Capítulo 13; Serendipia.
—¿Y bien? ¿Estás feliz? —la pelirosa se sentó a un lado de la peliblanca, quien le miró de reojo mientras bebía su martini rojo, con una pequeña sonrisa de medio lado. Bastante arrogante.
—Feliz no, pero sí satisfecha. Hiciste un buen trabajo —le dijo, con sus ojos blancos mirando hacia el televisor del bar donde se encontraban. En la pantalla mostraban el último suceso, y la muerte de un rubio bastante importante en la vida de los Uchiha—. Debo admitir que te felicito. No dudé ni por un minuto que lo conseguirías.
—No tiene porqué dudar de mí, Kaguya-hime. Estoy a sus órdenes, siempre que lo desee —La peliblanca se giró a verla entonces y pasó su mano hacia los mechones rosados que se escapaban de su cara, apreciando sus ojos verde claro con orgullo.
—Lo sé, cariño —sonrió de lado—. Puedes retirarte, le diré a Himura que se encargue del resto.
La pelirosa asintió y se despidió luego de hacer una reverencia. Kaguya devolvió su mirada entonces hacia la televisión, donde mostraban aquel conocido rostro, luego de su accidente de tránsito, quemado y visiblemente herido. Una lástima, era guapo. Sonrió de todos modos.
El juego había comenzado, y los Uchiha se arrepentirían de su pasado.
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Una serendipia es un descubrimiento o un hallazgo afortunado, valioso e inesperado que se produce de manera accidental, casual o por destino, o cuando se está buscando una cosa distinta... Como en el caso de Naruto y Sasuke.
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—Naruto.
—Sasuke.
—¿Cómo has estado? —se sentó a su lado, mientras esbozaba una pequeña y tímida sonrisa.
—Muy bien-ttebayo. ¿Qué hay de ti? Oí que te transferirán a Ohio. Felicidades por tu ascenso.
—No voy a tomarlo —se erguió un poco, el rubio se giró a verlo sorprendido—. Me gusta aquí.
—¿Qué? Pero creí qu-
—Tú eres feliz aquí —Sasuke intervino—. No quiero quitarte eso. Estamos casados, debo velar por tu felicidad. Ahora que comenzaste a trabajar, en contra de mi voluntad, como profesor del colegio Jinchuuriki, lo correcto es que rechace la oferta del ascenso en Ohio. Digo, después de todo, ya soy dueño de mi propio buffet aquí —le restó importancia.
Naruto le observó con los ojos cristalinos y una sonrisa boba.
—Teme.
—Dobe —le besó y sonrió—. Tú eres mi serendipia.
Naruto correspondió el beso y luego arrugó la nariz.
—¿Qué es serendipia-ttebayo?
Sasuke sonrió, suspirando.
—Es cuando descubres algo... mientras estás buscando otra cosa —susurró en los labios del otro, quien le miraba con una sonrisa y las mejillas sonrojadas. A pesar de llevar siete años casados, Naruto todavía no se acostumbraba al Sasuke romántico y sentimental—. Pero te das cuenta que... es mucho más valioso que cualquier cosa que podrías imaginar jamás.
—Maldición, hazme tuyo —gimió, conmovido. Sasuke sonrió, abrazándolo por la cintura.
—Tú no tienes caso —se rió—, pero acepto la oferta. Aunque... técnicamente, ya eres mío.
—Y para siempre-ttebayo —Naruto se lanzó encima a besarlo.
No podrían haber sido más felices.
Naruto sonrió, quizá no le gustaba mucho recordar aquel tiempo, dado los sucesos de aquellos años, pero si había algo de lo que estaba cien por ciento seguro era que Sasuke Uchiha lo había amado desde siempre y para siempre totalmente. Él intentaba darlo todo por él, así como Sasuke había hecho y seguía siendo, aunque claro, era probablemente lo único en lo que siempre dejaba ganar al Uchiha. Amaba con locura a ese teme estreñido con cabellos de cacatúa.
