»3:59 a.m. | CORAZONES DE PAPEL

c a p í t u l o | 07

CORAZONES DE PAPEL


—¿Quieres nadar?

La pregunta me pilló por sorpresa. Tras los hechos ocurridos después de encerrarnos en el camarote, lo último que quería era volver a meterme en el agua.

A pesar de nuestra conversación tan íntima, nos quedamos completamente dormidos sin darnos cuenta de la hora ni de que el respectivo dueño de la habitación vendría a reclamarla tarde o temprano. Cuando la alarma de mi teléfono sonó en mitad de mi tercer sueño, programada con anterioridad para poder hacer el trabajo del profesor Fulton a tiempo, Sloane la mandó a paseo y me tiró el móvil al suelo.

Entonces alguien empezó a aporrear la puerta y la situación se desmadró en cuestión de segundos.

Sloane corrió a esconderse en el baño y me dejó solo para lidiar con todo el problema. ¿Por qué le había dejado hacerlo? No tenía ni idea, pero sabía que, si nuestro destino acababa en sus manos, terminaría la noche en comisaría.

Abrí la puerta como si nada, intentando controlar mis nervios y las ganas de correr pasillo abajo para saltar por la borda y poder desaparecer bajo el mar, donde al menos viviría tranquilamente. No era consciente de que ese vaticinio se cumpliría también.

El chico que estaba al otro lado, un italiano de piel morena y cabello oscuro (universitario y con una chica colgando del brazo), empezó a gritar todo tipo de groserías que no entendía.

Al ver mi cara de perplejidad supuso lo mismo que yo; que sin un diccionario cerca, no habría manera de comunicarnos.

El italiano tuvo la idea de sacar el móvil y conectar el traductor. Por lo visto, estaba furioso porque no era la primera vez que alguien intentaba colarse en su camarote. No sabía por qué me lo estaba contando; si porque quería desahogarse o porque me había confundido con alguien de seguridad, pero el caso era que intenté seguirle el juego.

Abrí el traductor y tecleé una respuesta. Le dije que lo sentía y que este tipo de conductas eran inaceptables. También le prometí darle una llave nueva y le aconsejé que fuera a hablar ahora mismo con la persona que le había dado el camarote.

No cuestionó mis apariencias ni mi cara llena de purpurina y se fue a hacer lo que le había recomendado. Sloane salió del baño poco después, riéndose y felicitándome al mismo tiempo por mi actuación. Me habría gustado reírme con ella, pero el italiano volvió con un guardia de seguridad y tuvimos que huir de nuevo.

Me la había jugado. Y yo estaba muerto de sueño y era incapaz de coordinar mis movimientos.

Intentamos correr hacia la pista de baile de nuevo, pero ninguno de los dos se sabía el camino. Acabamos saliendo a la parte exterior del yate. La luna brillaba tenuemente y las luces de decoración nos abrían camino hacia el agua. Llegados a ese punto, mi instinto se temía lo peor.

Sabía que no nos encontrábamos tan lejos del puerto, ni siquiera había sentido el barco levar anclas. En el peor de los casos, saltar tampoco sería para tanto; el bicho no era tan grande.

Seguridad nos pisaba los talones y se nos acababan las salidas, así que Sloane tomó la decisión por los dos. Frenó en seco delante de mí y me miró con una de sus preocupantes sonrisas. Luego me cogió del brazo. Abrí la boca para protestar porque sabía por dónde iban sus ideas suicidas, pero no tuve tiempo ni de gritar cuando caímos al agua.

Las ganas de dormir (y cualquier otra cosa que se me hubiera pasado por la cabeza) se esfumaron en cuanto toqué fondo y el frío se caló en mis huesos. Salí a la superficie en busca de aire (y Sloane). No veía absolutamente nada, ni siquiera veía qué había bajo mis pies. Me alejé del yate todo lo posible hasta que la encontré. Estaba moviendo sus brazos como una loca y espantando cualquier cosa que estuviera a escasos metros de ella. Por la fuerza de sus movimientos y jadeos afónicos, adiviné que no sabía nadar.

Nadé hacia ella y, cuando me vio en su campo de visión, no tardó en abrazarse a mí como un koala y gritarme para que nadara hasta la orilla.

Así terminaba la historia de cómo habíamos acabado en medio la playa, mojados, con mi móvil estropeado y sin la menor idea de qué hacer ahora.

Ni siquiera estaba enfadado o conmocionado. Sólo agradecía seguir vivo y tener todos mis huesos en su sitio. La sensación de saltar desde un barco quedará grabada en mi memoria durante mucho tiempo. El corazón me daba vuelcos de tan sólo pensarlo.

