Capítulo 28 "Guardaespaldas. Parte 1"
HANS.
Esperé pacientemente a que la señorita terminara su jornada de trabajo. Debo ser sincero y admitir que me han cosquilleado las palmas todo el día, esperando a lo que tengo reservado para ella esta noche, lo he esperado por demasiado tiempo.
Meses.
Años.
En completa agonía, esperando una oportunidad con la princesita de hielo, promiscua y sin corazón que devora hombres y mujeres por igual, yo no quería que me reemplazara, temía que cambiara de escolta si hacía algún movimiento atrevido, por lo que me moví lento, demasiado lento, tanto, que ni siquiera notó que todas mis actitudes, palabras y acciones con ella fueron fríamente calculadas, luego de escuchar tantas veces lo que deseaba y lo que le gusta, me moldee a ella para que me pusiera atención, y ahora que la tengo, puedo volver a ser el mismo hijo de puta que he sido siempre, ese que parece gustarle.
Tomé el móvil de la señorita, el cual siempre guardo yo para evitar fugas de información o invasión a su privacidad, desbloqueándolo sin esfuerzo luego de haberla visto tecleando los dígitos en la pantalla, buscando el contacto del mayor de sus hermanos antes de apoyar el móvil en mi oreja, esperando.
— Emilia ¿Qué sucede, princesa? ¿Necesitas dinero para algo que claramente no necesitas, pero urgentemente deseas?
Siempre tan mimada la señorita...
— No, soy yo, señor Lehmann, Hans.
— ¿Le pasó algo a Emilia?
Cambió de inmediato ese tono de voz meloso, a uno extremadamente preocupado y brutal, mortal. De seguro él me mataría si permito que algo que pase a su mimada hermana menor.
— Nada señor, ella está felizmente trabajando ahora, es sobre otra cosa.
— Dime entonces — suspiró— Casi me da algo, no me asustes así de nuevo, Hans.
— Lo lamento señor, no fue esa mi intención, sólo quería avisar que Emilia no llegará a casa esta noche, sinceramente, no quiero interrupciones, ni que hable con alguien más que no sea yo luego de que termine su jornada, tengo algo preparado.
Lamí mis labios, viendo a la rubia posar en traje de baño en el set, el bikini le aprieta demasiado del frente, y esos pechos perfectos que posee se aprietan uno con otro, los brillos en el escote no hacen más que resaltar su bonita forma redondeada, y muero por dejar una marca ahí...
— Sé que Emilia está en buenas manos contigo, no hay problema, de todas maneras, gracias por avisar.
— Se preocuparía si no le dijera dónde va a estar ella, su seguridad es lo más importante para mí.
Siguiendo todos los movimientos de la rubia, apretando el móvil al ver la familiaridad con la que el sonidista apoya su mano en el hombro de ella, acercándose más de lo necesario, contándole un chiste que la hizo reír.
— Y exactamente por eso me agradas, llámame Leone, después de todo, estás saliendo con mi hermana, olvidemos tanta formalidad, cuídame a la princesa.
— Así haré, Leone, nos vemos.
Cortando la llamada, guardando el móvil, caminando a paso seguro hasta la mesa de bebestibles, tomé una botella de agua y una toalla nueva pequeña, acercándome a los reflectores, aprovechando que revisan las imágenes y están en medio de una pausa, entregándole la botella a la rubia, secándole el sudor de su cuello y escote, mirando mal al idiota ese sin disimular ni un poco, viéndolo fruncir el ceño en mi dirección con clara confusión, quitando su mano del hombro de ella.
— ¿Cómo supiste que estaba sedienta? ¡Gracias!
Celebró, besándome en la barbilla antes de abrir la botella y dejarse mimar por mí.
— Bueno, soy muy observador, Emilia, te has acariciado la garganta unas tres veces.
— Entonces... eres el escolta —dijo el sujeto, molestando otra vez— Personal no autorizado no puede ingresar aquí, deberías esperar afuera, en la calle, como los otros, dónde te corresponde.
