capítulo 5
Una parte de mi memoria no acordaba con perfección mi infancia, y no es normal porqué antes del accidente lo hacía. No podría responder si fue a causa del choque. O si en sí, mi cerebro no quiere hacer recuerdo, tengo mis dudas al respecto. Sólo puedo ver pequeñas imágenes en mi cabeza. O sin bien, tener unos que otros momentos que nuca había vivido, y eso es preocupantes ya que se siente como si estuviera en otra vida. Mi deseo ahora es acabar con todo de una buena vez. ¿Suena tan amargo pensar eso? No lo creo, soy realista.
Pensé que podría salir de esta pronto. Por un maldito segundo, tuve la esperanza de estar mejor, con gente nueva. Me equivoqué. Me equivoqué y duele. Duele no tener nuevamente el control de tu vida.
Es casi medianoche y no tengo la valentía de dar la cara porqué sé que me rechazarán. Los entiendo, dan la mano y yo muerdo. ¿Qué esperaba, aplausos? Soy una estúpida.
Presiono mis palmas frías en los ojos antes de dejar de llorar y levantarme del suelo. Tomo una inspiración profunda y suspiro en un acto de valor. Estoy dispuesta a irme, lo he pensado bien y no puedo arrastrar a gente conmigo cuando ellos no tienen nada que ver. No soy así, aunque esté sola, no implica que sea débil. En parte lo soy, pero por lo menos trato de no caerme a pedazos. Aunque sigo diciéndome que ya no hay pedazos que arrojar, todos están en el suelo siendo llevados por el aire.
Me abrazo a mí misma y avanzo hacia las rejas, estoy temblando y el frío del demonio que hace no ayuda en nada. Mi cabeza duele y no sé explicar mi estado. Sé que si me detengo a pensar, lloraré de nuevo.
Doy un traspié, pero por suerte no me voy de bruces contras las finas y duras rocas. La puerta abrirse y el portazo al cerrarse me hacen apresurar mi paso. Sé que es él, sé que viene a decirme lo que piensa y no me quedaré a escucharlo.
— ¡Elena! — Su voz llega a las profundas neuronas, pero ni siquiera lo miro. A pesar de estar nerviosa, sigo mi camino.
Entonces, escucho la tierra, como si algo fuerte las hiciera mover de su lugar. En segundos, se interpone en mi camino, me jala haciendo que ruede por mis talones. Levanto la cara y su aspecto es de un hombre completamente dolido, algo que refleja cómo me siento.
Cierro los ojos y la lluvia que empieza a caer no es agradable en una escena así. Respiro hondo y con todas las fuerzas me aparto para dejarlo atrás.
«Para rematar tiene que llover. ¿Más dramático no pudo ser la escena? ¡Dios! »
— No — Evado la mirada. No quiero que me vea sufrir.
— No puedes irte, Elena. — Murmura con voz anhelante.
Estamos a menos de dos metros de distancia. Avanza e instantáneamente, retrocedo. Mi respiración se complica cuando veo sus ojos arder y su angustia.
— La decisión ya fue tomada. Me voy — Respondo de vuelta. Mi voz suena tan débil y temblorosa que quiero golpearme.
— No, por favor — Da otro paso adelante pero le sostengo la mirada impidiendo que avance. Suena triste y mi corazón se achica. Lo hace más complicado de lo que ya es.
— Adiós, Harry — Murmuro. No puedo seguir con esto.
Sentía ese estúpido nudo en la garganta, ese maldito nudo que me impide hablar. Juro que tengo las ganas de llorar. Aparto la mirada antes de que pueda cambiar de opinión.
Cojo mi orgullo y mi dignidad y me dirijo a la salida. Me sigue, lo sé porque siento sus pisadas atrás mío. Llega a mi lado y me jala del brazo, la diferencia, me junta a su cuerpo. Su tirón es fuerte que mi costado golpea su marcado abdomen. Y digo marcado puesto a que le toco más allá de lo debido. Y no pueden culparme, la lluvia ha mojada nuestras ropas y resbalo.
