Capítulo 18; Los gemelos Uchiha.
—¿A dónde crees que vas? —preguntó la pelirosa, mientras caminaba detrás de la peliblanca.
—No te importa —escupió Shion.
—No, pero a Kaguya-hime sí.
Shion se giró a encararla y le sacó la mascára de un golpe, haciendo que la de ojos verdes abriera la boca.
—Tú no me das miedo —dijo—, y te lo advierto, intenta propasarte una vez más y haré que vuelvas a ese maldito sarcófago donde perteneces. Eres una estúpida zombie, deberías estar muerta en realidad. Tú... no eres quien para propasarte.
La pelirosa apretó la mandíbula.
—¡Felicidades, niños! Estuvieron fantásticos —todos los felicitaban a ambos, aunque Daiki hubiera estado apenas en unas tres escenas y Akihiko solo fuera el narrador. Para su familia y sus integrantes eran los mejores de lo mejor, aquellos hacía a los gemelos muy felices.
Tan felices.
—No esperaba que papá hiciera eso —dijo Sarada, sonriéndoles. Boruto y Takeshi asintieron—, pero fue genial. Definitivamente.
—Concuerdo.
—Confirmo también —dijo Boruto sonriendo.
Takeru, por otro lado, no paraba de ver a Sora jugando con Meiko mientras Shikadai les grababa. Parecían una familia feliz. Negó con la cabeza y bajó la mirada, Sora encontró su mirada al rato. Él no había hablado aún con Takeru, y lo sentía muy distante últimamente. Desde que Sarada y Takeshi anunciaron el nuevo bebé, Takeru y él se habían mantenido distantes. Cayó al suelo cuando Meiko lo abrazó muy fuerte.
—No te distraigas, Sora-kun.
—Cá-cállate-tteba.
Shikadai le dedicó una sonrisa burlona.
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Akihiko y Daiki son los gemelos más traviesos, tranquilos y bipolares que la gente podría llegar a conocer, pero estos dos traen en sí un gran secreto: El primer amor de Daiki. ¿Akihiko lo aventará o sostendrá la mentira que ha dicho su gemelo?
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—Así que... ¿Qué harás ahora? —preguntó una vez que estuvieron juntos, en los vestuarios, a punto de cambiarse para reencontrarse con su familia. Daiki se giró a verlo confundido.
—¿Sobre qué?
—Sobre tu obvio gusto por Shikadai —respondió como si fuera lo más normal del mundo. Daiki, en cambio, no se lo tomó tan bien y comenzó a balbucear por lo bajo, haciendo que su rubio hermano mayor le pusiera una mano sobre el hombro—. Whoa, calma vaquero. No es como si te estuviera juzgando o algo por el estilo. Relájate, respira.
—¿Có-cómo lo sabes? —preguntó nervioso, no sabía como reaccionar si alguien más los oía. Especialmente si fuese Sora, éste último siempre había sido muy celoso, no era que Akihiko no lo era, era que con Akihiko al menos tendría dos oportunidades de hablar, Sora ni una le daría. Probablemente iría y encerraría a Shikadai en el cobertizo, le rociaría gasolina y le prendería fuego con él dentro. Además de encerrarlo a él en una torre lejos de cualquier civilización... Bien, quizá estaba exagerando, sólo un poco.
—Yo digo, es un poco obvio —hizo un ademán y se sacó la camiseta—. ¿Por qué no me habías dicho? Me siento sumamente ofendido. ¿Es por eso que últimamente sales sin mí? ¿Estás saliendo con Shikadai, Daiki?
—¡Por Kami, no! Es decir ojalá, osea no que sí pero no es que no me gustaría, claro que me gustaría, sí, pero no es eso. N-no estamos sali-saliendo, aunque sería lindo, él.. no, yo, y —negó apresuradamente, estaba hecho un manojo de nervios. Su hermano arqueó la ceja y se cruzó de brazos, Daiki suspiró—. La vez que llegué tarde de la biblioteca estaba con Meiko —su hermano arqueó todavía más la ceja—. Pe-pero Shikadai-kun no estaba ahí. Temari-san me pidió que la vigilara mientras ella hacía unas cosas. Pensé en ir con Ayame pero ella estaba ocupada con las tareas y Sora estaba con Shikadai.