Giré el rostro con total intención de mandarlo a callar, cuando Emilia dejó de beber y levantó un dedo en mi dirección, mandándome a callar a mí, interponiéndose entre los dos, dándome la espalda.
— Ebert ¿Cuántas veces te han dicho que tu boca va a ser tu ruina? Primero, yo soy una Lehmann, por lo tanto, puedo meter una vaca al set y nadie me va a decir nada, jamás — apoyando una mano en su cadera, cargando su peso en una de sus piernas— Segundo, Hans no es sólo mi escolta, es mi novio y mi persona de confianza, por lo tanto, dónde yo esté, ahí estará él, y tercero, soy la única que puede decirle dónde estar, no vengas a dártelas de superior con mi pareja, porque en un chasquido, puedo dejarte de patitas en la calle y sin posibilidad de encontrar trabajo en otro lugar, yo que tú comienzo a cuidar esa boca tuya con tan malos hábitos.
Sonreí lentamente, con arrogancia, viendo al tal Ebert apretar los puños con fuerza, mirándola con odio por haberlo humillado delante de tantas personas, Emilia habló con un volumen suficiente para que, hasta la maquillista volteara a escuchar qué estaba pasando.
— Señorita Lehmann ¿Está todo bien?
Dijo la directora de producción, dejando de mirar las imágenes, acercarse para asegurarse de que no hubiese un gran problema.
— No, no está todo bien, Ebert me está empujando a renunciar — dijo la rubia— Su actitud cada vez me molesta más, está echando a mi novio del set, todos saben que Hans va dónde yo voy, ni siquiera molesta, él es muy diligente y atento, me trajo una botella de agua ya que notó que tenía sed, gracias, asistentes, por estar pendiente de mí, por cierto — ironizó, viendo mal a los practicantes que se encargaban precisamente de eso— Y entonces, Ebert comenzó a insultarlo y decirle que esperara afuera, en la calle, porque ese era su lugar ¿Qué derecho tiene de tratar a mi pareja así?
La directora frunció el ceño, y miró al sonidista con severidad, si las miradas mataran, Ebert sería un montón de cenizas en el piso justo ahora.
— Señorita Lehmann, hablaré severamente con él, solucionaremos el problema de inmediato, pero por favor, reconsidere su decisión, nos encargaremos de que cosas como estas no vuelvan a suceder en el futuro.
Emilia me miró, guiñándome un ojo, bebiendo agua otra vez.
— Se lo encargo entonces, si hay algo que odio, son las faltas de respeto hacia mi persona y quienes me importan, tomaré mi descanso en el camerino, llámenme cuando esté todo listo.
— Por supuesto, disfrute su receso.
Mirándola casi con miedo, mientras la rubia tomaba mi mano y caminaba sobre esos enormes tacones hacia su camerino sin ponerse la bata, mientras las maquillistas nos siguen, intentando tomar todo lo que necesitan entre los brazos, trotando para seguirnos el paso.
— ¿Estás bien? — preguntó ya dentro con sus maquillistas y asistentes encargándose de su imagen— No debí dejar que terminara esa frase, lamento el mal rato.
Me encogí de hombros, tomando una silla, sentándome al revés, apoyando los brazos en el respaldo para mirarla más cómodo, captando su mirada a través del espejo.
— No iba a salir aunque el papa viniera a exigírmelo, sabes que mi lugar es dónde estés tú.
Sonrió lentamente, sin dejar de mirarme.
Mis palabras parecieron causar algo en esas chicas, quienes rieron como colegialas, empujándose con el codo unas con otras, contagiando a la rubia en el proceso.
Se ve hermosa cuando sonríe.
— Lo sé, sé que no ibas a salir, pero quería dejar más que claro que eres mi novio. Me gusta decirlo — ladeando la cabeza— Es una palabra que jamás usé porque nadie quería salir conmigo. Novio. Novio. Novio. Mi novio —sonrió— Me gusta. Hans, me gustas.
