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Yut Lung le había puesto las manos en los hombros; primero cariñosamente y con una sonrisa en los labios, pero su sonrisa fue convirtiéndose poco a poco en una mueca de disgusto y su agarre en las puntas de sus dedos clavándole la piel con fuerza y furia. Eiji reprimió un quejido. Tuvo que hacerlo, porque justo en ese momento, su compañero lo arrastró por toda la sala y la cocina hasta dejarlo acorralado contra el refrigerador.
—Eiji... —comenzó lo más tranquilamente que pudo, pero resultaba muy notorio que poco a poco perdía los estribos— ¿por qué?
¿Por qué le causaba tanto estrés?, ¿por qué lo hacía envejecer antes de tiempo?, ¿por qué atentaba contra sus vidas de forma tan deliberada?
Era lo que se había estado preguntando desde que lo vio entrar a la casa una vez más, mojado y junto al criminal que acababa de escapar de ahí por su propia voluntad. Aquel "por qué" abarcaba muchas cosas, pero podía resumirse con un simple: "¿Por qué eres tan tonto, Eiji?
—Yo tampoco estoy seguro —contestó el pelinegro encogiéndose de hombros— no podía dejar que se fuera así nada más. Hace frío, está lloviendo y puede perderse.
—No es un perro, Eiji —Yut Lung se masajeó el entrecejo en busca de paciencia. Si Ash Lynx no asesinaba a su amigo, entonces él terminaría haciéndolo. Tenía que respirar profundo, se recordó. Si se estresaba le saldrían canas.
—Bien, no querías que se mojara y se perdiera —recapituló un poco más tranquilo— ¿pero por qué tuviste que meterlo a la tina?
—¡Porque estaba sucio!
De haber tenido algún cuchillo a mano, él mismo lo habría apuñalado sin piedad.
—¿Qué haremos si viene la policía? —preguntó ya rendido. Cualquier intento de razonar con alguien con el corazón de abuela de Eiji era en vano; solo le quedaba buscar una forma de salir impune de toda esa situación— si se enteran de que está aquí y de que no lo hemos reportado nos culparán por ser cómplices de un asesino.
Presunto asesino, pensó el joven, pero se guardó el comentario para sí mismo. Yut Lung ya estaba suficientemente enojado con él como para seguir tentando a su suerte.
—Ya pensaré en algo —dijo cuando logró soltarse de su agarre. Aquella no era la mejor de las respuestas, pero pareció bastarle a su compañero al menos por el momento.
Eiji fue hasta uno de los armarios del pasillo y sacó de él una toalla limpia y seca. Tal como Yut Lung había dicho, había llevado a su invitado hasta el baño con la promesa de que volvería en un momento con algo para que se secara y ropa limpia. Tocó la puerta suavemente con los nudillos a la espera de una respuesta que no llegó. Había dejado de escuchar el sonido del agua corriendo y cualquier sonido en realidad. Puso una mano en el pomo de la puerta dispuesto a entrar, pero no llegó a girarlo porque escuchó la voz de Ash quebrándose en un jadeo lastimero. Sintió que el frío recorría su cuerpo empezando por las puntas de los dedos para terminar extendiéndose por toda su espalda; y aunque sabía muy bien que no era correcto espiar detrás de las puertas, se sentía incapaz de hacer cualquier otra cosa que no fuera quedarse parado escuchando al rubio, atesorando su llanto.
Solo cuando estuvo fuera de la habitación se dio cuenta de lo mucho que había tardado y de lo tenso que estaba. Soltó un suspiro y relajó los hombros y el cuello. Si seguía preocupándose de la forma en que lo hacía por los demás, terminaría envejeciendo antes de tiempo... sería un anciano a los 40, pensó mientras daba media vuelta para ir hasta la cocina y prepararle algo de comer a Ash, que debía estar muerto de hambre. Fue entones que se encontró frente a frente con Yut Lung, quien lo miraba atónito mientras sostenía un sartén por el mango como si se tratara de un arma.
—Creí que te había matado —le dijo con una mezcla de alivio y el tono que usaba su madre cuando le decía que limpiara su habitación— ¿por qué tardaste tanto?
Eiji consideró contarle lo que había escuchado junto a la puerta del baño, pero se arrepintió antes de abrir la boca. A nadie le gustaba que lo escucharan llorar.
—El cuarto estaba muy desordenado —fue la excusa que dio antes de dirigirse a la cocina para empezar a preparar la cena— ¿dónde pusiste los cuchillos?
Sacó los vegetales del refrigerador, los condimentos de la despensa y le quitó el sartén de las manos a Yut Lung para saltear todo en él. Todo ante la mirada desconcertada de su amigo, que no podía creer lo que estaba pasando.
