Capítulo 5

¡AFIRMENSE LAS BRAGAS, PECADORAS! 

MANOS AL TECLADO, SUCIAS, QUIERO LEERLAS

¿Qué son los capítulos sin buena música de fondo? les traigo hoy una playlist de enemies to lovers

LEONE.

Debo admitir que siempre que esa rojita asustadiza está cerca no tengo la capacidad normal para concentrarme en mis propias tareas, parezco un maldito acosador yendo al comedor de empleados, el cual nunca piso, para ver si incluyeron a mi nueva ilustradora en sus rutinas alimenticias, y sí, fue todo un alivio ver que efectivamente está compartiendo mesa con las chicas del área, matándose de la risa mientras come con tranquilidad, sonríe, por fin está sonriendo luego de la noche terrible que tuvo.

— Si ella supiera decir "No" muchas cosas podrían evitarse.

Suspiré.

Su relación con Emil le ha dado más problemas de los que recuerda, pero para eso estoy yo, la consciencia sobre sus hombros que le recordará una y otra vez todos los fallos de ese maldito.

Di media vuelta y regresé a mi despacho para pedir el almuerzo, tengo un par de reuniones y no podré estar asegurándome de que la rojita esté disfrutando su primer día que de seguro es mejor que el ambiente de trabajo que tiene en su otra compañía, de partida, no tiene que verle la cara al bastardo ese, poco hombre, y eso ya es mucho mejor.

A las cinco de la tarde, aburrido, decidí ir a ver que tal se toma mi pequeña broma la rojita, le debo algo y yo siempre pago mis deudas, por lo que bajé por el ascensor y le pedí a los empleados que me vieron que guardaran silencio porque no quería delatar mi posición para ver el espectáculo.

— ¿Gabriela Hoffmann?

Preguntó el repartidor, acercándose a la chiquilla con una gran caja entre las manos.

— Sí, soy yo.

Respondió ella confundida, levantando la cabeza de su ordenador, está creando una presentación.

— Firme aquí por favor.

Entregándole un recibo.

Gabriela firmó y entonces se le entregó la caja, el repartidor se despidió, sonriéndole demasiado para mi gusto y entonces se marchó, dejando a la rojita a merced de la curiosidad femenina que la rodea.

— ¿Qué es Gabi? — le preguntaron— ¿Algún admirador secreto?

— No cualquiera envía un paquete así de grande sin tener claras intenciones sexuales ¿No crees? — dijo otra— ¿Quién las envía? ¿Tiene el pito grande?

Levanté las cejas, con sorpresa, todas las mujeres son iguales, es todo lo que les importa.

— No tiene remitente — dijo Gabi, sonrojada, revisando la caja— No sé de quién sea, pero estaba a mi nombre... veamos...

Tomó un cúter y lo deslizó por el pegamento de la caja, quitando el seguro, sus compañeras se inclinaron hacia ella mientas Gabriela levanta las solapas y... las cierra a toda velocidad, increíblemente roja.

— ¿Qué es...?

Adela, la encargada de maquetación se echó a reír ante el desconcierto de la rojita, abriendo la caja y revisando el contenido otra vez, levantando una de las diminutas bragas.

— ¿Quién es tu novio, Gabriela? Esta es una muy buena manera de decir que te felicitará en privado esta noche.

Carcajeó más al ver a la rojita tomar las bragas y ocultarlas otra vez en la caja.

Un montón de bragas, todas las que encontré en la tienda de su talla, estuve como idiota acomodando las manos para que midieran que tan grande tenía que ser la ropa interior según lo que yo recordaba era el tamaño de su culo, espero haber acertado en la talla porque si no mal recuerdo, boté todas las que ella tenía y con su gato nos encargamos de hacerlas inutilizables, se las debía.

— No tengo novio — dijo la rojita con seguridad— Pero sí sé quién las envía — relajándose un poco, riéndose con el resto— Supongo que como agradecimiento tendré que modelarle un conjuntito, hay brasieres también.

Revisando la caja.

¿Qué clase de hombre sería si no le compro el conjunto completo? Las mujeres son bestias pretenciosas.

— Yo quisiera uno de esos también — se abanicó una de las chicas— Que perra envidia de la buena siento, Gabi, asegúrate de retribuirle sus buenos deseos ¿Qué son un ramo de flores junto a una caja de lencería? ¡No hay comparación!

A Gabriela no le gustan las flores, sería un estúpido si le envío un arreglo como felicitación, las bragas en cambio eran una deuda pendiente y un buen regalo, soy un maldito genio.

Sonriendo como el bastardo arrogante que soy, di media vuelta y regresé a mi despacho, llamando a Blaz, debe tener listo el asunto que le pedí.

— Señor.

Respondió de forma inmediata.

— ¿Cómo te fue con mi encargo?

