C A P Í T U L O 10

Bajé la tapa de mi laptop, me incliné al espaldar de la silla y cerré mis ojos mientras un suspiro ―que evidenciaba el cansancio que tenía― salía expulsado de mis labios.

Masajeé el puente de mi nariz y froté mis ojos cansados por haber estado horas mirando la pantalla de mi laptop para organizar el horario de la carrera que estudiaría de forma virtual. Apenas había entrado al servidor de la universidad esa semana para cerciorarme de que no tenía actividades pendientes.

Revisé todos los cursos disponibles y realicé un pequeño cronograma de estudio en base a las materias que requerían más tiempo, así como también descargué al menos las primeras unidades de cada asignatura para irlas estudiando.

Realizar dos carreras de forma simultánea suponía todo un reto para mí, por lo que quería que todo saliese la perfección y sin ningún contratiempo.

Si debía comenzar de cero, al menos intentaría equilibrar el tiempo que había perdido, sacando dos carreras a la vez.

Sentía que esa era la manera de sentirme menos culpable conmigo mismo.

Peiné mi cabello hacia atrás y luego de estirarme en la silla, me levanté para tomar una rápida ducha. Mientras seleccionaba la camiseta que usaría, inspeccioné la hora en el reloj que estaba en mi escritorio para notar que tenía el tiempo suficiente para ir un rato a la biblioteca y pasar algunas horas allí.

Había organizado la mayoría de mis materias y ya había acabado con los pendientes de cada una, por lo que salir a relajarme no sonaba como una mala idea. Desde que había comenzado a estudiar con Jared la materia que me quebraba la cabeza, el estrés se redujo de manera significativa.

Jared tenía una paciencia increíble para explicarme lo que me costaba entender, aunque aquello se lo atribuía a la enorme empatía que debía tener la mayor parte del tiempo con su gemelo.

Cuando Jared me dijo que acostumbraba a lidiar con idiotas, no había estado tan equivocado, porque era imposible no notar lo infantil que James era la mayor parte del tiempo.

Sequé mi cabello, tiré la toalla a la cama y comencé a vestir la ropa que había seleccionado para usar. Me detuve frente al espejo una vez culminé y comencé a peinarme, teniendo especial cuidado con mi copete.

Una vez satisfecho, revisé mi imagen completa y con una sonrisa me dirigí hacia la puerta con llaves y cartera en mano. Bajé las escaleras con calma, oyendo voces provenir de la cocina, por lo que me dirigí al lugar, encontrando a mamá y Addison hablando de forma animada mientras la melliza arreglaba sus uñas con un montón de productos regados alrededor de ellas.

—Hey, mamá, saldré un rato a la biblioteca —informé mientras detallaba cada esmalte esparcido en la mesa.

—Está bien, cariño. Ten cuidado.

—Y asegúrate de no regresar —rogó Addison, sin mirarme, concentrada en aplicar de forma adecuada la pintura.

—Ya quisieras.

Di media vuelta y salí de casa lo antes posible para aprovechar el tiempo en la biblioteca. Recorrí las calles sin prestar mayor atención a mi entorno y saludé a la bibliotecaria como se me había hecho costumbre las últimas semanas.

Caminé por los extensos pasillos y me detuve cerca de las estanterías de fantasía con la esperanza de encontrar una nueva lectura que fuese capaz de captar mi interés.

—Tal parece que nos encontramos de nuevo —susurró una voz cerca de mi oreja, provocándome un leve estremecimiento.

Giré en mi lugar de forma presurosa y pegué mi espalda al librero cuando el rostro de Jared se encontró extremadamente cerca del mío. Llevé mi mano a la oreja y la acaricié para eliminar la sensación cosquilleante que el cálido aliento del gemelo había dejado en mi piel.

—Jared —murmuré con voz temblorosa.

El chico metió las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón y comenzó a balancearse sobre sus pies. Llevaba esa chaqueta de blue jean que siempre parecía cargar consigo y su cabello se encontraba algo desordenado.

—Derek.

Tragué saliva y desvié mi mirada por un segundo, antes de volver verle con una sonrisa juguetona.

—Tal parece que de verdad me sigues —señalé con tono jocoso.

Una sonrisa se extendió por su rostro.

