Encuentro
Aioria salió del coche y miró a su alrededor.
Los caminos estaban abandonados, no había nadie a la vista, excepto un espantapájaros solitario en el campo a su izquierda.
Suspiró resignado; debió haber tomado un camino equivocado en alguna parte y terminó en medio de la nada.
Una ráfaga de viento lo hizo temblar por lo que, antes de abrir el auto, agarró su chaqueta del asiento trasero.
Se subió el cuello de la camisa cuando el viento pareció levantarse. Un movimiento a su izquierda le hizo mirar hacia arriba, pero sólo era el espantapájaros girando alocadamente.
Aioria suspiró. Confiaba en que Angelo no hubiera arruinado sus instrucciones.
Se estremeció de nuevo ante la fría ventisca y decidió regresar al coche, dar la vuelta y ver si podía volver sobre su camino para encontrar dónde había tomado un giro equivocado.
Puso la llave en el encendido y giró el tambor para poner en marcha el coche, sin embargo, no pasó nada.
Aioria volvió a intentarlo, maldijo cuando, tras repetidos intentos, el coche se quedó en silencio.
"¡Excelente!" golpeó el volante. "¿Qué diablos está mal ahora?"
El castaño estaba lejos de ser técnico y, excepto por saber dónde buscar el tanque de gasolina, o su medidor en el tablero, los autos eran un misterio para él.
Sacó su móvil pero, por supuesto, no había señal.
"Alguien está tratando con todas sus fuerzas de hacerme enojar ... y lo está consiguiendo" -gruñó en voz baja.
Salió del coche de nuevo y aunque sabía que no había ninguna casa a la vista, lentamente se dio la vuelta y miró de nuevo sólo para asegurarse.
Luego entrecerró los ojos, más allá del espantapájaros que todavía giraba locamente, creyó ver movimiento.
"Si hay un campo con un espantapájaros, el dueño del campo debe vivir cerca".
Con renovada determinación, Aioria comenzó a caminar en dirección al espantapájaros, con la esperanza de que lo que sea que se estaba moviendo, fuera alguien a quién pudiera pedir ayuda.
Cuando finalmente llegó al espantapájaros, Aioria se dio cuenta de que el movimiento que había visto, era un hombre arrojando fardos de heno desde un carro.
Agitó los brazos y gritó:
-¡Hola, hola!
Pero el hombre no reaccionó; probablemente estaba demasiado lejos.
Aioria miró al espantapájaros, que vestía bastante decentemente para un hombre hecho de paja.
Su rostro estaba mayormente oculto a la sombra de su gran sombrero de paja y se rió entre dientes cuando notó que alguien le había puesto una peluca de cabello morado ensortijado. También llevaba una bufanda larga de color naranja, que a Aioria le hubiera encantado llevarse para protegerse del viento helado, pero estaba fuera de su alcance.
Manteniendo el cuello de su campera junto con una mano, comenzó a tratar de llamar la atención del hombre en el carro.
Cuando Aioria se acercó, notó que el hombre tenía la misma bufanda larga que el espantapájaros, enrollada alrededor de su cuello.
"Alguien es un ávido tejedor"
Murmuró el castaño y luego volvió a gritar para atraer la atención del hombre.
El hombre miró hacia arriba ahora, era más joven de lo que él había asumido al principio. Lucía cabello ensortijado similar a la peluca del espantapájaros, tal vez alguien había querido gastarle una broma. Sin embargo, el extraño personaje no dió importancia a Aioria, solo frunció el ceño al mirarlo y volvió a tirar fardos desde el carro, mientras el burro tiraba lentamente de él.
De repente, algo negro y pequeño salió disparado desde los arbustos al costado de la carretera, justo en frente del burro que se asustó para luego empezar a correr desbocado, arrastrando el carro con él.
El joven fue arrojado de lado pero logró agarrarse al carro. Una repentina ráfaga de viento se apoderó de su bufanda y la hizo volar por el costado del carro de manera que quedó atrapada entre los rayos de la rueda.
Tirando y tensándose.
