Capítulo 8
LEONE.
Lamentablemente tuve que suspender mi día en la editorial, por mucho que ese, de todos los rubros que poseo, sea mi favorito, debo centrarme en mis actividades principales como jefe de la mafia roja, por ahí dicen que cuando el perro no está, los ratones hacen fiesta y yo necesito comprobar que mi padre no está confabulando en mi contra, él siempre busca la manera de joderme de una u otra manera.
— Leone, vaya ¿Qué te trae por aquí?
Dijo el maldito de mi padre, sentado en mi silla ¿Cómo no?
— Trabajo, por supuesto ¿Qué haces en mi lugar?
— Lo cuido por ti, claramente — respondió encogiéndose de hombros— ¿No hacen eso los padres por los hijos? ¿Sacrificarse hasta sangrar por ellos?
Levantándose lentamente, señalándolo con burla.
Muchos de los sujetos de por aquí intentaron con todas sus ganas no sonreír, uno sólo tuvo la osadía de hacerlo, no me dio más alternativa que sacar el arma y dispararle entre ceja y ceja, el impacto le volteó la silla y cayó inerte al piso.
Aquí debo tener mano dura, no pensar, no tener consideración y no cuidar de nadie más, mi padre me enseñó eso, y si yo hubiese tenido compasión por la vida de ese sujeto que se merecía un castigo por faltarme el respeto, mi padre me lo haría pagar más tarde, así es como funciona él, intimida psicológicamente y luego me muele a golpes, así se maneja la distinguida familia Lehmann, tan renombrada y con tanto dinero.
— No vuelvas a intentar hacer nada por mí, no lo necesito — dije, dejándome caer en el asiento— Tú dirás, Luther ¿Para qué convocaste esta reunión?
Luther es cinco años mayor que yo, era el perro fiel de mi padre, hizo cosas terribles bajo sus órdenes, pero, ese día en el que me revelé a papá y le corté la mano, Luther tampoco se las llevó gratis, le di una paliza que le botó un par de dientes y lo dejó en cama por al menos siete semanas, costillas rotas, el hombro dislocado, la nariz echa pedazos, el pómulo imposible, ahora el idiota tiene placas de metal por aquí y por allá, e implantes dentales, no se atreve a ser irrespetuoso, sabe lo que le espera de hacer algo que no me guste.
— Es Rügen, señor, la isla que se le proporciona a la milicia para jugar a los soldaditos, están intentando hacer una especie de golpe de estado, la cantidad de gente de la mafia roja ahí es menor en relación a la cantidad actual de soldados que residen en la isla, llegaron dos barcos grandes la noche pasada, el armamento pesado que tienen me preocupa, quiero pedir su autorización para desmantelar el centro de armas y volar cabezas como advertencia.
— Hazlo. Podrías haberme dicho esto por teléfono, pierdo mi tiempo, tengo un montón de negocios que llevar — buscando mi cajetilla, encendiendo un cigarro, extraño el sabor de la nicotina y los efectos de la hierba, desde que me enteré que a Gabriela no le gusta, dejé de hacerlo— ¿Algo más?
— Lo siento, señor — bajó la cabeza— Sí, también hay problemas en la casa de apuestas, un hombre, Frank Hoffmann, debe una millonada de dinero, es extraña su forma de pagar, cada vez que le damos la última advertencia, aparece el mismo día o el día siguiente con grandes sumas de dinero, no sabemos si lo está robando de las bodegas, es sospechoso.
Blaz investigó a Gabriela, no me enorgullece, pero necesitaba saber más sobre ella, todo lo que sus papeles pudieran arrojar y la razón de sus visitas nocturnas a la zona roja. Frank es su padre, y las grandes cantidades de dinero que ese bastardo recibe, provienen de Gabriela quien hace hasta lo que le desagrada por un poco de efectivo para mantener la boca de ese cerdo cerrada.
Si dejo a estos sujetos indagar, llegarán a Gabriela y eso no me conviene para nada.
— No, déjenlo así, mientras pague me da igual de dónde saque el dinero. De habernos robado, me daría cuenta, a mí no se me va nada, mis bodegas están aseguradas con la más alta tecnología de seguridad, sólo un idiota intentaría infiltrarse, yo lo sé todo — botando el humo acumulado— ¿Qué más?