—Eh, Naruto.
—¿Sí? —preguntó por encima del ruido que hacía el agua cayendo de la ducha, al oír la voz de su amado estreñido, digo esposo.
—Sal ya de esa ducha o comenzaré a ponerme celoso de esas gotas que se resbalan por todo tu cuerpo, dobe —murmuró más cerca. Naruto aguantó las ganas de carcajearse por las ocurrencias del azabache cuando escuchó que se bajaba el zipper del pantalón—. Tú ganas.
—¿Eh? —se removió intentando ver de qué hablaba, quizá no había sido buena idea echarse el shampoo justo en ese momento porque para evitar que le cayera a los ojos, los había cerrado y ya no podía ver nada—. ¿Qué gané-ttebayo?
—A mí —susurró el Uchiha, abrazándose al rubio luego de entrar a la ducha. Aunque diera un leve respingo por su repentina cercanía, Naruto no se movió ni un centímetro, haciendo que el pelinegra soltara un gruñido de deleite.
—Teme.
—¿Hm? —Sasuke se quedó observando en silencio la reducida cintura de su rubio esposo, era increíble lo que el ejercicio y una dieta saludable conseguían hacer. Casi ni parecía que aquel doncel hubiera parido a cinco lindos niños.
—¿Qué haces? —preguntó, sonrojado, sin poder ver todavía.
—Admiraba la belleza de tu cuerpo —respondió con simpleza.
Naruto se abstuvo de responder, es que no sabía ni qué decir y seguro terminaba diciendo cualquier burrada. Genial, Naruto, llevas casado 26 años y aún te apendejas cuando te seduce. Épico.
—Lávate el cabello —ordenó Sasuke, apartándose.
Naruto tomó un respiro cuando se hizo a un lado e hizo un puchero, obedeciéndolo. Se metió de lleno en la ducha abierta y dio un respingo cuando sintió las manos fuertes de su esposo junto a las suyas en su melena rubia nuevamente semilarga. Se quitó finalmente el shampoo entero y se enjuagó la cara para poder abrir los ojos y mirar aquellos ojos onix mirándole intensamente.
—Sa-Sasuke, no me mires así-ttebayo.
—¿Qué? Oh vamos, Naru, te he visto desnudo desde que tenía 18 años. No vas a decirme que ahora te sientes avergonzado porque te mire así —Sasuke alzó una ceja.
Naruto lo golpeó en el hombro.
—Au.
—Teme, baka, baka, baka.
—Ya, ya —Sasuke volvió a apegarse a su cuerpo haciendo que el frío que sentía bajo la ducha helada desapareciera—. Te gastaste el agua caliente, dobe.
—Cállate.
—Habrá que calentarla —Sasuke sonrió de lado.
Naruto salió del cuarto secándose el cabello, mientras que Sasuke terminaba de ponerse la camiseta. Sora y Shikadai iban saliendo del cuarto del primero donde estaban haciendo el proyecto que debían entregar la semana siguiente, y los miraron. Uno con una sonrisa burlona y el otro con una incómoda.
—Mamma mia, mira que tenemos aquí, Shikadai —Sora se rió brevemente mientras era codeado fuertemente por su compañero. Es que el ojiazul no tenía escrúpulos a la hora de decir cosas indebidas, eso lo sabía mejor que nadie. El Nara se sonrojó entonces al ver la mirada fija de Sasuke sobre él, recordándose a sí mismo que no debía pensar en lo bien que se oía el menor hablando italiano cuando tenía a Sasuke Uchiha mirándolo de esa forma.
Joder, su tío daba miedo cuando se lo proponía, en serio.
—Oh, hola Shika-chan —Naruto le sonrió amablemente—. ¿Cómo les va con el proyecto?
—Suertudamente vamos mejorando, señor Naruto —respondió el pelinegro con una sonrisa. Sasuke los observó en silencio, parecía que luego de la boda todo estaba un poco mejor, después de todo, no había sucedido nada malo en esos últimos cuatro días.