Akihiko suspiró y -aun sin ponerse la camiseta-, abrazó a su hermano.
—Descuida, si tú quieres no lo diré a nadie —Daiki levantó la mirada, sorprendido—. Sólo no me ocultes nada más. Sabes que me preocupo por ti, eres mi tonto hermano menor, es mi deber.
—Tenías que insultarme.
—Hay que equilibrar el ser —le guiñó el ojo, apartándose de él para ir hacia el locker donde estaba su ropa. Daiki sonrió, rodando los ojos, pero entonces escuchó que tocaron la puerta—. Pase.
—¡No pas-es! —Daiki enrojeció como nunca.
Shikadai abrió la boca y la cerró repetidas veces, al menos hasta que Daiki deslizó la camiseta por sobre su pecho enseguida. Antes de que tocaran se acababa de quitar la camiseta que usó en la última escena que actuó y se sintió expuesto. ¡Y frente a Shikadai!
—Avanza —Meiko se quejó porque su hermano no se movió de donde estaba.
Shikadai parpadeó y sonrojado apartó la vista del pequeño ojiazul que estaba igual a un tomate. Meiko entró, siendo seguido por Sora que le lanzó una mirada molesta a Shikadai al ver a Daiki.
—Hola —saludó el último—. Estuvieron geniales, y muchos cumplidos, bla, bla, bla. ¿Pueden cambiarse más rápido? Tengo hambre y mis padres no nos dejaran comer nada hasta que vayan con nosotros.
—Tú no tienes caso —se quejó Shikadai, encaminándose hacia Akihiko, el cual chocó puños con él mientras se terminaba de poner los zapatos—. Felicidades narrador, tienes voz de cantante. Me pusiste chinita la piel. ¿Has considerado unirte a la radio del colegio?
—Me lo pensaré —fue la escueta respuesta del rubio y una sonrisa made in Uchiha.
—Siempre un varón de pocas palabras —repuso Shikadai, suspirando, y miró a Daiki—. Príncipe, lo hiciste muy bien, no cabe duda que eras el doncel en apuros más lindo del lugar —le halagó con una sonrisa que para Daiki fue el cielo y para Sora el infierno. El sobreprotector y celoso hermano mayor se puso entre los dos cuando Shikadai le iba a dar un beso en la frente al niño.
—Sora —se quejó, haciendo un puchero.
—Actúa como hombre datte.
—Pero soy un doncel tteba.
—Le decía a él —mencionó, viendo a Shikadai en una clara advertencia. Shikadai solo levantó los hombros y suspiró, yendo hacia su hermana, su manipuladora hermana—. ¿Ya te vestiste?
—Sí, ¿has visto la camiseta de cuadros que traía ahora? —Inquirió. El vestuario normal de Daiki consistía en unos jeans negros con rotos en los muslos, una camiseta de fondo blanca y una camisa a cuadros roja que usaba amarrada en la cintura, además de unos botines.
—¿Es ésta? —preguntó Meiko, señalándola. Daiki asintió y la rubia la tomó en brazos para ir hasta él—. Deja —dijo, rodeando la cintura del doncel con sus manos y amarrando la camiseta—. Listo, diez de diez —sonrió y lo abrazó—. Felicidades, Daiki-kun, estuviste fantástico.
—Gracias Mei-chan —la abrazó de vuelta, sonriendo.
—Oye, dobe.
—Cállate, teme —Sora se quejó, mirando a Shikadai—. ¿Qué quieres, machito?
Shikadai sonrió burlón.
—Aquí el único "machito" eres tú.
—¡Ahora sí me vas a conocer-tteba! —le jaló el cabello—. Que tu eras el rarito datte.
