🍃17🍃
Capítulo 17.
¿Me permite tomarme una foto con usted, señorita?
Maratón 2/3
-Buenos días, le hablo para saber por el trabajo, lo vi en el periódico.-Le hablé a la tercera persona que llamaba, esperaba que esta fuera la vencida.
-Buenos días. ¿Con quien tengo el gusto?—Escuché la voz de la mujer.
-Soy Samara. ¿Supongo que usted es la señora Johanna?
-Sí, mucho gusto Samara, ¿te parece si vienes mañana en la tarde para hablar bien sobre lo que tendrías que hacer? Cariño quédate quieto.—Reí, supuse que lo último que dijo no era para mi.
-Me parece muy bien. ¿A dónde tengo que ir?
—¿Conoces la veterinaria “JohaPet”?
—Claro ¿Nos vemos ahí?-Le pregunté algo extrañada, se suponía que era un trabajo de niñera pero aún así no dijo nada.
—Sí, pregunta por mi, soy la veterinaria de ahí.-Me contestó.-Bueno nos vemos a eso de las tres, estoy algo ocupada en estos momentos, nos vemos mañana.-Se escuchó un “Mamá” al otro lado de la línea.-Hasta luego, Samara.
-Hasta luego.-Colgué.
Tiré mi celular en alguna parte de la cama y me puse a leer el libro que Ray me había prestado, estaba demasiado entretenido, además necesitaba un descanso, había estado casi todo el día buscando trabajo, pero al parecer Jacob no entendía eso ya que su celular no dejaba de sonar con el tono de llamada que le tenía a su amigo.
—Dime.—Puse el celular en altavoz sobre mi abdomen.
—Pero que ánimos.—Habló Jacob.—Te tengo un chisme.
—¿Cómo así? Cuenta, cuenta.—Lo animé, además el que dijera que no le gustaba el chisme definitivamente era tonto.
—Pues resulta que Karen nuestra excompañera está embarazada, pero es que eso no es todo, no vas a creer de quien.
—Pero dime, no te quedes callado, tonto.—Le hablé.
—El hijo es del profesor de biología…—Lo interrumpo.
—Lo sabía, lo sabía, te acuerdas que yo te dije que esos dos se veían medio extraño.
—De eso mismo me recordé cuando lo supe, ya lo veía venir, pero sigo impactado.
—Por dos, o sea ya me imagino como se pusieron los papás de Karen cuando se enteraron, son muy estrictos, ojalá que todo les salga bien.—Escuché la voz de fondo de Andrew “Dile que voy a su casa ya, como teníamos acordado”.—Dile a Andrew que lo estaré esperando con ansias y que ya lo extraño.
—¿Cómo los vas a extrañar si se vieron ayer y estuvieron hablando por mensajes? ¡En la madrugada!
-¿Cómo sabes que hable con Andrew toda la noche?-Pregunté extrañada.
—¿Te recuerdo qué las paredes de mi casa son delgadas? Se escucha todo y además te vi conectada.
-Eres un tonto Jacob.-Reí.
-Pero amas a este tonto.
-See.-Le respondí.-Bueno Jac te dejo, tengo que peinarme, Andrew no me puede ver así.
-Y por mi ni te bañas, puerca.-Me dijo.-Bueno te dejo. ¡Chau!-Colgó
Peine mi cabello y lave mis dientes, me quede en medias porque ya era demasiado ponerme zapatos, estoy en mi casa, salí de mi habitación y camine al cuarto de Samira, estaba sentada en su escritorio leyendo.
-¿Oye solo vas a leer hoy?-Le pregunté.
-Nop, voy a salir más tarde, hoy voy a salir con Apolo.-Me comentó emocionada.
-¿En serio?-Le pregunté sorprendida, se veía tan ilusionada, su sonrisa definitivamente alegraba mi día.
-Sí y sabes no fui yo la que lo propuso, creo que él esta cambiando.-Sonrió, puso un separador en su libro y lo cerró.
El sonido de el timbre me aviso que Andrew ya había llegado, salí de la habitación de Samira y caminé hacía la puerta principal para abrirle.
—Hola de nuevo.—Andrew besó mi mejilla y yo lo invité a pasar.
—¿Tienes hambre?—Le pregunté.—Yo aún no he desayunado.
—No tanta, pero podría comer un poco —Me sonrió.-Me gusta el pan con mermelada de arándanos. ¿Tienes?
¿Existe la mermelada de arándanos? Me pregunté extrañada, nunca la había visto en mi vida, lo siento si me equivocaba pero en mi casa siempre comprábamos solo de fresa la mayoría de veces.