«¿Para qué quedarme si no puedo ser feliz? »
— No permitiré que te vayas — Me ordena con suplica.
— ¿Por qué lo haces difícil? — Me aparto de él. Las lágrimas ya me corren por la cara. No quiero demostrar mi debilidad. Odio sentirme indefensa. Odio el sollozo ahogado que trasmite mi voz.
— Elena... — Suplica conmocionado. Respira hondo y continua — ¿No ves que quiero ayudarte?
— No puedes ayudarme Harry. Nadie puede. ¡Así que vete de una vez! — Me aparto de él. Restriego mi nariz con la manga del buzo y me voy. Me duele....duele como alejo a las personas.
— ¿¡En serio te iras así nomás!? — Dice desconcertado.
— ¡Pues si no ves, lo estoy haciendo!
— ¡Deja de ser caprichosa y ven aquí!
— ¡Ya basta quieres! — Me giro rabiosa, lo enfrento lanzando una mirada feroz. — Deja de pretender que con tu linda sonrisa puedes reparar un daño, Bell. No soy como todas que con una simple palabra alegras la vida. Éste es el mundo real y es MI realidad. Nadie puedes ir contra ella.
— ¡Lo dices por el simple hecho de no permitirme estar a tu lado!
— ¡Y que harás! ¡eh!.... ¡Dime!
Una risa amarga brota de mi garganta. Niego y me obligo a quedarme callada. No caeré en esa raya prohibida. Sé que si lo hago, saldremos lastimados los dos.
Estoy furiosa, las lágrimas que recorren por mis mejillas las limpio con rabia. Solo quiero volver a mi lugar, a mi hogar. Quiero que todo sea como antes y este dolor no me siga torturando. El vapor del daño es un clavo en mí ser.
Mi subconsciente menea la cabeza en negación y la fuerte Elena que trataba de salir se encarcela nuevamente en su celda. Me siento exhausta, fatal. Necesito a mi madre. Ahora más que nunca necesito a mis padre, sus abrazos, sus palabras. Desearía que todo fuera un sueño y poder despertar sin ninguna marca.
— Hay una razón por la que te puedo ver y no es justo que trates de escapar sintiendo que esa es la única opción de estar bien por qué no lo es — Me dice y no puedo moverme. Su valor me ha paralizado. Mi corazón grita que puedo seguir junto a él, pero mi terquedad está ganando la batalla. — No estás sola Elena.
— Si no te has dado cuenta, siempre lo he estado. — Susurro derrotada.
Se me encoge el corazón y sucumbo a una oleada de sollozos silenciosos. Me duele tanto el corazón frente a una veracidad dolorosa que a veces quisiera arrancarlo de mi pecho, botarlo a la basura y empezar de nuevo. Pero sé que es imposible. Nada sale como uno lo planea.
— Te equivocas en eso... — Dice al cabo de un buen rato. Alzo la vista y lo veo ablandar sus ojos a una suave y calidad mirada. La lluvia cesa y la luz serena de la luna se hace presente — Ahora estoy yo. — Se acerca y me abraza con ternura, pero yo me mantengo distante y recelosa.
Es una verdad que dudo que alguien la pueda cambiar con unas simples palabras. Sin embargo, él lo está haciendo.
Me vuelvo muy despacio en sus brazos para poder mirarlo. Su mirada es expresivamente consoladora. En tan pocas horas, ha llegado a meterse al fondo de mi corazón. Recoge su brazo y acaricia mi mejilla mientras su yema del dedo pulgar pasea por mis ojos, arrebata las lágrimas restantes. Cierro los ojos y suspiro
«¿Qué debo hacer ahora?»
— Harry....
