Capítulo 11; La Boda.

—Muy bien, ya pueden decir sus votos y entregar los anillos —dijo el cura.

El doncel rubio parpadeó algo nervioso y se giró a ver a su novio. El Uchiha se veía impecable como siempre en aquel traje, apuesto y sexy como nadie más, y ahora... sería solo suyo. Lo vio sonreír y dar un paso hacia él, intimidante. Agachó la mirada, mientras oía los latidos descontrolados de su corazón.

—Fuiste, eres y serás siempre mi único y verdadero amor.

Si Naruto todavía respiraba para aquel momento, dejó de hacerlo. Sus ojos azules no se apartaron ni por un segundo de los ojos onix que le veían con tanta devoción, ni siquiera notó cuando Sasuke tomó el anillo de bodas del pajecito (Konohamaru), y tomó su mano con la otra mano.

—Desde este día, Naruto, eres un Uchiha y más importante aún, mi esposo. No voy a dejarte ir y todos serán testigos del inmenso amor que te tengo —Naruto al escuchar esto miró hacia donde Sasuke generalizó, todos estaban viéndolos y eso solo consiguió ponerlo más nervioso todavía, estaba tan rojo como uno de esos tomates que Sasuke tanto adoraba—. No habrá poder en la tierra que consiga separarme de ti, eres parte de mi alma. La razón de mi existencia es para estar junto a ti. Te prometo que, sin en un momento te fallo, corregiré mis errores y si en algún momento me fallas, perdonaré tus fallas porque seguimos siendo humanos.

Naruto exhaló un poco ante aquello, y sonrió, con los ojos acuosos. 

—Estaré contigo en la eternidad, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, en cada momento te acompañaré... porque te amo, Naruto —susurró finalmente, colocando el anillo en su dedo anular de su mano izquierda. Naruto apreció entonces como se veía y luego carraspeó, sabiendo que tenía que dar sus votos y seguido de eso colocar el anillo en la mano de su esposo. 

Tanto tiempo que había imaginado como se vería aquel anillo en la bonita piel nívea de su novio, finalmente podría resolver aquella duda. Se mordió el labio al ver la mirada que le dirigía su novio-esposo, y cohibido miró a todos, que ya habían parado de aplaudir y miraban expectantes.

—Yo, ah... E-estoy... Dios, espera, lo olvidé-ttebayo —Quería que la tierra lo tragara. 

—Anda, dobe —lo impulsó el Uchiha, sin abandonar aquella sonrisa firme y su tranquilidad. 

¿Qué no tenía nervios? Por supuesto que no los tenía, llevaba tanto tiempo planeando eso que seguramente incluso sabía que iba a decir y como reaccionar. Malditos genes Uchiha. 

—¡No me digas dobe, teme! Ah, mira que hasta en nuestra boda. Tsk —se quejó, abochornado. 

—Usuratonkashi —Sasuke sonrió más grande—. Pareces un gatito asustadizo. 

—¡De eso nada! Escúchame bien, que voy a empezar. 

—Hmp. Te estoy, corrrijo, te estamos escuchando antentamente. 

—¡Eres insufrible! —chilló, y luego miró a todos con una mueca que pretendía ser sonrisa—. Muy bien. 

Se aclaró la garganta como tres veces antes de posar sus ojos en los del otro. Si miraba a otra parte se iba a morir de la vergüenza, y comenzó a recitar los votos que había escrito con esmero y mucho, mucho problema le había costado aprenderse. Llevaba meses aprendiéndolos. 

—Sa-Sasuke Uchiha —apretó un poco los labios cuando tartamudeó, pero no por eso se iba a callar—. De-desde este día, yo, Na... Naruto, acepto ser tu... esposo.

—¿Qué dijiste? No escuché. 

—¡TU ESPOSO! —Gritó avergonzado, y Sasuke se rió.

Rodó los ojos. 

—Qui-quiero que sepas que... te amo —dijo, Sasuke susurró un ya me lo había figurado que hizo que lo fulminara con la mirada—. Como a nadie, como aman los lunáticos a la luna y mira que es mucho, eh. 

—Naruto... 

—Ya, ya, voy a ponerme serio. Es que estoy nervioso-ttebayo. 

—Tómate tu tiempo. 

—Bien. 

Cinco horas más tarde...

Es broma, cinco minutos después

—Tú, Sasuke, eres la persona con la que quiero caminar por el resto de mi camino. Bajo el sol, la lluvia, entre las sombras y la luz, por siempre y para siempre —Sasuke se quedó en silencio, sabía a que se refería a Naruto con su camino, algo muy elocuente que decía desde niño y que le había calado al alma definitivamente—. Acepto también el compromiso de ser aquello que has soñado toda la vida, y de permanecer a tu lado por el resto de mi existencia. 

