Capítulo 6

¡BUENAS BUENAS PECADORAS! HOY VENGO CON CHISMECITO.

¡LAS LEO!

TEORIAS JAJAJAJA 


¿QUIÉN ES LEONE EN REALIDAD? 

LEONE.

Bajé del auto y solté un largo suspiro, haciéndome de ánimos para hablar con mi madre, sobre todo si trajo a la parlanchina con ella, una mimada sobreprotegida que cree que con un por favor, un aleteo de pestañas y unas sonrisas conseguirá todo lo que quiere.

... lo peor es que lo consigue, tanto Blaz como yo somos incapaces de negarnos a sus peticiones.

— Madre, buenas tardes.

Dije tomando asiento frente a ella, la parlanchina no está aquí hoy.

— Sí viniste, pensé que iba a tener que ir a buscarte.

— ¿Tanto deseas verme? Sabes que es lo mejor para todos si me mantengo alejado, mi padre me vigila más a mí que a ti o a Emilia.

Le tembló la mano cuando tomó su taza y la llevó a sus labios para beber.

— Leone, necesito tu ayuda, metiste la pata.

Fruncí el ceño.

— ¿Qué ocurre mamá? ¿En qué me equivoqué y cómo eso te causa problemas?

— El Pandemónium, el club de Emilia, tu hermana, se lo pediste y ella te lo vendió ¿No es así?

Yo sabía que tarde o temprano iban a enterarse, pero no pensé que sería tan rápido.

— Sí, le ofrecí una buena suma que no pudo rechazar, negocios son negocios, el Pandemónium es mío ahora.

— La rojita, la encontraste ¿No es así? Porque Emilia dijo que te vio salir con una pelirroja del club hace una semana, la subiste a tu auto y te la llevaste, y todos sabemos que tú te mantienes alejados de todo el mundo, incluso de tu propia familia.

Tragué grueso.

Si hice algo que la molestó y me delata con mi padre, podría ponerse el panorama bastante feo.

— Mamá... yo...

— Hijo, está bien — posó su mano sobre la mía— Has hablado sobre ella por años, no pudiste encontrarla, pero está viva, eso es bueno, podrás terminar lo que comenzaste, yo no le voy a contar a nadie sobre esto, pero, tienes que ir a la zona roja ahora.

— ¿No vas a hablar sobre lo que hice? ¿Por qué tengo que ir allá? No me toca todavía.

— Sí, sí que toca — asintió— Tu padre vino a llevarse a Emilia para castigarla, prometió no ponerle una mano encima, pero dijo que tú tenías que ir a recuperarla porque tenía temas que hablar contigo, el club, dijo que se lo dio a tu hermana, que no tenías derecho a quitárselo.

— Emilia tiene más de diez clubes, mamá, y yo se lo compré, no se lo quité ¿Qué mierda habla ese viejo ahora? — poniéndome de pie— ¿Por qué no comenzaste por ahí? Las promesas de mi padre no valen nada, Emilia puede estar pasándolo mal.

Dando media vuelta dispuesto a salir del club, pero su mano me detuvo.

— Una última pregunta, Leone.

— Mamá, tengo prisa.

Dándole tiempo para hablar de todas maneras.

— La rojita ¿Te recuerda?

Apreté los labios y negué.

— No tiene idea de quién soy, y eso es bueno.

Asintió.

— Es lo mejor — acarició mi brazo— Ve por Emilia, hijo, y... cuídate, lamento ser una inútil.

Me incliné hacia ella y besé su frente, el único gesto de cariño que puedo ofrecerle.

— Traeré a Em sana y salva, espera en casa con tu novio.

Negó.

— Esta noche me toca ir a la zona roja con tu papá.

Ahora entiendo sus nervios y su expresión sombría, tiene que ir a cumplir su rol de esposa con esa mierda de hombre.

— Lo siento.

Fue todo lo que pude decir.

