Capítulo 27
LEONE.
Desperté de forma abrupta, últimamente tengo el sueño más liviano de lo normal, lo que me despertó fue Gabriela y el sonido de los jeans deslizándose por sus piernas, ese ligero roce sonó cinco veces más fuerte en el silencio de la noche, son las tres de la mañana y ella definitivamente debería estar dormida, estamos a tres días de la boda y es cierto que la ansiedad se la come incluso en el trabajo, pero duerme bastante bien, se queda frita apenas toca la almohada, así que... no estoy entendiendo.
— Roja ¿Dónde vas a estas horas? ¿Te llamaron de la resistencia?
Tomando asiento en la cama, frotándome un ojo, intentando despertar para tomarle la debida atención.
— Soñé que estaba comiendo frambuesas y se me antojaron — medio susurró, terminando de subirse los pantalones— Fui a la cocina y ya no habían, me las acabé, así que iré al supermercado veinticuatro horas que está a unos minutos de aquí, no me tardo.
Hizo el ademán de quitarse la camiseta para continuar en su misión de ir y buscar comida, pero se lo impedí, alcanzando su brazo con mi mano, viendo la perplejidad en su mirada.
— No me voy a tardar, es que necesito mis frambuesas ahora o siento que voy a morir.
Hizo una mueca más bien parecida a un puchero que se me hizo de lo más adorable.
— Está bien, está bien — suspiré— Pero yo iré por las frambuesas, es demasiado tarde, y si tú estás con la idea de comerte las frambuesas en la cabeza, te saltarás las señales en rojo y atropellarás todo lo que se te cruce, yo iré.
Soltándola y saliendo de la cama, estirando el cuerpo.
Últimamente se me tira encima todos los días para follar, pero apenas toca la cama, se duerme, y también está el tema de las frambuesas, si no las come, su humor es demasiado cambiante, puede pasar de gruñirte y gritarte lo mucho que te odia, a comenzar a llorar, y yo prefiero que sea feliz con sus frambuesas, así que aquí voy, yendo a comprarle a las tres de la mañana, porque soy un muy buen esposo que se preocupa por su seguridad.
— Pero podía ir yo... — se lamentó— Estás cansado, está cerca, los escoltas me siguen todo el tiempo.
Caminé hasta ella y me incliné, acunándole el rostro, besando su frente, su nariz y sus labios, sintiendo el frío contacto de sus manos posarse sobre las mías, trazando caricias lentas con los pulgares sobre las cicatrices que dejaron de molestarme, a ella no le repugnan, me ama tal cual soy y eso me hace sentir... humano y vivo, no un monstruo, no un adefesio, me hace sentir... alguien.
— Yo voy, no me molesta, vuelve a la cama, roja, no tardo.
Asintió y se quitó los pantalones lentamente, tomando asiento en la cama, arropándose, mientras me ve vestirme, tomar la billetera, el móvil y dejar el cuarto, cerrando la puerta tras de mí, cruzando el pasillo para ir hacia las escaleras.
Me sorprendió ver salir a Hans en ropa interior y camiseta del cuarto que antes ocupaba Gabriela, habitación que ahora ocupa Emilia con su guardaespaldas, al parecer, se están tomando en serio lo de intentar algo juntos.
— Yo... eh... la señorita tenía sed.
Se excusó, mirando sus pintas, la puerta entreabierta, y luego a mí.
— Bien por ella entonces, que tiene alguien que la cuide — palmeando su hombro— Así comienzan, con un vaso con agua, luego tienes que ir al supermercado a las tres de la mañana para comprarle frambuesas. Mujeres — suspiré— Tan especiales e incomprensibles.
Lo solté y pasé por su lado, bajando las escaleras de dos en dos, yendo directo al ascensor, tomé las llaves de mi jeep y dejé el edificio atrás, buscando el famoso supermercado, al entrar, tomé una canasta y me fijé en lo vacío que estaba el lugar ¿Quién demonios vendría de compras a estas horas?
Busqué el pasillo de la fruta y me acerqué, viendo con sorpresa que no era el único hombre comprando ahí, otro sujeto estaba tomando todas las cajitas de mora, metiéndolas al carro, al verme ahí, e imitar sus acciones, tomando las frambuesas, todas las que encontré, sonrió y suspiró, continuando con su labor de tomar todas las moras.