— Se niega a aceptar la renuncia de la señorita Lehmann, está en el hospital ahora, intentó hablar con la policía, pero dejamos muy en claro quienes fueron sus atacantes de anoche, no van a involucrarse, ya se les pagó por su silencio.

Asentí, Blaz es de los hombres más competentes que tengo, y el más confiable.

— Asegúrate de convencerlo a la buena, o a la mala, si no funciona, me involucraré y espero que no sea así porque quiero hacer mi gran aparición en esa fiesta del brazo de la rojita, será divertido ver la expresión de...

Me sorprendió ver el rostro de Gabriela en mi despacho, está agitada, como si hubiese corrido hasta aquí, mientras sujeta el móvil con ambas manos contra su pecho.

— ¿Qué pasó?

Pregunté preocupado, parece... perturbada.

— Me llamó Emil, está en el hospital.

Sí, porque yo lo envíe ahí, pecosa.

— ¿Y a mí me interesa eso por...?

Rodó los ojos y bajó las manos, apoyándolas en mi escritorio.

— Quiere adelantar la boda, y por supuesto, me negó la renuncia, no quiere que me vaya de la compañía ni de su vida, quiere que siga siendo su marioneta.

— ¿Y tú quieres serlo?

Me aventuré a preguntar.

— Claro que no, no más. No quiero casarme con él.

Vino a pedir mi ayuda entonces.

— Cierra la puerta, Gabriela. Blaz, te llamaré más tarde.

— Sí señor.

Dijo mi abogado, cortando la llamada en lo que yo reparo en el culo que se le hace con esa falda mientras me da la espalda para cerrar la puerta.

— Primero... ¿Me mostrarías ese tatuaje tuyo?

Pedí.

Esa serpiente me recuerda ciertas... cosas.

— Por supuesto.

Ni siquiera se sonrojó cuando se subió la falda y me mostró la tinta traspasar las medias que lleva puestas, una serpiente en negro y rojo... el rojo está prohibido, todos saben por qué.

— Siento que ahora sí puedo seguir trabajando — apoyando mi cabeza sobre las manos en el respaldo del asiento, viéndola acomodarse la ropa— Entonces ¿Seguimos adelante con el plan? ¿Vienes en busca de mi sabiduría, Gabriela?

Apoyó ambas manos en el escritorio y se inclinó hacia adelante, sólo pude percatarme de que ese suéter no le hace justicia a sus perfectos pechos redondos y pesados.

— Quiere casarse en una semana, está organizando todo desde el hospital, su papá pidió reunirse conmigo hoy, luego del trabajo, probablemente para convencerme de no renunciar. Ambos son hombres muy convincentes, el padre es tan asqueroso como el hijo.

— Blaz irá contigo a esa reunión, no te preocupes, y no te vas a casar, si es necesario, te robaré del altar, yo siempre cumplo mi palabra, pero... sería divertido si logras posponer el evento hasta después de la fiesta benéfica, todo el mundo hablará de su compromiso ¿Qué dirán cuando llegues como mi pareja en esa fiesta? Dará mucho más que hablar.

Sonrió maliciosa y asintió, creo que algo mío se le está pegando a esta cosita tan frágil y maravillosa.

— Entonces pospondré el asunto, sólo hay un problema, usted me quitó el anillo de compromiso, está en su casa.

— Y no te lo devolveré porque esa baratija no debería estar en un dedo tan fino como el tuyo.

Inclinándome hacia adelante, bajando el tono de voz, viéndola sonrojar, cuando lo hace, las pecas de su nariz resaltan, me gusta eso.

— Si no ven el anillo...

— Blaz hará que se comporte ese vejestorio, no te tocará ni un solo cabello, tú tranquila.

Le aseguré.

Sólo entonces relajó los hombros, viéndose aliviada.

— Gracias, señor, y... gracias por la ropa interior, no tenía que... comprarla.

— Claro que debía, yo necesitaba librar este mundo del pecado que es ocultar tu culo, compré todo lo que creí que te quedaría bien ¿Acerté en la talla?

— Sí, acertó.

Bajó la cabeza, avergonzada.

— ¿Y con qué bragas vienes hoy?

Pude ver una media sonrisa en esos labios, me mira coqueta mientras se sube la falta otra vez y me da la espalda para ver los hilos, entonces se giró y se arregló la ropa una vez más.

— Esas merecen un jugoso bono.

Dije yo, lamiendo mis labios.

— Yo... em... pensé que podría pagármelo de otra manera, señor.

Alcé una ceja, interesado en su propuesta.

— ¿A qué te refieres, roja?

Relamió sus labios y me miró con esas mejillas cálidas y sonrojadas, esos ojos azules penetrantes.

— Sexo... señor.

Se me endureció la polla ante la mención de hundirme en su interior y ofrecerle algo que yo juraría se le ha negado siempre, un orgasmo.

— ¿Sexo en la oficina? Que sucia idea... me gusta... — apoyando mi espalda en el respaldo de la silla, viéndola removerse nerviosa en su lugar— ¿Ahora?

