caer al suelo y golpearse. Sasuke apretó los labios y miró a la rubia, esta solo le miró con tristeza y rehuyó su mirada.
Maldición. ¿Cuándo pensaba terminar esto?
Hiro Nakamura estaba perdido en sus propios pensamientos, luego de haber visto a aquel rubio al que muchisimos años atrás había dañado tan cruelmente y sin pudor alguno. Bajó la mirada mientras salía de aquel lugar, era consciente de la mirada penetrante del Hyuuga desde arriba. Había salido entonces del edificio, se puso la capucha de la chaqueta que tenía y comenzó a caminar lejos de aquel hospital.
Su mente estaba hecha un desastre, y sus memorias parecían querer surgir de donde las había enterrado mucho tiempo atrás. Ahora su mente solo se llenaba de los momentos en su juventud que lo atormentaron al punto de tener que detenerse con violencia y ponerse la mano en el pecho.
Latía con fuerza.
—Tranquilo, tranquilo —se intentó calmar a sí mismo, y buscó con la mirada un lugar donde pudiera sentarse. Vio entonces una banca a pocos metros de ahí y caminó hacia allí.
Luego de su vida como adulto y de su reciente perdida, no esperaba para nada que ver a Naruto Namikaze pudiera ponerlo de aquella manera. Se tocó la cara y verificó que estaba rojo en el reflejo de la ventana de un auto, pasó su mano a su cuello y masajeó brevemente el lugar. Apenas llegó a la banca se sentó y suspiró, sacando su teléfono móvil.
En cuanto este se encendió una foto de una mujer hermosa pelinegra de ojos negros abrazando cariñosamente a un pelinegro de ojos negros y gafas rojas fue mostrada. Sus ojos se humedecieron de nuevo. Aquellos eran Izumi e Izanami, su esposa e hijos.
Ambos muertos.
Apretó la mandíbula y desbloqueó el teléfono, un fondo negro solamente donde antes se veía la imagen, pulsó dos veces el botón de llamar, marcó aquel número que tan bien conocía y llamó.
Nada más dos pitidos después, tomaron la llamada del otro lado de la línea.
—¿Diga? —la voz aterciopelada de la mujer contrastó contra la rabia de su corazón.
—Kasumi-neechan. Soy Hiro —anunció y endureciendo la mirada, suspiró—. Estoy en Japón.
—Oh —se escuchó un jaleo y luego silencio—, iré por ti. ¿Dónde estás?
—En camino a Hokkaido —dijo—, te aviso cuando llegue.
—Está bien, entonces te espero —dijo ella, mientras sonreía y miraba a sus dos hijas. No quería que ellas se preocuparan por nada del mundo, ni mucho menos que se entrometieran en asuntos peligrosos como esos—. Tengo cosas que hacer, nos vemos —y colgó.
Hiro solo asintió, como si ella pudiera verlo, y bajó la cabeza.
Supongo que ya todo está decidido.
—¿Viajar? —Shikamaru frunció el ceño, mientras su esposa empacaba—. ¿A dónde vas?
—Voy a Francia —dijo—, parece que ha habido problemas... familiares y debo ir a resolverlos.
—¿Por qué no va Kankuro? —preguntó entonces, mientras la retenía del brazo. Temari lo miró fríamente—. Entiendo que Gaara pase de hacer la misión porque en este momento está más preocupado por Akasuna, pero... Temari.
—Tengo que hacer esto yo —dijo ella, mientras ponía sus manos en los hombros de su esposo—. Escucha, ¿recuerdas cuando atacaron a Sasuke y Naruto? Oíste que mencioné a alguien que mantenemos en secreto y es el protegido de Gaara. ¿No es así?
Shikamaru frunció el ceño más todavía y asintió lentamente, sin entender que tenía que ver lo uno con lo otro. Temari exhaló entonces.
—Esta persona está en problemas ahora y Gaara no puede ir —dijo lentamente—, soy la segunda persona en la que más confía y sé que aunque me odia con todo su corazón, soy lo más cercano a una familia que tiene. ¿Lo entiendes? Debo hacer esto.