El joven trató de quitarse la bufanda, pero esta siguió enrollándose más y más en la rueda, mientras él comenzaba a arañarse la garganta cuando le empezó a faltar el aire.
El burro siguió corriendo y el carro desapareció en la distancia, dentro del maizal, arrastrando al hombre, mientras Aioria miraba, paralizado por el horror.
Saliendo de su conmoción, Aioria se dio unas palmaditas a sí mismo con manos temblorosas, tratando de localizar su móvil.
Cuando finalmente lo sacó del bolsillo interior de su chaqueta, sus dedos temblorosos marcaron el 911, pero para su total consternación aún no había señal, ¡no había nada que pudiera hacer!.
El gato negro que había asustado al burro, provocando un devastador accidente en movimiento, reapareció de algún lugar y corrió hacia donde había venido anteriormente.
Cuando Aioria lo siguió con la mirada notó que había una cabaña escondida entre los árboles. Bien podría ser la casa del desafortunado joven, pero el castaño sabía que necesitaba encontrar ayuda.
Rápidamente se acercó y comenzó a golpear la puerta, pidiendo ayuda a gritos.
Cuando finalmente se abrió la puerta, Aioria ni siquiera miró hacia arriba, simplemente se volvió hacia la carretera gesticulando salvajemente.
-¡Por favor, llame a una ambulancia, a la policía, a cualquiera! ¡Por favor, apúrese!
No hubo reacción inmediata y Aioria se volvió para mirar a quienquiera que hubiera abierto la puerta, para convencerlo de la urgencia de su súplica.
Jadeó y palideció.
-¡Usted! ¿Cómo? Yo ... él ...
La coherencia se perdió al ver a un joven de físico bien definido y varonil, con cabellos ensortijados de pie en la puerta que se abría, la figura demasiado familiar.
-Por favor pasa.
El joven agarró la mano de Aioria y lo arrastró hacia la casa, tiró de él hacia la parte trasera llevándolo hasta la cocina.
-Siéntese, por favor y tranquilícese.
Señaló una silla junto a la mesa.Aioria negó con la cabeza, todavía recuperándose de su experiencia.
-No-no entiendo...
Murmuró, sintiendo la necesidad de un trago fuerte.
Distraídamente, notó todo tipo de creaciones de paja, que iban desde muñecos hasta coronas y espantapájaros en miniatura esparcidos por la mesa.
Una mano le dio unas palmaditas en el hombro y pedazos de paja quedaron pegados a la chaqueta del recién llegado.
-Un té fuerte es lo mejor...- aseguró el joven. -Puedes pensar en alcohol, pero eso no es bueno para un shock. El té fuerte con mucha azúcar sí lo es...
Dijo el hombre mientras se apresuraba a preparar la infusión.
Cuando ambos tomaron la taza de té, el hombre se sentó frente a él y bebió silenciosamente su infusión.
-Por favor, explícame esto...
Exigió el castaño, todavía sintiéndose conmovido por lo que había visto. El joven asintió.
-Voy a contarte todo. Sólo dime qué fecha es hoy...
Aioria frunció el ceño y se encogió de hombros.
-31 de octubre.
Sin entender qué tenía que ver eso con todo lo ocurrido.
-Exactamente.
El hombre asintió con la cabeza como si eso explicara todo, pero cuando vio la cara en blanco de su visitante, continuó.
-Mi nombre es Milo. Lo que presenció, sucedió hace mucho tiempo. A mi tío bisabuelo...
Aioria se levantó de un salto y se inclinó sobre la mesa.
-¿Qué? ¡Eso no es posible! Vi a ese hombre, estaba tirando fardos del carro y luego... y luego su bufanda-
Se hundió en su silla de nuevo, enterrando su rostro entre sus manos al ver las vívidas imágenes de lo que había sucedido de nuevo...
-Es cierto...
Confirmó Milo en voz baja.
-Era el hermano de mi bisabuelo, se llamaba Milo y me pusieron su nombre.
Fue un accidente espantoso, horrible y cuando lo encontraron ...