— Así fue el trato, así que... sólo tengo que cumplir y regresar. Vete ya, Emilia debe estar esperando.

Asentí sintiendo lastima de mi progenitora, dejando el café atrás, subiendo a mi auto, acelerando por la calle, viendo como poco a poco va disminuyendo la cantidad de personas hasta llegar al límite seguro, traspasando hacia la zona roja, dónde las calles y las veredas, las llantas de los vehículos y las puertas de las casas y los edificios, todos son rojos como la sangre y todos lucen una banda en el brazo para hacer saber al resto que pertenecen aquí, la portan con orgullo.

— Toca lo que toca, no hay caso.

Buscando la banda roja en el compartimiento bajo el salpicadero del auto, acomodándola en mi brazo derecho, mirando el edificio frente a mí, hace mucho que no lo veo, no había tenido la necesidad, pero él siempre encuentra la manera de forzarme a hacer lo que él quiere, no parece entender que el que da las ordenes soy yo.

Bajé del auto y sin mayor demora entré al edificio, viendo a los bastardos en el interior que perdían el tiempo en un poco interesante juego de cartas, al verme, palidecieron y se pusieron de pie de forma inmediata.

— ¿Qué fue lo que les ordené?

Caminando hacia ellos a paso lento, hablando relajado, viéndolos temblar.

— Señor Lehmann... es que su padre nos dijo que...

Extendí mi mano y lo golpee duro en el rostro, viéndolo escupir uno de sus podridos dientes por la cantidad de coca que consumen en este lugar.

— ¿A quién le rinden cuentas?

Pregunté con calma.

— A u-usted, señor.

Habló otro de los sujetos.

— ¿Y entonces? ¿Qué mierda esperaban para llamar y decir que mi hermana estaba acá?

Golpeando al otro sujeto, un puñetazo que lo envió directo al piso y no se levantó otra vez.

— Señor, es que su padre nos amenazó, no supimos que hacer.

— Son unos malditos incompetentes, no tiene caso gastar tiempo y dinero en ustedes.

Tomé mi arma guardada en la cinturilla de mi pantalón en la espalda, cargué y disparé a todos ellos en la cabeza antes de que tuvieran oportunidad de suplicar, no me sirven las suplicas, perdonar es de débiles, las segundas oportunidades sólo dan pie a nuevos errores, nada más, y yo no quiero errores, débiles o mentirosos en mis líneas.

Me limpié la sangre que me salpicó el rostro con el dorso de la mano, caminando hacia el ascensor, guardando la pistola otra vez, presionando el ultimo piso, repiqueteando el piso con mi pie, ansioso.

Mamá le teme a mi padre, él le dio su palabra de que no tocaría a Emilia, pero ambos sabemos que si la pequeña mimada lo saca de sus casillas sí que le va a hacer algo, los castigos de papá nunca son suaves.

Salí al pasillo y caminé a paso rápido hacia su oficina, desde mi posición logro escuchar los bajos sollozos de mi hermana menor, apenas tiene veintidós, está aprendiendo el rubro, es una mujer, es delicada, es modelo, no puede tener marcas en su bella piel, Blaz y yo siempre nos hemos encargado de que ella no sea tocada.

— Viejo hijo de puta.

Apresurando el paso, llegando al marco de la puerta, viendo a Emilia de rodillas en el piso, le falta un tacón, se toca la mejilla mientras llora, papá está parado frente a ella con la mano extendida dispuesto a volver a pegarle.

— Cuando no cumples mis expectativas, Em, me duele, porque tengo que castigarte por ello.

Le dijo el muy bastardo, dispuesto a pegarle.

Afortunadamente llegué a tiempo para detener su mano y ponerme frente a la pequeña figura de mi hermana.

En parte es por ella que me siento tan molesto con Gabriela cada vez que le pegan, ella puede salir de ahí, ese bastardo de Emil no es nada de ella, en cambio nosotros compartimos sangre con nuestro agresor y la sangre llama, lamentablemente.

