»EXTRA | EL FINAL DE ROSS
e x t r a | 12
EL FINAL DE ROSS
A media mañana, el instituto entero sabía lo que había ocurrido. No había salido del baño cuando empecé a oír los susurros de los demás. Que si había sido un accidente, que si se había suicidado, que si alguien lo había maquinado todo...
Los rumores se volvían más retorcidos a medida que avanzaba entre los pasillos. Mi cabeza no podía más con tantas versiones diferentes, y me pareció terrible que nadie se parara a pensar durante un segundo que estaban hablando de una chica muerta a la que ni siquiera le habrían dedicado un minuto de silencio.
¿Quiénes se creían que eran? Con eso, no sólo faltaban el respeto a Sloane, sino también a su familia.
Los Rangel eran algo que había intentado alejar de mi mente tanto como podía. No me atreví a llamarles de inmediato, y me alegré de no haberles dejado mi número de teléfono por si acaso sucedía algo. ¿Cómo iba a explicarles que su hija había muerto bajo mi guardia cuando se suponía que estaba segura conmigo?
Me daba miedo volver a casa por si me encontraba un coche de policía en la entrada. ¿Y si me relacionaban a mí con el caso? ¿Y si pensaban que yo era el culpable? ¿Y si me habían denunciado?
No tenía coartada, ni explicación de por qué el coche de mis padres había desaparecido del garaje. La única persona que podía testificar a mi favor estaba muerta. ¡No! Franklin me había visto, pero no vio a Sloane, así que tampoco servía de nada.
Lo único bueno de todo esto es que los rumores no me mencionaban a mí. Nadie sabía que ella había tenido un cómplice en todo esto.
Ante los ojos de los otros alumnos, seguía siendo igual de invisible que siempre. Aunque eso no significaba que las cosas estuvieran bien. No había dicho nada desde que la ambulancia se llevó a Sloane. Había permanecido quieto, en las gradas, hasta que el instituto fue llenándose de gente y el timbre anunció la primera clase del día.
¿De dónde iba a sacar esas fuerzas? Continuaba sin saber si lo que había vivido era real o no, si todo había formado parte de un mismo sueño.
¿De verdad Sloane se había ido? ¿Y cuándo? No encontraba las respuestas. Este misterio tenía demasiados espacios en blanco que sólo una persona podía aclarar.
—Eh, Ross. —Alguien puso una mano en mi hombro y, cuando me di la vuelta para ver quién era, mi estómago dio un salto mortal. Las cabelleras negras serían mi perdición. Sophie me miró con simpatía a través de sus ojos enrojecidos. Quise salir corriendo de allí. Se me olvidó que íbamos al mismo instituto—. ¿Tienes un momento?
No, no lo tenía si era para hablar de su hermana. No lo tendría nunca. Seguro que me resentía. Yo también me odiaba a mí mismo en estos momentos. Estaba comportándose demasiado bien conmigo, tendría que gritarme o maldecirme, aunque supuse que no querría llamar la atención más de lo necesario. Seguro que ya estaba harta de escuchar las condolencias de las mismas personas que después hablaban mal de Sloane.
Miré desesperadamente a mi alrededor en busca de alguna excusa factible. La encontré al final del pasillo. Mark, Savannah y Kyle se acercaban hacia aquí a paso lento, caminando a través de la gente y conversando con pequeñas sonrisas en sus rostros. No se les veía tristes ni preocupados, lo que me llevó a pensar que estaban manteniendo las apariencias. Su conformidad con la situación me puso enfermo.
—Mi hermana... —Se atascó en las primeras dos palabras. Tragó con fuerza y mantuvo la vista fija en el botón de mi chaqueta—. Las cámaras de seguridad grabaron el accidente antes de medianoche.
Abrí la boca para hablar, pero mi garganta se había quedado seca. ¿Cómo podía ser eso posible? Sloane vino a mí sobre la una de la madrugada, ha debido de haber algún error. Yo estuve con ella hasta que volví a casa, aunque en mi cabeza los hechos continuaban un poco borrosos.
—¿Estás segura de ello?
Tenía la lengua acartonada y el pulso acelerado con cada segundo que permanecía callada.
—Sí, supongo. No lo sé. Los vídeos no mienten. —Sophie parecía estar igual de perdida que yo—. Sólo quería saber por qué.
—¿Qué?
—Porqué me hiciste esa promesa sabiendo que no la cumplirías.
Mis entrañas se hundieron en un visto y no visto, como si alguien hubiera lanzado una bola de demolición directa a mi estómago; me cortó la respiración, me dejó sin palabras y, sobre todo, me hizo sentirme una mierda.
¿Qué por qué lo hice? Porque en ese momento no sabía que había estado rompiendo las leyes con un posible fantasma aventurero.
—No lo sabía. —Era una excusa lamentable, pero era la verdad. Suspiré desesperadamente. Dijera lo que diera, no habría por dónde sostenerlo—. Te juro que estaba viva cuando fui a verte y te juro que no pensaba que Sloane sería capaz de hacer algo así. Tienes que creerme.
—¿El qué? —Arqueó una ceja, dejando entrever una mueca llena de resignación que poco a poco dio paso a la sorpresa—. ¡Dios mío! No, Ross. Sloane no se suicidó.
—¿No?
La presión que sentía se levantó de mi pecho, aunque pronto volvió a caer. Eso sólo podía significar una cosa: alguien la había empujado. Y sólo había una persona que la vio antes que yo.
—Ya te dije que quedó con un chico.
—Sí. —La corté—. Lo sé. ¿Fue él?
Mi corazón rebotaba salvajemente contra mi pecho. Ahora mismo tenía sed de sangre.
—No sé muy bien cómo pasó. La policía nos ha dicho que discutieron y Sloane acabó en el agua por accidente. No sé qué pensar, se han llevado a Collin a comisaría para interrogarlo. —Hubo un minuto incómodamente silencioso—. Le he fallado, Ross.
Y yo también. Se suponía que iba a protegerla y tan sólo había que leer el periódico para saber lo bien que me había ido. No le fui de ayuda, no pude salvarla, así que dejé que Sophie llorara en mi hombro mientras mi mente repasaba todas las promesas que había roto.
No merecía tanta compasión, del mismo modo que tampoco merecía estar consolando a una chica que conocí hace tres horas.
Cuando la campana sonó indicando el inicio de otra clase, Sophie se separó de mí y se secó los ojos con la mano. Cogió el tirante de su mochila con rigidez y se dispuso a irse sin decir ni una palabra. Tampoco hacía falta que las susurrara, ambos lo sabíamos.
Sin embargo, una parte de mí no podía despedirse sin más.
—Sophie.
—¿Qué?
—Lo siento.
No me contestó. Solo se fue, llevándose la única prueba viviente de que Sloane había sido real consigo.
«¿Y ahora qué?», me pregunté.
Ahora sólo quedaba un espacio entre Sloane y yo que no llenaría jamás, pero que pasaría toda mi vida intentando salvar con el regalo que me dio: vivir.
Ahora sí, este es el final. Nos vemos pronto. Gracias.
(Puede que haga un apartado de curiosidades de la historia, por si os interesa).
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top