Capítulo 36 "Reconciliación parte 2"

BLAZ.

Esta mierda debe ser un sueño, estoy en la puta gloria, no puede ser cierto, no puede ser que ella haya dicho que sí a una propuesta de matrimonio de mi parte.

¿Eso quiere decir que ya no tendré que estar solo? ¿No más sexo sin sentido? ¿No más camas solitarias y frías?

¿Tendré todo eso y más?

— Manos a la pared y separa las piernas, rubia.

Ordené, empujando su espalda para que se inclinara un poco más, sujeté mi pene y me deslicé en su interior, sintiéndolo cálido y húmedo gracias a su propia lubricación y todo lo que yo le he metido dentro, mi semen le escurre por las piernas, ensuciando el piso, es una imagen digna de ver.

— Llámame por mi nombre, maldito abogado.

Demandó la princesa.

Su boca es lo que más me gusta, jamás me tuvo miedo, siempre me retó con todo lo que tenía.

Puede que me guste desde que me lanzó ese cuchillo casi ensartándome las bolas, fue ahí que me di cuenta de que era la clase de mujer que yo necesitaba.

— Este maldito abogado será tu esposo, yo que tú comienzo a llamarme, amor, esposo, mi vida o cualquier idiotez así que las esposas utilizan.

— Estás loco — carcajeó, callando casi de inmediato cuando la embestí con demasiada fuerza, quitándole el aire— Tú y yo no somos una pareja convencional, para ti siempre seré la rubia loca, y tú serás mi maldito abogado —mirándome sobre su hombro, sonriéndome— Esos son nuestros apodos cariñosos, futuro marido.

— Me vuelves loco —Gruñí, sujetándola por las caderas, acelerando el ritmo de los embistes— Sujétate bien, rubia.

Embestí con fuerza su menudo cuerpo, los gemidos de ambos rebotan en las paredes, soy incapaz de separarme de su cuerpo, de ella.

— Estás recuperando el tiempo perdido con mucha convicción, más lento... más lento o voy a caerme.

Pidió.

Soy consciente de que comenzó a resbalarse, pero estoy a punto de llegar, si me detengo, no podré llegar al orgasmo con la misma violencia.

— Lo lamento, rubia, pero soy incapaz de detenerme ahora.

Emma terminó de rodillas en el piso, con las manos en la pared, aún así, no me detuve.

De rodillas tras ella, sujeté sus caderas que ya tienen mis manos dibujadas en estas, para embestirla, llenando su interior con mi esencia una vez más, sintiendo la estrechez de su coño estrujarme al llegar a su propio orgasmo.

— Vamos a la cama por favor... ya me duelen las rodillas.

— Cumpliré todas tus demandas, rubia, menos que me aparte de ti — abandonando su interior, escuchando su protesta— Junta esas piernas, que no se te escape mi futuro hijo.

Alzándola en brazos, caminando hacia la habitación, escuchándola reír, mientras aparta mechones rebeldes de mi rostro, acariciándome la mejilla.

— ¿Quieres tener un hijo, Blaz?

— Tengo treinta, yo creo que es la hora de tenerlos. Por eso comprendía a Gabriela y su deseo de tener hijos, yo también quiero una familia grande que me acepte por lo que soy, quiero ser amado, y quiero amar, nada más.

Acunó mi rostro apenas la deposité con cuidado en la cama, guiando su boca a la mía, besándome con tanta delicadeza que se me estrujó el pecho, me trata con delicadeza, con amor, como si fuese lo más valioso que ella tiene, y es tan... sobrecogedor.

— Entonces yo te daré la familia que deseas — mirándome con esos ojos brillantes y soñadores suyos— Eres amado Blaz, te amo, y te aseguro que amaremos a quienes vengan, todos los niños que nos propongamos tener, los amaremos y serán aceptados.

Perdí la cabeza, atrapé su boca en un hambriento beso, sujeté mi verga y la penetré de golpe, ganándome una mordida por su parte, aún así, no rompimos el beso, Emma me abrazó por el cuello, acercándome más a ella, contorneando las caderas para hacer el movimiento más fluido, más rápido, más seco, más doloroso, más placentero.