—Hola —Naruto asomó la cabeza por la puerta y fue como si hubiera detenido el tiempo.
Sora quedó a centímetros de golpear la cara de Shikadai con la izquierda mientras su derecha estaba agarrando el cuello del susodicho, el pelinegro estaba bostezando pero miró a la dirección del rubio. Akihiko solo se quedó en silencio, sorprendido porque no había esperado su presencia y Daiki estaba abrazado a Meiko, mientras ambos lo miraban igualmente estupefactos.
—¿Ya vienen? Papá tiene hambre-ttebayo.
—Ah... ¡Hai! —respondieron al unísono al salir del shock.
Ayame observó en silencio a Meiko, quien venía junto a sus hermanos y papá, todavía estaba consternada sobre lo que habían descubierto era la bomba más grande en la familia Uchiha, y afectaba directamente a la suya. No sabía qué decir, más bien sabía que no debía decir nada y el problema era que no sabía como ocultarlo. La rubia de ojos aguamarina solo le sonrió de lado.
Todos acapararon entonces la vista de los gemelos, Hikari, Naruto y el recién llegado Sasuke. Ayame se apartó para estar a un lado de Meiko y ambas se mantuvieron en silencio, viendo como los otros Uchiha Namikaze eran felicitados por sus abuelos, tíos, primos, etc.
La familia estaba reunida. Vio entonces a Shiashi (28 años) y a Ki (19 años), los hijos de Shisui Uchiha, hablando tranquilamente con Sarada y Sora, respectivamente. Se preguntó entonces cómo era que ellos siempre se veían tan bien pese al dolor que acarreaba sus miradas, y entonces veía a Sora sonreír como si nada pasara y se daba cuenta que aunque ellos hubieran vivido en las tinieblas... Siempre había un rayo de sol posándose sobre ellos.
—¿Estás bien? —preguntó Meiko, algo preocupada por su amiga.
—Sí —afirmó, y se giró a verla—. Es sólo que... con lo que me dijiste, no puedo evitar pensar que estamos en peligro. Pero tranquila, yo nos protegeré si hace falta, Hmp.
Meiko le sonrió y asintió.
—¿Pasa algo? —preguntó Sasuke, una vez se zafó de su familia para ir hacia donde Temari.
La rubia le miró inquieta.
—¿Te ha dicho algo Shikadai?
—No lo hemos podido encontrar —respondió, Temari hizo una mueca, sabiendo perfectamente a qué se refería Sasuke. El azabache suspiró y extendió sus brazos, abrazándola—. Tranquila, lo hallaremos y lo traeremos a casa. Shikadai es bueno ayudándome, aunque no quiera hacerlo.
Temari sonrió mientras se dejaba hacer.
—¿Desde cuándo Temari y Sasuke son tan unidos? —inquirió Deidara, girándose a ver a Naruto. Éste levantó la mirada de su hija menor hacia donde Deidara señalaba con el mentón, encontrándose a Sasuke abrazando a la esposa de Shikamaru. Arrugó el ceño.
—No lo sé-ttebayo, pero no debe ser nada.
—¿Sabías que ellos dos se aco-?
—Deidara —Shikamaru se puso al lado del rubio mayor—, siempre tan bello.
—Gracias —le sonrió, aunque su sonrisa no era real. Ese idiota le había interrumpido—. Ven.
Shikamaru solo rodó los ojos, riendo levemente y miró a Naruto. Así mucho no le decían así.
—¿Ya te enteraste de las nuevas?
—¿Por qué tu esposa abraza a mi esposo-ttebayo?
—Akasuna está en el hospital —respondió Shikamaru, haciendo que todos se tensaran.
—¿Qué?
Naruto balbuceó a duras penas.
—La hirieron de gravedad —siguió diciendo—. Creo que... es hora de acabar con la fiesta. Temari, Sasuke y yo iremos a verla. Necesitamos hablar con Gaara —miró a Deidara—, infórmale a Itachi de esto y que se nos una cuando pueda. Lleven a los niños a casa y sigan celebrando como se haría normalmente —dijo esto viendo a Naruto—, y encárgate de que estén bien protegidos.