— Mira el desastre que haces con una sola mano — hablé a mi padre— ¿Acaso quieres que te corte la otra? ¿No fue suficiente advertencia? Te corté los dedos, uno a uno, y luego te corté la muñeca, le di tus huesos al perro para que se divirtiera y así no pudieras recuperarla y pegártela ¿Aún así tienes el descaro de causar alboroto cuando te permití vivir?

Esa fue la primera vez que tuve el valor de revelarme ante él, si hay algo a lo que le temo, es a este maldito viejo.

Si no hubiese sido porque le pegó a Emilia, jamás hubiese tenido el valor de revelarme.

Emilia se sujetó a mi pantalón con fuerza, sollozando aún, todo su cuerpo tiembla.

Todo lo que pude hacer fue estirar mi mano hacia atrás y tocar su cabeza, hacerle saber que estaba bien, que ya llegué.

— El club, regrésaselo, se lo di para que aprenda a trabajar los negocios ilegales ¿Por qué le quitas las cargas que le doy? Ella me obedece a mí.

Señalando a Emilia, quien se apretó más contra mi pierna, temerosa de otro golpe.

— Ella me debe obediencia a mí — soltando la mano del viejo, dándole un empujón— El jefe soy yo, que no se te olvide, y si vuelves a traerla a la fuerza, la golpeas y le gritas, comienza a despedirte de una de tus piernas.

Cargué a mi hermana sin dificultad y dejé el despacho atrás, mirando por el rabillo del ojo si se quedó quieto o viene con la intención de agredirme, pero no, se quedó, sólo que... esa sonrisa que tenía en el rostro no me gustó nada, algo trama, no es normal que se quede tan callado, le diré a Blaz, necesito indagar sobre esto, además, debo poner más seguridad a la casa de mamá, no quiero que el viejo las tome con la guardia baja otra vez.

— ¿Qué te hizo? ¿Estás bien? ¿Te pegó mucho?

Levantó su rostro, mostrándome su mejilla amoratada.

— Sólo me dio un par de cachetadas, estaba enojado porque te vendí el club.

Chirree los dientes de lo mucho que los apreté, no pensé en las consecuencias cuando la llamé en la madrugada para comprar el club, no pensé porque la llamé mientras Gabriela dormía en mi cama luego de follármela hasta el cansancio, luego de engatusarla para que firmara y trabajara para mí.

— Lo siento, te metiste en problemas por mis caprichos.

Entrando al ascensor con ella, viéndola estirarse para presionar el botón del primer piso.

— El club era mío y yo podía hacer lo que quisiera, tengo otros diez más, tengo hoteles, tengo centros comerciales completos, tengo agencias de modelaje a mi nombre, tengo mucho, un club no iba a hacer la diferencia, él sólo quería que vinieras.

— ¿Y eso por qué? ¿Tienes alguna idea?

Necesito indagar, necesito saber si debo aumentar la seguridad de la gente que sigue a Gabriela para mantenerla a salvo.

— Le parece curioso que justo ahora quieras el Pandemónium, lo manejo hace pocos años y justo ahora es de tu interés, pero yo sé por qué lo quieres, la rojita ¿No? La encontraste.

Puede que haya dado muchos detalles en la nueva casa de mamá, hasta su amante sabe quien es la rojita, y es que la busqué mucho tiempo, pero nunca encontré ni la sombra de esa mujer.

— Si le dices algo de esto a papá...

Saliendo del ascensor, sintiéndola tensarse en mis brazos cuando vio la escena sangrienta de los idiotas que maté antes de ir por ella.

— No llamaron ¿Cierto?

— No necesito gente leal a él aquí, los maté por eso.

Dejando atrás el edificio, abriendo el auto con dificultad, le falta un tacón y no quiero que se ensucie sus pies con la inmundicia de este lado de Alemania, ni siquiera la nieve logra cubrir el rojo de las calles.

— No me respondiste ¿La encontraste?