Suspiré con cansancio, hoy será un día aburrido y rígido, odio venir aquí y sentir la mirada de este maldito viejo hijo de puta sobre mí, me pone nervioso, no me gusta.
— Perdón por la interrupción, permiso.
Dijo Blaz, interrumpiendo la reunión, me divisó entre la multitud e hizo el ademán de acercarse.
— ¿Y tú qué haces por aquí? Creí haber dicho que los hijos bastardos no tenían autorización de entrar al edificio Lehmann.
Dijo mi padre, acercándose a Blaz con la intención de golpearlo, si Blaz vino aquí es porque es importante, las chicas salieron solas y no me entusiasma nada, Emilia es muy buena para meterse en problemas y podría involucrar a la rojita en ellos.
— Es mi asistente, por lo tanto, tiene que estar dónde yo esté — dije poniéndome de pie— Padre, no...
Demasiado tarde, sujetó por la camisa a mi hermano y le golpeó el rostro, Blaz ni siquiera intentó cubrirse, sabe que si se cubre será peor, mi padre lo pondrá en vergüenza delante de toda esta gente otra vez.
— Suéltalo.
Dije demasiado bajo al parecer, caminando hacia ellos, no lo suficiente para arrebatarlo de las garras de este hijo de puta, mi cuerpo no responde en su totalidad, mi padre me aterra.
— ¡Que lo sueltes, joder! ¡Todos fuera de aquí!
Lanzando tiros al aire como un maldito cobarde, viendo a todos salir despavoridos, intentando salvarse de mi miedo disfrazado de furia.
— Suéltalo, maldita sea, suéltalo.
Armándome de valor, caminando los tres cortos pasos que nos separaban, empujando a Blaz para mantenerlo tras de mi cuerpo, mi padre enfureció por haberle quitado la diversión, sacó su arma y sin dudar me disparó en el hombro, la bala perforó la piel y salió por el otro lado, me mordí la lengua para no soltar un maldito grito de dolor.
— ¡Sigues protegiendo al bastardo! No es nada tuyo, maldita sea, deja de jugar al héroe — golpeándome con el puño directo en el estómago, doblé mi cuerpo en dos y escupí sangre antes de que continuara con su castigo— Mancillas el honor de los Lehmann con tu compasión ¿Qué te dije antes? — pateándome la cara— Tú no aprendes, no aprenderás nunca, no estás hecho para esto ¡Te lo dije! — levantándome el rostro sujetándome por los pelos— Tú serás el jefe, pero el que sigue moviendo los hilos soy yo, mucho cuidado con la mierda que haces a mis espaldas — lanzándome hacia Blaz quien me sujetó antes de que cayera al piso— Por la noche, vas a venir aquí, hay dos formas de hacer hombre a un marica cómo tú, las mujeres y la muerte, tendré a tus victimas listas y a las mejores putas de la zona, ven preparado y con tiempo, porque tendré que corregirte de nuevo, maldito desgraciado desagradecido.
Escupiendo al piso antes de dejar el lugar, cerrando la puerta para que no vieran al patético de su hijo apenas de pie luego de esa paliza.
— ¿Por qué te interpusiste, Leo? Un par de golpes y su rabia hubiese menguado — mirándome con molestia— Fue mi culpa por venir aquí sabiendo que odia que lo haga.
— No iba a dejar que te golpeara delante de mí — jadeante. Me falta el aire y estoy muy dolorido— El hermano mayor debe recibir los golpes, así es como deben ser las cosas.
— No eres tanto mayor que yo, no juegues al héroe, puedo soportar golpes.
Ayudándome a caminar hasta mi silla.
— No, tú no estás acostumbrado a las palizas de ese hombre, Emilia y yo sabemos lo que es ser el centro de su frustración, no dejaré que te toque un pelo, ese bastardo no es quién para corregirte.
Blaz negó aún en desacuerdo con lo que estoy diciendo, yendo por el botiquín guardado en el baño de la sala, regresando para ayudarme con la ropa, supongo que estoy haciendo un desastre con mi sangre y va a suturarme, es bueno en eso, debió ser médico y no abogado, me ayudaría mucho más.
— Tengo algo que te pondrá feliz.