-No, cielos que tienen ustedes con los arándanos.-Toqué mi frente con la palma de mi mano dramáticamente.-Tengo mermelada de fresa y piña creo.
-De fresa está bien.—Me ayudo a cortar el pan que estaba en la mesa mientras hablaba.-Y no nos juzgues, los arándanos son geniales.
(…)
Narra Andrew.
-¡No te gusta el helado de chocolate! ¡Me tienes que estar bromeando!-La miré divertido hasta que termino de hablar, tenía su nariz fruncida, sus labios estaban reprimiendo una sonrisa, me miraba aguantando la risa, haciendo según ella su cara seria, después de hablar tanta estupidez hace una hora entre nosotros parecía como si con solo mirarnos reíamos.
-¿Lo siento?
-¿Lo siento? No, ya nada, el daño ya esta hecho.-Cruzó sus manos sobre su pecho indignada.
¿No me vas a perdonar?—Me hice el sorprendido exageradamente.
-Nop.
—Bueno, tú pierdes.—Me acerqué y empecé a hacerle cosquillas, ella reía a carcajadas, mientras en un intento inútil movía sus manos para liberarse de mi, aún así era inútil ya que parecía que su risa la controlaba.
-¡Para! ¡Te perdono!—Dijo entre risas, miré su rostro, sus ojos estaban cristalizados de tanto reír, sus mejillas sonrojadas, continué.
-Dime la palabra mágica.
-Wingardium leviosa.-Me dijo entre risas.
-Bueno no era esa, pero me conformo.—Reí, solo a ella se lo ocurrió decir algo así, Samara se acercó y me abrazó, mis manos rápidamente fueron a su cintura y la hice moverse para estar más cerca.
-Eres un tonto, casi muero.—Me susurró al oído.
-Exagerada.-Reí y acerqué mi cara a su cuello, dejé un pequeño beso justo ahí y así seguí hasta llegar a sus mejillas, luego su frente, su pequeña nariz, miré sus ojos, amaba estar tan cerca, saber que ella también lo quería, Samara acortó la poca distancia y presionó sus labios contra los míos, no perdí el tiempo y intensifiqué el beso, cerré mis ojos y me dejé llevar por el momento.
—Gracias.
-¿Por qué me agradeces?—Me preguntó.
—Por esto.—Le sonreí.—Me haces feliz.
—No deberías agradecer, yo también soy feliz contigo.—Samara acercó sus labios a mi mejilla y mordió levemente justo allí.—No hablemos, solo seamos nosotros, olvida todo lo demás.
Aún así me sentí mal, muy mal, no quería que esto pasara, no quería que ella se encariñara conmigo, no quería encariñarme yo con ella, pero lo estaba haciendo, ella se estaba ganando mi cariño muy pronto, y no quería perderla, no quería despedirme y volver a mi vida de antes, sin ella.
(…)
-¿Me permite tomarme una foto con usted, señorita?—Le pregunté.
-¿Una foto? ¿Así?—Ella señaló su cabello y la camiseta holgada que tenía puesta, yo reí.
-Sí, te ves hermosa.-Saque mi celular del bolsillo de mi pantalón y puse la cámara.-Vamos acércate, quiero tener una foto juntos, que digo una, varias.
Y así lo hizo se acerco a mi y sonrió a la cámara, nos tomamos varias fotos, en algunas hasta hicimos muecas, luego ella me quito mi celular y se empezó a enviar todas las fotos por WhatsApp a su celular.
-Atesoraré esto por siempre.-Miró las fotos.-Me gusta mucho esta.-Me señalo una en la que los dos sonreíamos, mis camanances se notaban bastante.
—A mi también me gusta.—Miré la sala, hoy había demasiado silencio de lo normal y Samira no había llegado a hablarle de libros y eso me tenía algo extrañado.—¿Y tú hermana?
-No lo sé.-Se quedo callada un momento y luego grito el nombre de Samira, después de unos minutos escuchamos los pasos de alguien acercándose.
-¿Me necesitan?
-Solo quería saber donde estabas.-Samara la miro de pies a cabeza.-¡¿Te pintaste las uñas?! ¡¿Eso es brillo labial?! -Samara la miró sorprendida sin poder creerlo.
Vi como la pobre niña se sonrojaba y movía sus manos nerviosa, hasta yo la estaba viendo sin creerlo, creí que ella era más de ese grupo de niñas que no les gustaba ser el centro de atención, aún así se veía muy linda.
—Te ves bien peque.—Le hice un cumplido.—¿Vas a salir o tienen una cena importante?—Pegunté curioso, ya que Samara no me había dicho nada.