—Ross. ¿Nadamos?

—¿Lo dices en serio?

Le devolví la mirada, incrédulo. Tenía que estar de broma. ¡Si apenas sabía mantenerse en el agua!

—Sí.

Se encogió de hombros y se escurrió el pelo como una fregona antes de sentarse a mi lado.

La arena empezaba a escocerme en sitios que desconocía y, por mucho que hubiera dejado mi chaqueta en la orilla, no se estaba secando en absoluto. ¿Cogería una pulmonía si me la ponía encima?

Tendría que correr el riesgo.

—¿Por qué? —pregunté rotundamente—. Olerás a mar y pescado mojado por lo menos una semana entera. ¿De verdad quieres duplicar el tiempo?

—Es divertido. Hace mucho que dejé de hacer cosas divertidas porque pensaba que la gente me juzgaría, no pienso esperar más.

No me dejó elección. Me cogió de la mano y me llevó mar adentro, a una parte donde nuestros pies podían tocar la arena, y empezó nuestra propia batalla de agua.

Recordaba jugar con mi padre a esto cuando era niño, y había olvidado por completo lo entretenido que era hacer olas con los brazos para mojar al enemigo sólo porque sí. Durante el rato que estuvimos jugando en la playa, volvimos a ser niños. Niños despreocupados y felices durante un tiempo limitado que recordaría durante mucho tiempo.

Me gustaba sentirme así. Sloane hacía que me sintiera así; por lo que me encantaba la manera en la que Sloane me hacía sentir.

Era una extraña confesión íntima a la que había llegado a base de golpes, pero era verdad. Quizá no todo fuera tan malo en esta ciudad.

Sin embargo, sabía de primera mano que con cada subida venía una bajada. Era cuestión de tiempo hasta que me arrastrara hacia lo más profundo de su océano. No quería sufrirla, quería quedarme con esta sensación para el resto de mi vida.

—Y, dime, ¿tú tienes novia? —me preguntó Sloane una vez salimos de las frías garras del agua.

Esta pregunta también me pilló desprevenido, sobre todo viniendo de alguien como ella.

—No.

Tampoco había tenido. No era muy popular entre los chicos, mucho menos entre las chicas. Me conformaba con pasar desapercibido y no ser objeto de burlas como otros que conocía. A Franklin y a mí nos gustaba permanecer en la sombra, como a Batman.

—¿Ni siquiera una pequeñita? —Insistió, apegándose a mí.

—Ni siquiera en parvularios —corregí con una mueca.

—Eso no me lo esperaba.

—Podría sorprenderte más.

—Estoy segura de que sí.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Claro. —No apartó la vista del agua que lamía la orilla.

—¿Por qué no me dijiste que estamos en el mismo instituto?

—¿Ya te has dado cuenta? —musitó tras unos segundos en silencio.

—Difícil no hacerlo cuando tienes que espiar a uno de los idiotas más integrales que has conocido.

—Me lo figuraba —suspiró con pesadez antes de apoyar la cabeza en sus rodillas—. ¿Por qué no lo mencionaste antes?

—Eso mismo quiero saber yo. ¿Pensabas que me negaría a ayudarte si me contabas la verdad?

—Más o menos. Estaba convencida de que no me creerías o que pensarías mal antes de poder aclararte nada.

Procesé sus palabras antes de aventurarme a pronunciar las mías.

—Sloane.

—¿Sí?

—Si vamos juntos al instituto, ¿por qué no sé quién eres?

Era verdad. No tenía recuerdos de verla por los pasillos, ni en la cafetería ni en las gradas del campo de fútbol. Mi memoria no guardaba nada relacionado con ella, lo cual era muy extraño. En algún momento dado había tenido que cruzarme con ella, aunque fuera para tirarle el café encima por accidente.

—No lo sé.

—¿No lo sabes? —Alcé las cejas—. ¿Cómo que no lo sabes?

—Te lo estoy diciendo, Ross. No tengo ni idea.

—¿Y por qué yo?

Eso era algo que todavía no entendía.

—Pues... —Cogió aire—. Mierda, ¿de verdad me vas a obligar a decirlo?

—Sabes que sí.

—A veces, cuando caminaba por los pasillos, te veía con Franklin y tus proyectos robóticos y me quedaba embobada porque nunca te veía seguir a los demás. Siempre estabas a tu propio rollo y nadie decía nada de ti. Parecías invisible, un fantasma, y eso me gustó. Supuse que no estarías puesto en los cotilleos y me pareciste lo suficientemente convincente para llevarte a bordo conmigo.