Sasuke apretó su sonrisa. 

—Llegar a este día no fue nada fácil dattebayo, pero ha valido la pena cada segundo que puso a prueba nuestra vida como pareja, hemos crecido juntos, tanto física como espiritual y mentalmente, y eso nos hizo la pareja que somos —Naruto bajó la mirada, sonrojado—. Con... con esta promesa de amor yo, Naruto, te demue-demuestro que estoy completamente seguro de pasar el resto de mis días amándote, alegrándote, apoyándote, haciéndote feliz y siendo feliz contigo.

—Naruto...

—¿Sí-ttebayo?

—Prometo también tocarte siempre. 

—¡Ero-Sasuke, baka, baka, baka! —lo golpeó amablemente. Jiraiya y Orochimaru rieron tan fuerte que se escuchó en toda la capilla, Tsunade los golpeó a ambos en la cabeza.

—¿Quieres ponerme ya el anillo, dobe?

—Ni siquiera nos hemos casado y ya andas de mandón-ttebayo —Naruto frunció el ceño y suspiró—. Arruinaste el momento —tomó el anillo y sonrió agradecido a Konohamaru, el pobrecito finalmente pudo irse a sentar. 

—¿Ibas a decir algo más?

—Extiende tu mano —ordenó. 

—¿Y yo soy el mandón? —se burló Sasuke, haciéndole caso. 

Naruto se quedó en silencio, admirando entonces la mano de su esposo y el lugar donde iría aquel anillo. Ahora sí, perras, perdieron a su idol porque será mío para siempre, kuku.

—Sasuke Uchiha, ahora que has prometido amarme incondicionalmente, no dejarme ir jamás es más que un requisito —lo miró a los ojos—. Desde hoy, estamos más que casados tteba. Estamos jodidamente casados. ¿Me oyes? Tú sonrisa será mía desde hoy y para siempre. 

Sasuke sonrió cuando Naruto encajó finalmente el anillo. 

—Muy bien —el cura suspiró, finalmente—. Puedes besar al doncel. 

—No se diga más —Sasuke sonrió y se acercó a Naruto. 

Rodeó el cuello y la mejilla del otro con sus manos y lo atrajo hacia él, uniendo sus labios y sus almas por primera vez. Desde ese día... serían marido y doncel. Por y para siempre.

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No hay nada más emotivo que una boda, excepto quizá la boda de tu hija mayor. Sarada y Takeshi se van a casar luego de salir juntos durante casi siete años, como en sus tiempos Naruto y Sasuke hicieron lo mismo. Esto trae a colación los recuerdos de su boda, y Naruto no puede sentirse más feliz y dichoso. Aunque cierta visión hará que se desmaye, claro que metafóricamente hablando, justo al final de la ceremonia... ¿Qué vio?

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—Naruto. 

—¿Sí-ttebayo?

—¿Puedes, por favor, calmarte? Me estás desesperando —Sasuke observó a su esposo con un tic en el ojo, mientras el doncel caminaba de un lado para el otro, mientras se jalaba el cabello y las horquillas que se estaba intentando poner despreocupadamente, no le gustaba mucho eso de los peinados extrafalarios pero tampoco quería llegar a la boda de su hija como un completo loco. 

—Lo siento-ttebayo, es que estoy muy nervioso —se detuvo, mientras se paraba a un lado de Sasuke, éste suspiró y se acercó a él, metiendo sus manos entre el cabello de su rubio esposo y acercándolo hacia él. Sarada carraspeó, saliendo del vestuario a la sala de la casa Uchiha-Namikaze. Sasuke terminó de acomodar la horquilla en la oreja y ambos se giraron a verla. 

—La que se va a casar soy yo, papa —Sarada sonrió, dejándolos boquiabiertos.

Totalmente deslumbrados.

—Oh por dios —Naruto chilló, mientras se acercaba a ella—. ¡Sara-chan, te ves muy bonita-ttebayo! 

Sarada Uchiha lucía un lindo vestido entallado, blanco reluciente, con escote en v en la espalda y cola de sirena. Su cabello estaba la mitad recogido y la otra mitad dejado en ondas, con un mechón sobre su lado izquierdo al estilo de Deidara e Ino. Llevaba maquillaje y lentillas, resaltando sus lindos ojos onix. Sasuke se cruzó de brazos y esbozó una sonrisa made in Uchiha.

—Es tan hermosa como su padre —dijo, arrogantemente. 

—Gracias-ttebayo. 