Tomando la aguja y el hilo perfectamente esterilizados, comenzando a coserme la piel sin una gota de anestesia a pesar de que la maldita brilla ahí dentro de la caja, supongo que me castiga por haber recibido los golpes por él y avergonzarlo, llamarlo débil de manera indirecta.
— Sorpréndeme — gruñí de dolor, apretando los puños— Dudo que algo pueda mejorar mi humor de todas maneras.
— Es sobre la señorita Hoffmann. Gabriela.
Alcé la cabeza con interés, mirándole la cara desnuda, suele ocupar anteojos en el trabajo, ahora no los lleva puestos, del primer puñetazo que recibió, estos cayeron al piso y se hicieron añicos.
— ¿Qué ocurre con ella? ¿Decidió por su cuenta que Emilia es un dolor en el culo? Porque yo la entendería.
— Dijo que sí.
Respondió muy concentrado en mi hombro.
— ¿Que sí a qué? ¡Ah! Sé más cuidadoso.
Me quejé, esta mierda duele.
— Dijo que se va a casar contigo.
Borré toda expresión de dolor, disgusto e ira de mi rostro, quedando en blanco.
— Espera... ¿Qué?
Suspiró con cansancio, entornando los ojos.
— Dijo que sí al matrimonio, Emilia lo consiguió, fue buena idea dejarlo en sus manos.
— Yo no... ¿Cómo? ¿Qué le dijo? ¿Le ofreció dinero? Gabriela está en muchos problemas, el dinero le vendría fenomenal, autos, una casa en un lugar más seguro ¿Qué más podría haberle ofrecido?
Blaz levantó la cabeza y negó sonriente, como si dijera "Eres un idiota".
— Llevas observándola ya hace varios días ¿Y aún no la lees bien? Gabriela pidió que, al momento de redactar el divorcio, no se le hiciera ningún favor, nada ventajoso, nada. Ella dijo explícitamente que no quiere tu dinero, sólo es un favor desinteresado por su parte.
Lo observé estupefacto, sin dar crédito a lo que estaba escuchando.
— ¿Por qué alguien en su sano juicio no querría dinero? No lo entiendo.
— Quizá Emilia le dijo un par de cosas sobre ti para convencer a la señorita Hoffmann, Gabriela — suspiró— Me dijo que dejara de tratarla con formalidades, tu rojita quiere ser más cercana conmigo ¿Me la compartirás si ella lo desea? Es un matrimonio por contrato nada más, no es real.
Sonrió con malicia, provocándome.
— Conozco tus gustos y tu forma de pensar, Blaz, no eres tan centrado y bueno como tu cara de santo hace pensar, y si le pones una sola mano a Gabriela encima, esto — señalando mi herida de bala— Es lo que menos recibirás.
Dejó de intentar provocarme y se mantuvo callado mientras me sutura el hombro, limpia y pone una venda encima, dejando el edificio aparentando que nada pasó, dirigiéndonos a la casa de apuestas dónde me vería con Luther para que siguiera hablando sobre trabajo mientras yo espero tener la suerte de encontrarme con la maldita rata que señaló el bello rostro de la rojita con esa botella rota, necesito darle una paliza para liberar un poco de mi frustración, prometí proteger a Gabriela bajo los medios que sean necesarios, y si en algún momento eso termina hiriéndome, que así sea.
Es una lastima que Blaz haya puesto una excusa muy buena para que la rojita se quede en mi casa hoy, yo llegaré bastante tarde en la noche o quizá no llegue gracias a las ocurrencias de mi padre y sus maneras de enderezarme y convertirme en hombre, afortunadamente mañana es sábado y podría secuestrar a la pelirroja todo el fin de semana con la excusa de organizar una boda.
La nuestra.
Será falsa, sí, a plazo fijo, pero voy a disfrutar cada uno de esos días o hasta que ella decida que yo no le convengo más, tarde o temprano se dará cuenta del hombre que tiene al lado y querrá huir como huyen todas las otras, nadie se queda demasiado tiempo conmigo a menos de que esté obligado, como Blaz, mi madre o Emilia, eso yo lo tengo más que asimilado.
***
GABRIELA.
Fuimos a desayunar como teníamos previsto y la invité yo, se sintió bien que por una vez en la vida me dejaran pagar algo, eso sí, la menor de los Lehmann se sintió bastante ofendida, me dijo tres veces que ella tenía el dinero suficiente, incluso más, para invitarme a comer, salir de compras y almorzar juntas, prácticamente la ofendí por ofrecerme a pagar, los niños ricos son muy extraños.