—¿Cómo estuvo la ducha? —inquirió el ojiazul con una sonrisa. Sasuke miraba a Shikadai cuando le preguntó, por lo que el Nara solo rió bajito.
—Le doy un cien de cien —Sasuke sonrió y miró a Sora, quien le dedicó una sonrisa con dedos de pistola—. ¿Van a salir? —les echó un vistazo. Era raro que salieran del cuarto si no habían terminado el proyecto todavía.
—Queríamos comer algo.
—Sora tenía hambre así que supuse que sería una buena idea tomar un pequeño descanso para comer —respondió, mientras bostezaba—. Aunque es bastante fastidioso cuando quiere ramen.
Naruto soltó una risa. Era idéntico a Shikamaru.
—Suenas igual que tu padre —comentó Sasuke, mirando a Naruto de reojo—. Bueno, en ese caso, Naruto y yo mandaremos a pedir ramen para todos. También estamos cansados y hambrientos.
—¿Eh? —Naruto miró a su esposo, y se sonrojó cuando el otro remarcó las últimas dos palabras.
Sora sonrió.
—Es buen plan. Bueno —carraspeó al ver la tensión que acumulaba el lugar cada vez que Sasuke miraba a Shikadai—, supongo que nosotros bajaremos... eh, a ver a las niñas..
—Ah, sí, buena idea —Naruto lo apoyó—, yo iré a pedir la comida-ttebayo.
—Shikadai —Sasuke llamó al pelinegro cuando vio que Sora quiso arrastrarlo consigo—. ¿Puedes venir conmigo a mi despacho un momento? Hay algo que quiero hablar contigo.
Sora se detuvo y miró a su padre con la misma expresión que Naruto.
—¿Pasa algo? —preguntó Sora.
Sasuke lo miró y sólo negó con la cabeza.
—No, no te preocupes, es sobre... Temari —desvió la mirada hacia Shikadai, que le sonrió tranquilo a Sora para seguir al azabache—. Ya regresamos con ustedes.
Naruto y Sora se quedaron en silencio mientras observaban como los dos azabaches hablaban en el camino al despacho del Uchiha. ¿Qué acababa de pasar? Parpadearon.
—Er, bueno, llamaré por la comida.
—Sí, er, yo iré a ver a las niñas.
Ambos asintieron luego de bajar las escaleras y tomaron distintos caminos. Aquello fue raro.
—Sasu —Gaara contestó en voz baja. Sasuke se mordió el labio y bajó la mirada, abochornado. Shikadai le observó confundido y en silencio.
—¿Crees que es hora de hablar con él —con él se refería a Shikadai, supuso el otro—, o no?
—Por supuesto que sí —Gaara suspiró, mientras veía a su esposo jugar con Akasuna. Aquella llamada le había cortado el pulso. Maldito Sasuke—. Escucha, si quieres yo...
—Shikadai está justo aquí —informó entonces, bajo la mirada confundida del menor.
—Oh —Gaara carraspeó—. ¿Quieres que... quieres que hable con... con ustedes?
—No, pero él tendrá algunas preguntas para ti después —miró a Shikadai fijamente, consiguiendo que el otro se confundiera todavía más. ¿Qué era lo que estaba pasando?
Ayame se encontraba boca abajo en la cama de su hermana menor mientras la pelinegra buscaba un vestido para ponerse después de la ducha que pensaba darse. Ambas habían estado discutiendo sobre ciertos temas importantes como el por qué Ayame debería conocer a Zayn Malik o por qué Hikari tenía que ser la siguiente pop star de kpop. Entre otras por el mismo estilo.
—¿Crees que algún día se interese por mí? —Ayame habló al aire.
—¿Hablas de Zayn o de Harry?
—¿No dijiste que Harry era de Louis-ttebane?
—Hermana, tengo siete años. Para mí, todos son de todos —rodó los ojos, mientras pensaba en sí debía ponerse un vestido naranja o uno morado—. ¿Hoy es día de papi o de papá?