Más.

Eso es justo lo que necesitaba saber.

Soy amado joder, soy amado y no necesito más que eso.

***

EMILIA.

Cerré la habitación del cuarto, viendo al animal en celo que tengo como pareja quitarse la camisa hawaiana que luce, eso no es todo, dos anillos de oro cuelgan de su cuello sujetos a un collar, y él, siempre tan observador, se dio cuenta de lo que captó mi atención y se quitó el collar, caminando hasta mí, enseñándomelos.

— Antes de follarte como muero por hacer, tengo algo que decir, algo importante que podría hacer que te des media vuelta y salgas del hotel. Puede que me golpees primero, pero sí puede que te vayas.

Fruncí el ceño.

¿Por qué yo iba a pegarle?

— Al grano, me palpita algo y no es el corazón, te necesito dentro ahora, Hans, muero por sentirte.

Me cosquillea el cuerpo de las ansias, casi tres años sin sexo es todo un récord para mí, y casi tres años sin Hans fueron un completo suplicio.

Me enamoré, el amor es una cosa mística sin leyes que da tanto felicidad como dolor, y todo este tiempo sin Hans me sentí vacía, me faltaba algo, me faltaba mi guardaespaldas que no conoce de espacio personal y me amó desde el primer día.

— Sabes que soy bastante tóxico cuando quiero serlo — dando un paso hacia mí— Soy controlador y exigente. Lo sabes.

— Sí, lo sé. Y me encanta cuando te pones controlador y exigente, no veo el problema hasta ahí.

— Bueno... yo supuse que tú y yo estaríamos lejos mucho tiempo y tenía miedo de que te enrollaras con otro.

Me crucé de brazos y suspiré, asintiendo.

— ¿Mataste a algún conocido mío en mi ausencia?

Se rascó la nuca y miró en otra dirección, mirándome a mí después.

— No a uno, a varios, pero no de celoso, estaban coludidos con tu padre, ibas a ser parte de unos cuantos negocios, encontré unos documentos, pero... no, no espera, me desvié, eso no es lo que quería decir.

— ¿Entonces? Hablemos luego de esos negocios, quiero mi sexo.

Quitándome la parte de arriba del bikini para llamar su atención, viendo sus ojos viajar directo a mis pezones erguidos, tragando grueso.

— Eso es hacer trampa, intento hablar algo serio.

Se defendió, haciendo un esfuerzo sobrehumano en mirarme la cara y no las tetas.

— Yo también tengo cosas serias que tratar, por ejemplo, en que quiero que ese pene — señalando su notorio problema en el short— Me parta la vagina.

Señalando con ambas manos mi entrepierna.

Que se note lo muy desesperada que estoy.

— Bien, bien, al grano, estoy al límite — suspiró— Conozco todo sobre ti, tus contraseñas, tus firmas, tu horario, tu talla, todo ¿No es así?

— Sí, es así, lo sabes todo ¿Y?

— Y... falsifiqué los papeles de matrimonio. Pensé que si no te encontraba pronto, querrías casarte con otro, pero si ya estabas casada, claramente no se podría, así que falsifiqué tu firma y... estamos casados.

Vaya...

De todas las cagadas que esperé que me dijera, esta, no me la esperaba.

Pestañee repetidas veces, repitiéndome sus ultimas dos palabras para tomar conciencia de lo que significaban.

— Estamos... casados.

Dije yo.

— Sí. Así es.

— Falsificaste mi firma.

— Y ahora que sé que no estás con nadie más, me arrepiento, hice mal y puedo arrodillarme para pedir perdón si es lo que quieres.

Arrodillándose de todas maneras.

— Esos anillos...

Señalando los que aún sostiene sobre su palma extendida.

— Los compré para nosotros en medio de una borrachera, son lisos, de oro, nada dignos de una Lehmann, lo siento.

Se ve afligido el pobre, la cagó al no consultarme nada, me hubiese gustado tener opinión en esta decisión.

— ¿Y mi apellido?

Consulté.

— Sigue siendo Lehmann, sé cuanto amas serlo, el que se cambió el apellido fui yo, para honrarte.