Era yo quien sonríe ahora, es una mocosa malcriada y arrogante, siempre quiere que todo sea a su manera, y así me tiene vuelto loco.
— A mí también me gustas. Emilia.
— Adoro que me tutees — derritiéndose en la silla— Debí haber sido menos tonta mucho antes.
— Sí, debiste — dándole la razón— Pero te lo concedo porque yo esperaba demasiado de una mocosa que jamás tuvo novio, me alegra ser el primero.
— Eso me recuerda ¿Cuántos años tienes, Hans? Leo no quiso entregarme tus registros porque sería vulneración a tu privacidad.
— ¿Querías mis registros?
Alzando las cejas, sorprendido.
— Sí, quería saber si tenías puntos débiles para amenazarte — dijo, muy relajada la loca— Ya dime tu edad.
— Tengo treinta y dos.
Abrió los ojos con sorpresa, tanto, que el delineado le quedó por la mejilla cuando volteó para mirarme.
— ¿Demasiado viejo para una veinteañera?
Pregunté.
Medio sonriendo, sin cambiar de postura.
— Ya decía yo que lo mío eran los mayores, nos llevamos por diez años — hablándose más a ella que a mí— Soy impresionante.
Girándose para que le arreglaran el desastre antes de salir.
Sí, de hecho, sí, es impresionante la cantidad de tornillos que le faltan.
Afortunadamente terminó el rodaje sin incidentes, subió al auto cerca de las nueve de la noche, muerta de cansancio, aún así, sigue con un montón de energía, cantando a todo pulmón canciones de Bruno Mars, usando su móvil cómo micrófonos, mirándome para distraerme en medio de su concierto privado.
Así fue todo el camino hasta que notó que no estábamos yendo al pent-house.
— Oye ¿Dónde vamos? No es por aquí.
Mirando por la ventana con las manos apoyadas al cristal, casi se ve como si la estuviese secuestrando.
— No, no vamos a casa — admití— Tengo algo pensado para ti, ¿O ya olvidaste que pediste expresamente que te contentara con todo mi cuerpo hoy?
Un temblor de anticipación la recorrió antes de sentarse bien en el asiento y mirarme con las pupilas dilatadas, la Emilia infantil ya se fue a la cama, y dejó a esta obsesionada con el sexo sucio en su lugar.
— ¿Vas a dármelo por fin?
Lamiéndose los labios, atrapando el inferior entre sus dientes, esa acción tan simple hizo que se me engordara la polla, algo que ha pasado demasiado seguido este ultimo tiempo, las provocaciones de Emilia no me eran indiferentes, pero tenía que conseguir lo que quería bajo el medio que fuera necesario.
La quería a ella, toda ella y sólo para mí.
Y aquí está, dispuesta y mía.
— ¿Lo mereces? — pregunté sólo por diversión. El diablo sabe cuánto deseo follármela hasta que desfallezca— Y sé sincera.
Su mano pequeña y fría se apoyó en mi muslo, trazó lentas caricias que no hicieron más que encender mi cuerpo, fue todo un desafío mantenerme tranquilo.
— Bueno, luego de lo increíblemente buena novia que fui en nuestro primer día, creo que merezco un premio —hincándose sobre el asiento, besando mi mejilla— Y no te contengas — susurró en mi oído— No soy una dama tan delicada como aparento, me gusta que me traten bien sólo fuera de la cama.
Su boca estaba tan cerca que no paraba de rozarme los labios con cada palabra.
— Siéntate bien y ponte el cinturón — demandé— Tu seguridad sigue siendo mi prioridad, y ahora mismo estoy muy poco concentrado en la calle, no quisiera que te accidentaras.
— Podría sentarme en el asiento y darte una mano en lo que llegamos... o dos, dudo poder tomarte con una sola mano.