—Hm —Ayame miró su propia ropa—. De papá.
—Oh, entonces será este —guardó el vestido naranja y alisó el morado, mientras iba a dejarlo sobre la cama—. Yo creo que si algún día alguno de ellos te prestan atención, irán a la cárcel. Tienes diez años-datteba. Ellos son mayores que papi.
—Está lindo —comentó, viendo el vestido y luego se cruzó de brazos—. No me rendiré, solo son treinta años de diferencia.
Ayame alzó una ceja viendo a su hermana antes de echarse a reír, negando con la cabeza.
—¡No te rías, Hika-chan!
—Gomen, gomen. Es que debiste ver esa cara de determinación que pusiste, fue muy graciosa. Ah —Hikari se limpió las lagrimillas que habían sido producto de la risa—. Descuida, descuida, algún día conocerás a tu príncipe o a tu elfo encantado —le dio un par de palmaditas en el hombro.
—Espero que eso no sea pronto —una tercera voz se escuchó, proveniente de la puerta abierta. Ambas se giraron a ver, notando que Sora asomó un poco la cabeza—. ¿Puedo pasar, señoritas?
Ayame y Hikari se miraron, antes de alzar los hombros.
—Sí, claro.
—Bien, ahí voy —Sora ingresó en el cuarto de Hikari, vistiendo una camiseta blanca y unos pantalones azules—. ¿Qué hay?
—Te dije que era día de papá —Ayame sonrió.
—Sí-tteba. Hola, Sora-niisan. ¿Qué no estabas trabajando con Shikadai? —le miró confundida.
—Oh, sí, pero ahora está hablando con papá —frunció el ceño y los labios—. No sé de qué.
—Seguro le está diciendo que sea cuidadoso con su lindo hijo —se burló Ayame, mientras le daba una mirada perceptiva. Sora, por supuesto, no entendió a qué se refería exactamente.
—¿Shikadai está interesado en Daiki? —Aquello le supo más agrio en su boca—. Bah, él no me haría eso.
—¿No? —Ayame le miró con una ceja arqueada. ¿Su hermano era así de estúpido? Porque de que estaba tonto, eso todos lo sabían.
—Por supuesto que no, sabe lo mucho que cuido de ustedes tres —Sora se cruzó de brazos, porque Sarada y Boruto ya no contaba—. En todo caso, papá dijo que era algo sobre Temari-san, a lo mejor están intentando descubrir algo más sobre ya sabemos quién.
No le gustaba referirse al asesino de princesas con Hikari cerca, pues esta ignoraba por completo el peligro que acechaba las afueras de su perfecta vida. Ayame endureció la mirada por breves minutos y luego sonrió.
—Por supuesto, eso debe ser —asintió, dando por finalizada la discusión—. ¿Y madre?
—Está pidiendo la comida —dijo—. ¿Hikari, no te has bañado?
—No.
—Apesta a niña que se la van a comer los bakemonos.
—¡No!
—Por supuesto que sí. Anda a darte una ducha —se giró hacia Ayame—. ¿Sabes si Daiki ya volvió?
—Seguro está besándose con Shikadai —Ayame se dio la vuelta, aparentando ser lo más seria que puede ser alguien a punto de partirse de la risa y tomó la mano de Hikari—. Ven, vamos a ducharte. Ah, y cierra la puerta por favor —le pidió a Sora, antes de entrar con Hikari hacia el baño privado del cuarto.
Sora frunció el ceño. Si llegaba a saber de algo veridico de tal traición... mataría a ese hombre.
Akihiko miró el reloj con el ceño fruncido, al menos hasta que escuchó la puerta principal abrirse. Salió de la sala hacia el hall, viendo como su gemelo doncel se quitaba los zapatos y se ponía las sandalias de estar en casa. Se cruzó de brazos entonces.