— Embarazadas ¿Quién las entiende? — dijo— Me despertó porque tenía antojos, así que compro todas las moras que encuentro y las congelo, así se las come frescas siempre, y cuando no tiene moras, me aseguro de tenerle, jugos, tartas, helados y hasta dulces, de esa manera, no tengo que salir a comprar todos los días a estas horas para satisfacer sus antojos.
Pobre hombre, vive una tortura diaria con su mujer embarazada, siempre tan demandantes y quisquillosas, con sus emociones a mil, cambiantes y capaces de todo para obtener lo que quieren. Yo a esas les tengo miedo, es imposible decirles que no.
— Mi mujer sólo tiene antojos — encogiéndome de hombros— Está nerviosa por la boda, así que se le antojan las frambuesas seguido, seguro después del gran día se le pasa, pero tomaré el consejo de los helados, jugos y demás, últimamente no come nada que no tenga frambuesas en la preparación y a mi ama de llaves se le está haciendo difícil satisfacer su paladar.
Mirando que la canasta se llenó sólo con cajas de fruta, tendré que ir por un carro para comprar lo demás.
— ¿Seguro que son los nervios? Mi esposa sólo estaba nerviosa antes del gran día, pero ahora tiene nauseas matutinas, se marea cada tanto, los antojos, los cambios de humor — enumeró— Y es... terrorífica, todo lo que hace es culpa del bebé, el pobre siempre tiene la culpa — carcajeó— Pero me gusta la sensación, me gusta que la familia crezca, es nuestro primer hijo.
Se ve como un buen hombre, algo joven e inexperto, pero bueno y dedicado, quizá yo logre ser así algún día, cuando esta pesadilla acabe y...
No...
Gabriela no puede tener hijos, pensar siquiera en la idea de tener algunos sería clavarle un puñal en el pecho, y ella se castiga bastante por el hecho ya.
— Felicidades entonces, por tu bebé y tu esposa, les deseo lo mejor — dándole mi mejor intento de sonrisa, Gabriela dice que debo intentar ser más cortés con la gente— Si me disculpas, tengo una glotona esperando en casa por sus frutas.
— Claro, claro, felicidades a ti por tu boda, y tu mujer.
Palmeó mi espalda como si me conociera toda la vida, sorprendiéndome un poco mientras continuaba mi camino y tomaba un carro que encontré en uno de los pasillos, metiendo el canastillo ahí, no suelen tocarme muchas personas, me temen por lo general, pero él parecía no saber quién soy y me trató como si yo fuese una persona y eso se sintió bien, hacer cosas como estas, ir de compras, hablar con sujetos en la misma posición que yo, sin peligro, sin la muerte respirándome en la nuca... me gustó la sensación.
—Haber, helados y jugos entonces... hay galletas con frambuesa también, y jaleas — mirando el sector de postres, viendo las tartaletas— No... a Gabi le gusta preparárselas ella misma, la he visto tantas veces prepararla que sé lo que necesita, le llevaré para que tenga también.
Llenando el carro con todo lo que encontré de frambuesa, acercándome a la caja para pagar, metí todo en bolsas y caminé hacia el auto, cargando todo atrás antes de regresar al edificio y hacer malabares para llevar las bolsas, presionar los botones y poner la tarjeta, entrando por fin al departamento y a la cocina, ordenando todo para que no perdiera la cadena de frío, tomando una caja de frambuesas, lavándolas bien antes de ponerlas en un recipiente redondo y subir con ellas hacia la habitación, viendo a la rojita con las piernas encogidas, abrazándolas por las rodillas mientras cantaba esa cancioncita de nuevo, haciendo uso de esa voz dulce, con su cabello rojo cayendo como cascada por su costado, tocando la cama, últimamente lo tiene bastante largo y brillante, se ve hermosa, su piel tomó color, y sus heridas sanaron, parece un ángel justo ahora.
— No necesito más... sólo amor, dame tiempo... yo me sano con tu compañía — mirando por la ventana, ha comenzado a nevar, tiene las cortinas abiertas de par en par, admirando el paisaje, las luces de la ciudad— Esa paz que me das... en otro no la encuentro...
Me acerqué a la cama lo suficiente para que se percatara de mi presencia, levantó la cabeza de golpe, sonriendo al verme llegar con sus preciadas frambuesas, estirando las manos cuan niña de cinco años, se ve tan infantil y feliz que me levantaría todas las noches a esta hora si puedo verla así de relajada y sonriente.
