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Cuando hablamos del amor siempre solemos mencionar a aquellas historias en donde los protagonistas se conocen en una situación inesperada, se enamoran sin darse cuenta, empiezan a salir, lo más probable es que haya un punto en donde algún villano logre separarlos pero al final terminan juntos y felices por el resto de la historia, sin embargo solemos ignorar ese amor que nunca llega a ser correspondido, tal vez porque sea algo un poco imposible o el protagonista no tuvo las agallas de ir y decirle lo que sentía. De igual forma pasa con esta historia, Mike Roscou era un chico bastante tímido cuando de amor se trataba, o bueno, cuando de Gastón se trataba. Sí, a Mike le gustaba Gastón pero digamos que el pelinegro estaba más pendiente de unas faldas con lindas piernas que de un chico que se sonrojaba sólo con verlo.
El problema de Mike es que sabía que Gastón no podía verlo de una manera amorosa por el simple hecho de que a él no le interesaba los de su tipo, y cuando digo los de su tipo me refiero a los hombres. Pero sin importar ese pequeño detalle, Mike había desarrollado cierto amor hacia él. Solía contarle a su mejor amiga Roni (Quién había conocido en la universidad) sobre lo que sucedía con él; lo que Gastón hacía y lo que no, lo que le gustaba y odiaba, su grupo social y las personas con las que nunca se pasaría. Mike sabía muchas cosas de Gastón, empezó a gustarle en su último año de la secundaria cuando él lo defendió del equipo de futbol del cual él formaba parte.
Estaba tan distraído pensando en él que no logró darse cuenta que estaba frente suyo, volteado hablando con una chica de pelo castaño y por ende tropezó. —Cuidado por donde vas Mikey—Le dijo Gastón, Mike al escuchar su voz supo de inmediato de que era él y lo único que logró hacer fue asentir nervioso y salir huyendo de ahí.
Normalmente Gastón era sarcástico, malhumorado y egocéntrico pero a él le gustaba porque a pesar de eso, él se preocupaba por las personas, ayudaba si era necesario defendía siempre a aquellas personas que lo requerían. Sí, definitivamente Gastón no era su tipo pero vaya que le gustaba. Le gustaba verlo en clases, por suerte y cosa del destino habían decidido tomar la misma carrera por lo que podía verlo todos los días. —Por la cara de bobo que tienes pude darme cuenta de que acabas de ver a Gastón. —Le dijo Roni cuando él llegó a su lado.
—Me llamó Mikey. —Suspiró, su amiga le sonrió.
—Vaya que te gusta. —Le dijo, él asintió.
—Desde la secundaria. —Respondió. —Míralo, ¿No es acaso un ángel? —Dijo mirando a Gastón quien ahora se encontraba leyendo un comic en una de las bancas del pasillo. Roni hizo una mueca.
—Cada quien con sus gustos. —Le respondió. —Anda y háblale.
—Él no es gay.
— ¿Y? ¿Acaso hay una regla de que no puedes hablar con hombres heterosexuales?
—Entro en pánico si le hablo.
—Este no parece el Michael que entró el primer día de clases al salón. —Le dijo. —Ese chico era decidido y capaz de todo, por eso me le acerqué.
—Pero...
— ¿Qué puedes perder si lo haces?
—Mi dignidad. —Roni rodó los ojos.
—Sólo te diré que es tu decisión; hablarle no significa comprometerte con él, ya sabemos que no le interesan los chicos. Pero oye, al menos puedes tener la satisfacción de decirles a tus futuros hijos de que le hablaste al chico que te gustaba.
Mike suspiró, ella de cierta forma tenía razón, ¿Qué podía perder?
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