Ok. Ahora van dos cosas que no me esperaba, los hombres son territoriales y orgullosos, que él se cambiara el apellido por mí es... es algo que solo Hans haría.

Tomé el anillo más pequeño y lo deslicé por el anular de mi mano izquierda, no me sorprende que me quede perfecto, Hans realmente lo sabe todo sobre mí.

— Este anillo sin duda es perfecto para un Lehmann — sonriéndole— Primera lección, los Lehmann no se arrodillan ante nadie, sólo ante su pareja — sujetándolo por el cabello, guiándolo a mi entrepierna, apoyándolo contra el frente de mi tanga, lo único que nos separa— Y ahora, vas a lamerme el coño hasta que me tiemblen las piernas como castigo por no dejarme decir acepto cuando te me propusieras, luego, vas a tomarme y me follarás en la posición que quieras, dónde quieras, para que consumemos el matrimonio, señor Lehmann. Ponte el anillo.

Gimió sin quitar el rostro de mi entrepierna cubierta, colocándose el anillo.

Su aliento caliente me cosquillea y se me eriza la piel, estoy sensible, podría correrme con un solo lametón de su lengua, es muy hábil con ella.

— Sujétate bien entonces, porque voy a darme un festín.

Dijo empujándome con sutileza hasta tenerme pegada a la puerta de dónde no nos hemos movido, tiró de los nudos de la tanga y la dejó caer, mirándome como un maldito obseso sexual cuando levantó una de mis piernas y la acomodó sobre su hombro para darse más espacio.

— Si me miras así, voy a correrme.

Advertí.

Me siento al límite y aún no me toca ¿Cómo es posible?

— Sin ti, Emilia, no podía respirar, quería morir cada día —besando sobre mi clítoris hinchado y endurecido— Cuando cierro los ojos, todo lo que podía ver era a ti, en la cama, esperando por mí, y eso me volvía loco porque no podía encontrarte... no podía — raspando uno de mis labios con sus dientes, haciendo a mis piernas temblar— No pienso dejarte ir de nuevo, te amarraré a la cama si es necesario, sabes que soy capaz de hacerlo.

Asentí, tragando grueso, enredando mis dedos en su cabello.

— Y yo te dejaría... te dejaría hacer lo que quisieras...

Abrió la boca y depositó un beso húmedo en mi sexo, puedo sentir como mis paredes se hinchan y se abren para él, mi vagina humedeciéndose para recibirlo, deseosa de ser probada.

No hubo más palabras, su lengua me acarició con la presión suficiente para hacerme doler de placer, mi clítoris se tensó y las piernas me temblaron, Hans tuvo que sostenerme para que me quedara en mi lugar, propinándome una lamida plana que me hizo olvidar hasta las palabras que pensaba decir, dos dedos alcanzaron mi vagina y se hundieron con una delicadeza única nada digna de esta bestia, golpeando el mismo punto una y otra vez, me conoce tan bien que sabe justo dónde me gusta.

Sus dientes rasparon mi dolorido clítoris, sus labios lo succionaron y su lengua calmó la sensación, atrapó mis labios con su boca, demostrándome nuevamente que todo mi cuerpo es una zona erógena cuando se trata de él, haciendo maravillas con esa boca suya que no me da tregua, apenas y logro sostenerme con una pierna, esto es tortuosamente delicioso.

Mi perdición llegó cuando movió esos dedos al compás con su lengua, lamidas y succiones en los lugares correctos hicieron que me corriera de forma escandalosa, un orgasmo tan poderoso que me fue imposible mantener la boca cerrada, apreté su rostro contra mi sexo y moví la cadera de forma vulgar, prolongando la sensación.

— Dónde yo quiera, como yo quiera — repitió mis palabras, sosteniéndome cuando resbalé hasta el piso, recostándome de espaldas, acomodándose entre mis piernas— Te tomaré aquí y ahora, mujer.

Liberando su pene, masturbándose con rudeza, repartiendo su liquido pre seminal por el tronco, luego encontró una idea mejor, pasó la palma por mi sexo empapado y lo usó para lubricarse, gimiendo al rozar su glande con el pulgar, sin cortar el contacto visual.