— Déjame estar a tu lado, Elena. No voy a lastimarte — Susurra. Me toma entre sus manos y apega su frente con la mía — Quédate junto a mí. — Lo miro atónita. Cierra sus ojos y veo que una oleada de emociones le cruza el rostro. — Sólo te pido que lo pienses bien y, si sigues con tu decisión de no estar más pues.... entenderé. Hasta entonces, quiero que te quedes y juntos salir de esta.
¿Han escuchado alguna vez que las palabras tienen poder? Pues en este momento se cumple el dicho puesto a que empieza ablandarme. Por razones desconocidas, siento que puedo confiar aunque eso signifique salir nuevamente lastimada. Sus palabras tan sinceras, provocan emociones que no pensaba tener. Logró derretir mi terquedad por completo. Hasta yo estoy impactada.
— Tienes razón. Me quedaré — Afirmo cabizbaja.
Vuelve a tomarme entre sus brazos y el vello y todos mis folículos pilosos de mi cuerpo entran en estado de emergencia. Dios... ¿Por qué hay ráfagas en mi estómago?
— Debes de decirme, Elena — Me dice con voz ronca y áspera — Debo saber qué es lo que te lastima.
Se me vuelven a llenar los ojos de lágrimas. El mundo se me derrumba bajo mis pies, he dejado ante mí, el inmenso abismo. Sabía que tarde o temprano, debía hablar. Y aun teniendo en claro lo que debo hacer, la mente se pone en blanco bloqueando cualquier forma de expresión. Tengo la necesidad de contar, de desahogarme como se debe. Pero a veces es difícil abrirse por prima vez.
«Inténtalo, Elena. Inténtalo por ti»
Respiro hondo antes de asentir y enseñar la entrada de la casa para sentarnos. Es lindo contar por primera vez mi vida al aire libre, supuse que lo haría en un cuarto de 4 paredes, acostada escuchando las mismas anécdotas de personas que se creen ser científicas sólo por tener un título. Como no es así, ésta idea me agrada.
— La felicidad no ha sido parte de mí vivir sabes... Todo ha resultado de la patada — Una sonrisa estúpida evade mis labios cuando el enojo se apodera de mí sistema. — Y no mejoró cuando papá falleció — Noto como aprieta sus ojos, como si le hubieran dejado un golpe sin aliento. — Mamá quiso saber mi sufrimiento y, obviamente nunca le dije. Mejor dicho, a nadie le he contado. Pensé que guardarlo, sería la forma de salir adelante, utilizar eso como mi fuente de energía. Pero lo que hice fue estropearme.
Observo incrédula un punto en específico. Creí que esos recuerdos habían sido guardados en lo más profundo, ese lugar donde no entra ni un estímulo. Al parecer, ya no soporto la soledad de no tener a papá, más cuando en ese día debía tener a mi héroe. Creo que por eso dejaron de estar en la oscuridad infernal de ese día.
— Elena.....
— Una tarde al salir del colegió el profesor de Ciencias y Biología me dijo que quería mostrarme mis proyectos calificados los cuales les sorprendía que uno de ellos lo hiciera mal. Tenía 14 años, me preocupaban mis calificaciones. No era la típica nerd ni nada por el estilo, sólo me gustaba que mis trabajos manuales queden en perfecto estado. Me asombró su preocupación ya que según yo, los había terminado bien, así que lo seguí. Al entrar en su oficina.....me dejé ver la cara de idiota — Toma mi mano y luego se acerca para abrazarme
— Él....— Su voz suena pastosa. Se congela, luce descompuesto, como si quisiera romper algo.
— Mi príncipe nunca llegó porqué él ya no estaba. — Sollozo — No vivir en ese momento era mi único pensar, pero debía levantarme otra vez, sola. Así que empecé a gritar hasta que unas profesoras me escucharon y me sacaron de ese maldito lugar. En el juzgado, le dieron libertad condicional. No encontraron evidencia alguna, así que dijeron que sólo fue para llamar la atención. Y aunque no haya hecho nada, el recuerdo perdura en la medula. Su hija, hizo un escándalo con carteles de lo zorra que era. Me desgraciaron la vida. — Las palabras salen de mis labios con tanto horror y angustia que duelen.