Sarada se rió ante esto y negó levemente con la cabeza mientras los miraba y sonreía. 

—Na-Naruto, ¿por qué estás llorando? —comentó Sasuke al percatarse de su hormonal doncel. 

—Lo siento-ttebayo. Es que parece que hubiera sido ayer que nos dijeron que eras padre, y mírala, se va a casar ya —Naruto se sorbió la nariz, mientras era abrazado por su esposo, Sarada le dedicó una pequeña sonrisa sonrojada—. Oh, ven aquí —le jaló del brazo para abrazarla, teniendo cuidado con el vestido, el maquillaje y el peinado por supuesto. 

—¡Hmp! Sentimentales —suspiró Sasuke, metiéndose las manos al bolsillo del pantalón. 

—Cállate, tú estabas peor anoche —lo apuntó, con el ceño fruncido y un puchero. Sasuke rodó los ojos, molesto porque Naruto comentara aquello. Sarada le miró suspicaz y se rió—. Que tu primera hija se va a casar, que esperas que ese Takeshi sea buen esposo y buen padre porque si no le haces el Amaterasu. 

—Vida equivocada, papá. 

—Ah, cierto, no tienes esos dones-ttebayo. Bueno, también pensó en que podría ahogarlo con una corbata de fuego que no tengo idea como crearía —siguió monologando—. Que ya estabamos envejeciendo, claro tú porque yo sigo en la flor de mi juventud. 

Sarada casi podía oír a Rock Lee y a Metal gritando ¡Así se dice, Naruto! 

—Pero no te preocupes, Sarada, tu padre y yo estamos realmente felices por ti. Este día va a ser uno de los más felices y cuando nazca tu bebé lo serás más todavía —Naruto dejó de caminar, y marear a Sasuke con su monologo, para acercarse y acunar la cara de la joven adulta—. Has crecido mucho-ttebayo. Estoy muy orgullosa de la mujer que eres ahora, sin duda has demostrado cada día de tu vida que eres una gran Uchiha. 

Sarada puso su mano sobre la de Naruto y sonrió, con los ojos acuosos. 

—Ni se te ocurra llorar porque si se te corre el rímel Miko-chan y mamá me matan-ttebayo. Aún recuerdo el sartenazo que me dio por llorar en el día de mi boda mientras estabamos en el baño arreglando mi maquillaje, oye mi consejo —aseguró con una sonrisa. 

Sarada se rió y asintió. 

—Bueno —Sasuke extendió su mano hacia la pelinegra—. Ven acá. Ya va siendo hora de que afrontes tus decisiones... A menos que quieras retractarte y volver a ca-

—Sasuke-ttebayo. 

—Ya... Está bien, está bien, sólo decía. Uno nunca sabe...

—Eres un idiota-ttebayo. 

—Déjalo, papá —Sarada sonrió y se tocó el puente de la nariz, era raro no tener sus gafas. Miró fijamente a Sasuke—. ¿No vas a decirme algo que ponga potencialmente mi trasero a la orden del sartén de Kushina-baachan? —reprochó. 

Sasuke sonrió de medio lado. 

—No tengo mucho qué decir —se inclinó hacia adelante y la abrazó—. Estás tan hermosa como siempre he sabido que eres. Estoy tan orgulloso como siempre me has hecho sentir. Y estoy tan feliz como sé que tú lo serás, casándote y haciendo tu familia junto al hombre que te ama. 

Sarada parpadeó. 

—Es la primera vez que lo aceptas como mi pareja —pronunció sorprendida. 

Sasuke suspiró y se rascó la nariz. 

—Ha pasado mucho tiempo, creo que ya era hora. ¿No crees? Después de todo, estás embarazada de ese idiota y estás a unos pasos de ser parte de la familia Hatake oficialmente.

Naruto sollozó.

—Ay, yo los amo. 

—Tu esposo/papá está sentimental.

Ambos Uchiha sonrieron ante lo dicho y miraron al rubio que hizo un puchero por sus burlas.

Takeshi estaba preparado para entrar en acción, mientras se terminaba de acomodar la corbata. Su padre Iruka le miraba en silencio mientras se sentaba tranquilamente en la isla de la habitación del hotel Rinnegan donde sería llevada a cabo su boda, cortesía de la familia Uchiha. Era, casualmente, la misma habitación en la que había estado trece años antes cuando Sora los había embaucado en toda esa maraña para conocer a Sasuke Uchiha, donde también había conocido a la mujer que estaría en la habitación donde había estado también aquella vez y a la que amaba con toda su alma. 

—Te ves bien —halagó Takeru, chiflándole nada más entró en la sala de la habitación. Él miró a su hermano doncel por el rabillo del ojo—. Aunque no tanto como yo, claro. 