Insistió cuando yo subí al auto.

— Puede ser, pero si le dices a papá...

— Yo no le debo obediencia a él — frunció el ceño, ofendida— Jamás abriría la boca, menos para delatarla a ella, eso es algo que tú y la rojita tienen que solucionar.

— Gracias Em — respirando aliviado— Por cierto ¿Por qué vistes de rojo hoy? Está prohibido ese color en la zona segura, la gente se espanta si ve ese color.

Ella se encogió de hombros, quitándose el tacón que le quedaba, secándose el rastro de lagrimas que le moja las pestañas.

— Odio a mi padre, pero soy una Lehmann, llevo el apellido de mi hermano, y soy una orgullosa sucesora, el rojo marca el rango y de dónde provengo, que se espanten quienes tengan que espantarse, yo no voy a cambiar.

Es tan valiente la muchachita...

— Hoy te quedas en mi casa —le dije para cambiar de tema— A mamá le toca pasar la noche aquí hoy.

Hizo una mueca de asco, entristeciéndose.

— Pobre... espero que Marcel la consuele bien al regreso, aunque... no podría quejarme, ese hombre la trata como una diosa, mamá eligió bien.

Marcel, el amante de mi madre.

Sí, yo tampoco tengo nada que decir contra él.

— Entonces ¿Mi casa? Pediré que te lleven ropa y zapatos, pero te aviso que esta noche saldré, iré al Pandemónium.

Me miró coqueta.

— Yo quiero conocer a la rojita, al menos mirarla de lejos, ver por quién mi hermano ha estado obsesionado estos años ¿Me llevas?

— Bueno, pero dónde mis ojos te vean y recibirás el beso de la viuda, no quiero a ningún bastardo coqueteándole a mi hermana.

— Bien, pero me lo tiene que dar tu rojita ¿Qué dices?

Sonriendo inocente.

— ¿Aprenderé a negarte algo alguna vez?

— Espero que no —sonrió— Vamos a casa, quiero tomar un baño, huelo al cigarrillo de ese vejestorio y es asqueroso.

— No te preocupes, llegaremos pronto a casa, llamaré para que lleven tus cosas.

— ¿Llamarás a Blaz? Él no sabe que el viejo me mandó a buscar.

— Blaz está arreglándome unos asuntitos ahora, pero esta bien, si quieres verlo, llámalo y que nos vea en el Pandemónium más tarde.

— ¡Eres el mejor! Dame tu teléfono, perdí el mío.

— Es el tercero esta semana, Em.

Rodé los ojos.

— Lo sé, tiene vida propia el condenado. Qué loco ¿No? ¿Me compras otro, Leo?

Me miró con esos ojos de cierva que practicó hasta que le salieron perfectos, sabe que no puedo negarme a ellos.

— Bien, está bien, elije el modelo que quieras y que llegue a casa, pide dos, por si pierdes ese también.

— ¿Pueden ser tres? El tercero es de la suerte.

— Bien, has lo que quieras.

Resignado, entregándole el móvil.

Lo malo de tener una tarjeta sin límite, es tener una hermana como Em, que todo le gusta y todo lo quiere, pero bueno, es la menor, y los mayores estamos para cumplirle sus caprichos.

Apenas llegamos a casa, se fue directo a tomar una ducha para quitarse el olor de la zona roja, por mi parte, me quité la banda y la lancé al sofá antes de ir al cuarto, tomar algo de ropa limpia y pasársela para que no le diera frío, esperándola en la sala mientras pido pizza y cerveza para la cena, le dejaré las películas a ella, si elijo yo, me dirá que es muy aburrida cada cinco minutos y no nos dejará ver.

Así, tuvimos tres horas de paz, antes de que ambos decidiéramos que ya era hora de partir, Em se decidió por un vestido rojo, le encanta ser el centro de atención, y como hoy ella se las hizo de asesora, eligió para mí una corbata y un pañuelo rojo oscuro, me ayudó con el cabello, peinándolo hacia atrás, me veo más intimidante de lo normal, sobre todo porque prácticamente me obligó a ponerme la banda en el brazo otra vez.