— Sin duda, pagaría por verte masturbarte hasta acabar — embobada— Pagaría una millonada por verte acabar mientras te tocas.

— No tienes que pagar, preciosa, tus palabras son mis ordenes, mira bien, porque estoy a punto de terminar, y todo esto es por ti.

Me senté para poder ver mejor el espectáculo, quise cerrar las piernas, pero su anatomía no me lo permitió, es más, se masturbó más fuerte, apretando su falo tanto que parecía doloroso, pero este tonto es un masoquista, así le gusta, le gusta estrujarse hasta el punto de ser doloroso, y eso le da placer, por lo que decidí hacer más estimulante su vista que se pasea lujuriosa por mi cuerpo, lamí dos dedos y los llevé a mi vagina, masturbándome frente a él, abierta de piernas y húmeda gracias a sus atenciones, siendo recompensada poco después, con gruesas descargas calientes y viscosas sobre mi abdomen y sexo, el pobre está bastante acumulado.

— No te dejaré salir del cuarto hasta que este semen — quitando los dedos de mi vagina, tomando un poco de su esencia en mi estómago, llevándolos a mi boca— Salga transparente, esposo ¿Qué me dices?

— No podría contradecirte — terminando de desnudarse— Tampoco pensaba dejar que salieras del cuarto temprano —Acariciando mis muslos— Eres hermosa, Emilia...

Penetrándome con lentitud, no quiere hacerme daño, llevo un buen tiempo sin nada de acción, es bueno que sea lento al principio para acostumbrarme.

— Te amo, Hans... mi tóxico personal — sosteniéndome de sus hombros, gimiendo, separando más las piernas para recibirlo— Yo pensé que Leo era un tóxico, pero tú le ganaste, me atrapaste bien, animal.

Sonrió de lado, apoyando su peso en el antebrazo izquierdo, mientras acuna mi mejilla con su otra mano.

— Bueno, tenía que atraparte de alguna manera o te me escurrirías de entre los dedos, tus hermanos lo saben y me respaldan, Blaz quería hacer lo mismo con Emma y no sabía su firma, Leone ya estaba casado, así que no se lamentó tanto como el pelinegro.

Carcajee, sintiendo por fin que llegó al final, quedándose quieto para acostumbrarme.

— Por supuesto que ese par estaría de acuerdo, son un par de tóxicos también, entre hombres se comprenden.

— Me alegra saber que no te desagrada la idea.

Retirándose lo suficiente, hasta dejar únicamente el glande dentro, penetrándome de golpe, probando suerte, al ver que lo toleré, repitió la acción, lo sacó lento, y lo metió rápido, volviéndome loca.

— Y a mí me alegra saber que por fin estamos juntos — besando sus labios— Córrete dentro, consumemos este matrimonio, lléname tanto, que cuando lo saques, sentiré frío, y tendrás que volver a llenarme.

No dudó en acelerar el ritmo de sus poderosos embistes, sosteniéndome por el culo para encajarse mejor, la espalda me roza continuamente con el frío suelo, pero puedo tolerarlo, estoy en mi luna de miel ahora, follar como conejos, en todas las superficies, por todas partes es lo que se debe hacer, no importa que tan hecha mierda me quede la espalda o las rodillas, valdrá la pena.

***

GABRIELA.

Siete cuarenta de la mañana, preparé la mesa como todos los días para el desayuno, sólo que en esta ocasión puse tres puestos de más, gastaremos la comida de una semana con todo lo que puse, pero lo vale, estos hombres comen como si mañana no hubiera día, son unos hambrientos.

— Roja, insisto, no deberías poner lugar para todos, dudo mucho que regresen temprano.

Alcé la cabeza de la cocina americana, viendo a Leo recostado en el sofá, con una bolsa de verduras congeladas sobre la pelvis, nos detuvimos para darle de comer a Leo, jugamos un rato más con ella, vimos televisión y afortunadamente la criatura volvió a dormirse y esta vez, de corrido, toda la noche, dándonos tiempo de seguir follando como dos animales, y puede que ahora él no pueda recostarse de frente y yo no pueda hacerlo de espaldas, tengo el culo imposible, rojo y amoratado por sus nalgadas, inflamado en ciertas zonas, y él... bueno, le di un par de sentones que le sentaron fatal, fui muy agresiva, ahora tiene la pelvis amoratada e infamada.