Tengo condones, es cosa de que ella diga "Sí" y yo le cumpliré su deseo.

— Bueno, sería una buena manera de terminar la jornada.

Yo pensé que era una inocente chiquilla indefensa que necesitaba de mi protección, pero es todo un pecado andante, sólo que ella no lo sabe.

— Ven aquí, Gabriela.

Palmeé mi regazo y la vi caminar con calma hasta posicionarse a mi lado, esperando.

— No hablo dos veces, rojita ¿Dónde dije que te quería?

Mordió su labio y caminó los dos pasos que nos separaban, acomodándose en mi regazo, una pierna acomodada a cada lado, completamente dispuesta y a mi merced.

— Dame cinco segundos, rojita, cinco segundos y te daré toda mi atención.

Acariciando su trasero cubierto, un pecado, mientras me estiraba para sujetar el móvil, llamando a mi abogado.

— Señor.

Respondió Blaz de forma inmediata.

— Necesito que vengas a dejar unas medias a mi despacho.

— ¿Medias...?

Preguntó Gabriela un segundo antes de que rasgara las que tenía puestas.

Ahora ya sabe por qué necesitamos otras medias.

— Por supuesto señor, se las llevaré de inmediato.

— Ah, y unas bragas talla S. las más diminutas que encuentres.

Corté la llamada y me centré en la chica que tengo sobre mi cuerpo, me mira con los ojos entrecerrados, recelosa.

— ¿Algo que decir, Gabriela?

Quiero que me discuta, que me grite, que me insulte ¿Es eso tan difícil?

Sonreí malicioso rasgando el resto de sus medias, llevando las manos a sus bragas, viendo que no hizo ningún esfuerzo por quitar mis manos o impedir que se las rasgara y las guardara en mi bolsillo, sólo sé, que no me quitó la vista de encima ni una sola vez.

— Lo disfrutas.

Le dije comprendiéndolo todo, a ella le gusta lo salvaje, lo agresivo, le gusta como se lo hago, por eso me busca.

— Si no lo disfrutara, no estaría aquí, señor.

Moviendo sus caderas de forma involuntaria para frotarse conmigo mientras clava sus dedos en mis brazos, está conteniéndose.

— ¿Por qué no haces lo que quieres, Gabriela?

Apoyándome en el respaldo, dejando de tocarla, viendo la decepción en sus ojos.

— Yo pensé que...

— ¿Cuándo has hecho en el sexo algo que tú has querido?

Me miró indecisa, tan inocente...

— ¿Nunca? —me aventuré a preguntar— ¿Y no tienes ganas? Yo podría hacer el esfuerzo de quedarme quieto mientras tú haces lo que quieras conmigo, tú dominarías ¿Nunca has deseado más? ¿Nunca has querido tú llevar las riendas?

Le brillaron los ojos de lujuria y expectación.

— ¿Lo que yo quiera?

— ¿No fue tu idea esto? Sexo en el trabajo, pero que sucia... — apretando las manos sobre el apoya brazos, muero por madrearle el culo en incitarla a que se mueva sobre mí— Ahora hazte responsable y bájame la maldita erección, me lastima el pantalón, sácalo.

Relamió esos labios de nuevo, volviéndome loco, y alzó ligeramente la cadera para estirar sus manos y desabrocharme el cinturón, dos dedos necesitó para empujar el botón, y sin mayor demora, bajó la cremallera, deslizando su índice lentamente por mi pene hinchado y deseoso de probar su calidez y su humedad, dando un brinco de la expectación.

— ¿Qué esperas, Gabriela?

— Siempre quise saber cómo se siente el sexo cuando lo haces esperar y luego le das lo que quiere... — realizando el mismo sutil movimiento, una ligera caricia a mi longitud, volviéndome loco— ¿Qué se siente?

Preguntó con la lujuria brillándole en los ojos, intenta mantenerse serena, pero se le agita la respiración, su pecho sube y baja con rapidez, tiene la boca seca, razón por la cual se lame tanto esos deliciosos labios rojos, está jugando con el diablo, quiere tentarme.

— Lo que vas a sentir, van a ser mis manos en tu culo, dándote de nalgadas para que sientas el mínimo de dolor que estoy sintiendo yo ahora, me va a explotar la polla si continuas con tus jueguitos.

Sonrió cuando escuchó el chasquido de la puerta al ser abierta, Blaz se acercó sin inmutarse, dejando mis encargos sobre el escritorio antes de salir del despacho, dejando bien cerrado.

— Eso es lo que estaba esperando — dijo metiendo la mano dentro de mi bóxer sujetando mi pene con sus manos frías, provocándome un respingo— No me apetecía la idea de ser atrapada con el trasero al aire, señor Lehmann ¿Preservativo?