Ella dijo: "Basta con una mirada para que te teman y te respeten, la imagen es muy importante, Leo".

Y yo decidí escucharla por una vez.

Montamos en mi Ferrari rojo y salimos directo al Pandemónium, bajando juntos hacia el sub dos, ella bien sujeta a mi brazo mientras yo busco a Gabriela por todas partes, esa cabellera rojiza no pasa desapercibida por muy bajas que estén las luces.

Fue toda una sorpresa verla salir de los privados en compañía de un hombre, al parecer acaba de hacer un servicio especial y lleva una sonrisa maliciosa en los labios, está aprendiendo.

— Ahí está, acompáñame.

Comenzando a caminar, ignorando a quienes tenían la osadía de acercarse, tomando el brazo de Gabriela cuando estuvo a punto de ir al escenario, supongo que le toca, debo apresurarme.

— Señor Lehmann, vino hoy, bienvenido.

Me sonrió.

Aún con esa mascara de zorro se ve condenadamente hermosa, los años hicieron que sus facciones aniñadas y asustadizas se convirtieran en puro morbo y sensualidad.

— Si vine hoy, necesito un favor.

Señalando a mi hermana, a quién claramente no notó, porque apenas chocaron miradas, abrió los ojos de golpe.

— Discúlpeme, no la vi, estaba un poco... desconcentrada.

Sonreí de lado, fantaseando con un escenario en el que la rojita se pone celosa, cosa que jamás sucederá, menos si la verdad le explota en el rostro alguna vez.

— Oh, la entiendo, mi hermano tiene ese efecto — dijo sonriente la rubia— Emilia Lehmann, la menor de la familia, un gusto.

Extendiendo su mano para presentarse.

Ella, quien tiene aires de diva, saludando formalmente a alguien que ella catalogaría como inferior.

Curioso.

— Oh, su hermana — se sorprendió aún más, estirando su mano con torpeza para saludar— Mi nombre es Gabriela Hoffmann, trabajo para tu hermano — sonrió— ¿En qué puedo ayudarles?

— Necesito un beso de la viuda para ella — señalando a Emilia con la cabeza— Sé que estás ocupada, así que no te robo más tiempo, te vi antes, con ese hombre.

Señalando los privados.

— Está celoso.

Dijo Emilia, carcajeando al ver mi rostro de molestia.

— Yo no dije eso, Em.

— No es necesario, Leo, te conozco, está celoso — recalcó a Gabriela— ¿Te acostaste con otros ahí dentro? ¿Es de tu agrado el espacio? Todo es desinfectado entre cliente y cliente, todo se cambia, así que está todo listo.

— Ah... yo iba a hacerlo, pero me di cuenta de que me da asco acostarme con desconocidos, y desistí.

Dijo Gabriela, encogiéndose de hombros, buscando el labial en su brasier.

— Pero estabas sonriendo como si lo hubieses disfrutado.

La señalé.

— Sí, sonreí porque me acordé de usted, señor, y lo irónico que es el que me acostara con usted cuando me dio asco hacerlo con el otro sujeto hace unos minutos — usando el espejo de la pared para pintarse los labios— ¿Alguna pregunta más?

Sonriéndome.

— Está procesándolo, dame mi beso y ve a bailar, sólo te estamos retrasando.

Respondió mi hermana por mí, acercándose a Gabriela para que esta le depositara un beso en la mejilla, dejando sus bonitos labios marcados en la piel de porcelana de Em.

— Yo también quiero uno.

Dije antes de procesarlo.

Gabriela se retocó y jaló de mi corbata para tenerme a su altura y besarme en la comisura de la boca.

— Llámeme por si se borra y lo retoco, señor.