Iruka sonrió al verlos. Ambos tan hermosos y unidos como siempre. 

—Ya quisieras —Kakashi entró cuando Takeshi dijo eso, haciendo que el peliplata menor le mirara. Ambos llevaban trajes parecidos, pero de diferentes colores y tallas -obviamente-, sin embargo se quedaron en silencio, analizándose. 

Kakashi se deshizo del nudo de su corbata al mismo tiempo que lo hacía Takeshi y se las colocaron, intercambiándolas. Takeru rodó los ojos y luego sonrió, aprobando la acción como Iruka. 

—Bueno —Iruka se levantó—, esto es bastante emotivo. ¿No creen?

—Ni que lo digas. 

Él mismo no podía siquiera creérselo, es decir, aunque claramente la habitación (suite) hubiera cambiado a través de los años y por supuesto, el resto del hotel también mientras se iban adaptando más y más a lo moderno, para él seguía siendo exactamente igual. Los recuerdos estaban grabados a fuego en su corazón. Se giró a ver a su padre doncel, quien llevaba un bonito traje verde menta, como su castaño hermano menor. Si bien Sarada y él querían exactamente una boda tradicional, habían preferido apresurar la boda antes de que la pancita de ella comenzara a ser más notoria y habían optado entonces por una ceremonia más occidental.

—No pareces muy nervioso —comentó Kakashi con una sonrisa.

—¿Bromeas? —Iruka se abrió paso hacia su hijo mayor y tomó la corbata entre sus manos para acomodarla, pues en la prisa que llevaba su hijo la corbata se había desarreglado—. Está muerto de los nervios —sus ojos chocaron con los ojos chocolate de su hijo—. No tienes de qué preocuparte, Takeshi. 

El peliplata sonrió, cerrando los ojos. Era imposible que su papá no viera a través de él, así que asintió y puso sus manos sobre los codos de su papá y lo jaló hacia él para abrazarlo. El castaño acarició su cabello con parsimonia, como cuando era pequeño. 

—Me siento desplazado —comentó Kakashi, de nuevo. 

Iruka solo rió, estirando un brazo y jaló de la mano a su esposo hacia él. Kakashi ni corto ni perezoso se abrazó a su doncel y le dio un beso en la frente a su hijo mientras lo bendecía. Takeru sonrió antes de abrazar a su hermano por detrás y meterse entre ellos. 

—¿Cuándo fue la última vez que estuvimos así de juntos? —preguntó meláncolico. 

—Oh, cuando dijiste que te ibas de la casa y me dejarías tu cuarto —dijo Takeru, bromeando.

—Sí, claro. 

Kakashi miró a Iruka y éste sonrió. 

Sora se irguió hacia delante mientras acomodaba los moños en el cuello de Daiki, esos que su padre les obligaba a usar, aun con la ventaja de que Naruto los había cambiado por corbatines removibles, de esos de fiesta solo por la incomodidad que les ocasionaban los demás. Ayame vestía un lindo vestido amarillo y Hikari uno celeste. 

—Pareces ocupado —comentaron desde la puerta, haciendo que él alzara la mirada y se girara hacia allá. Frunció el ceño al notar que sólo era Shikadai, el cual claro no pasó desapercibida la bienvenida que le dio su mejor amigo—. ¿Quieres algo de ayuda?

—Estoy bien —masculló, volviendo su vista a Daiki, quien sonrió cuando vio que el corbartín ahora estaba bien alineado—. ¿Por qué no ayudas a Akihiko con las bebidas del buffet mejor?

—Ah, así que eso se supone que hacías —comentó el pelilargo viendo al rubio que estaba detrás, acomodándose por quinceava vez las mangas de su traje. 

—¡¿Qué?! ¡¿No lo has hecho?! —Sora se giró a ver a Akihiko, dispuesto a regañarlo pero se percató que una rubia de ojos celestes le miraba con una pequeña sonrisa—. ¡Meiko-chan! 

La abrazó, olvidándose por completo del resto de las cosas, y la pequeña hermana de Shikadai se dejó hacer. Sora le agradaba tanto como ella a él, así que puso su cara en sus manos y lo miró fijamente. Ella había crecido adorando a Sora, y Sora conocía a Meiko desde que tenía menos de un año, de eso ya hacía doce años.

—¿Cómo estás, Meiko-chan?

—Yo bien —Meiko sonrió—. ¿Qué hay de ti?

—Ah —suspiró, mirando a sus hermanos que le dieron el visto bueno—, algo estresado, pero nada que un abrazo no arregle. Siéntate a mi lado, ¿sí? Me hará bien. 