Que grandioso es el sexo de reconciliación, espero que alguno de nosotros pueda sentarse.

— Apuesto a que sí llegan, nosotras sin falta comemos todos los días a las...

— ¡Colorina bonita, llegó tu hermana favorita!

Sonreí a Leone como si dijera "Te lo dije" y caminé hacia la puerta, viendo a Emma y Blaz entrar tomados de la mano, el pobre camina tieso y la rubia se ve demasiado fresca, claro que tiene el cuerpo repleto de chupones y viste un bañador, todo quien la vea sabrá lo que hizo esta pervertida.

— ¡Te oí! ¡La favorita soy yo!

Dijo Emilia a la distancia, unos tres metros aproximadamente, viene montada en la espalda de Hans, creo que a todas nos fue de maravilla.

— ¡Las dos son mis favoritas!

Grité para que ella también escuchara, viendo al guardaespaldas alias el novio caminar más rápido para llegar pronto.

— ¿Cómo sabías que sí llegarían?

Preguntó Leone desde el sofá.

— Porque sin falta comemos juntas todas las comidas, es nuestra promesa — contó Emma— Casi la perdimos Leo — señalándome con la cabeza— Ella y la niña estuvieron semanas en el hospital.

Giré el rostro con violencia, mirando mal a Emma, no había tenido tiempo de contarle esa parte.

— Gastamos casi todo el dinero de la cuenta en esos gastos médicos — dijo Emilia aún en la espalda de su guardia— Sus ultimas semanas de embarazo, se sintió muy angustiada porque no estabas aquí, no sabía si vivías y la preocupación la enfermó, así que se fue hospitalizada cuatro semanas, luego cuatro semanas más ella y la niña, ambas de gravedad —suspiró— Nos quedábamos sin dinero, trabajar se hacía una tortura porque queríamos estar con ellas.

— Así que perdón si la casa es un poco pequeña — dijo Emma, sonriendo, tomando la mano de la rubia, buscando la mía— Es lo que nos alcanzó, es lo mejor que pudimos pagar.

Inconscientemente toqué la cicatriz en mi bajo vientre, recordando el temor de esos días, las semanas que pasé sumida en un sueño profundo, las terapias para poder caminar luego de haber pasado tanto tiempo en cama, el miedo de que mi niña, conectada a un montón de cables, tan pequeña y en una incubadora... tanto miedo...

— Gabriela ¿Eso es cierto?

Preguntó Leone, incorporándose con rapidez, aún con la bolsita de congelados en la pelvis, le duele, pero esta conversación es más importante.

— Iba a contarte hoy luego de la reconciliación, no, más que eso... quería entregarte esto — caminando hacia la cámara que descansa sobre el mueble de los libros junto al sofá— Yo grabé todo, todo el proceso, y las semanas que yo no pude grabar en el hospital, las chicas grabaron y me iban contando qué decía el doctor y qué estaba pasando, creí que iba a ser mejor así a que yo te contara todo de golpe y me saltara ciertos detalles.

— ¿Lo grabaste todo de todo?

— El embarazo, las ecografías, el día en que supe que sería niña, todo. Está todo ahí.

— ¿Puedo ir entonces y...?

— Luego del desayuno — dijo Emma, tomándolo por el brazo antes de que se escapara— Prometimos comer siempre juntas, todas las comidas, así que siéntate a comer con nosotras, disfrutemos de una comida con una mesa llena de gente y luego ve las grabaciones, te tardarás su buen rato y la pequeña Leo odia cuando no le dan leche de mami ¿Dónde está la niña de mis ojos?

Buscando.

— Está revisando la maleta de su papá, no he podido sacarla de ahí, todo le llama la atención, así que... suerte si puedes.

Carcajee, agradeciendo en silencio por su ayuda.