—Ya te lo dije: eres bonito, pero no exageremos tampoco.

Jared rascó su nuca por unos segundos, llamando mi atención con ese gesto. Tomó una profunda respiración y me observó con interés e inseguridad.

—¿Tienes algo que hacer ahorita?

Ladeé un poco el rostro y negué un par de veces.

—No realmente, es decir, solo vine a leer un rato, —Cuando no dijo nada, mordí mi labio. La paciencia no era una de mis cualidades—. ¿Por qué?

Se encogió de hombros y comenzó a darse la vuelta, pero se detuvo para mirarme sobre su hombro.

—¿Qué te parece si salimos de aquí? —Alcé mis cejas ante la repentina pregunta—. Me gustaría llevarte a un lugar.

—¿Qué lugar?

Una minúscula sonrisa hizo acto de presencia en su rostro cuando extendió su mano hacia mí.

—¿Confías en mí?

Observé su mano por unos segundos, antes de verle directamente a los ojos, en busca de algún indicio de... algo. Pero no pude encontrar nada que me hiciese desconfiar de Jared, por lo que también extendí mi mano para tomar la suya.

Su agarre se apretó alrededor de mi piel, impulsando a mi cuerpo a moverse. Una vez estuvimos el uno frente al otro, Jared señaló con su cabeza hacia la salida, antes de comenzar a caminar, conmigo siguiendo sus pasos, incapaz de pensar en algo más que saciar la curiosidad que tenía por su actitud misteriosa.

—¿Viniste en auto? —preguntó una vez atravesamos la salida.

—Uh, no.

El asistió y se acercó a una motocicleta para luego tomar el casco que estaba asegurado en la parte trasera y extendérmelo.

—N-No pensarás que me montaré en esa cosa, ¿verdad? —Tomé el casco en mis manos y lo apreté con fuerza cuando la sola idea de montarme en esa motocicleta me aterró.

Jared alzó una ceja y se cruzó de brazos.

—¿Esa cosa?

Apreté mis labios y bajé la mirada, avergonzado. Pero levanté la cabeza con rapidez cuando vi los pies de Jared moverse hacia la motocicleta para tomar asiento.

—No tienes nada que temer, conduciré con precaución.

Mordí el interior de mi mejilla, inseguro de aceptar aquello, hasta que extendió su mano en una clara invitación. Le sujeté una vez más y caminé hacia la parte trasera mientras trataba de ignorar el creciente nerviosismo en mi interior. Miré un momento el asiento y ―tras expulsar un largo suspiro―, me subí detrás de él con torpeza, ya que era mi primera vez montando.

Sin ser plenamente consciente de ello, me aferré a su torso como si mi vida dependiese de ello y cerré mis ojos con fuerza cuando el motor rugió. El vehículo se movió a toda velocidad y todo lo que pude hacer fue apretar mis ojos a más no poder y aferrarme con todas mis fuerzas al chico que manejaba, sintiéndome incapaz de hacer otra cosa.

Antes de darme cuenta, la motocicleta se detuvo y las manos de Jared se aferraron a las mías en un intento por eliminar el férreo agarre que tenía sobre su torso. Avergonzado, me separé con rapidez y me bajé con cuidado, notando por primera vez que nos encontrábamos en medio de la nada, frente a una casa abandonada que había tenido mejores días que ese.

El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, por lo que el panorama era tétrico. Me giré hacia Jared y con los brazos cruzados, pregunté:

—¿Tu plan era traerme hasta aquí para asesinarme?

Pero lo que pareció lógico para mí, para Jared debió ser algo divertido, porque una sonrisa se instaló en sus labios.

—Dado que acabas de descubrir mis intenciones, ya no puedo dejarte con vida.

Comenzó a caminar hacia mí, pero en lugar de quedarse conmigo, continuó su camino hacia la casa que estaba a mi espalda y que parecía caerse a pedazos.

Me di la vuelta para seguirle, mirando a mi alrededor con curiosidad, porque él lugar parecía encontrase a las afueras de la ciudad, basándome en la vegetación que comenzaba a ser abundante y en la distancia que parecían tener las casas que estaban edificadas en la zona.

—¿En dónde estamos?

Mi mirada se fijó en la espalda de Jared que se contraía con cada paso que daba para acercase a la propiedad.

