14
Perdón ;w; por dejar esto tirado y por decirles que iba a actualizar, soy una osa osa mentirosa. No merezco su perdón, pero voy a intentar ganarlo con más capítulos.
Ash le había preguntado varias veces si quería ir con él antes de desaparecer por las puertas de aquel bar y ahora se arrepentía de haberle dicho que no. Había sido muy ingenuo al creer que estaría bien por su cuenta.
El joven apuró lo último que le quedaba en el vaso y procedió a limpiarse los labios con una servilleta. No era solo que el hecho de salir de su casa lo hiciera sentir incómodo, sino que creía que realmente moriría en cualquier momento en ese lugar atravesado por uno o mil disparos de alguno de los otros clientes. Aquellos hombres de traje elegante, dientes de oro y cadenas no podían ser otra cosa que mafiosos.
—De todos los lugares de la ciudad... ¿por qué Ash tenía que elegir uno como este? —dijo encogiéndose en la silla cuando un grupo de mujeres vestidas muy elegantemente pasaron por detrás, riéndose y murmurando cosas sobre él. ¿Que cómo sabía que hablaban de él? Pues lo sabía y ya. Sabía que era extraño y que su ropa de gimnasia y su rostro pálido desentonaban completamente con el lugar y que era una completa abominación. Podía escuchar sus pensamientos y eso era peor que estar muerto.
—¿Le traigo otro de esos, señor? —uno de los meseros se acercó a su mesa para llevarse el vaso que acababa de desocupar y Eiji sintió que todos sus músculos se tensaban antes de poder soltar una palabra.
—No, gracias... e-estoy bien.
—Su amigo se está tardando mucho ahí dentro —dijo volteándose hacia la puerta que separaba el espacio abierto al público de las oficinas de la parte trasera— ¿quiere que vaya a buscarlo por usted?
Y aunque estuvo tentado a decirle que sí y a echarse a llorar en sus brazos como un gesto de gratitud, recordó por qué habían ido ahí en primer lugar y se contuvo. El Majesty era un bar-restaurante situado en uno de los barrios más peligrosos de la ciudad, lo que hacía que su opulencia destacara aún más. Era muy conocido por ser el lugar de reunión de muchos tipos importantes en el bajo mundo, los cuales preferían ese lugar para hacer transacciones y todo tipo de negocios porque la policía rara vez llegaba hasta ahí.
La puerta se abrió después de unos segundos y vio salir a Ash del otro lado. Se acercó a la mesa con las manos en los bolsillos y cara de fastidio, la misma que ponía cuando Eiji no le permitía dormir los cinco minutos más que pedía cada mañana.
—Buenas y malas noticias —dijo dejándose caer en la silla junto a Eiji— las malas son que hablé con el dueño del local, pero dice que no ha visto a Dino desde que dejaron de ser socios hace más de un año. Dejó el tráfico de personas y ahora se dedica a vender biblias o algo así.
—¿Y las buenas?
—Le dije que estabas de cumpleaños, así que van a darnos una ronda gratis.
—Pero... —se detuvo antes de poder decir que no estaba de cumpleaños, pues no quería que el rubio se riera de él más de lo que ya lo hacía.
—Estoy muy impresionado —comentó divertido y enternecido por igual— no pensé que aguantarías tanto tiempo aquí. Seguramente es muy distinto a los lugares a los que Mark te lleva a tener citas.
—No sabía que esto era una cita —respondió y consiguió que el rubio desviase la mirada, avergonzado, hacia la pareja de la mesa de al lado— ¿es una cita? —insistió, animado, seguramente, por el trago que acababa de beberse. Sentía el rostro adormecido y el estómago caliente; no tenía nada que perder— porque no me molestaría si lo fuera.
—Eiji, estás hablando como borracho, ¿cuántos vasos te tomaste mientras yo no estaba? —trató de parecer relajado mientras veía tres dedos en la mano del pelinegro alzándose, pero por más que lo intentara, no podía ocultar cosas evidentes, como que también él comenzaba a sentir calor por todo el cuerpo— a Mark no le gustaría que hablaras así.
Eiji resopló y recargó los brazos en la mesa para ocultar el rostro entre ellos. Ash no quería dejar morir la conversación ahí. Quería saber si lo que decía era cierto y si ellos realmente estaban saliendo, cuando una pregunta lo dejó sin habla.
—¿Alguna vez has besado a otro hombre porque tú querías hacerlo?
