°Capitulo 4°
Perdida.
Era la única sensación que consumía a Jannike aquella noche que logró escapar de los lobos.
Y no porque no supiera a dónde ir, sino por el nivel de desesperación que la golpeaba al conducir de vuelta a Willow. Donde ni sus luminosas calles lograron brindarle seguridad.
La imagen de su camioneta no se desvanecía de sus pupilas, la encontró en el misma zanja donde esa bestia las empujó.
Se detuvo en cuanto la vio, lo hizo. Bajó a mitad de la oscuridad con la destrozada esperanza de encontrarla dentro del auto.
Nada.
No pudo hacer nada.
Estuvieron cerca, pero consiguieron que los medios no se enteraran del espectáculo de aquel domingo en la noche. Y de como una joven entró corriendo a la comisaría con el rostro empapado en lágrimas y la garganta desgastada de tanto gritar por ayuda.
El escándalo y cierta voz reconocida hicieron que la sheriff saliera apresurada de su oficina junto con el mal presentimiento. No supo explicar con palabras la mezcla de angustia y asombro que fue encontrar a la hija de su amiga en tal estado frenético mientras todos trataban de acercarse para ayudarla.
Jannike se derrumbó en sus brazos cuando la tuvo a su alcance, como si fuese la campanada final para derribar su espíritu, igual que una niña que estuvo extraviada por horas. Las palabras sin sentido se convirtieron en sollozos crueles y devastadores, pues tuvo que armarse de valor para armar su pensamiento, sin mermar el dolor en su llanto.
"Se la llevaron. La secuestraron"
Amelie no tuvo cabida en su cabeza para nada más. Fue un taladro en su cabeza, el impacto pasó a ser parte de ambas. Las ordenes empezaron a volar por todas partes.
La historia que Jannike relató le causó una sensación gélida bajo la piel. Al menos los pocos escenarios que logró describir entre su estado de shock.
Y aun así... cuando la tuvo frente a frente en la sala de interrogaciones. Al verla en esa silla en ese estado desolado, con la mirada en blanco y el cuerpo inundado de escalofríos, el presentimiento de que algo ocultaba permaneció expectante.
Pero Amelie se sintió incapaz de presionarla.
Tampoco tuvo la insolencia de enviarla a casa sola cuando el reloj avisó la madrugada. El simple hecho de considerarlo era insultante.
Fue así como optó por llevársela consigo para que pudiera descansar.
Sería mentira decir que Jannike recordó a la perfección lo que pasó después de declarar.
Las escenarios junto con su cuerpo permanecieron inertes en las lagunas de su mente por cada parpadeo.
Conservando la agradable sensación que el mullido sofá de la sheriff le trajo al recibirla cuando ambas llegaron a su apartamento.
No creyó posible conciliar el sueño esa noche. Sentía que no lo merecía. No merecía descansar mientras su madre estaba secuestrada. Probablemente atravesando un infierno.
Pero el cansancio fue inevitable con el pasar de las manecillas y el inusual arrullo que eso asemejó. Los párpados de Jannike no hicieron más que combatir furiosas batallas, ya sea para mantenerla despierta o tentandola a rendirse. Ni hablar de los moratones, las terribles contusiones. ¿Cómo es que para ese punto seguía en pie?
Luego estaban esas criaturas. Esas... bestias de la noche en carne propia.
Todo lo que enfrentó en un solo día fue demasiado. Demasiado.
Se sentía deshecha.
Bastó un roce entre su mejilla y la superficie del sofá.
El resto fue historia.
Cuando Amelie apareció dispuesta a decirle que la cama estaba lista, sus labios sellaron a tiempo tras ver a la chica noqueada profundamente en el sofá.
La lastima se encendió en su pecho, acompañado de un toque agridulce. Incluso sabiendo que las siguientes horas de búsqueda serían un calvario por lo ocurrido, de cierto modo ver a la chica descansado le causó un sentimiento de alivio.
Amelie no dudó en ir por unas mantas. Se aseguró de que el cuerpo exhausto de Jannike se conservara calentito, acomodando unos cuantos mechones castaños esparcidos en su rostro después de sentarse a su lado. Se dedicó a consolarla en silencio, elevando las comisuras de sus labios sin gran ambición.
—Has pasado por un infierno ¿Eh, linda? —dijo en un murmuro, frotando suavemente su espalda —Descuida, yo me encargo. La traeremos de vuelta.
La tragedia no volvería a repetirse. No en su guardia.
°. °. °. °. °. °. °. °
«¿Desde cuando esta oficina se siente como una correccional? ».
Jordan aguardaba en silencio a que pasara la diminuta crisis nerviosa que estaba atravesando su alfa.
Ya habían pasado dos días desde que la humana escapó, y la inesperada ausencia de las autoridades a la entrada de la enorme casa tenía irónicamente inquietos a todos. Sobre todo al dueño.
Puede que intentara ocultarlo ante sus ojos, pero eran detalles sutiles en su comportamiento lo que delataban su verdadero estado de nervios.
Eso y que no había parado de dar zancadas de un lado a otro por la oficina y soltando gruñidos de vez en cuando.
Sí, detalles sutiles.
—Cariño, sé que estás alterado —Lena quien estaba sentada en la silla de su esposo intentó hacerlo regresar en sí —Pero tomar medidas drásticas no es la solución.
—Vamos, Rodrik —esta vez fue Jordan quien trató de animarlo —Ya hemos manejado este tipo de situaciones. No es la primera humana que se entera de nuestra existencia en Willow.
—Sí, pero esta situación no nos tendría dando vueltas si alguien no la hubiese dejado escapar —enfatizó la palabra viendo en dirección a su amigo.
Eso le hizo abrir la boca ofendido. Sí, era todo un rey del drama.
—¿Perdón? ¿Ahora es mi culpa?
—La tenías en frente. Pudiste detenerla así como corriste por toda la maldita casa con una pierna lastimada. ¿Qué te detuvo al final? —eso último exterminó cualquier tipo de reclamo que se le viniera a la cabeza. Jordan tampoco lo entendía del todo. Había atravesado un exterminio de lucidez.
«¿Que qué me detuvo? Déjenme pensar. ¿Tal vez el hecho de que permití que me viera como a un monstruo y a nosotros como los villanos? Maldita sea, yo jamás quise asustarla, no quería hacerlo...».
—Lo hice porque era lo correcto —hubo bastante duda en su murmullo.
—Y ahora gracias a tu "cortesía" habrá que solicitar su presencia y retenerla nuevamente de ser necesario.
El calor se deslizó por debajo de la piel de Jordan, crepitando como un rayo hasta su centro.
—No.
—Solo estoy tratando de proteger a la manada —esa excusa barata no le funcionaría esta vez.
—¿A tal punto de considerarla una amenaza?
—¿Después de lo que le hizo a Lena? Sí. En lo absoluto.
—¡Ella solo estaba aterrada, Rodrik!
—¡Ya, suficiente! —Lena se interpuso entre ellos dos —¡Los dos están castigados!
Ambos lobos fruncieron el ceño a la vez.
—¿Qué?
Se estampó una mano en la frente avergonzada. Ya le estaban afectando tantas disputas entre lobitos adolescentes con problemas de autocontrol y siendo ella la directora de una escuela.
Hubo un silencio momentáneo en el que todos se intercambiaron miradas. Cada una cargada con una emoción distinta que solo querían llegar a un mismo acuerdo.
Rodrik se refregó el rostro y nuevamente resopló para sí mismo, dándoles la espalda.
—Vale, vale... No estoy pensando con claridad.
—¡Gracias por notarlo!
—Jordan —bastó una de las miradas severas de Lena para saber que tenía que cerrar el pico.
—Pero también debes entender que su reacción sobrepasó los límites —recalcó con dureza, sin intenciones de ser perdonar las acciones de la humana sobre su pareja —Necesitamos evitar que cometa una locura.
—Bueno, al menos dejó tu auto estacionado unas calles atrás de la estación de policía —Lena recordó la mañana que encontró el vehículo yendo a su trabajo-¿Eso quiere decir que no planea delatarnos?
—Ese detalle es el que me tiene inquieto.
Jordan vio a Lena acercarse al rubio con calma, donde acarició la extensión contraída de su brazo y poniéndose en puntas repartió un par de besos delicados por su mejilla, provocando que el pecho del alfa rozara un retumbar menos profundo, cercano a un ronroneo.
Estaba aplicando la clásica escena para memar sus humos, aunque eso no quitó la incomodidad que experimentó el tercero en la habitación.
No tuvo de otra que hacerse el tonto para darles la espalda y con ello su espacio, escapando hacia la vista del ventanal. Admiró la extensa tranquilidad que abarcaba el bosque ese día, deseando sumergirse en él para librarse de ese embrollo.
Pero la imagen cargada en lágrimas y gritos de Jannike lo atacaron nuevamente. Lo carcomian por dentro. Algo que detestaba era sentirse estancado. Quería ayudarla, ¿Pero cómo?
Los engranes en su cabeza fueron encajandose unos a otros meticulosamente.
—Yo podría, no lo sé... ¿Vigilarla?
Su propuesta repentina llamó la atención de la pareja.
—Pero que sutil, ¿eh? —la pelirroja sonrió con picardia.
Por algún motivo ese tono estuvo cerca de provocarle un calor en las mejillas.
Tuvo que reponerse aclarandose la garganta.
—Oigan, Jannike acaba de descubrir el secreto. Todavía debe estarlo asimilando. ¿No sería bueno tener una figura confiable cerca suyo para guiarla?
—La cosa es que ella no confía en ti —hizo añicos su plan —¿Cómo piensas acercarte en primer lugar?
—Bueno...
Esa era una excelente pregunta a la cual obviamente no tenía respuesta. Aún.