—Estamos a unos diez kilómetros de la bifurcación que nos lleva a la ciudad —informó—. Encontré esta propiedad abandonada hace algunos meses y vengo aquí cuando quiero estar solo.

—¿Una especie de escape?

Se encogió de hombros.

—¿Vienes aquí muy seguido?

Jared no me contestó, solo continuó caminando hasta adentrarse a la propiedad, por lo que apresuré mis pasos para no quedarme atrás, por miedo a lo que pudiese ocurrirme si me quedaba solo en aquel lugar abandonado por Dios.

Atravesé la vivienda siguiendo a Jared de cerca, aunque tuve que detenerme cuando casi tropiezo contra lo que en algún momento fue un centro de mesa. Caminé a través de la sala, esquivando escombros regados junto a pedazos de vidrio roto esparcidos por todo el suelo, antes de comenzar a subir las escaleras para seguir al chico que atravesaba la puerta de una de las habitaciones del segundo piso.

Cuando logré alcanzarle, me topé con su cuerpo dándome la espalda mientras observaba la caída del sol por el horizonte a través de un ventanal abierto que iba del techo al suelo de la habitación.

—Este lugar se convirtió en mi refugio cuando las cosas se volvían lo suficientemente insoportables como para hacerme creer que ya no había esperanza —murmuró con la mirada fija en la puesta de sol cuando me posicioné a su lado.

—¿Eso ocurre muy a menudo? —me atreví a preguntar de nuevo con curiosidad, aprovechando que me había revelado algo de su vida por convicción propia.

Una risa seca proveniente de Jared me sacó de mis pensamientos.

—Te sorprenderías —aseguró—. He tenido que salir huyendo más veces de las que he podido contar.

Aquella confesión provocó que mi estómago se revolviese y mi pecho se apretara.

—¿Esto tiene algo que ver con tu padre?

Apenas las palabras salieron de mi boca, Jared se volteó, dirigió su atención hacia mí y se mantuvo de esa forma por un largo rato, tan solo analizándome con esa seria expresión que casi nunca abandonaba su rostro. Antes de poder abrir mi boca para disculparme por entrometido, Jared volvió su mirada al frente y suspiró.

—La situación con Steve es tan solo la punta del iceberg —susurró sin mirarme a la cara, aunque a leguas se notaba lo difícil que era para él confesar aquello.

Steve.

Sin pensar en lo que estaba haciendo, mi mano se posó sobre la de Jared que permanecía sobre el barandal, como una muestra silenciosa del apoyo que tenía de mi parte, independientemente de si quería abrirse conmigo o no.

—Estar roto es un tanto escalofriante —murmuró con humor—. Solo eres capaz de descubrirlo cuando ya no encuentras ningún pedazo al cual aferrarte.

Aunque pronunciaba aquello con un deje de diversión, el dolor que reflejaban sus ojos fueron como dagas que me hicieron moverme con rapidez para aferrarme a su cuerpo en un apretado abrazo, con tal fuerza, que Jared perdió el equilibrio y cayó de culo sobre el suelo conmigo entre sus piernas abiertas, negándome a separarme porque sabía que si veía por un segundo más aquella miel rebosante de dolor, lloraría.

—No digas algo tan triste con esa expresión tan desolada —rogué con la voz quebrada, enterrando mi rostro en su hombro; su perfume inundó mis fosas nasales—. Es desgarrador.

Permanecí aferrado a Jared por lo que pareció una eternidad e incluso su mano se posó en mi espalda baja para devolverme el abrazo. Duramos un largo tiempo de esa forma, hasta que me alejé para gatear hacia la cama que estaba a centímetros de nosotros para apoyar mi espalda en la base.

Jared me analizó por unos segundos antes de imitar mis acciones y sentarse a mi lado. Tomé una profunda respiración y apoyé la parte posterior de mi cabeza mientras pensaba cuidadosamente en mis próximas palabras.

—Creo que tener tus propias piezas regadas puede representar una oportunidad para reconstruirte como una versión mejorada de ti mismo —susurré.

—Construirme sobre los escombros de lo que alguna vez fui no suena alentador.