Algo en su interior se removió cuando recordó el beso que había dejado en los labios de Eiji mientras este dormía. Esa era la única ocasión que podía recordar.
—Sí.
Eiji bajó la mirada y se acomodó en la silla antes de seguir hablando.
—La otra noche Mark me besó —dijo. Como estaba mirando el mantel, no se dio cuenta de que todos los músculos en el cuerpo del rubio se tensaron, como si estuviera a punto de salir corriendo— fue extraño... en realidad no estaba pensando en él mientras lo hacía, sino en otra persona.
Ash, quien tenía los ojos como platos desde el inicio, por poco se cae de la silla cuando Eiji le dijo eso último. Ahora no solo tenía que preocuparse de que a su amigo le gustara Mark, sino que había alguien más en la ecuación. Se llevó una mano a la barbilla para pensar, pero era tremendamente difícil concentrarse cuando Eiji lo miraba desde el otro lado de la mesa con aquellos ojos tan oscuros y hermosos. Tenía las mejillas teñidas de rojo, aunque no sabía si era por el alcohol o por la vergüenza que le daba hablar de esos temas. No tuvo tiempo de comprobarlo, pues justo en ese momento, le llegó desde algún lugar a sus espaldas una pista, la única que había tenido desde que comenzó a investigar.
—Ya te dije que no tengo nada que ver con eso, perdí la pista de Dino cuando nos vimos en el puerto la última vez —dijo un hombre que acababa de levantarse de su mesa. Llevaba un traje elegante y el cabello engominado hacia atrás. Una de sus manos estaba en su bolsillo mientras que la otra sostenía un celular junto a su oreja— por supuesto que no, estoy limpio desde hace meses... me da igual lo que creas.
El rostro de Ash se iluminó al oír aquellas palabras, mientras que el de Eiji parecía sacado de una película de vampiros por lo pálido y sin vida que había quedado. Estaba dispuesto a ayudar a Ash y a llegar hasta el fin del mundo por él, solo que no esperaba que el momento de la acción llegara tan pronto.
—Sí, sí, tengo lo que me pediste —dijo el hombre del teléfono justo antes de llegar a la puerta— voy para allá.
Y salió del local con rumbo al estacionamiento.
—¡Hay que seguirlo! —dijo Ash poniéndose de pie de golpe y arrastrando a Eiji tras él. Tanta era su energía que por poco se lleva el mantel con todas las cosas encima.
—¡Pero y la cuenta!
—¡No hay tiempo para eso, Eiji! —le dijo sin dejar de correr mientras a sus espaldas, los camareros gritaban para llamar a los de seguridad. Eiji suspiró y se dejó llevar con el corazón latiéndole a mil por hora, tal como había estado siempre desde el momento en que conoció a Ash.
El taxi los había dejado cerca de un edificio abandonado, a solo un par de metros del auto que habían visto salir del restaurant. Cuando bajaron, Ash corrió hasta una de las puertas de la parte trasera y Eiji lo siguió, pero se quedó a un par de metros y mirando en todas direcciones mientras el rubio quitaba las tablas de madera que protegían la entrada con las manos.
—Esas tablas están ahí por una razón —le dijo— creo que el dueño del edificio no quiere que nadie entre.
—El dueño del edificio no está aquí —le dijo antes de conseguir tirar las tablas al suelo. Ash se quitó el aserrín y el polvo de las manos antes de girarse con una gran sonrisa y los ojos llenos de determinación— ¿vamos?
Se deslizaron en silencio, o al menos el mayor silencio que les permitía el suelo de madera que chirriaba bajo sus pies. Exploraron las habitaciones de la planta baja con cuidado de no ser descubiertos; sin embargo, pronto se dieron cuenta de que no era necesario, pues no había nadie más que ellos en ese lugar.
—Estoy seguro de que lo vi entrar —dijo Ash— no puede haber desaparecido.
Eiji, quien hasta ese momento había estado muy quieto y sin tocar nada, pasó los dedos por las puertas de madera de un antiguo ropero.
Justo en ese momento, ambos escucharon las voces de un par de personas en el piso de arriba seguidas de pasos que se acercaban a ellos. Ash y Eiji se miraron durante un segundo en el que ambos discutieron casi telepáticamente cuál era su mejor opción. Las ventanas, al igual que las puertas, estaban selladas con tablas y era imposible salir por donde habían entrado sin llamar la atención de quien sea que viniera bajando por la escalera.