—Son las seis de la tarde. ¿Dónde estabas? Dijiste que solo irías a devolver un par de libros a la biblioteca, y regresaste alrededor de cuatro horas más tarde —Daiki lo miró aburrido.
—¿Te estuviste durante cuatro horas sentado en la sala solo para sermonearme? —preguntó.
—¿Qué no sabes la situación en la que estamos? No puedes ser tan distraído —Akihiko frunció el ceño—. No lo entiendes, ¿verdad? Pudo haberte pasado algo, ¿sabes lo que le hubiera sucedido a nuestra madre si algo te pasaba? Maldición, deja de ser un niño.
—No si, el muy adulto. ¿No? —Daiki rodó los ojos—. No me gusta que me controlen ttebane.
—Hablaré de estas actitudes tuyas con papá, quizá a él si lo escuches —amenazó el rubio.
—Haz lo que quieras —el pelinegro pasó de él, haciendo que el ojinegro apretara la mandíbula.
No pasó mucho para que Daiki saludara a Naruto y seguido de eso fuera a subir las escaleras, chocando contra el pecho de un pelinegro, que al ver que casi se cae lo sujetó de los brazos.
—Shi-Shikadai.
—Hola Daiki —El pelinegro sonrió grande, mientras ayudaba al menor a incorporarse correctamente—. ¿Cómo estás? Te ves muy bonito. ¿Es un broche nuevo?
—¿Ah? Ah, s-sí —el doncel sonrió sonrojado. Era la primer persona que notaba aquel detalle—. Gra-gracias-tteba. He estado bien. ¿Qué hay de ti, Shika-san?
—He estado bien —Shikadai se pasó una mano tras la nuca—, cansado. Pero Sora y yo hemos mejorado bastante con el proyecto y pronto podremos volver a dormir como se debe.
—Bah, pero si tú duermes como veintitrés horas diarias —Akihiko se quejó, acercándose.
—Es normal —repuso Shikadai, sin apartar la mirada de los ojos azules del pelinegro.
—Para un koala-tteba —Daiki sonrió.
Shikadai solo se encogió de hombros mientras corría un mechón de cabello que acababa de soltarse de la hevilla sobre los hermosos ojos azules que poseía el doncel menor. Daiki también se retiró aquel mechón dos segundos después de que la mano del varón mayor desapareciera, aunque ciertamente debía estar como un jodido tomate.
Sora apretó la mandíbula mientras veía esto.
Tenía que ser una maldita broma.
El sonido del timbre alertó a todos en la casa.
—Oh, ya llegó la comida —Naruto salió de la cocina con una sonrisa, encontrándose a Shikadai hablando con Akihiko y Daiki, a Sora refunfuñando quien sabe qué cosa más atrás de ellos, y a Sasuke bajando las escaleras.
—Entiendo —la voz de Sasuke hizo que todos se giraran a verlo. Se notaba tenso, igual que Shikadai apenas lo escuchó, en ese preciso momento se encontraba bastante confundido y lo último que quería era respirar el mismo aire que el del mayor de aquella familia—. Sí, sí, está bien. Está bien, Temari, sí. Le diré a Shikadai enseguida..., no, no pasa nada. Ya, claro, como si eso fuera tan sencillo —Sasuke se detuvo, al verlos a todos viéndolo, a la mitad de las escaleras—. Bien, hablamos luego Tem, tengo una cena familiar que atender. Oh, Shikadai. ¿Te quedas a comer, no?
—Ah...
Shikadai se acomodó al lado de Daiki y luego de mirar a Sora, quien le miraba enojado, negó. No estaba de humor para nada, ahora mismo solo quería llegar a su casa y golpear algo, aunque lo más probable es que su madre y el tío Gaara estuvieran ahí para hablar con él mejor... ¿Debía seguir llamándolo de esa forma? ¿Qué había de su madre? Tantas mentiras y secretos... Y Sora viéndolo como si quisiera cortar su amigo. No. Debía salir de ahí.