Naruto apretó la mandíbula y asintió, mirando nuevamente a Sasuke que se encontraba ahora hablando tenso con Temari. El Uchiha al sentir su mirada se volteó a verlo y le sonrió aunque Naruto supo que algo andaba muy mal cuando se giró a ver a Temari y le susurró algo al oído.
Ambos desaparecieron de su vista y Shikamaru se despidió de todos formalmente.
—¿Papá? —Sora se acercó hacia él—. ¿Por qué los Nara y mi padre se fueron? ¿Pasa algo?
Naruto parpadeó y se giró a verlo.
—No, cariño. Cosas del trabajo —dijo, y fingió una sonrisa antes de dirigirse a su familia—. Muy bien, vamos a la mansión Uchiha-ttebayo. Hay que celebrar este logro como se debe.
Kushina y Mikoto lo observaron silenciosamente.
Algo olía muy mal.
Sasuke, Temari y Shikamaru llegaron al hospital donde la hija menor de Gaara y Lee se encontraba internada tras el ataque del asesino de princesas. Lee estaba en la sala de espera junto con Metal, el último estaba sentado mientras que el mayor se encontraba dando vueltas, ambos se veían sumamente consternados, además de tener leves vendas indicando que seguramente tuvieron un altercado, era raro no verlos gritando y saltando.
—Hey —Sasuke se quitó el gabán y lo deslizó por los hombros del niño que comenzaba a tiritar. Él no lo aceptó pero tampoco rechazó su ayuda y solo lo miró agradecido, Sasuke entonces se puso frente a Lee, quien enseguida lo enfrentó y paró de caminar—. ¿Ustedes están bien?
—No pude detenerlo —Lee se quebró, mientras se cubría el rostro para que no lo vieran llorar. Sasuke entendió enseguida y lo abrazó, sorprendiendo a todos menos a Temari. Lee se derrumbó y aceptó el abrazo, llorando más fuerte—. No pude hacerlo...
—Ey, tranquilo, hiciste lo que pudiste —Sasuke era muy malo consolando personas, eso lo sabía, así que solo le dio unas cuantas palmadas en la espalda—. Está bien, nadie dijo que tenías que ser fuerte, Lee.
—¿Si yo no era fuerte... entonces quién? —Lee lo miró con sus grandes ojos lagrimones.
Sasuke suspiró y le dedicó una sonrisa tranquila.
—Ella va a estar bien, y ustedes también —aseguró entonces, sacando un pañuelo de su bolsillo trasero—. Ten, se te caen los mocos —le entregó, y le dio un vistazo a la sala—. ¿Gaara?
—Está con Akasuna.
—Entiendo —afirmó—, bien. Si no te molesta, voy a ir a verlos —dijo, Lee asintió—, quiero preguntar algo. Encontraremos a ese asesino y lo haremos pagar. ¿Está bien? —le apretó el hombro mientras veía como asentía y con una mirada forzó a Shikamaru a ir hacia Lee, mientras él y Temari se dirigían hacia la habitación—. Debe estar crispado. No querrá verme, me odia desde que le dije a Shikadai todo.
—La tomará contra ti seguramente —afirmó Temari, mientras se detenían en frente de la puerta—. De por sí ya está enojado contigo. Aunque le avisaras, siente que lo acorralaste.
—Intentará golpearme, así que yo la detengo y tú le sacas la información —la miró determinado.
—Sigue siendo tu d-
Sasuke empujó la puerta y no la dejó terminar.
Naruto se encontraba algo fatigado, pero su familia estaba de fiesta y él tenía que intentar no preocupar a nadie. Kushina y Mikoto se mantenían al margen, solo observando sus acciones pero sin acercársele, y eso lo tenía nervioso pues sabía bien que nadie escapa del sexto sentido de una madre. Deidara estaba hablando con Itachi, mientras él veía que Shikadai, Sora, Ayame y Meiko estaban en la sala jugando damas chinas como si nada pasara -bueno, en realidad para ellos así era-. Daisuke, Shiashi, Sarada y Haru hablaban tranquilamente mientras estaban en el comedor. Takeshi y su hermano con los hijos de Karin y Deidara, mientras que Karin y Suigetsu dormían en una de las alcobas.