Preguntó mientras me masturba con ambas manos, utilizando su pulgar para acariciarme el glande, repartiendo el liquido pre seminal por mi longitud para que se le haga más fácil manipularlo.

Me costó concentrarme su pequeña petición, sus pequeñas manos suaves y delicadas sobre mi pene saben a puta gloria, tuve que hacer un esfuerzo casi sobre humano para estirarme y buscar la caja de preservativos dentro del cajón, yo no follo con mis empleadas, pero luego de la conversación con Gabriela esta mañana, quise estar preparado, y agradezco haber pensado con el pito.

— ¿Lo pones tú?

Pregunté, entregándole un paquetito plateado, viéndola un poco contrariada.

— ¿Nunca has puesto uno?

Negó.

— ¿Y con tu prometido qué? ¿Un padre nuestro y que pase lo que tenga que pasar?

Se entristeció, tal parece que acabo de arruinar el momento.

— Soy estéril, señor.

Ahí voy yo de nuevo haciendo preguntas que no debería hacer, Blaz tiene razón, si no tengo cuidado con lo que digo, Gabriela no me va a tolerar cerca y tengo mucho que hacer con ella aún, cobrar una deuda pendiente encabeza la lista.

— Eso es un hecho muy afortunado — abriendo el paquetito plateado— ¿Quién quiere traer hijos a este mundo de mierda?

Dije yo, sintiendo la ausencia de sus manos, viendo como aplasto la punta del preservativo para evitar que entre aire y deslizo el resto por mi extensión, sintiendo la mirada sobre mi cuerpo todo el tiempo.

— Yo no ocupo preservativos normalmente, señor, pero estoy limpia, me hicieron un chequeo cuando fui a parar al hospital, ya que Emil está engañándome, no sé que cosas pueda contagiarme ese... maldito animal.

Enredé mis dedos en su cabello y la atraje hacia mí para besarla, escucharla maldecir causó cierto efecto en mí, quiero escucharla maldecir más.

— Estás húmeda, Gabriela, puedo sentirlo.

Dije sobre sus labios, estirando una de mis manos hacia su culo, frotándola contra mi verga deseosa de entrar en contacto con su vagina.

— Ya sólo... hágalo como siempre, fólleme, así es como me gusta, usted, demandante, tocándome por todas partes, mientras hace estragos en mi interior.

Si algo de autocontrol me quedaba, acaba de irse a la mierda con sus palabras.

Abriéndola de piernas, la sujeté por los muslos, sentándola sobre el escritorio, encajándome entre sus piernas, un único movimiento y sentí su estreches maltratándome la polla mientras sus fluidos facilitan la tarea de embestirla mientras el maldito escritorio no hace más que sonar por el rudo movimiento mientras se tambalea, definitivamente debo comprar uno de madera más gruesa si quiero que sobreviva a una larga jornada laboral con Gabriela paseando su culo por aquí, mostrándome ese exquisito tatuaje y esas diminutas bragas, mirándome con ojos de ciervo mientras me pide que la folle.

¿Cómo negarme? ¿Cómo? Si este coño me aprieta tanto que en cuanto tengo toda mi verga dentro siento que me la va a arrancar, estoy en el puto cielo.

— ¿Dónde estás mirando? Si te follo, quiero toda tu atención puesta en mí.

Clavándole los dedos en los muslos, follándola más fuerte, viendo su vano intento por mantenerse callada, cubriéndose la boca con ambas manos, el rostro rojo de placer y los ojos vidriosos, su coño me aprieta cada vez más, pronto va a correrse.

No hay nada más sexy que una mujer bien follada sin miedo a mostrar cómo se siente al respecto.

— Señor Lehmann... — se atoró con su saliva, tragó grueso y me miró— Ya no aguanto más...

Una súplica silenciosa.

Su voz, carajo... su maldita voz angelical...

— No te cubras la boca — viendo que nuevamente llevaba las manos para callar sus gemidos— Quiero que todos escuchen lo mucho que disfrutas recibir mi polla en ese estrecho y cálido coño tuyo.

Gimió alto, apoyando ambas manos tras su peso, abriendo un poco más las piernas por inercia.

Gabriela necesita que le hagan más cumplidos para que entienda el buen partido que es, podría conseguirse un montón de idiotas mejores que el bastardo con el que pensaba casarse, quizá yo pueda presentarle un par de buenos pretendientes en la fiesta benéfica, sujetos con dinero que no van a maltratarla nunca, no hombres de la zona roja, por supuesto, Gabriela no necesita un blanco en su cabeza por el resto de su vida, quiero evitarle más peligro y sufrimiento, sobre todo después de ese día.

— Señor Lehmann...

Gimió mi apellido, algo es algo.

Algún día gemirá mi nombre...

Llevé una de mis manos a su nuca y la acerqué a mí sin dejar de darle duros embistes, sujetándola por su muslo en caso de que el maldito escritorio me fallara, ya boté un par de documentos y la computadora en el proceso, probablemente deba comprar una nueva, pero luego de este polvo, lo vale, compraría una diaria si puedo bajarle al estrés de esta manera.