Acariciando sobre mi erección, obligándome a cerrar los ojos por dos segundos, algo demasiado peligroso para ir conduciendo.
— No me obligues a amarrarte, Emilia. Conozco un montón de nudos bonitos que dejarían marca en esa lechosa piel tuya, no me tientes.
— Entonces debería tentarte más — abriéndome el pantalón— Manos en el volante, señor conductor —me regañó cuando tuve la intención de apartarla— Su misión es que lleguemos vivos a follar hoy.
Decidí que lo mejor era hacerle caso y dejar que liberara mi pene, después de todo, me estaba haciendo daño la pretina el puto pantalón, aplastándome el glande y mucho no podía hacer mientras conducía.
Di un respingo cuando mi piel desnuda hizo contacto con su fría mano, la muy maldita carcajeó bajo, parece estarselo pasando increíble, y yo no quería perder detalle de eso, por lo que me di la libertad de mirarla por unos segundos, sólo unos segundos, viendo cómo se lame la palma de la mano antes de masturbarme, sus delicados dedos envolviendo mi falo, una imagen tan erótica que casi me hizo acabar.
— Mierda.
Solté sin poder evitarlo, luchando con la concentración, intentando mantenerme dentro de mi carril, sin acelerar demasiado o frenar de golpe, estoy teniendo una muy buena distracción justo ahora, y conducir es lo ultimo que tengo en mente.
Esto es sin duda peligroso.
— ¿Qué sucede, Hans? ¿Una niñita te tiene literalmente en la palma de su mano y no puedes manejarlo?
Disfruta tenerme a su merced, sabe que, en estos momentos, el mando de la situación lo tiene ella.
Ya verá en cuanto baje de este auto, alguien tiene que darle lo que nunca ha recibido, y disfrutaré siendo yo.
— Cuidado, Emilia, no tienes ni la menor idea de quién soy aún, podría tener gustos aún más sucios que los tuyos.
Sintiendo su palma húmeda frotarse en círculos con mi glande, mientras su mano sigue moviéndose por mi tronco en movimientos ascendentes y descendentes, la poca cordura que me queda está por quebrarse.
— Muéstrame...
Exigió, lamiendo de la base a la punta, chupando con fuerza sobre la cabeza, ahuecando las mejillas.
— He dicho, muéstrame.
Exigió, repitiendo esa acción.
— Tú te lo buscaste, abre esa boca, señorita.
Enredé mis dedos en su cabello y sin delicadeza alguna, aplasté su rostro contra mi pelvis, disfrutando de la húmeda y estrecha garganta que me recibió, Emilia se atragantó y me golpeó el muslo, el rostro rojo por el esfuerzo, sonreí con soberbia, esperando un poco más antes de dejarla subir en busca de aire, soltándola, escuchándola toser.
— ¡Casi me mataste!
Protestó.
— Considéralo una prueba gratis por lo que te espera.
Se limpió la comisura de la boca con el dorso de su mano, y jadeó.
— Que el diablo me salve entonces.
Sujetando mi pene otra vez, llevándoselo a la boca, probando tomar mi tamaño por su cuenta sin lograr llegar al final, y no por eso fue menos satisfactorio, ahora mismo estoy en la puta gloria.
Más temprano que tarde, gracias al diablo, logramos llegar al hotel en el cual reservé para hoy, la cena estaba en el cuarto y la llave en mi poder, todo lo que tenía que hacer era ignorar la humedad en mi bóxer, cortesía de su saliva, y fingir que no había otras parejas con nosotros, compartiendo el ascensor.
Afortunadamente vamos de los últimos, y como dije, puede que mis gustos sean mucho más sucios que los suyos, ella no sabe con quién se metió.
— Mantenga esa parlanchina boca cerrada, señorita.
Susurré para que sólo ella escuchara, inclinándome hacia ella, deslizando mi mano bajo ese bonito vestido que decidió ponerse hoy, agradeciendo el abrigo y mi cuerpo que evita que los demás supieran lo que estaba a punto de hacer, acariciando la cara interna de sus muslos antes de llegar a su entrepierna, acariciándola sobre las bragas, sintiendo lo mojada que estaba, deleitándome por ello.