— Iría contigo, Emma, pero las piernas no me funcionan ya que mi flamante esposo no me dejó dormir anoche.

Giré el rostro a toda velocidad, viendo a la pareja, Hans se sonrojó hasta las orejas y Emilia sonrió picara, tocándole la cara a su guardaespaldas.

— Cuéntale, esposo. Cuéntale lo que hiciste.

Emma se deslizó fuera del cuarto con la niña sujeta de los tobillos, de cabeza, haciéndola reír sólo para escuchar el chisme.

— Yo... emm... — Tartamudeó Hans— Falsifiqué la firma de Emilia en el documento legal de matrimonio y nos casamos. Temía que si tardaba mucho en venir por ella, se casara con otro, y si lo intentaba, no podría porque ya estaba casada así que... fui tóxico y ahora estamos casados.

Emilia levantó la mano izquierda, mostrándome el anillo.

— ¡Tachan! A que es bonito, es perfecto. Además, Hans no cambió mi apellido porque sabe que me encanta ser una Lehmann, se lo cambió él. Es mi flamante esposo Hans Lehmann ¿Cómo les quedó el ojo, chicas?

Emma tomó bien a la niña, y conmigo, fuimos a abrazarla, sosteniéndola para que no terminara en el piso, celebrando.

— ¡Yo tengo noticias también! —Dijo Emma, estirando la mano izquierda hacia nosotros— ¡Voy a casarme, perras!

— ¡Pedas!

Dijo mi niña, arrancándole una carcajada a todos.

— Mi amor, esas son malas palabras — le dije yo, aguantando la risa— ¿Qué le vas a enseñar a tu hermanito cuando venga al mundo? Tu papá y yo le pusimos mucho empeño anoche.

Las dos rubias me golpearon en los brazos mientras gritaban emocionadas.

— ¿Otro bebé? ¿Tendrán otro?

Peguntó Emilia.

— Así es, otro más, una familia grande.

— Bueno, quizá sí que será grande, porque yo no me cuidé y me llenaron mejor que pavo de navidad.

Dijo Emma, levantando las cejas rápidamente con picardía.

— Bueno, entonces será más grande, porque me llenaron tanto, que si me apretaban, se me salía el relleno — carcajeó al ver la cara de sus hermanos quienes no parecían querer detalles— Entonces, no se diga más, hoy nos vamos a celebrar a la playa y... ay no, hoy tengo la ceremonia de los niños —sujetándose la cabeza— Hoy les damos sus tótems por la ceremonia del valor, ya saben, surfear las olas solitos, yo tengo que estar ahí, soy su instructora — golpeándose en las piernas— Funcionen para hoy, que mis niños no pueden tener accidentes por ustedes, par de dramáticas.

Regañando a sus piernas.

La adoro, joder.

— Bueno, celebramos de día y como teníamos planeado, te acompañamos a la noche, y por supuesto, con nuestras parejas, y el pequeño retoño.

Besando la mejilla de mi niña.

— Gande.

Dijo.

Señalando a Hans.

— Más gande.

Apuntando a Blaz, quien mide lo mismo que el guardaespaldas, pero no pienso corregirla.

— Papi muy gande.

Exageró la princesa.

— Así es, mi amor, papi muy grande, papi siempre estará ahora para protegerte ¿Sí?

Dejando las verduras congeladas de lado para cargar a nuestra hija, viéndola con tanta adoración que se me retuercen las tripas, casi la pierdo, Leo podría haber llegado y yo no tendría ninguna traviesa pelirroja correteando por la casa.

— ¿Qué pasa, roja? —Preguntó mi marido, estirando un brazo hacia mí— Ven aquí, ya está todo bien, están sanas, estamos juntos, todos juntos y felices, todo va bien.

Caminé hacia él sin dudar, abrazándolo con fuerza.

— Tenía miedo, tuve mucho miedo esos días, me alegra que ya haya pasado y me alegra que estés aquí por fin, me hiciste mucha falta.

Sollozando en su pecho.

Sentí unas manitas pequeñas darme palmadas en la cabeza, así como los chicos hacen con Emilia, así como hacen conmigo, y así como nosotras le hacemos a nuestro pequeño retoño.