—¿Sola?
—No iré sola —dijo ella y lo abrazó—, pero no puedes acompañarme. Esta persona no sabe que estoy casada y... no quiero que haya algún problema. No podría explícartelo bien.
—Temari... ¿Esta persona... es Takahiro?
La de ojos aguamarina abrió grande sus pupilas.
—Vas a ir con Sasuke... ¿Verdad? —Shikamaru chasqueó la lengua y asintió, mientras le rehuía la mirada. Temari solo lo miró—. Está bien... Supongo que él no dejaría que algo te pasara.
Temari lo vio incrédula.
—Yo...
—Lo sé —dijo y la miró a los ojos—, no necesitas protección y me preocupo por ti. Eres mi esposa y la madre de mis hijos. Por favor... sólo vuelve a casa, ¿quieres? Promete que no importa que suceda en ese viaje... vas a volver a mí, a casa, con nuestros hijos.
Temari le miró con una sonrisa compungida y asintió.
—Lo haré.
—Bien —fue seco.
Shikamaru salió del cuarto sin decir otra mísera palabra y Temari se dejó caer sobre el colchón. Shikadai, que había oído casi todo, frunció el ceño y miró con rabia la habitación de la que salía su padre con gesto abatido. Luego captó en Meiko, quien solo se mantuvo en silencio.
El engaño había sido descubierto por ambos.
—¿Te vas-ttebayo?
—Lo lamento, Naruto, debo hacer esto —Sasuke se apartó y siguió guardando cosas, asustado. Maldición, estaba aterrado. Jamás había estado tan aterrado de lo que estaba sucediendo como aquel día. Naruto siguió con la mirada a su esposo—. Sé que lo entiendes.
—No te preocupes —dijo, fingiendo una sonrisa, que Sasuke no vio por estar concentrado en armar la maleta—. Gin dijo que te acompañaría.
—Sí, eso parece —respondió desinteresado—. ¿Me pasas la toalla, por favor?
—Sí...
Sora frunció el ceño mientras hablaba con Shikadai por teléfono.
—Yo... ah, pasaré más tiempo con el viejo y Ayame.
—Lo sé —Sasuke lo miró y suspiró, pasándose una mano por la nuca—. Por favor, ten mucho cuidado, Naru. No dejes solos a los niños y por favor, mantén a alguien siempre cerca tuyo.
—Sasu... puedo cuidarme solo —sonrió.
Sasuke no lo hizo. Lo había llamado Sasu, y su mente se había plegado de recuerdos en los que un doncel pelirrojo hacía su aparición. Cerró los ojos, últimamente esto de guardar secretos le pasaba factura. Irritado, dio tres zancadas hacia su esposo y lo besó con fuerza.
Al único doncel que amaría toda la vida sería a él. Hasta la muerte, y sabía bien que la muerte no sería capaz de borrar lo que su alma le gritaba.
Sasuke Uchiha pertenecía a Naruto Namikaze, fin.
—Lo sé —dijo, en un susurro y Naruto cerró los ojos, disfrutando la cercanía que el abrazo posesivo de su esposo le brindaba—. Pero tengo miedo, mucho miedo —confesó—. Y no quiero perderlos. He perdido muchas personas ya, si algo te pasa a ti o a mis hijos, me muero, Naru.
—No nos pasará nada-ttebayo, así que ni se te ocurra morirte, teme.
—Ahí está mi dobe —agradeció que volvió a sus apodos habituales y lo besó en la frente—. Siento que algo más se me está olvidando.
—¿Qué cosa-ttebayo?
—Rápido, Naru, entra en la maleta —dijo entonces, y cargó a su esposo de la cintura, quien reía y se removía—. O yo entrar-
—¡SASUKE!
—Uy —El Uchiha bajó a su esposo y giró su rostro hacia el pelinegro de ojos amarillos al que le temblaba la ceja—. Hola —sonrió timidamente.
—Al auto, ahora —demandó autoritario.
—Si sabes que eres muy mandón. ¿Verdad? —Pujó Sasuke, mientras le daba un vistazo a las cosas que su esposo muy amablemente terminó de guardar en la maleta, haciéndole sudar un poco. Quizá había cosas ahí que no quería para nada que viera.