O al menos eso quería creer.
—Te ves tan tenso que seguramente ya lo descubrieron —comentó Deidara, mientras tomaba un Cosmopolitan. Naruto lo miró de reojo—. Yo solo digo. Ya sabes que todo está en el útero y la sartén.
Aquello le sacó una pequeña sonrisa al doncel.
—Eso, sonríe —aplaudió Deidara—. Ellos estarán bien, Sasuke lo resolverá.
Naruto lo miró con una ceja arqueada.
—Acabas de admitir que mi esposo es bueno para algo —apuntó.
—Sólo porque Itachi ya va en camino para apoyarlo —se burló el mayor—. A todo esto. ¿Han peleado o algo por el estilo?
Naruto negó.
—No, pero me supera que no haya querido decirme esto —dijo—. Gaara es mi amigo también.
—No quería ponerte en peligro —afirmó el mayor, mientras daba otro trago, mientras lo miraba suspicaz—. A menos que creas que está teniendo una especie de aventura con Temari.
—¿Qué? —Lo miró aterrado—. Por Kami, no. Sé que ellos dos se llevan mejor de lo que esperabamos, pero estás malinterpretando todo, Dei.
—Solo digo lo que me parece —dijo, frunciendo el ceño—. Sasuke te ama. No le des más vueltas. Anda, vamos a disfrutar de la noche antes de que madre nos mate. A todo esto... ¿Has visto a papá?
Naruto frunció el ceño al caer en cuenta y volvió a barrer el lugar con la mirada. Negando.
—No.
—Qué raro —Deidara lo ignoró—. Bueno, vamos, vamos.
—¿Verdad o reto?
¿Cómo había terminado enrollado en esto? Akihiko miró de reojo a Daiki, quien estaba siendo señalado por la infame botella. Sora, el que la había girado, le miraba en silencio.
—Ah... ¿Verdad? —titubeó el pelinegro, mirando a su gemelo. Tan sólo se habían acercado al grupo que estaba jugando damas chinas, y habían terminado enrollados en esto cuando Ayame hizo una broma sobre jugar verdad o reto y hacer que Shikadai se besara con él. Vergonzoso.
—¿Te gusta alguien? —preguntó Sora, con frialdad.
—Ah... No.
—Se supone que debes decirle la verdad, Daiki-niisan —se quejó Ayame, cruzándose de brazos. Daiki la miró en silencio, estaba nervioso y sentía las miradas de todos sobre él. Akihiko carraspeó y giró la botella.
La botella señaló a Shikadai.
—¿La persona que te gusta tiene ojos azules? —preguntó Akihiko. En la primer ronda Sora había hecho exactamente la pregunta a su mejor amigo y éste había respondido que sí, claro molestándolo porque no le contó antes, y éste le tiró por no haberle dicho de su novia -en un susurro para que sus hermanos no escucharan-, aunque Akihiko que estaba a su lado sí logró escucharlo y no le sorprendió para nada la información.
Sora miró a Shikadai y éste le devolvió la mirada con la misma intensidad de aburrimiento que era normal en él. Daiki estaba a punto de sufrir un ataque cardíaco por lo directo que era su hermano gemelo.
—Sí —respondió, y entonces giró la botella -como eran las reglas, pero Akihiko las había cambiado anteriormente-. Cayó en Ayame—. ¿Tu persona favorito de una serie?
—Alex de los Hechiceros de Waverly Place —Ayame respondió rápido. Todo se estaba poniendo bueno, y no quería que se interrumpiera por él.
—Pero esa serie es vieja —se quejó Sora—, en fin. Sigamos.