Y como estaba de mal humor, la primera tienda a la que entramos... hizo un gran alboroto porque no había ninguna prenda exclusiva, Emilia simplemente no quería un vestido de dama de honor que pudiera usar otra en Alemania, enfureció e hizo una rabieta impresionante, tan grande, que terminó llegando la policía.
¿Qué crees?
Nos llevaron detenidas.
Es medio día, llevamos casi tres horas aquí y recién ahora nos están permitiendo hacer una llamada, no creen que Emilia sea una Lehmann, dejó sus documentos en el auto, y por lo que ella me contó, Blaz y mi jefe la hacen ver más como una Fischer para evitarle problemas, pero ahora nos vendría muy bien el apellido que tiene el país de rodillas para salir de este entuerto.
— Cinco minutos.
Dijo el policía, dejándonos a solas con el teléfono pegado a la pared, ambas con esposas en las muñecas, esta es la primera vez que estoy detenida y no me gusta como nos miran las demás mujeres en la celda común dónde nos dejaron, se ven... amenazantes.
— ¡Leo! Hola hermanito ¿Cómo va tu día?
Se me fue la sangre a los pies ¿No podía llamar a Blaz?
— ¿Ah sí? No me interesa — encogiéndose de hombros— ¿Estás muy ocupado ahora? Oye no me cortes — amenazó— Estoy en problemas — Emilia sonrió, eso tuvo que haber captado la atención de su hermano— Sí, estamos bien ambas, pero... detenidas — sonrió culpable— Hice un escándalo y los policías son nuevos, no me conocen y no creen que sea una Lehmann, quieren enviarnos a prisión por desorden público, un par de meses para corregir nuestra — carraspeo— Mi inadecuada conducta — mirándome de reojo— Sí, lo sé, es que Gabriela pagó el desayuno y me enojé, entonces estaba de mal humor, lo siento, no volverá a pasar, gracias por venir por nosotras, sé que estás ocupado.
Emilia le dio la dirección que estaba anotada junto al teléfono para casos como estos y cortó, entonces nos regresaron a esa sucia y maloliente celda, cruzando las esposas por los barrotes para evitar conflictos en el interior.
— ¿Qué me miras, maloliente señorita? ¿Te sorprende que yo si sepa lo que es el perfume? Este es de mi línea personal, yo lo hice ¿Te gusta?
Moviendo los hombros para que la fragancia volara por ahí, pero sus palabras y acciones no hicieron más que hacer enojar a la chica que tiró de las esposas con fuerza repetidas veces, afortunadamente sin éxito.
— Abre esa boca otra vez y enviaré a alguien a por ti, niña rica.
— ¿Se nota que tengo dinero? — Emilia lo tomó como un alago— Ay gracias ¡Alguien que sí tiene ojos aquí!
Gritó para que los oficiales pudieran escucharla.
— Y tú zorra — me señaló con la cabeza— ¿Qué tanto miras?
Fruncí el ceño.
— ¿Yo no te he dicho nada y me estás insultando?
— Insúltala de regreso, Gabi, mira que serás una Lehmann pronto y tienes que aprender que tú y el resto de la gente no están en el mismo nivel.
Me animó Emilia.
— ¿Qué insinúas hija de puta? — tiró de las esposas otra vez— ¿Me llamas inferior?
— Si la bota te queda —se burló Emilia— No es mi culpa que mi intelecto, mi cuenta corriente y mi belleza sean superior.
Luego se armó el caos, gritos, tironeos de esposas y patadas volaron por aquí y por allá, el escándalo fue tal, que llegaron los policías y con la porra, ese bastón largo, negro y duro, nos golpeó a todas para calmar el escándalo, sólo que lo hizo en mal momento, Leone y Blaz llegaron con la ropa manchada de sangre al lugar, el cabello desorganizado y ambos sin corbata, sus rostros no transmiten nada bueno.
— ¿Se puede saber qué mierda están haciendo?
Preguntó Leone con voz calma, llamando la atención de los tres policías que nos estaban aporreando.
— S-señor Lehmann ¿Qué podemos hacer por usted?
Dijo el que parecía ser el jefe del cuartel, acercándose.