Milo negó con la cabeza.
-No había nada que nadie pudiera hacer.
Aioria tomó un sorbo de su té, sosteniendo su taza con manos no demasiado firmes.
-No puedo creer eso!... Lo vi ... Dios, ¡lo vi ahorcarse!
Milo empujó su silla hacia atrás, pedazos de paja volando por todas partes y se acercó a Aioria.
-Está bien. Permíteme...
Dijo, ayudó al castaño a quitarse la chaqueta y comenzó a frotar la espalda contracturada de su visita.
-No eres el primero en presenciar esto, y dudo que seas el último. Esto sucede todos los años en Halloween
-¿Víspera de Todos los Santos?
Aioria respiró. ¿Esto sucede porque es Halloween?
Milo asintió y comenzó a masajear el cuello del joven, trozos de paja pegados a su sweater.
-Sí, no sé por qué, tal vez porque fue un accidente tan extraño... su familia siempre había deseado que se fuera de aquí, pero él no quería ya que en ese sembrado yacía sepultado su gran amor...
-Sí, tal vez...
Suspiró Aioria ante el suave masaje.
Eso se siente bien. Mi nombre es Aioria, por cierto. Mi coche se averió y estaba tratando de encontrar ayuda cuando ... cuando ... lo vi.
-Lo sé.
Murmuró Milo mientras mantenía una suave presión sobre los músculos del otro hombre.
-¿Lo sabes?
Aioria preguntó confundido.
¿Cómo puede ser eso?
-La ... aparición sólo aparece para aquellos que no saben...
Milo le dio una última palmada en el hombro a Aioria antes de caminar hacia el fregadero para lavarse las manos.
-¿Quieres un poco mas de té?
Preguntó por encima del hombro.
-Podemos llamar a un garaje para su automóvil por la mañana, aunque no me sorprendería que su auto esté bien para entonces.
Aioria se estremeció.
-No me gusta cómo suena eso.
Milo volvió a llenar su taza y de nuevo cayeron pedazos de paja sobre la mesa. Rápidamente los hizo a un lado.
-¿Qué pasa con toda la paja?
Aioria finalmente preguntó, su curiosidad nata, más fuerte que él.
Milo señaló una mesa auxiliar llena de más muñecos de paja y coronas de flores.
-Hago adornos de paja. Se venden bien, especialmente en otoño.
-Has hecho un gran trabajo con el espantapájaros
Señaló Aioria con la cabeza hacia el campo visible desde la ventana.
Milo frunció el ceño.
-¿Espantapájaros? No hay espantapájaros!
-Lo he visto.
Aioria se rió entre dientes.
-Tiene la misma bufanda que-
Inhaló bruscamente, empujó su silla hacia atrás y caminó hacia la ventana, mirando hacia donde creía que estaba el espantapájaros.
No estaba ahí.
Giró sobre sus talones y se detuvo frente a Milo con una mirada de enojo en su rostro.
-¿Qué juego estás tramando conmigo?
Gruñó. Señaló el campo.
-Estaba allí. Sé que estaba ahí. Incluso deseé poder agarrar su bufanda porque hacía mucho frío.
Milo levantó las manos.
-No hay juego, Aioria. Te estoy siendo honesto. No sé nada sobre un espantapájaros, pero ¿no te parece extraño que lo vieras con la misma bufanda?
Aioria apretó la palma de sus manos contra sus ojos.
-Realmente me vendría bien un trago fuerte ahora mismo.
Murmuró.
Milo asintió con la cabeza, sacó una botella de un armario y un par de vasos y sirvió dos medidas de whisky, empujando un vaso sobre la mesa hacia Aioria, que se quedó mirando el campo afuera, incapaz de creer lo que veía y se le contaba.
-Ojalá nunca hubiera puesto un pie fuera de mi auto.
Dijo después de levantar el vaso y tomar un trago profundo, sintiendo el ardor en su garganta.
-Lamento que sientas así...
Respondió Milo, con una pequeña y triste sonrisa en su rostro.
Ojalá nos hubiéramos conocido en diferentes circunstancias.