—No, mamá dijo que teníamos que hablar de algo. ¿No? —Lo miró a los ojos. Sasuke pudo apreciar las llamas que su conversación habían dejado en ellos, y sintió una terrible culpa. Quizá, no era el momento, quizá debió esperar pero... No, con Akatsuki respirando tras sus narices, lo mejor era protegerlos a todos.
Su familia era primero que cualquier otra cosa, incluyendo los secretos de la misma.
—Claro —dijo entonces, asintiendo lentamente y volvió su vista a Naruto, antes de aclararse la garganta—. Bien, perfecto, Temari. Shikadai va en camino entonces —dicho esto, colgó. Sus ojos entonces se posaron sobre su esposo, quien traía con dificultad la comida—. Ayúdenle a su padre, tengo que volver por algo en la oficina —anunció, volviendo a subir las escaleras con prisa. No tenía que hacerlo, pero quería huir de él.
¿Naruto... vas a perdonarme?
Naruto se percató de esto y frunció el ceño mientras dejaba que sus hijos tomaran cada uno un pedazo de las bolsas, pero esto fue pospuesto cuando vio a Ayame salir con Hikari recién salida de la ducha. Les sonrió a sus dos estrellas y las invitó a ayudarle a poner la mesa mientras sus hermanos servían.
Shikadai habló con Daiki un momento mientras lo acompañaba a dejar las compras de sus padres y se despidió de ellos enseguida, también salió corriendo enseguida. Quería correr. No. Tenía que correr.
—Oh, por cierto —Daiki lo detuvo antes de que se fuera, sosteniendo timidamente su mano sobre el brazo del mayor, haciendo que el pelinegro lo mirara—. Gracias... por lo de las escaleras, de verdad creí que sería... un problema.
—¿Qué dices? Nunca vas a ser un problema para mí, pequeño —Shikadai le dedicó una de sus sonrisas mientras le revolvía el cabello, enternecido por la belleza del doncel menor—. Si sucede algo más, avísame —esta vez se refirió a lo que habló con Daiki mientras lo acompañaba a la cocina a dejar las compras—. Nos vemos, Dai —le dio un beso en la frente antes de girarse—. Adiós a todos.
—¡Adiós! —respondió el resto del equipo Uchiha-Namikaze.
—A-Adiós, Shika-kun.
El pelinegro le dedicó a Daiki una última sonrisa antes de darse vuelta y encaminarse a la salida, aunque justo cuando iba a recoger sus zapatos en el hall, se topó con unos ojos azules viéndole fríamente en la puerta. Quiso atragantarse ante la posibilidad de que quizá hubiera escuchado su conversación con Sasuke o al menos algo que pudiera ponerlo en una posición incómoda con el varón menor. Sora sólo arqueó la ceja, despectivamente.
—¿Ahora qué te sucede, Sora? —preguntó entonces, tratando de aparentar calma. Nadie más debía saber lo que él sabía, al menos no hasta que su cabeza se enfriara y él pudiera asimilar su parentesco familiar con la familia que ahora le veía como un simple amigo.
—¿Estás coqueteándole a mi hermano? —Sora tenía los brazos cruzados.
—¿Qué? —El pelilargo le miró como si hubiera dicho algo rídiculo -que si lo era-, además de todo lo que le estaba sucediendo, seguía molesto con el Uchiha por ocultarle algo tan importante como una novia, pese a notar que ni siquiera su familia lo sabía, se suponía que eran mejores amigos. Y para colmo, ahora le estaba acusando de coquetearle a su hermano—. Pero de qué mierda estás hablando. ¿Te estás oyendo siquiera? Ya está, te enloqueciste —afirmó al final.
Sora arremetió contra él y lo empujó hacia atrás. Si no fuera porque el mayor también practicaba fútbol se hubiera sentido jodidamente mal por la tacleada, pero...
—Respond- ¡Wah!