— Ahora sí que te va a caer la gorda, bonito — le dijo Emilia, jalando de las esposas— Te dije que debías escucharme, pero jugaste a ser sordo.
— Tú, te me callas — le dijo Leone— Hablaremos más tarde sobre esto — la señaló y a Emilia se le borró la sonrisa, haciendo una mueca molesta— Vine por mi hermana y mi prometida, parece ser que aquí no valoran mucho sus vidas si llevan detenidas a personas de mi familia.
No sólo el jefe del cuartel palideció, sino que todos los oficiales, sobre todo el que estaba frente a nosotras, mirándonos y luego mirando la porra en su mano con la que nos golpeó segundos antes.
— Señor Lehmann, no teníamos ni la menor idea, de haberlo sabido...
— Emilia ¿Les dijiste quién eras?
Preguntó Leone.
— En tres idiomas, fuerte y claro, hermano, como si mi cara no fuese suficiente para saber que soy adinerada y podría hundirlo en un chasquido.
Leone miró al oficial, quien se encogió en su lugar.
— Gabriela ¿Estás bien?
Me preguntó a mí, observándome de pies a cabeza.
— Sí, estoy bien, no se preocupe.
— Suelta a mi hermana y mi prometida ahora, y tú — señalando al oficial que nos golpeo antes— Tú te vienes conmigo, mi gente te dará una buena bienvenida.
— Señor, yo no tenía idea, sólo cumplía con mi trabajo.
Respondió altanero.
— ¿Te sabes la del padre nuestro? — le dijo Emilia— Porque deberías comenzar a rezar.
Ante la orden silenciosa, los hombres de Leone entraron a la celda y arrastraron al sujeto fuera, dándole un par de golpes en la cara para aturdirlo y que dejara de forcejear, ese nivel de violencia me distrajo, ni siquiera me percaté cuando me quitaron las esposas, el tirón amistoso que me dio Emilia para ponernos de pie fue todo lo que sentí, acercándonos hacia Blaz y el señor Lehmann, dirigiéndonos hacia el mesón para recuperar nuestras pertenencias.
— Vas a ver mucho de eso y más si te quedas conmigo — Dijo Leone caminando fuera junto conmigo, Emilia fue inteligente y se escudó en Blaz— ¿Es cierto que aceptaste? Si Emilia te está obligando, puedo hacer que se detenga, no tienes que hacer algo que no desees.
— Es sólo un contrato, señor Lehmann, además, para mí también tiene beneficios, Emil no se acercaría, mi padre dejaría de chantajearme, entre... otras cosas. La sangre y la violencia es algo que no comparto y no me gusta ver, me dan miedo muchas cosas, pero no usted — observándolo— Gracias por venir por nosotras a pesar de estar ocupado.
Estoy tan avergonzada...
¿Una comisaría? Nunca antes me pasó algo así, y me da mucha más vergüenza ahora que lo veo de frente sabiendo que me casaré con él.
— Yo debería ofrecerte una disculpa por dejarte con mi hermana, Emilia es impulsiva y adora los problemas, pero... lo digo en serio, aún estás a tiempo de decir que no.
— Será sólo un año, ese tiempo pasa volando.
Dejó de caminar y eso me detuvo a mí también, los hermanos de él caminaron hasta el auto, esperándonos dentro para darnos algo de privacidad.
— Si te casas conmigo, tendrías que mudarte a mi casa, debemos fingir ser un matrimonio feliz frente a la sociedad.
Tomando mi mano.
— Pero... Lucifer, mi trabajo...
— Lucifer se viene contigo, obviamente, el trabajo claro que lo conservarás, serás mi esposa, no una esclava que se límite a ser un adorno más para la casa, tú no te preocupes de nada, haré los arreglos para que no interfiera con tu diario vivir, no quiero incomodarte más, quedarte cerca de mí por obligación ya es bastante sacrificio de tu parte, estoy agradecido.
Estiré mi mano y le quité unos mechones rebeldes que le cubren la frente, pequeños rulos que se le escapan de su cabello que siempre está pulcramente peinado, se ve muy guapo así al natural.
— No es un sacrificio, somos amigos ¿No? Emilia dijo que está en apuros y debe encontrar esposa, yo soy una opción segura, además, usted me ha sacado de apuros antes, es mi turno de ayudarlo.
