Capítulo 18
ZALE
Después del angustiante momento que vivieron al atravesar la cerca, el recorrido por la frontera entre Vintos y Severia resultó ser bastante tranquilo. Era fascinante avanzar por la línea de tierra que separaba los densos bosques de Vintos de los campos de trigo de Severia.
Todos habían acordado que lo mejor que podían hacer era seguir esa ruta hasta encontrar un lugar apropiado para pasar la noche. Después, continuarían viajando hacia el sur en busca de un camino que los llevara a la ciudad de Vintos, donde abordarían la Constelación de la Garza para continuar su búsqueda de las reliquias de los dioses.
Según Brayden, esa ruta era muy transitada por comerciantes severianos que transportaban algodón, trigo y arroz hasta la ciudad de Zunn, por lo que seguramente no tendrían ningún problema para encontrar alguna posada que los acogiera por una noche. Al caer la tarde, divisaron a unos pocos kilómetros una pequeña villa severiana a un lado del camino.
Tan solo constaba de un puñado de edificios y unas cuantas casas, pero el grupo se alivió al encontrar una pequeña posada ubicada en el centro de la villa. Aunque el lugar parecía un poco descuidado, disponía de tres cuartos libres y un establo donde los bueyes podrían descansar adecuadamente.
Naomi y Aelia compartirían una habitación y cuidarían del cinturón de rubíes durante esa noche. Barak y Brayden otra habitación, mientras que Zale y Sky dormirían en la tercera. Los demás ya se encontraban descansando en sus habitaciones, pero Zale y Sky seguían en la planta baja del edificio. Sky se acercó al mostrador de la recepción y le preguntó algo al hombre que atendía, pero Zale no alcanzó a escuchar. Después de un breve intercambio de palabras, Sky agradeció al hombre y regresó con Zale.
—¿De qué hablabas con el hombre? —preguntó Zale.
—Le pregunté si había un sanador que pudiera brindarnos sus servicios cerca de aquí, y dijo que había una clínica Lloyd a unas cuantas calles al norte —respondió Sky.
Zale se sintió apenado.
—No es necesario que perdamos tiempo buscando a un sanador. Estoy perfectamente —respondió Zale.
Aunque era cierto que Zale ya no experimentaba los efectos de haber usado mucha magia de lunaris, debía reconocer que el brazo herido le incomodaba un poco, pero no quería que ninguno de sus compañeros del escuadrón lo viera tan vulnerable.
—Tonterías —musitó Sky, dirigiéndose hacia la salida—. Necesitas a alguien que revise la condición de tu brazo. No soy el mejor de los enfermeros, y tampoco creo que quieras arriesgarte a que te tengan que amputar el brazo. ¿O acaso te gustaría un garfio por mano, capitán?
Zale esbozó una pequeña sonrisa. Comprendió que el chico rubio no iba a rendirse fácilmente, y con el propósito de evitar algún conflicto, Zale terminó accediendo.
Al salir de la posada, notaron que el sol estaba por ocultarse y un pequeño grupo de solaris iluminadores utilizaba sus poderes para crear pequeños orbes de luz que encendieran los faroles de las calles.
Zale y Sky caminaron en silencio por un par de calles. Había un aire incómodo entre ellos que resultaba difícil de romper. No obstante, Sky fue quien mostró la iniciativa de comenzar una conversación.
—No tuve oportunidad de agradecerte por quedarte a pelear conmigo en la Torre de los Felinos —dijo Sky mientras miraba al suelo—. No creo que hubiera salido de ahí con vida sin tu ayuda.
Zale agradeció que el cielo comenzara a oscurecerse; de esa manera, sería difícil que Sky se percatara del leve sonrojo que cubría las mejillas de Zale.
—Date un poco de crédito. Eres bueno con el arco; seguramente habrías encontrado la forma de salir de allí en una pieza.
Sky levantó la mirada del suelo, pero aún evitaba cualquier tipo de contacto visual con Zale.
—Practicaba con el arco cuando vivía en Valias. A mí también me gusta tu arma; me refiero a esa que parece un tenedor gigante —añadió Sky, un tanto nervioso.
—Es un tridente —explicó Zale—. Los usamos mucho en Daza, principalmente para pescar.
—¿También se les enseña a los habitantes de Daza a usar el tridente como arma?
El semblante de Zale se oscureció un poco.
—No, mi abuelo fue el responsable de enseñarme a mi y a mis hermanos —respondió, adoptando un tono de voz serio—. Cuando mis hermanos y yo fuimos a vivir con nuestro abuelo en Daza, él quería que sus nietos supieran defenderse en cualquier situación. Ya debes saber que hay mucha gente en Ilardya y Alariel que no les agradan los nativos de Lestra.