— ¿No hay ni siquiera un beso para mí?
Me lamenté, viéndola quitarme el recipiente, llevándose dos a la boca enseguida, gimoteando por el sabor.
— Claro que sí, ven aquí, soldado — jalándome por la ropa, lamiéndome los labios antes de besarme en serio, metiéndome la lengua a la boca para hacerme sentir el sabor de la dulce fruta que se estaba devorando— Gracias por ir por ellas, no te imaginas las ganas que tenía de comerlas.
Hablando muy cerca de mi boca, plantando un beso en mis labios antes de soltarme y continuar comiendo.
Con ese beso yo me doy por pagado.
— Te traje todo lo que encontré de frambuesa, y también ingredientes para que hagas tus tartas, así tienes de todo, roja — desvistiéndome otra vez— ¿Necesitas algo más antes de que me acueste?
Negó lamiéndose el pulgar, volviendo al ataque con sus amadas frambuesas, sin borrársele esa sonrisa de la cara.
— Me siento muy afortunada de casarme contigo, gracias Leo.
Asentí y me metí en la cama bajo las mantas, recostándome y abrazándola por la cintura, acercándola a mí todo lo posible, recostando la cabeza sobre su regazo, disfrutando de sus caricias en mi cabello, mientras ella hace malabares, usando una mano para comer, tarareando en volumen bajo.
No tardé en quedarme dormido, pegado a mi rojita, tachando los días en el calendario para hacerla mi mujer bajo todas las de la ley, una Lehmann.
Y cuando eso ocurra, será la primera vez que yo no odiaré mi apellido, porque también será el suyo, y eso me hará feliz.
***
EMILIA.
Desperté con el molesto sonido de la alarma, viendo a Hans a mi lado, como todas las mañanas, sus brazos alrededor de mi cintura, su cuerpo duro y bien trabajado pegado a mi espalda, su erección, apoyada sobre la curvatura de mi trasero, su aliento cosquilleándome en la nuca.
Creo que me gusta mi escolta, y creo que me gusta mucho.
Ni siquiera sufro por la falta de sexo, ahora entiendo a Leo y la cuñada, no es necesario buscar a otros cuando tienes todo lo que quieres y necesitas en uno, y si dejo de ser arrogante y tonta, podré tener eso también, eso que quiero tanto, amor puro y desinteresado.
— ¿Ya estás despierto?
Pregunté, acariciando lentamente su brazo, sintiéndolo abrazarme más fuerte, besando mi hombro desnudo, su camiseta me va muy grande y el cuello en V favorece este tipo de roces que tanto me encantan.
Fácilmente podría despertar así todos los días y no me aburriría nunca.
— Sí señorita, muy despierto.
Y estoy seguro de que no habla sólo de sí mismo, su entrepierna está bastante despierta también, pero por más que intente, él no hará lo que deseo, no hasta que admita que tengo sentimientos por él, y me da miedo decir algo así, que se burle y se vaya lejos, no estoy lista.
— Entonces deberíamos ir a desayunar — sin moverme ni detener mis caricias— El desayuno siempre ha sido a las siete porque luego todos se van a trabajar, hoy me toca ir a grabar un comercial ¿Estarás ahí conmigo?
— ¿Dónde más estaría si no es con usted? Mi razón de existir es asegurarme de que a su cuerpo nunca le suceda nada, mi vida gira entorno a que usted siga sonriendo.
Deslizando su manos con lentitud sobre mi vientre, trazando lentas caricias, una de ellas aventurándose hacia mi cadera, buscando el borde de la camiseta para tocarme la piel, pude sentir el cambio en su respiración cuando sintió el hilo de mi tanga, sus dedos juguetearon con la hebra, y su erección se hizo más grande, apretándose mejor con mi trasero prácticamente desnudo.
Cerré los ojos por unos segundos y contuve la respiración para intentar calmarme, este tipo de provocaciones me gustan, me gusta sentirlo cerca, me gusta sentir que le importo a alguien además de mi familia.
— Hans...
Jade... moviendo mi cadera para poder rozarme con él, sintiendo sus manos apretarse a mi alrededor para hacer el roce un poco más duro, el hombre no es de acero, pero tiene un autocontrol digno de admirar.
— ¿Sí, señorita?
— ¿Me... darías un beso de buenos días? Sin dobles intenciones, sólo... un beso.