—¿Y eso que? Todo lo que conocemos hoy en día fue construido sobre escombros. —Choqué mi hombro contra el suyo en un gesto juguetón—. No puedes negarte la oportunidad de hacer de ti una obra maestra por miedo a lo que dejarás atrás.

Jared bajó su cabeza para fijar sus orbes en algún lugar del suelo bajo nosotros.

—¿Y qué pasa si el resultado final es incluso peor a lo que se destruyó?

—Confío en que eso no ocurrirá —afirmé, ganándome una mirada por parte de él. Giré también mi rostro, sin eliminar la sonrisa confiada de mis labios—. Tan solo espero estar allí el día en que muestres al mundo la mejor versión de ti.

Los ojos se Jared se empañaron con aquellas lágrimas no derramadas que parecía estar conteniendo con todas sus fuerzas. Desvió la mirada y una sonrisa amarga se instaló en sus labios.

—En momentos así me gustaría ser como James, para saber qué decir.

Sin poder evitarlo, mi entrecejo se arrugó.

—¿Por qué tendrías que ser como James?

—¿No es eso lo que todos esperan? —reflexionó para sí mismo—. La gente ni siquiera me conoce como Jared Miller. En este punto solo soy "el gemelo de James" y honestamente comienza a ser frustrante.

Mi mano se pasó sobre la suya en un intento por transmitirle mi apoyo.

—No necesitas ser como James para destacar.

Una risa seca salió de sus labios.

—No tienes que mentir para hacerme sentir mejor —Tragó grueso para eliminar el apretado nudo en su garganta mientras las lágrimas comenzaban a caer—. No soy tan extrovertido ni tan interesante y entiendo que nunca podré ser como él —balbuceó—. Intenté por años ser alguien diferente, pero simplemente no es fácil intentar ser alguien más, alguien que no soy.

Tomé el rostro de Jared y pegué mí frente a la suya mientras secaba las lágrimas que no dejaban de caer.

—Eres maravilloso tal y como eres, Jared. No necesitas ser alguien ruidoso para llamar la atención porque, con solo ser quien eres, destacas. —Sonreí con dulzura al ver su expresión llena de sorpresa, como si para él fuese algo imposible que alguien fijara su atención en él—. El problema no es que debas ser alguien diferente, sino que debes darte a conocer al mundo.

Negó con su cabeza, provocando que soltara mí agarre sobre su rostro.

—No es tan fácil, ¿sabes? No cuando tu propias tías murmuraban cosas como: "qué inexpresivo es Jared, ¿por qué no puede ser como James?", "qué callado, debería ser como su hermano" "pobre Jared, no debe tener amigos" "mira qué solitario" —repitió cada comentario con resentimiento—. Mientras más intentaba olvidar cada frase, más parecían adherirse a mi memoria. Entonces, ¿qué debería creer cuando por años intentaron convencerme de que James era mejor que yo?

Sin poder evitarlo, coloqué mi mano en su mejilla, desesperado por eliminar esa expresión afligida que mostraba, pero también sabiendo que sería difícil convencerle de lo maravilloso que era cuando ni yo creía aquello de mí.

Me sentía la persona más hipócrita del mundo cuando le decía a Jared que no debía cambiar cuando por años eso era lo que había intentado hacer conmigo mismo.

Jared alzó la mirada con sorpresa cuando fue consciente de la caricia y encontró sus ojos con los míos, provocando que un extraño cosquilleo se instalase en mi estómago.

Tragué saliva, suponiendo que se trataba de la exposición de sentimientos a la que me estaba enfrentando y suspiré mientras me preparaba para confesar la forma en la que también me sentía a veces alrededor de mis hermanos.

Aparté la mano de su mejilla y comencé a jugar con mis dedos.

—No creas que intento menospreciar tu sentir, porque en verdad te comprendo. —Pegué mis rodillas a mi pecho en un intento por sentirme protegido—. Estar a la sombra de tus hermanos es...

Jared me miró con curiosidad y algo de confusión.

—Tus hermanos parecen geniales.

—Lo son, es solo que... —Cerré mis ojos con fuerza, lleno de culpabilidad por la forma en la que me sentía—. Son tan diferentes a mí, que a veces siento que no encajo con ellos.

—¿Está mal ser diferente?