Levanté la cabeza, y mi pequeña me pidió que la cargara, claro que no se lo negué, e inmediatamente después de sostenerla entre mis brazos, ella pasó sus pequeñas manos bajo mis ojos, secando mis lágrimas, besándome en la punta de la nariz.

— Leonor Grace Lehmann — dijo mi marido con nostalgia— Eres la niña más perfecta que el diablo pudo haberme enviado. Gracias por cuidar de mami para que no llore.

Mi niña se emocionó tanto, que sonrió, asintió y me abrazó con fuerza, mirando a su papá.

— ¿Qué haría yo sin mi princesita valiente? — devolviéndole el afecto— Gracias mi amor, por cuidar de mami.

— Y así es cómo la tía Emilia se hace una marica y comienza a llorar — sorbiendo— Adoro los finales felices, todos tuvimos finales felices.

Abrazándose a Hans, llorándole a él.

— ¿Final? — carcajeó Emma— Nos espera una vida llena de niños perfectos como la princesita. Ustedes dos tienen que casarse como la gente, una ceremonia grande, no importa si ya están casados — señalando a Leone y a mí, a Hans y Emilia— Y yo tengo una boda que planear antes de que me ponga panzona, porque mi ginecólogo me dijo que soy muy fértil y de seguro me embaracé con todo el mete y saca de anoche — sosteniendo el rostro de Blaz— Quiero estudiar, no quiero ser una mantenida toda la vida, o bailar en el club por el resto de mis días, quiero tener una carrera igual que todos.

— Puedes ser modelo — dijo Emilia— Puedo ayudarte a entrar en la empresa que debe estar esperando mi regreso, eres bonita y tienes un físico de infarto, comerciales, anuncios, telenovelas, promociones de productos, dueña de compañías, ya sabes, dinero dinero y más dinero, eres la futura esposa de un Fischer, Blazie caga dinero también.

Ya princesita de los billetes y el oro hace aparición.

— Bueno, me gustó la parte de ser modelo, veamos qué resulta al regreso, y quiero hacer mi propio dinero, nada de ser una mantenida ¿De acuerdo, maldito abogado?

Jalándolo por la ropa para acercarlo a ella.

— Por supuesto, rubia loca, lo que tú me pidas.

Besándola.

Que bien que todo está tomando lugar por fin.

Ahora toca ver la reacción de Leone con el video... es un poco crudo, me descompensé cuando lo vi por primera vez, acababa de despertar y verlo fue... importante, fue difícil, me aterré, pero afortunadamente salió todo bien, estoy bien.

— Vamos a desayunar, muero de hambre — dijo Hans— ¿Hay cojines suficientes? Parece que ninguna quiere sentarse hoy, que extraño.

Nosotras carcajeamos.

— Sí, que extraño — dije yo— ¿Qué habrá sucedido?

Tomando asiento prácticamente de lado para no sentir dolor, con mi niña entre los brazos, dispuesta a desayunar con el resto.

Una mesa grande repleta de personas a las que considero familia.

El club de los cuñados a la moda, esos somos, unos supervivientes.





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BUENAS BUENAS PECADORAAAS

¿CUANTAS ESPERANDO A EMILIA Y HANS? PORQUE SÉ QUE AQUÍ HAY FAVORITISMO JAJAJAJA TODAS QUERÍAMOS SABER QUÉ IBA A HACER ESTOS DOS

TODOS TUVIERON SU NOCHE DE PASIÓN 

ALGUNOS MÁS QUE OTROS

PERO TODOS DOLORIDOS Y CON GANAS DE TOMAR UNA PAUSA PARA COMPONERSE

AHORA VIENE CONTAR CÓMO LO PASARON EN ESTE TIEMPO

HAY MUCHAS HISTORIAS QUE CONTAR

LA PRIMERA SERÁ, EL PARTO 

NOS LEEMOS EL PROXIMO CAPÍTULO MIS AMORES

BONITO MIERCOLES

BESITOS EN LA COLA 

250 COMENTARIOS Y REGRESAMOS


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