Guardándose el labial otra vez, antes de girar y correr en esos altos tacones directo a tras bambalinas, cinco minutos después, comenzó el show.

— La tención que existe entre ustedes es asfixiante — dijo Em, empujándome para comenzar a caminar hacia las mesas cercanas a la pasarela— Pero sé como se ve una mujer enamorada y a ella no le gustas, lo lamento — palmeando mi brazo— Pero sí que le gusta lo que le haces sentir.

— Bueno, puedo usar eso a mi favor, para ella soy un desconocido.

Mirándola bailar en el tubo, sonriendo mientras niego, fantaseando con tenerla sólo para mí, bailándome en privado... desnuda.

— Sí... bueno, quizá debas olvidar el pasado, será lo mejor para ambos. Comienza de nuevo, dudo que te cueste, siempre tienes todo lo que quieres, de seguro ella no te niega nada.

— Es que ese es el problema, quiero que ella me diga que no, que sepa que conmigo tiene esa posibilidad, que ella elija... — gruñí— Está comprometida, se va a casar.

Abrió los ojos de golpe, mirándome mal.

— Oye, las mujeres comprometidas están fuera de radar, no puedes hacer eso.

— No tiene anillo ¿O sí? — sonriendo malicioso— Se lo quité, lo tengo yo.

— Leo... por muy que se lo quites...

— Su prometido es un bastardo — la interrumpí— La golpea y la maltrata psicológicamente, el padre del bastardo hace igual, así que decidí darle una mano y humillar al idiota que además, la engaña, y no sólo con una mujer, en la fiesta benéfica haré pública mi relación con la rojita, es mentira, claro, pero eso no lo sabrá el resto.

Me miró no muy convencida.

— Leo... no es una fiesta benéfica, es tu cumpleaños, y ese plan, por muy bonito que suene, puede ponerla en el radar ¿Has pensado en eso?

— Gabriela es seguida todo el tiempo por mi gente, nadie se le acerca si yo no lo autorizo, así que estará bien, mi padre no meterá las manos en esto.

Todo dejó de tener importancia cuando ella se paró frente a mí en la pasarela, ahora es cuando ella debe elegir un cliente para bailarle encima, me mira, pero yo tengo el beso de la viuda, lo que me deja fuera de todo juego.

— ¿Dónde dije que te quería, Gabriela?

Extendiendo mi mano hacia ella, viéndola bajar mientras se contornea y camina hacia mí, las manos de otros iluminando su cuerpo gracias a la pintura fluorescente, eso me molestó, que otros le pongan las manos encima.

— ¿Debería besarte el culo con ese labial tuyo para que vean que hoy estás fuera del radar?

Pregunté cuando la tuve encima, viendo su sonrisa, oliendo su fragancia dulce combinado con su aroma natural, huele delicioso.

— Me gusta sentirme deseada, señor Lehmann — moviendo sus caderas sobre mí— Me hace sentir que yo tengo el poder, me hace sentir bonita.

— ¿Qué mierda dices? Tú eres preciosa aún y con esa mascara — se sintió ofendida Em, y no pudo evitar entrometerse— Dime que te sientes bonita, yo no contrato Foxys que no me parecen sexys.

La señaló casi ofendida.

— ¿Usted... no contrata?

Preguntó Gabriela, confundida.

— Em, el club es mío ahora — apoyando mi índice en su frente, empujándola para que regrese a su lugar— No interrumpas, estoy ocupado.

— Yo le vendí el club a mi hermano porque encontró algo que le llamó la atención — dijo la cotorra— Así que todo esto era mío, mis ideas, mis contrataciones, y si mal no recuerdo, tú te negaste al contrato en el sub dos, firmaste sólo el primer contrato, porque yo entrego ambos al momento de contratar a alguien.

Ya entiendo por qué Emma no le dijo nada, ella dio por hecho que su amiga había firmado los dos.

— Sí, me negué porque sentí que engañaba a mi prometido si trabajaba aquí.