Mordió mi labio por error cuando se corrió, pero eso no la detuvo, es más, lamió la zona herida y metió su lengua en mi boca para que saboreara mi propio sabor metálico mientras enreda sus dedos en mi cabello y mece las caderas para prolongar el éxtasis, por mi parte, no detuve los embistes, sus acciones innatas fueron un detonante para mí, soltando mi esencia en grandes descargas calientes, maldiciéndome por usar el maldito látex, me encantaría marcarla por dentro, llenarla por mí y ver la maravillosa imagen de esta mujer de piernas abiertas en mi escritorio con mi esencia chorreándole fuera del coño.

Que puta buena vista sería esa.

— Joder... — apoyó su frente en mi hombro, respirando trabajosamente, recuperándose— Yo... eh... gracias señor, y... lo siento por haberlo mordido, por... molestarlo en horario de trabajo... por la computadora...

— Sshh... no estropees el momento — apoyando las manos a ambos lados de su cuerpo, apoyando mi frente en su hombro también, componiéndome— Como si esta no fuera mi compañía, como si no quisiera follarte, como si no tuviera el dinero para comprar una computadora por cada hora que paso aquí.

No tiene caso ser humilde, cuando eres guapo, exitoso y tienes dinero, la gente lo sabe, no hay necesidad de ocultarlo bajo falsa modestia.

— Tenemos que volver al trabajo.

Dijo después, irguiendo su postura.

— Te quedan bien los orgasmos, te hacen lucir mucho más viva.

Tocando su mejilla.

¿Cómo se sentirá el roce directo con su piel? Se ve tan suave y delicada...

¿Cuándo fue la ultima vez que estuve sin guantes en público?

— Yo me siento más viva desde que lo conocí, señor Lehmann, estoy muy agradecida.

Pateando los zapatos, pensé que quería otra ronda, incluso me preparé, abandoné su interior y boté el preservativo, estaba dispuesto a ponerme otro cuando la vi botar las medias que rompí, tomando las bragas nuevas, comenzando a vestirse, decepcionándome.

— Un millón de euros si me dejas follarte otra vez.

Propuse.

Una ronda no fue suficiente, sigo dolorosamente duro.

A ella le gusta el dinero y a mí su coño, este es un muy buen trato.

— Un millón es demasiado dinero, señor.

Dije ella con las bragas a medio subir.

— Gabriela ¿Qué hablamos? — caminando hacia ella, masturbándome sin pudor, sonriendo cuando vi como se le dilataron las pupilas al mirarme— Se reclama cuando es menos de lo que mereces, no más.

— Aún así...

— ¿No quieres?

Pregunté.

Quizá fue demasiado para ella, no debería presionarla.

— ¿Qué si no quiero? — carcajeó bajo, negando— Claro que quiero, sólo que no me siento bien con robarle así su dinero, ya me ha dado demasiado.

— No quedaré en bancarrota por un millón, tengo mucho más de dónde vino eso, demasiado más.

Plantándome frente a ella, mi pene rozándola.

— Bueno... yo podría hacerlo una vez más.

Deslizando las bragas fuera de su cuerpo otra vez, permitiéndome acorralarla contra el escritorio.

— Ponte los tacones, Gabriela.

Y así lo hizo, sin quitarme la vista de encima, sólo entonces, y con esos centímetros extra que nos vienen como anillo al dedo, apoyé medio cuerpo contra el escritorio y la follé desde atrás, disfrutando ver la forma de mi mano dibujado en sus nalgas, parece disfrutarlo, perdió el pudor y ya no se cubre la boca, eso me volvió loco, no pude evitar tomar una de sus piernas y subir su rodilla al escritorio para tener mejor acceso y embestirla mejor, claro que desafortunadas cosas ocurren cuando el mobiliario no es el correcto.

Bueno, se termina antes el horario de trabajo, para eso soy el maldito jefe.

Apenas Gabriela se arregló y se marchó a trabajar, recogí el móvil del piso y llamé a Erika.

— Estás despedida.

Dije yo, mirando el desastre.

— ¿Qué? Señor... ¿Por qué? ¿Hice algo mal?

— No, sólo un alcance de nombres que me molesta, limpia tu espacio y vete.

Corté la llamada y suspiré, la zorra con la que Emil engaña a Gabriela se llama Erika y no le llega ni a los pies a la colorina, mi secretaria se llama igual y me perturba un poco el alcance de nombres, secretarias puedo conseguir en cualquier lugar, pero mientras tanto...

— ¿Blaz?

— ¿Sí señor?

Tan diligente siempre, por eso me agrada.

— Saldré antes del trabajo, estropee el escritorio y la computadora, consígueme otras y envía un equipo de limpieza aquí.