El sonido de su celular lo sacó de su estupor. En seguida vio el nombre en el numero de llamada una punzada de extrañeza se adueñó de él.
—Hola hermanita ¿Qué pasa? —ella no era de obsequiar llamadas en horario de trabajo —Si es por lo de la pierna no te preocupes, estuve quieto como una piedra.
—No te molestes en mentir. Ya lo sé todo —Jordan borró automáticamente su sonrisa y estrechó los ojos acusador sobre sus amigos. ¿Quién había sido el metiche? —Pero ese no es el punto. La humana que rescataste el otro día, ¿La recuerdas?
«¿Cómo no hacerlo? Ha sido las razones de mi insomnio por las últimas horas».
Prefirió guardarse ese comentario para sí mismo.
—Te oyes bastante agitada —no pasó de largo los sonidos bruscos y el ajetreo al otro lado de la línea —Escucha, no te angusties por ese tema. Ya nos estamos en cargando de...
—¡Jordan! —Elise lo interrumpió —Hace poco el hospital recibió una llamada anonima. Avisaron de una mujer inconsciente a las afueras de Willow. Cabello castaño, ojos azules y múltiples signos de golpes y rasguños ¿Te suena de algo?
La impresión le atravesó las facciones al instante de encajar la descripción.
Lena y Rodrik fueron consientes de su cambio atónito y la tensión que adquirió su cuerpo. Sus voces pasaron a segundo plano, pero la interrogativa en sus expresiones lo dijeron todo.
¿De verdad era posible?
—Es... la madre de Jannike.
La encontraron.
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Describir el voragine de emociones que Jannike experimentó desde que se le dio la noticia sería imposible. Un huracán, la luz al final de túnel, la caída al abismo. Presa de la súbita urgencia de que las personas desaparecieran para que fueran solo ellas dos una vez más, luego de la tortura que fue. La angustia. Todo al mismo tiempo y de forma arrasadora.
Desde la primera visita al hospital, la primera charla, acompañada de las incesantes palabras que quedaron en el olvido de la culpa y el alivio.
Parecía un sueño. Y finalmente las dos habían vuelto a casa luego de un largo transcurso en el hospital. Sin más informes, más preguntas, diligencias o revisiones.
Solo el vacío de su hogar el cual las recibió con una sensación agridulce gracias a las luces apagadas y el aroma entrañable de sus queridas pertenencias.
Volvían a ser únicamente ellas dos.
No obstante, las cosas podían amenazar con colapsar. Nada volvería a ser igual.
Celine Ollson cargaba un aire lúgubre. Su piel seguía pálida, los labios secos y el celeste que compartía con su hija en la mirada sin vida. Estaba refugiada en el calor de su cama, con la ironía del frío calando a través de sus huesos, tiritaba.
¿Y lo frustrante? No recordaba nada, absolutamente nada de lo que atravesó estando desaparecida.
Solo murmuros, susurros erraticos. Desvaríos que establecieron como una reacción esperada después de lo que atravesó. Su cerebro reaccionando de forma defensiva ante el trauma.
Entonces... ¿Por qué no paraba de murmurar el momento equivocado?
—Mamá —Jannike entró a la habitación y dejó sobre la mesita a su lado sobre una taza de café caliente. También había una dona de fresa —Tienes que comer algo, son tus favoritas, ¿Recuerdas?
«Tal vez así los medicamentos le sean menos difíciles de digerir». Pensó, mientras tomaba asiento al su lado y veía el estado relajado de su madre, demasiado.
Celine observaba detenidamente sus manos, extendiendo los dedos al aire con lentitud.
—Yo... los vi... —su expresión rozaba entre lo confuso y el esfuerzo por recodar—Oh, cariño. Todo daba vueltas. Y habían tantas voces hablando a la vez.
—Lo sé, mamá — lo mejor que podía hacer era intentar manejar sus conversaciones, no debía alterarla —Ahora puedes disfrutar del silencio, puedes dormir tranquila.
—Creí que te habían llevado también —su voz de pronto de quebró—Mi niña... estaba tan oscuro. No te encontraba. ¿Dónde estabas?
—Salí con vida, es lo único que importa —no quiso dar detalles, podría quebrarse frente a ella si lo hacía. Una de las dos tenía que soportar el peso de todo lo que estaba pasando. Fue así como curvó los labios en una sonrisa decaída —Vamos a estar bien. Yo estoy bien.
Celine parpadeó abrumada.
—¿Y él... también lo está?
Su sola mención repentina bastó para dejar perpleja a Jannike. Sintió en ese instante como un fragmento de su alma se desgarraba.
Apretó los labios y huyó la mirada de ella.
—Trata de descansar mamá.
—No lo está, ¿Verdad? — escuchar su sollozo no ayudó para nada. Nuevamente empezó a murmurar, afligida —No pude salvarlo. No pude.
—Mamá...
Fue un caso perdido.
Lo único que pudo hacer fue consolarla en silencio, esperando a que el medicamento finalmente la librara de sus malos recuerdos. Con el paso de los minutos los lamentos de Celine se opacaron, cayendo en su profundo sueño.
Jannike quedó a merced del silencio, sumergida en el caudal que eran ahora sus pensamientos.
¿Qué hubiese pasado si los lobos la hubieran secuestrado en su lugar?
Seguramente su madre habría atravesado la misma tortura e incertidumbre después de que su desaparición haya sido notificada. No lo habría soportado. Saber de esa forma que sus verdaderos temores se han cumplido.
Se hecharía la culpa a sí misma por lo que pasó, pensaría que hizo algo mal, que fracasó. La culpa la destrozaría, con el tiempo perdería la esperanza, y sin esperanza ¿Qué es lo que quedaría?
Jannike se perdió por completo, inevitablemente sintiendo como cada descripción encajaba perfectamente con ella en esos momentos.
Se sentía como un títere, impotente, cuya vida —en esos instantes— era manejada a merecer de ¿qué?, ¿Quién estaba detrás de eso?
Siguió divagando por su mente hasta que la palabra "muerte" cruzó como una ráfaga de viento.
Aquel final hubiese sido una aterradora posibilidad. Para ambas.
Parecía irreal, injusto; ver su propio estado tras el accidente y después contemplar dolorosamente a su madre. Jannike permanecía prácticamente intacta, cargando con solo unos cuantos cortes y moretones que atender.
«Soy tan... idiota. ¿¡Por qué no reaccioné a tiempo!? Podría haberlo evitado si tan solo hubiera abierto la maldita boca cuando lo vi. Debí hacer hecho algo, debí levantarme por más que el dolor me consumiera, debí...».
El ardor de las lágrimas amenazaron con derramarse. Su pecho escocía, sintiendo como la antigua herida del pasado se abría lentamente a traición.
El eco de sus gritos, alejándose.
Jannike ahogó un sollozo y estrujó la almohada que tenía abrazada al pecho, hasta el punto que sus dedos se estremecieron por la presión.
—Debí haber sido yo...
Porque, el fondo era consiente de que algo, o más bien alguien la mantuvo a salvo durante del ataque. Y no sabía si sentirse agradecida o inquieta al respecto.
¿Desde cuando los monstruos son los héroes de la historia?
Llevaba guardandose la verdad como si fuese un baúl cubierto por cadenas desde hace años, con ella teniendo la llave a su disposición pero con el temor de usarla. Haciendo su máximo esfuerzo hasta ahora para no confesar ante nadie, sin embargo, la sensación gélida a través de su garganta amenazaban con hacerla colapsar. Por más que lo intentara no podía convencerse a sí misma de que todo fue producto de su imaginación a causa del miedo.
Lo vio con sus propios ojos. Ella lo escuchó aullar.
—Carajo —expulsó una risa temblorosa y se presionó la cabeza mientras permanecía encorvada —A este paso tendré que pedir cita con el psicólogo otra vez. Qué va. Mejor voy directamente con el psiquiatra.
No supo cuan ensimismada estuvo en sus pensamientos hasta que escuchó un crujido proveniente del exterior. Su corazón se contrajo automáticamente.
«¿Qué fue eso?».
El mal presentimiento hizo acto de presencia.
Cuando estuvo de pie a borde de la habitación decidió limpiarse el resto de lágrimas que tenía acumuladas. No quería tropezarse, caer, romperse el cuello y quedarse ahí tirada, indefensa, esperando que alguien la encontrara y le metiera una bala en la cabeza. O peor, una hilera de grotescos colmillos.
No sería agradable.
Con el paso más sigiloso que pudo conseguir se dirigió a la salida que daba por la parte de atrás. Intentaba mantener su respiración estable y callada, todo mientras alcanzaba una pala que tenía dentro de un armario al costado. Ni muerta saldría sin algo que le quebrara mínimo un hueso a alguien.
Y por preferencia personal optó por alejarse de los cuchillos esta vez.
No podía negar que empezaba a sentir las señales del miedo.
A lo mejor era un ratón. Pero incluso esa cosita diminuta podría traer enfermedades desastrosas, ¿no? «Agh, ¡No te pongas paranoica!».
Su madre tenía un dicho sobre la paranoia. A ella nunca le pareció demasiado gracioso, y menos después de oírlo dos mil veces. "Solo estás paranoica porque sientes que todos están contra ti".
Antes Jannike pensaba que no era más que un chiste, no un presagio.
Ella era el ratón. Las bestias la acechaban.
Jannike se percató de una sombra. Pasos lentos y pesados. Sus manos se cirnieron asustadizas a la pala. Su cuello se tensó.
¿Saben qué? Lidiaría con problemas legales después si no era lo que pensaba.
Envió todo a la mierda.
Abrió la puerta de golpe y alzó la pala sobre su hombro dispuesta a atacar.