Fue Eiji quien abrió las puertas del ropero de par en par y tomó a Ash de la camisa para arrastrarlo dentro. Para su fortuna, el lugar estaba vacío, de modo que no tuvieron problema en acomodarse dentro de ese pequeño espacio y cerrar las puertas detrás de ellos justo antes de que dos hombres entraran a la habitación.
—Terminemos con esto de una vez, quiero irme a mi casa —dijo uno de ellos, el mismo al que habían escuchado hablar en el restaurant— ¿tienes el dinero?
—Por supuesto —respondió el otro alzando un maletín gris a la altura de su cabeza que luego le lanzó por los aires para que el primero lo atrapara.
—Siempre es un placer hacer negocios contigo —respondió y sacó un cigarrillo del paquete.
—Lo mismo digo —dijo el hombre de cabello engominado mientras se acercaba a él para ofrecerle fuego de su encendedor— las cosas se han puesto muy complicadas desde que la policía atrapó a la mascota de Dino —dijo— ese mocoso era una mina de oro.
Incluso si no podía verlo con claridad, Eiji podía sentir todos los músculos del cuerpo del rubio en tensión. Se habían quedado dentro del closet después de que los hombres se fueron solo por precaución y no salieron hasta después de 10 minutos para estar seguros. Podía escuchar su respiración pesada y el calor que su cuerpo desprendía. No se dio cuenta de lo cerca que estaban hasta que sintió que Ash recargaba su frente contra la suya y suspiraba pesadamente.
—Ash... —lo llamó en voz muy baja con la esperanza de que el otro no notara lo avergonzado que estaba. El efecto del alcohol había desaparecido hace mucho y ya no era aquel tipo valiente que había sido en el bar; solo era Eiji, el chico que pedía perdón por todo y que se sonrojaba hasta las orejas ante el más mínimo acercamiento— deberíamos volver a casa.
—Esos tipos estaban hablando de mí —dijo apoyando las manos en la pared interior del ropero, una a cada lado de la cabeza del pelinegro— si les seguimos el rastro podríamos encontrar a Dino y de paso a Shorter.
—S-sí —respondió el otro mientras trataba de hacerse pequeño entre los brazos de Ash, quien no entendió lo que ocurría hasta que sintió las manos de Eiji sobre su pecho. Estaban más cerca de lo que habían estado jamás (al menos cuando ambos estaban despiertos) y no sabía si esas manos intentaban poner una barrera entre sus cuerpos o lo sostenían para que no se alejara.
—Perdona —esta vez fue él quien se disculpó. Cuando Eiji alzó la cabeza, la punta de su nariz rozó su barbilla y el delgado halo de luz que entraba en el armario le iluminó el rostro. Sus ojos brillaban como nunca y sus labios temblaban en un intento de formular alguna palabra— tal vez deberíamos salir...
—Sí, deberíamos... —pero ninguno de los dos se movió.
Ash sintió como sus manos temblaban por primera vez al momento en que estas acariciaron las mejillas del pelinegro, quien se tensó aun más, pero no retrocedió; no podía ni quería hacerlo. Ya había llegado hasta ese punto, pensó Eiji cerrando los ojos y poniéndose en las puntas de los pies para acercarse aun más. Quería estar cerca de Ash, quería que su cuerpo lo cubriera hasta el último rincón.
—Eiji... —lo llamó antes de cerrar los ojos a su vez para girar ligeramente el rostro. Sus labios encajarían perfectamente, tal como lo habían hecho aquella mañana. O habrían encajado de no ser porque el teléfono de Eiji comenzó a vibrar.
El silencio que le siguió a eso, fue seguramente de los más incómodos que ambos habían vivido. Fue como si la pequeña burbuja en la que ambos habían estado sumergidos explotara devolviéndolos a la fría realidad en la que solo eran amigos y no hacían ese tipo de cosas entre ellos.
—Contesta —dijo Ash desviando la mirada y agradeciendo al cielo que dentro del armario estuviera tan oscuro para que así Eiji no pudiera ver su vergüenza. El mayor suspiró frustrado, pero de todas formas bajó la mano hasta el bolsillo de su pantalón y sacó el endemoniado aparato que le había arrebatado su oportunidad de besar a Ash.
—Solo será un momento —dijo, pero cuando vio la pantalla, sus ojos se abrieron como platos y por poco olvida cómo respirar.
Realmente había cosas peores que estar muerto.
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