Fugaz mente, las imágenes se disparan.
Los encierros en el baño. Los baldes de agua helada en cada salón cuando entraba. Los chicos molestándome cuando llevaba mi falda del uniforme. Las maestras dejándome en un rincón si defender mi opinión. Mis fotos de la web viajando por cada celular de los alumnos y hasta la pantalla grande en la cancha de fútbol. Los insultos de los grupos que se creían lo mejor. Los golpes en el callejón.
— Elena — Dice anonado.
— No sabes cuantas veces entré y me encerré en el baño a tomar píldoras. Cuantas veces mi cuerpo se quedó sin comer por días. Miles de manera de suicidarme me cruzaban la cabeza, pero ninguna maldita vez funcionó. — Un sollozo intenso proveniente de mi garganta rompe el lugar. Cubro mi boca con mi mano para amortiguar el sonido antes de respirar con dificulta y continuar — Fue entonces que las cortadas enriquecieron mi sistema.
— Elena...no sé qué decir. — Suena herido
— No hay nada que decir, Harry. No hay cura. Soy un desastre que nadie quiere en su vida. Estoy destruida por completo tanto que ni yo sé si podré repararme. — Sueno derrotada.
Su mirada esta fija en mí. Sus ojos están llenos de dolor y, por un momento, creo que me comprende. Se acerca lentamente, se detiene y me obliga a alzar la vista para verlo.
— Si puedes... — Dice en un hilo de voz y mi piel se eriza. La opresión dentro de mi pecho es tan grande que apenas puedo respirar con dificultad — Pon esa bonita sonrisa y demuestra que puedes mejorar — Susurra. Sonríe levemente y me abraza — Estaré para protegerte, pequeña. No te defraudaré.
Escucho claramente algo romperse cuando esa palabra aparece. Mi corazón se ha convertido en miniatura. Creo que ninguna chica que está siendo abrazada por un chico como él está preparada para oír eso. Por ahora no estoy apta para discutir ese asunto. Lo dejaré pasar.
— ¿Y qué hay de ti chico listo? — Susurro con la voz entrecortada, aunque tiño el lado divertido. Sus nudillos acarician mi mejilla y mi piel hormiguea ante su tacto — No dejaras que sólo mi historia sea contada — Sonrío ampliamente cuando su risa ronca brota de su garganta.
Mis ojos se clavan en los suyos y se inclina hacia atrás para alzar sus cejas sorprendidos. Hace una mueca con su boca y sonríe otra vez. Amo su risa.
— ¡Ah, con que así vamos entonces! De acuerdo, por donde empiezo.... — Se hace el pensativo — Te diré de los 15 para acá — Se inclina hacia adelante, dobla sus piernas y posiciona sus brazos en ellas — Mi familia es respetada y, por ley, debía ser un ejemplo. Eso incluye, tener la calificación sobrepasado de los 9. Tenía que obedecer a mi padre en todo lo que decía. Por un lado lo hacía porque aún era ingenuo y no podía ir en contra de sus palabras. Después lo empecé a seguir por el auto que prometió. Ese... — Señala su cochera donde está su auto parqueado.
— El Range.....
— Rover Sporto — Continua él, orgulloso. — Lo es. Me sorprende que sepas de carros. No toda chica sabe de autos.
— A papá le gustaban. En su cuarto de oficina había un armario café enorme lleno de autos clásicos hasta los modernos. No me dejaba jugar con ellos o me mataba — Reí — Pero sí me los mostraba y me contaba como los hacía cuando tenía tiempo libre ya que eran armables.
— Todo fanático coleccionista entonces — Asentí — Mi sueño es tener una colección en la vida real, mi sueño. Ahora sólo lo veo como una simple ilusión. — Hace una pausa. Cierra sus ojos y suspira con pesadez — Cuando papá lo obsequio al cumplir los 16 por mis esfuerzos, la he cuidado con mi vida
— No hay nada ni nadie que te impida seguir el sueño. Nunca es tarde para cumplirlos.