— ¿Y ahora? ¿Ya no estás comprometida?

La cotorra habla y habla mientras yo esperaba tener un poco de roce con esta rojita sensual en falda.

Debí dejar a la parlanchina en casa.

— No. Digo... lo estoy, pero a la vez, no lo estoy, es complicado.

— Pero ¿Quieres casarte?

Siguió indagando.

— Claro que no — la pelirroja arrugó la nariz— Casarme con ese hombre es condenarme a muerte, jamás llegaré a pisar el altar con él.

Em llamó al chico que reparte los tragos, tomando tres copas, entregándole una a Gabriela y otra a mí.

— ¿Por qué no te casas con mi hermano? —propuso— Leo necesita esposa para que dejen de hostigarlo, y tú no quieres casarte, pero sé leer a una mujer en apuros cuando la veo, tú estás con la soga al cuello, para mí este es un buen trato, puedes verlo como un contrato laboral, ser esposa de este animal no debe ser tan difícil.

¿Está intentando ayudarme o la quiere asustar para que se aleje de mí?

— Verás, en la fiesta que se realizará en unas semanas, mi hermano cumple treinta — siguió la cotorra— Y se supone que debe presentar a su prometida ese día, mi padre dijo que si no se casaba pronto él...

Cubrí su boca para que no siguiera dando detalles que Gabriela no necesitaba sobre mi escabrosa vida, y bebí el contenido completo de mi copa, viendo a la pelirroja sobre mí, buscando indicios de su estado de humor, pero más bien parece... divertida con todo esto.

— Serán hermanos, pero son muy diferentes — carcajeó— Usted sonríe todo el tiempo — señaló a Em— Y el señor Lehmann no sonríe casi nunca.

— Es que a Leone lo crío papá, a mí me crío mamá y su amante, es por eso.

Respondió la cotorra, mordiéndome para que la soltara, golpeándome después en el brazo mientras me mira mal.

— Aún no se secaba el labial, es de larga duración, pero tienes que esperar a que se seque, animal ¿Y si me veo mal? ¿Gabriela, me veo mal? ¿Se corrió?

Mirando a la pelirroja con angustia.

— Sólo un poquito, te ayudo.

Acercó sus manos a la boca de mi hermana y quitó la mancha pequeña, sonriéndole.

— Todo listo, te ves hermosa otra vez.

Eché la cabeza hacia atrás, rendido, hoy no tendré acción, Emilia acapara toda la atención de la rojita, no es así como imaginaba mi visita de hoy.

— No dijiste nada ¿Qué te parece la idea? Cásate con Leone, vivirás tranquila y protegida, tu prometido no podrá obligarte a nada si tienes a mi hermano de respaldo, él es tonto, pero confiable —levantó la cabeza y sonrió amplia— ¡Blazie! ¡Llegaste!

Dos segundos después, se le lanzó encima al pelinegro, quien los viera pensarían que salen, pero no, es sólo que Emilia y yo sacamos los rasgos de nuestro padre, rubios ambos, de ojos azules como mamá, Blaz se parece a su padre, pelinegro, pero sacó los ojos de mamá, azules.

— Gabriela, te presento a nuestro medio hermanito hermoso, Blazie.

— Me llamo Blaz, Em — se quejó este, tomando asiento junto a mí, dejando que la mimada de Em se lanzara encima— Y ella ya me conoce, soy su abogado.

— ¿Por qué yo siempre soy la ultima en enterarse de todo? No es justo.

Hizo una mueca... y yo también, porque Gabriela se bebió su copa y buscó comodidad, tomando asiento de lado sobre mis piernas para hablar mejor con Em que nos empujó tanto a Blaz como a mí para hacerse espacio y acaparar a la rojita.

— Dime ¿Te quieres casar o no?

Presionó otra vez.

No se va a callar a menos de que le den una respuesta.