Antes de que aterrizara la persona volteó bruscamente y detuvo la pala con una sola mano. Fue así como la mirada alerta de Jordan se encontró con los ojos euforicos de Jannike, ambos respirando agitados por el disparo de adrenalina que experimentaron en cuestión de segundos.
La sangre de Jannike se agolpó a sus pies.
—¿Pero qué carajo? —Jordan frunció el ceño entre ella y la pala, todavía procesando lo que acababa de pasar —¿Qué crees que haces con esto? Pudiste matarme.
Jordan.
Lobo.
Pesadilla.
Finalmente reaccionó.
Jannike intentó tirar de la pala pero Jordan la mantuvo inesperadamente firme.
Eso hizo que un rayo de frustración y desespero la atravesara. Empezó a agitarla con intenciones de recuperarla.
—¡Suelta!
—No vas a golpearme ¿verdad?
—¡Que la sueltes!
—¡Okay! ¡Okay! —Jordan abrió la palma y alzó ambas manos como quien no quiere meterse en problemas.
Jannike trasbalilló pero alcanzó a reponerse. Tomando nuevamente esa postura supuestamente amenazante con la pala apuntando en dirección a él. Un par de mechones le cayeron en la cara, les quitó importancia después de soplarlos fallidamente.
Después de eso ambos permanecieron inmoviles, esperando quién daría el primer movimiento en falso. Jannike más tensa que el contrario, pues se sentía irónicamente como si ella fuese la intrusa atrapada en el pórtico de su propia casa.
Jordan cayó en cuenta de la situación.
«¿Pero qué estupidez estás haciendo? No es una amenaza, Nielsen. No de esa forma. Incluso me atrevo a decir que se ve adorable ».
Tuvo que darse una bofetada mental para concentrarse. Para él divagar era casi una habilidad.
Jordan bajó lentamente sus manos. No había ido a su casa a buscar problemas. De por sí fue una lucha constante el retenerse a sí mismo para no ser un insensible e ir directamente con Jannike después del desastre que ocurrió en la mansión.
Estuvo inquieto cada día, atento a que su hermana le pasara la noticia que le pudiera dar luz verde para arreglar las cosas, o al menos intentarlo.
Habían muchas cosas en juego.
Además de que... quería verla.
Jannike se dio cuenta del cambio en su postura, incluso en su expresión.
Le recordó el día que se reencontraron en la ambulancia, su descarado intento de causar empatía y confianza, todo para brindarle una falsa sensación de calma.
«No esta vez».
—¿Cómo está tu madre? —Jordan humedeció sus labios inseguro e introdujo las manos en los bolsillos de su chaqueta —No tienes idea cuan preocupado estaba. Por las dos. Cuando escuché la noticia no me lo podía creer.
—¿Qué haces aquí, Jordan? —Jannike lo interrumpió.
La frialdad con la que escupió las palabras fue un desconcierto que Jordan tenía previsto, pero que no estaba preparado para enfrentar. Un torrente de nervios nació desde su estómago.
—Quería asegurarme de que estuvieras bien.
—No, lo digo en serio. ¿Qué haces aquí? —dijo sin una pizca de compasión. Accedió que pisara su propiedad, eso ya era un milagro. Cada uno de sus dedos se cirnieron fuertemente al rededor de la pala —Desde que te encontré por primera vez ese día en la carretera mi mundo se fue en declive a la mierda.
—Nunca quise... — no se animaba a mirarla —Nunca quise involucrarte en esto.
—Pues pasó. Y ya no se puede remediar.
—Lo sé... —asintió decaído —Soy consiente de que lo estropeé.
Jannike no entendía por qué se veía así de afectado. Lo recorrió de arriba a abajo sin disimulo, buscando alguna anomalía visible en él. Pues la sensación de familiaridad despertó enlazada con los aterradores recuerdos a mitad del bosque.
«Ya deja de mentirte a ti misma, Jannike . Es imposible que existan tantas coincidencias».
—Ese día en la madrugada... — Sus manos vacilaron por un instante. Debía hacerlo, o las dudas la seguirían atormentando —Muéstrame tus ojos. S-sin trucos. O seguiré intentando estamparte esta cosa en la cabeza.
Y no mentía.
Jordan consiente de ello accedió a su petición. Después de todo le había prometido la verdad.
Sus orbes cambiaron de pigmentación a voluntad. La sensación no era dolorosa, era más bien similar al llanto; liberador. Siendo lo más cercano al denso instinto animal que podría ver desde su interior. La tonalidad de esa verdad se coló hasta los huesos de la humana, estremeciendo una vez más su perspectiva de lo que alguna vez fue el mundo.
—Eres tú — susurró.
—Estuve ahí, sí —Jordan fue capaz de escucharla a la perfección—. Pero no para atacarlas como te habrás dado cuenta.
En verdad era él. Ese perro gigante, de espeluznante aspecto humanoide cubierto de pelaje gris era su verdadera forma. ¿O forma secundaria? No podía establecerlo con exactitud. Lo único que había escuchado de criaturas como él provenían de las películas fantásticas o de tareas sin importancia de mitología en la escuela. ¿Cómo era posible que alguien como él pudiera convertirse en una bestia de esa magnitud? ¿Cómo si quiera esto podía ser real? Se suponía que eran simples mitos para asustar a los niños en Willow.
«¿Y cómo es que tuvo el descaro... de verme directo a la cara y ocultarmelo?».
Se preguntó si era un secreto que el pelinegro se veía obligado a guardar. O si en el pueblo habrían más lobos ocultos bajo la fachada de humano insignificante.
¿Cuántos más? Esa fue la pregunta que más escalofríos le provocó y de la cual se negaba a ahondar.
—Vete —rompió el silencio después de lo que se sintió un eterno martirio—. No quiero volver a verte, Jordan.
—Solo dame un minuto —intervino dando un paso al frente pero se retuvo de acercarse demasiado, temiendo intimidarla —Estos ataques son solo el comienzo. Creímos que irían únicamente en contra de otros lobos pero no me explico por qué los desertores fueron tras de ustedes también —la carga y su frustración se manifestó por medio de un seco suspiro —Es que no tiene sentido. Necesito saber qué es lo que le está pasando al pueblo.
Los cimientos de Jannike flaquearon. ¿Más ataques de ese calibre en Willow?
—La sheriff dijo que se encargaría.
—Ella no puede hacer nada, Jannike. Y no es porque no sea capaz, desgraciadamente este asunto se le escapa de las manos a la policía— trató de hacerla entender—. Estamos involucrados. Si me escuchas nosotros podríamos...
Jannike endureció el gesto automáticamente
—No. Ningún "nosotros" —siseó colérica —Sea cual sea el origen de esta mierda no es mi problema. Y para ser sincera, estoy enloqueciendo de solo pensarlo. Lo único que quiero es entrar y fingir que nada de esto pasó... Que nada de esto es real.
Eso generó un sentimiento de rechazo en Jordan. Ella seguía en fase de negación, seguía digiriendolo desde el lado incorrecto.
—Es verdad que una parte de los humanos en Willow es consiente de nuestro secreto —retomó con precaución. Deslizando una de sus manos por la parte lateral de su cuello —Aún así, tratamos de ser cuidadosos. Si una persona equivocada se entera de lo nuestro podría crearse una reacción en cadena. Los lobos quedarían expuestos, y seríamos un blanco fácil que podría afectar al pueblo entero.
—Si tu preocupación es que revele el secreto, no lo haré. De igual forma, ¿Quién podría creerme? —fue adquiriendo una sonrisa amarga. Dolida —Incluso tú me mentiste. Considerando que eres uno de ellos, un... lobo.
El peso en su conciencia, su acusación. Todo aumentó y de forma justificable.
—Lamento que todo esto haya pasado.
—Sí en verdad lo lamentas, entonces mantente alejado de mí y de mi madre.
Jordan apretó la mandíbula. El desprecio con el que lo escupió traspasó repentinamente sus barreras. La bestia dentro suyo se sintió ofendida y ese estremecimiento por su columna le arrancó un matiz de ferocidad en los ojos el cual no se molestó en ocultar.
Empezó a cerrar el espacio entre ellos.
—¿Jordan? —Jannike retrocedió con un escalofrío abarcandole la piel —¿Qué haces?
No soportaba sentirse menospreciado.
La pala se interpuso entre ambos cuando la alzó en forma de escudo, su cuerpo pálido y la intensidad de su aura animal acabaron a centímetros de distancia.
Nuevamente contempló ese color antinatural en sus ojos, reduciendo sus palabras a cero bajo el calor que ese lobo liberaba, acorralandola contra la pared.
¿Quién era la presa ahora?
—Mi deber es proteger al pueblo. Incluyendo a los humanos qué habitan en él —el derroche de determinación opacó su ansia por gruñir —Así que sí, soy un lobo. Un jodido hombre lobo. Llámalo como quieras. Pero no estoy dispuesto a dejar a alguien a la deriva por un error, no cuando su seguridad está en riesgo. No lo permitiré — sentenció de forma clara y concisa. Estaba tan cerca. Incluso fue capaz de detallar nuevamente las facciones delicadas de la humana, tensas por el temor. Eso lo frustró todavía más—. Espero que con eso tengas en claro mi posición.
Jordan se apartó de ella con la misma ferocidad con la que la acorraló.
A duras penas Jannike pudo volver a respirar, cubriendo su boca con una mano ante el golpeteo de su corazón contra su tórax. El calor se mantuvo aferrado a su cuerpo, dejándola descolocada mientras escuchaba los pasos del pelinegro rodear la casa dispuesto a irse.
Un remolino de frustración la arrasó desde el fondo. ¿Qué es lo que quiso decir con eso? ¿Era una amenaza?