Sentí sus labios posarse sombre mi hombro otra vez, el roce duro se repitió y tuve que morder mi labio inferior para no soltar un gemido y distraerlo, quiero que siga haciendo lo que hace.
— ¿Eso fue suficiente?
Preguntó.
— Eso está lejos de ser suficiente...
Yo misma me sorprendí por el tono de mi voz, tan aterciopelada y melosa, nunca tuve la necesidad de esforzarme, nunca compartí la cama con nadie, esto es nuevo y excitante.
— ¿Qué tal así?
Moviendo mi cabello hacia un lado, besando mi cuello, raspando la piel con sus dientes antes de pasarle la lengua y calmar el escozor.
Jadee y moví mi trasero hacia él otra vez, siendo recompensada al recibir ese restriegue delicioso, dándome a conocer lo mucho que lo estoy emocionando.
— Creo que aún no es suficiente.
Clavándole los dedos en el brazo, su mano traza lentas caricias por la cara interna de mis muslos, baja lo suficiente para estar en una zona medianamente segura, y luego sube para hacerme desespera, parando a pocos centímetros de mi entrepierna, húmeda y deseosa de ser invadida por lo que me roza en trasero con tanto ahínco.
— No te pediré nada más, un... un beso es todo lo que quiero.
Al comienzo odiaba suplicar, odiaba tener que pedirle explícitamente lo que quería de él, Hans fingía no entender nunca, me ignoraba, así que tuve que dejar el orgullo de lado, bajar las defensar y comenzar a comunicarme con él, comunicarme en serio, abriendo mi corazón para dejarlo entrar, y que, a la vez, él me deje entrar también.
— ¿Está aprendiendo sobre reciprocidad, señorita? ¿No quiere ponerme un collar otra vez y exigirme hacer ciertas cosas por usted?
Negué, tragando grueso, su otra mano acaricia mi vientre, perezosos movimientos bien calculados ¿Cómo no? Si tengo en mi cama a un completo asesino, lo que mejor sabe utilizar son esas manos callosas y duras que me están haciendo perder la cabeza, sus nudillos rozan el borde inferior de mis pechos, ese toque mantiene mi cuerpo en llamas, mis pechos pesados y duros, los pezones dolorosamente erguidos, toda yo, ruega por el cuerpo de él, lo necesita.
— Sí... dije que no haría eso otra vez, lo siento, Hans, yo me equivoqué, no fue la mejor manera de acercarme a ti, estaba... desesperada porque me tomaras atención, estoy arrepentida.
Emilia Lehmann disculpándose ya es algo jamás visto.
Decir que estoy equivocada ya es algo que ninguna persona pensó posible, pero este sujeto de aquí lo vale.
— Voltéese entonces, señorita, reconocer los errores trae recompensas.
Celebré internamente y voltee en la cama con su ayuda, sus manos en mi cintura otra vez, su pierna entre las mías, acercándose todo lo posible, alzando una ceja, mirándome con curiosidad al rozar su rodilla con mi entrepierna, notando mi humedad, pero no me dijo nada, sólo fui recompensada con el peso de su pene en mi cadera, tan a gusto como yo la cercanía.
— ¿De verdad vas a besarme?
Arrugando la camiseta que viste, sujetándolo con demasiada fuerza, estoy nerviosa y ansiosa por igual.
— Usted me lo pidió, yo accedí — sujetando mi mentón, alzando mi rostro— Abra la boca, Emilia, e intente controlar esas manos curiosas que están quebrando el poco autocontrol que me queda.
Moví las manos sólo para recordar que aún las tenía, las condenadas tienen vida propia, una se mantiene sobre su pecho, la otra está sobre el elástico de su ropa interior, a poco de tocar lo que tanto quiero.
— A la mierda, ya bésame... y llámame Emilia de ahora en adelante, eso me gustó.
Enredando mis dedos en su cabello, yendo por él, tocando sus labios con sabor a gloria, abriendo la boca pare recibirlo, sintiendo su lengua caliente rozarse con la mía, apretando mi cintura, acercándome a él con cada lamida, cada mordisco, cada probada de esa boca que se me privó por tanto tiempo.