-Saldré con Apolo de hecho ya me iba.—Ella se acercó a su hermana para despedirse con un abrazo.
-¿No eres muy pequeña para salir con niños?-Mi pregunta salió de mis labios sin querer, Samira y Samara me miraron fijamente para después reír entre ellas.
—Recuerda ir siempre a lugares públicos, no aceptes ninguna cosa extraña y no dejes que el te to…
—Sí si, ya entendí, no soy tonta.—Samira la interrumpió.—Te llamaré si pasa algo, mamá dijo que llegaba en la noche..- Caminó fuera de la sala.-¡Chao! ¡Que se diviertan!
-¡Chau!-Le grito Samara, escuchamos la puerta cerrarse y nos miramos.
—¿Y ahora qué hacemos?—Le pregunté.
-¿Qué tal si cocinamos juntos?—Sugirió.
-Mejor dicho yo cocino y tú me ves.-Sonreí divertido mientras me levantaba del sofá, definitivamente yo sería el que cocinaría si llegáramos a vivir juntos, cielos en que estoy pensando.
—En mi opinión, te ves más atractivo cuando cocinas.
—Lo sé.—Lavé mis manos y la miré.-¿Algo en especial?—Ella se sentaba en la encimera de la cocina, que tentación tan grande, pensé.
-Mmm.-Se hizo la pensativa.-Quiero lo que me cocinaste la primera vez.-Miró el reloj que colgaba en la pared de su cocina.-Que rápido pasa el tiempo ya son las tres de la tarde.
-Pasta en salsa blanca para ti.-Mire a mi alrededor y le pedí permiso a Sam con la mirada para abrir la despensa.
-Adelante, todo lo que esta en esta cocina es tuyo, por hoy.-Me sonrió balanceando sus pies como una niña.
-¿Tú también entras ahí?—Le pregunté, busque los paquetes de fideos, tomé una lata de hongos y todo lo que iba a ocupar.
-Nop, a mi tienes que ganarme, tal vez si me convences con la comida.
-Entonces haré la pasta más genial del mmund, lo prometo.-Le sonreí.
(…)
-¿Falta mucho? Me muero de hambre.-Hablo Samara comiendo su segunda manzana verde mientras esperaba que todo estuviera listo.
-Ya termine.-Sonreí.-Que impaciente eres.
-Pues así me pongo, cuando mi novio no se apura.-Mordió la manzana y me dio una sonrisa divertida.-Además sabes que yo como mucho y ya pasó mucho tiempo desde la última vez que comí.
—Lo sé.—Me acerqué y puse mis manos sobre la encimera atrapándola, le di un pequeño beso en sus labios y me alejé para mover la pasta.
—¿Me vas a servir?-Hizo un puchero.
Reí mientras agarraba un plato y le serví, luego tomé otro y me serví, se lo di y esperé su reacción.
-Huele genial.-Acerco su rostro a la pasta, si hubiera sido Jacob ya hubiera estampado su cabeza en el plato, pero como era Sam, no hice nada y deje mis manos quietas, no creo que ese tipo de bromas le gustaran.
Nos llevamos cada uno nuestro plato a la sala, Samara encendió el televisor y puso hora de aventura, la miré divertido pero no dije nada, comimos en silencio, hubo un momento donde creí que Samara iba a decir algo pero se quedo callada y negó con su cabeza, lo agradecí porque sentía que ya sabía lo que diría y no era nada lindo y prefería por ahora no pensar en eso.
Pasamos un buen tiempo solo mirándonos, luego nos pusimos a hablar de cualquier tontería que pasara por nuestra cabeza, las horas pasaron y muy pronto empezó a escurecer, Sam tenía su cabeza sobre mis piernas mientras yo la “peinaba”, toda era paz hasta que de pronto escuchamos la puerta principal ser abierta y luego cerrada con fuerza, una Samira pasó corriendo frente a nosotros directo a su habitación, Samara rápidamente se levantó para ir tras ella y yo la seguí.
—¡Sami!—Samara tocó su puerta, se escuchaba ruidos de cosas cayendo al otro lado.—Por favor abre, hablemos, dime que pasa.
—¡Quiero estar sola!—Gritó Samira desde el otro lado, me sentí extraño, no sabía que hacer, Samara no dejó de tocar su puerta hasta que se cansó, definitivamente Samira no iba a abrir.
—Necesita tiempo, Sam.—Toqué su hombro.—Estará bien, tranquila.
-Ese maldito niño.—Samara suspiró y rascó su frente.—La esta destruyendo, es un maldito imbécil.—Ella caminó conmigo devuelta a la sala.—No dejaré que ese niño se acerque a mi hermana de nuevo.
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