—¡Espera! —gritó sin perseguirlo. No se atrevía, las piernas todavía le temblaban —¡Jordan!
—Buenas noches, Jannike.
Demasiado cobarde para cometer un locura.
El lobo desapareció.
¿Qué tan preocupada debería estar?
°. °. °. °. °. °. °
Delicias Olsson tenía oficialmente una nueva encargada.
Cualquiera habría entrado en un estado de felicidad y orgullo al escuchar esa noticia, no obstante, estamos hablando de Jannike. La joven estaba más atareada de lo que estaba acostumbrada a soportar y por supuesto, al borde de una crisis para variar.
Las palabras de aliento nunca faltaron por parte de los empleados con el pasar de cada día cuando la pillaban de vez en cuando escondida en algunos de los rincones del local, murmurandose que las cosas iban a salir bien. Se los agradecía en el fondo. Con la dueña reposando en casa gran parte de los deberes cayeron sobre ella como era de esperarse.
Aunque el liderazgo era un aspecto completamente diferente. La experiencia cercana con su madre desde pequeña siempre fue su punto fuerte para ayudar en el negocio, pero habían sectores los cuales no se atrevía a asumir por cuenta propia.
«¿Qué pasa si nos termino enviando a la quiebra? ¡En cuestión de horas!».
Celine fue consiente de ello. Por lo que se apiadó de su hija cuando vio los resultados de su remplazo. Después de burlarse cariñosamente de las ojeras que Jannike adquirió en menos de una semana —ahora sí que parecían madre e hija— le sugirió que no se exigiera demasiado. Le ayudaría a manejar las cosas desde casa ahora que se sentía mejor, con las constantes visitas de la sheriff durante sus episodios desastrosos, estos habían disminuido en su mayoría. Además de que su lado adulto no soportaba pasar demasiado rato sin hacer algo productivo.
Factor típico de los padres.
Gracias a eso el paso de las horas en el trabajo tomaron un ritmo más llevadero. No podían faltar esos momentos de clientela y pedidos pesados, pero la situación se mantuvo bajo control. La chica empezaba a asimilarlo.
Aunque... no podía decir lo mismo respecto al otro tema.
Jannike observó fijamente desde su puesto a cierto individuo sentado cómodamente en las mesas de afuera. Ahí estaba; acompañado del misma bebida caliente y un aperitivo mientras trabajaba concentrado en su laptop. Disfrutando de su rato libre, cumpliendo su rutina como lo había estado haciendo por las últimas tres semanas.
Acechandola en silencio como el lobo que era.
Ya había perdido la cuenta de sus fracasos. No podía enfocarse en sus deberes por cada segundo que veía a Jordan al otro lado del ventanal. Le enfurruñaba sentirse afectada por su presencia.
«Es increíble que siga con esta tontería. ¿Cuándo piensa rendirse?».
Recordaba a la perfección como se apareció por primera vez en la cafetería y como estuvo cerca de ahogarse con su propia saliva cuando lo vio ingresar. Lo más descarado fue la forma en que se robó la atención de todos en sus puestos. Como si fuera una especie de celebridad de la cual ella no tenía idea. Avanzando con paso confiado y aspecto carismático, siendo lo más exasperante que le salió natural. ¿Lo peor? Iba directo a la caja a pedir su orden, ¿mucho peor? ¡Era su turno de atender!
Se detuvo justo frente a ella, ignorando el resto a su alrededor. Mientras que Jannike sentía como su pobre columna iba a partirse en dos por lo erguida que estaba.
El lobo le brindó una de sus sonrisas encantadoras.
—Así que esto es Delicias Olsson —le echó un vistazo rápido al sitio y se inclinó para apoyar los codos sobre la barra —Linda ambientación. He de decir que me impresiona. Le hace honor a su reputación.
Jannike no se molestó en seguirle el juego y estampó las manos sobre la barra para quedar a su nivel.
—¿Pero qué crees que haces aquí? —exigió una explicación. Olvidandose por completo de ese miedo inicial y el hecho de que estaba tratando con un hombre mitad lobo.
E inesperadamente, eso despertó una chispa entretenida en Jordan.
—¿Qué te parece que hago? —le devolvió la pregunta al fingir inocencia —Soy nada más que un cliente que escuchó casualmente sobre una cafetería conocida en el pueblo por sus famosas donas, pero tenía que venir a comprobarlo por mí propia cuenta después de que una encantadora señorita me regalara un ejemplar.
Su falsa carita angelical y ese batir de pestañas estuvieron cerca de hacerle un cortocircuito. La estaba provocando.
—¿Te parece que estoy para juegos? —pasó saliva titubeante —Te quiero fuera de aquí.
—Me temo que eso no será posible.
—¿Quieres que llame a seguridad?
—Ustedes no tienen de eso.
Falta de presupuesto.
Jannike maldijo por dentro y sintió una traicionera corriente de nervios.
—E-entonces llamaré a la policía.
—Adelante —la instó —La historia es más divertida de lo que parece, ¿Te gustaría que les contara la versión extendida?
—Eres un...
—¿Lobo tramposo? —siseó divertido, estrechando ambos ojos con supuesta maldad —Tal vez. Pero eso dependerá de ti.
Jordan le guiñó un ojo con complicidad y Jannike presionó fuertemente las palmas sobre la superficie de madera, dignandose a mantener la boca cerrada. Era mejor que conservara la maldita compostura.
Ya que no le convenía tener a alguien como él en su contra.
Además, habían demasiadas personas y empezaba a sentir las miradas atentas de curiosidad puestas en ellos dos. Poniéndola ansiosa.
«No lo hagas, no te atrevas. No seas una cobarde y sácalo de aquí».
—¿Y bien? —Jordan la esperó.
Al final, la joven se tragó el nudo molesto que atorado en la garganta y bajó la cabeza con la mandíbula apretada.
—¿Cuál de nuestras especialidades le gustaría probar?
Jordan se hizo el pensativo, irguiendose con media sonrisa triunfal.
—Sorpréndeme.
°. °. °. °. °. °. °
El simple recuerdo de sus palabras la puso de malas pulgas. Irónico.
Sus movimientos se tornaron más bruscos sin ella darse cuenta y prácticamente estampó el dinero en la caja registradora.
«Tranquilízate, Jannike. Solo sigue fingiendo que es un cliente habitual y guarda esa odiosa necesidad de tirarle del pelo a ese estúpido lobo».
No olvidó la promesa —o más bien amenaza —que el chico le hizo esa noche. Le había dado un susto de muerte y ahora actuaba de lo más normal, ¿A eso se refería? ¿Montar guardia desde fuera como un cachorrito responsable?
Ya fuera que ordenara un chocolate caliente, un platillo especial, o se acercara a ella a a darle un simple cumplido o algún monólogo improvisado, —ya que casi nunca era correspondido en la conservación por ella— Jordan encontró la manera de integrarse a su día a día y también darle su espacio en el trabajo.
El chico no estaba haciendo nada malo en realidad.
¡Y eso era lo que más la sacaba de quicio!
No podía con su derroche de seguridad. ¿Cómo hacía la gente como él para formar frases tan seguidas y sin tropezarse con ellas?
Suena ilógico que ella con el trabajo que tenía presentara ese tipo de complicaciones. En realidad, había perfeccionado técnicas con el paso de los años, pero eso no significa que no llegase a experimentar el nudo de ansiedad.
Tampoco es que Jannike
hablara con muchos chicos de su edad, no al menos que fueran clientes. No podía autonominarse una persona altamente sociable. Y tenía la sospecha de que Jordan le buscaba charla a propósito para alterarla.
A veces le abarcaban unas enormes ganas de sacarlo a patadas de su propiedad y mostrarle quien mandaba ahí.
Pero, ¿a quién quería engañar? Jamás se atrevería a ponerle un dedo encima a una criatura como él. ¿Qué acaso lo olvidaba? Su fuerza era excesivamente irreal. Acabaría con el cuello roto antes que tener una oportunidad de pelea.
Si es que le podía llamar "pelea" a su ridículo
y deescordinado método de defensa personal.
«Agh, Soy una desgracia para mi especie. ¡Se supone que no deberían existir más especies en el planeta!».
Seguía mortificandose cuando tenía dilemas más serios que tratar. Por ejemplo, la triste noticia de que su pequeño negocio no podría expandirse a la ciudad hasta nuevo aviso. Se sentía miserable por ello.
Con los gastos del hospital y la camioneta vuelta un desastre los planes de ambas se vieron afectados.
Por fortuna todavía tenían a su disposición la camioneta de las entregas. Era mejor a nada.
Lo que no se explicaba es cómo alguien como Jordan se enteró de su asunto financiero. Las imágenes de esa ocasión le llegaron con un sabor amargo a la boca. Era una tarde lluviosa y Jannike estaba atravesando una pésima racha de mal humor.
Muy mala combinación.
Se encontraba organizando unos estantes cuando dicho lobito decidió aparecer a su lado. Al principio parecía ser otro de sus intentos para establecer una conversación, pero terminó insistiendo en ofrecer su ayuda con lo de la camioneta. Después de todo, se sentía indirectamente culpable por la pérdida.
Una pésimo pretexto para esa ocasión.
«¿Primero me molesta en el trabajo y ahora quiere que acepte su lastima? ¿Quién se cree que es?».
No se dignó a verlo a la cara cuando le recalcó que no quería verse involucrada. Mucho menos recibir su dinero como un estilo de caridad. Negándose a aceptar cualquier tipo de ayuda que estuviera relacionada con su aterradora especie.
Jordan guardó silencio ante esa declaración.
—¿Crees que soy aterrador? —preguntó disgustado —¿Crees que todos los lobos en el pueblo somos un peligro andante?
—No te atrevas a sermonearme.