Miró hacia la mesa, trazando círculos con el dedo.
-Oye amigo...
Aioria se sentó en la silla junto a Milo y tomó una de sus manos en la suya.
-Lo siento, nada de esto es culpa tuya. Simplemente... me inquieta. No hay forma de explicar todo esto, a menos que esté viviendo una pesadilla.
Milo no levantó la cabeza, pero apretó la mano de Aioria con fuerza.
-Estoy reviviendo esta pesadilla todos los años, Aioria. ¡Todos los años!
Sin saber qué más hacer, Aioria se puso de pie y levantó a Milo de la silla, sus brazos rodearon el delineado y fuerte cuerpo para tratar de ofrecerle consuelo.
-Eso es horrible, amigo. Ojalá supiera qué hacer!
-Quédate esta noche...
Susurró Millo, aferrándose a Aioria como si estuviera a punto de desaparecer.
Por favor, dime que te quedarás?
-Por supuesto, si eso es lo que quieres. Bueno, en realidad no puedo ir a ningún lado sin mi auto de todos modos...
Respondió Aioria, quitando restos de paja del cabello de Milo.
-Gracias...
Dijo Milo y sonó aliviado.
El joven granjero preparó un estofado de carne para la cena y su invitado tuvo que admitir que tenía hambre, a pesar del día bastante estresante que había tenido.
-Esto está muy bien, amigo...
Felicitó a Milo, señalando con el tenedor su plato y el joven le sonrió alegremente.
Después de la cena, los platos fueron lavados y luego Milo se volvió hacia Aioria, un poco vacilante.
-¿Puedo mostrarte algo?
Preguntó y el otro joven asintió con curiosidad. Milo dio la vuelta a la esquina y entró en la sala de estar de la cabaña.
Abrió dos puertas, revelando una cama de armario con espacio para dos personas.
-Espero que no te importe compartir...
Dijo Milo.
El sofá está bastante lleno de bultos.
Aioria habría estado más que encantado de compartir algo más que una cama con Milo y asintió.
-Eso suena bien. Estoy agotado para ser honesto.
Milo le mostró dónde podía refrescarse y después de desnudarse hasta quedar con sus boxers, le preguntó a Milo por dónde le gustaba, adelante o atrás.
-Me refiero en la cama...
Agregó Aioria poniendo los ojos en blanco ante la sonrisa de Milo.
-La parte de atrás.
Respondió Milo y dejó que Aioria se subiera a la cama y se acomodara antes de subir también, arrastrando los pies hacia atrás y luego cubriendo con las mantas a ambos.
-Acogedor...
Murmuró Aioria mientras pasaba un brazo alrededor de la cintura de Milo, 'porque era lo mejor para paliar el frío', se dijo a sí mismo.
A pesar de la tentadora sensación del cuerpo de Milo apretado contra él, Aioria sintió que sus ojos comenzaban a caer y en poco tiempo se quedó profundamente dormido.
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Aioria se despertó sintiendo algo que le pinchaba el vientre desnudo y notó que Milo se había levantado de la cama.
Cuando echó hacia atrás las mantas, encontró montones de paja por toda la cama y rápidamente los apartó a un lado.
Recordó lo sucedido la noche anterior.
Aioria sentía sus párpados pesados pero sus sentidos despertaron cuando Milo giró en su posición y quedó frente suyo.
Sus ojos que eran de un hermoso turquesa, hipnotizantes, lo observaban juguetón, mientras una tierna sonrisa se colaba en sus apetitosos labios.
-Necesito compartirme contigo, hace mucho que no alimento mi cuerpo ni mi alma...
-Eres demasiado hermoso, muy atractivo... me es difícil creer que no tengas relaciones desde hace tiempo.
-No salgo de la granja, aquí tengo todo lo que necesito, mi vida está atada a este lugar... dependo de los visitantes como tú y hace varios años que nadie viene en esta época...
Además, me gustas mucho, tus ojos hablan de pasión y tu cuerpo promete lujuria... hace tiempo que no tengo ninguna de ellas.