Fue divertido ver como apretó los labios y aparentó tranquilidad, perdió un poco de cordura cuando moví esas diminutas bragas a un lado e introduje un dedo, siendo recibido por su calidez, sonriendo al ver que atrapó mi traje con su mano, mientras apretaba las piernas.
— No, no Emilia ¿Quieres que pare?
Pregunté en volumen casi inaudible, rozándole la oreja con los labios, sintiéndola temblar, soltando las piernas poco a poco, temblorosa.
— No...
Respondió en el mismo volumen, sin dejar de apretar mi ropa.
— Buena chica...
Recompensándola con un segundo dedo, viéndola cubrirse la boca con la otra mano, aún así, uno de los sujetos aquí volteó a mirarla con confusión, Emilia se quitó la mano y le sonrió.
— Mi hermano se casa y no me invitó ¿Puedes creerlo?
Señalando su móvil.
El hombro asintió, creyéndose el cuento, viéndola con lastima, disculpándose con ella.
— Eso fue peligroso — me dijo con los ojos vidriosos— Cuidado...
— Cuidado tú.
Besando su sien, retirando mi mano cuando el ascensor paró en nuestro piso, lamiendo mis dedos frente a ella, viendo como su rostro se ponía colorado, tomándome la mano para ocultarla en cuanto pedí permiso para salir y voltearon a mirarnos mientras se abrían paso, una acción arriesgada que valió la pena, Emilia está ardiendo, por mí.
— Vamos, es por aquí.
Estrechando su pequeña mano, guiándola por el pasillo, abrí la famosa puerta y la llevé dentro, cerrando la puerta, y bajando la mirada, encontrándome con sus ojos curiosos y hambrientos sin despegarse de mi rostro.
— Lo preguntaré una sola vez — dije con voz calma— ¿Quieres comer primero o quieres que te folle ya?
— Quiero follar ¿O vas a arrepentirte?
Quitándose el abrigo, soltándolo en el piso, mostrándome su preciosa figura delineada por ese vestido.
— Sigue hablándome así, y haré que te tragues tus palabras.
Tomando su brazo, empujándola hasta apoyarla con brusquedad contra la madera de la puerta, besándola con dureza, arrancándole un quejido por mi poco tacto, llevando mis manos a su vestido, buscando a tientas el cierre para poder desnudarla por fin y enterrarme en ella hasta olvidar mi maldito nombre.
Emilia no se quedó atrás, buscó a tientas mi cinturón, soltándolo en dos movimientos, jalándolo hasta tenerlo bajo su poder, tirándolo al piso antes de abrirme el pantalón y guiar sus caricias hasta mi cuello, soltó la corbata y arrancó los botones de cuajo de un tirón, rebotando estos por el piso, sacándome la camisa entre tirones sin dignarse a abandonar mi boca, jadeando por la falta de aire.
Fui yo quien rompió el beso, deslizando la tela por sus hombros, jalando de la prenda hasta tenerla frente a mí en ropa interior, muy segura de sí misma, luciendo un conjunto de encaje entre blanco y rosa claro, tan delicado y casi transparente, que soy perfectamente capaz de ver sus pezones erguidos y deseosos de atención, endureciéndose poco más al notar que soy incapaz de dejar de mirarlos, embobado.
Llevé las manos al broche de su brasier y con lentitud, se lo quité, mirando esas dos perfectas cumbres endurecidas y a mi alcance, sólo el diablo sabe cuantas noches soñé con ponerlas en mi boca y saborear la perfección de su sabor.
Bajé la cabeza, inclinándome hacia ella, incapaz de mantener las manos tranquilas, atrapé uno de sus pechos y metí su pezón dentro de mi boca, arañándolo ligeramente con los dientes, sonriendo al sentirla temblar, llevando sus manos a mis brazos desnudos, acariciándolos con lentitud, arqueando la espalda, ofreciéndose a mí.