— Tendré todo listo para mañana.

— Al horario de salida, no pierdas de vista a Gabriela, se va a juntar con un hijo de puta y le prometí mantenerla a salvo ¿Mi gente ya la está vigilando?

— Sí señor, sólo gente de confianza, estará a salvo.

Asentí.

— ¿Estás con mamá?

— Así es, dice que no seas un mal agradecido y vayas a beber un café con ella ahora, y que de vez en cuando te pases por casa.

— Sabes que verla besuquearse con tu padre no es de mis pasatiempos favoritos, Blaz.

— Pero a ella la haría feliz, podría hacer un esfuerzo, hermano.

Rodé los ojos, Blaz es el medio hermano más insistente del mundo, insiste e insiste en que su familia podría ser la mía también, no entiende que entre más alejado esté, mejor, su padre me agrada y es mil veces mejor que el mío, por algo mi madre se buscó un amante, pero Blaz, a pesar de ser mi abogado y asistente en el trabajo, él, que lo sabe absolutamente todo, sigue siendo muy ingenuo, mi padre y yo no tenemos buena relación, el miedo, el castigo y la codicia por el poder es lo único que nos relaciona, y si su papito sigue respirando es gracias a que yo estoy influyendo en ello, no debería hostigarme en pisar esa casa, si mi padre lo sabe, las consecuencias no serán pequeñas y no sé quién será el afectado esta vez.

— Dile que iré a tomar ese bendito café con ella, que lo pida como me gusta y unas donas, nunca antes las comí, hoy me comí casi una docena en el desayuno y no fue suficiente. Por cierto, consígueme una secretaria, despedí a la mía.

— ¿La despediste o la mataste? No puedes matar a todos aquellos que te molestan.

— Claro que puedo, yo puedo hacer lo que quiera — encogiéndome de hombros, dejando el despacho— En fin, voy saliendo, ocupate de lo que te pedí, por favor.

— Por supuesto, señor.

— Tus formalidades me las paso por el culo, Blaz, no tiene caso que me digas señor, cuando me insultas cada vez que tienes oportunidad.

Entrando al ascensor, comenzando a bajar directo al estacionamiento.

— Si trabajo contigo, hermano, debería guardar algo de formalidad, tú y yo no nos parecemos en nada, y nadie sabe que estamos emparentados.

Sólo de madre, pero en fin.

— ¿Alguna vez me importó lo que otros pensaran?

— No, pero...

— Ah, se me olvidaba ¿Fuiste a dejar al gato y las cosas de Gabriela a su casa?

— Sí, la señorita Emma me abrió la puerta, fue una conversación... interesante.

Esa zorra no me agrada nada.

— Investígala, hay algo en ella que no me gusta.

— Por supuesto, tendré en informe lo antes posible.

— Bueno, te dejo, si mamá me ve conducir y hablar por teléfono, le dará algo, ocúpate de lo que te pedí.

— Ya estoy saliendo para allá.

Corté la llamada, monté al auto y le envié un mensaje a mamá para que me enviara la dirección, la última vez que la vi fue hace más de un mes, si no me tomo este café con ella, irrumpirá en mi casa y perturbará mi paz, eso es algo que no quiero, por lo tanto, sacrificaré un par de minutos en ella, eso bastará para tenerla contenta.

***

GABRIELA.

Ordené mi lugar de trabajo, tomé mis cosas, entre ellas, la caja de lencería que ahora, más que vergüenza, me hace gracia, el señor Lehmann rompió unas hoy, si continua así, esta caja no se me hará nada, debería ir de compras yo también, sobre todo ahora que cuento con bastante dinero, ni siquiera tendré que preocuparme de cómo llegar a fin de mes, no me privaré en las comidas, no tendré que evitar comprar la ropa que me guste por el excesivo precio, nada. Este millón que fue depositado a mi cuenta lo usaré bien, debo cambiar mi guardarropa.

Estaba por irme a la reunión con el señor Braun cuando Blaz, el abogado del señor Lehmann llegó a mi lugar de trabajo, sonriéndome con cortesía.

— Buenas tardes, señorita Hoffmann, estoy aquí para escoltarla, no sé si el señor Lehmann se lo comentó.

Quitándome la caja para evitarme el peso extra.

Recordar que entró en el despacho en el momento menos oportuno me avergüenza, sobre todo si él fue quién eligió las bragas y las medias que llevo puestas.

— Y-yo... eh... sí, algo así... yo... perdón por lo de antes — sintiendo mi rostro arder— No creí que él fuera a hacer eso, llamarlo para pedir algo así.

— Leone por lo general hace lo que se le dé la gana, y a mí no me molesta ayudarlo, no se preocupe ¿Nos vamos? La llevaré a casa después.

— Gracias por las molestias.

— No es molestia, es parte de mi trabajo y recibo un jugoso sueldo por ello.

Bueno, cada quién se gana el dinero como quiere ¿Quién soy yo para juzgar?