—Así que solo vienes y nos tachas de seres inestables incapaces de racionar —lanzó un chasquido con la lengua —Vaya, pero que prejuiciosa saliste.
No se esperó que la chica soltase la caja repleta con suministros. Afilando sus facciones con la misma frialdad de un glacial.
—Me lo demostraste ese día en la cueva. Tú amigo también me lo dejó bastante claro el día que tuve que escapar después de que me encerraran—escupió rencorosa, acusándolo con el dedo —Sé a lo que me estoy enfrentando. No necesito más pruebas. Así que pierdete, Jordan.
Jannike lo dejó ahí plantado vuelta una furia. Y cuando quiso regresar para asegurarse de echarlo del establecimiento, Jordan ya había desaparecido.
Y no regresó al día siguiente, ni al otro, ni después.
Eso debió ser un alivio para ella. Aparentemente se había desecho de ese lobo con aires de protector. Entonces, de ser así ¿Por qué empezó a sentirse intranquila por su ausencia?
De pronto empezó a notar lo vacías que se veían las mesas de afuera sin él, sin importar que hubiesen más personas sentadas allí.
«¿Tal vez me pasé con él esta vez?».
No quería admitirlo, en lo más recóndito de su orgullo se sentía mal por su impulsiva selección de palabras de esa vez. Jordan solo le estaba ofreciendo su ayuda. Acto que hubiese rechazado igualmente, pero..., sí, fue un poco ruda con él.
No podía sacarse la expresión cargada de decepción grabada en sus pupilas.
«Logré desterrarlo de una vez por todas. Vamos, Jannike ¡Alégrate! Era lo que querías desde un principio ¿no?».
¿No es así?
Se encontró de vuelta en la caja registradora con la sensación incómoda del recuerdo. Un suspiro se le escapó de los labios, viendo el desastre que hizo gracias a su arrebato anterior. Tendría que organizar el dinero después.
Jannike se percató de aquel secreto guardado en la mochila a sus pies, recordando que no era el único conflicto que tenía pendiente. Se trataba de un libro. Y no exactamente de su género favorito.
No cuando la fantasía se ha convertido en la realidad.
Jannike creyó haberse desecho de Jordan esa vez. Cuando en realidad... consiguió todo lo contrario.
° .° .° .° . °§ ° .° .°. °. °
La noche cubría a Willow y ya todos los empleados se habían retirado a sus casas luego de un extensa jornada. Solo quedaban dos personas dentro de delicias Olsson antes de cerrar.
Mientras, la sheriff permanecía sentada cómodamente en una de las mesas en lo que aguardaba a que la novata administradora diera su última ronda de limpieza.
—Así que... ¿No han habido más ataques? —Jannike se aventuró a indagar.
—No que hayan sido reportados al menos —Celine torció sus labios pensativa —Mi muchachos siguen sin encontrar un patrón claro. Pero tengo el temor de que se trate de algún tipo de extorsión.
—¿Cómo una especie de mafia infiltrada?
La mujer frunció el ceño divertida por las ocurrencias de Jannike.
—No creo que debamos ir tan lejos todavía.
—¿P-pero y si lo fuera?
Esta vez la sheriff entornó los ojos con precaución.
—¿Hay algo que quieras contarme, Jannike? —inquirió comprensiva —¿Recordaste algo tal vez?
Los dedos de la castaña se cirnieron al rededor del paño con el que limpiaba. Una corriente de pánico le atravesó la columna y se imaginó las fauces de uno de esos lobos salvajes cerrarse violentamente sobre el cráneo de Amelie.
Cerró los ojos fuertemente, negando con la cabeza para restarle importancia a sus propios desvaríos, mintiendose a sí misma a la par que sentía el martilleo de su corazón.
«No quiero involucrarla también... No me perdonaría si alguien más acaba herido por mi culpa».
Había escuchado a Jordan mencionar algo sobre unos supuestos "desertores". Por lo que entendió, eran un rango deshonorso entre los lobos, expulsados y condenados a derivar sin compañía o apoyo.
Puede que no le haya hecho caso a sus charlas, pero no significa que no haya prestado atención a los detalles.
Andaba con el temor de que intentaran hacerle daño de nuevo. Y sí, tenía que admitirlo, sin él allí siendo indirectamente un tipo de vigilante Jannike se sentía... desprotegida.
Amelie se levantó de su puesto y llamó su atención cuando la vio rondar cerca de la vitrina ubicada en la cocina.
—¿Te molesta? —señaló una de esas tentadoras donas cubiertas de chocolate.
—Adelante. Ya casi termino.
No tardó en atravesar la puerta, indecisa sobre cuál de esas bellezas tomar.
Su debate interno terminó en el momento que sonó el teléfono instalado en una de las paredes.
No era de su incumbencia, pero aun así contestó.
Jannike quien escuchó el teléfono desde fuera se acercó tras escuchar los murmullos de Amelie desde el otro lado.
La oyó colgar y se llevó un susto cuando la mujer uniformada estuvo cerca de llevarsela por delante.
—¡Lo siento, no te vi!
—No importa —exhaló el pequeño acelerón —¿Quién era?
—No te lo vas a creer. Es un pedido y de los grandes —le palmeó el hombro enérgica —Te sugiero que enciendas la camioneta. Yo te ayudo a buscar las cajas.
Pasó por su lado a trote rápido, dejando a la pobre pasmada y con su cerebro en estado de carga.
«¿Pedido? ¿Cajas? ¿Qué?».
—Pero... ¡Espere! —se apresuró a perseguirla —ya es tarde y en diez minutos cerramos.
—Es viernes. Seguramente es alguien que necesita provisiones para una de esas fiestas alocadas de ustedes los jóvenes —Jannike no conocía mucho ese tipo de fiestas. Demasiado escándalo para su gusto —Échale un vistazo y dime que no vale la pena.
Lanzó el papelito con la información sobre su hombro y la más pequeña tuvo que maniobrar con sus dedos de mantequilla para atraparlo en el aire.
En efecto, su boca se descolgó con solo leer la exorbitante cantidad.
—¿Quién es tan desquiciado en esta vida?
—Alguien que está dispuesto a pagar una buena suma si nos apresuramos —Amelie la animó con media sonrisa —¿Me vas a decir que no será un cierre con broche de oro para esta semana?
Era una oferta que no podía desaprovechar. Y eso ella lo sabía.
Solo necesitó un par de segundos bajo presión para analizarlo antes de que enviara las complicaciones al diablo, al final asintió decidida. Al dinero no se le decía que no.
—Bien. Lo haré —los inconvenientes no tardaron en darle una bofetada—. Demonios, ya le envié un mensaje a mamá de que iba a casa.
—No te angusties. Yo te cubro —la mayor regresó con una pila de cajas que no supo en que momento encontró en la parte de atrás. Ventajas de ser amiga de la dueña original—Le haré compañía en lo que tú llegas.
Jannike se limitó a mostrar una tímida sonrisa.
—Es muy amable, sheriff.
—Solo hago mi trabajo, darle una mano a la comunidad —se hizo la modesta sin perder su carisma —Ahora muévete o terminarán pidiéndote descuento.
°. °. °. °. °. °. °. °
Jannike acabó por descargar la última caja en la entrada. Eran cuatro en total.
Lo único que la tenía dudosa era la ausencia de música estruendosa en esa casa ubicada a las afueras del pueblo. Imaginó que se trataría de una fiesta como sugirió Amelie.
Con ello, los inoportunos recuerdos cubiertos de sangre y zarpas amenazaron con hacerle temblar las piernas como cuando era una niña, cosa que no llegó a esos extremos luego de escuchar un televisor y algunos pasos haciendo eco en la estancia.
Se tomó unos respiros de más.
«Ya. No te pongas paranoica. Solo haz la entrega y entonces podrás irte con la música a tope mientras imaginas que ganaste la lotería. Wuju».
No perdió más el tiempo y se dio valor de tocar la puerta. Con eso los pasos de antes se desviaron hacia la entrada.
Saludar, recibir el dinero, dar las gracias y retirarse. Es un patrón. Pan comido.
Solo olvidaba un minúsculo e insignificante detalle: Su vida era una constante desgracia.
La puerta se abrió y el alma de Jannike cayó al suelo cuando se encontró frente a frente con el único hombre lobo que tenía su mundo puesto patas arriba. Y no solo eso; la imagen de Jordan portando una bata, acompañada de una fragancia dulce y fresca, y con el cabello levemente húmedo la dejaron paralizada por más serenidad que trató de aparentar.
Una chispa cargada de inexplicable tensión se instaló entre los dos.
La azotaron múltiples ráfagas de vergüenza. Ella sabía que era absolutamente distraída pero era imposible que hubiera puesto la dirección incorrecta ¿O sí?
El lobo aguardó por ella en silencio.
«Reacciona. ¡Reacciona!».
—Ah... —buscó la manera de reponerse —Hey, tú... no pediste esto, ¿verdad? Es ridículo.
Jordan asintió una sola vez y se recostó con aires inusualmente desinteresados sobre el umbral.
—Tenía que asegurarme que vinieras.
—Oh, —¿Cómo se supone que debería ella responder a eso? —Y-ya veo. No debí dejar que alguien más contestara, si no...
—¿No hubieras venido al saber que se trataba de mí?
Esa ironía entre dientes bastó para que la joven apretara los labios y decidiera callarse. Pues el el rostro de Jordan estaba tallado en completa seriedad. Jamás lo había visto en un estado como ese, considerando lo animado y carismático que solía comportarse. Se sintió intimidada por su presencia. Era claro que seguía molesto con ella, cualquiera lo estaría en su lugar, que no fuera a admitirlo es diferente.
Jannike lamió sus labios y se resignó a enfrentar el incomodo encuentro.