Lamí su cumbre perfecta, una lamida perezosa y lenta, yendo hacia su otro pezón para que no se sintiera sólo, metiéndolo dentro de mi boca, succionando para hacerla sentir lo que me hizo en el auto de camino aquí, apretando su cumbre solitaria con mi mano sintiendo su cadera empujar hacia la mía con insistencia, ondulantes movimientos sugerentes, rogando por atención, por más.
— Hans... estoy tan excitada que creo que me volveré loca...
Se sinceró, enredando sus dedos en mi cabello, moviendo su pecho hacia mí, quiere más, quiere tanto, que no sabe por dónde comenzar.
Abrí la boca, propinando una serie de besos húmedos a sus pechos, sin descuidar a ninguno, encendiéndome gracias los sonidos sucios que escapan de su boca.
Eh aquí a la princesita del control, completamente a mi merced.
Mía.
Mi novia.
Por fin.
— Recapitulemos, señorita — repartiendo besos entre sus pechos, arrodillándome frente a ella, besando con la boca abierta sobre su vientre, y alrededor de su ombligo, sujetándola por la cintura para que se quedara quieta— Hiciste que me sintiera horriblemente celoso en el Pandemónium, no tuviste ni una pizca de remordimiento al abrirte de piernas sobre mí, para dejarte follar por otro, luego hiciste que una chica te hiciera un oral, todo sobre mis piernas ¿Cómo crees que eso me hizo sentir?
Besándola sobre la ropa interior, viéndola retorcerse bajo mi mirada abrazadora, apretando las piernas mientras se sujeta de mis hombros.
— No ibas a darme lo que quería, te estaba mostrando todo lo que desperdiciaste.
Se las arregló para decir, jadeando.
— No tienes idea de las ganas que tenía de empujar a todos esos malnacidos, obligarte a tomar asiento en el sofá, para que abrieras las piernas a tal punto de dejarlas caer por los brazos de este, y llenarte este coño travieso tuyo — apoyando mi mano sobre este, escuchándola gemir— Obligándote a caminar hasta tu casa para que te chorreara mi esencia por las piernas, y todo quién pudiera mirarte supiera que ya habías sido marcada, por mí.
— Hans por favor... déjate de juegos, quiero sentirte...
— ¿Te lo mereces?
La molesté, sólo para deleitarme con sus suplicas.
— No, porque me porté como una perra contigo —moviendo sus caderas para buscar su propio placer, montándome la mano— Pero lo necesito, te necesito a ti.
Esas ultimas cuatro palabras fueron mi perdición, arranqué sus bragas de cuajo, tirándolas al piso en harapos, besé su sexo y me levanté de golpe, chocando mis labios con los suyos en un beso lejos de ser dulce y tierno, más bien, me dejé guiar por el instinto, sintiendo su lengua intentar controlar la situación, sus manos pequeñas bajarme los pantalones junto con la ropa interior, me quería desnudo, me quería ya.
— Súbete al sofá y apoya las rodillas, sujétate del respaldo, ahora.
Demandé.
No tardó en lamerse los labios y patear los tacones antes de caminar con seguridad dónde le señalé, separando las piernas.
Por supuesto que no la hice esperar más, yo tampoco podía.
Terminé de desnudarme bajo su atenta mirada y busqué los condones en mi bolsillo, me puse uno y me masturbé sin perder el contacto visual con ella, posicionándome a su espalda, acariciando esa bonita espalda, masajeándole el culo, sinceramente, no pensé que lograría mi objetivo.
Las palmas me cosquillean tanto, que no fui capaz de evitar el impulso de darle una fuerte nalgada, viendo como su lechosa piel rápidamente se torna roja y con la forma de mi mano.
Emilia gritó de la sorpresa, mirándome sobre su hombro con los ojos vidriosos y las mejillas sonrojadas.