En silencio y con la música de la radio bajita, llegamos al café dónde el señor Braun ya estaba esperando, entré por mi cuenta primero, luego entró el señor Blaz, tomando asiento a una mesa de distancia para poder socorrerme de ser necesario, y también para irle con el chisme a mi jefe, eso está más que claro.

— Llegas tarde.

Dijo a modo de saludo, frente a mí, una taza de té demasiado cargado y unas galletas de dieta mientras él tiene todo un festín delante de él, a mí no me gusta el té y definitivamente adoro las cosas dulces.

— Estaba trabajando, señor.

Respondí quitando la bolsa del té para que dejara de tintar el agua.

— Sí, trabajando en otra compañía y ni siquiera has tenido la decencia de visitar a mi hijo que está en el hospital, ayer fue acorralado por unos autos con las llantas rojas, dispararon a las luces, para que fuera más difícil de ver, pero está más que claro quién está detrás — se me erizó la piel ¿Y si sabe que fue por mi culpa? — Esos asquerosos de la zona roja le hicieron eso a mi hijo por envidia, es un buen partido, millonario, trabajador, honesto... pero ¿Sabes qué? Pienso que fue por tu culpa, siempre es tu culpa.

Palidecí, lo sabe.

— ¿Mi culpa por qué, señor? Yo no he hecho nada.

Apretando la taza de té para que no notara mi temblor, poco me importaba estar quemándome.

— Sí, por tu culpa ¿O acaso pagaste ese trato que hiciste hace unos años? No ¿Cierto?

Bajé la cabeza, mirando de reojo al señor Blaz, si Leone se entera va a indagar y no quiero eso.

— No fue mi culpa y no fue por eso, Emil hace cosas que no corresponden, quizá se metió en problemas, y...

— Le arrancaron un ojo con las manos, Gabriela — se me subió la bilis, hice mi mejor esfuerzo por no vomitar— Con los dedos le arrancaron el maldito ojo a mi hijo ¿Y tú estás aquí ilesa? Eso no es justo.

Todos en esta familia están locos.

— ¿Y qué quiere que haga entonces, señor? ¿Qué me ponga delante de un autobús? ¿Qué vaya a buscar pelea a la zona roja? ¿Cómo podría complacerlo?

Se levantó de golpe y me cruzó la cara de una bofetada, el señor Blaz estaba listo para actuar, pero negué, quería solucionar esto a mi manera, debo seguir en esta familia si quiero llevar a cabo mi venganza.

— No te atrevas a ser altanera conmigo ¿Quién te crees? Un día en otra compañía y ya crees que puedes tomar decisiones por tu cuenta y hablar como se te dé la gana.

De reojo miré al señor Blaz, tenía el móvil encendido sobre la mesa, el nombre de Leone brillaba en la pantalla, lo está escuchando todo.

— Señor... me pagan mejor en esta compañía y trabajo por lo que estudié, me desperdiciaba siendo la secretaria de...

— ¡De mi hijo! ¡Tú marido! — Me señaló— Te vas a casar, vas a vivir con él de ahora en adelante, tú necesitas mano dura, alguien que te corrija cuando abres la boca como ahora, dándote estos aires de grandeza que no te corresponden.

Conté hasta diez apretando los puños sobre mi falda ¿Cómo es que siempre aguanté estos tratos y no me pareció extraño o anormal?

— No voy a vivir con Emil por ahora, me gustaría respetar al menos esa tradición, luego del matrimonio, vivir juntos, señor, y me gustaría esperar al menos tres semanas para llevar a cabo la boda, Emil y yo siempre hablamos de la catedral, es difícil que nos den hora para una semana más, quiero casarme por la iglesia, y buscar un vestido que se ajuste a los estándares de su hijo, quiero verme hermosa para él. Estoy un poco indispuesta hoy, lamento si eso nubló mi juicio, lamento mis faltas de respeto.

Bajando la cabeza.

— Al menos reconoces tus errores y sabes hablar cosas coherentes, no entiendo el interés que tiene mi hijo hacia ti, tiene más como tú por ahí, pero decide casarse con una rata sin familia y sin dinero, no entiendo, pero bueno, respetaré su decisión y en cuanto a tu petición, está bien, hazte cargo de la hora a la catedral y ve a ver a Emil, busquen dónde se llevará a cabo la celebración.

— Por supuesto, señor, iré a verlo ahora mismo, su salud es mi prioridad, será mi esposo y quiero cuidar de él, no pensé que fuese tan grave lo que le sucedió.

— Eso, así me gusta, sumisa y buena esposa, sal de aquí y ve a ver qué tal está, debe estar furioso contigo por tu falta de atenciones.

— Lo lamento señor, voy a mejorar para ser una esposa ejemplar, como la suya. Me despido.