—¿Puedo sentirme alagado?

—Claro.

Que alguien como Sloane se quedara fascinada por alguien como yo era algo que no habría creído ni en mis cien próximas vidas. No sabía que le había llamado tanto la atención y, ahora mismo, no sabía cómo responder. Me había escogido a dedo, sí, pero ¿y ahora qué? ¿Cómo debíamos actuar a partir de ahora? ¿Qué pasaría mañana en el instituto?

—Bueno, tú también eres fascinante. No todas las chicas que conozco se atreverían a trazar un plan tan vengativo como el tuyo y arrastrar a alguien más a hacerlo. Los tienes bien puestos, Sloane.

Le di una palmadita en el hombro.

—Gracias. —Sonrió cálidamente—. ¿Quieres saber algo más de mí?

—Me encantaría.

Dejé el palo que había cogido para dibujar formas en la arena para prestarle toda mi atención.

—Si coges un papel y haces una bola con él, ¿cómo queda al final?

—Arrugado.

—Exacto, pero no roto —explicó con las manos hacia delante—. Conmigo pasa lo mismo. Da igual cuantas veces quieras doblarme, no me rompo.

—Pero tampoco quedas igual. —Acabé por ella—. Como si fueras de papel.

—Lo has captado.

—Es una manera melancólica de ver el mundo.

—El mundo es lo que es, yo sólo le doy mi enfoque.

—¿Y nunca has pensado en tirar ese papel? ¿Coger otro nuevo?

—¿Me estás pidiendo que me haga un trasplante de corazón? —inquirió con las cejas arqueadas.

—¡No! —Salté alarmado—. Me refería a dejar todo esto atrás. Empezar de cero emocionalmente. A lo mejor consigues hacer origamis.

—No estoy tan segura de eso.

—Deberías probarlo —insistí—. Hay gente que te ha hecho daño en el pasado, está bien. Pero mira los árboles, después de talarlos siempre vuelven a crecer.

—No si queman antes su tierra.

Su punto de vista me desconcertó hasta dejarme con la boca entreabierta. Me daba a entender que había sufrido demasiado y que era imposible sacar algo positivo de las cenizas que habían quedado.

Estaba conociendo a dos Sloane esta noche, y no sabía cuál de las dos me parecía más inquietante. Ni cuál de las dos me gustaba más. Era como estar con dos mitades diferentes de la misma persona, como una doble personalidad que no podía controlar. Yo no dejaba de preguntarme a cuál me encontraría mañana.

¿Quién era Sloane en realidad?

—Me das miedo ahora mismo.

—¿De verdad?

—Sí. Las cosas nunca son tan malas como parecen.

La observé en silencio. No sabía si era consciente, pero Sloane tenía una belleza difícil de describir. Cuando la mirabas, era imposible saber en qué pensaba. Era un enigma incapaz de resolverse; igual que cuando miras una exposición de arte y no sabes en qué estaría pensando el autor para haber retratado semejante pintura.

Sloane era de belleza clásica, de esa que por muchos años que pasen jamás olvidarás.

Sus pequeños suspiros, la manera que tenía de apartarse el pelo con las manos y morderse la mejilla cuando algo no iba como quería... Arte.

Me gustaría poder encontrar las palabras para decírselo, para animarla.

—A lo mejor tienes razón. —Soltó una pequeña carcajada que se perdió con el romper de las olas.

—¿En qué?

La vi sonreír.

—Quizá sí querían que nos conociéramos.

Mi cuerpo sintió otra descarga eléctrica, esta vez sin habernos tocado.

—¿Cuál es nuestro siguiente destino?

Sloane se levantó de la arena y dejó que el agua le acariciara los pies una última vez.

No me contestó de inmediato. Se alejó de la orilla y no paró hasta llegar al coche.

—Próxima parada: el ayuntamiento. —Anunció estirando los brazos.

—Pero está cerrado. —Bostecé.

—Lo sé.

—Abrirá dentro de unas horas.

—No si puedo evitarlo.






Gracias por leer. De nuevo, me ha salido demasiado apagado. Aunque, por otra parte, no todas las caras de la historia tiene que ser de color rosa. *Sigh* dejaré de escuchar canciones deprimentes.

¿Qué pensáis que puede haber en el ayuntamiento tan importante para Sloane? ¿Teorías?

Comentad si os ha gustado. 

K. Y. 


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