En un suave movimiento, giró en la cama y me sentó sobre él sin romper el beso, dándome total libertad de mecerme sobre él, para rozarme con su erección, gimiéndole en la boca mientras sus manos se colan bajo la camiseta, una mano sobre mi trasero, ayudándome a moverme, mientras él alza la cadera, dándome a entender que está más que gustoso de lo que está pasando, la otra apretando mi pezón, está tocándome por todas partes, me besa con tanta necesidad que bien podría pensar que quizá hoy sea el día en que cojamos por bien, estoy muy segura de que el empape de mis bragas le moja la ropa interior, y estoy muy segura de que no está húmedo sólo por mí, su pito debe estar llorando por mis caricias.
— Haber, ustedes dos, siempre alegas Emilia que llego ultimo a la mesa, pero ha pasado media hora y ni luces... de ustedes.
A regañadientes dejé la boca de Hans, mirando hacia atrás al idiota de mi hermano el bien vestido y recién bajado, quién interrumpió el momento.
Hans se incorporó de golpe, y tomó las sabanas para cubrirnos, bajándome la camiseta, intentando normalizar su respiración.
— Te diría hijo de puta, pero insultaría a mi pobre madre — viendo a Leone con odio— ¿Te das cuenta de que me jodiste? ¡Te das cuenta!
Gritando como histérica.
— Sí, así vi. Dame las gracias Hans, casi la pones por accidente, con tanto que te esfuerzas en hacer que la loca tenga sentimientos primero — dando media vuelta— Los espero para desayunar, no se tarden.
Bufé mientras hiervo de la rabia al escucharlo reírse en lo que cierra la puerta y nos deja a solas otra vez, Hans se pasa la mano por la cara y está más que claro que hasta aquí llegó su desenfreno, casi lo hicimos, joder, estuvimos tan cerca...
— Vamos a prepararnos, señorita, o llegará tarde al trabajo.
Sacándome con delicadeza de encima suyo, dejó la cama y se metió al baño, probablemente para arreglar su problema por su cuenta, cuando yo estaría más que contenta de ponerlo en mi boca y darle una mano como la buena samaritana que soy.
— Hermanito, eres un maldito aguafiestas.
Dejando la cama, sintiendo aún el cosquilleo en los labios por ese beso tan caliente que nos dimos.
— Bueno... sólo tengo que ser sincera, pedir las cosas por favor, decir que siento cosas por él, dejar de engañarme... y listo, todo solucionado. Todo muy simple.
Usando el baño luego que él para prepararme, y entonces, salimos juntos y bien compuestos al comedor, dónde todos comen en paz, hablando de la boda.
Dos días, dos días y Leo por fin obtendrá lo que quiere, una familia que lo ponga en primer lugar y no lo use como tapadera para las balas, mamá lo crío con esa mentalidad, que él debe recibir todos los daños. Por más que Blaz y yo intentamos convencerlo de lo contrario, no funcionó, pero Gabi cuida bien al tonto, con ella a su lado podemos estar tranquilos de que este suicida vivirá por mucho, mucho tiempo.
— ¿Otra vez comiendo frambuesa, cuñada? — dije, tomando asiento con Hans— Mejor préstale atención a tu maridito el entrometido, casi tengo sexo hoy.
— Casi, pero salvé a un soldado que aún tiene muchas batallas que ganar.
Dijo Leo, chocando palmas con Hans, el par de tontos se estaba llevando muy bien.
— ¿Ya puedo unirte al club de cuñados? — le dijo Emma, tomando el cuchillo de punta— Seré rápida, casi ni te va a doler.
Hans me miró de reojo y tomó su taza de café, bebiendo un sorbo.
— ¿Qué dices, Emilia? ¿Debería dejarme apuñalar la mano? Eso podría traerte beneficios ¿Tú que crees?
Preguntó fingiendo inocencia.
Yo miré a Gabi quien asintió como si dijera que sería bastante tonta si me negara, mientras Emma señalaba el cuchillo con la cabeza, muerta de ganas por apuñalar.
— ¡A la mierda, está bien! ¡Está bien! Me gustas, Hans, me gustas demasiado ¿Quieres salir formalmente conmigo? Soy un dolor en el culo, pero no miraré otros culos nunca más. Tómalo o déjalo.
— ¿Tanto costada, Emilia? — preguntó el muy maldito, con una sonrisa arrogante en los labios— Venga esa puñada.
Poniendo la mano al alcance de la rubia loca.
— ¡Bienvenido al club exclusivo de los cuñados! — atravesándole la mano en un limpio movimiento que no lo hizo ni arrugar la frente— Ahora bésense, que es la tradición.