—No dijo que de esta época —Ayame le sacó la lengua y giró la botella, quedó en Akihiko. El rubio solo cambió de posición, cruzándose de piernas y mirándola—. Imagino que escogerás verdad así que me adelantaré. ¿Qué harías si besan a Daiki?
—Depende de quien sea —respondió seriamente, haciendo que todos se quedaron callados.
Daiki le miró de reojo y carraspeó. Akihiko entonces giró la botella y esta cayó de nuevo en Shikadai. Qué oportuno, ocultó una sonrisa.
—¿Su cabello es negro?
—Sí —Sora lo miró molesto y Shikadai, ignorándolo, rotó la botella. Cayó en Daiki—. ¿Verdad o reto?
El ojiazul le miró con las piernas temblando y sonrió, haciendo su mejor esfuerzo para no delatarse a sí mismo, aunque los nervios lo traicionaron con aquella mirada.
—Ah... reto.
Shikadai lo miró intensamente, mientras ideaba un reto para el pelinegro de ojos azules.
—¿Puedo ponerlo yo? —preguntó Ayame.
—No —respondieron los gemelos Uchiha al mismo tiempo, y Sora—. No, no, no.
—Aguafiestas —ella quería ver un beso.
Todos, incluidos Sora y Shikadai, sonrieron y rodaron los ojos.
—Regálame algo que sea muy importante para ti —dijo Shikadai, poniendo nuevamente sus orbes verdes sobre el ojiazul. Daiki se quedó en silencio un segundo, pensando y luego se levantó.
—Dame un segundo —dicho esto, corrió hacia alguna parte.
Sora se giró a verlo con el ceño fruncido.
—¿Qué clase de reto es ese-tteba? —refunfuñó, y estaba por hacer una escena cuando vio que una pequeña mano era extendida hacia el pelinegro mayor, quien se giró a verlo por un segundo para sonreírle en son de paz y volver su vista al doncel.
Era una flor plástica, un lirio.
Akihiko quiso golpearse en la cara por lo obvio que era su hermano.
—Es algo importante para mí —dijo, poniendo la flor en las manos del azabache—. Cuídala, Shika-san.
—Lo haré —aseguró sonriéndole. Daiki se sentó entonces.
Naruto se quedó en silencio mientras los veía.
—¿Confesando su amor en frente de todos? —preguntó para que se dieran cuenta que estaba ahí.
Nuevamente los jóvenes se erizaron porque no habían sentido su presencia y miraron a su padre, con los nervios a todo dar -Daiki-. Shikadai le observó entre sonrojado y sorprendido.
—¡¿Qué?! No, n-no es eso, mam-mamá. ¿Qué cosas dices? Estás mal de la cabeza. Bue-bueno, no es que Shika-san sea feo ni nada de eso —se excusó, viendo al pelinegro que le observaba divertido—. Pe-pero no era eso, lo malinterpretaste absolutamente. Él no es quien me gusta.
Oh oh.
—Así que si te gusta alguien —Sora quería golpear a alguien.
Daiki sintió un escalofrío y miró a su hermano Akihiko pidiendo ayuda. Akihiko suspiró.
—Por supuesto que no —Negó, encubriéndolo—. A Daiki no le gusta nadie, solo estás tergiversando lo que dijo —le dijo a Sora—. Se siente avergonzado por la situación en que mamá lo encontró y es lógico que se ponga nervioso y diga babosadas. No lo presiones, Sora.
—Tú te crees muy machito —se quejó Sora.
—Porque lo soy —rodó los ojos y miró a Naruto—. No lo pongas tan nervioso, solo estabamos jugando y Shikadai le puso un reto —agregó, para que Naruto dejara de verlos sospechando.
—Bien —Naruto sonrió y miró a sus hijos—. Anda, sigan jugando. Iré a llamar a su padre.
Todos afirmaron aunque Sora no se tragó las palabras de su hermano. Seguramente algo se estaban ocultando esos dos, estaba seguro de que los lindos gemelos Uchiha se traían algo entre manos y él averiguaría qué.