— Ah... sí, amigos — hizo una mueca poco parecida a una sonrisa— Vamos al auto, las iré a dejar al centro comercial, Blaz y yo tenemos un día ocupado, me contó lo del gato, lamento eso... llegaré tarde hoy a casa, para que no me esperes despierta, pero mañana hablaremos de todo lo que tú quieras.
Asentí no muy convencida, viendo la gran mancha de sangre en su pecho, su rostro se está amoratando también.
— Señor Lehmann ¿Está usted bien?
Sujeté su brazo antes de que comenzara a caminar, fue su mueca de dolor lo que me llevó a soltarlo enseguida.
— ¿Está usted bien? ¿Necesita ir al hospital?
Me preocupé.
— No, estoy bien, rojita, vamos, aún tengo mucho que hacer.
Subí al auto, por indicación de mi jefe en el asiento de copiloto junto a Blaz, dejando a Leone atrás con Emilia, hablando, según mi, al parecer, nuevo cuñado temporal, en un fluido ruso, están discutiendo por la irresponsabilidad de Emilia.
Afortunadamente esa discusión fue sólo de diez minutos, llegamos nuevamente al centro comercial y nos fuimos de compras, claro que no hubo ni siquiera una casa de novia que cumpliera las expectativas de Emilia, ya veremos en los próximos días dónde comprar ese vestido de novia que sea digno de una futura Lehmann, a mí no me interesa si es exclusivo o no, pero no quiero avergonzar a la familia de mi jefe, dejaré que la menor de los Lehmann me asesore.
***
LEONE.
Me quité la corbata apenas llegué a casa sintiendo el nauseabundo perfume de las putas de ese lugar impregnado en mi piel, y no sólo eso, llevo la ropa cubierta de sangre seca, el olor metálico me llena las fosas nasales, mis zapatos se pegan al piso por el chicloso liquido carmesí.
Aplasté rostros hoy, cercené cuerpos y le quité la piel a más sujetos de los que me enorgullece admitir, mi padre me hizo trabajar como un perro para luego, enviarme a tomar un baño para quitarme la sangre y empujarme a un cuarto repleto de chicas que no quería tocar, forzándome a follar con ellas mientras él se queda ahí mirando para comprobar que me esté haciendo hombre, cuando yo debería estar en mi casa, hablando con Gabriela sobre la boda que ella desea tener.
Mi padre cree que Blaz y yo tenemos algo por la forma en la que lo protejo cada vez que ambos se encuentran, ese hijo de perra no entiende lo que son los vínculos familiares, no entiende que la familia se protege y no se patea en el piso hasta hacerte sangrar.
Tuve intención de ir directo a mi cuarto para tomar un baño y quitarme todo este nauseabundo olor antes de que Gabriela se percate de mi presencia, debe estar dormida en mi cama, no le he dado un tour por la casa todavía.
Al menos ese era mi plan antes de encontrarla sentada en el piso con una de mis camisetas puestas, son las seis de la mañana, aún es de noche fuera, pero ella mira con calma la ciudad a sus pies gracias a las paredes de vidrio, Lucifer restregándose por sus piernas mientras ella... canta...
— Dame tiempo... — canta en español, y muy fluido... vaya... ella no deja de sorprenderme— Que no estoy en mi mejor momento, pero yo mejoro de a poquito... sí... hoy estoy Down, pero yo sé que mañana será más bonito... diferente... otra vibra... otro ambiente...
Movió su melena rojiza hacia un lado y se abrazó las piernas, dejando que Lucifer se subiera entre el espacio entre estas y sus pechos sin dejar de cantar con esa dulce voz que tiene, parece tener frío.
— No necesito más, solo amor, dame tiempo — Cantó con suavidad, acariciando el pelaje de su gato— Yo me sano con tu compañía... Esa paz que me das, en otro no la encuentro, no... por eso yo quiero de tus besos Pa' que me curen el corazón...
Pareció percatarse del idiota que la mira embelesada, dejó de cantar y levantó la cabeza de golpe, poniéndose de pie a toda velocidad al observarme de pie en la sala como si estuviese recién sacado de una película de terror.
— Señor Lehmann, es usted, que susto — se llevó la mano al corazón sin soltar a su gato— ¿Está... usted bien?