— Espero algún día eso. — Choca su hombro con el mío, jadea antes de ver el cielo — Ellos me dieron la casa cuando les dije que quería independizarme. No lo pensaron ni dos veces en dármela — Sonríe irónico. Patea la piedra con fuerza y niega. Una parte de mi quería saber el sufrimiento. Pero creo que hoy no es el momento de poner mis narices en donde no me incumbe — Cuando tenía 19 años, mis planes de vivir solo ya estaban determinados y terminados. A esa edad, ya estaba listo en hacer mi vida apartados de ellos. Sólo me faltaba decirles y su aprobación. Después de unos días, me obsequiaron todas la llaves de aquí con la condición de que viva con mi hermana. Obviamente acepté. Dos años después de vivir los 3 juntos, ella decidió hacer su vida por separado.
— Es lindo ser el hermano mayor. Siempre quise tener esa compañía. Esa conexión inaudita.
Una sonrisa boba se apodera de mis labios y me apresuro a separar la lágrima rebelde que intenta salir.
— Ella es la mayor. Por ser hombre, debía tener ese papel de autoritario. Sin embargo, decidió irse y me quedé sólo con nana. Ella es como mi madre — El sentimentalismo con que lo dice, me da cierta tristeza e incógnita — También tengo cosas tristes, Elena. Entiendo cómo te ha tratado el universo. Mis padres eran de las personas que prefieren su trabajo a cuidar niños. No estaban mucho en casa y siempre la pasaban viajando. Creo que fue una de las razones por las que me fui de ahí. Los amo con mi vida, pero era mejor así — Mira a un punto fijo de su hermoso garaje. No tenía nada que decir por mi parte porqué sabía perfectamente lo que se sentía ser ignorado.
Involuntariamente tomo de su mano y le doy el mismo confort que él da. Espero que tenga fuerzas y lo pueda superar como yo.
— ¿Y tus demás razones cuáles son? — Pregunto curiosa
— Eso no se puede decir señorita — Niega con el dedo, divertido.
— ¡Oye! Eso es injusto — Me enfurruño a su lado y clavo mi vista al cielo. Una risa ronca brota de su labio y sonrió con el sonido agradable.
— ¿Por qué las mujeres tienen que ser tan dramáticas? — Pregunta extrañado sin dejar la diversión en su rostro
— Es nuestra naturaleza — Me defiendo moviendo mi cabello y le doy un empujón juguetón en el hombro
— Señorita, eso es mala educación — Me regaña y niega sin apartar la vista de mí.
— Igual que tú al no contarme todo. Estamos igual — Le respondo sacando la legua
— Malvada — Medio ríe.
La sonrisa de sus labios vacila. Un beso casto es depositado en mí mejilla, y sólo entonces, me dejo llevar por mis impulsos y le regreso el gesto. Nos observamos el uno con el otro, como si fuéramos sólo los dos. Por un momento no me acordaba que aún sigo tocando su mano, pero cuando la iba a sacar, él la toma entre la suya y la soba cariñosamente sin despegar su vista de la mía.
Verlo a él, sentado aquí a lado mío, me de cierta sensación que no podría describir. Tan fuerte como si estuviera viva, se siente bien. Se siente como si todo el peso de mis hombros se liberara. Su energía me recuerda la felicidad, esa la cual un día la tuvimos de pequeños.
Involuntariamente, coloco mi cabeza en su pecho cuando siento el nudo en mi garganta. No lloro, sólo dejo que me envuelva en sus brazos. Mi cara se hunde en su camisa y mis dedos se aferran a su mano. Siento como si mi vida dependiera de él, y no entiendo por qué.
Quiero que mi corazón entienda que los sentimientos hacia él son sumamente sinceros en el ámbito de amistad. Sin embargo ¿Por qué no me siento así?
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