—Lo metiste a la casa, le preparaste un baño... ¿y ahora le cocinas?
—Cualquier persona decente habría hecho lo mismo.
—Cualquier persona decente habría llamado a la policía —rebatió, aunque a esas alturas era imposible hacer cambiar a Eiji de opinión— eso si es que no se han enterado aún donde está... su fotografía está en todas partes, ni siquiera podrá salir a la calle.
En eso tenía razón, admitió Eiji. Tendría que buscar alguna forma de que pasara desapercibido, aunque aquello parecía imposible para alguien como Ash. Entonces, el rubio salió de la habitación con una toalla alrededor del cuello, el cabello húmedo y los pies descalzos.
—Tengo hambre —dijo sin dirigirse a nadie en particular y Eiji agradeció que fuera así. De otro modo, estaba seguro de que no podría sostenerle la mirada después de haberlo escuchado llorar.
—Si quieres puedes sentarte, debes estar cansado —le dijo con la vista fija en las rebanadas de zanahoria que estaba cortando con un cortador de pizza, la única herramienta útil que había encontrado después de que Yut Lung fiscalizara la cocina.
Esa, al igual que casi todas las cosas que había dicho hasta el momento, había sido ignorada. Ash comenzó a deambular por la casa ante un horrorizado Yut Lung que intentaba pegarse a la pared todo lo que podía para que el asesino no notara su presencia.
—¿Qué está haciendo? —le preguntó a Eiji en un susurro. Él levantó la cabeza y vio a Ash abriendo y cerrando los cajones, yendo de allá para acá y curioseando hasta en el último rincón de la sala.
—Seguramente está aburrido —comentó quitándole importancia.
—¡Seguramente quiere matarnos!
Mientras ellos discutían, Ash abrió el cajón de una de las mesas junto al sillón y de él sacó un par de anteojos redondos de montura muy fina. No tenían aumento y eran solo un accesorio, por lo que no resistió la tentación de probárselos.
Su rostro se veía muy extraño con ellos, aunque también podía deberse a la poca costumbre que tenía de mirarse a sí mismo. Estaba estudiando las facciones de su rostro cuando un grito de emoción lo hizo sobresaltar.
—¡Eso es! —dijo Eiji dejando de lado todo lo que estaba haciendo para ir hacia él— solo hay que ponerle lentes y nadie lo reconocerá, como Superman.
Yut Lung se golpeó la frente y negó con la cabeza mientras Eiji giraba alrededor del rubio para verlo desde todos los ángulos. Estaba convencido de que su plan era infalible.
—No vamos a engañar a nadie —dijo el de cabello largo— nadie sería tan tonto como para caer en algo así.
El timbre sonó por tercera vez esa noche. Nunca nadie los visitaba y ahora, de súbito, parecía que se habían vuelto tremendamente populares. Se trataba de la señora Ann, su vecina de abajo, la que tenía como pasatiempo hacerle la vida imposible a todo el que viviera a un kilómetro a la redonda de su casa. Rondaba los cincuenta años y llevaba siempre una bufanda de piel de imitación, pero que resultaba igual de desagradable que una original, porque tenía una cabeza de zorro en una de las puntas. Aquella horrible cabeza era la responsable de que Eiji se hubiera vuelto vegetariano.
—Han estado haciendo mucho ruido, ¿qué están haciendo? —preguntó.
—Hola, señora Ann —contestó Yut Lung mientras intentaba tapar con su cuerpo el interior de la casa— lamentamos haberla incomodado, ya mismo vamos a hacer silencio... vamos a estar callados como tumbas.
Pero sus palabras diplomáticas no fueron suficiente para calmarla y Ann terminó empujándolo para entrar. Quería ver con sus propios ojos a qué se debía tanto escándalo. Sin embargo, no encontró fiestas descontroladas ni orgías salvajes, como esperaba, solo a sus dos vecinos en pijama temblando y sudando de los pies a la cabeza y a un chico rubio con gafas.
La mirada escrutadora de Ann recorrió el lugar en busca de cualquier indecencia, pero lo más escandaloso que encontró fue la fotografía del criminal Ash Lynx en la televisión.
—No sé de dónde los conozcas —le dijo a Ash mientras le señalaba a los dueños de casa— pero no te conviene juntarte con ellos, son mala influencia.
Y salió del departamento con la cabeza en alto, la cabeza de zorro dando saltos en su espalda y sin haberse enterado de nada. Eiji había probado su punto: las gafas eran infalibles.
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Hola :D ¿Cómo están? Siempre me he preguntado como será usar lentes super lindos solo como accesorio, pero la triste realidad es que soy ciega como un topo y mis lentes son feos y con mil de aumento.
Espero que les haya gustado el capítulo, nos leemos en la próxima actualización <3 Se me cuidan.
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