Notó que la expresión en el rostro de Sky también se volvía seria.
—Si, lo sé —contestó Sky, en voz baja.
Zale se sintió mal por haber hecho que la conversación se tornara tensa e incómoda. Sin embargo, no tuvo tiempo de preocuparse mucho, ya que habían llegado a la clínica Lloyd. Era un edificio con muros blancos, pilares de piedra, un techo de cristal,y un símbolo dorado con forma de libélula sobre la entrada.
Probablemente, aquel edificio era la construcción más lujosa y moderna en toda la villa. Había clínicas Lloyd distribuidas por todos los territorios de los reinos del sol y la luna, y eran atendidas las 24 horas del día por solaris sanadores.
Al entrar a la clínica, ambos notaron que estaba casi vacía; probablemente debido a que, al estar ubicada en una pequeña villa, los sanadores rara vez tenían casos serios que atender.
Un hombre con uniforme de sanador los atendió poco después de su ingreso. Para evitar despertar sospechas, Sky improvisó una historia en la que Zale había sido herido por un oso mientras ambos recorrían uno de los bosques de Vintos. Aunque era evidente que el sanador albergaba sus dudas sobre la historia, no hizo más preguntas y los condujo a ambos a otra sala más privada, donde se encontraba una sanadora que aparentaba tener muchos años de experiencia. Rápidamente le explicaron la situación, y los dos sanadores pusieron manos a la obra.
—El sol ya se ocultó, afortunadamente, mi compañero y yo tenemos nuestras reservas de poder curativo casi completas —explicaba la sanadora a Zale mientras él se retiraba la parte superior de su uniforme del escuadrón para que la herida pudiera ser examinada a detalle. Sintió un poco de frío en el torso desnudo, pero Zale había decidido que bajo ninguna circunstancia actuaría como un paciente quejumbroso.
La sanadora y su compañero retiraron los vendajes que cubrían la herida causada por el felino llameante.
—Hiciste un buen trabajo vendando la herida, aunque se nota un poco que fue hecho a la carrera —comentó la sanadora.
—De hecho, el mérito es para mi compañero —confesó Zale, señalando con la cabeza hacia Sky, quien estaba sentado en un pequeño banco al otro lado de la habitación—. Fue él quien me atendió después de recibir la herida.
—En ese caso, tal vez tengas un futuro brillante como enfermero —dijo la sanadora, esta vez dirigiéndose a Sky.
—No tengo poderes de sanador —confesó Sky, un poco apenado.
—No los necesitas para convertirte en un excelente enfermero —respondió el otro sanador.
Sky permaneció en silencio mientras sus mejillas enrojecían levemente. Zale se percató de que su compañero intentaba disimular su bochorno. Sin embargo, lo que Zale ignoraba era que el rubor de Sky no se debía únicamente a los elogios de los sanadores.
La sanadora posó sus dos manos sobre la herida de Zale y, un segundo después, un tenue brillo dorado emanó de ellas. Aunque Zale ya había presenciado varias veces la magia de los sanadores en acción, no podía dejar de sentirse impresionado por cómo podían hacer desaparecer una herida en cuestión de segundos.
Casi al final del procedimiento, hubo un momento en el que la sanadora tuvo que ser relevada por su compañero, ya que agotó su reserva de magia más pronto de lo que había anticipado. Aunque Zale no lo expresó en voz alta, supuso que la herida causada por el felino llameante era más difícil de curar que la de cualquier otro animal común.
Después de veinte minutos, los sanadores lograron desvanecer por completo la herida. Zale estiró el brazo y trazó pequeños círculos en el aire con él, sin sentir la más mínima sensación de dolor o incomodidad. Casi parecía que no había sufrido algún ataque.
Ambos agradecieron a los sanadores y les pagaron con diez monedas de oro. Habrían pagado más por la atención médica, pero los sanadores se rehusaron a aceptar más.
El regreso hacia la posada fue bastante silencioso, por lo que Zale se sorprendió cuando, a medio camino, Sky le hizo una pregunta.
—¿Qué te gustaría saber de mí?
Zale tardó un momento en procesar la pregunta.
—¿A qué te refieres? —preguntó, confundido.
—Antes de entrar a la clínica, me contaste algo sobre tú pasado. Me parece justo hacer lo mismo —explicó Sky, aunque se notaba que se sentía un poco incómodo.
Zale no iba a desperdiciar esa oportunidad, así que lo consideró cuidadosamente durante un rato. Después de un par de minutos, se percató de que solo había una cosa que le interesaba averiguar de Sky.
—¿Eres uno de los eclipsis de los que nos habló la Bibliotecaria de Almas?
Sky se detuvo abruptamente, y adoptó una expresión seria.