Jordan por su parte quedó absorto por ese movimiento, centrandose en la textura algo agrietada de sus labios. Eso la puso todavía más nerviosa, haciéndole bajar la vista. Mala idea; el tramo de torso bronceado y desnudo se estrellaron en sus pupilas hasta acalorar sus mejillas en plena noche. Optó por centrarse en la pared, era una muy bonita pared.
Apiadandose de ella, sacó su billetera para extenderle la paga.
Entró las cajas al pasillo mientras veía de reojo a la humana contar que estuviera completo. Luego de eso Jannike inhaló de más, dando media vuelta disimuladamente al ver que el chico seguía ocupado. Necesitaba salir de ahí.
—Bueno, si eso es todo. Creo que mejor me...
—Ah, espera. Olvidé la propina.
Jannike enmudeció estando cerca de escapar. «¿Propina? ¿Los lobos daban propina?».
Cuando giró apresurada se encontró ya tarde con la figura ancha de su espalda adentrandose en el pasillo.
—N-no es necesario.
—Insisto.
El sonido animal mezclado con el vibrato grave de su voz le congelaron los pies. Jordan desapareció, dejando a Jannike con una gota de sudor frío deslizandose por su frente y con la horrible necesidad de hacerse bolita en el suelo.
Pequeños estallidos de paranoia empezaron a picarle la piel. Se recriminó el por qué tuvo que hacerlo enfadar desde un principio. ¡A un jodido hombre lobo!
De seguro iba a cortarla en pedacitos con sus garras, entonces la metería al congelador. Su inútil y escuálido cuerpo serían alimento de emergencia para la manada.
«Siempre me dijeron que buscara mi muerte natural ¿Por qué nunca hago caso? ¿¡Por qué!?».
—Aquí tienes.
Jordan salió y le extendió aquello que menos se imaginó: un libro. La joven se descubrió la cara en su estúpido intento por protegerse y permaneció alerta, analizando con desconfianza la extraña recompensa.
—¿Y esto? —no se atrevió a tomarlo —¿No vas a comerme?
—Conservalo.
El título del libro la dejó desconcertada. "Tomo I. Hombres lobo y todo lo que necesitas saber". La sugerencia era bastante obvia.
Después de unos segundos sin contestarle, Jannike alzó el mentón con la frente arrugada.
—No lo necesito.
Un escalofrío le recorrió la espalda cuando Jordan se acercó de improvisto, acariciandole la mejilla con su cálido aliento. El aroma de su piel húmeda también se hizo más intenso.
—¿Segura? —Jannike se paralizó. Eso que sentía era el filo de sus colmillos —Puede que te ayude a no meter la pata para una próxima vez.
Por más abatidos que estuvieran sus pensamientos no le agradó ese tono con el que se dirigió.
—¿E-es una amenaza?
—Humanos —soltó con supuesta decepción —¿Por qué todo lo que no entienden lo consideran una amenaza?
—Y yo que sé, ¿Instinto de supervivencia?
—Yo diría terquedad —el chico se enderezó y tomó distancia para así detallar ese brillo precavido en su mirada —Ya deja de posponer lo inevitable, Jannike. Ignorar la realidad no te ayudará a afrontarla.
—Te dije que no quiero verme...
—¿Involucrada? Sí, lo entiendo —su excusa ya era predecible —Pero no significa que debas actuar así de testaruda.
—¿Testaruda? -replicó.
—Vamos, Jannike. No puedes negarlo. Puedo verlo a través de ti. En el fondo, no importa que tan pequeño sea, sientes ansia y curiosidad. Es algo que aprendí de los humanos. Y admiro eso, lo admito.
—¿Y qué quieres que diga? —seguía borde, rozando la indignación —"¿Gracias por considerarme un bicho interesante?"
Jordan capturó su mano sin ser brusco y se aseguró de entregarle el libro, añadiendo un firme apretón para que entendiera su punto. Su palma era rasposa, cálida. Una extraña combinación la cual no le desagradó.
—No —contestó.—Solo digo que no deberías apenarte si también sientes el mismo deseo de aprender sobre nosotros.
El silencio que ambos establecieron fue similar al del inicio, con la excepción de que este estuvo ausente de incomodidad. Por primera vez, Jannike no tuvo esa odiosa sensación de inferioridad ante él. Considerando lo distintos que eran.
«¿Aprender uno del otro?».
La pregunta le produjo intriga en el interior, tanto así que prefirió retirarse a su camioneta sin los ánimos de asimilar más de lo que podía soportar. Se llevó el libro con ella, aferrandolo a su pecho como el secreto que ahora le fue concebido.
—Oye Jannike —Jordan la llamó —¿Cuál es el especial de mañana?
—Bollos con crema —volteó a verlo sobre su hombro dudosa —¿Por qué?
Jordan se le quedó viendo fijamente. Esbozando su entrañable sonrisa por primera vez en toda la noche.
—Lo espero con ansia.
Con esa última imagen de despedida la puerta se cerró.
°. °. °. °. ° § °. °. °. °. °
El recuerdo desapareció repentinamente así como llegó. Estaba de regreso a la realidad, donde Jordan disfrutaba de sus bollos en su respectiva mesa de afuera, tal y como prometió.
Ella tenía también en ese instante el libro reposado en sus piernas, pasando lentamente los pulgares por su portada, fuera de la vista de los demás.
No quería leerlo todavía. Eso significaría aceptar la derrota.
Se sentía débil, sin saber desde cuando empezó a limitar sus propias decisiones por una lucha de orgullo.
Tal vez tenía miedo de abrirse a algo nuevo. Digerir sobre qué tan errada debió estar como para que existiera un libro oficial de un mundo que ella desconocía, oculto del ojo humano.
Leerlo implicaría aceptar que se había equivocado. Como siempre.
—Disculpe, ¿Todavía quedan donas de mora azul?
Jannike detuvo lo que estaba haciendo y se centró en esa vocecita que había llamado su atención. Teniendo que inclinarse sobre el mostrador y descubriendo a un tierno niño pegado a la vitrina.
Iba a saludarlo, pero una sensación familiar la detuvo antes de hacerlo.
—Espera —Jannike inspeccionaba detenidamente su carita. Esta vez sin lágrimas y sin ese semblante destrozado en angustia. —¿No eres de casualidad...?
—¡Sí es usted!
El chiquitín la interrumpió corriendo hacia ella para abrazarse a sus piernas. Tal cual como lo hizo ese día que lo encontró asustado en el pórtico de su casa. En verdad era él. Jannike sonrió algo confusa por el encuentro, devolviendo el adorable gesto con un par de palmaditas a su cabeza. Después de eso lo sintió apartarse, únicamente para pedirle con su manita que se agachara, acción que no tuvo problema en acceder.
—Solo quería darle las gracias por ayudarnos —hizo la forma de un megáfono con sus manos para murmurarle en el oído. —Estaba muy asustado ese día. De no ser por usted papá seguiría herido.
—Amm, Bueno... —no estaba acostumbrada a que la trataran como una especie de héroe. Sus mejillas se encendieron halagadas —No fue nada, me alegra ver que estés bien. —Jannike observó de reojo su alrededor —¿Viniste con tu papá?
—Sip. Está por allá.
En contra de todo pronóstico, encontró a través del ventanal la escena del padre hablando animadamente con Jordan. No entendió a la primera qué hacía con él, hasta que recordó la imagen grotesca de las heridas ajenas cerrándose frente a sus ojos sin ninguna explicación. Ahora lo sabía.
Jordan se percató de su atención puesta en ellos, por lo que les regaló un saludo desde lejos alzando su bebida caliente, dándole un sorbo con naturalidad.
El niño quien todavía permanecía cerca suyo se dio cuenta del nerviosismo en la humana. Por lo que giró la cabeza hacia ambos adultos, aumentando su concentración.
—Papá dice que está agradecido que hayas encontrado su estela —comentó repentinamente con una sonrisa —También dice que fuiste muy valiente.
—¿Puedes oírlos desde aquí? —Jannike lo único que alcanzaba a divisar era el movimiento de sus bocas —¿Pero cómo?
El pequeño inclinó su cabeza confundido.
—El beta mencionó que usted ya sabía nuestro secreto —dijo en un murmullo inocente —¿Acaso escuché mal?
Cada pieza encajó respectivamente en su lugar de forma forzosa y brusca.
—Eres... uno de ellos.
Estuvo tentada a apartarlo a lejos de ella después de que sus dedos se tensaran por reflejo sobre su hombro. No obstante, aquel niño dulce le sonrió entusiasmado.
—Todavía no tengo mi transformación —nuevamente le habló bajito —Pero cuando llegue el día me darán mi primera estela. Y entonces podré proteger a papá de los tipos malos.
Escucharlo pronunciar esas palabras con el rostro cargado de entusiasmo le hicieron sentirse automáticamente asqueada consigo misma por su impresión precipitada.
La esperanza teñida en su rostro, el agradecimiento reflejado hacia ella y el anhelo de un contexto que no entendía en sí. ¿Cómo es que alguien cómo él podría ser una amenaza? No lo apartó de su lado. No pudo.
Su mano tensa fue convirtiéndose lentamente en una caricia alentadora.
—Algún día lo harás —había un tenue temblor en su voz, pero no retiró su sonrisa baja —Serás un... lobo maravilloso.
—Voy a protegerlo. ¡Protegeré a todos en Willow! Así como el beta.
—¿Quién?
El pequeño escuchó a su padre llamarlo desde afuera.
—Uy, ya me voy —Jannike obtuvo un último abrazo de su parte —Gracias otra vez, señorita.
No tuvo más opción que dejarlo ir, no sin antes obsequiarle la dona de mora azul que preguntó al inicio.