Aioria lo veía con fuego en sus ojos, ese joven era demasiado atractivo para declinar su oferta.
-Mira que yo no puedo quedarme, bien puedes venir conmigo porque yo estoy de paso por aquí.
-Entonces sólo será esta noche... ya te lo dije, mi vida está atada al maizal.
Aioria vio sus ojos obscurecerse y sintió como sus manos acariciaban su pecho, cada vez yendo mas abajo.
Su respiración se entrecortó cuando su boxer desapareció y su miembro fue envuelto con maestría, tocando sus puntos erógenos, delineando venas y tendones y haciéndolo suspirar en necesidad y deseo.
No queriendo dejarle todo el trabajo, Aioria empezó su exploración en el bien definido abdomen mientras sus labios apresaban los contrarios y un duelo de lenguas no daba tregua a sus entrecortadas respiraciones.
Aioria se fue deslizando hacia abajo, dejando una estela de fuego en el cuerpo de Milo, sus besos quemaban mientras sus manos deleitaban al pelimorado.
Tomó toda su hombría de una con su boca, succionando y lamiendo, besando la punta y masajeando la base, haciéndolo retorcer de deseo por ser tomado.
Lo giró y le pidió que se pusiera en cuatro, cosa que Milo hizo gustoso, anticipando lo que vendría.
Aioria se colocó detrás suyo, entre sus piernas, besando su espalda, siguiendo la línea de su columna y llegando a su nuca, donde retiró el cabello pegado por la transpiración y besó la piel húmeda, que se erizó ante el suave roce.
Tomándolo del cabello, lo jaló demandante para poder besar esos labios de los que ya se estaba haciendo adicto.
Milo cooperaba ansioso, tocando, acariciando todo lo que estaba a su alcance desde su posición.
La lengua de fuego volvió a bajar con mortal lentitud hasta que se coló entre sus nalgas y le dio el beso negro más exquisito que recordaba.
Esa lengua pronto sumó dos dedos y fueron abriendo una brecha en su cuerpo que ya deseaba ser tomado, llenado y, cuando el falo de su visitante devenido en amante ingresó en su interior, una corriente eléctrica se instaló en su organismo.
Quería más, necesitaba más... lo quería todo... todo de su cuerpo reaccionaba a las estocadas firmes de Aioria, que lo penetraba duro, profundo y daba en su punto de placer.
Cambiaron de posicion y Milo abrió sus piernas para recibirlo nuevamente, viéndolo a la cara, observando la belleza que lo estaba poseyendo, con sus cabellos rizados rubios, ahora opacados por el sudor que los pegaba a su frente.
Tuvo un dejà vu, unos ojos iguales en un rostro similar, una sonrisa depredadora y un cuerpo hermoso... otros tiempos, el mismo lugar...
Al abrir sus ojos porque se sentía observado, Milo se perdió en el verde intenso de su mirada y quiso más, tener todo... todo de él.
En un movimiento inesperado, Milo se incorporó, aún con el miembro de Aioria en su interior y cambió de posición, tirándolo hacia atrás y cabalgándolo brutalmente, mientras lo besaba con pasión y el castaño sentía que se iba su vida junto al orgasmo.
Milo lo siguió cabalgando hasta tener varios orgasmos seguidos y dejando desfallecido a su amante.
Luego fue su turno de tomarlo, primero con la boca, bebiendo el elixir directo de su fuente, succionando su hombría llevándolo a un orgasmo tras otro...
Seguro se había desvanecido en medio del quinto orgasmo de la noche, con Milo embistiendo su próstata frenéticamente. Parecía que nada lo satisfacía pero él le dio todo de sí.
Aioria se frotó los ojos, salió de la cama y fue en busca de Milo.
No pudo encontrar al joven por ningún lado y, un poco preocupado, lo llamó.
-¿Milo?
Se vistió rápidamente y tenía la intención de comprobar si Milo había salido, tal vez había tenido un accidente... tantas cosas extrañas pasaban por allí.