— Nunca nadie me había pegado antes en el sexo.
¿La habré cagado?
— ¿Quieres que pare?
Acariciando la zona enrojecida y caliente.
— No... he descubierto que eso me gusta.
Por el diablo...
Levanté la mano y la golpee otra vez en el mismo lugar, escuchándola gemir por lo alto, clavándole las uñas perfectas al sofá, esforzándose por mantener el trasero alzado.
— Voy a emparejar el marcador, tus nalgas con mis manos se ven preciosas.
Golpeándola con la mano izquierda ahora, alternando las nalgadas, viendo pronto su trasero completo perfectamente sonrojado, clavé mis dedos en sus nalgas, viéndola dar un respingo, debe escocerle hasta las caricias del viento que la tocan.
— Tú solita te metiste en esto, Emilia, ahora aguanta.
Sin previo aviso, empujé mi pelvis hasta fundirme en ese estrecho coño que me obligó a quedarme quieto para no correrme por la maravilla que estoy probando, su humedad me facilitó el ingreso, está tan tibia y deliciosa, tan apretada, que tuve que tomarme mi tiempo para respirar.
— Voy a joderte tanto, Emilia — arrastrando los labios por su columna, acercando mi boca a su oído— Que ningún otro hombre podrá satisfacerte en la vida.
Las aspereza y la intensidad de mi voz terminó sorprendiéndome hasta a mí, parezco un maldito animal en celo, al cual por fin le dieron a la hembra que le negaron por tanto tiempo.
Fui incapaz de esperar un solo segundo más, sujeté sus caderas y retrocedí lo suficiente para dejar el glande en su interior, clavándome con rudeza en su interior otra vez, viéndola arquear la espalda y soltar un grito cargado de placer, moviendo sus caderas hacia atrás para acompasar mis movimientos, provocando obscenos sonidos provocados por el golpeteo intenso de nuestros cuerpos al encontrarse, aún así, no fue suficiente, tomé su cabello con una mano y lo envolví alrededor de mi muñeca, tirando de este para usarlo de rienda, Emilia se deshace en gemidos y eso no hace más que animarle a embestirla con fuerza, deseando dejar la forma de mi pene dentro de ese bonito coño y cumplir con mi promesa de que ningún otro pueda satisfacerla sólo yo.
— No dejes marcas... mi trabajo...
Se esforzó por decir, por lo que relajé el agarre en su cadera para no lastimarla, pero no la solté, ni reduje la potencia, esta mujer es mía y voy a hacer que todo Berlín la escuche gemir mi nombre.
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BUENAS BUENAS BBCITAS!
CÓMO SABRÁN, MI PASATIEMPO FAVORITO ES DEJARLAS A MEDIAS
Y AÚN FALTA MUCHO PARA QUE HANS QUEDE SATISFECHO
SIN DUDA, EL ESCOLTA ERA TODO, MENOS TRANQUILO
COMO YA SABRÁN Y HABRÁN COMPROBADO, LOS CALLADITOS SON LOS PEORES
HE TENIDO MIS EXPERIENCIAS Y ME HAN DEJADO... UUF, SORPRENDIDA HASTA DECIR BASTA
250 COMENTARIOS Y REGRESAMOS!
EL SONIDISTA ESTABA MUY CÓMODO CON NUESTRA RUBIA MODELO, PEEEERO
ESTA LE DEJÓ MÁS QUE CLARO QUIÉN ES EL HOMBRE PARA ELLA
HANS QUEDÓ NADA MÁS QUE ENCANTADO
Y CON SUS PALABRAS ENLOQUECIÓ NO SÓLO A EMILIA
PERO QUE PERRA ENVIDIA SIENTO BESTIES
QUIERO UNO DE ESOS
NOS LEEMOS EN LA SEGUNDA PARTE DE ESTA MORBOSA PAREJA
BESITOS EN LA COLA!
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