14

Los ojos de Andy se humedecieron al escuchar a su padre entrar a casa, el miedo y el pánico entró en como si una fuerte brisa acabara de entrar a la habitación; tenía miedo, miedo de él y de lo que podría pensar de él. Su padre se había separado de su mamá hace ya casi diez años y vivía con otra mujer al otro lado de la ciudad, Andy y su madre vivían junto a la señora del servicio que se encargaba del bienestar de ambos y había sido ella quien dejó entrar a su padre.

—Andrés Eduardo—escuchó decir a su padre, respiró profundo porque sabía que en cualquier momento debía enfrentarse a él. Salió de su habitación con la mirada baja y llegó hasta la sala en donde su padre lo estaba esperando con el ceño fruncido. Le pidió que se sentara en el sillón frente a él—hola papá, ¿cómo estás?

— ¿Cómo crees que estoy, Andrés? —le preguntó serio—. Leí tu carta, ¿qué tienes que decir sobre eso?

—Yo...

—Tengo un hijo marica—se rió con rabia—, ¿sabes lo que dirán la gente sobre eso? Oh, el hijo del Pastor es marica—dijo imitando una voz, Andy lo miró con desilusión—. ¿Sabes lo mucho que se burlarán? Se burlarán de ti, Andrés.

—Pero no puedo cambiar quién soy—susurró—. Sigo siendo tu hijo y no debes molestarte por eso. Dios no lo quisiera así.

—Dios no apoya a la gente como tú—lo miró con desaprobación—. El aplaude al hombre y a la mujer, nunca a dos hombres, eso es enfermizo.

— ¿Y en dónde quedó el "Dios nos ama todos de la misma forma"?

—En tu trasero cuando dejaste que un hombre te diera por él.

—Yo no...yo no he dejado que un hombre me toque—dijo casi en un susurro, no quería llorar pero ya lo había estado haciendo. Su padre lo tomó por lo hombros.

—Entonces todavía podemos curarte—suspiró y lo abrazó—Dios ayúdanos para que mi hijo pueda salir con una mujer.

—La homosexualidad no es una enfermedad—se soltó de su agarre—Ora todo lo que quieras pero yo no voy a cambiar lo que soy, me atraen los hombres, me gusta un hombre y nada puedes hacer para cambiarlo. Si no quieres aceptarme, vale, puedo vivir sin ti pero no puedo vivir engañándome a mí mismo diciéndome que me gustan las mujeres cuando no es así—dijo y recibió una cachetada de parte de su padre.

—Entonces no vuelvas a verme porque ya no eres mi hijo—le dijo y con eso se marchó de la casa. Sandy, la señora que se encargaba de limpiar la casa, se acercó a él y lo abrazó para sentir como empezó a llorar.

—Todo estará bien, Andy—le dijo mientras le sobaba la espalda—Él comprenderá luego que hizo mal, él sabe que estuvo mal pero su rabia pudo con más.

—Soy un asco—dijo en medio del llanto. Andy se sentía sucio, se sentía como un pecador, su padre no lo quería menos lo iba a hacer Dios.

—No debes nunca avergonzarte de quien eres—le dijo—Tu madre y yo te amamos, Andy—besó su frente.

— ¿Crees que él me quiera?

— ¿Tu padre? —Andy negó.

—Mike.

—Es un tonto si no se fija en ti—Andy sonrió y suspiró. Mike era su amor platónico desde hace un tiempo, incluso practicó mucho tiempo el momento para acercarse a él. No quería que esto afectase en nada con lo que él tenía con él.

Desde la primera vez que vio a Mike supo que había algo en él diferente, supo que no lo miraba como un hombre debe mirar a otro y se dio cuenta de que su corazón le estaba diciendo lo que era realmente. Un chico enamorado.


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