—No es eso, lo que quiero decir es que... Michael es tan sociable que a veces envidio su capacidad para ganarse el corazón de las personas. Andrew es una persona que confía tanto en sí mismo que a veces quisiera ser como él y Addison es una chica tan fuerte y dispuesta a defender sus ideales que todo lo que puedo hacer es compararme con ellos sin poder evitar notar todas las carencias que tengo.

Jared me miró fijamente por un momento, antes de suspirar.

—Si no puedes ver todo lo bueno que hay en ti, entonces tenemos un gran problema.

Bufé.

—¿Que puede tener de bueno alguien como yo?

Jared acercó un dedo a mi frente y me dio un pequeño golpe que me sacó un quejido.

—No todas nuestras cualidades tienen que ser tan llamativas para destacar... o algo así intentó decirme un chico testarudo hace unos segundos. —Rodó sus ojos con diversión, antes de que su rostro se volviera inexpresivo—. A veces nuestra mayor fortaleza es aquella que somos incapaces de ver por nuestra constante necesidad de menospreciarnos a nosotros mismos. Pero siempre existirá al menos una persona que sea capaz de notarla por nosotros y señalarla.

—Está bien. —Me crucé de brazos—. Según tú, ¿cuál es mi mayor cualidad?

Sus ojos recorrieron mi rostro como si ante él estuviese una pieza invaluable y maravillosa. Su concentración era tal, que me removí sobre mi lugar para deshacerme de la extraña calidez que comenzaba a subir por mi cuello hasta instalarse en mis mejillas.

La forma en que Jared me miraba siempre lograba hacerme sentir especial de alguna forma.

—Eres un chico muy dulce.

Por alguna razón, sus palabras me causaron tanto confusión, como una calidez en el pecho.

—¿Soy dulce? ¿Qué clase de cualidad es esa?

La mano de Jared se acercó a mí mejilla y, deslizando su dedo sobre mi piel, murmuró:

—La amabilidad puede salvar a las personas, bonito.

Mis mejillas se encendieron ante el apodo que Jared ya había mencionado con anterioridad, pero al que nunca le había tomado mayor importancia porque me causaba inquietud el extraño cosquilleo que generaba en mi estómago.

—¿Bonito?

—Bueno, ahí tienes otra cualidad —sonrió—. También eres bonito.

—No soy bonito —refunfuñé, sintiendo las mejillas aún más calientes.

—Intenta convencerme mejor para la próxima —bromeó en voz baja, para no perturbar el ambiente tranquilo que se había formado a nuestro alrededor.

Un extraño sentimiento me invadió cuando ambos nos quedamos en silencio por un largo rato, tan solo mirándonos a la cara como si fuese lo más interesante que pudiésemos hacer. Tragué saliva con fuerza y desvié la mirada para tomar una profunda respiración y así eliminar la sensación de asfixia que comenzaba a consumirme.

Pronto nos perdimos en nuestros propios pensamientos, como si necesitásemos asimilar las palabras que cada uno había expresado pero que parecíamos incapaces de seguir por cuenta propia.

En determinado momento llegué a cuestionarme hasta qué punto era adecuado indagar en su vida o si era correcto seguir haciéndolo. No sabía qué hacer con toda la información que había recibido, pero de lo que sí estaba seguro era que quería eliminar a toda costa el inquietante silencio que había en el lugar.

—¿Que se siente ser el hermano mayor? —Me encontré preguntando antes de darme cuenta—. Es decir, sé que tienen a Stephen, pero...

Me detuve al ya no saber cómo continuar. Sentía que con Jared cualquier tema que tuviese que ver con su familia era una bomba de tiempo.

Detuve mi pobre intento de conversación cuando Jared volteó a mirarme y luego posó su vista al frente con el mismo cansancio que parecía llevar consigo siempre.

No creí que alguien tan joven pudiese verse así.

—Tenemos a Stephen, sí, pero... es complicado —respondió luego de un rato—. Él no vive con nosotros y casi no le vemos, así que supongo que todo el peso recae sobre mí.

Aquella afirmación encendió la chispa de la curiosidad en mi interior.

—¿El peso?

Suspiró.

—Sí, ya sabes... quiero decir... no solo soy el hermano mayor sino también el hombre de la casa, así que varias responsabilidades recaen sobre mí.