Como el arma que guardaba bajo la ropa... u otras cosas mucho más privadas.
Suspiró y tomó la maleta apenas el rubio se la tendió con una sonrisa, Gin y él salieron del cuarto. Cruzando el pasillo, con Naruto agarrado a su brazo, entró a la sala, dispuesto a despedirse de sus hijos. Sintió a Ayame un poco más ida de lo habitual pero lo atribuyó a lo mucho que le disgustaba que se fuera de viaje sin ellos.
Sora, en cambio, lo observaba meticulosamente.
No creía para nada en lo que había dicho Shikadai. Es decir, ¿su padre engañando a su papá con Temari-san? Bah. Los tiempos de creer en tonterías como otras mujeres habían pasado mucho antes, además estaba Gin -un tío que apenas conocía- con ellos. No había modo alguno.
—¿Hola? —Sasuke contestó el teléfono.
—Sasu, oí que tomarán el vuelo a las once —dijo Gaara. Sasuke chasqueó la lengua por el apodo.
—Sí, Gaa —se cortó a sí mismo y miró a Gin de reojo—. Vale, yo recogeré a tu hermana entonces.
Miró a sus hijos y suspiró.
—¿Alguien quiere darle un beso de despedida a papá? —preguntó con una sonrisa made in Uchiha.
Naruto y Gin sonrieron al ver el sandwich humano que se convirtieron todos, especialmente Gin, porque estaba feliz de que Sasuke tuviera lo que siempre sabía que merecía. Una familia que le amara profundamente. Aquel pensamiento destruyó su sonrisa y bajó la mirada.
Él también tenía todo eso hasta hace poco, cuando su doncel había sido asesinado a manos de un enmascarado con ADN Uchiha. Quien fuera el traidor y los que habían lastimado a su familia...
Pagarían por lo que le habían hecho sufrir.
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Cuando era pequeño...Takahiro parpadeó lentamente, desorientado y miró hacia todas partes. Le tenía miedo a la oscuridad, no podía ver absolutamente nada en aquel momento, todo era oscuro. No había nada que me aterrara más que la oscuridad, llevó su mano a su rostro y tanteó su cara, tenía un liquído viscoso que reconoció como sangre bajando por su frente. No tenía padres que me consolaran, no conocía a mis progenitores, había sido criado en aquel cuarto oscuro los primeros años de vida. Luego de embarrarse la cara, intentó girarse, pero no pudo.
Exhaló.
Luego conocí a Sasuke Uchiha, un ángel en todo su esplendor que me enseñó que la oscuridad... Soltó un quejido cuando notó porque no podía moverse y apretó la mandíbula, no siempre era tan mala. Pensó entonces en gritar, pero tuvo miedo. ¿Y si había alguien más ahí?
Lo habían atacado, de nuevo, cerró los ojos y su rostro se mostró triste.
—¿Cuánto tiempo... tengo que esperar para volverte a ver? —Su padre. Quería ver a su padre.
Lamentaba como lo había tratado la última vez que se vieron, el desplante que le hizo cuando éste se preocupó por él y la forma en que se había apartado del calor que le producía aquel personaje. Sus ojos se cerraron más fuerte y dos lágrimas cubrieron sus mejillas. Escuchó entonces como la viga a su lado crujía, sintió terror. No quería morir, no ahí, no ahora.
Le faltaba mucho por hacer, entre eso... hablar con sus padres, y calmar aquel desasosiego. Terminar sus pasantías, volver a ver a Kushina-sama y agradecerle por darle tanto cariño aunque fuera un desconocido prácticamente. Seguir su sueño. Tener una familia, quizás también podría tenerlo en la mente. Sí... Una mujer, una casa con chimenea, un perrito y dos niños corriendo por ahí. La viga crujió más fuerte.
Pero si moría no podría hacerlo.
Papá... tengo miedo.
—Sálvame, por favor —sollozó mientras dejaba de luchar contra la viga y se recostaba. Rendido.
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