Claro que no contó que al empujarlo, Shikadai topara con el relieve del hall y ambos se cayeran. Así que sí, Sora cayó encima del pecho de su mejor amigo, en una posición bastante vergonzosa para dos varones como ellos. No era para nada masculina esa posición.
Shikadai cerró los ojos. Tsk, qué problemático.
Sora abrió grande los ojos.
—¿Por qué rayos te caíste? —gritó bajito. Al menos para no armar un escándalo.
—¿Cómo que por qué me caí? —abrió los ojos y lo observó ceñudo—. Si tú me empujaste, estúpido —Ni siquiera movió un músculo, aquello era demasiado problemático y un total fastidio. Sora lo observó ofendido—. Ya, quítate de encima. Pesas más que una ballena.
—¡Ha! Ahora me culpas a mí. ¡Y me dices gordo!
—Sí, tienes toda la maldita culpa —dijo, ignorando el hecho de que se comportara como si fuera un doncel en sus días. Suspiró, pasándose la mano por el cabello—. ¿Quieres quitarte o planeas quedarte ahí para siempre?
—Me estás echando la culpa de esto —Sora lo agarró del cuello de la camiseta con fuerza.
—Así es, porque es tu culpa —agregó Shikadai, mirándolo aburrido.
—¡No era yo el que estaba coqueteándole a mi maldito hermano! —Quería golpearlo.
—Pues yo tampoco —le empujó con el hombro para soltarse de su agarre. Sora lo golpeó y resbaló, quedando en una posición todavía más comprometedora, alrededor de su cintura. Shikadai intentó pensar solo en lo problemático que resultaba esto y no en lo incómodo que sería si alguien los encontraran en esa situación, especialmente si ese alguien fuera Sasuke—. Además el único que está ocultando cosas aquí eres tú —lo apuntó—, si me gustara Daiki... al menos hubiera tenido el descaro de decírtelo.
Vale, por su mente quizá pasó que eso sería un poco incestuoso de alguna manera pero los Uchiha tenían algo con el linaje y no sería raro que entre ellos se... No. Por dios, Sasuke había jodido su maldita mente con aquello. Él era un Nara, aunque la mismisima NASA intentara decir lo contrario.
—Eres un...
—¡SORA!
Sora sintió el verdadero terror en ese instante.
Sasuke se erguió sobre el escritorio mientras intentaba hallar aquel documento que Temari le había solicitado minutos antes cuando ingresó en la habitación para huir de su familia por un rato. Maldición, si tan sólo la estúpida rubia fuera más especifica pero no, déjaselo todo a Sasuke, Sasuke es el mejor, siempre es...La visión del bendito papel descarrió el tren de sus pensamientos contra la ojiverde enseguida. Suspiró, estuvo por tomarlo cuando escuchó que tocaron la puerta de su despacho. Se preguntó quien podría ser, pero dadas las personas que estaban en casa, suspiró. A lo mejor era alguno de sus hijos, o en el caso más probable, Naruto.
—Teme —Sí, ni modo que otro más que Naruto.
—Adelante —dijo, y escondió los papeles en la pila de los papeles que tenía del trabajo. Se giró entonces, apoyándose contra el escritorio, dispuesto a sonreírle mientras lo entretenía. Conocía bien a su esposo, y viceversa, seguramente ya había notado que algo no andaba bien—. Mi dulce kitsune. ¿Sucede algo? ¿Otra vez incendiaste la cocina o solo vienes por un polvo?
—Eres un sucio —se quejó el rubio mientras lo miraba, y entraba al despacho, cerrando la puerta detrás de él—. Quería aprovechar que los niños están ocupados...
—Osea que sí lo querías. Adelante, ¿quieres el escritorio o el sillón? Quizá en el suelo, no me importa improvisar —Sasuke le dedicó una sonrisa traviesa. Naruto solo rodó los ojos.
—No-ttebayo, no es eso —Sasuke meneó la cabeza—. Es que encontré algo que quería mostrarte.
Sasuke se cruzó de brazos.