Por más que el niño insistía en pagarle Jannike se negó a aceptarlo, era un modo de disculparse por los pensamientos fugaces que asumió sobre él.
Un hijo de un hombre lobo.
«Es una lástima que cuando crezca deba convertirse en esa monstruosidad. Aunque, fue extraño verlo feliz de solo imaginarlo, ¿Eso es normal? Creí que sería como en las películas donde lo consideraban una maldición. Porque, por favor, ¿Quién querría transformarse en una bestia devora hombres?».
Eran dudas que podría despejar fácilmente si tan solo se atreviera a abrir ese libro. Se sentía estúpida tratando de ponerle sentido a ese tipo de disparates. ¿Debería leerlo?
Se cruzó de brazos, efurruñada.
—No. Me niego. No lo haré.
—P-pero no he dicho nada.
Jannike abrió desmesuradamente los ojos cuando encontró a una de las meseras con una expresión inquieta en la cara.
—Ah, disculpa. No era para ti, yo solo... —apretó los labios y se palpó las mejillas para despabilar —Yo y mis tonterías. Olvida lo que dije, ¿Qué pasa?
—El repartidor dijo que no se sentía bien así que se fue a casa —decía apresurada —Yo todavía no consigo la licencia para conducir, ¿Podrías hacer las últimas entregas? Si quieres yo te cubro en la caja. ¡Por favor!
Tuvo que sujetarla de sus brazos para tranquilizarla.
Dónde Jannike fuera a realizar entregas se ganaría un regaño de su madre, fue una de las condiciones para dejarla volver a delicias Ollson.
Pero todos los empleados estaban ocupados y la pobre chica estaba a punto de echarse a llorar. Esperaba no haberle contagiado sus problemas para controlarse bajo presión en el trabajo.
—Está bien, está bien. Yo me encargo —aceptó.
La chica por su lado liberó un inmenso suspiro de alivio.
—¡Gracias jefa!
—P-pero no me llames así.
Alistar los encargos fue sencillo. Lo complicado fue pasar junto al chico que fingía no prestarle atención, cuando obviamente sentía el peso acostumbrado de su mirada seguirla en el trascurso mientras esperaba a que le prestara atención.
—¿A dónde vas con tanta prisa?
—¿En serio sigues aquí? —evadió la pregunta con otra.
—No veo porque te sorprendes cuando soy tu cliente estrella —Jordan siempre sacaba cualquier oportunidad para adularse a sí mismo —Interesante— hizo como si viera un reloj imaginario en su muñeca.— ¿No deberías estar en tu descanso?
«No puedo creer que se aprendiera mis horarios».
—Existen excepciones cuando eres la encargada.
—Jeh, eso se escuchó bastante parecido a Rodrik —ese murmuro fue para sí mismo, acompañado de una sonrisa baja.
Jannike sin entender su referencia siguió en lo suyo, guardando de paso la mochila con el libro dentro en el asiento del copiloto. No lo dejaría vagando en la cafetería sabiendo lo valioso que era. Además, no tenía idea qué tipo de explicación iba a dar si alguien descubría sus nuevos "gustos de lectura". Se aseguró de que no la descubriera en el acto, Jordan tecleaba concentrado en su computadora.
—¿Y qué hay de ti? —quiso aventurarse a preguntar —¿No tienes deberes que atender?
—Ya estoy en eso —giró la pantalla de su computadora para exhibirle los informes. Escritos que realmente no alcanzó a detallar cuando Jordan cerró la laptop de golpe —Me quedaré por un largo rato aquí. En ese caso, me gustaría pedir otra ronda.
—Se acabaron los bollos con crema.
—Es una pena. Pero no creas que me vas a echar así de fácil —exclamó acomodándose en su asiento y cruzando una pierna sobre la otra. Apoyó uno de sus brazos detrás del espaldar con aires relajados, haciendo que su camiseta se entallara —Hmmm, ¿Qué me recomienda la señorita?
Jannike revoloteó los ojos con exageración para que se percatara del gesto. Otra vez ese exceso de confianza.
—No lo sé. ¿Los hombres lobo son alérgicos a algo?
—Vaya, tienes un lado sádico oculto ¿eh? —había burla en su voz mientras la recorría de arriba a abajo con los colmillos asomados —Ni los viejos cazadores se atrevieron a tanto.
—No respondiste mi pregunta.
—Ni tú a la mía.
A este paso le saldrán canas en la cabeza.
—Santo cielo, no seas exagerado —pronunció exasperada en lo que buscaba sus llaves para partir —Me haces ver como la mala de la historia cuando en realidad no te... odio.
Para cuando se dio cuenta de lo que estaba diciendo fue demasiado tarde. Sus extremidades se congelaron a la par que sintió a una mini versión de ella aparecer dentro suyo con el único propósito de darle golpes en la cabeza.
Jordan parpadeaba igual de sorprendido. Ninguno de los dos se esperaba esa declaración. Eso le hizo sentir una extraña chispa revolotear en su centro.
—¿Podrías repetir eso?
—No —lo evadió rápidamente estampando una hojita de papel sobre la mesa —Ahí está la cuenta.
—Pero ni siquiera he terminado...
—¡Gracias por elegirnos! ¡Que vuelva pronto!
°. °. °. °. °. °. °. °
«¿Por qué demonios dije eso? ¡Tonta, tonta, tonta!».
Se replanteó la tortuosa pregunta una y otra vez como si estuviese atorada en un bucle. Ni siquiera ella le daba explicación a su vergüenza anterior, solo le había dicho la verdad.
Jordan desde un principio procuró dejarle en claro que él no era su enemigo. Sin embargo, cuando separaba el porte amable, carismático y hasta -debía admitirlo - atractivo del hombre, y luego la comparaba con la forma enorme, aterradora y voraz del lobo, sus alertas se disparaban por obvias razones.
No es que Jannike lo odiara, es solo que no confiaba en su especie.
El zumbido de una mosca pasando cerca de su oído la sacó asqueada de sus pensamientos.
Llevaba cerca de dos minutos enteros parada como poste de vigilancia frente a la puerta de la casa de su última entrega.
—A este paso no te sorprendas si te terminan considerando la rarita del pueblo, Jannike. —alegó para sí misma justo antes de tocar el timbre —¡Entregas Ollson!
—¡Un momento!
El hombre que la recibió tenía aires algo agitados, pero alegres. El delantal cubierto de harina delataba sus esfuerzos por preparar algo especial para el almuerzo, por suerte el postre ya estaba allí. Jannike no pudo pasar de largo las constantes y largas miradas que sintió sobre sí en el intercambio.
El mal presentimiento no tardó en ser remplazado por el reciente deja vú que experimentó rato atrás con la pequeña visita del niño lobo a la cafetería.
Y esta vez fue él quien se sintió presionado por la mirada curiosa de la repartidora. Por lo que volteando a ambos lados para asegurarse que nadie estuviera pasando por allí.
—Sé que no debería preguntar según lo que me advirtieron, pero, ¿Puedes reconocerme?
—Si le digo que tal vez... —Jannike se mantuvo a la espectativa —¿Debería asustarme?
Toda la sutilidad del tipo pasó inesperadamente a una expresiva e inevitable emoción.
—¡Fui yo quien te encontró en el bosque esa vez!— reveló como si nada—. Bueno, decir que yo lo hice sería darme bastante crédito cuando fuiste tú quien se estampó contra mí.
Algunos memorias escondidas comenzaban a tomar forma a medida que el hombre hablaba. De una u otra forma se las arregló para no dar un paso atrás.
—¿Cómo es que sabe el secreto? —un inesperado quejido abandonó su garganta —Ay, por favor. No me diga que usted también forma parte del clan.
¡Era el colmo! La perseguían a donde sea que ella fuese.
—¿Clan? ¿Qué? No, no, no, te equivocas. Soy cien por ciento humano. O al menos es lo que dice mi certificado de nacimiento —llevó una mano detrás de su cuello por el malentendido —Mi querida Mel es la que forma parte del clan.
Pasaron unos segundos en blanco en los cuales Jannike se replanteó su descripción.
—¿U-una mujer lobo?
—Así es.
«Maldita sea, lo que me faltaba».
—¿Y estás... casado con ella? ¿Felizmente? ¿Por voluntad propia?
Pese a su insistencia, el hombre no perdía su sonrisa comprensible.
—Bueno, eso es lo que se supone debo decir ¿no? —hubo gracia en su respuesta.
—¡Escuché eso! —una voz resonó desde el segundo piso.
—¡Lo sé, cariño! Siempre lo haces.
Jannike no pudo tomárselo con el mismo humor. Sabiendo los riesgos que eran mantener un lobo cerca de su círculo social, no se explicaba como un humano podía comprometerse a un descarado y perturbador nivel romántico con alguien de esa especie. Le parecía incoherente, haciendo que se preguntara en qué demonios estaban pensando los humanos en Willow hoy en día.
Su lado "anciana amargada" latía indignado.
Y la punzada en sus sienes no es que le estuviera ayudando a digerir la información.
—¿Qué clase de locura es esta?
—No te llegas a acostumbrar de un día para otro, ¿eh? —quiso consolarla sin perder su toque amable —Por otro lado, me alegra que te encuentres mejor. Y también tu novio, ambos estaban bastante heridos ese día. ¡Pero te ves ves como nueva!
—¿Novio?
—El segundo al mando. El beta —respondió haciendo memoria —¿Jordan creo que se llamaba? No estoy muy seguro, me sentí la mayor parte del tiempo intimidado cuando el alfa se reunió con nosotros para hablar sobre lo que pasó.