— Em... es que tu hermano es mi jefe — se excusó— Sería mucho pedir, yo pasaría a ser una carga para él y ya me ayudó bastante, ese día de la fiesta bene... el cumpleaños del señor Lehmann, fingiremos que soy su novia para que Emil, mi prometido, desista a la idea de casarse conmigo, con esa mentira para mí es más que suficiente.

Emilia bufó.

— Esa táctica es muy pobre, Gabriela, y tutéame — cruzándose de piernas— Los ricos como nosotros no aceptamos un no por respuesta, tomamos lo que queremos a la buena o la mala, el dinero y el poder lo hace todo. Y si tu prometido estará en esa fiesta es porque tiene bastante dinero, le importará una mierda lo que quieras tú, te va a arrastrar de todas maneras al altar porque ya te marcó como su juguete, no te dejará ir tan fácil.

Miré a Blaz, este asintió, Emilia habla cosas coherentes en ocasiones, podría tener algo de razón en ello.

— Mira, velo como un contrato de nupcias a plazo, un año — siguió Em— Cásate con mi hermano durante un año, en ese tiempo obtendrás inmunidad y dinero, vivirán juntos, tu prometido no podrá alcanzarte, y al pensar en que ya te tomó otro hombre, perderá interés, sobre todo si se trata de mi hermano, Leone, Alemania está a sus pies, nadie estornuda sin que él sepa si se limpió la nariz o no, es un trato interesante, yo lo tomaría.

Blaz carcajeó por lo bajo, inclinándose hacia mí, las chicas estaban muy en lo suyo para prestarnos atención.

— Si sigue así, terminarás casado pronto.

Dijo con diversión.

— Yo no pensaba casarme, Blaz, no voy a darle en el gusto a ese viejo.

— Tu foxy favorita parece estar colocando los costos y los beneficios en una balanza, a ella le conviene el trato, y a ti te facilitaría las cosas, la buscas hace años, enamorarla y prolongar el contrato sería fácil para ti.

— Pero ella me ve como un escudo y un juguete sexual, nada más, un año conviviendo con ella sería ilusionarme porque sé que querrá terminar todo apenas se cumpla el plazo, estar cerca de mí también es peligroso y ella lo sabe.

— Enamorar a una mujer es fácil, Leo — dijo mi medio hermano, soltándose, ya no es horario de trabajo para que me llame señor— Sobre todo a una que está desesperada, muéstrale amabilidad y caerá.

Miré a mis hermanos, ambos de acuerdo con el plan que la menor y la con menos cerebro pensó en menos de cinco minutos, normalmente le dejo estas cosas sobre contratos y demás a Blaz, él es mayor que Em, más cuerdo y centrado, tiene veintisiete, es buen abogado, pero ambos parecen ignorar mis deseos hoy... y los entiendo un poco.

Cosas malas pasarán si no me caso pronto, padre me lo advirtió... ambos sólo intentan protegerme, casarme no será fácil, generalmente las mujeres me temen y no se acercan si no les ofrezco dinero a cambio, putas es todo lo que puedo comprar, estoy acostumbrado, nadie conviviría de gratis conmigo sabiendo quién soy, lo que hago, y lo que hay tras de mí, el peligro.

Instintivamente me miré las manos enguantadas, un recordatorio permanente de lo que pasa cuando no hago lo que padre me ordena.

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BUENAS BUENAS PECADORAAAS

QUÉ LES DIJE YO? 

HABÍA ALGUIEN A QUIÉN ODIARIAMOS HOY!

Y ESE QUIÉN ES?!

A POS YA SABEN, OBVIO JAJAJAJAJA

EL PAPÁ DE LEONE ES PUNTO CLAVE PARA TODO ESTE ENTUERTO QUE HAY

PORQUE HAY MUCHO DEL PASADO QUE AÚN NO REVELO, PERO YA VIENE

SOLTAMOS EL CHISMECITO DE A POCO

NOS LEEMOS EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO BBS

BESITOS EN LA COLA! 

BONITO VIERNES!

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