—Para mostrarme algo no tienes que encontrar algo, tienes que quitártelo —se mordió el labio. ¿Qué podría haber encontrado su lindo kitsune? ¿Era bueno o malo? ¿Había olvidado algo de aquello en alguna parte de la casa? Porque estaba seguro que si era así, Naruto lo mataría. Intentó seguir con su fachada tranquila y traviesa, aunque cada paso que daba su esposo lo ponía cada vez más intranquilo e inseguro.
—¿Qué es esto, Sasuke?
—Puedo explicarlo, lo juro —dijo entonces.
El rubio le miró con el ceño fruncido, a la espera de su explicación.
—Nuestros padres se están tardando —comentó Ayame, una vez que todos estuvieron satisfechos con como quedó la mesa y la comida servida. Akihiko solo la miró aburrido.
—Seguro están ocupados comiéndose las bocas —rodó los ojos.
—Yo creo que se quedaron viendo televisión —apuntó Hikari con una sonrisa inocente. Los mayores y Ayame se dedicaron una mirada, tal vez no era ninguna televisión.
—Bah, a lo mejor están hablando —dijo—, como sea. ¿Han visto a Sora?
—Se supone que estaba aquí con ustedes —replicó Ayame—, hace rato que no lo vemos.
—Ni nosotros —Akihiko alzó los hombros, y miró a Daiki que permanecía ensimismado mirando su mano como si fuera un tonto—. Ey, ¿y tú qué?
—¿Ah? Na-nada. Tampoco he visto a Sora —agregó, para que su gemelo no sospechara de él. Aunque eso era prácticamente imposible, y lo sabía, todos ahí de hecho, estaban casi seguros de saber que era lo que ocurría. Hikari suspiró.
Que si supiera...
—Bien —Akihiko, sin embargo, le dejó en paz aunque no le quitó la mirada de encima ni un segundo. Había algo en él que le decía que debía cuidar mucho a Daiki, era un doncel extrovertido pero también tenía un gran corazón que podría ser dañado con facilidad.
No quería que sufriera.
Bajo ninguna circunstancia.
—¿Otra vez tú? —Takahiro se volteó a ver al pelinegro de ojos ébano.
El pelilargo parpadeó, se estaba haciendo una coleta pues en su afán de correr de aquella casa se le había soltado la anterior, levantó la mirada y le vio en silencio. Ya no llevaba cajas como la vez anterior pero sí un extraño cuaderno.
—¿Eh?
—Nada —Takahiro negó con la cabeza. Se supone que no debía hablar con él ni con ningún Uchiha, menos un Sabaku No—. Te ves... mal. ¿Estás bien? ¿Quieres que llame una ambulancia o algo?
Shikadai meneó la cabeza y se quedó admirando los ojos del chico.
—¿Vives por aquí? —se atrevió a preguntar. El pelinegro negó con la cabeza—. Yo tampoco.
Takahiro sonrió.
—Deberías ir a casa, casi es hora de cenar —agregó entonces.
—¿No te da miedo salir solo a estas horas? Es malo para un doncel —dijo con una mueca.
—Soy un varón —respondió, alzando los hombros y riendo al ver la sorpresa del otro joven—. Y no, de hecho voy cerca. Y tengo algo de prisa. Ah —se detuvo y se miraron—, trata de sonreír un poco más, te queda bien —le guiñó un ojo antes de salir de ahí.
Shikadai bajó la mirada abochornado. ¿Qué fue eso?
—¿Le coqueteaste a t-?
—Cállate, tenía que procurar que no me viera —Bufó al ver la oportuna pelirroja aparecer—. Vamos, Kushina-sama está esperando.
Hanna asintió.
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¿Se perdieron? ¿Se encontraron?
Feliz Inicio de semana, por cierto xd.
¿Y qué mejor forma de comenzar una semana que explotando sus cabezas, digo subiendo nuevos capítulos? Jajaja. Espero hayáis disfrutado.
Un saludo.
Amnesia, fuera.
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