— No, de hecho no — suspiré— Lamento que tengas que verme así, yo... tomaré un baño y te veo luego ¿De acuerdo?
— ¿Quiere usted un café?
Preguntó.
Sonaba preocupada.
— Está bien, te lo agradecería.
Respondí sin más, dirigiéndome al cuarto lo más rápido posible, encerrándome en el baño, mirando mi reflejo en el espejo, me veo de la mierda, ni en un millón de años seré merecedor de la chica que espera por mí en la cocina.
Ni en mis mejores fantasías un año será suficiente para hacer que se enamore de mí, tanto, que no desee dejarme al terminar el contrato.
***
Caminé directo a la cocina al terminar, ignorando las huellas de sangre que llevan al cuarto, dormiremos en otro lugar esta noche, no quiero que ella vea el desastre, la llevaré a dormir al segundo piso hoy, cuando despertemos, la ama de llaves tendrá todo impecable otra vez.
— Señor Lehmann, tiene ojeras, se ve cansado... ¿No debería ir a dormir mejor en vez de tomar un café? Por cierto... Emilia me enseñó dónde estaban las cosas, no quise tocar nada sin su permiso, perdón.
Mirando las tazas en sus manos.
— Gabriela — suspiré— Si nos casamos, vivirás acá, está bien que te familiarices con el espacio, mañana te enseñaré el lugar, cada rincón, por ahora... sí, creo que necesito esa siesta, pero vente conmigo, por favor ¿Has dormido algo? También tienes ojeras.
Se ruborizó soltando las tasas sobre la isla, Lucifer no desaprovechó la oportunidad para empujar una con su pata, mis reflejos salvaron a la porcelana de terminar en el piso.
— ¡Lucifer! — lo regañó la pelirroja— No rompemos cosas ajenas, ya te estás sintiendo muy cómodo aquí.
El gato diabólico la miró fijamente mientras empujaba la otra taza con la pata, la rojita tuvo que quitársela, suspirando agotada, a esta bestia felina le interesa muy poco lo que su dueña tiene para decir.
— Lo siento, señor Lehmann, creí que aquí se iba a comportar bien, no dio problemas antes.
— No contestaste mi pregunta, Gabriela ¿Dormiste algo?
Se sonrojó otra vez, negando.
— Es que... Me daba miedo que entrara alguien que no fuera usted, lo estaba esperando.
— Nadie va a entrar aquí sin una llave de acceso, Emilia, Blaz, mi madre y yo somos los únicos con una, recuérdame mañana darte una copia, y deja que Lucifer se ponga cómodo, esta es su casa — colocando la taza frente al demoniaco animal— Múdate conmigo después de la fiesta ¿Qué dices?
El estruendo de la porcelana al hacerse añicos en el piso rompió un poco el momento, pero ¿Ya qué? Mañana no estarán aquí, mi ama de llaves es muy diligente y cocina exquisito.
— ¿Mudarme... tan pronto?
— Por supuesto, nos casaremos lo antes posible — cargando al gato, quitándole la taza a la rojita, dejándola sobre la isla— Pero hablaremos de eso mañana, quiero que, aunque sea un matrimonio falso, tengas todo lo que quieras y no pienses en el precio, compra lo que desees.
Llevándola fuera de la cocina directo a las escaleras que ella quizá no ha tenido la fortuna de ver aún, llevándola a la segunda planta dónde mi verdadera habitación está, la de la primera planta generalmente la ocupo cuando tengo visitantes femeninas, no tiene caso mostrarles más si no se quedarán más tiempo del necesario, pero con Gabriela es diferente, todo es diferente.
— Yo... eh... me encantaría hablar sobre todo eso mañana, pero ¿Puede ser por la tarde? Debo salir temprano.
Fruncí el ceño, mirándola.
— ¿Dónde? Te dejo un auto, mañana va a nevar.
Espero que no deba ir a la zona roja otra vez, de ser así, voy a acompañarla, no tuve la suerte de encontrarme a su padre para darle una paliza.
— Me llamó Emil hoy, mañana debo ir a verlo al hospital, no puedo seguir retrasándolo.
Emil, Emil, Emil.
Hijo de puta, ya debería estar muerto.
— Blaz irá contigo, no te dejaré sólo con ese hijo de puta.