—Escucha —volvió a hablar Zale, temiendo haber molestado al chico—. No quiero hacerte sentir incómodo ni hostigarte, pero he escuchado rumores sobre personas como tú y siempre he querido ver lo que pueden hacer. La Bibliotecaria de Almas mencionó que había tres eclipsis en el escuadrón. Yo tengo magia de agua, así que quedo descartado.
Sky continuó sin responder, simplemente se limitó a alejarse unos cuantos pasos de Zale. Por su parte, el muchacho de cabello castaño y rizado siguió tratando de convencerlo de hablar.
—Si vamos a seguir enfrentando peligros como los de la Torre de los Felinos, creo que es importante no ocultar cosas tan importantes como ser un eclips...
—Lo soy —soltó Sky, de repente.
Se hizo un silencio que se prolongó por varios minutos, aunque ambos lo sintieron como si hubieran sido horas. Sky ya no parecía molesto, pero sí muy nervioso.
—Supongo que es inútil intentar ocultarlo por más tiempo —continuó Sky—. No sabía que lo que yo era tenía nombre hasta esa noche en la Biblioteca de Almas. Jamás he conocido a alguien igual a mí.
—¿Por qué ocultarlo en primer lugar?
—Porque nunca sabes cómo la gente reaccionará una vez que se enfrenten a lo desconocido, y hasta donde yo sé, mis dones podrían considerarse desconocidos para la mayoría de personas en Fenrai.
Zale debía admitir que concordaba con Sky; después de todo, muchas personas en Fenrai podrían llegar a temerle a los eclipsis casi tanto como a los inmigrantes de Lestra, solo porque el recuerdo de una guerra que ocurrió veinte años atrás seguía muy presente en la actualidad.
—¿Y qué poderes tienes? —preguntó Zale, después de otro breve momento de silencio.
—¿No te parece que ya es mi turno de preguntarte algo? —lo cuestionó Sky, esbozando una sonrisa tímida.
Zale reaccionó de la misma manera. Reconociendo que su compañero tenía razón, recargó su espalda contra el muro de un viejo edificio y asintió un par de veces con la cabeza.
—Pregunta —le indicó Zale a Sky.
—¿Qué quieres conseguir con tu deseo?
Esa pregunta tomó un poco por sorpresa a Zale, pero después de haber sermoneado a Sky con un discurso sobre la importancia de no mantener secretos entre los miembros del escuadrón, no pudo negarse a responder.
—Quiero... —Zale comenzó a hablar con un tono dubitativo—. Quiero recuperar algo que era muy preciado para mi familia.
—¿Qué cosa es? —preguntó Sky, verdaderamente intrigado.
—Es mi turno de preguntar.
Sky soltó un suspiro que indicaba frustración, pero asintió un par de veces con la cabeza.
—¿Qué poderes tiene un eclipsis como tú? —preguntó Zale, sin poder olvidar el tema.
El chico rubio no contestó de inmediato. Dirigió su mirada hacia el suelo, los músculos de su cuerpo se tensaron, e inhaló y exhaló una considerable cantidad de aire antes de finalmente responder.
—¿Podrías cerrar los ojos? —imploró Sky, en voz baja.
Zale, que le sacaba una cabeza de altura a Sky, sintió pena por el chico y accedió a su petición. Sin saber exactamente qué esperar, Zale cerró los ojos. No temía en absoluto que Sky intentara herirlo, después de todo, fue él quien peleó a su lado contra una manada de bestias felinas llameantes y se mostró tan interesado en que Zale recibiera la mejor atención médica.
De repente, una fuerte ráfaga de viento comenzó a soplar por la calle en la que se encontraban él y Sky. El aire era tan intenso que el cuerpo de Zale se deslizó varios centímetros en la dirección que seguía el viento. La tierra crujió bajo sus pies. Sorprendido, Zale abrió los ojos y descubrió a Sky parado firme como un roble y observándolo con una expresión nerviosa. Un brillo blanco de apariencia espectral rodeaba los puños y los celestes ojos de Sky.
El viento siguió soplando con la misma intensidad durante un par de minutos; daba la impresión de que nunca se detendría. Sin embargo, Zale alcanzó a ver el momento en que Sky relajó la fuerza con la que apretaba sus puños. Un segundo después, el brillo blanco se desvaneció por completo de los ojos y las manos de Sky, al igual que el viento.
Hubo otro breve momento de silencio en el que ambos se limitaron a verse el uno al otro con expresiones ilegibles.
—Aire —dijo finalmente Sky, con la voz entrecortada—. Mi don es controlar el aire.
Después de eso, a Zale solo se le ocurrió decir una cosa.
—Regresemos a la posada. Allí podremos hablar de esto.
🐴🐺🦅
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