—Sora —la miró—. ¿Te gusta Shikadai?
—¿Qué?
—Acabaste tus retos, te toca verdad —explicó Ayame—. ¿Te gusta Shikadai ttebane?
Daiki posó sus orbes azules sobre su hermano mayor. Sabía bien la mente retorcida de su hermana, pero había veces en las que incluso él se sentía de ese modo. Su cercanía con Shikadai, que no tuviera novia o novio -doncel-, y que se vieran como una versión de sus padres era algo que nadie podía simplemente ignorar. ¿O era su corazón contaminado por la basura fujoshi de Ayame? Bah.
—Por supuesto que me gusta, es mi mejor amigo —respondió, bufando—. No uses tus preguntas raras conmigo, Ayame. En todo caso...
El teléfono de Sora sonó y éste contestó enseguida.
—¿Hola? Oh, Yuki-chan, mi amor. ¿Cómo estás? ¿Qué... qué?
Todos lo miraron expectantes.
—Oh, amor, voy en camino a recogerte. Sí, no te preocupes, está bien —Sora colgó y miró a los otros—. Bueno, parece que debo recoger a mi novia. ¿Pueden excusarme de papá y todos?
Shikadai apretó la mandíbula.
Un paso atrás.
—Gaara.
—Sasu... Ellos...
Sasuke lo abrazó fuertemente y suspiró, mientras el de ojos aguamarina dejaba caer sus lágrimas sobre el pecho del mayor. Sasuke se permitió entonces acariciar aquellos cabellos rojizos mientras hacía círculos imaginarios en la espalda del doncel. No sabía como consolarlo, pero sabía que la ira que tenía en ese momento mientras miraba a la hija menor del doncel era inimaginable.
¿Y si hubiera sido su hijo?
—Yo... voy a dejarlos solos —dijo Temari entonces, carraspeando. Sasuke la observó—. Voy a hablar con Shikamaru.
Sasuke asintió y apartó brevemente al doncel de su cuerpo para verlo. Le dolía verlo llorar, Sasuke fue criado muy sensiblemente en cuanto a los donceles y mujeres respectaba. Odiaba verlos llorar a toda costa, aun cuando muchos donceles como Gaara le habían hecho llorar a él.
—¿Por qué, Sasuke? ¿Por qué no pudimos protegerla? —los ojos aguamarina de Gaara estaban completamente rojizos y sin vida. Empapados por las lágrimas.
Sasuke apretó los labios contra la frente del doncel, justo donde tenía aquel carácteristico tatuaje, aún recordaba cuando se lo había hecho. Cerró los ojos. Gaara había sufrido mucho ya, no merecía seguir sufriendo. Era como él, y como Naruto en partes iguales.
—Lo van a pagar. ¿Verdad? —balbuceó, apretándose de nuevo contra el pelinegro mayor.
Sasuke asintió.
—Sasu, me duele —sollozó nuevamente el pelirrojo. Sasuke maldijo al que le había hecho daño, y miró nuevamente a aquella pequeña, la cual yacía en estos momentos en una cama de hospital con serios daños, en la UCI, bajo un montón de cables y mascarillas que la mantenían con vida, que intentaban mantenerla con vida a toda costa.
Cerró los ojos, la visión era demasiado dolorosa para él. Sólo pensaba en sus hijos, todos ellos, no quería verlos jamás en una situación como esa. Moriría, antes que verlos lastimados.
Por favor, haz que pare.
—Hiro.
—No esperaba verte por aquí —se acomodó las gafas y le sonrió—. ¿Vas a viajar a alguna parte?
—Sí —afirmó el pelinegro—. ¿Tú volviste de Estados Unidos?
—Así es —Hiro sonrió—. Bueno, te deseo suerte en tu viaje Takahiro-chan.
—Gracias, Hiro-san.
El de las gafas se quedó en silencio cuando se despidieron. Aquel chico idéntico a cierto Uchiha. ¿Sería familia de Orochimaru-sama?
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