Como si los niveles de confusión de Jannike ya no fueran los suficientemente altos. Por supuesto, se estaba esmerando para no demostrar sus gritos internos al mundo real. Fue cuando cayó en cuenta del término que utilizó el hombre para referirse al hombre lobo que le alteraba la vida. Un sonrojo extremo se disparó en sus mejillas como si se tratase de un volcán.
—¡Él no es mi...! —la sola idea le pasmó la cara y le hizo un nudo en la lengua —Ay, cielos. N-nosotros no somos...
Parpadeó dos veces seguidas al percatarse de que había mal interpretado la situación.
—¿Me equivoqué entonces? ¡No quería, lo siento! —se apresuró en disculparse —Es solo, ya sabes. Por la manera en que se empeñó en defenderte y protegerte aquella vez, supuse que tenían esa cercanía.
Nuevamente las palabras se perdieron entre la corriente caudalosa que sintió Jannike por dentro tras su descripción. La sensación por saber más de las acciones del lobo ese día despertaron sin su permiso a partir de un aleteo curioso en el pecho.
De pronto se escucharon unos pasos y la presencia de una mujer formidable apareció justo detrás de quien era su esposo.
Lo primero que le sorprendió fueron los centímetros de diferencia de altura entre ambos, lo cual afirmó el porte intimidante que desbordaba la mujer por naturaleza. Ojos afilados, facciones precisas y exóticas que gritaban su aire depredador.
Para su alivio, la mayoría de sus alertas se disolvieron en seguida le enseñó una sonrisa amable.
—Pareces estar en perfectas condiciones —con un brazo rodeó a su esposo de la cintura y lo atrajo con dulzura hacia ella —Ah, y por cierto, preferimos que nos llamen manada. "Clan" suena un poco extraño.
—Pero no te presiones, —añadió él —al principio también me costó aprender a diferenciar un montón de términos.
—Eras tan tierno e ingenuo en ese entonces —su amada se acercó juguetonamente a su cuello.
—C-cariño aquí no.
Jannike no estaba segura si debía retirarse. O en palabras más exactas; huir. Antes de que la escena entre los casados se volviera más acaramelada.
Dándose cuenta de la expresión de la chica, el señor se empeñó en poner espacio entre su amada para despedirse con un tierno e incómodo "¡Humanos por siempre!"
Cuando cerraron la puerta ella dio las gracias a quien sea que estuviese allá arriba por que haya acabado ese encuentro. Esperaba que esa mujer no devorara al humano, se veía tan indefenso a su comparación.
«Aunque existen diferentes formas de "devorar". Joder, ahora tengo esa imagen mental en la cabeza. ¡Concéntrate!».
Por más que quiso, no pudo. Dejando a un lado el secreto y la apariencia detrás de la verdad, Jannike no podía mentirse al decir que esa pareja no se veía entre sí a los ojos con genuino cariño mutuo. Los gestos, las sonrisas compartidas. Era más de lo que pudo visualizar luego de hacerse la idea de que aquel humano se había involucrado con una bestia camuflada.
Lo que importaba era el interior. Pero, ¿Hasta que punto se está dispuesto a ignorar la realidad del exterior? ¿Cómo aceptar un extremo tan contrario?
Era como si el universo la estuviera cuestionando o poniendo a prueba, ¿Una trampa? O quizás alguien más entrometido y cercano de lo que ella pensaba.
De vuelta a Delicias Ollson y con esa sospecha en mente, Jannike localizó a Jordan saliendo de la cafetería con una nueva ronda de comida, dirigiendose -vaya, que inesperado -a su mesa a las afueras. Expresión relajada, serena. Como si tuviese todo calculado y bajo control al simple alcance de su mano.
Incluyendola a ella.
La molestia empezaba a despertar desde la punta de sus dedos. Bajó de la camioneta sin quitarle los ojos de encima, preguntándose en qué clase de chiste se estaba permitiendo participar. Era una ingenua, Jordan disfrutaba burlarse de ella. Ya había tenido suficiente.
Jannike apretó la mandíbula con fuerza, cuadró los hombros y avanzó a grandes zancadas.
Sin gran asombro Jordan alzó la vista ante la sombra que cubrió repentinamente la mesa, sus labios quedaron entre abiertos por la interrupción, dejando el bollo entre sus dedos a medio transcurso en el aire.
—¿No que ya se habían acabado?
—Ahorratelo. Ya entendí, ¿De acuerdo? —fue directa al grano —No era necesario que me presionaras hasta ese punto.
—Disculpa, pero ¿De qué estamos hablando?
—Ay, por favor. No creíste que no me daría cuenta de esos encuentros tan "casuales" ¿O sí? —sus dedos hicieron comillas en eso último —Me imagino que te divertiste planeando cada estrategia. ¿Pues qué crees? No lo necesitaba.
Jordan creía tener una idea a qué se refería. Se esperaba cualquier tipo de disparate menos que lo acusara.
—Pero si yo no he hecho nada, Jannike. A ver, no tengo tanto tiempo libre, y si lo tuviera, sería ridículo —realmente se esforzaba por tomárselo por el buen lado y al mismo tiempo hacerla entrar en razón —En Willow siempre han existido los lobos, y la manada es cosa de generaciones. Estuvo frente a tus narices todo este tiempo, que tú no lo supieras es diferente.
Una sensación de pesadez se estrujó en su tráquea.
—N-no pueden ser tantos.
—De hecho, podrían haber lobos trabajando para ti justo ahora y no te darías cuenta.
—¿Cómo dices? —por inercia dio un vistazo precavido sobre sus hombros, observando a cada empleado cumpliendo con su deber —¿Quiénes son? Dímelo.
—Vamos, Jannike ¿Qué harás? —replicó ante su exigencia —¿Despedirlos? No creo que sea conveniente ni justo. Quiero decir, eso sería... —la taza qué tenía antes la acercó a sus labios, pensando en la palabra exacta —algo discriminatorio ¿no?
Un remolino de enfado le hizo estampar el libro sobre la mesa. Jordan pasó saliva con dificultad, borrando la expresión burlona de su cara, pues no se esperaba esa reacción desprevenida.
Le costaron varias respiraciones profundas para que Jannike pudiera manejarse.
—Yo no podría hacer algo así —con frustración se llevó un par de dedos al puente de su nariz, cabizbaja —N-no podría. No soy ese tipo de persona. Por más que ellos sean...
No pudo seguir, se guardó sus caudalosos pensamientos con un gemido derrotado. Con esto, un sentimiento de piedad emanó en Jordan.
—¿Quieres hablarlo? —propuso gentilmente, extendiendo una mano al segundo asiento en la mesa.
Jannike cirnió los dedos en la pasta antigua del libro, luchando contra sus propias contradicciones, cerrando los ojos con fuerza por la indecisión que ya la tenía harta y que su lado obstinado —o temeroso— se negaba a soltar.
—No estoy lista —mordisqueó su propio labio, sabiendo que estaba actuando como una cobarde —No lo estoy.
Cuando intentó tomar su mano para tranquilizarla, Jannike dio media vuelta y se marchó al interior de la cafetería, llevándose el libro con ella. Ese detalle fue el que más confundido dejó a Jordan, provocándole un extraña incertidumbre que aquella humana no paraba de despertar y al cual no podía darle un significado.
Si tan solo pudiera descubrir la manera de hacerle entender.
°. °. °. °. °. °. °. °. °
Esa misma noche, siendo exactos en la madrugada, el descanso de Jannike no era habitual.
Su frente perlada de sudor y la respiración levemente errática mostraban los signos de estar teniendo una aparente pesadilla. Se removía incesante entre las sábanas, reviviendo los choques fugaces que hace semanas había superado. La agitación en la cueva, escapando de las bestias, con la única esperanza al final del rocoso túnel qué su subconsciente se encargaba de deformar.
Corrió hacia el mar de luz, reviviendo el sentimiento de miedo fusionado con la esperanza. Un escozor en su pecho adhieriendose con furgor.
Pero Jannike no despertó como las veces anteriores, la luz no se desvaneció.
Sus pies descalzos cruzaron y el tacto de suelo de pronto se tornó firme, acompañado del tacto helado y pulcro. Las deformes siluetas tomaron consistencia, la luz se ajustó a sus pupilas. Fue así como el escenario nítido de un trono celestial se alzó frente a sus ojos, rodeado de un paraiso limitado que ni su recóndita imaginación pudo haber maquinado jamás.
Jannike quedó absorta por la belleza del sitio, no tuvo cabida para preguntarse qué es lo que hacía ahí. La incógnita no duró demasiado aun así. Pues cierta figura femenina reposada en lo más alto de aquel trono en piedra desvió su atención.
Múltiples cadenas de plata caían por la graba en escaleras, a la par de la seda que cubría aquella silueta. El porte de la soberbia, aires de grandeza, mirada afilada y postura desinteresada al tener una mano reposada sobre la tersa mejilla. Observandola fijamente con la misma inferioridad que un súbdito tendría ante su reina.
Una diosa.
—Bienvenida, humana —la furia retenida retumbó duramente en sus palabras —Tenemos que hablar.
°. °. °. °. °. °. °. °. °
A la bestia, con la edición no me esperé este capítulo fuera tan largo. Demasiadas emociones y sucesos que tuve que representar. Espero haya quedado bien ❤️
Y con esto finalizamos el capítulo. Un par de horas más tarde pero la fecha de publicación cumple. Ese es el propósito (^-^)
¿Qué les va pareciendo? ¿Ya va tomando consistencia la nueva versión? 👀
¿Teorías? ¿Jordan es un amor? ¿Jannike despabila niña?
Hay bastantes hilos que atar todavía, y no tienen idea de como me EMOCIONA
Así que nos estaremos leyendo en el siguiente capitulo que será publicado el 14/Junio
¡Gracias por el apoyo! Nos leemos pronto.
BYE: A.❤️
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