Mientras se abrochaba la cremallera de los pantalones, Aioria miró por la ventana y se quedó helado.
Allí, en el campo, visible desde la ventana, estaba el espantapájaros.
-¡Mierda!
Metió los pies en sus zapatos, agarró su chaqueta y salió corriendo, cerrando la puerta de la cabaña detrás de él.
Caminó hacia el espantapájaros con cautela, sin saber realmente qué esperar.
Después de lo que había visto el día anterior, que el espantapájaros hubiera saltado desde su poste, no habría sorprendido a Aioria en absoluto.
-¡Idiota!
Se regañó a sí mismo mientras se detenía debajo del espantapájaros y miraba hacia arriba.
Esta vez el sombrero no cubría la cara y la respiración de Aioria se detuvo cuando vio las facciones familiares inmóviles. Era Milo!
-No, no puede ser!
Susurró Aioria.
¿Alguien le estaba jugando una mala pasada?¿Angelo quizás?
Fue debido a sus direcciones equivocadas que Aioria había terminado aquí en primer lugar.
Enderezó los hombros, se recompuso y se dirigió a su coche.
Justo cuando estaba a punto de llegar a su destino, escuchó una voz.
"Sólo el espantapájaros lo sabe".
Ya fuera el viento o su imaginación, Aioria prestó atención a las palabras.
Se volvió y miró al espantapájaros. Su rostro había cambiado y ahora tenía una sonrisa sádica, que lo asustó lo suficiente como para querer salir rápido de aquel lugar.
Sin embargo, parecía que corría en círculos, nunca llegando a su vehículo, que por el contrario, parecía alejarse cada vez más de él.
Aioria vio con horror que el maizal se cerraba a su paso, cobrando vida, poniendo distancia entre él y cualquier lugar o persona y volvió a sentir el murmullo en el viento.
-Ahora que has vuelto, ya no saldrás de aquí... no puedo volver a perderte...
El maizal seguía cerrándose a su alrededor, mientras Aioria corría para un lado y otro, buscando un modo de salir de allí.
Chocó con una enorme piedra en medio del laberinto que era el maizal y su piel tostada palideció al ver la foto antigua que se dejaba ver en la lápida...
Era él, tal vez un antepasado, pero era idéntico en rasgos, en todo...
Un auto que pasaba por la ruta a lo lejos le dio esperanzas al castaño, que gritaba por ayuda con todo lo que su voz le permitía.
Vio como dos personas se detenían y miraban curiosos hacia donde se encontraba.
-¡Aquí... aquí...!
Los observó acercarse sigilosos y adentrarse al maizal y de golpe temió por ellos.
-¡Cuidado con el maizal, los dejará dentro!
Gritaba desesperado, agitando sus brazos, para que lo vieran y escucharan... deseaba que lo ayudaran pero si lo hacían, estarían en peligro.
Los vio correr en su dirección, sin problemas y supo que todo estaría bien.
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El auto gris plata viajaba por la ruta desierta, la pareja observaba el despoblado paraje con curiosidad.
Un maizal frondoso, captó su atención y se detuvieron a observar y tomar fotografías.
El viento fuerte traía consigo el olor de las flores, tierra fértil y húmeda...
Se fueron adentrando por pura curiosidad, el aire susurraba palabras, gritos que no sabían de dónde provenían pero que se apagaban en la ventisca.
Vieron el espantapájaros y su curiosidad fue más fuerte.
Se acercaron hasta el mástil de dónde pendía, maravillados por la perfecta armonía del cuerpo hecho de paja, sus facciones parecían de una persona, nada de botones ni ramas por nariz.
Era realmente cautivante.
Algo, un susurro, una voz suave, los hizo voltear, viendo que a pocos metros, en otro mástil, se hallaba otro muñeco similar.
Sus brazos abiertos y en el aire como pidiendo ayuda, sus ropas eran nuevas y modernas, una peluca castaña rizada y todo el horror tatuados en sus ojos verdes y su boca cocida con hilo.
"Sólo el espantapájaros sabe, lo que es vivir atado al maizal"
FIN
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