Moví la silla hacia atrás y me lancé hacia él, tirándolo al piso en el proceso, comiéndole la boca.
— Ahora sí, cabrón — tomando asiento sobre su cadera— Vas a tener que usar todo tu cuerpo para contentar a tu bonita novia.
— Toda la noche si así lo quieres, sólo tenías que bajarle a la arrogancia, Lehmann.
Apoyando sus manos en mi culo.
— Par de pornográficos, seguimos aquí y estamos comiendo, no jodan.
Dijo Blaz.
— Si tú no te atreves y sacas tu cabeza de tu trasero, no es mi culpa, hermano —mirándolo— Emma ya es parte del club ¿Qué estás esperando?
— ¿Qué estoy esperando de qué?
Se defendió.
— Sí ¿Qué hay que esperar? — dijo la rubia— Yo soy miembro honorario.
— Tan valiente que te veía — le dijo Hans a la rubia— Cobarde.
— ¡No soy ninguna cobarde, estiradito!
Se puso de pie.
— Bueno ¿Y qué esperas? Podemos estar muertos mañana ¿O vas a ir a la boda sola? Que triste...
Emma apretó los puños y miró a Blaz, este hizo la silla hacia atrás y se jaló de la corbata, la mira con miedo, incluso estiró los brazos para atraparla en caso de que se le tirara encima.
— Oye... ¿Qué vas a hacer?
Le preguntó el pelinegro.
— Yo no voy a admitir nada si tú no admites nada.
— ¿Admitir qué?
El hastío de todos sonó a coro ¿Cómo puede ser tan tonto?
— ¿Ven? — dijo Emma, señalando al tonto— Es que no coopera.
Gabriela levantó el cuchillo con el que se cortó la tarta de frambuesa que se está comiendo, y señaló a Blaz.
— Comienza a cantar si no quieres que te dañe lo único que, según tú, te hace hombre. Interrumpes el desayuno y se me aguan las frambuesas.
Se levantó de golpe, mirando el reloj en su muñeca.
— ¡Uy que tarde! — tenemos que pasar a revisar si el salón ya está listo— Vamos rubia, desayunamos en el camino. Nos vemos más tarde familia, bienvenido, nuevo cuñado.
Jaló a Emma del brazo y tomó el bolso de esta, antes de, cobardemente huir de la verdad que todos sabemos, pero ellos no están dispuestos a decir.
Al menos yo si tuve el valor, y tendré una noche bastante interesante.
— Cógeme como si tu vida dependiera de ello hoy, Hans.
Susurré en su oído.
— Te estoy escuchando, desvergonzada — dijo Leo— Súbete a la silla, come y vete a trabajar, que, sin ti, el mundo del espectáculo no funciona. Y felicidades, princesa.
Sonreí bajándole a la rabia, y me puse de pie, ayudándole a Hans a curarse la mano antes de continuar el desayuno.
Oficialmente es miembro del club exclusivo de los cuñados a la moda.
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BUENAS BUENAS PECADORAAAS
HA QUE ESTÁN DESEANDO QUE HOY SEA NOCHE DE SEXOOO
HANS POR FIN CONSIGUIÓ LO QUE QUERÍAAA
250 COMENTARIOS Y VOLVEMOS, YA SABEN EL PROTOCOLO BELLAS
EN CUANTO A GABI Y LEO, ESTOS DOS ESTÁN EN SU PROPIA BURBUJA
LEO MUY ADORABLE HACIENDO LAS COMPRAS DEL SUPER PARA SU NOVIA LA DE LOS ANTOJOS
HABLANDO CON OTRO SUJETO DE IGUAL A IGUAL, MUY RELAJADO Y TRANQUILO, AMO
BLAZ Y EMMA, PAR DE TONTOS QUE NO ADMITEN LO QUE SIENTEN, PERO BIEN QUE ANDAN DE ARRIBA PARA ABAJO JUNTOS
HANS? SE UNIÓ AL CLUB POR FIN, APUÑALADO Y TODO JAJAJAJA
EMILIA BIEN VALIENTE CON SU DECLARACIÓN, MUY SEGURA, 10/10
CÓMO NO? SI SU GUARDAESPALDAS ESTÁ MÁS RICO QUE EL PAN
BUENOS, NOS LEEMOS EL PROXIMO CAP, BELLAS
BESITOS EN LAS NALGAS
FELIZ VIERNES
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