Levantándome de la silla sin haber probado las mierdas que me dio, dejando el café, esperando al señor Blaz en el auto, quién montó y me miró dudoso.

— ¿Va a ir al hospital ahora? ¿Cómo está su rostro?

— No pienso ir a ningún lugar ahora, estoy bien, gracias — le sonreí— Sólo conseguí algo de tiempo, iré cuando su furia disminuya, de seguro me culpará de todo y querrá golpearme si me aparezco ahora, sólo... lléveme a casa por favor, tengo turno en el Pandemónium al anochecer.

— El señor Lehmann me mandó a decir que usted tiene dotes para la manipulación, si sigue así, podría conseguir muchas cosas.

Sonreí, negando.

— Bueno, supongo que puedo tomar prestada un poco de su valentía, el señor Lehmann es alguien que me inspira confianza y poder, jugaré bien mis cartas para poner a la familia Braun en ridículo.

Colocándome el cinturón en cuanto al señor Blaz puso en marcha el vehículo.

— No dudo que lo consiga, va por buen camino.

Me felicitó.

Ese fue todo el intercambio de palabras que tuvimos antes de que me dejara en mi edificio, Emma estaba en casa, la música a todo volumen, tiene una pañoleta en la cabeza y va con una camiseta gigante, está limpiando, más bien... usa la escoba de microfono mientras canta.

— ¡Ahí está mi amiga! No pasaste la noche en casa, pillina, boté la ropa rasgada, y luego, vino el abogado del señor Lehmann a dejar tus cosas ¡Eso, Gabi!

Dejando la escoba de lado, sujetando mis manos.

— Canta conmigo para ese imbécil de Emil — subiéndole música al radio— ¡Y que no me digan en la esquina! ¡El venao! ¡El venao!

Acercando su mano a mi boca, simulando un micrófono.

— ¡Que eso a mí me mortifica! ¡El venao! ¡El venao!

Le seguí el juego, lanzando el bolso al sofá.

— ¡Que no me voceen en la esquina! ¡El venao! ¡El venao!

Cantando animadamente mientras apoya los índices en la cabeza, simulando cuernos, mientras yo tomo la manta en el sofá y jugamos al toro, riendo tanto que me dolió el estómago, a Leone no le agrada Emma, pero no es una mala chica, hace mis días mucho más divertidos.

— ¿Vas a trabajar conmigo hoy, preciosa?

Preguntó tomando la escoba de nuevo, fingiendo barrer.

— Sí, hoy sí, e iré al sub dos, voy a divertirme.

— ¡Esa es mi amiga! Estás cambiada, Hoffmann, la influencia del señor Lehmann no te hace nada mal.

Y que lo diga, su presencia y sus duras palabras me hicieron abrir los ojos.

— Sí, supongo que es bueno no ser tan rígida en ocasiones, hay que aprender a adaptarse — sonreí— Me cambio de ropa y te ayudo a limpiar ¿De acuerdo?

— ¡Tomate tu tiempo! Por cierto, el abogado del jefe trajo unas cosas en su nombre hoy, las dejé en tu cuarto.

Fruncí el ceño y entré a mi habitación, viendo los montones y montones de bolsas de compras, prácticamente no puedo caminar, todo el piso está ocupado, esto es demasiado.

Me acuclillé tomando la bolsa que llevaba pegada una tarjeta, dentro había ropa formal de trabajo, faldas y faldas, vestidos y demás.

Abrí la nota y leí:

"Por la costosa ropa de trabajo que yo pagué, te entregué y rompí en nuestra primera noche. Soy un hombre de palabra, si rompo, pago, y si me retribuyen, multiplico.

Leone Lehmann".

Y yo perdiendo el tiempo con idiotas como los Braun...

Emil se puede ir al carajo.





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BUENAS BUENAS PECADORAS!

¡BIENVENIDAS A LAS NUEVAS! 

HOY TOCÓ POV DE LEONE Y SINCERAMENTE, LO AMO MÁS DE LO QUE AMABA

ES PSICÓPATA?

PUES SÍ

TÓXICO? 

PUES TAMBIÉN

CONTROLADOR? 

HASTA DECIR BASTA

PEEEEROOOOO!!! YA SABEN LO QUE DIGO, ENTRE MÁS RED FLAG, MÁS ME GUSTA, TENGO PROBLEMAS

LITERAL TENGO SEIS PRETENDIENTES, CADA UNO MÁS BUENO QUE EL ANTERIOR, PERO NO, LA MUJER AQUÍ QUIERE ALGUIEN QUE LE HABLE SUCIO Y LE HAGA COSAS DE DUDOSA MORAL, Y DE ESOS NO ENCUENTRO.

QUIERO UN LEONE EN MI VIDA PARA QUE ME REACOMODE LA MATRIZ, DIGO... QUE ME REACOMODE EL CEREBRO Y LAS IDEAS

NOS LEEMOS EN EL SIGUIENTE CAPITULO BEBAS

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