—Uh, yo... no lo sabía, es decir, Michael es el mayor, así que nunca creí que ser el hermano mayor fuese tan complicado.

Una risa seca rompió con el silencio momentáneo.

—Ni te imaginas —exhaló entrecortadamente—. A veces solo es tan... difícil tener que lidiar con mis problemas y con los de los chicos... —negó un par de veces—. No te confundas, los amo y son importantes para mí, pero...

Mi mano apoyada en la suya detuvo cualquier intento de explicación que pudiese darme.

—No tienes que justificarte, Jared. No eres mala persona por sentir que no puedes con todo.

Sus ojos se vieron sospechosamente húmedos luego de eso.

—A veces me siento culpable por renegar de la situación, pero... ¿No te ha pasado que tienes pensamientos que no quieres tener pero sientes que no puedes evitar? —Apretó sus labios—. A veces solo es tan difícil fingir que nada ocurre cuando todo parece derrumbarse.

Me sentía tan identificado con él que dolía.

Dolía profundamente porque esas eran las preguntas que constantemente me hacía.

—¿Soy una mierda por huir?

La desesperación en su voz me hizo acercarme hasta que nuestros muslos y brazos se golpearon y Jared de forma automática apoyó su cabeza en mi hombro como si hubiese sido todo lo que había estado necesitado.

Aunque en mi caso estaba agradecido de ser esa persona que fuese capaz de sostenerle cuando estaba a punto de derrumbarse; solo esperaba poder estar allí cada vez.

Ninguno dijo nada luego de aquello porque no fue necesario y porque no creí que existiesen palabras lo suficientemente reales que Jared pudiese creer. Por ello todo lo que hice fue tomar su mano en la mía y entrelazar nuestros dedos en un intento de hacerle sentir que estaba allí con él para lo que necesitase mientras su cabeza continuaba descansando en mi hombro.

Mi mejilla se apoyó sobre la cima de su cabeza y no pude siquiera comenzar describir la paz que experimenté al sentir su cuerpo subir y bajar al compás de su respiración.

Cerré mis ojos y dejé que el tiempo pasara mientras el cuerpo de Jared se aferraba al mío.

Aflojé el férreo agarre que tenía sobre Jared para bajar de la motocicleta y tenderle el casco que acababa de quitarme.

El paseo fue interesante al punto de hacerme experimentar sensaciones que nunca creí ser capaz de experimentar sobre una moto ni mucho menos en una casa abandonada.

Tampoco pensé que encontraría a una persona que fuese capaz de comprenderme o compartir conmigo mis más grandes inseguridades; aquellas que creí nunca poder compartir con nadie.

—La pasé muy bien —admití con las mejillas calientes—. Fue una noche muy interesante.

—¿Incluso aunque tuviste que subir a una moto?

Reí por ello.

—Tal vez eso lo hizo más interesante.

Jared asintió y tomó el casco, aunque yo no lo solté.

—Espero que esto se repita —susurró, observando mi rostro.

Un brillo indescifrable resplandecía en su mirada.

—Yo también.

Solté el casco y una vez más nos miramos, como si esperásemos a que el otro dijese algo más. Jared aclaró su garganta y mi corazón se aceleró.

—Bueno, yo... debo irme. —Su motocicleta ronroneó una vez más cuando aceleró—. Mamá va a matarme por llegar tarde a casa de nuevo.

Me aparté del camino y asentí, esperando que la decepción no se notara en mi rostro.

—También debo entrar —informé—. Dudo que mamá esté feliz cuando note la hora a la que estoy llegando.

Jared asintió y miró al frente, pero antes de irse me miró con una minúscula sonrisa en sus labios.

—Nos vemos, bonito.

Bajó la visera de su casco y arrancó dejándome atrás con el corazón acelerado y un cúmulo de sensaciones por descubrir. Toqué mis mejillas, excesivamente calientes por la vergüenza y moví mi cabeza en un intento por disipar la confusión que albergaba en mi interior por tantas emociones que estaba experimentando y no comprendía.

Me di la vuelta y abrí con mucho cuidado la puerta de la casa, aunque me di cuenta luego ―por los gritos que se escuchaban― que no era necesario esconder mi hora de llegada.