—Ey, nosotros somos paquete completo. ¿Sabes? —mencionó Shikadia, buscando molestar.

—Mejor no —le sacó la lengua a Shikadai y sonrió a Meiko—, bueno. Nosotros debemos ir ya con nuestros padres, nos vemos en la recepción. 

—¡Hm! 

—Cállate —masculló, viendo de reojo al pelinegro y luego volteando hacia las niñas—. Después de ustedes, princesas.

—Gracias, amable caballero —comentó Hikari con una sonrisa mientras salía. Mientras que Ayame, Daiki y Meiko salían entre risas los tres. Akihiko, que ya estaba afuera miró de reojo como Shikadai retuvo del brazo a su hermano mayor, seguramente debido a la actitud hosca que su hermano había tomado los últimos días, y se decidió a seguir adelante. 

—¿Qué es lo que quieres? —masculló Sora, al verse retenido por el pelinegro. 

—¿Qué te pasa? Has estado evadiéndome el último mes. Estás ocultándome algo —aseguró, frunciendo el ceño—. Siempre que me ocultas algo, haces lo mismo. Te estás volviendo predecible, dobe —se burló. 

—No te atrevas a decirme así —le arrebató su brazo y entonces escuchó su teléfono, contestó enseguida—. ¿Qué? —dijo hoscamente. 

—Oi —la voz dulce de una mujer se oyó y Sora cerró los ojos. La había cagado—. Tranquilo, ¿por qué tanta agresividad con tu novia?  ¿Qué no estás feliz de oír mi voz?

—Oh, amor, lo siento —salió del cuarto, y mientras sentía la presencia de su mejor amigo -al cual no le había mencionado que tenía novia, como a nadie-, a sus espaldas, caminaba por el pasillo rascándose el dorso de la nuca—. No sabía que eras tú, contesté sin pensar. Estoy algo ocupado, ¿quieres que te llame más tarde?

—¿Olvidaste que vendrías? —reprochó ella entonces.

—Lo siento, olvidé decirte que hoy se casa mi hermana y no voy a poder pasar el fin de semana contigo como lo prometimos. 

Shikadai observaba en silencio la espalda de su "mejor amigo", mejor ocultando secretos mejor. Tenía el ceño fruncido. 

—Sí, sé que tus padres se van de viaje, pero entiende. Mi hermana se casa y luego de esto haremos una fiesta... Sí, sé que pude invitarte, pero aún no te presento a mis padres y quizás no estén conformes con tu presen- No dije eso, no dije eso pasa nada. Es que, ah, escuc-

Shikadai colgó la llamada por él. 

Sora abrió grande la boca y lo miró molesto. 

—¡¿Qué mierda te pasa?! ¡Era mi novia! —pujó, molesto—. Genial, ahora voy a tener que comprarle un montón de chocolates y vestidos para que me perdone, no solo por no invitarle y decirle de la boda de Sarada, sino también por colgarle la llamada. Muchas gracias, eh. 

Sin más, le arrebató el celular de las manos y se fue de ahí, furibundo. 

Shikadai parpadeó. 

¿Qué acaba de pasar? Espera... ¿Había dicho "novia"?

Frunció el ceño. 


—Pareces preocupada —Ren se acercó a la peliblanca—. ¿Temes que no sea suficiente?

—Pusiste una maldita C4 en un beetle —le miró con la ceja arqueada—. Creo que eso va a estallar y vamos a morir todos, aparte de las personas que van en el carro... Y A LAS QUE SE SUPONE DEBERÍA MATAR. 

Ren volcó los ojos. 

—Descuida, el beetle será cargado en el puerto y llevado de ahí directamente a su lugar. Nosotros no tendremos ninguna clase de contacto con la bomba, después de todo, los Namikaze no están esperando un ataque en un día como mañana. ¿Acaso estando en la cárcel se te durmieron las neuronas? —se quejó el pelilargo—. Eres molesta. 

—Ugh, tú cállate, Hyuga

El de ojos perlas levantó las manos en son de paz mientras se reía de medio lado.


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Algo soft para el alma, pero aún sigue siendo esta novela mía xd. 

¿Qué les parecieron los capítulos de hoy? Nuevamente me he poseteado a escribir xd.

Mal hábito, es que me preparo mentalmente para las terapias y posiblemente no poder escribir en un tiempo. Les cuento aunque sé que probablemente ni les interesa xd, el problema es que dijeron que tenía aparentemente dorsalgia mecánica -nunca había oído de esa wea-, y pues alp.

En fin, espero tengas un bonito fin de semana. 

Un beso. 

Amnesia, fuera.

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