Abriendo la puerta de la habitación, dejándola pasar primero, observando como mira con asombro hacia todas partes, no parece haber subido a pesar de haber tenido mucho tiempo para intrusear ¿Qué no es curiosa?
— Creo que debería ir sola, si quiero jugar mi papel de prometida preocupada, debo parecer lo más pasiva posible ¿No cree?
Sonreí de lado, está aprendiendo.
— Blaz irá, pero esperará afuera en caso de que lo necesites ¿Así mejor?
— Mejor — bostezó— Lo siento, estoy un poco cansada — subiendo a la cama, recibiendo a Lucifer cuando se lo entregué— Descansemos un poco, usted trabajó hasta muy tarde, debe estar agotado.
Asentí apagando la luz, yendo hacia el lado contrario en la cama, recostándome, sintiendo su frío cuerpo acurrucarse conmigo, está temblando, y gracias al silencio, puedo escuchar como le castañean los dientes.
— Podrías haber esperado en el cuarto, te estabas congelando.
Frotando su espalda con mis manos.
— Es que en el cuarto hubiese sido más difícil escuchar si alguien llegaba — admitió— Señor... usted huele diferente hoy, huele a perfume... de mujer... y a metal.
Mierda.
— Si... eh... fue un día difícil, lo siento, cuesta desprenderse del olor en ocasiones.
Debí bañarme mejor y no hacerlo a la rápida para volver con ella, fui un idiota.
— Si usted se acostó con otra, no tiene que ocultármelo, no es como si yo fuese a ser su esposa en realidad, no me debe fidelidad ni nada de eso.
Girándose para darle la espalda, alejándose hasta el borde de la cama, abrazando a su gato el malcriado asesino de tazas.
¿Es molestia lo que escucho? ¿Celos?
Me encantaría que fueran celos.
— Si te tengo como esposa, no te faltaré el respeto, Gabriela, prometeré serte fiel frente a un montón de personas y planeo cumplir mi promesa. Lo de hoy...
— No tiene que darme explicaciones, señor Lehmann, no tenemos nada.
Me llevé la mano al rostro, tomando una profunda respiración ¿Habré dañado su orgullo? Las mujeres son orgullosas.
— No me acosté con otras por gusto, Gabriela, yo...
— No es necesario —insistió— Me está castigando por no haber tenido sexo con usted en el Pandemónium y por eso buscó a otra, lo entiendo, ahora por favor, descansemos.
¿Cree que la castigo? Pero ¿Qué...?
— Mi padre me obligó, Gabriela — suspiré— No me acosté con otras por gusto, él me obligó, él me dejó la cara así y me disparó en el hombro hoy — se giró lentamente en la cama, viéndome horrorizada— De haber elegido, hubiese venido aquí, porque me estás haciendo el favor de comprometerte conmigo y yo como mínimo debería serte fiel.
Acabo de percatarme que va sin maquillaje, ese bonito rostro está adornado con feos hematomas por todas partes, las marcas de lo que Emil le ha hecho.
— Señor Lehmann... yo... lo siento... yo...
— No te castigaría nunca, Gabriela, ni con sexo, ni con indiferencia, ni con nada, yo no soy Emil, grábatelo en la cabeza, y aunque este compromiso no sea por amor, yo no voy a traicionar tu confianza.
Prometí.
Sin duda hay muchas cosas que debo hablar con ella, temas que aclarar pronto de ser posible, quiero que ella tenga el panorama completo antes de firmar el papel que la vincule a mí.
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BUENAS BUENAS BBCITAAAS!!
QUIÉN MÁS ODIA AL PAPÁ DE LEONE? PORQUE YO LO RE ODIO
ARRUINA TODO EL VIEJO MALDITO
YO QUERÍA SABER MÁS DE LA BODAAAA
BLAZIE, MI POBRE BLAZIE EXCLUIDO DE TODO EL POBRE, VIEJO MALDITO QUE ME LO GOLPEA
Y EMILIA? JAJAJAJAJA ESA MUJER ME ENCANTA, NI EN LOS PEORES MOMENTOS DEJA DE HACER BROMAS
QUIERO SER SU AMIGA, SOBRE TODO SI TIENE UN HERMANO COMO LEONE QUE NOS SAQUE DE APUROS
NOS LEEMOS EN EL SIGUIENTE CAPITULO BEBAS
BESITOS EN LA COLA
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