—... el día de ayer saliste, el anterior también y ahora llegas a casa a estas horas y alcoholizado. Yo no te eduqué de esta manera Michael Allen Blut Sign.

Hice una mueca parecida a la que hizo mi hermano mayor cuando nuestra madre pronunció su nombre completo, tal y como hacía cuando alguno estaba en serios problemas.

—Escucha, mamá...

—Escucha nada, Michael. Eres mayor de edad y deberías saber lo que haces, pero no puedo aceptar que algo te pase por ser irresponsable.

—Conduje con cuidado y estoy bien, lo prometo, ma.

Lena movió su rostro de un lado a otro, luciendo decepcionada y preocupada, pero no dijo nada más cuando dio la vuelta y subió las escaleras. Un portazo se escuchó segundos después y tanto Michael como yo nos encogimos en nuestro lugar porque sabíamos que mamá estaba enojada.

Michael expulsó el aire con fuerza y peinó su cabello hacia atrás, antes de alzar su mirada y encontrarla con la mía. Una sonrisa tonta se instaló en sus labios y el tamaño de sus pupilas me hizo saber que había bebido de más.

—Hey, hermanito, ¿qué tal?

—Mejor que tú, al parecer. —Me acerqué a él y coloqué su brazo sobre mis hombros, tomándole por sorpresa—. Déjame ayudarte a subir, estás ebrio.

—Te prometo que soy consciente de todo, D.

—Aun así es notable que te cuesta un poco mantenerte de pie.

—Lo que sea —refunfuñó dejándose ayudar a subir las escaleras.

—De todas maneras, ¿en dónde estuviste? —pregunté con curiosidad por el estado en que se encontraba—. Tú no sueles hacer este tipo de cosas.

Otra sonrisa tonta adornó su rostro de forma inusual, haciéndome arrugar mi frente justo cuando abría la puerta para entrar a su habitación e intentaba guiarle hacia la cama.

—Salí a beber con Stephen y pasamos un muy buen rato —suspiró—. No s-sabía que Stephen podía reír de esa manera —balbuceó algo no que logré comprender.

La noticia me dejó un tanto descolocado porque ni en mis fantasías más salvajes podía imaginar a Stephen como un chico de noche, pero lo que me dejó pensativo fue la sonrisa de mi hermano y la ilusión que adornaba su mirada mientras mencionaba al chico.

Verle me hacía preguntarme si me había perdido de algo.

¿En qué momento se habían vuelto tan cercanos como para ir a beber, si todo lo que recordaba era el rechazo constante de Stephen hacia mi hermano?

Le acosté en la cama y Michael suspiró una vez más, con sus ojos cerrándose.

—Es difícil apartar la mirada de él... cuando sonríe así.

¿Qué?

Me quedé un momento más allí, pasmado por lo que había escuchado. Pero segundos después, un ronquido me hizo saber que Michael se había dormido sin ser probablemente consciente de lo que había dicho.

Aun así, el simple pensamiento era extraño, ¿a qué se refería con que era difícil apartar la mirada de él?

Di un par de pasos atrás y salí de su habitación con prisa, cerrando la puerta tras de mí, sin querer dar muchas vueltas a algo que Michael había dicho y que posiblemente no significaba nada por la cantidad de alcohol en su cuerpo.

Me adentré a mi propia habitación y solté un suspiro mientras comenzaba a desvestirse para meterme a la cama.

Una vez instalado, miré hacia el techo y con mis ojos comenzando a cerrarse el último pensamiento que tuve antes de caer rendido fue la casa abandonada en la que estuve junto a Jared y el como también fue difícil apartar la mirada de él mientras estuve allí.




No puedo describirles toda las emociones que experimenté al escribir este capítulo, pero espero que ustedes sean capaces de vivirlas en cada letra :')

Este es otro de mis capítulos favoritos por el contenido emocional que hay en cada línea, así que espero les guste tanto como a mi <3

¿Creyeron alguna vez al leer "El dilema de Stephen" que Jared se sentía de esta manera?

¿Creyeron que aun con el buen ambiente familiar que existe en la casa de los Blut que nuestro Derek podia sentirse así?

¿Con qué emoji resumirían el capítulo?

Nos leemos pronto <3

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